Fate/Zero:Acto 11 Parte 2

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-82:09:51[edit]

Para Padre Risei, el supervisor del cuarto Toque del Cielo, esta había sido una noche extremadamente cansadora.

Esta era la segunda vez que había asumido el oficio de supervisor del Toque del Cielo, pero nunca había imaginado que llegaría a convertirse en una situación tan difícil de manejar.

Precisamente por la gran escala de la serie de problemas sucedidos, para lograr eliminar la evidencia, no solo la Iglesia, sino incluso la Asociación de Magos actuaba en secreto. Para ambas partes de estos dos grandes grupos, la situación ya había evolucionado a un punto que – más que pelear entre ellos y definir sus respectivas esferas de influencia, ellos debían priorizar el considerar como levantar los fragmentos.

En la superficie, el extraño incidente no lejos del Rio Mion fue atribuido a gases venenosos producidos por reacciones químicas provocadas por desechos tóxicos – este reporte podía engañar al público temporalmente. El vehículo de los medios que patrullaba decía que inhalar los gases tóxicos podía producir alucinaciones y que la gente que viviera cerca de las orillas debía dirigirse rápidamente al hospital por tratamiento. Por supuesto, todos los hospitales que podían llevar diagnósticos de noche ya habían sido infiltrados por magos y Ejecutores capacitados en lavado cerebral a través del poder de la sugestión; ahora ellos esperaban ansiosamente ordenes. Debería ser posible así eliminar la mayoría de los testimonios, pero no el origen de los rumores.

Tan solo ahora había sido completado el procedimiento para comprar dos planeadores de combate F15 a vendedores de armas del medio oriente; este era el resultado de haber tenido a la Torre del Reloj como intermediario. Aunque fuera un planeador modelo-C de segunda mano, en este punto crítico verdaderamente no había tiempo para tomar en cuenta esto. Los dos F15, en los que se había pintado temporalmente la bandera de Japón, serían repartidos a la base aérea fortificada; todo lo que queda es encontrar la oportunidad para intercambiar las partes incompatibles, y luego ensamblar el jet de combate de modelo-J.

Las fuerzas de defensa Japonesas ciertamente eran un grupo inquieto con el presupuesto. Un solo avión de combate ya costaba sobre un billón de yenes, y ahora que se había librado un escándalo que involucraba la pérdida de dos simultáneamente, este hecho debía encubrirse sin importar qué. A partir de este punto, ellos solo podrán usar aviones preparados para repuesto como señuelo para las negociaciones, y hacer que las fuerzas de defensa tomen responsabilidad también en destruir la evidencia.

Ya era tarde en la noche cuando las interminables negociaciones telefónicas finalmente cesaron y él podía descansar por un momento, pero Risei inmediatamente recordó al invitado esperando en el salón principal. Suspirando, él movió una silla y retomó sus tareas, siguió realizando sus deberes como supervisor.

“Realmente lo siento por haberlo hecho esperar. He estado muy ocupado esta noche.”

En la voz del padre Risei había un agotamiento que no podía ocultarse.

Desde los tenuemente iluminados bancos de la iglesia vino el sonido de una risa algo artificial.

“Eso es inevitable. Usted tiene asuntos urgentes que atender.”

Un ligero, metálico rechinar de las ruedas de la silla de ruedas acompañó a esa risa. La silueta que emergió de la oscuridad permaneció sentada.

La silueta, tan pálida como si fuera otra persona que no podía ni siquiera pararse para caminar, era en realidad el una vez famoso prodigio Kayneth El-Melloi.

¿Quién de entre los que conocían su anterior situación hubiera pensado que él se hubiera visto reducido a tal condición? Pero en sus ojos había una fuerte determinación que pudiera llamarse obsesión a partir de la cual se podía percibir vagamente la obstinada, intolerante personalidad del antes mago prodigio.

Aunque Kayneth había recibido grandes lesiones físicas que le hicieron casi imposible restablecer su gloria, él había más o menos conservado el uso de sus manos a través de contactos con el clan El-Melloi, intercambiando una asombrosa suma de dinero como gratitud por hacer un trato con un hacedor de maniquíes que reside en Japón, y a través de grandes dificultades él obtuvo la habilidad de moverse libremente dentro de los parámetros de la movilidad de la silla de ruedas. Su meñique izquierdo, cubierto en una densa capa de yeso, también había recuperado su sentido del dolor.

