Daybreak:Volumen 2 Capítulo 2

From Baka-Tsuki
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Capítulo 2 - La Princesa Oriflamme[edit]

Por primera vez, Kaede dedicó una cantidad considerable de tiempo a obsesionarse por las dobleces y las arrugas de su pseudo-uniforme blanco. Pero no era debido a que le importara su aspecto. Sencillamente, sus ojos necesitaban una excusa para evitar la mirada de Pascal, y leer no era una opción cuando se estaban preparando para irse.

En su mente seguían reproduciéndose imágenes de la pasada noche, recordándole el comportamiento nada normal para alguien que no estuviera en una relación romántica.

Sin duda, tras sufrir dos altibajos con el permiso de residencia y la pérdida de Pascal, ella se había dejado llevar por las emociones.

Parte de ella se preguntaba hasta qué punto eso podría atribuirse a las diferencias psicológicas y hormonales entre géneros. El resto de ella era menos teórica, aunque reprenderse a sí misma estaba resultando poco práctico.

Kaede necesitaba mantener su relación con Pascal en una zona segura. El hecho de si quería o no tener un romance como chica no importaba. Sencillamente, su vida en el nuevo mundo dependía demasiado de la estabilidad del vínculo entre ambos como para arriesgar nada más allá de la amistad.

...Especialmente cuando él ya tenía una prometida, y de la realeza nada menos.

Kaede miró de reojo a Pascal. Contemplando su reflejo en el espejo, una expresión vacía en sustituía su apuesta sonrisa habitual mientras se ajustaba el cuello del uniforme y la Cruz de Caballero colgando justo bajo él. Saludó orgullosamente a su propia imagen con gesto serio antes de girarse hacia ella.

Kaede rápidamente bajó la vista hacia su falda corta con medias largas antes de que sus ojos pudieran encontrarse.

“Lista para partir?”

Su tono era sereno, tal vez 'controlado' sería una mejor descripción. Ciertamente no tenía ese tono arrogante con el cual solía comenzar el día.

“S-sí...”

Kaede tuvo que contener el impulso de apartarse cuando Pascal se inclinó hacia ella para ajustar su aspecto hasta la perfección que él exigía.

“No te preocupes. El rey Leopold es un auténtico monarca para sus tropas -- de mente abierta, un soberano marcial no dado a formalidades insignificantes. Mientras permanezcas detrás de mí y seas respetuosa no deberías tener ningún problema...”

Kaede respondió con un leve asentimiento. Con tantas cosas en mente, el estrés de una inminente audiencia real no ayudaba en nada a sus nervios. Pero por aterrador que fuera conocer a un rey, la perspectiva de encontrarse a la prometida real de Pascal siendo una chica unida a él era...mucho peor.

“--Sylviane, por otra parte, sufre mucha presión debido a su papel como princesa heredera y es muy seria en esos temas. Sé cortés, no le hables si no se dirige a ti y por ahora limítate a responderle. Estoy seguro de que con el tiempo será más amable contigo, pero al principio deberías ir con cuidado.”

El consejo de Pascal no le hizo sentir mejor, ni tampoco los indicios de preocupación en su voz. Kaede no podía deshacerse de la sensación de ser una amante a punto de conocer a la esposa oficial.

Poniendo una mano bajo su barbilla, Pascal atrajo la vista de Kaede hacia sus ojos turquesa. Pasando la mano con el brillante anillo ante su rostro, lanzó el habitual hechizo Refrescar para iluminar su semblante.

Kaede por fin se dio cuenta de que ella era la única actuando extraño.

Cierto, hoy las expresiones de Pascal eran diferentes, y su actitud inusual. Pero eso era de esperar en alguien que acababa de perder a sus padres. Lo importante era que él la trataba exactamente igual que antes.

En cambio ella estaba tratando de poner más distancia entre ambos, traicionando las palabras que ella misma dijo en el tejado la noche anterior. Si Kaede continuaba así, acabaría dañando a Pascal justo cuando más apoyo necesitaba.

“Bueno...entonces prefieres Milord, Sir, o amo?” se forzó ella a contestar medio en broma, mientras buscaba terreno familiar en la tensa atmósfera entre ellos.

