Zero no Tsukaima Español:Volumen2 Capítulo4

From Baka-Tsuki
Jump to navigation Jump to search

La Ciudad-Puerto de La Rochelle[edit]

Aunque recién estaba amaneciendo, Saito, Guiche y Louise ya habían comenzado a preparar las sillas para sus caballos. Atada a la espalda de Saito estaba Derflinger. Debido a su longitud, no podía ser sujetada en la cintura.

Louise estaba vestida con su uniforme diario, la única diferencia era que ahora llevaba botas para montar en vez de zapatos. Juzgando por eso, parecía que iban a demorar mucho tiempo montando los caballos.

-¿Qué tan lejos estamos de Albión desde aquí? Aún no me acostumbro a montar a caballo… Lo más probable es que me duela la cintura por montar…- dijo Louise para sí misma.

Antes de partir, Guiche habló un poco incómodo:

-Tengo una petición…

-¿Qué es lo que quieres?- respondió Saito con hostilidad mientras ponía sus pertenencias sobre la silla. Aún no podía perdonar a Guiche por herirlo tanto durante la pelea que tuvieron tiempo atrás.

-Deseo llevar conmigo a mi Familiar.

-¿Tienes un Familiar, en primer lugar?

-Por supuesto que sí. Todos los magos tienen uno.

Louise y Saito intercambiaron miradas, y luego volvieron a mirar a Guiche.

-¿Dónde está tu Familiar?

-Aquí- respondió Guiche, señalando el suelo.

-Pero no hay nada ahí- dijo Louise.

Guiche respondió golpeando el suelo con su pie. Una gran criatura marrón emergió del suelo.

-¡Verdandi! ¡Oh, mi lindo Verdandi!

-¿Qué demonios es esa criatura?- preguntó Saito, anonadado.

-¿A qué te refieres con criatura? Éste es mi pequeño y lindo Familiar, Verdandi.

-¿Dices que tu Familiar es esa cosa grande de ahí?

Después de vista más de cerca, la criatura marrón era de hecho un topo con el tamaño aproximado de un oso pequeño.

-Sí. Ah, mi Verdandi se ve tan lindo desde cualquier ángulo que lo mire. ¿Ya has comido tus lombrices antes de venir aquí?

El topo gigante gruñó feliz en respuesta.

-¿En serio? ¡Es maravilloso!- dijo Guiche, poniéndose cachete con cachete con su Familiar.

-De hecho… no creo que puedas llevar esa cosa con nosotros…- dijo Saito disgustado.

-Cierto, Guiche. Esa criatura se mueve bajo tierra, ¿cierto?

-Así es. A pesar de que es ligeramente más grande que lo usual, Verdandi sigue siendo un topo, ¿está bien?

-¿Cómo vamos a llevarlo con nosotros? Estamos montando caballos- dijo Louise de una manera perturbada.

-Es cierto. Verdandi se mueve muy rápido bajo tierra. ¿Me equivoco, Verdandi?

El gigantesco topo asintió, de acuerdo.

-¡Pero vamos a Albión! ¡No podemos llevar cosas que se muevan bajo tierra!- explicó Louise.

Guiche, luego de oír esto, se arrodilló en el suelo y respondió:

-No puedo soportar estar lejos de mi querido Verdandi. Ay, qué dolor.

Al mismo tiempo, el topo gigante pareció captar algún olor en su nariz y se aproximó más y más cerca de Louise.

-¿Qué está haciendo éste estúpido Topo?

-De tal varita, tal astilla- dijo Saito-. Ambos comparten los mismos intereses: chicas.

-¡Para! ¡Para esta cosa ya!

El topo gigante hizo tambalear a Louise y comenzó a olfatearla.

-¡Hey! ¡Mira dónde estás olfateando! ¡Páralo!

Louise, constantemente curioseada por la nariz del topo, empezó a rodar por el suelo. Todo ese rodamiento desordenó su ropa, exponiendo su ropa interior. Louise comenzaba a ponerse muy molesta.

