Daybreak:Volumen 1 Capítulo 14

From Baka-Tsuki
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Capítulo 14 – El estallido de la guerra[edit]

La siguiente semana pasó en un abrir y cerrar de ojos mientras la Academia de Magia Königsfeld se preparaba para la guerra.

El rey Leopolod von Drachenlanzen de Weichsel había evocado el Decreto de Reclutamiento Universal, llamando a la 'Movilización General' en nombre del Santo Padre. Usando este primer paso del sistema de Movilización Cuádruple de Weichsel, el ejército actual multiplicaría por cuatro su tamaño al incorporarse las reservas activas y milicias jóvenes a las filas de soldados profesionales. Además, las tropas Noble Reiter, formadas preparando a la nobleza desde la infancia, complementarían a la caballería profesional de Weichsel, contituida por caballeros-mago de la nobleza y sus vasallos.

Y por último pero no menos importante, la 'Movilización General' reducía el ciclo de entrenamiento de oficiales de cuatro a tres años. Con el fin de año a la vuelta de la esquina, el Cuartel General de Weichsel declaró que además de los estudiantes de cuarto curso, también los cadetes de tercer año estarían obligados a unirse a la campaña.

Era el peor regalo posible para las inminentes vacaciones.

El imperio de Rhin-Lotharingie había respondido al alzamiento militar en su frontera meridional iniciando una movilización parcial cinco días atrás. Pero los espías informaban de que el emperador había subestimado gravemente tanto la disposición como la escala de la invasión por parte del Califato. Las noticias de la frontera estimaban el número de tropas del ejército de Cataliya en cientos de miles, desbordándose por los pasos montañosos del sur y dividiéndose en tres grupos. Incapaces de detener la inminente avalancha, los destacamentos fronterizos se retiraron del frente, buscando reagruparse con los refuerzos en la segunda línea de fortificaciones.

Dejaron cuatro ducados indefensos por el camino.

Tres, técnicamente. El Duque Guy de Avro-Calent rechazó la orden de retirada general. Su orgulloso castillo concéntrico de cuatro capas amuralladas, el cual presumía ser la fortificación más poderosa al sur de Rhin-Lotharingie, fue completamente ignorado por las fuerzas de vanguardia del Califato, quienes se limitaron a tomar un desvío. Después, las unidades de la retaguardia rodearon la fortaleza y la bombardearon sin parar durante tres días, seguido por un implacable asalto de diecinueve horas que terminó con la captura de la ciudadela y sus agotados defensores. Al final, la bravata y la 'gloriosa muerte' del duque no sólo fracasaron en detener o incluso frenar la invasión, sino que además le costó a los lotharinos tres mil valiosos soldados experimentados.

La guerra no podía haber llegado en peor momento, justo cuando el invierno comenzaba a sellar las Montañas Nórdicas de Lotharingie bajo una gruesa capa de hielo y nieve. Incluso los Mariscales costeros de Weichsel tuvieron dificultades para movilizarse cuando se levantó un frente frío del Mar Nórdico.

Pero el rey y su Mariscal no tenían elección. Ésta era la primera guerra contra el imperio de Rhin-Lotharingie desde la firma de la alianza militar. No mantener su promesa ahora no sólo invalidaría su coalición a ojos del mundo, sino que también se arriesgarían a la condena del único aliado influyente de Weichsel dentro del Sacro Imperio del Mar Interior.

Desde los tiempos de Ferdinand I, el rey fundador del Reino de Weichsel, era tradición ser coronado por el Papa, la pequeña nación en el norte había mantenido la confianza de la Santa Sede, sirviendo como bastión del poder de la iglesia contra los barbáricos paganos del norte.

El apaciguamiento papal era la principal disuasión de Weichsel contra agresiones desde el sur, especialmente tras las hostilidades durante la Guerra de Sucesión Imperial. Triplicar el tamaño de Weichsel les valió en ese momento la condena papal -- sólo silenciada mediante generosas donaciones de oro y dejando al margen los bienes de la iglesia durante la anexión territorial. Pero el rey Leopold no podía permitirse más desacuerdos.

Así pues, el ejército se reunió a las afueras de la academia.

La Academia de Magia Königsfeld era uno de los catorce puntos de reunión en todo Weichsel. Cada día, más tropas llegaban al exterior de las murallas, montando campamentos mientras esperaban órdenes del alto mando. Compañías enteras de infantería con espada marchaban desde las aldeas cercanas. De los pueblos vecinos llegaban batallones de ballesteros. Incluso varios cientos de jinetes, quienes debían lealtad directa al rey, llegaron desde los condados y baronías cercanas.

El sábado por la mañana, los alrededores de la academia se habían convertido en un nuevo asentamiento de tiendas, empalizadas, 'Cabinas Instantáneas' y atalayas. En ese pueblo improvisado vivían más de tres mil soldados, esperando la orden de marchar hacia el oeste.

Sin ordenar la 'Movilización Total' y dejar desprotegidas las fronteras de Weichsel, Pascal estimaba que su país debería ser capaz de reunir una fuerza efectiva de cincuenta mil almas -- apenas un fragmento del poder total del Califato.


----- * * * -----


Nunca había visto a nadie tan malo montando a caballo.”

Kaede yacía tumbada en el suelo, ignorando la observación mordaz de Pascal. Ésta era su tercera sesión de práctica con una montura, y casi se cae dos veces durante un prolongado recorrido a medio galope. Después, el corcel de guerra blanco empezó a galopar, y el Cojín de Aire de Pascal fue lo único que le impidió lastimarse la espalda.

Entre sus amigos de kendo en la Tierra, los reflejos y la coordinación de Kaede habían sido mediocres, en el mejor de los casos. Era una de las razones por las cuales prefería las lentas formas de meditación en la arquería a los rápidos ataques e instintivas paradas de la esgrima. Venir a Hyperion y adaptarse a un nuevo cuerpo más pequeño no le había ayudado a conseguir un mejor control sobre sus músculos...o la falta de ellos.