“Padre, acorde a mi demanda – ¿cuál es exactamente su juicio?”

En contraste a la atenta sonrisa en su cara, la voz de Kayneth contenía al menos la mitad de un tono subyacente de amenaza. Los adictos a las drogas probablemente sean así cuando se hayan acabado los efectos y demandaran drogas a otros antes de entrar en abstinencia. Risei miró fijamente a la cara de este antes pródigo mago; su cara mostraba paranoia y confusión que no podía ocultar.

Que las cosas llegaran a este punto definitivamente no era lo que Risei había esperado. Como sea, un contrato era en última instancia, un contrato. Poniendo a lado por el momento la consideración por la alianza secreta con Tōsaka, era necesario practicar la que él había predicado por el honor de la Iglesia.

“… Ciertamente, en la cruzada contra Caster, el Sirviente Lancer jugó un rol importante; esto también ha sido verificado en el reporte del supervisor.”

“¿Eso quiere decir, que no queda duda de que soy dueño del derecho para recibir un Sello de Comando?”

“Aunque fuera así…”

El Padre Risei surcó sus cejas y miró a kayneth como si sintiera algo inconcebible.

“Por supuesto, en concordancia al acuerdo es necesario darle al Maestro de Lancer una recompensa apropiada… Señor Kayneth, ¿usted piensa que lo pueda considerar como un Maestro?”

Una mirada de odio apareció momentáneamente en los ojos de Kayneth, pero recuperó inmediatamente su aire suficientemente precavido de un caballero.

“Con respecto a mi contrato con Lancer, yo lo establecí en la forma en que sería llevado de forma conjunta por mí y mi prometida Sola. Ciertamente yo no tengo intención de proclamarme a mí mismo de Maestro. Los dos, Sola y yo, somos un Maestro.”

“Pero ahora, ¿no está llevando ambos el suministro de prana y los Sellos de Comando la señora Sola por sí sola?”

La extraña mueca de Kayneth era en realidad difícil de explicar como una sonrisa cortés.

“Por consideraciones de estrategia, los Sellos de Comando se han pasado temporalmente a Sola por resguardo. Pero el control sobre el contrato con Lancer aún es mío. Si aún sospecha, puede preguntarle directamente a Lancer por una confirmación. Y más importante aún, la firma en la solicitud dada a la Iglesia es solo mía.”

El Padre Risei suspiró. Incluso si él fuera a profundizar en el asunto, dar objeciones en los fundamentos de pequeños puntos irrelevantes no tendría significado. El verdadero origen del dolor de cabeza de Risei era esta situación inesperada en que debía pasar Sellos de Comando a otro Maestro más que a Tokiomi Tōsaka. Esta vez, aún siendo reticente a entregar el Sello de Comando a Kayneth, al final sería imposible no darle el Sello de Comando que él se niega a dar a su prometida. Incluso si el Padre Risei fuera a interferir en el conflicto interno de la facción Archibald, no le sería de ningún beneficio.

“– De acuerdo. Te reconozco como el Maestro. Vez, señor Kayneth, por favor extienda su mano.”

Con experticia, Risei trazó las marcas desvanecidas en la mano derecha extendida de Kayneth, transfiriendo uno de los Sellos de Comando acumulados en su muñeca derecha a la mano de Kayneth. Ni siquiera había dolor; el proceso entero había concluido en solo unos minutos.

“Entonces por favor continúe luchando gloriosas batallas como Maestro–”

“Eso es seguro.”

Kayneth asintió, sonriente, y luego tomó una pistola de mano que había ocultado en el asiento de su silla de ruedas, y apuntó al sacerdote que ya había dado la vuelta.

El seco sonido de un arma disparando rompió el silencio del Salón de Dios.

Kayneth no le repartió otra mirada al viejo sacerdote desplomado, y vio paralizado el dibujo del Sello de Comando surcado en la parte trasera de su mano derecha.