Saito inconcientemente comenzó a estar absorto en ver a Verdandi y Louise, como si estuviese contemplando una pintura bellísima.

-Oh, cuán hermosa es la escena de un topo gigante provocando a una damisela.

-Totalmente de acuerdo.

Ambos, Saito y Guiche, asintieron a la vez.

-¡Dejen de balbucear tonterías, zoquetes! ¡Venga y ayúdenme, rápido! ¡Ah!

El topo gigante vio el anillo en la mano derecha de Louise y comenzó a tocarlo con su nariz.

-¡Tú, topo insolente! ¡No uses tu nariz para oler el anillo que Su Alteza me ha conferido!

-Ahora lo entiendo. Es el anillo. Verdandi ama las joyas.

-Qué cosa más irritante.

-Por favor, no llames a Verdandi una cosa irritante. Es por mí que Verdandi busca piedras preciosas y joyas. Para un mago de Tierra, no hay nada más útil que eso.

Justo cuando Louise estaba por explotar, una repentina ráfaga de viento llegó de algún lugar y sacó volando a Verdandi.

-¿Quién es él?- gritó Guiche agitado.

Un noble corpulento con un sombrero de pluma apareció de la débil luz del día tras él. Saito lo miró sorprendido.

-Él... Él es…

-¿Qué le has hecho a mi Verdandi?

Guiche sacó a toda prisa su varita con forma de rosa, pero el noble del sombrero emplumado fue más rápido. Antes de que Guiche pudiera decir algún hechizo, su varita ya estaba fuera de su mano.

-No soy tu enemigo. Estoy bajo las órdenes de Su Alteza para acompañarlos en su viaje. La Princesa está preocupada por que sean ustedes tan pocos al ir a Albión, pero enviar una tropa entera de soldados con ustedes sería demasiado sospechoso. Por tal motivo, fui elegido para acompañarlos en su viaje- dijo el noble, mientras se quitaba el sombrero de plumas y se inclinaba-. Soy el Vizconde Wardes, capitán de los Caballeros Grifo.

El quejicoso Guiche calló rápidamente. Para la mayoría de nobles, incluido Guiche, tener la oportunidad de unirse a los Caballeros Grifo significaba un gran honor.

-Siento lo que hice con tu Familiar- dijo Wardes disculpándose y mirando a Guiche-. No podía quedarme parado viendo cómo mi prometida era hostigada.

-¿Qué?- Saito se quedó de piedra-. ¿Prometida?

¿Éste noble de aspecto majestuoso es el prometido de Louise?

-Vizconde…- habló Louise con voz temblorosa, después de pararse.

-Ha paso mucho tiempo, mi Louise, mi querida Louise.

¿Mi Louise? ¿Qué clase de broma es ésta?, pensó Saito.

Wardes se acercó a Louise con una sonrisa radiante en su rostro y la cargó.

-En verdad ha pasado mucho tiempo- dijo Louise, con su cara roja de la vergüenza.

-Aún ligera como siempre. Exactamente como una pluma.

-Vizconde… por favor, no haga esto… Hay gente aquí…

Wardes colocó a Louise de nuevo en el piso y se puso de nuevo el sombrero.

-¿Te importaría presentarme a tus compañeros?

-Eh… Él es Guiche de Gramont y mi Familiar, Saito- dijo Louise, señalándolos mientras los presentaba a Wardes.

Guiche no se atrevía a mirar directamente a Wardes, y bajó la cabeza. Saito siguió su ejemplo un poco de mala gana.

-¿Eres tú el Familiar de Louise?- dijo Wardes con una mirada de sorpresa-. Es la primera vez que veo a un Familiar humano. Gracias por cuidar tan bien de mi prometida.

-De nada…

Saito tomó la oportunidad para evaluar a Wardes. Wardes era sin duda apuesto. Incluso Guiche podría ser considerado un bishōnen, pero siempre paraba haciendo el ridículo y tomando decisiones irracionales. Hasta sobaba su mejilla con un topo gigante.