Al menos había terminado su período. Las dos primeras sesiones de práctica tuvieron resultados mucho menos placenteros.

“Tampoco se le da tan mal. Deberías haber visto a Gerd cuando aprendió a montar por primera vez. Ese tío era un auténtico saco de patatas -- le hace a uno apreciar cuánto ha mejorado desde entonces.”

Parzifal había intentado animarla cada vez que pasaba a ver a Ariadnie, quien le daba todos los consejos que podía. Como cabría esperarse, la caballero pegaso no sólo era la mejor jinete de su curso, sino de toda la academia. Los Manteuffel no se criaban literalmente en la silla de montar como hacían sus ancestros nómadas, pero habiendo aprendido a montar en poni desde que tenía cuatro años, tampoco estaba muy lejos de la verdad.

“Discúlpame por no haber nacido noble,” replicó Kaede mientras volvía a ponerse en pie, frotándose el dolorido trasero.

El Cojín de Aire amortiguaba la caída lo suficiente como para prevenir lesiones, pero seguía habiendo cierto impacto. Combinado con las subidas y bajadas en la silla de montar, a Kaede le dolía el culo -- una zona no muy acostumbrada a ello, teniendo en cuenta las maravillas de la suspensión en los vehículos modernos.

La equitación no era precisamente moderna. Incluso durante las épocas pre-industriales de la Tierra, la caballería era una ocupación en la cual predominaban los nobles, ya que sólo los ricos podían permitirse el lujo de crecer acostumbrados a una montura adecuada. Muchos granjeros también tenían caballos y mulas, pero un animal dócil tirando del arado era muy diferente de uno criado para uso militar.

En cuanto a Kaede, nunca antes había acariciado un pony, y mucho menos montado un caballo al galope.

“Otra vez?”, preguntó mientras veía a Pascal llamar al caballo con un silbido.

“No. Casi es la hora de la cena, y ése era ya tu cuarto intento esta sesión. Dale un respiro a tu trasero.”

Kaede apartó las manos rápidamente. No se había percatado de que resultaba tan evidente.

“Nadie puede volverse un experto en apenas unos días. Sólo un prodigio sería tan tonto como para esperar algo así, y tampoco es que tú puedas presumir mucho de tu habilidad como jinete...”

Ariadne expresó sus cortantes plabras con una sonrisa tranquila mientras se acercaba desde el muro donde Parzifal y ella habían estado apoyados. Con dedos delicados sujetó su larga melena, una cascada de rosa ondeándose bajo el fuerte viento en el patio del castillo.

“-- Además, no le basta con aguantar un medio galope? Tampoco es como si fuera a participar en una carga de caballería, aún en el improbable caso de que tú lo hicieras.”

Con las riendas de vuelta en sus manos, la mirada turquesa de Pascal seguía examinando a Kaede cuando respondió:

“Esperaba que, en caso de necesidad, pudiera actuar como mi mensajera. El enlace telepático enterrado en nuestro vínculo familiar me permite comunicarme con el mando directamente a través de ella -- algo muy útil teniendo en cuenta la imposibilidad de usar los hechizos de Telepatía en un campo de batalla lleno de explosiones de éter. Sería una buena razón para que ella viniera conmigo.”

“Pensaba que los magos solían llevar a sus familiares con ellos.” -dijo Kaede, perpleja.

Por suerte, su pelo era lo bastante largo como para meter el extremo en su bolsillo dimensional. Con la mayor parte de su tiempo dedicado a la lectura, Kaede no solía darle importancia a la longitud de su blanco cabello, el cual le llegaba hasta los muslos. De hecho, disfrutaba con lo suave y cómodo que era. Pero también era muy molesto cuando salía al exterior en días ventosos.

“Sí; y en la mayoría de casos, no me preocuparía por ello,” respondió Pascal. “Pero llevar a una chica de mi casa plantea ciertas preguntas -- y no es el tipo de rumor que levante la moral de las tropas.”

Sonriendo mientras observaba a Ariadne desde atrás, Parzifal se acercó a su amada y pasó el brazo por sus hombros. Como si puliera una piedra preciosa, sus manos cepillaron suavemente la rosada melena de vuelta a su sitio. Tras una sonrisa agradecida de ella, volvió la mirada hacia Pascal:

“Oh, cierto. Se impone una felicitación, aunque no es de extrañar después de tu ascenso a Capitán. Ahora también eres la persona más joven en comandar una compañía de Noble Reiters.

'Reiter' era uno de los pocos términos militares que Kaede sabía de la historia alemana -- una de las primeras caballerías de Europa en utilizar las armas de fuego como arma principal. El hecho de que la función de 'traducción' de su vínculo familiar hubiera escogido esa palabra en concreto significaba que la magia estaba tratando de igualar el idioma de Weichsel con su conocimiento específico.

A diferencia de la 'caballería profesional' de Weichsel, que utilizaba una combinación de lanzas, proyectiles y hechizos, los aristocráticos Noble Reiters eran soldados de caballería que sólo servían como magos de artillería. Su falta de entrenamiento en el combate propiamente dicho se reflejaba en su escasa habilidad para mantener una batalla cuerpo a cuerpo.

Por lo tanto, 'Reiter' era muy adecuado, por no mencionar mucho menos confuso, que su significado literal: jinete.

“Gracias,” respondió Pascal con algo de torpeza, todavía sin acostumbrarse a su nueva relación. “Sabes ya a qué unidad van a asignarte? Supongo que te incorporarás como sanador en los Caballeros Fantasma.”

“No hay suficientes Caballeros Fantasma nuevos para formar una nueva compañía, y sólo se forman nuevos escuadrones médicos cuando se crea una compañía,” dijo Ariadne algo abatida mientras se apoyaba en el hombro de Parzifal. “Nuestro modus operandi es demasiado diferente al de cualquier otra unidad como para trabajar juntos, así que estamos siendo añadidos a reforzar la compañía Lanceros Negros cuando enlacemos con las fuerzas del rey procedentes de Königsfeld.”

