Strike Witches ~Spanish~:Volumen1 Prologo

From Baka-Tsuki
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“¿Hey, no es una Witch?”

El soldado alpino se quitó las gafas y apareció bajo su despeinado pelo mientras hablaba.

Bajo las grandes y densas nubes, había un pequeño punto volando por el cielo del norte de Europa.

“No es un pájaro. Es demasiado rápido.”

El soldado próximo a él murmuró para sí mismo. Bajo las gafas usadas para protegerse de las tormentas de nieve, sus ojos eran los de un hombre joven. Despejándose los oídos, podía oír el zumbido apagado de un motor mágico.

“Lo sabía. ¡Es una Witch! ¡La infantería aérea mecanizada! ¡Eh, debe ser mi día de suerte! Me pregunto si también está patrullando.

¡Que valor, trabajar bajo este frío polar!”

Los dos soldados alpinos eran parte de la Patrulla del Borde de Rajavartiolaitos, en misión entre las fronteras de Suomus y el territorio Neuroi.

Recientemente, la rotación en las patrullas se había vuelto muy frecuente. Después de saludar al punto distante en el cielo, los dos soldados volvieron a sus propios problemas, refunfuñando de manera preocupada.

“Incluso están desplegando a las Fuerzas Aéreas de las Witches, eh… ¿No será que los rumores son ciertos? Esos bastardos de los Neuroi van a atacar Suomus...”

El soldado alpino del pelo despeinado frunció el ceño. Sacó un cigarrillo del bolsillo y lo encendió con una cerilla.

“Se suponía que ya tenían las manos llenas con Karlsland.”

El alpinista de pelo enmarañado contestó, y exhaló una gran nube de humo junto a un suspiro helado. Su respuesta parecía más una pregunta para sí mismo más que una respuesta como tal.

“¿Quién haría algo tan estúpido como empezar otro frente en una guerra?”

Después del final de la Primera Guerra Neuroi en 1927, más de 20 años de silencio habían pasado cuando “la armada alienígena”, conocida como Neuroi, de repente empezó una invasión en Europa Central hacía dos meses en Septiembre de 1939. Ostmark, embriagada por la paz que se respiraba, fue aniquilada en un suspiro, y los Neuroi empezaron una invasión relámpago sobre Karlsland. Empezando con los países europeos, rápidamente el mundo comenzó a temblar frente al asalto Neuroi. A día de hoy, se seguía manteniendo una guerra defensiva y desesperanzada a lo largo de la frontera entre Karlsland y Ostmark.

La invasión Neuroi era feroz, y en opinión de muchos era sólo cuestión de tiempo hasta que Karlsland cayera. Naciones de todo el globo seguían enviando refuerzos, pero a día de hoy, no había nada que pudiera detener el avance de la armada Neuroi.

Los Neuroi eran uno enemigos temibles.

No eran sólo ‘poderosos’, había otra razón.

El otro soldado, con una expresión preocupada en su rostro, expuso la otra razón en palabras.

“Abrir otro frente… normalmente, nadie haría una tontería semejante. Pero estas cosas no son humanas. No tenemos ni idea de qué piensan. Mierda, no son como nosotros.”

El soldado del pelo enmarañado tiró su cigarrillo. Mientras caía a través de la densa nieve, el cigarrillo se consumió con un sonido apagado.

El campo nevado donde se encontraban era una ribera que se dibujaba a través de la frontera del país, por una cuesta empinada. Al otro lado del río helado se encontraba el territorio Neuroi… o simplemente tierra. No podían pensar que los Neuroi ni siquiera tuvieran el concepto de ‘territorio’. Los soldados se estremecieron al mirar hacia el frondoso bosque más allá. Tiempo atrás, el país se decía que era el hogar de tribus de hombres lobo. Pero… los actuales dueños de esa tierra ahora eran conocidos por el nombre de ese mismo país, los Neuroi. Envolvieron ese territorio con un miasma nocivo, cambiándolo en una tierra estéril e inhabitable. Y ahora parecía que pretendían esparcir ese miasma por el resto de Europa. Nadie conocía el propósito de sus intenciones.

“Mierda… nadie quiere ver su tierra cubierta por ese veneno...”

El soldado del pelo despeinado intentó animar a su camarada.

“Bueno, estoy seguro que las Witches podrán hacer algo al respecto.”

“Esperemos.”

El soldado miró hacia el cielo. El punto de antes estaba escondido por un cúmulo de nubes colgadas del cielo. Sentía como si el pálido cielo estuviera escondiendo el futuro de su patria. Su vista siguió fija en el cielo durante largo tiempo, como si sus pensamientos en forma de plegaria corrieran por su mente.

La Teniente Elma Leivonen, de la Suomen Ilmavoimat, volaba a 8000 pies por encima de los alpinistas a través del cielo azul, con su fino y dorado cabello único de la Europa del Norte danzado por su cabeza. Que estaba volando era algo fácil de ver, pero su apariencia, el de una chica joven volando a través del cielo como si tal cosa, era como el de una Valquiria de la mitología.