Las cosas habían llevado a esto pero el solo tenía uno… en comparación con los oponentes que ni siquiera los habían usado, él estaba en desventaja. Y los Maestros de Saber y Rider ya habían obtenido nuevos Sellos de Comando; estas circunstancias definitivamente no podían ignorarse.

El asesinato del supervisor indudablemente causaría un revuelo, pero en este Toque del Cielo, había otros magos aparte de él que gustaban usar artefactos como pistolas de mano. El primer sospechoso sería entonces la sucia rata empleada por los Einsberns.

Kayneth no podía contener la risa satisfecha que brotó desde lo profundo de su garganta. Él estaba inmerso en el goce de recuperar su estatus como Maestro. Por el asesinato del supervisor, una acción que hizo desplomar la dignidad y el orgullo de Lord El-Melloi al piso, él no tenía intención de reprocharse.


※※※※※


Inmediatamente al poner un pie en la capilla Kirei sintió la presencia de la muerte.

Un leve olor a sangre, y un subyacente, aún más leve olor a humo. Definitivamente ha habido alguien que ha cometido un acto imperdonable en esta casa de Dios.

Aunque él no sintió ningún peligro, Kirei todavía caminaba muy cuidadosamente, pasando a través de las bancas – tras llegar al altar, él descubrió la silueta que yacía a un lado.

“Padre–”

El grito que salió de sus labios fue débil. En el momento que descubrió la silueta del Padre Risei, los entrenados y observadores ojos de un Ejecutor notaron el agujero de la bala en su espalda y el charco de sangre en el suelo.

Kirei, en un completo estopor mental, examinó cuidadosamente el cadáver de su padre.

Haló su manga derecha y revisó el número de Sellos de Comando que sostenía. Tal como esperaba había uno menos. Risei le había dado uno de sus Sellos de Comando a alguien, y presumiblemente había sido asesinado por esa persona más tarde. Uno de los Maestros que había ganado merito en la cruzada contra Caster estaba insatisfecho con compartir el crédito con los otros con quienes había peleado, y por eso cometió este crimen. Prácticamente no hacía falta un análisis para poder determinar la secuencia de eventos completa.

Pero incluso un mago no podría tomar todos los Sellos de Comando de las manos del anciano sacerdote muerto. Los Sellos de Comando resguardados por el supervisor estaban protegidos por plegarias sagradas. Sin su permiso, no era posible obtenerlos por el uso de la magia. El Padre Risei, el único que conocía las palabras sagradas secretas, ya estaba muerto; los Sellos de Comando de Guerras del Grial anteriores ya no podrían ser usados.

–––Algo no andaba bien; ¿Hubiera permitido el Padre Risei que algo así pasara?

Kirei levantó la mano derecha de su padre y descubrió que había manchas de sangre poco naturales en las puntas de sus dedos. Había marcas aparentemente hechas a arañazos. Agonizante, el Padre Risei debió haber sumergido sus dedos en el charco de sangre y debe haber dejado pistas en algún lugar.

Sabiendo esto, fue relativamente sencillo encontrar las palabras en la sangre.

En el piso, la voluntad final escrita en un rojo oscuro era “jn424” – alguien no de la fe cristiana podría pensar que se tratase de un mensaje secreto con un significado oculto. Pero para Kirei, quien había heredado la pía fe de Risei, el significado de esta cifra era obvio.

Juan 4:24. Sin errar una palabra, Kirei recitó esas palabras sagradas guardadas en su memoria.

“Dios es espíritu, y sus seguidores deben seguirlo en espíritu y en la verdad–”

Como si respondieran, en la ya fría muñeca derecha del Padre Risei todos los Sellos de Comando simultáneamente emitieron una luz apagada.

Acompañado de un arranque de leve dolor, los Sellos de Comando fueron transferidos de uno en uno al brazo de Kirei. Sin habla, Kirei observó la luz de los Sellos de Comando.

Indudablemente, ese era el destino que el padre le había encomendado a su hijo.