“Así que como andan cortos de sanadores para los pelotones médicos, me han ofrecido unirme a cualquier compañía de tu batallón. Qué opina, Capitán Sir von Moltewitz? Soy lo bastante bueno o sigue pensando que soy demasiado aburrido?”

Parzifal desvió la mirada en el último momento, y Kaede se preguntó si se había arrepentido de reabrir impulsivamente la vieja herida en cuanto esas palabras salieron de su boca.

Pero en cualquier caso, era Pascal quien parecía más incómodo de los dos, dejando entrever a través de su orgullosa máscara la humildad suficiente como para parecer arrepentido:

“Me sentiría honrado de que te unieras a mí.”

Ambos hombres se miraron, los ojos color turquesa y los de color aguamarina se encontraron durante un instante, y ambos asintieron, expresando el respeto y acuerdo mutuo.

“Bien, informaré al Mayor mañana. Además, esto soluciona nuestro otro problema sobre llevar a Kaede.”

Tanto Pascal como Kaede miraron a Parzifal durante unos instantes. Ninguno de ellos logró descifrar el significado de sus palabras y acabaron preguntando al mismo tiempo:

“Cómo?”

“Fácil,” los ojos del sanador casi parecían resplandecer. “Suministros médicos.”

Oh, claro. Banco de Sangre de Samara andante, recordó Kaede.

Su respuesta a la sonrisa de Parzifal y la risita de Ariadne fue completamente inexprexiva:

“Oh ha ha, muy gracioso.”

Pascal parecía incluso menos divertido que su familiar:

“Una advertencia: como se desmaye, tendrás que rendir cuentas conmigo.”


...


Tras devolver el caballo a los establos, Kaede siguió a Pascal de vuelta a los dormitorios para “ocuparse de algo primero”.

Así pues, se sentó en la cama y sacó un tomo para leer mientras terminaba su recado, fuera lo que fuese.

Pero él se limitó a quedarse de pie, mirándola.

“Ocurre algo?”

“Hoy he recibido algo del cartero para ti.”

La expresión de Pascal no era seria, ni alegre, ni enfadada, sino extrañamente tranquila y amable. Sin decir una palabra, le tendió un rollo de pergamino envuelto. Después giró la silla de su escritorio y se sentó de cara a ella.

Quién puede haber mandado algo para mí?

Kaede frunció el ceño mientras cogía el pergamino. Inspeccionándolo, sus ojos se abrieron de sorpresa al ver el emblema del dragón negro de Weichsel en el sello oficial de cera. Sus manos desenvolvieron torpemente el pergamino antes de extenderlo ante sus ojos y comenzar a leer.

Todos sus pensamientos especulativos se estrellaron cuando comprendió su imposible contenido.

Aunque Kaede siempre había evitado pensar en ello, y a pesar de hacer todo lo posible por no recordarlo, su mente nunca olvidaría aquel primer y terrorífico encuentro con el director, o las palabras exactas que su voz rasposa utilizó para declarar su destino en este mundo:

No, señorita familiar. No eres ni una ciudadana de este país ni titular de una identificación legal. Además fuiste invocada por un mago mediante su ritual de contrato. A ojos de nuestras leyes nacionales, eres una no-entidad únicamente reconocida como parte de su responsabilidad. No eres una propiedad, pero debido a la falta de precedentes legales, tampoco estás muy por encima de ello.

Ni siquiera podía empezar a contar el número de veces que esas palabras, pronunciadas con esa misma voz, habían vuelto para atormentarla mientras permanecía despierta en la cama, durante la oscuridad de la noche.

Volviendo al inicio del pergamino, Kaede leyó con cuidado cada línea y cada palabra, procurando cerciorarse de su realidad, de que no estaba simplemente malinterpretando una ilusión:

Por los poderes que me confiere Su Majestad el rey Leopold Karl-Wilheim von Drachenlanzen, yo, por la presente reconozco y certifico a Miss Kaede Nika Suvorsky, miembro de la noble casa de Sir Karl August von Moltewitz, Landgrave de Nordkreuz, como residente del Reino de Weichsel, con todos los derechos, privilegios y obligaciones de...

No pudo continuar debido a la humedad que invadió sus ojos y emborronó su vista.

No puedo creerlo.

“Esto...esto es...” balbuceó con la voz seca.

Para una sociedad pre-moderna, 'miembro de la casa' era el equivalente a ser una sirvienta de la familia del Landgrave, pero eso era infinitamente mejor que ser mera 'propiedad'.

“Es un certificado oficial de residencia en el Reino de Weichsel, firmado por el Jefe de Departamento de Inmigración del Ministerio del Interior en persona. Siempre y cuando respetes nuestras leyes, este permiso de residencia se convertirá en una nacionalidad legal tras diez años de vivir en los dominios de Weichsel o de servir a sus intereses en suelo extranjero -- que sin duda será el caso cuando viajes conmigo.

Residencia... solo han pasado... veintidós días desde que vine a este mundo!

Kaede nunca había solicitado una nacionalidad. Pero incluso ella sabía que tales cambios en el estado legal normalmente tardan años, meses como mínimo. Ella ya se había resignado a permanecer sin derechos y dependiente de su protección durante el futuro próximo...

“Cómo lo has conseguido tan--“

“El proceso normalmente tarde dos años. Pero como las altas posiciones del gobierno las ocupan en su mayoría oficiales del ejército retirados, mi familia tiene muchos contactos en los ministerios...”

El descaro de Pascal era absoluto. Para él, usar puertas traseras para asuntos personales como éste era su derecho:

“—Algunos sobornos también allanaron el camino, por supuesto. Pero vi lo mucho que te afectó cuando el director lo mencionó por primera vez. Dada esa preocupación, obtenerlo se convirtió en una necesidad urgente.”