Sus piernas eran de un blanco pálido, como una fina columna de nieve. En esas piernas, un destartalado y manufacturado motor mágico FAROT brillaba. Un motor mágico… una unidad mecánica que convertía el poder mágico del usuario y hacía que volar fuera posible.

Volar por los cielos con magia… Era una soldado de infantería aérea mecanizada, una Witch.

“Aquí Alondra, aquí Alondra. ‘¿Mujer de Nieve,” me recibe?”

La Tte. Elma Leivonen llamó a través de su radio de garganta que se extendía hasta su boca. Ya había repetido el mismo mensaje ni se sabe cuantas veces, pero la persona con el nombre en clave “Mujer de Nieve” en la Academia de Combate Aéreo Kauhava aún tenía que responder.

Míseramente, la Tte. Elma habló una vez más con voz llorosa.

“... Uuuu, está hecho en Karlsland, el pináculo de la fabricación… me pregunto si estará roto. Seguro que es por el frío. ¡¿Da igual como lo vea, sigue siendo mi patria, pero por qué tiene que hacer tanto frío?!

A la Tte. Elma le dio un escalofrío. El cielo estaba lleno de hielo y nieve, 8000 pies por encima de Suomos, envuelto en un frío helado. Como volaba a 150 nudos la temperatura que sentía era inimaginable. Volar en uno de los lugares más fríos del mundo, semidesnuda, simplemente con un fino traje de vuelo, la magia lo hacía posible, ese poder intrínseco sólo en algunas mujeres.

“¡’Mujer de Nieve’, por favor! ¡Responda! ¡Por favoooor, responda!” La Tte. Elma gritó por el micrófono.

“Aquí ‘Mujer de Nieve’. Le recibo.”

Al fin, una respuesta. Era fría, la voz de una mujer. No había dudas que era la Oficial de Control, Capitana Häkkinen, también conocida como la Mujer de Nieve. Su serenidad y sangre fría nunca faltaban, no importaba la situación. Solían llamarla Mujer de Nieve, o incluso otros motes, así que pronto pasó a ser su nombre en clave.

“¿Por qué no respondió antes? ¡Hace mucho frío, pensé que iba a ponerme a llorar!”

“Contraseña.”

Habiendo dicho esto, la Tte. Elma se acordó de repente. Para diferenciar entre un aliado y un enemigo le habían dado una charla sobre las directrices del uso de la radio esa mañana en la sala de reuniones.

En eso estoy, pensó, mientras se maldecía por su descuido, y murmuró una línea de uno de los poemas de Verlaine. “Los largos gemidos de los violines del otoño.”

Entonces, dio un par de golpecitos en el micrófono. La señal que habían acordado para ‘enviado.’

La ‘Mujer de Nieve’ respondió después de eso.

“Los vientos gélidos de Suomus, el frío que penetra en la carne.”

Uuuuuuuu, como si notase el frío.

Imaginar a la ‘Mujer de Nieve’ sentada con altanería en el centro de mando, con varias estufas calentando agradablemente, la Tte. Elma quería como mínimo expresar una de sus múltiples quejas. Pero por supuesto, no lo hizo. Era demasiado gallina para eso.

“’Mujer de Nieve’ confirmada. Envío informe de la situación.”

La voz de la Cap. Häkkinen sonó a través de los grandes receptores inalámbricos de las orejas de la Tte. Elma.

“Alondra confirmada. Puedes enviar el informe. Por cierto, las estufas no están en uso.”

“¿Eh? ¿Eeeeeh?”

“Es obvio que estás pensando en ello, Teniente. No voy a irme a un lugar calentito mientras te mando a volar.”

Era una mujer astuta, pensó la Tte. Elma mientras empezaba a reportar.

“Región de Karelia, punto A-3. Dirigiéndose al norte por la frontera. Altitud, 8000 pies, ninguna anomalía detectada.

“¿Te has asegurado de comprobar tierra también?”

La Tte. Elma empezó a mirar hacia abajo, al bosque al otro lado del río.

“Sí. Tan bien que ni siquiera un zorro podría esconderse. Como siempre.”

No notaba nada sospechoso en las sombras de esas coníferas llenas de nieve. Aunque… la Tte. Elma no podía evitar sentirse intranquila con tanta calma.

Más allá del río, ya no había tierra humana.

‘Neuroi.’

Esos seres misteriosos, que habían tomado el nombre del área donde aparecieron por primera vez. Ahora era un mundo a parte, donde gobernaban sin control.

“Um... Capitana Häkkinen.”

“’Mujer de Nieve.’”

“Eh, sí, ‘Mujer de Nieve’. ¿Puedo hacerle una pregunta?”

“Adelante.”

“¿Realmente nos atacarán los Neuroi?”

“No es algo que pueda saber, como tampoco es algo en lo que debieras pensar.”

Silencio.

Entonces, un suspiro.

En un tono de voz de resignación, la Cap. Häkkinen dio otra respuesta.

“Bueno, si quieres mi opinión personal...”

“Ajá.”

“Van a atacar.”

“Oh, no...”

La Tte. Elma se sintió miserable de nuevo.

“Están atacando Karlsland en este momento, infinidad de ellos, así que...”