El Padre Risei había creído que la primera persona en descubrir su cuerpo definitivamente habría sido su hijo. Solo así él escribió con su sangre un código que solo alguien del clérigo comprendería. Él le había confiado confiado todos los importantes deberes del supervisor– administrar los Sellos de Comando, resguardar el Grial, guiar el Toque del Cielo en la dirección correcta– a su hijo. El realmente había creído que su hijo era aquel que podría cargar con todas estas responsabilidades; incluso en la muerte, él no había tenido duda de esto.

Él no sabía que Kirei había ocultado sus recién obtenidos Sellos de Comando, y ya había obtenido el derecho a ser un Maestro–

Él no sabía que su hijo, en un impulso, sembró las semillas del desastre para su benefactor Tokiomi–

“–––!”

Al sentir repentinamente las lágrimas cayendo de sus mejillas, Kirei presionó sus manos en su rostro, sorprendido.

Derramar lágrimas en frente del cadáver de su padre y sus últimos deseos… como una persona, esto era natural.

Aún así, en ese momento Kirei se sentía atascado en el terror y la confusión, casi como si cayera al abismo del infierno.

Él debe enfrentar todo esto directamente–– en su corazón una voz autoritaria le decía esto.

Los sentimientos surgiendo de tu corazón, Kotomine Kirei– tú debes entender esto, debes aceptar todo esto. Eso es porque–

Lágrimas.

¿Cuándo fue la última vez que derramó lágrimas? Ahora recordó claramente que había sido hace tres años. Usando una mano para secar sus lágrimas, la mujer había dicho esto una vez: “Tú me amas.” ––

La habilidad intrínseca de su corazón de encubrirse a sí mismo bloqueaba firmemente la recolección.

Él no puede voltear atrás. Él no puede repetir. Las lágrimas derramadas aquel día, los sentimientos de aquella vez, debían ser arrojadas al abismo del olvido.

La respuesta que había comprendido una vez.

La verdad que esmeradamente había llegado a alcanzar.

Si había sido porque él no había enfrentado esto con el corazón abierto y había permanecido esquivo para mantener su condición –

Él no podía comprender en absoluto las lágrimas que derramaba otra vez. Los mismos sentimientos de aquella vez llamaban a los sentimientos que permanecían sellados y buscaban su entendimiento.

Y sin cuidado de las alertas racionales, más recuerdos se filtraban continuamente entre los espacios de los sellos que las retenían.

Esta vez era muy diferente del final que él había esperado – había pensado él aquella vez.

Al lado de la cama de la frágil mujer agonizante, ¿Kirei no había llegado a conocer lo que deseaba su consciencia?

Deseando ■ ■ ■ ■ a esta mujer–

Deseando ver a esta mujer aún más ■ ■ ■ ■–

Amando profundamente y confiando en Kotomine Kirei – en este aspecto, su padre y esta mujer si tuvieron algo en común.

Ellos también eran iguales tal que absolutamente malentendían la naturaleza de la persona que es Kirei.

Precisamente por esto, hace tres años Kirei había rogado de esta forma incansablemente en su corazón…

En los últimos momentos antes de la muerte de su padre, dejarse probar una vez más el goce del mayor ■ ■ ■ ■ del mundo mortal–

“Igual que esas bestias que persiguen el aroma de la sangre–el alma persigue el placer–”

Como si esos ojos como rubíes que estaban latentes en el fondo de su corazón susurraran silenciosamente acompañado por su risa siniestra.

Solo el placer es la forma del alma – ¿no había dicho esto? La naturaleza de Kotomine Kirei también es así–

“… Oh Señor… alabado sea tu nombre. Que venga vuestro reino. Que se haga en la tierra como es hecho en el cielo.”

La familiar oración que debía recitar cada día se disparó instantáneamente de su boca; esto debía ser el instinto de auto-conservación. De esta manera el había vuelto a su rol como clérigo, amarrando firmemente un alma que estaba punto de caerse a pedazos.

“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden… no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal… Amén.”

El selló la maldita verdad en las lágrimas cayendo ininterrumpidamente de su rostro de otro lado del olvido. Kirei oró por el porvenir de su padre en la próxima vida y hizo una cruz en su pecho.



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