Aun así, debió empezar el mismo fin de semana en que llegué...

Kaede sintió el calor de las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras sus ojos vidriosos continuaban mirando el pergamino. Volvió a enrollarlo con dedos temblorosos.

Finalmente dejó escapar el aliento que había estado conteniendo sin saberlo. Atrayendo el pergamino hacia su pecho, abrazó protectoramente lo que sin duda era el objeto más valioso que Pascal le había dado desde que vino a este reino de fantasía.

Aunque en retrospectiva, no era su mejor regalo para ella. Para ser más precisos, era una simple representación del resto:

En una tierra donde ella no tenía absolutamente nada a su nombre, él le había dado un lugar cálido y seguro al que llamar hogar.

Era fácil, muy fácil, considerarlo una obligación, por ser Pascal quien arrancó a Kaede de su vida pasada invocándola a este mundo. Pero ella también sabía que pocas personas puestas en esas circunstancias hubieran adoptado la misma postura o invertido el mismo esfuerzo por ella.

Podría ser su responsabilidad, pero era una responsabilidad que él aceptó con todas las consecuencias y cumplió sin necesidad de pedírselo.

“Gracias...”

Kaede le dedicó a Pascal una sonrisa a través de su mirada borrosa. Trató de limpiarse las lágrimas con una mano, pero incluso así tuvo problemas para ver su rostro con claridad.

“--Ni siquiera puedo empezar a describir...pero...esto de verdad, de verdad significa mucho para mí. Todo...”

La humedad no dejaba de fluir desde sus ojos, un reguero de lágrimas pequeño pero constante que sus manos seguían limpiando.

A lo largo de toda su vida, pocas veces había perdido Kaede el control de sus emociones. Sin embargo ésta era ya la segunda vez desde que vino a Hyperion.

Una pequeña parte de su mente no pudo evitar preguntarse tenía algo que ver con el hecho de ser una chica adolescente. Una vez leyó que el desequilibro hormonal durante la pubertad tenía un impacto crítico en como las mentes adolescentes percibían y respondían a las situaciones.

También estaba el hecho de que los cerebros femeninos funcionaban de forma muy diferente a los masculinos, o cómo variaba el papel de los neurotransmisores entre géneros, o...

O tal vez derramar algunas lágrimas era uno de sus pequeños cambios de adaptación desde que llegó a este mundo. “--sé que por lo menos debería darte un abrazo o algo para agradecértelo, pero ni siquiera puedo dejar de llorar aquí...”


Pensando en el pasado, Kaede nunca se había sentido tan feliz de haber escogido permanecer a su lado, ni tan segura de haber tomado la decisión correcta cuando se unió al complot de asesinato para protegerle. Sin embargo no pudo evitar sentir una punzada de culpa por su breve momento de indecisión. Incluso entonces, mientras ella decidía si tomar o no parte en su asesinato, él ya había empezado a trabajar para hacerla sentir a salvo.

Pude haber cometido un grave error...

Sin decir una palabra, Pascal se levantó de la silla, caminó hasta la cama y le rodeó los hombros con ambos brazos.

Kaede pudo sentir su reconfortante calor mientras tiraba de ella hacia su firme pecho.

“Los abrazos son gratis,” dijo él en ese tono de broma suyo tan extraño.

Todavía enterrada en su pecho, Kaede no pudo evitar esbozar una discreta sonrisa:

Tan inoportuno como siempre.

Esta vez ni siquiera tuvo el impulso de golpearle.

Después de casi un minuto, Pascal la incorporó lo justo para poder mirarla a los ojos. Estirando los dedos, le secó las lágrimas con delicadeza, como si acariciara una frágil perla.

“Por mucho que me guste lo abrazable que eres, deberíamos bajar a cenar. De lo contrario, Ariadne y los demás van a pensar que te estoy castigando por la práctica de hoy.”

Kaede no pudo evitar dedicarle una sonrisa, sus ojos rosa-cuarzo todavía hinchados y enrojecidos.

“Entonces mejor ayúdame a arreglar esto. De lo contrario, sabrán que has estado maltratándome.”


----- * * * -----


Mientras Kaede seguía a Pascal hacia el torreón principal, encontraron al profesor Albert esperándoles con una expresión seria, casi sombría:

“Sir von Moltewitz acompáñeme un momento, por favor. Debo informarle de algo privado.

Kaede inclinó ligeramente la cabeza mientras miraba a Pascal, quien al instante puso su cara de póquer.

“Ve a reunirte con Parzifal y los demás para la cena. Yo llegaré enseguida,” le dijo antes de seguir a su tutor por los oscuros pasillos del torreón.

Ella se quedó dudando un minuto antes de marcharse. Algo en Pascal, en toda la situación le hacía tener un mal presentimiento. Pero al mismo tiempo, no ganaba nada esperando allí.

Esta resultó ser la primera vez que Kaede entraba al gran comedor ella sola.

Las mesas estaban prácticamente llenas, tanto con nobles jóvenes como mayores. Las caras nuevas eran aristócratas del ejército reuniéndose a las afueras. La mayoría de ellos llevaban el uniforme militar estándar de Weichsel, pero algunos vestían muy ostentosamente. Kaede recibió muchas miradas extrañas por el camino. Algunas eran de curiosidad, seguramente preguntándose donde estaba su amo. En cambio, otras eran de desprecio, nobles disgustados por cómo se permitía a la chica familiar pasear sin escolta por territorio noble con ese porte orgulloso, como si mereciera comer allí.

Por suerte, nadie se acercó a ella ni intentó detenerla.

Cuando llegó hasta donde se encontraba el grupo de Parzifal, la primera en preguntar fue Cecylia:

“Donde está Pascal?”

“El profesor Albert le ha parado por el camino para decirle algo.”