“Los ‘Neuroi’ no son humanos. No sabemos cuantos son. Y teniendo en cuenta lo que hemos aprendido de las batallas que hemos entablado, no les importa el sacrificio personal, ni tampoco hacen uso de ningún tipo de diplomacia. En otras palabras, mientras permanezcamos cerca de ellos, tarde o temprano, vendrán.”

La Cap. Häkkinen lo expuso de manera simple, con voz despreocupada, como si estuviera diciendo que los vecinos vendrían a traernos comida.

“Uf... si viene un enemigo tan temible, ¿no se pregunta qué es lo que nos pasará...?”

“No importa lo que suceda, todos contamos con vosotras.”

“Oh no…” dijo la Tte. Elma, mientras una nota débil se deslizaba por su voz.

“No hay nada que podamos hacer, ya lo sabes. Las únicas que pueden acercarse a los Neuroi, envueltos en ese miasma, sois vosotras, las ‘Witches’ como tú.”

Y así era. La infantería aérea mecanizada eran los ases en la manga contra los Neuroi por esa misma razón. Los soldados rasos no podían de ninguna manera entablar contacto con los Neuroi.

Elma suspiró.

“Pero, realmente es preocupante, ‘sólo’ con nosotras...”

“Es exactamente como dices, Teniente. Es un grave asunto que nos concierne a todos.”

“Sólo hay tres escuadrones de infantería aérea mecanizada en el Ilmavoimat, ¿sabe? ¡¿Cómo se supone que vamos a proteger esta inmensa frontera sólo con eso?!”

La frontera entre Suomus y Neuroi tenía miles de kilómetros de norte a sur. Era imposible para tres escuadrones, daba igual como se mirase.

“El gobierno ha enviado peticiones de ayuda a todas las naciones. No sólo Strikers, sino también Witches que puedan operarlas.” La cara de Elma se iluminó.

“¡¿De verdad!? ¡Son grandes noticias!”

Eran de hecho grandes noticias.

Para defenderse de la invasión Neuroi, Suomus había recibido previamente cargamentos con Strikers de naciones de todo el mundo, pero era cosa de ellos encontrar personal que pudiera operarlas. Ahora… finalmente iban a traer ‘Witches’ también.

“Exacto. Britannia, Karlsland, los Estados Unidos de Liberion, el Imperio de Fuso... parece ser que están seleccionando a su mejor infantería aérea mecanizada para enviarlas aquí.”

Esas eran algunas de las naciones más poderosas del mundo. Finalmente iban a venir soldados de élite.

¡Finalmente iban a ser un buen montón de soldados con los que poder contar y hacer frente a miles de enemigos ellos mismos!

“¡Sí! ¡Suomus va a estar salvo!”

“¡Sí! ¡Suomus va a estar salvo!”

Con el ánimo levantado, la Tte. Elma se emocionó e hizo un giro sobre si misma. La estela de vapor de su motor mágico pintó el cielo azul con un tenue arco iris.



Estado Marítimo de Britannia


En un país isleño separado del resto de Europa por el estrecho de Dover, una discusión que se había convertido en el plato de cada día estaba teniendo lugar fuera de las puertas de la Estación de la Fuerza Aérea de Pembrey.

A esas horas de la noche, con la oscuridad envolviéndolo todo, una motocicleta Brough Superior estaba estacionada delante de la puerta, con su ralentí sonando suavemente.

Montada en ella había una chica con pelo plateado y largo, que brillaba por la luz reflejada de las farolas. A pesar de que se la podía tildar de guapa, se le podía notar cierto cansancio en los ojos detrás de sus gafas, y sus labios estaban prietos en una fina y delgada línea. Esas dos cosas hacían que tuviera un aire de inaccesible, a pesar de su buena apariencia.

“¡Oficial Piloto Beurling! ¡El toque de queda fue hace siglos!”

La centinela movió el rifle Enfield en sus manos, y amenazó a la chica con voz dura. Aunque, la chica de nombre O/P Beurling ignoró la protesta de la centinela.

Se quitó las gafas, y se sacó un cigarrillo del paquete de su bolsillo del pecho y se lo puso en la boca. En el envoltorio de la caja se podía ver un círculo rojo sobre un campo verde. Uno de los paquetes de los cargamentos de Préstamo y Arriendo de Liberion a Britannia, agotados por la guerra con los Neuroi.

Aún con el cigarrillo en su boca, la O7P Beurling empezó a buscar en sus bolsillos. Se dio cuenta de que no tenía un encendedor, así que levantó las manos como rindiéndose y...

“Fuego.”

Se lo pidió a la guardia con voz aburrida.

“¡No es momento para fuego! ¡El Comandante se encuentra en un altercado! ¡Ha ordenado que te metamos en el calabozo!”

La O/P Beurling revolucionó su Brough Superior como respuesta, e hizo girar la motocicleta sobre su mismo eje.

“¡E-espera! ¡Oficial Piloto! ¡¿Dónde vas?!”

“Al pub.”

“¡¿Al PUB?! ¡Espera! ¡Por favor, espera! ¡El Comandante dijo que antes de meterte en el calabozo te lleváramos hasta él! ¡Y por favor, no intentes resistirte al arresto! ¡Nos han dado permiso de disparar a matar!”

