Daybreak:Volumen 2 Capítulo 3

From Baka-Tsuki
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Capítulo 3 - Consejo de Guerra[edit]

Tras unirse al rey y el resto de generales en la mesa de conferencias, Pascal esperó ansiosamente su oportunidad de hablar. Pero un vistazo al despliegue en el mapa lo cambió todo.

En la mesa se proyectaba la ilusión de un mapa tridimensional centrado en Weichsel, a lo largo de la costa meridional del Mar del Norte. La escala era lo bastante pequeña como para mostrar a todos los vecinos inmediatos de Weichsel: las provincias fronterizas del Sacro Imperio, localizadas al sur, el estuario de Rhin-Lotharingie conectado con el lago Cross al oeste, y el este mostraba el vacío gris de las Montañas Muertas, dejando un estrecho pero importante corredor comercial hacia la Gran República de Samara.

Pero además del terreno, las fronteras y los asentamientos, el mapa ilusiorio también mostraba todas las fuerzas militares de tamaño considerable a doscientos kilómetros de las fronteras de Weichsel. Había catorce diminutas figuras de infantería con el estandarte del Dragón Negro de Weichsel, ya fuera acampadas en uno de los puntos de encuentro principales o marchando hacia el este. Otros diez mostraban un estandarte morado -- las Legiones del norte del Sacro Imperio, apostados imponentemente a lo largo de la frontera. Hacia el este había un único ejército de la Gran República, representado por un carro de combate samarano en vez de un soldado; mientras tanto las tropas de Rhin-Lotharingie se movilizaban para la guerra en el oeste.

Pero la nueva amenaza que silenció el discurso preparado de Pascal se alzaba al noroeste.

Soldados portando el estandarte de la hidre verde, en el único territorio continental que les quedaba a los paganos del norte...

El Gran Jarldom de Skagen se movilizaba para la guerra.

Pascal se preguntó si los datos de inteligencia eran precisos, pero sólo durante un breve instante. El artefacto proyectando la ilusión era uno de los mayores recursos de Weichsel. Conocido como el 'Ojo del Dragón', sus sensores mágicos conectaban con cada puesto fronterizo sincronizado para detectar fuerzas armadas en su rango de alcance. Incluso podía numerar las tropas con un margen de error de quinientas unidades.

El joven Landgrave todavía estaba reformulando su análisis estratégico cuando el rey Leopold se giró hacia él:

“Como puedes ver, Pascal, esos bárbaros justo a las afueras de tu reino se están volviendo engreídos.”

“Podría ser un movimiento defensivo en respuesta al nuestro,” comentó Pascal, más para ganar tiempo e información que por creerlo realmente.

“Es poco probable. Según me han informado las Águilas, los hombres se reúnen bajo un llamado por la reconquista --su oportunidad de retomar antiguas tierras perdidas hace siglos ante el Imperio...”

Las Águilas Negras eran conocidas como la guardia real de Weichsel, pero su función no era estrictamente militar. De hecho, eran escogidos más por su capacidad de recopilar información y formar contactos que por sus habilidades marciales. En la estructura militar de Weichsel, servían como agencia de inteligencia y contraespionaje, coordinando redes de espías para la corona.

“--Además, los tiempos de reacción no se corresponden con los de una respuesta defensiva.” -el rey hizo un gesto hacia las figuras verdes en el mapa.

“Si estuvieran en alerta por nuestra movilización, hubieran comenzado a reunir las tropas hace una semana. Un señor de frontera no necesita aprobación para hacer una movilización defensiva. Pero estos movimientos comenzaron esta mañana. Neithard cree que la pérdida de nuestro renombrado Mariscal les ha envalentonado, en especial con nuestros aliados ocupados en el sur. Me atrevería a decir que muy probablemente tiene razón.”

Pascal frunció el ceño:

“No es una sincronización demasiado perfecta?”