Parzifal y Cecylia habían conseguido guardarles dos asientos, así que Kaede se sentó en uno; sus ojos clavados en la entrada.

Le sorprendió escuchar que Cecylia había sido asignada al mismo batallón que Pascal, liderando la sección de 'Control de Información' bajo las órdenes directas del alto mando.

Unos minutos después, Kaede vio al profesor Albert entrar en la sala, pero Pascal no estaba con él.

El profesor encargado de administrar y dirigir las funciones educativas de la academia se dirigió hacia una de las mesas cerca de la entrada y retiró una de las sillas. Pero en vez de sentarse, se subió a ella y se rodeó la garganta con uno de sus guantes.

“Un momento de atención, por favor.”

A pesar de sus palabras educadas, el tono de su voz mágicamente amplificada no las pronunció como una petición, sino como una orden. Kaede había escuchado el rumor de que el rey le había ofrecido al profesor Sir Albert von Marienfeld su antiguo puesto de general y ser asignado como oficial al mando de dos brigadas. Pero el profesor lo rechazó, alegando que las necesidades inmediatas de la nación no importaban más que su supervivencia a largo plazo, para lo cual eran necesarios oficiales y administradores capaces. Una guerra prolongada contra el Califato incrementaría la demanda de cadetes de la Academia Königsfeld; por lo tanto su obligación estaba en las aulas, no en el campo de batalla.

Bajo su autoritaria presencia, el comedor entero se calmó en cuestión de segundos. Incluso los nobles sin obligación de obedecerle guardaron silencio con respeto y cortesía.

“Antes de ofrecer nuestras plegarias nocturnas al Santo Padre, tengo que anunciar dos cosas. Estad preparados, pues ninguna de ellas trae buenas noticias.”

A Kaede se le hizo un nudo en el estómago mientras esperaba con ansiedad las malas noticias que sin duda involucraban a Pascal.

“Primero, Su Santidad el Papa Vigilius ha reconocido al fallecido Duque Guy de Avro-Calent como mártir de la fe, y lo ha canonizado como santo...”

Era una obvia bofetada dirigida contra el emperador de Rhin-Lotharingie, quien dio la orden de retirada general en las fronteras con el Califato. Pero lo que vino a continuación fue mucho, mucho peor. El profesor Albert continuó hablando, con voz sombría y un leve rastro de disgusto por tener que entregar tan odioso mensaje:

“--afligido por la pérdida de tantos devotos e indefensos a manos infieles debido a la sacrílega cobardía mostrada por el Emperador Geoffroi de Rhin-Lotharingie, quien desde hace décadas lleva la marca del pecado por su avaricia contra la piadosas gentes del Sacro Imperio y contra la propia iglesia, es con gran tristeza que el Papa Vigilius por la presente excomulga al Emperador Geoffroi Jean de Gaetane de la fe Trinitia, pues se ha apartado de la gracia del Santo Padre...”

Murmullos inquietos recorrieron el comedor a medida que los presentes discutían hacia dónde giraría ahora la guerra, o cómo podría el rey Leopold ayudar a un aliado hereje con un ejército movilizado en nombre del Santo Padre.

Pero el profesor Albert había hablado de dos malas noticias. La canonización de un nuevo santo, por muy políticos que fueran los motivos, no era lo bastante desagradable como para contar por sí misma.

“Segundo, lamento informaros de que la tragedia se ha cernido sobre nuestro propio Reino de Weichsel. Esta mañana, durante un viaje para inspeccionar las defensas periféricas de la capital, el Mariscal Sir Karl August von Moltewitz...” Kaede pudo sentir el martillazo que le sacó el aire de los pulmones.

“-- oficial al mando de las Fuerzas Armadas de Weichsel y Landgrave de Nordkreuz y otros veintisiete miembros del personal y guardaespaldas, fueron cobardemente emboscados por unos atacantes desconocidos. Los refuerzos desde Königsfeld no llegaron a tiempo para intervenir. Todo el grupo fue asesinado.”

Esta vez la gente ni siquiera trató permaneció en silencio. Las conversaciones se esparcieron por todo el comedor como un reguero de pólvora, alimentadas con las ansiedades de la guerra que todo el mundo llevaba una semana acumulando. Algunas personas incluso empezaron a declararse duelos a gritos cuando sus discusiones se encendían...

Pero Kaede ya había dejado de prestar atención.

Solo esperó el tiempo justo para no avergonzar a Pascal antes los ojos de la nobleza reunida. En los días próximos iba a necesitar su dignidad más que nunca. Pero en cuanto el profesor Albert terminó de hablar y se desató el caos en la sala, Kaede retiró su silla y se encaminó hacia la entrada.

Pascal no iba a venir.

En lo más profundo de su mente, Kaede también se dio cuenta de...

Ésta era la primera vez que Pascal había roto su palabra


...


Pascal no estaba en su dormitorio.

En opinión de Kaede era injusto que él pudiera averiguar siempre donde estaba ella, pero no al revés. Sólo entonces se acordó del vínculo telepático. Había estado evitándolo de forma inconsciente. Usarlo en esta situación le parecía hacer trampa.

Pero era mejor eso que no estar con él.

Dónde estás?

Ni siquiera se molestó en preguntar 'estás bien'. Eso hubiera sido puramente insensible. De ninguna manera podía estar bien tras la muerte de su padre. Fueran cuales fueran los 'problemas con papá' de Pascal, no había ninguna duda de que él veneraba y respetaba mucho a su padre.

En el tejado.

La voz mental de Pascal no podía ser más inexpresiva.

Kaede subió a toda prisa tres tramos de escaleras más, emergiendo al frío invernal para encontrar a Pascal de pie en mitad de la azotea, bajo la suave nevada. Sus ojos turquesa permanecieron fijos en las lejanas almenas mientras el planeta índigo cubría el negro horizonte.