“¿Con esta, cuantas veces has quebrantado el toque de queda? Oficial Piloto Elizabeth Beurling.”

Al otro lado de la mesa de la Oficina del Comandante, el Comandante de mediana edad, cuya insignia del Grupo de Capitán brillaba sobre un charretera de rango, miraba a la alborotadora número uno de las Fuerzas Aéreas de Britannia. Sus dientes estaban mordiendo una pipa en su boca tan fuerte como para romperla. Y en cuanto a la alborotadora… la O/P Beurling empezó relajadamente a contar el número de veces con los dedos.

“Treinta y dos veces. Señor.”

La O/P Beurling contestó despreocupadamente, con la cara de circunstancias.

Se oyó un gran ruido cuando el Comandante rompió la boquilla de su pipa con la boca.

“Es la trigésimo segunda vez.”

“¿De qué?”

Mientras el Comandante tiraba la pipa rota a la basura, refunfuñó.

“Las veces que rompo pipas de esta manera.”

“No es de extrañar.”

“¿Y qué quieres decir con ‘No es de extrañar’?

“No, me refería a sus pipas. No es de extrañar, si todas son baratijas que compra en Harrow.

El Comandante fulminó con la mirada a la O/P Beurling.

“Preferiría fumar Dan Hills que esto, si pudiera.”

Empezó a mirar a la pipa con cara de disgusto. Cuando se dio cuenta de que la había tirado a la papelera, empezó a hincharse una vena azul en su sien. Viendo al Comandante de tan mal humor, la O/P Beurling cogió uno de sus cigarrillos. “Es sólo un cigarro.”

Viendo el diseño de la cajetilla, el Comandante sacudió la cabeza.

¡Como si fuera a fumar tabaco de Liberion.”

“A mi me gusta.”

Sin reserva alguna, la O/P Beurling puso el cigarro en su boca, cogió una cerilla de la mesa del Comandante, la encendió y con ella su cigarrillo.

“Y no es sólo el haber quebrantado el toque de queda. Has infringido muchos reglamentos militares, como quebrantes alguna más perderemos la cuenta. No importa cuan importante sea la infantería aérea mecanizada para los militares, ¿no crees que estás dejando que te suba demasiado a la cabeza? No todo el mundo en la base piensa en ti como una actriz de Picadilly, Oficial Piloto.”

El comandante siguió mirando a la O/P Beurling mientras decía eso, mientras ella se giró y empezó a inhalar su cigarrillo.

“No pienso que tenga un trato preferencial por ser soldado de infantería aérea mecanizada. No voy a cumplir reglamentos que me parezcan estúpidos, y eso se expresa en mi actitud. ¿Por qué tengo un toque de queda impuesto a las 8? ¿No es mejor terminar el trabajo e ir a beber algo y olvidarse de todo? No creo que eso sea productivo para nuestro trabajo.”

El Comandante sacudió la cabeza.

“Está bien, lo entiendo. Puedo no compartirlo, pero lo entiendo. Bueno, ¿y por qué te rehúsas a actualizar tu equipo? Todos los del regimiento han aceptado ya el nuevo Spitfire, y no tienen problemas en entrenarse para el nuevo modelo, y aún así sigues reacia a cambiarlo por ese lamentable Hurricane que usas. ¡El equipo de mantenimiento se está quejando, ya que por culpa de una sola persona, Oficial Piloto, tienen que apañárselas para conseguir piezas exclusivamente para ti.

“No es cierto que el nuevo modelo sea mejor.”

“Velocidad, radio de giro, buen rendimiento en grandes altitudes, el Spitfire es superior a tu Hurricane en todos esos campos. ¿Por qué sigues en contra?”

“Quizás si quieres montar un circo volador, puede ser una buena Striker Unit.” La O/P continuó con su usual tono frío.

“Sin embargo, los Neuroi envían bombarderos bastante seguido. Contra un gran bombardero, lo más efectivo es la estabilidad de disparo del Hurricane antes que las altas velocidades o el radio de giro. Y además... como nuevo modelo, el Spitfire seguro que tiene muchos fallos. Me estoy jugando la vida. Sólo quiero las piernas que estoy acostumbrada a usar, eso es todo.”

Los labios del Comandante temblaron, como si fuera a decir algo, pero cambió de tema.

“Entendido. De hecho, no lo entiendo, pero como mínimo ahora sé cual es tu posición. Y luego ya, tenemos un gran problema.”

“Y cuál es.”

“¿Por qué has rechazado tu ascenso a Oficial de Vuelo? Los recursos humanos en el Comando Aéreo siempre son un enigma, pero bueno, ese no es el problema aquí. Qué hay detrás de tu rechazo a ser ascendida.”

La O/P sacudió la cabeza.

“No sirvo para mandar.”

El Comandante sonrió por primera vez ese día.

“Vaya coincidencia. Es la primera vez que estoy de acuerdo contigo. Es lo mismo que pienso yo. Como uses una Striker Unit, lo buena que seas, nada de eso tiene que ver con tus aptitudes para el mando. ¡Está claro que esos chapuceros del Comando Aéreo tienen muy poca vista! ¡Sin embargo...!”

¡Bam! Dio un golpe en la mesa.