“Esa es también mi principal preocupación,” intervino el anciano general von Manteuffel. “Skagen no es una monarquía. Es gobernado colectivamente por un grupo de mezquinos Jarls. El Abismo se congelará antes de que consigan tomar una decisión en un solo día. Tras todo lo ocurrido en las últimas semanas en rápida y aparentemente planeada sucesión, temo que estemos ante un simple paso más en un maquiavélico complot imperial.

Pascal exhaló por la nariz mientras trataba de contener su ira. Él sabía perfectamente quién era el responsable por la muerte de su padre sin necesidad de ese recordatorio.

Entonces se giró hacia el rey:

“Supongo que su Majestad habrá leído mi informe sobre el reciente intento de asesinato contra mí.”

“Por supuesto,” respondió el rey Leopold con rostro sombrío. “Wiktor y Neithard también lo han visto. Pero espero que entiendas por qué no puedo hacer pública la identidad de los asesinos ni acusar a los imperiales. Los dos casos están conectados sin ninguna duda, pero solo podemos decir que el Mariscal fue asesinado por 'criminales no identificados.”

Pascal apretó los puños al escuchar una respuesta tan censurada por motivaciones políticas.

No era correcto. No era justo. Pero aunque la nobleza respetara el honor y despreciara los actos de cobardía como el asesinato, en política sólo se respetaba la ética mientras sirviera a los intereses del estado.

Pascal había aprendido eso a una edad muy temprana. Pero no se podía razonar con su sed de venganza. Era una fuerza elemental, un instinto del ser humano que comenzaba a formarse, sustituyendo al dolor y la tristeza que Kaede le había ayudado a superar.

La represalia era una mentalidad defensiva natural para evitar futuras hostilidades, pero llevado a asuntos de estado esos temas tendían a intensificarse...y Weichsel no podía permitiste eso ahora mismo.

En memoria de su padre, el ahora huérfano hijo respiró profundamente para mantener enterradas sus oscuras emociones. El imperio pagaría caros sus pecados, pero éste no era el momento.

“Lo entiendo, Majestad. En este momento no podemos permitirnos ofender al Papa implicando que es una marioneta en manos del emperador Gaudentius, suponiendo que no sean cómplices de entrada. Tampoco podemos poner en riesgo la moral de nuestros ejércitos enemistándonos públicamente con las dos mayores naciones del mundo occidental. Con el Papa de su bando por el momento, ni siquiera podemos ganar puntos de propaganda contra el Sacro Imperio, mucho menos en materia religiosa.”

El rey de Weichsel esbozó una brevísima sonrisa, torcida pero orgullosa, y miró a su general de caballería:

“Te dije que era bueno.”

“Tal y como dicen los rumores, Sire,” respondió Neithard von Manteuffel manteniendo su digna máscara de neutralidad.

“Gracias, Majestad,”, Pascal le quitó importancia con un cabeceo inexpresivo antes de continuar. “Desde el incidente y con la guerra santa del Califato, las intenciones imperiales son obvias: pretenden desbaratar nuestra capacidad y habilidad de ayudar militarmente a Rhin-Lotharingie. Si las acciones de Skagen son realmente una maquinación imperial, no hay duda de que nos atacarán.”

“Pero si no lo son, su objetivo también podría ser Rhin-Lotharingie.”

Era un comentario aparentemente hecho a la ligera por el general Wiktor von Falkenhausen, pero sirvió para sacar a flote un tema que todos habían evitado mencionar. Con el emperador de Rhin-Lotharingie excomulgado por desaprobación papal en un momento tan crítico, Weichsel tenía un motivo legítimo -- o tal vez una advertencia, como opinaban algunos -- para mantenerse al margen de la guerra.

...Si el rey así lo deseaba.

“Qué ganarían con eso?” -la princesa Sylviane negó con la cabeza mientras señalaba las figuras en el mapa. “Los ejércitos al norte de Rhin-Lotharingie fueron movilizados tarde y todavía han de ser enviados al sur. Entre ellos y las poderosas fortificaciones defendiendo el estuario lotharino, Skagen como mucho podría ocupar un par de condados. Si su objetivo fuera Rhin-Lotharingie, esperarían unas cuantas semanas antes de mostrar los colmillos.”