“Como soy tu señor, 'Milord' debería bastar para las formalidades. Sin duda prevalece sobre el 'Sir' de mi título de caballero como cabeza de una familia noble. Y como ya te dije la primera noche, no soy un noble de imitación necesitando aumentar mi ego, así que por favor no me crees una reputación rara con ése último...”

Entonces, Pascal sonrió por fin -- levemente, y su habitual arrogancia mañanera se manifestó por fin:

“--Aunque si en el futuro deseas llamarme así en privado, no me importaría.”

La mano derecha de Kaede se cerró en un puño mientras luchaba con el impulso de golpear su apuesto rostro otra vez.

Por primera vez, encontró ese sentimiento y la expresión de Pascal extrañamente tranquilizadores.


...


“Vaya, pero si es el Runelord. Adonde vas tan temprano?”

Justo cuando salían del torreón dormitorio, Kaede y Pascal se encontraron con Reynald y Parzifal. Ambos vestían un suéter de algodón gris con rayas rojas, y todavía jadeaban cubiertos de sudor mientras se enfriaban con la brisa invernal tras el entrenamiento matutino del domingo.

“Pascal, estás bien?”

La mirada de preocupación de Parzifal hacia el que la semana pasada era su archienemigo le recordó a Kaede como de seria era su actitud de sanador.

“Lo estoy, gracias,” respondió Pascal con rigidez. “Y hoy debo viajar hasta Königsfeld.”

“Ah, claro. El deber de la nobleza llama,” Parzifal asintió mientras esbozaba una sonrisa comprensiva.

“En realidad es algo más. Mi prometida está de visita para tener una audiencia con el rey. Tras lo ocurrido recientemente, es apropiado que me una a ella.”

“Viene la Princesa Celeste?” la fatiga de Reynald se desvaneció y su cara se iluminó de curiosidad. Sus pies se apresuraron hacia la puerta. “Dame un minuto para cambiarme. Os llevaré hasta allí.”

“Puedo ocuparme...”

Ante las palabras de Pascal, Reynald dio media vuelta al instante y se inclinó hacia él con una mirada seria. A pesar de ser una cabeza más bajo, Reynald regañó al Runelord como un niño pecoso amonestando a un adulto:

“No seas idiota. Necesitarás cinco saltos con Teletransporte para llegar a Königsfeld; eso agotará incluso tus prodigiosas reservas de éter. Es eso lo que quieres? Darles a los asesinos una oportunidad para probar tu reciente título de señor?”

“Por eso llevo gemas de almacenamiento de éter,” respondió simplemente Pascal, inquebrantable.

“Claro, porque eso es mucho más eficiente, sólo se tarda horas en crear una de esas cosas. En caso de que no te hayas dado cuenta, Runelord, tenemos una guerra a la vuelta de la esquina, así que guárdate tus bonitos accesorios para cuando hagan realmente falta. En serio, sólo espera un poco. Os llevaré a ti y a Bollito hasta Königsfeld en dos saltos limpios.”

Reynald dio media vuelta y entró a la carrera en el torreón sin decir una palabra más.

Con una expresión divertida en el rostro, Parzifal vio a Kaede con una ceja levantada y se encogió de hombros:

“En realidad, tratándose de él esto es algo normal.”

“Hace una semana nunca hubiera dicho que fuera capaz de planear con tanto detalle...” comentó Pascal mientras se giraba hacia los otros dos.

“Nunca has oído lo de 'hacerse el tonto'? preguntó Kaede. “Es algo habitual en el ámbito político.”

“Fingir ser un idiota es algo válido para soberanos y herederos tratando de no llamar la atención, especialmente durante disputas de sucesión,” contestó Pascal con su voz de sabelotodo oficial. “Reynald es hijo único de una familia noble sin tierras. No tiene sentido que esconda su potencial. A no ser...”

“A no ser que quiera que los nobles arrogantes como tú le subestimen. Teniendo en cuenta que te pateó el culo dos veces antes de que aprendieras la lección, yo diría que ha tenido éxito,” Kaede se cruzó de brazos antes de cambiar el tema: “A qué se refiere con lo de dos saltos en vez de cinco?”