Pero Wardes no sólo tenía la apariencia. Sus ojos eran como los de un águila: intensos y penetrantes. El bigote que tenía realzaba más su elegancia.

Además, tenía un musculoso y bien constituido cuerpo. Saito había pensado en un principio que todos los magos tenían el cuerpo como Guiche, pero él había probado lo contrario. Incluso en un combate cuerpo a cuerpo con Wardes sin usar magia, Saito hubiera sido vencido en segundos.

Pensando en todo eso, Saito dio un profundo y largo suspiro. Wardes, viendo esto, se acercó a él y le dio un golpecito en sus hombros.

-¿Qué pasa? ¿Tienes dudas sobre este viaje? ¡No hay nada que temer! ¿No eres tú el que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora? Sólo con tu coraje, nada es imposible- dijo Wardes, y le dedicó una gran sonrisa.

Saito sintió un ligero remordimiento. ¿Es en verdad tan buena persona? No me puedo comparar a él en ningún aspecto. Es cierto. Creo que Louise no tardará en casarse con él pronto… Sólo de pensarlo me hace sentir solo y desamparado… Louise, incapaz de calmarse debido a la presencia de Wardes, estaba inquieta por la ansiedad. Saito tuvo que voltearla cabeza; no quería ver a Louise ponerse de esa manera.

Wardes dio un silbido, y un grifo apareció desde las nubes matinales. Era una criatura mítica con cabeza de águila y cuerpo de león, y en su lomo había alas formadas por hermosas plumas blancas. Trepó en el lomo del grifo con gracia, y le extendió una mano a Louise.

-Sube, mi Louise.

Louise bajó la cabeza, por titubeo y timidez, como una chica que está enamorada. Esto puso a Saito más celoso.

¿Qué cree que está haciendo? ¿“Sube, mi Louise”? ¿Tu Louise? ¿Tu Louise? ¡Qué loco detestable! Saito, siendo hombre, tuvo que mantener esos pensamientos sólo para él, y al final, montó su caballo en silencio.

Louise, que todavía dudaba, fue súbitamente alzada por Wardes. Con una mano en las riendas y otra cogiendo la varita, gritó:

-Bien, ¡todos, en marcha!

El grifo avanzó. Siguiéndolo iban Guiche, mirando con admiración a Wardes, y Saito, sintiéndose deprimido y desalentado.

-¿Cuán lejos está Albión?- dijo Saito para sí mismo, viendo el cielo límpido.


+++


Desde la ventana de la oficina del director, Henrietta veía partir a Saito y compañía hacia Albión. Cerrando los ojos, comenzó a rezar:

-Fundador Brimir, por favor, concédeles protección durante todo su viaje…

Junto a ella estaba el Director Osmond, quitándose el vello nasal.

-¿No va a verlos partir, Director Osmond?

-No; como puede ver, estoy ocupado sacándome el vello nasal, Su Alteza.

Henrietta sacudió la cabeza en signo de desaprobación.

En ese momento, alguien llamó a la puerta.

-Adelante- dijo el Director.

El Sr. Colbert entró a la habitación con una mirada ansiosa en su rostro.

-¡Malas noticias, Director!

-Dices eso muy a menudo. ¿Cuál es el problema ahora?

-Por las noticias que he oído de los guardias del castillo, Fouquet ha escapado.

-Oh…- dijo Osmond, cogiéndose la barba.

-Según dice el guardia que estaba de turno en ese momento, un noble lo dejó inconsciente usando magia de viento. La persona usó la oportunidad de que la mayoría de los soldados estaban distraídos protegiendo a la Princesa para ayudar a escapar a Fouquet. Esto significa que hay un espía dentro. ¿No son malas noticias?

El rostro de Henrietta se puso pálido luego de oír las noticias. Osmond hizo un gesto al Sr. Colbert para que se retirase.

-Está bien, está bien. Oiremos más detalles de usted luego.