No era su mejor argumento, pero persuadir a Weichsel de unirse a la guerra en la cual ellos también iban a ser atacados era más fácil que pedirle al rey ayudar a una nación a punto de ser flanqueada por dos frentes.

Politicamente hablando, a Weichsel le interesaba ayudar a su aliado a resistir los avances imperiales. Pero en este momento, los problemas inmediatos en la situación militar pesaban más en la mente de todos que los beneficios a largo plazo.

Después de todo, nadie quería unirse a una causa perdida.

Pascal vio una oportunidad perfecta para hablar:

“Desde mi punto de vista, no son ellos quienes insensatamente nos están regalando una oportunidad, Majestad?”

El general von Manteuffel casi esbozó una sonrisa -- una leve tensión en sus labios apenas perceptible. Todos los demás clavaron la mirada en Pascal, pidiendo una explicación.

“Nuestra movilización está casi completa,” Pascal señaló el mapa. “Pero la de Skagen acaba de comenzar, y además sólo la mitad de sus tropas se encuentran en el continente. Si golpeamos primero y con fuerza, podríamos diezmar el grueso de sus fuerzas antes de que logren reagruparse. Con Västergötland todavía recuperándose de su derrota decisiva en otoño, Skagen no podrá aportar en solitario la fuerza militar necesaria para una invasión exitosa.”

“Por si lo ha olvidado, Landgrave -- ha llegado el invierno.”

El turquesa pálido y las cruces escarlata se encontraron cuando Pascal clavó la mirada en el general von Falkenhausen. El joven capitán no tenía reparo alguno en enfrentarse a los oficiales superiores y sus objeciones. Además, el juvenil aspecto del dhampiro sólo servía para socavar todo un siglo de experiencia.

“Y por eso no propongo lanzar una ofensiva completa,” anunció Pascal. “Dejamos atrás la infantería y las unidades de logística; viajaremos ligeros, sólo con cuerpos de caballería aristocrática. Protegeremos a nuestros limitados efectivos de la nieve y del desgaste del viento con magia. No habrá asaltos, solo escaramuzas e incursiones. Con el enemigo disperso en pequeños grupos, tenemos potencia de fuego suficiente para abordarlos y destruirlos gracias a nuestra maniobrabilidad superior.”

“Ataques preventivos durante una guerra de-facto sin declaración oficial -- dónde he oído eso antes?”

Tras hacer ese comentario, el rey miró a sus generales con expresión divertida.

“De tal padre, tal hijo” el general von Falkenhausen se encogió de hombros antes de esbozar una encantadora sonrisa: “Le recuerda algo también a la princesa?”

“Ligeramente,” fue la seca respuesta de Sylviane, tratando de no parecer sarcástica.

Era casi irónico, ya que la Princesa había conocido a Pascal tras ser capturada durante una de esas incursiones. Ahora, una vez más, su prometido proponía algo parecido.

Pero a pesar de la oportunidad, Pascal mantuvo un gesto solemne. Todavía en el centro de atención y sin ánimo de bromear, rápidamente se dispuso a clarificar:

“Pero esta vez no sólo harán falta los Caballeros Fantasma, sino las tres ramas de caballería al completo. La inversión es mayor, así como los riesgos. Pero creo que la orgullosa nobleza de Weichsel estará a la altura y le infligirá un golpe fatal a Skagen.”

Su recomendación seguía siendo puramente profesional, pero sus motivaciones eran mucho más personales de lo que Pascal estaba dispuesto a admitir. Era su oportunidad de aplastar las ambiciones del Imperio en el norte, y no iba a conformarse con menos.

“Neithard, qué opinas?” le preguntó el rey a su comandante de caballería.

“Militarmente hablando, es factible, aunque los objetivos primarios deben cumplirse antes de la llegada de sus fuerzas en la isla de Fimbulmark, lo cual nos deja un margen de apenas tres semanas.”

El general von Manteuffel contempló atentamente el mapa mientras su experimentada mente de estratega esbozaba a toda velocidad un plan de operaciones.