“¡Una orden es una orden!”

“No puedo aceptarla. Yo soy quién se entiende mejor que nadie.”

Pasaron unos cuantos segundos. Como si se diera por vencido, el Comandante movió la cabeza lentamente, y cogió dos hojas de papel de su escritorio. En uno estaban las órdenes del ascenso a Oficial de Vuelo. Y en el otro...

“Elige.”

“¿Si?”

La O/P movió la cabeza hacia un lado.

“Traslado o ascenso. Elige una.”

“¿Traslado?”

“Exacto. Y no es recolocarte dentro de las fronteras. No hay ni una base de las Fuerzas Aéreas de Britannia que quiera acogerte. Ha habido una petición de Suomus, en el norte de Europa, necesitan soporte de infantería aérea mecanizada. Nuestra base enviará a una persona.”

“Ah.” La O/P contestó apática.

“¿Es acaso una opción?

Suomus, frío como el hielo, marchando al paso de esos extranjeros, uno dos tres cuatro, cosas así, estoy seguro que eso te gustaría menos.”

Se extendió una mueca por la cara del Comandante, como un cazador que había acorralado a su presa en una esquina.

“Si lo has entendido, y reconsideras tu posición y firmas las órdenes de Oficial de vuelo aquí… ¡eh, no! ¡Beurling!”

Cogiendo el papel del traspaso a Suomus y un bolígrafo al mismo tiempo, la O/P Beurling estampó su rúbrica en la hoja. El Comandante se volvió hacia la Oficial Piloto y se inclinó hacia delante, con una expresión de confusión en su cara.

“Oficial Piloto Elizabeth Beurling, órdenes de traspaso entendidas. Partiré mañana.”

La O/P Beurling le devolvió las órdenes de traslado al Comandante e hizo un marcado saludo.

“Órdenes entendidas, pero… maldita seas...”

El Comandante estaba lleno de rabia. Que se la jugaran con unas órdenes de traspaso a Suomus, algo que nadie en su sano juicio haría, ni siquiera con un ascenso forzado a Oficial de Vuelo, aún así se las había arreglado para ir en contra de las expectativas.

¿Cómo podía llegar a ser de rebelde esta “bruja” de pelo plateado?

La O/P dejó la Oficina del Comandante sin palabra alguna.

“¡Hey! ¡Quieta ahí! ¿¡Dónde crees que vas!?”

Su cara se volvió roja de rabia, el Comandante volvió a gritarle a la O/P Beurling.

“¡Bah, haz lo que te de la gana!”



Península de Florida, Estados Unidos de Liberion


Un enorme buque de guerra estaba navegando por las corrientes cálidas de Florida. Su nombre era Lexington, un crucero de batalla convertido en un transporte de guerra. En el puente del Lexington, que contaba con el mayor destacamento de toda la Marina de Liberion, el visitante Comandante Oficial de Control Aéreo y el Capitán del Lexington estaban viendo la infantería aérea mecanizada que se encontraba en el barco, con expresión de preocupación en su rostro.

La infantería aérea estaba a mitad de la formación, haciendo hincapié en los nuevos procedimientos de aterrizado desarrollados por el escuadrón aéreo naval.

“Bien, Comandante.”

Quitando esa expresión de su cara, el Capitán le habló al Comandante que se encontraba junto a él.

“¿Qué sucede, Capitán?”

“Ahora incluso puede tener a esas Witches en nuestros barcos de la Marina. Un gran avance, diría yo.”

“No es que sea un gran avance. Aunque, si es verdad que comparado con otras superpotencias, nuestros Estados Unidos de Liberion están cogiendo la ola y se están adaptando los barcos para estas mujeres soldado más rápidamente...”

El Capitán no se molestó en escuchar la explicación del Comandante, que parecía más una acusación encubierta. Su atención en trance se debía totalmente a las Witches que estaban formándose en la cubierta del barco.

“¡Guau! ¡Muy bueno! ¡Mire esa chica rubia! ¡Es como una estrella musical de Hollywood! ¡Mire Comandante! ¡Otra chica acaba de aterrizar! ¡Mire! ¿Está bien? ¡No te vayas a caer por la borda!

Como un abuelo vigilando a su nieto, el Capitán gritó, con sus manos pegadas a los cristales de la ventana del puente de observación. El Oficial de Comunicaciones y enseñas en el puente vio la escena del Capitán con un horror mudo.

Otra chica de la infantería aérea mecanizada aterrizó en la cubierta, y agarrándose al cable que había en la pista, realizó un aterrizaje perfecto. Varios marineros inmediatamente corrieron hacia ella, y la llevaron al otro lado de la pista, donde había muchas otras chicas jóvenes con sus Strikers azul brillante en sus piernas charlando animadamente.

“¿No cree que las nuevas Striker Units reglamentarias han sido diseñadas demasiado achaparradas para las piernas de las chicas?” El Capitán se lo confesó al Comandante, insatisfecho.

“El F4F Wildcat. Puede no parecerlo, pero no es una mala Striker Unit. Es robusta, y su radio de giro no es malo.”