Esta vez fue Parzifal quien lo explicó, con expresión extrañamente pensativa:

“Los hechizos estándar de Teletransporte Astral tienen un rango de seguridad máximo de diez kilómetros. Gracias a su afinidad con los hechizos de teletransporte, Reynald tiene entrenamiento como abrecaminos y puede saltar hasta veinticinco kilómetros mientras lleva a otros pasajeros. Oye Pascal: podrías llegar allí en una hora a galope de Corcel Fantasma, incluso con este viento.”

“O mucho me equivoco o durante el día de hoy podemos esperar una buena nevada. Con la habilidad a caballo de Kaede no me gustaría acabar atrapado en una ventisca.” Pascal observó el cielo nublado antes de girarse hacia Parzifal: “Puedes siquiera teleportarte? Dados tus problemas con los hechizos no biológicos?”

Tras un segundo de tenso silencio, Kaede estuvo a punto de golpearse la frente con la palma de la mano. En vez de eso, se conformó con frotarse las sienes con dos dedos mientras pensamientos irritados cruzaban su mente: maldita sea Pascal, no deberías tocar temas tan delicados así como así.

“No, ni siquiera puedo lograr un Salto Astral de corto alcance, mucho menos un teletransporte a larga distancia,” admitió Parzifal con una mueca torcida. “Pero muchos magos tienen problemas con ello, de lo contrario no se consideraría un hechizo 'de carrera'. Tú, Cecylia y Reynald estáis entre los pocos capaces de lograr la teleportación en solitario. Incluso Ariadne necesita mi ayuda para alinear el hechizo.”

Pascal frunció el ceño:

“Pensaba que sólo los metamagos podían influenciar directamente los hechizos de otro mago, dado la incompatibilidad usual entre el éter de dos individuos.”

“No sé muy bien por qué,” Parzifal volvió a encogerse de hombros. “Pero parte de mi potencial con los hechizos biológicos ha sido la habilidad de trabajar bien con otros. De hecho, puedo curar a otros magos hasta cierto punto sin necesidad de sangre samarana. El problema es que la afinidad de los metamagos es rara y no es una especialización popular debido a su papel puramente de apoyo. No tenemos a ninguno en la academia.”

Kaede observó a Pascal con una sonrisa alentadora mientras él se tomaba un momento para meditar las cosas. Ella conocía su obsesión por la maestría lo suficiente como para prever su respuesta:

“Permíteme discutirlo con los contactos de mi familia en el gobierno. Normalmente los metamagos comienzan aprender hechizos de forma natural cuando su magia alcanza la madurez a los veinticinco años, pero nunca es demasiado pronto para empezar a entrenar una afinidad potencial. La habilidad de girar hechizos y desenmarañar magia no es motivo de mofa.

“Si te parece bien, claro está,” añadió Kaede cortésmente.

Tal vez no hiciera falta. Los ojos esperanzados del sanador se iluminaron como si las vacaciones se hubieran adelantado ese año:

“Por supuesto! Lo agradecería mucho!”


----- * * * -----


Cuanto más usaba Kaede el teletransporte, más lo odiaba. No era capaz de acostumbrarse a sentir al mismo tiempo una sublimación gélida y al mismo tiempo la sensación de ser tragada por un remolino. Mientras comprobaba todas las partes de su cuerpo tras la reconexión de los nervios, Kaede se sintió inmensamente agradecida con Reynald por haber tenido que hacer sólo dos saltos de teleportación en vez de los cinco planeados por Pascal.

Incluso estaba dispuesta a perdonarle por todas las veces en que él la había llamado 'Bollito'.

“Quiero dejar clara una cosa,” dijo Pascal mientras los guíaba por una calle pavimentada con 'aceras' lo bastante anchas como para considerarlo más una plaza mayor que una simple carretera. “Puedes venir como agradecimiento por tu ayuda, pero no toleraré ninguna falta de respeto contra mi prometida. Ella es mucho más sensible que yo.”

“Ja! Como si tu pudieras hablar de sensibilidad...”

La respuesta de Reynald le ganó una dura mirada por parte de Pascal, y rápidamente añadió:

“--No te preocupes, casanova. No tengo deseos de acabar con la con la cabeza cortada, y además ella es de la realeza -- la primera princesa Oriflamme, nada menos,” dijo el pelirrojo con admiración. “Será la primera vez que conozca a un Oriflamme, aunque no sea la mejor ni de lejos.”