“Tendríamos que dividir los cuerpos de caballería en tres oleadas, basadas en la velocidad de llegada a las fronteras de Nordkreuz. La caballería de Nordkreuz, Kostradan y Altmark, reforzados por el Vendaval Fantasma a quienes envié hace dos días, podrían ser la primera oleada mañana mismo. Comenzarían con un barrido en sentido anti horario de la costa de Skagen desde el sureste, y avanzarían hacia el interior con el resto de oleadas a medida que estuvieran disponibles. Eso debería permitirnos destruir suficientes objetivos primarios como para asegurar el éxito de la operación. Pero...”

El anciano caballero se giró hacia el rey, con la preocupación acentuando las incontables arrugas en su curtido rostro.

“Sire, sólo los Caballeros Fantasma tienen la organización y el entrenamiento para algo como esto. Nuestras unidades de caballería regular, por no mencionar a los Noble Reiters, no están preparados para llevar a cabo operaciones independientes ni incursiones sin apoyo. Además, el Decreto de Reclutamiento Universal permite a nuestros oficiales al mando reorganizar las tropas a voluntad, pero hasta ahora siempre hemos mantenido los ejércitos individuales de cada lord en el mismo campo de batalla -- esto no les gustará.”

“Por no mencionar que en caso de emergencia, tres oleadas lanzadas individualmente y operando de forma independiente no lo tendrían nada fácil para prestarse apoyo,” advirtió el Jefe de Estado Mayor von Falkenhausen. “Sin duda todos esperamos ver las impecables maniobras que el Landgrave imagina, pero una circunstancia imprevista no sólo traería el desastre al campo de batalla, sino que provocaría una importante repercusión política.

Ese recordatorio sobre su falta de experiencia irritó a Pascal. Era especialmente hiriente porque era muy cierto. Comparado con el resto de los generales, Pascal era un completo principiante al que le faltaban décadas de experiencia en batalla.

Wiktor von Falkenhausen era un experto en logística, el tipo de comandante que prefería 'gestionar' un ejército a 'dirigirlo'. Para él, las batallas exitosas eran una serie de maniobras cuidadosamente orquestadas acorde a un horario. Era un estratega exhaustivo para todos los escenarios posibles, lo cual sin duda incluía una invasión total de la península de Skagen...pero no bajo las circunstancias actuales.

Una guerra durante el crudo invierno norteño y sus habituales ventiscas estaba llena de incertidumbres. Pascal no tenía ninguna duda de que planificando 'según el libro' pasaba por mantener posiciones defensivas hasta la primavera, momento en que las fuerzas de Weichsel marcharían contra el ejército de Skagen, debilitado por el invierno. Para las mentes veteranas de la sala, era un plan mucho más sabio y con menos riesgos.

...Y por eso Pascal no podía permitirse ceder ahora.

El joven Landgrave volvió a tomar aliento, clavó la mirada en el rey y jugó su última carta:

“Majestad, nuestro ejército no están preparadas para enfrentarse a las fuerzas de Skagen antes del deshielo de primavera. Pero la guerra en el sur no va a esperarnos. Cuando detengan el impulso inicial del Califato, las defensas de montaña de Rhin-Lotharingie aguantarán durante el invierno...”

Pascal en ningún momento puso en duda si las fuerzas lotharinas podrían detener el avance del Califato. Perder la confianza en sus aliados implicaría que el Califato ya había ganado, los planes del Imperio triunfarían y su padre habría muerto para nada.

Nunca aceptaría eso.

“--Pero cuando llegue la primavera y comience la estación de campaña, necesitarán nuestra ayuda. Desde mi punto de vista, las acciones del imperio han dejado claro que debemos ayudar a Rhin-Lotharingie en esta lucha. Porque si no nos unimos ahora, nos encontraremos solos en el futuro.”

“Conozco bien el idioma, Pascal,” la mirada del rey era paciente, pero seguía siendo una amable reprimenda. “Y comparto tus preocupaciones, Wiktor. No obstante,” se giró hacía von Manteuffel, “Neithard, dadas nuestras probabilidades de éxito, crees que merece la pena correr el riesgo?”