“¡No estoy hablando de sus habilidades! ¿No siente pena por esas chicas, llevando ese tipo de botas enormes? ¡Me gustaría que pudiesen llevar algo mucho más pequeño, algo así como unas zapatillas de bailarina!"

El Capitán hizo un giro con el brazo y ordenó al Oficial Ejecutivo.

“¡Contácteme con la cubierta!”

El OE se apresuró a pasarle el transmisor al Capitán. Con la cara tan apretada al cristal como era posible, el Capitán le habló a las valquirias de la cubierta.

“¡Pequeñas mías! ¡Lo estáis haciendo muy bien! ¿Hace frío en el cielo? ¡Os recompensaré después de todo esto!”

“¡Guay! ¡Gracias Tío Bill!”

Las voces de la marabunta de Witches se hicieron una en la cubierta y todo el mundo en el puente pudo oírlo. La tripulación sacudieron la cabeza incrédulos, algunos no por primera vez. El Capitán había hecho que toda la infantería aérea mecanizada le llamara Tío Bill. Era increíble.

“¿Os apetece helado? ¿Cola? ¿O quizás unos donuts? ¡Tenemos de todo en mi Lexington! ¡No os cortéis, decidme todo lo que queráis!

“¡Está bien Tío Bill! ¡Queremos helado!”

“Hum, Rita, Vivian, Ingrid, Mary, Beth, Sally, Linda… ¿vosotras siete?”

Forzando la vista, el Capitán contó el número de Witches en la pista.

“¡Somos ocho, Tío Bill!”

“¡Es verdad! ¡Katherine aún no ha vuelto!”

Los ojos del Capitán hicieron un movimiento involuntario cuando escuchó ese nombre.

“…Esa chica de campo de Texas eh… ¿Qué le ha pasado?”

“¡Se está tomando su tiempo en aterrizar!”

El Capitán empalideció.

“...No, otra vez no...”

En ese momento… un ruido estridente resonó por los altavoces del puente.

“Alférez Katharine O’Hare, preparada para aterrizaaaar!”

Una voz siempre alegre y viva. Mientras es cacofónico grito resonó, la tripulación se tapó los oídos lo mejor que pudo. El Capitán murmuró inaudiblemente por debajo de su respiración, estupefacto.

“Destructora O’Hare…”

El Oficial de Control Aéreo recuperó primero sus sentidos y cogió quitó el dispositivo de radio de las manos del Capitán.

“¡Eh!” ¡Alférez O’Hare! ¿¡Qué haces volando!? ¿¡Acaso has olvidado tus tres meses de suspensión de vuelo!?”

“¡Es injusto que me separen de mis amigas!”

“¡Me importa un pimiento si es injusto o no! ¡No hay más unidades de reserva a bordo! ¿¡Me has oído!?”

“¡Esta vez no pasará nada! ¡Haré un aterrizaje perfecto! ¡Seguro!”

Todo el mundo podía sentir el optimismo en la voz de la Alférez O’Hare. El Capitán corrió a trompicones a través del puente hasta la ventana que daba a la parte trasera del barco. Pudo ver un pequeño punto azul volando vacilantemente hacia la parte trasera del Lexington. El Commandante se agarró la cabeza mientras caminaba hasta el lado del Capitán.

“¡Qué demonios está haciendo! ¡Está virando demasiado! ¡Y a esa altitud! ¡No puede acabar bien! ¡Va a estrellarse contra el barco!” El Capitán gritó seguidamente.

“¡Dios! ¡Dios! ¡DIOOOS! ¿¡Quién ha dejado volar a esta vaquera!? ¿¡Quién DEMONIOS ha dejado a esta paleta del sur unirse a infantería aérea mecanizada!?”

“¡Miraaaa! ¡Tío Bill!”

“¡No te atrevas a llamarme así! ¡No quiero oírlo viniendo de tu boca!”

El F4F se dirigía hacia la pista tambaleándose. El cuerpo voluptuoso de Katharine, que no se disimulaba con el volumen de la Striker Unit, se podía ver desde lejos. Sus pechos, que podían ser descritos como estupendamente grandes, eran cautivadores. Aunque, su equilibro durante el vuelo era considerablemente más difícil debido justamente a sus pechos. Su dificultad con el equilibro sólo se acentuaba en el momento de aminorar para aterrizar.

Los equipos de orientación de aterrizaje salieron pitando hacia la cubierta de vuelo, ondeando la bandera roja y blanca. Las banderas tenían una enorme ‘X’ en ellas. Una marca que indicaba que el aterrizaje era imposible y se debía hacer una nueva aproximación.

“¡Todo ira bieeeeen! ¡Apartados por favor!”

“¡Traed todos los cables! ¡También tened la red de emergencia preparada!”

El Commandante gritó a través del transmisor del puente, dando órdenes a todo el barco.

El Capitán, sin saber que hacer en ese momento, tenía los ojos inyectados en sangre.

“¡ABATIDLA! ¡A las armas! ¡¡De pequeño calibre, de gran calibre, cualquiera vale!! ¡Apuntadla todos a ella y abrid fuego! ¡Hey, HEY! ¡A LAS ARMAS, he dicho! ¡Paso ligero! ¡O sino será mi Lexington el que se vendrá a bajo!”