Después de que el Sr. Colbert salió, Henrietta puso sus manos en el escritorio y suspiró profundamente.

-Tenemos un espía entre nosotros. ¡Esto debe ser obra de la nobleza de Albión!

-Tal vez sea… ¡ouch!- exclamo el director, retirando el vello nasal.

Henrietta lo miró sin poder hacer nada.

-¿Cómo puede estar tan relajado? ¡El futuro de Tristain está en juego!

-El oponente ya ha hecho su movimiento. Todo lo que podemos hacer ahora es esperar, ¿o no?

-Incluso así…

-Todo está bien. Si él está, será capaz de arreglárselas con cualquier problema al que se enfrenten durante su viaje.

-¿La persona de la que hablas es Guiche, o el Vizconde Wardes?

El director negó con la cabeza.

-No me diga que la persona a la que se refiere es el Familiar de Louise. ¿Cómo puede ser posible? ¿No es sólo un plebeyo?

-¿Ha oído Su Alteza la historia del Fundador Brimir anteriormente?

-He leído la mayoría de la historia…

-Entonces sabrá sobre Gandalfr…- respondió el director con una sonrisa.

-¿No es el Familiar más fuerte del Fundador Brimir? No me diga que…

En este punto, al Director Osmond le pareció que ya había divulgado mucho. Prefería mantener para sí todo lo concerniente al secreto de Gandalfr. Si bien confiaba en Henrietta, no quería que la Familia Real se enterase aún de Gandalfr.

-Sí. Él es tan fuerte y capaz como Gandalfr y, además, viene de un mundo diferente al nuestro.

-¿Otro mundo?

-Exacto. Él viene de un mundo diferente a Halkeginia. O debería decir de un lugar que no está en Halkeginia. Siempre he creído que este muchacho de otro mundo va a triunfar. Esa también es la razón por la que estoy tan despreocupado, incluso durante estos tiempos aciagos.

-Un mundo diferente a Halkeginia realmente existe…

Henrietta miró en la lontananza. El sabor de los labios del joven aún permanecía en los suyos. Tocándose los labios con la yema de los dedos, cerró los ojos y sonrió.

-Entonces, déjeme orar por la brisa que viene de mundo.


+++


Tomaría cerca de dos días alcanzar la Ciudad Puerto de La Rochelle a caballo desde Tristain.

La Ciudad Puerto estaba situada en un profundo y angosto desfiladero. Debido a esto, tenía una poca población de trescientas personas. Como La Rochelle era la puerta de salida a Albión, el número de viajeros era diez veces mayor a la de la población local.

Las rocas podían ser vistas a ambos lados del estrecho camino de la montaña. La gente había esculpido hoyos en ellas, transformándolas en tabernas y tiendas. A pesar de que parecían edificios ordinarios, con una mirada más a fondo, uno podía darse cuenta de que todos estaban esculpidos en una sola roca, una hazaña realizada por calificados magos de Tierra tipo Cuadrado.

En la calle angosta, parecía siempre estar oscuro, incluso por las tardes, debido a que los cañones bloqueaban la luz solar. Si uno se giraba en la calle, podía ver una calle más estrecha que conducía al bar.

En el letrero, que parecía un barril de vino, estaba escrito el nombre de la tienda: “El Bar del Tonel de Vino Dorado”. Sin embargo, nada en la tienda hacía honor a su nombre; sólo estaba tan ruinosa como una casa abandonada. Varias pilas de sillas rotas podían verse amontonadas junto a la puerta.

La mayoría de los comensales eran contrabandistas y mercenarios. Cuando bebían mucho, a menudo peleaban sobre nimiedades, como una mirada.

En cualquier ocasión que peleaban, usaban sus armas. Por eso era tan común ver gente muerta o herida dentro del bar. El tendero, queriendo no ver más muertes o heridas, puso un anuncio dentro de la tienda: “Por favor, usen las sillas cuando peleen aquí dentro”.