Mientras el general se atusaba el bigote, Pascal se dio cuenta que en con el ímpetu por expresar su plan, había pasado por alto un factor importante.

La muerte de su padre había dejado vacío el asiento del más alto mando militar. Aunque como Jefe del Estado Mayor del Mariscal, Wiktor von Falkenhausen estaba temporalmente al mando, Neithar von Manteuffel tenía mucho prestigio y veteranía como general. En última instancia era el rey quien nombraría oficialmente al próximo Mariscal.

La inminente campaña iba a ser el factor decisivo, y de forma inconsciente Pascal acababa de darle su voto al viejo von Manteuffel.

Desde un punto de vista militar, era una elección lógica. Neithard von Manteuffel era un distinguido comandante de caballería. Además era partidario de la doctrina de guerra de alta movilidad instaurada por el fallecido von Moltewitz. Si Pascal quería ver su 'Doctrina Pandemonium' aceptada e instaurada en el ámbito militar, necesitaría a alguien así al mando.

Sin embargo, Neithard también era el líder del clan Manteuffel, lo cual le convertía en un magnate poder político suficiente como para rivalizar con el del Canciller. Si se convertía en Mariscal, incluso el rey tendría problemas para oponerse a sus futuras aspiraciones.

Teniendo en cuenta la ambición del clan Manteuffel, Pascal no podía evitar sentir que acababa de hacer un pacto con el diablo.

“Si deseáis un enfrentamiento rápido y decisivo contra Skagen? Sí, Sire. Creo que la propuesta del capitán von Moltewitz tiene mucho potencial,” dijo el general. “Diría que se trata más de una decisión política que una estrictamente militar”

Ni siquiera necesitó señalar que todo dependía de si el rey deseaba unirse a la guerra de Rhin-Lotharingie.

Tanto peso dependía de una sola decisión, y todo recaía en los hombros del rey.

Leopold von Drachenlanzen suspiró. Pero aunque su tono se tornó imperativo, su rostro todavía mostraba una leve sonrisa mientras hacía un gesto de asentimiento hacia sus generales:

“En ese caso, comienza a poner en posición nuestras tropas y detalla tus planes. Te diré mi decisión esta noche, pero los preparativos no pueden esperar tanto.”

“Como deseéis, Sire.”

Comprendiendo la importancia del momento, la princesa Sylviane se dispuso a hablar. Pero el rey Leopold alzó la mano con rapidez.

“Por favor, Alteza,” dijo con una formalidad poco habitual. “Entiendo perfectamente vuestra posición, pero necesito tiempo para decidirme. Creo que no habéis podido hablar con Pascal durante un tiempo, así que por favor sentíos como en casa. Espero poder daros buenas noticias pronto.” Tras un saludo de cortesía, el rey dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia la salida, pero se detuvo a mitad de camino.

“En realidad...”

Todos los presentes se quedaron rígidos cuando el rey volvió a llamar la atención de todos sin ningún esfuerzo.

“Pascal, necesito hablar contigo un minuto. Sígueme.”

Sus palabras no dejaban lugar a discusión, y Pascal les dirigió a Kaede y a Reynald una rápida mirada instándoles a esperar antes de seguir al rey.


...


Pascal se encontró sentado en una habitación pequeña, probablemente usada para negociaciones individuales. Pero el rey Leopold no hizo gesto de sentarse y en vez de eso le hizo un gesto a un Águila Negra para que cerrara la puerta tras él.

“Sabes, a Karl nunca se le dio bien mentir, en parte por eso confiaba tanto en él...”

Los ojos marrones del rey miraron al joven lord con gesto regio.

“Pascal, tú y Sylviane estáis prometidos desde la infancia, y durante toda tu vida se esperaba que te convirtieras en el príncipe consorte de Rhin-Lotharingie. Por eso quiero preguntártelo sin tu princesa ni ningún otro lord delante: qué bando tomarías si yo rompiera esta alianza?”