Kaede se guardó su pregunta para más adelante mientras seguía los pasos de Pascal por la izquierda, con la vista fija en la poderosa fortaleza ante sus ojos.

Construida en las costas del Mar del Norte, el 'Castillo del Dragón Negro' era el hogar de la corona de Weichsel. Como baluarte principal de la línea defensiva norte de Königsfeld, el castillo concéntrico de tres capas estaba construido en su totalidad de roca negra en lo alto de una colina formada mediante magia. Montado sobre la poderosa ciudadela había un liso torreón central, decorado con inmensas cabezas de dragón cinceladas a una altura de veinte pisos. Combinado con unas 'alas' artísticamente diseñadas en los muros, el reducto de verdad daba la impresión de un legendario dragón vigilando la costa para defender la capital.

Era un poderoso símbolo de la fuera de Weichsel -- una declaración de desafío y vigilancia de la gente contra los asaltantes bárbaros de más allá del mar.

Varios minutos después, Kaede logró apartar su impresionada vista de la fortaleza y le preguntó a Reynald:

“Leí que los Paladines Oriflamme son escogidos por los doce fénix de Rhin-Lotharingie para servir como guardianes de la nación. Qué más tienen de especial? La respuesta vino con la excitación de un fan emocionado adorando celosamente a sus héroes:

“Se cuentan entre los mejores guerreros de todo Hyperion, tanto en valor como en estilo. Cuando el deber llama, forman una unión con sus fénix familiares y resultan absolutamente alucinantes envueltos en su halo de llamas blanco-azuladas. Planean por los aires con alas llameantes y lanzan fuego azul capaz de derretir el acero...cualquier caballero de Hyperion que afirme no tenerle envidia de los Oriflammes miente.”

Kaede se preguntó hasta qué punto guardarían similitud con los Caballeros de la Mesa Redonda del rey Arturo, o mejor dicho -- los Doce Pares de Carlomagno. La magia de traducción hacía coincidir su nombre con 'Oriflamme', el estandarte de batalla dorado utilizado durante un tiempo por los grandes reyes de Francia.

“No son sólo guerreros,” añadió Pascal mientras continuaba guiando la marcha. “También son los mejores magos y comandantes de Rhin-Lotharingie. De hecho, el último recluta entre sus filas es una especie de bardo. Además, sólo los Paladines Oriflamme -- cuyo carácter es probado por la elección del fénix -- puede heredar el trono, por eso los fénix siempre escogen al menos a una persona de la línea sucesoria real. Como puedes imaginar, el nombramiento de Sylviane es más un tema político que marcial.”

“Cómo es que siempre te las ingenias para explicar las cosas más realistas y aburridas?” se quejó Reynald. “Vaya forma de arruinar mis románticos sueños de la infancia sobre caballeros con armaduras en llamas.”

“Me entreno,” replicó Pascal sarcásticamente. “El romanticismo no tiene cabida en mi ejército, ni en ningún otro...”

ejército?” le interrumpió Reynald. “Qué opinaría el rey si escuchara eso?”

“Fue el rey quien estuvo comparándonos a mi padre y a mí cuando personalmente me armó caballero. Recuerda mis palabras -- algún día seré Mariscal. Es sólo cuestión de tiempo...”

“Serás--“

Pascal aplastó la respuesta de Reynald por el simple peso de su severa voz:

“Pero lo más importante es: ya tenemos más que suficientes guerras, Reynald. No hay necesidad de añadir otra innecesariamente sólo porque algún idiota extranjero crea que es 'noble' por su parte crearla.”

“Estoy absolutamente de acuerdo,” añadió Kaede con un firme cabeceo. Los filósofos podían disentir sobre lo 'necesario' de la guerra; pero como historiadora, ella no podía estar más orgullosa por la actitud de Pascal hacia su profesión.

“Si, sí, yo también estoy de acuerdo; y aunque no lo estuviera, Parzifal ya nos ha dado sermones de sobras. Pero en serio, caballeros con armaduras en llamas!”