Sobre sus anchos hombros ya se había acumulado una considerable cantidad de nieve.

Era como su primer amanecer tras llegar a este mundo, pero con los papeles invertidos.

Sin saber muy bien qué debía hacer, qué podía hacer, Kaede tentativamente dio un primer paso hacia Pascal.

“Perdón por...”

“No necesitas disculparte,” ella detuvo sus palabras.

Kaede entendía perfectamente por qué no había ido al comedor como prometió. Una vez hubiera entrado, no tenía forma de salir de allí con dignidad hasta haber terminado de cenar. Pasar una hora entera pasada bajo cientos de miradas, cuyos ojos expresaban lástima en el mejor de los casos y regodeo en el peor, toda una comida escuchando las simpatías de la gente, con independencia de si estaban hablando con si hablaban con el corazón o lo hacían por pura cortesía aristócrata.

El orgullo de Pascal no podría soportar todo eso, no en ese momento tan delicado cuando su máscara estaba tan frágil.

“Estoy bien, en se...”

“No necesitas contenerte,” la voz suave de Kaede volvió a interrumpirle.

Volvió a hacerse el silencio en el tejado, sólo interrumpido por los ligeros pasos de Kaede, la mirada de él todavía fija en el distante planeta. Al cabo de poco, su mirada se humedeció, reflejando la luz del cielo nocturno en sus ojos.

Entonces, cuando Kaede dio su último paso tras él, cuando le abrazó desde atrás, rodeándole el abdomen con sus delgados brazos, la angustiada voz de pascal finalmente destrozó los últimos vestigios de paz:

“Le AVISÉ...”

Kaede permaneció en silencio mientras apoyaba la cabeza contra su espalda, deseando, rezando que su vínculo mutuo, ese mismo vínculo empático que ella había maldecido tantas veces, le diera a Pascal el apoyo emocional que tanto necesitaba.

“--Dado lo que Reynald explicó sobre las Cuchillas Mantis, le dije, le ADEVERTÍ, que tras el intento contra mí, él estaba en grave peligro por ser el siguiente objetivo lógico. Que SIN LUGAR A DUDAS debía interrumpir inmediatamente sus habituales visitas personales a los campamentos militares durante los próximos meses, como mínimo hasta que el ejército de Weichsel estuviera definitivamente comprometido en la guerra y el Imperio hubiera perdido su margen de oportunidad... pero ACASO me escuchó...!?

Eso no era del todo justo. Kaede estaba segura de que si Pascal recibiera una advertencia similar estando en esa misma posición, él tampoco hubiera alterado sus costumbres. Los generales no sucumbían al miedo ante la mera posibilidad de peligro. Y desde luego, no alteraban sus horarios y rutinas con facilidad -- cosa que mostraría su terror delante de los soldados.

Además, de haber detenido sus visitas, cuánto tiempo tendría que pasar el anciano von Moltewitz escondido por las amenazas de los asesinos? Como Mariscal de Weichsel, no pasaba un día sin que todos los enemigos del país quisieran verle muerto.

La delgada línea que separaba el coraje ante el peligro de la estupidez imprudente sólo podía verse en retrospectiva, y sin embargo era la inquebrantable voluntad de los comandantes lo suficientemente valientes como para caminar por esa línea lo que les permitía ganarse la confianza, la admiración y la lealtad de sus tropas.

Pero para Kaede, este no era momento de ponerse filosófica.

Solo le quedaba guardarse sus pensamientos mientras Pascal continuaba con la voz ronca:

“--NO Por supuesto que no! Sólo soy el hijo inmaduro que ni siquiera pudo graduarse en la academia a tiempo para que él lo viera!” Pascal no había llorado ni siquiera cuando ella le rompió dos dientes y tres costillas en este mismo lugar. No se había quejado ni una vez por el dolor cuando los asesinos mutilaron su brazo izquierdo -- una hazaña que incluso Reynald respetaba durante los exagerados relatos del pelirrojo. No se había acobardado cuando se enfrentó al momento más humillante de su vida, disculpándose en este mismo tejado ante Parzifal y Ariadne tras años de amargo remordimiento.

Ni siquiera era una cuestión de orgullo masculino. Ése hombre nació y se crio para ser un soldado, un comandante, un líder

Simplemente, no tenía permitido titubear ni mostrar debilidad.

Él debía estar confiado y seguro en todo momento, nunca mostrar dudas sobre la inevitabilidad de la victoria.

Sin embargo, bajo la luz de las estrellas titilando en la distancia, bañado en el azulado resplandor del planeta índigo, Kaede vio como un brillante reguero de lágrimas caía por sus mejillas.

Pero sus siguientes palabras -- tan implacables como el frío ártico – casi hacen que se le congele el corazón:

“Debería haber ido a avisarle yo mismo.”

El síndrome del superviviente era lo bastante conocido como para que ella lo reconociera al instante.

"No seas ridículo Pascal. Sin duda tu padre se llevó con él a dos de sus mejores equipos de guardaespaldas. Debieron enfrentarse a varios escuadrones de Cuchillas Mantis. Cómo podrías haber logrado tú lo que ellos no pudieron!?"

Kaede sabía que ella no era ninguna psiquiatra, pero Pascal era un bastión de lógica e integridad.

No era necesario debatir esos argumentos con él.

“Pero...pero...”

Ella sólo necesitaba señalar lo obvio y después dejarle discutirlo consigo mismo.

“Pero...él era...mi única familia...”

A través de su voz rota, Kaede podía sentir las lágrimas de Pascal brotando.

Ella no dijo nada. Ni siquiera sabía qué decir. Todo cuanto hizo fue enterrar su propio rostro cubierto de lágrimas en la espalda de Pascal y apretar los brazos alrededor de su abdomen.

Ella sabía que su madre había muerto prematuramente. Pero en retrospectiva, si Pascal había sido criado por los sirvientes se debía a la ausencia de otros familiares.