Ninguna de las órdenes llegó a tiempo. El F4F de la Alfz. O’Hare hizo su aproximación al Lexington.

Sin embargo, su ángulo de aproximación era demasiado bajo.

¡Iba a estrellarse contra la popa del barco!

“¡Ahhh! ¡Ya lo he hecho!”

Tanto el Capitán como el Commandante, observando desde el puente, se apartaron inconscientemente, mientras imaginaban gritos y golpes por la inevitable crisis que estaba por venir.

Aunque al final no escucharon nada.

¿Lo había conseguido? Los dos levantaron los rostros y miraron fuera.

No lo había conseguido.

“¡Ups, demasiado alto!”

Justo cuando la Alfz. Katharine estaba a punto de chocar contra la popa, había ascendido. Ahora flotaba vertiginosamente por encima de la cubierta, sin saber que hacer.

“¡Tírate al agua! ¡Aléjate del barco!”

“¡Lo siento! ¡No sé nadar!”

Katharine descendió, y alargó una mano... y se las arregló para coger uno de los cables, que se extendía por toda la pista a la altura del pecho para ayudar en el aterrizaje. Pero, por la alocada manera en que había cogido el cable, las hélices de su Striker apuntaban al cielo en un ángulo diferente del que iba.

“¡Ahhh! ¡Señora Hélice! ¡Así no!”

Para hacer las cosas peores, las luces de aviso del motor mágico se apagaron en el momento en que la Alfz. Katharine de repente salieron disparabas en una dirección paralela al puente.

“¡Corred, corred! ¡Por favor, apartaos todos!”

“¡Aaaaaaaah!”

Junto al puente... estaba la infantería aérea mecanizada al completo, con una mirada de terror en sus ojos… al hangar donde dejaban sus Strikers.

¡Gragagoogooograaaashaaan!

Resonó un sonido desgarrador de metal chocando contra metal.

“¡Uaaaaaaaaaa!”

Y los gritos de esas pobres chicas se mezclaron con el sonido de la destrucción del hangar.

En el puente, el Capitan cayó sobre sus rodillas.


“Los ocho F4F Wildcats nuevos, destruidos. Siete soldados de infantería aérea mecanizada seriamente heridas...

En el centro del puente, el disgustado Capitán reprendía a la Alfz. Katharine.

“¿¡Y cómo puede ser que sólo tu hayas salido ilesa de todo esto!?”

A pesar de haber estado en un accidente tan grande, la Alfz. Katharin salió milagrosamente sin un rasguño.

“¡Un golpe de suerte!”

La Alfz. Katharine contestó, con una radiante sonrisa. El Capitán se cogió la cabeza con las manos, y con los hombros desplomados.

El Comandante Oficial de Control de Vuelo que se encontraba cercano a él empezó a contar algo con sus dedos.

“Hoy ocho unidades… Lo que significa que las treinta y dos Strikers que estaban a bordo… hasta la última.”

Su cara se llenó de furia, el Capitán hincó un dedo en la Alfz. Katharine.

“¿Has oído eso? ¿¡Eh!? ¡Paleta del sur! ¡Todas las Strikers que teníamos a bordo destruídas! ¡Todos estaríamos mejor si te hubieras quedado en casa y cuidaras de tus vacas! ¿¡Por qué te uniste a la marina!?”

La cara de Katharine se iluminó, como para afirmar que estaba escuchando.

“¿Hum, yo? ¡Me encanta el mar y el cielo!”

“¿Qué?”

Señalando al amplio y azul cielo que e podía ver a través de la ventana, la Alfz. Katharine empezó a emocionarse.

“¡Yo, he estado soñando con ver esto durante mucho tiempo en Texas! ¡El cielo es muy azul, y el mar muy claro!”

“Y por eso te uniste a la marina...”

“¡Sí! ¡La infantería aérea mecanizada de la marina es lo mejor! ¡Es como si mi corazón se calmase con el cielo y el mar… es una experiencia que te abre la mente!

El Capitán miró desesperado al techo. Mientras en silencio se preguntaba como lidiar con ella…

El Oficial de Comunicaciones se plantó al lado del Capitán.

¡Capitán! ¡Es del Comando de la Flota en Whasington!”

“Veamos.”

Cogiendo el telegrama, el Capitán leyó rápidamente el mensaje, y finalmente puso una expresión de satisfacción. La Alfz. Katharine aún seguía emocionada, con los ojos brillando.

“¡Entrenaré mucho más a partir de ahora! ¡Es la forma que tengo de devolverle el favor a la marina por dejar que me una!”

“No importa lo que practiques, desgraciadamente el Lexington no tiene ni una Striker más a bordo.”

“¿Eeeeh? ¿Sí?”

“¡No me ‘¿Eeeeh?’ a mí! ¿¡Quién te crees que las ha destruído todas!? ¡Da igual cuan grande sea la producción en los Estados Unidos, nunca podremos estar en paz contigo, Destructora!”

“¡Tendré cuidado! ¡Seguiré practicando el aterrizaje!”

“No hace falta que tengas cuidado nunca más, y no necesitarás más práctica.”

“¿Por qué?”

El Capitán ondeó el telegrama en sus manos.