Reynald gesticuló salvajemente para acentuar sus últimas palabras. Pero al ver que Pascal no le respondía y Kaede casi suelta una risita, soltó de forma algo hipotética:

“Por otra parte, tenía entendido que los auténticos generales tienen su hogar en el campo de batalla.”

“Los 'auténticos' generales no disfrutan viendo morir a sus hombres,” replicó Pascal con dureza. “Hay otras formas de simular una batalla, ya sea sobre un tablero o en un proyector. Kaede incluso me explicó un concepto de su hogar -- maravillosamente simple, de hecho: lo llaman 'juegos de guerra'.”

En ese momento terminaron de cruzar el puente levadizo tendido sobre el foso del castillo y saludaron a los guardias: un pelotón de guarnición con armadura compuesta y dos oficiales con armadura negra.

Dando un paso adelante, Pascal sacó un pergamino fuertemente atado de su bolsillo extradimensional antes de ofrecérselo al oficial al mando:

“Soy el capitán Sir Pascal Kay Lennart von Moltewitz, nuevo Landgrave de Nordkreuz, y ellos dos son mi séquito. Hemos venido a solicitar una audiencia con el rey.”

Los dos oficiales fueron meticulosos. Primero escanearon el pergamino con magia y después a ellos tres.

“Firma de aura confirmada, no hay signos de ilusión o alquimia.” Los guardias saludaron tras devolver el pergamino: “Bienvenido al Dragón Negro, milord. Nuestro sentido pésame por el Mariscal. Todos los soldados de Weichsel lamentan su pérdida.”

“Gracias,” Pascal asintió levemente antes de continuar hacia el patio interior del castillo.

“Acaso soy tu escudero?” se quejó Reynald cuando estuvieron a una distancia segura de los guardias. Su voz rebosaba sarcasmo: “le gustaría que puliera su armadura también, señor?”

“Después del viaje hasta aquí? Puedes ser mi caballerizo.”

“Tenéis que ser siempre tan agradables el uno con el otro?” suspiró Kaede.

Ambos hombres respondieron casi al unísono mientras incluso sus voces chocaban una con otra:

“Culpa al quisquilloso señor de Villa Sarcasmo...”

“No es culpa mía que él siga con el culo pegado a su trono de arrogancia.”


----- * * * -----


El 'palacio' real estaba situado dentro de la ciudadela y construido con pizarra gris-azulada, Pero en vez de tener una audiencia en la sala del trono, el valet llevó a Pascal, flanqueado por Kaede y Reynald a una sala lateral y anunció la entrada del Landgrave.

Cuatro soldados apostados insinuaban la presencia real en el interior. Dos de ellos eran Águilas Negras del rey, uniformes negros con líneas y marcas en azul oscuro. En un fuerte contraste, brillantes trajes azulados y blancos adornaban a los otros dos. Al otro lado de las puestas dobles se encontraban seis de los mejores hombres del rey y cuatro jóvenes oficiales, montando guardia alrededor de una mesa de conferencias de caoba que proyectaba en su superficie un mapa tridimensional del terreno. Otros tres hombres de Weichsel se inclinaban sobre la proyección, mientras la princesa de Rhin-Lotharingie permanecía al otro lado, flanqueada por dos de sus propios hombres.

“Pascal! Has llegado antes de lo que esperaba.”

Uno de los oficiales se acercó a Pascal. Estaba en la flor de la adultez, lo que en los magos equivalía a tener entre cuarenta y cincuenta años. Apuesto y bien proporcionado, todavía con abundantes rasgos de juventud, sus ojos castaños y cejas arqueadas le daban un aspecto de risa natural incluso manteniendo los labios en postura neutra. Tenía el pelo negro y ligeramente rizado, siguiendo un corte habitual que le escurecía las orejas. Al mismo tiempo, sus mejillas afeitadas revelaban una gordura ligera en su por lo demás modesta constitución de metro ochenta (5'11").

Lo que más sorprendió a Kaede fue que llevaba una copia exacta del uniforme rojo sobre negro de oficial de Weichsel, incluyendo la insignia con dos estrellas de un teniente general. Aparte de la cruz azul oscuro colgando de su cuello en vez de la habitual Cruz de Caballero negra, no había ninguna decoración adicional que mostrara su estatus social -- el cual quedó totalmente claro con la respuesta de Pascal:

“Majestad.”