Sus prestadas referencias genealógicas mencionaban que el padre de Pascal, Karl, también había sido hijo único. Sus padres, los abuelos de Pascal, habían sido jóvenes nobles desplazados por las consecuencias políticas de la Guerra de Independencia en Rhin-Lotharingie. El nombre von Moltewitz era la creación de Karl, mediante la fusión del prefijo del apellido familiar con el sufijo del nombre de la casa de su esposa en Weichsel.

Pascal y Kaede tuvieron una breve discusión sobre ello una vez. Pero él nunca mencionó a la familia de su madre, a pesar de que muchos de los familiares de su madre deberían seguir vivos...

“L-la familia de tu madre?” a Kaede le daba miedo preguntar.

Pascal no respondió.

Sólo empezó a hablar cuando su voz recuperó algo de compostura:

“La relación de padre con la familia de madre se fue deteriorando tras su muerte. Después, una invasión norteña devastó la finca de mis abuelos maternos, y todo el mundo le culpó a él por no enviar refuerzos a tiempo. Acusaron a padre de retrasar la orden a propósito por una disputa personal, aunque la mitad de la costa estaba bajo ataque y padre simplemente no podía favorecer descaradamente a su propia familia...”

No era necesario explicar lo que ocurrió después.

La gente siempre esperaba mucho de sus líderes; que fueran perfectos y sobrehumanos, que resolvieran con facilidad cualquier problema existente. En cambio, quienes tenían la responsabilidad eran culpados, acusados y despreciados por cada mínimo error, incluso cuando sopesaban los pros y los contras de cada decisión, atormentándose por cada sacrificio que hacían para lograr una victoria estratégica -- por el 'bien mayor'.

Después de todo, no tenía sentido ganar la batalla pero perder la guerra. Pero al sacrificar un peón para asegurar la victoria sobre el tablero, un líder se arrancaba una parte de sí mismo.

Para algunos, eso significaba su carne y su sangre.

Para otros, su corazón y su alma.

Quizás por eso la historia tenía tan pocos déspotas ilustrados, eclipsados por hordas de tiranos ambiciosos y crueles que habían perdido su humanidad.

Y Pascal estaba condenado a enfrentarse a lo peor de todo, pues nada acentuaba más las contradicciones existentes en la toma de decisiones humanas que la estrategia militar.

En ese instante bajo el cielo, las estrellas y la luna planetoide, Kaede finalmente comprendió a Pascal en su totalidad:

Por qué era confiado, arrogante e intolerante.

Por qué esperaba lo mejor de todo el mundo, para luego despreciar a quienes no podían satisfacer sus exigencias.

Era porque él se exigía esas mismas cualidades a sí mismo.

Porque su deseo era llegar a ser 'perfecto' para su papel en el mundo. No sólo para elevarse por encima de la fama de su padre, sino para lograr lo que él no pudo.

Las pérdidas podrían ser inevitables en una guerra, pero al menos él trataría de ganarlas sin necesidad de 'sacrificios'.

Pero ningún suelo era liso por el corte de un único azulejo. Ninguna cuerda se sostenía con la fuerza de una única hebra. Y de la misma forma, ningún general podía conseguir victorias 'perfectas' sin oficiales, tenientes y soldados de la máxima calidad.

En la búsqueda de su 'perfección', Pascal había creado inadvertidamente su mayor imperfección:

A pesar de tener el carisma para persuadir e intimidar, sus habilidades sociales eran abismales.

Por eso la había invocado a ella.

Sin amigos, ningún líder podía permanecer en la luz. Ni siquiera un aspirante a líder.

A Kaede le resultó muy fácil tomar una decisión.

Había pasado menos de una hora desde que leyó su certificado de residencia. Ahora mismo, parecía como si hubiera pasado toda una vida.

Pero en ese certificado había una línea que nunca podría olvidar:

Kaede Nika Suvorsky, miembro de la noble casa de Sir Karl August von Moltewitz...

Esa casa ahora le pertenecía a Pascal.

“Te equivocas en una cosa, Pascal.”

Todavía abrazada con fuerza a él, la suave voz de Kaede salió amortiguada por la proximidad de la chaqueta de su uniforme. Apenas era más que un susurro, pero su contenido resonaba claramente en el silencio entre ellos:

“Nadie podrá reemplazar nunca a tu padre, pero él no es tu única familia.”

Pascal no dijo ni una palabra, pero alzó los brazos, cubriendo las pequeñas y frías manos de Kaede con las suyas propias, proporcionándoles calor mientras ella hablaba:

“Estoy segura de que la gente allí en tu hogar, quienes te vieron crecer y te criaron, todos ellos te consideran parte de su familia.”

Kaede también pensó en su prometida, Sylviane. Pero al no haber conocido nunca a la otra parte de su compromiso político, no podía estar segura sobre las intenciones de la princesa.

Por no mencionar que por primera, se sentía...incómoda, al pensar en el nombre de la prometida de Pascal.

Kaede se detuvo unos segundos mientras reafirmaba su decisión. Sabía exactamente cómo de crucial era este momento, y no pensaba mancharlo con falsas promesas, ni ensuciarlo con ambiguos malentendidos.

“Incluso más que a ellos, me tienes a mí...no puedo prometer que estaré siempre aquí. No puedo jurar que no soñaré con mi antigua vida. Pero siempre seré tu familiar. Siempre seré tu familia. Y mientras permanezca en este mundo, te apoyaré con todas mis fuerzas...”

Esta era su declaración, su solemne juramento.

Las familias podían separarse, distanciarse. Pero aún en el improbable caso de que Kaede descubriera cómo regresar a su mundo, seguirían siendo amo y familiar, tratando de formar parte de la vida del otro.

Hyperion ya no sería más un sueño o una pesadilla sin fin. Finalmente, lo abrazaría y aceptaría como su realidad.

“--Te lo prometo.”