Por esa noticia, los clientes se dieron cuenta de la impotencia del tendero, y comenzaron a usar las sillas en vez de sus armas cuando peleaban entre ellos. Si bien aún había heridos, nadie más fue muerto. Desde entonces, las sillas que eran destruidas eran apiladas junto a la puerta.

Ese día, el Bar del Tonel de Vino Dorado estaba lleno de comensales, como de costumbre. Casi todos ellos eran mercenarios que regresaban de Albión por sus luchas internas.

-¡El Rey de Albión está acabado!

-¿Eso no significa que pronto comenzarán una república?

-Si es así, ¡un brindis por la República!

La gente que brindaba era anteriormente mercenarios contratados por la realeza para pelear a su lado. Sin embargo, con la inminente derrota de sus clientes, decidieron retirarse. Esto no era considerado deshonroso. Como mercenarios, valoraban su vida más que sus creencias, y por eso no estaban obligados a morir por sus clientes.

Mientras ellos bebían, la puerta del bar se abrió. Una mujer alta entró al bar. La capucha que la mujer vestía le cubría la mayor pare del rostro, excepto la boca y la barbilla. Sin embargo, con sólo ver esa parte de su cara, uno podía estar muy seguro de su belleza. Como era insólito que una mujer tan atractiva fuera a un lugar así sola, todos los ojos en el bar se pusieron sobre ella.

La mujer, imperturbada por las miradas, ordenó un poco de vino y comida, y se sentó en una mesa en un rincón del bar. Luego de que la comida fue servida, pagó de inmediato.

-Eso… Eso es mucho dinero. ¿Está segura?

-Eso incluye alojamiento. ¿Tiene alguna habitación vacía?- respondió una voz elegante.

El tendero asintió con la cabeza y dejó la mesa. Algunos de los comensales hombres intercambiaron miradas y se acercaron a su mesa.

-Discúlpeme, señora, es peligros estar aquí sola.

-Cierto. Hay un montón de personajes peligrosos alrededor. Pero no se preocupe, estaremos aquí para protegerla.

Con una sonrisa maliciosa, uno de ellos levantó la capucha de la mujer. Varios gritos y silbidos fueron oídos una vez la capucha fue retirada. La mujer era muy hermosa, con ojos brillantes y una elegante nariz.

No era otra que Fouquet la Tierra Desmoronadora.

-¡Ella es en verdad de primera calidad! ¡Miren su piel! ¡Tan blanca como el marfil!

Otro comensal trató de alzar su mentón con su brazo, pero su mano fue retirada por Fouquet. Fouquet sonrió levemente. Otro comensal se paró inmediatamente, sacó una daga y la puso frente a Fouquet.

-¿No se supone que se usan sillas en vez de armas aquí?

-Sólo es para asustarte. Las sillas no intimidan a nadie, ¿cierto? Ya no actúes tan inocente. ¿No estás aquí buscando compañía? Nosotros te haremos compañía.

Incluso con la daga apuntando hacia ella, Fouquet no mostró temor. Con un rápido movimiento, sacó su varita.

En un instante recitó sus encantamientos. La daga que el hombre sostenía se convirtió en tierra y cayó sobre la mesa.

-¡Es… es una noble!

Inmediatamente, los hombres se alejaron de ella. Como Fouquet no llevaba ninguna capa , nadie sabía que era una maga.

-No soy una noble, a pesar de ser una maga- dijo Fouquet despreocupadamente-. La mayoría de ustedes son mercenarios, ¿no?

Los hombres intercambiaron miradas. Si no era una noble, sus vidas no estaban en peligro. Si le hubieran hecho eso a un noble, hubiesen sido matados sin reparos.

-Sí… ¿Y tú eres…?- respondió un veterano del grupo.

-Eso no importa. Sólo he venido para contratarlos a todos.

-¿A todos?

Los mercenarios miraron a Fouquet con una mirada de desconcierto en sus caras.

-¿Qué pasa? ¿Tan extraño es que quiera contratar mercenarios?

-No, no es lo que pensaba. Tiene oro, ¿no?