Los ojos de Pascal se abrieron por la incredulidad. Abrió la boca sin darse cuenta...

No puede ser tan estúpido!

Pero antes de que esos pensamientos sobre lèse-majesté se transformaran en palabras, Pascal hizo una pausa repentina en plena expresión boquiabierta. Había algo sospechoso en el comportamiento del rey. En vez de mostrar un gesto sombrío o prepararse para una reacción negativa, Leopold se limitaba a esperar pacientemente su respuesta.

Espera...todo esto puede ser una simple prueba, se dijo Pascal para calmarse.

Su padre se lo había advertido muchas veces. Ocultar información era otro tema, pero la familia no tenía talento para mentir, especialmente a los políticos experimentados.

Por eso ellos eran soldados profesionales, no intrigantes sedientos de poder maquinando en política interna. Tal vez Pascal no podía cumplir los deseos de su padre de ser humilde, pero por lo menos sería leal y sincero.

“Majestad, no negaré que esa decisión me resultaría extremadamente decepcionante, y me parece poco inteligente en la situación actual...”

Pascal saludó a su señor.

“--Pero también soy hijo de Karl August von Moltewitz, el heredero de Nordkreuz antes que el prometido de la princesa Sylviane. Como mi padre antes que yo, mi deber es servir a los intereses de Weichsel primero y ante todo.”

Con un asentimiento, el rey volvió a esbozar una leve sonrisa.

Entonces volvió a preguntar:

“Y cuando te cases? Cuando tengas hijos? Seguirá siendo Weichsel tu patria entonces?

Pascal abrió la boca para contestar, pero se detuvo a medio camino.

Había querido asegurar su lealtad al rey con la verdad, pero parte de él sabía que no tenía forma de garantizar sus palabras.

Unos segundos mas tarde, todo cuanto pudo decir fue:

“Eso es injusto, Majestad, buscar una promesa por mi parte ahora mismo...”

Si la respuesta decepcionó a Leopold, no lo demostró. En vez de eso, la sonrisa del rey se ensanchó un poco.

“Supongo que lo es.”

Mientras su monarca se giraba para mirar por la ventana, Pascal se dispuso a hablar una vez más:

“Todo cuanto puedo decir es, que no importa el momento o el lugar, haré cuanto esté en mi mano por Weichsel.”

Un lento cabeceo fue la única respuesta.

Un minuto después, la voz nostálgica del rey resonó en las paredes:

“Sabes, durante años, quise que tu padre se convirtiera en un amigo. No sólo un vasallo y siervo, general y gobernante, sino alguien en quien pudiera confiar a nivel personal, alguien que confiara en mi...”

Leopold suspiró antes de girarse.

“Nunca se abrió a mí. Profesional hasta el último momento.”

“Mi padre siempre creyó que ciertas líneas no deben cruzarse, Majestad.”

“Lo crees tú?” el rey alzó las cejas mientras paseaba de un lado a otro con las manos a la espalda. “Por supuesto, sé por tu historial que aunque técnicamente respetas la autoridad, nunca te han importado demasiado sus reglas. No es cierto, Runelord?”

Por primera vez, Pascal se sintió avergonzado por su apodo en la academia.

“Creo en el deber,” afirmó. “Pero también creo que el modo de cumplir con el deber es decisión nuestra como individuos.”

El rey soltó un bufido.

“Críos...”

Pascal iba a replicar por instinto, pero el rey no le dio oportunidad de hablar:

“--Pero tal vez es bueno que no seas tu padre. Espero tener éxito contigo donde fallé con el Mariscal, Pascal. Como poco, esos vínculos duran más que el deber.”

Pascal tardó apenas un segundo en poner los ojos como platos.

“Me sentiría honrado, Majestad,” hizo una reverencia con toda la cortesía que pudo reunir. “Y gracias.”

El veredicto final no era de ningún modo absoluto. Pero Leopold Karl-Wilhelm von Drachenlanzen era un rey decisivo, y deseaba mantener una relación a largo plazo con el imperio de Rhin-Lotharingie.



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