Las manos de Pascal se envolvieron alrededor de las suyas, sosteniéndolas con firme determinación. No obstante, su mirada nunca se apartó del lejano horizonte.

“Gracias. Es mucho más de lo que nunca podría pedir.”


----- * * * -----


Dos horas después, cuando Pascal se acostó al lado de Kaede y estiró las sábanas como de costumbre...

La luz del techo todavía estaba encendida cuando se giró hacia ella, absorto en sus ojos rosa-cuarzo cuando sus miradas se encontraron.

“Pasa algo?” Kede le dedicó una sonrisa.

Su semblante era sereno. Su delicado rostro era hermoso, desde su largo y sedoso cabello, pestañas rizadas sobre unos ojos atentos que mostraban una ligera preocupación, hasta su pequeña nariz y preciosos labios...

Era angelical.

Pascal está convencido, por segunda vez, de estar mirando a su ángel guardián.

De qué otra forma podían explicarse todos los cambios en su vida durante las últimas semanas?

Sin embargo, nunca antes había necesitado a otra persona tanto como esta noche:

“Una vez te prometí que nunca te tocaría mientras duermes sin tu consentimiento pero...puedo abrazarte mientras dormimos?”

Su inmaculada piel blanca se ruborizó al instante de color escarlata.

Pascal sabía que estaba siendo injusto por pedírselo esa noche, especialmente tras lo que acababa de ocurrir.

Pero Kaede no dijo ni una palabra. Tirando un poco más de las sábanas con timidez, asintió dos veces, levemente pero con firmeza.

Es simplemente adorable.

Pascal rodeó cuidadosamente a la chica con los brazos antes de atraerla lentamente hacia él, como si tuviera miedo de romper una delicada gema.

Casi podía sentir el corazón de Kaede acelerarse y sus mejillas encenderse mientras sostenía ese cuerpo suave contra la firme musculatura de su pecho. Entonces su mano derecha se posó sobre la cabeza de la chica, acariciando suavemente su pelo largo y sedoso mientras trataba de calmarla.

...Y también muy abrazable.

Cerrando el último suspiro de distancia entre ellos, Pascal depositó un tierno beso en la frente de su familiar.

“Gracias, y buenas noches.”

Ella nunca se resistió, nunca retrocedió, no exteriorizó el más mínimo sonido de queja.

Pascal permaneció abrazado a Kaede hasta que su respiración se hizo regular, hasta que su cuerpo se relajó bajo las rítmicas caricias en su blanca melena.

Era la primera vez que Pascal veía a Kaede quedarse dormida antes que él.

Era su forma de expresar hasta qué punto le había aceptado.

Cuando el sentimiento de soledad amainó, Pascal no pudo evitar sentirse algo culpable. Con mucho cuidado -- y un poco de ayuda mágica -- sacó los brazos del cuerpo de Kaede, y se conformó con coger su mano.


...


Varias horas después, un todavía despierto Pascal notó la vibrante sensación de un hechizo Llamada Lejana entrante. Su mente pronto visualizó la procedencia -- era de su prometida. Era la primera vez en varias semanas que se mostraba dispuesta a hablar con él. Pascal corrió, mentalmente por supuesto, a abrir un canal de comunicación desde su lado.

Durante casi un minuto, ni Pascal ni Sylviane hablaron y reinó el silencio en el canal.

Las llamadas hechas mediante Llamada Lejana tenían un alcance y una fiabilidad muy superiores a las de la Telepatía convencional. Pero también tenían notables desventajas: cada persona sólo podía unirse a un único enlace, pues ambos extremos debían concentrarse en mantener el canal abierto, y el hechizo no sólo tardaba varios minutos en lanzarse sino que además podía fallar con mucha facilidad si uno no estaba prestando atención.

Pascal estaba ansioso, pero era la cortesía habitual permitir a la persona que llama hablar primero, especialmente después de haber pasado varios minutos preparando el hechizo.

El mensaje comenzó con dos palabras llenas de pesar:

"Lo siento"

Era una frase a la que Pascal no sabía cómo responder. Debería asumir la culpa de lo ocurrido en su última llamada, o debería aceptar su compasión?

Estaba a punto de escoger la primera opción -- mejor prevenir que lamentar -- cuando una segunda frase llegó siguiendo a la primera:

"Estoy de camino a Königsfeld y llegaré mañana a primera hora. Asuntos oficiales primero, pero definitivamente pasaré a verte después para hablar."

"Gracias..."

Pascal era de mente rápida cuando lo necesitaba, pero en esta ocasión no fue lo suficientemente rápido. Antes de poder convertir su frase en una respuesta adecuada, Sylviane ya le había enviado un tercer comunicado:

"Te he echado de menos."

Después cortó la llamada.

Aunque no lo hubiera hecho, Pascal hubiera tardado un momento en recuperarse de eso.

Cinco simples palabras, dichas en un tono tímido y vergonzoso, pero mezcladas con un cansancio y un anhelo que Sylviane nunca antes había expresado.

Pascal siempre había creído que parte de su interés por ella se debía a que sus personalidades eran muy parecidas, aunque ella fuera mucho más sociable y amistosa.

Pero su prometida había cometido un error de juicio.

Después de haber recibido las noticias de hoy, Pascal sabía exactamente por qué Sylviane estaba viniendo a Weichsel. No pensaba quedarse de brazos cruzados mientras ella luchaba con uñas y dientes por el legado de sus padres.

Lo primero que debía hacer en cuanto amaneciera estaba claro: viajar a Königsfeld para tener una audiencia con el rey como nuevo Landgrave de Nordkreuz.

Tal vez la historia sólo recordara la declaración de Guerra Santa del Califato como el estallido inicial, pero para Pascal Kay Lennart von Moltewitz, fue esa noche cuando empezó la verdadera guerra.

Y no terminaría hasta cambiar por completo la faz de Hyperion.


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