“Serás transferida.”

“¿Transferida? ¿Por qué? ¿Dónde?”

“Suomus.”

La Alfz. Katharine abrió la boca con un gesto de confusión.

“¿Suomus, dónde está?”

“Al norte de Europa.”

“¿Norte de Europa? Ah, cerca de Dakota del norte, ¿no?”

“¡Está al otro lado del Océano Atlántico!”

“Guau, eso es muy lejos. ¿Hace calorcito?”

La Alfz. Katharine preguntó con su habitual tono desenfadado.

“Es un país de hielo y lagos. Extremadamente frío.”

“¡Hielo y lagos! ¡Guau! ¡Suena genial!”

La Alfz. Katharine dejó ir un chillido de emoción. Todo le parecía bien.

“En el telegrama, hemos recibido órdenes de enviar una soldado de infantería aérea mecanizada del Escuadrón Aéreo Lexington para unirse a las fuerzas voluntarias en Suomus, al norte de Europa. Está escrito aquí, así que debo elegir una de mis sobradamente habilidosas soldados que tenemos aquí.”

“Sobradamente habilidosas… Oh no, yo no soy tan buena.”

La Alfz. Katharine se rascó la cabeza, como si estuviera avergonzada.

“Obviamene.”

“Y entonces, ¿por qué me elige a mí?”

El Capitán hincó un dedo en la Alfz. Katharine.

“¡Por qué no podemos permitirnos que las fuerzas aéreas navales de la Marina de los Estados Unidos sea destruída antes de combatir contra los Neuroi!”



Karlsland, Europa central


Desde la invasión de los Neuroi, este país siempre ha estado en la primera línea de la guerra. El poderoso Luftwaffe de Karlsland era la única razón por la que Karlsland había aguantado contra los Neuroi, que ya habían penetrado en el país. Por supuesto, el núcleo de la Luftwaffe estaba formado por la infantería aérea mecanizada.

Preparaciones para una salida se estaban llevando a cabo desde una base aérea sin nombre cerca de la frontera de Karlsland. En la sala de reuniones temporal establecida en una gran tienda, la staffelkapitän estaba delineando la estrategia que usaría la infantería aérea mecanizada establecida allí.

“Hemos recibido desde inteligencia que una formación de bombarderos Neuroi se dirige hacia Augsburg. Los interceptaremos con todas nuestras fuerzas.”

Lal staffelkapitän, aún una jovencita, continuó su explicación de la estrategia con una manera muy profesional y digna. Delante de ella, líneas de jóvenes estaban escuchando su explicación de cerca, la tensión se veía clara en su cara a pesar de intentar esconder sin muchos resultados su nerviosismo. Pero entre ellas... había una joven que no parecía para nada nerviosa. Era una chica increíblemente pequeña.

Parecía tener doce años. Tenía el pelo dorado, con un corte limpio y corto. Bajo sus gafas, tenía unos profundos ojos azules que emanaban inteligencia.

“Feldwebel Ursula.”

La staffelkapitän la llamó con una voz molesta.

Hoy era su primera salida, pero Ursula había estado leyendo un libro todo el rato, incluso cuando la staffelkapitän estaba explicándole qué debía haber.

“Feldwebel Ursula. Deje de leer.”

Ursul dejó de leer su libro al fin.

“En una batalla real, lo que puedas leer en un libro te será de poca ayuda.”

El teléfono de campo empezó a sonar justo en ese momento.”

“Sí. Aquí Dritte Verteidigungsstaffel. Saldremos en breves, así que… ¿qué, que elija a una? ¿Pero qué es esto?”

Las pilotos reunidas empezaron a murmurar entre ellas. La staffelkapitän colgó el auricular y miró alrededor de la habitación.

“Bueno, era una transmisión del cuartel general, y nos han pedido que escojamos a una persona del sfaffel para servir en Suomus.

Pero qué se creen que hacen, pidiéndonos eso en tiempos de crisis como estos…”

“¿Ha dicho Suomus?”

Los murmullos entre las pilotos eran cada vez más fuertes.

“¡Somos un equipo! ¡Hemos entrenado juntas todo este tiempo! ¡Todo por hoy! ¡Y aún así, nos están pidiendo una de nuestras camaradas!”

Hablando con palabras lapidarias, la staffelkapitän dio un golpe con ambas manos, cortando los murmullos del escuadrón.

“Eso es lo que pienso. Pero parece que debemos escoger una persona sí o sí… es una orden.”

Las pilotos se miraron las unas a las otras. Ni una quería ser escogida, y cuando la staffelkapitän las miraba una a una, cada piloto se retorcía como si una corriente eléctrica les pasara por la espalda.

Pero no… había una persona que actuaba diferente.

Ursula, la misma de antes.

Cuando el escuadrón se percató, la vieron leyendo su libro una vez más.

En el tenso silencio de la tienda, el único sonido que se podía oír era el pasar de las páginas del libro.

La staffelkapitän sonrió.

“Feldwebel Ursula.”

Ursula levantó la cabeza del libro de nuevo.

“¿No te gustaría ir a un sitio donde pudieras leer libro todo el tiempo?

Sin un segundo de vacilación, Ursula asintió.



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