El nuevo landgrave dobló el brazo, apretando su puño contra el pecho en un saludo caballeresco. Reynald le siguió con un saludo militar mucho más convencional y Kaede se apresuró a hacer una ansiosa reverencia.

El rey Leopold les saludó a ambos con la cabeza antes de volverse hacia Pascal y dar unas palmadas en el hombro del joven.

“Siento lo de tu padre. Era un querido amigo y se le echará de menos.”

Eran unas condolencias sinceras expresadas con una mirada de genuina tristeza, y Pascal asintió con muda apreciación.

El rey dio media vuelta y miró al resto de los hombres:

“No creo que haga falta ninguna presentación, cierto? Wiktor? Neithard? Desde luego no para la princesa Sylviane.”

Los séquitos a menudo pasaban desapercibidos hasta que eran llamados por quien los había traído. Kaede sabía que el reconocimiento mudo del rey a su presencia iba mucho más allá de lo habitual. Lo que a ella le molestaba eran las miradas cautelosas de los hombres del rey, preparados para desenvainar las armas al primer signo de hostilidad.

“En absoluto, Sire,” dijo el miembro más anciano del grupo antes de dirigirle un cabeceo a Pascal: “Capitán.”

Dada la importancia de sus posiciones, a Kaede le bastaba con saber el primer nombre para reconocerlos. El que acababa de hablar era el general Neithard Mittermeyer von Manteuffel, duque de Polarstern, comandante de la caballería de Weichsel y líder del poderoso clan Manteuffel. Con ciento veintinueve años de edad, era un hombre de complexión media y aparentaba tener unos cincuenta años. Su pelo gris era delgado y lacio, su bigote estaba pulcramente recortado desde la nariz hasta las comisuras de los labios, en combinación con unas delgadas arrugas y unos penetrantes ojos azules le daba a su constitución de metro ochenta y tres (6'0") un aspecto de anciano caballero.

El aspecto más sorprendente era que llevaba el uniforme negro y carmesí de los Caballeros Fantasma. Le señalaba como a un hombre que nunca había dejado de participar en las compañías de asalto y, a día de hoy, seguía dirigiendo desde el frente.

Un tipo duro, pensó Kaede antes de abrir mucho los ojos cuando el otro general habló:

“Aunque 'Landgrave' sería más apropiado en este contexto. Lástima que la sucesión nunca sea motivo de gozo...lamento tu pérdida, Pascal, y me disculpo por no haber sido capaz de protegerle mejor.”

Wiktor von Falkenhausen era el padre de Cecylia, con el mismo pelo negro brillante y las cruces escarlata en sus intensos ojos rojos. Pero la joven dhampira no bromeaba sobre que fuera un 'semental' a pesar de su avanzada edad rondando los ciento cincuenta y ocho. Dos centímetros (1") más alto que Neithard, Wiktor tenía el pecho amplio y una musculatura firme que resaltaba incluso con su uniforme. No aparentaba tener más de veinticinco años, con la apariencia perfecta de una estrella de película, incluso con rastros de barba y bigote cubriendo su mandíbula.

Por un breve instante, la imagen de lo que habría bajo ese tenso uniforme cruzó por la mente de Kaede antes de que su parte consciente lo asimilara con horror. Era innegable que el general le resultaba físicamente atractivo a las hormonas adolescentes de su parte femenina. Pero aun suponiendo que Kaede hubiera resuelto sus problemas de género, él seguía siendo un hombre más anciano que su abuelo, y además el padre de una de sus amigas.

No, sencillamente NO.

Kaede procedió a prenderle fuego a esa imagen mental.

Entretanto, Pascal intercambió un firme apretón de manos con el Jefe de Estado Mayor de su padre:

“General, no os hago más responsable que a mí por mi fracaso al intentar detenerlo, suponiendo que fuera posible detener a padre de ser él mismo. Sé que era un querido amigo igual que fue un padre para mí.”

Incluso apartando la mirada, Kaede no pudo evitar captar la sonrisa aliviada de agradecimiento que iluminó el rostro del general von Falkenhausen. Pero todo pensamiento persistente en su cabeza se extinguió cuando la princesa heredera de Rhin-Lotharingie rodeó la mesa de conferencias y se acercó a su prometido.

Lo primero que pensó Kaede fue que algunas cosas no estaban a la altura de las expectativas.

No creo que pueda existir una chica más hermosa que ella...

Esas fueron las palabras exactas de Pascal cuando Kaede le preguntó por su prometida. Dado que una vez cortejó a Ariadne, epítome de la elegancia y la gracia marca de la nobleza, Kaede siempre se había imaginado a la princesa como una belleza no menos impresionante.

Pero el aspecto de Sylviane era...normal.

Eso no era del todo justo. Se mirara como se mirara, Sylviane era guapa. Se alzaba con confianza hasta la moderada altura de metro setenta (5'7"). Su voluminoso cabello negro-cereza caía en cascada por sus estrechos hombros, justo por encima de su modesto pecho por el frente y hasta su esbelta cintura por detrás. Bajo un par de grandes ojos amables de color glicina, tenía los labios pálidos y las mejillas algo rechonchas. Combinado con su expresión calmada y su compostura, le daba un aire inocente que desentonaba con su porte regio.

En resumen, era guapa y adorable de manera algo ordinaria. Sylviane parecía más la hija de un barón que la princesa de un importante emperador. Le faltaba la graciosa elegancia y la agradable serenidad que Ariadne irradiaba con cada paso y cada sonrisa.

Tal vez eso sea un poco injusto, pensó Kaede. Pocos nobles podían salir bien parados de semejante comparación.

Coronada con una modesta tiara azul-plateada, la princesa iba vestida con lo que podría describirse como un 'vestido de batalla' teñido de azul y violeta. Cuero blando en tono escuro acolchaba sus hombros y abrazaba su cintura, marcando los puntos de ajuste para la ausente armadura. Mientras tanto bajo los cinturones una amplia falda se extendía hacia fuera en tejidos seccionados.

Pascal enderezó la espalda tras una cortés reverencia y rodeó la mano ofrecida por Sylviane con las suyas.

El tiempo pareció detenerse mientras los prometidos cruzaban las miradas en un intercambio emocional tras un largamente esperado encuentro.

Mientras tanto, el rey llamó con gestos a sus dos generales de vuelta a la mesa de conferencias.

“Siento lo ocurrido.”

Había un profundo torrente de solidaridad en las palabras suaves de Sylviane, tanta que a Kaede casi se le escapa el toque de remordimiento escondido en su interior.

“Gracias.”

Pascal soltó un suspiro de gratitud, no sólo sincero sino también...humilde, sin una pizca de la arrogancia habitual del Runelord. Entonces, mientras Kaede juraba haberse perdido algo en la conversación entre los dos, Pascal habló con un tono de incertidumbre esperanzada muy poco habitual en él:

“Significa esto que volvemos a estar como antes?”

La princesa sacudió la cabeza lentamente.

“No creo que eso sea posible a estas alturas...”

Sylviane le lanzó a Kaede una mirada rápida, casi inquisitiva. Apenas duró un segundo, pero logró encender una luz en la mente de la joven Samarana.

Tuvieron una discusión...porque Pascal me invocó...

“--Pero,” siguió Sylviane con una sonrisa conciliadora: “Estuvo mal de mi parte alejarme así. Tenemos que superar esto...juntos.”

El joven Landgrave estaba a punto de decir algo más, pero la princesa alzó un dedo para detenerle:

“Ahora no. Conoces las reglas: asuntos oficiales primero.”

Eran sus últimas palabras sobre ese tema por el momento. Pascal asintió y después siguió a Sylviane de vuelta a la mesa de conferencias y su proyección ilusoria.

Pero para Kaede, esa breve conversación había convertido sus sospechas en un hecho indudable:

Pascal consideraba sinceramente a Sylviane como una figura especial e irreemplazable en su vida. Sus palabras sobre la princesa siendo la chica más hermosa en su vida no eran elogios o alardes, sino una sincera creencia de cómo era ella a sus ojos.

Pero siente lo mismo la princesa?

En cualquier otra circunstancia, Kaede hubiera dicho sí. Pero Sylviane no era cualquiera: era una política de una nación que necesitaba ayuda desesperadamente.



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