Fouquet puso un saco lleno de oro sobre la mesa. Luego de inspeccionar el contenido del saco, el veterano dijo:

-¡Guau! ¿Es Oro Ecu?

La puerta del bar se volvió a abrir. Esta vez, un hombre con una máscara blanca entró en el bar. Era el mismo hombre que había ayudado a Fouquet a escapar de la prisión.

-Bien, ¿no estás un poco temprano?

Fouquet, viendo al hombre, dio un suave gemido como respuesta. Los mercenarios estaban un poco sorprendidos por las vestimentas del hombre.

-Ya han comenzado su viaje- dijo el hombre enmascarado.

-He hecho lo que me pidió y he contratado a todos estos hombres.

El hombre de la máscara dio una mirada a los mercenarios que Fouquet había contratado.

-Todos ustedes han trabajado antes para la realeza de Albión, ¿me equivoco?

-Eso fue hasta el mes pasado- respondió uno de los mercenarios con regocijo.

-Pero tan pronto como sea derrotada la realeza, ya no somos sus empleados.

Los mercenarios rieron al unísono. El hombre de la máscara también rió.

-Yo satisfaré todos sus deseos monetarios. Pero yo no soy como la realeza próxima a ser derrotada. Si uno de ustedes osa escapar de la batalla, lo mataré yo mismo.


+++


Desde su partida de la Academia de Magia, el grifo de Wardes había estado moviéndose hacia su destino. A pesar de que el resto del grupo ya había cambiado de montura dos veces, el grifo de Wardes, igual que su amo, parecía no cansarse.

-Espera. ¿No estamos yendo muy rápido?- preguntó Louise, quien iba en el grifo de Wardes.

Conforme el viaje avanzaba, Louise hablaba en una manera más amistosa a Wardes, luego de haberse reencontrado. Pero eso también era, en parte, debido al pedido del Vizconde.

-Guiche y Saito ya están al borde del agotamiento.

Wardes giró y miró a Guiche y Saito. Justo como Louise había dicho, ambos estaban asiendo sus riendas reciamente por miedo a caerse. Viéndolos así, ambos colapsarían de cansancio antes de que los caballos lo hicieran.

-Pero tenía planeado viajar a La Rochelle sin hacer paradas…

-Eso sería difícil. Tomaría cerca de dos días a caballo.

-Si ese es el caso, ¿por qué no los dejamos atrás?

-¡No podemos hacer eso!

-¿Por qué?

-Estamos en esto juntos. Además, un mago no debe abandonar a su familiar…

-Parece que proteges a ambos. ¿Cuál de ellos es tu novio?

-¿Mi… Mi novio?- respondió Louise y su cara se puso roja al instante.

-Eso tranquiliza mi corazón- dijo Wardes con una sonrisa-. Si mi prometida me dice que ya tiene un novio, me moriría por un corazón roto.

-Pero eso sólo fue algo que nuestros padres acordaron…

-¿Entonces, te disgusto, mi pequeña y delicada Louise?

-Por favor, ya no soy una niñita- replicó Louise, enfadándose.

-Pero a mis ojos siempre serás la pequeña y delicada Louise.

Louise recordó el sueño que había tenido unos pocos días atrás, donde estaba de vuelta en el patio de su casa, La Vallière. El bote secreto en el lago olvidado…

Cada vez que hacía un berrinche dentro, Wardes siempre estaba ahí para tranquilizarla. El casamiento que fue decidido por sus padres. Los esponsales que fueron decididos desde su juventud. Con el que se debía casar. Su prometido. Por esos tiempos, aún no entendía completamente lo que pasaba. Sólo sabía que, tanto como estuviese con el hombre que admiraba, estaría feliz.

Pero ahora finalmente entendía todo. Se casaría con Wardes.

-No me disgustas- respondió Louise, con un poco de embarazo.

-Eso es maravilloso. En otras palabras, ¿te gusto?- Wardes abrazó gentilmente los hombros de Louise-. No me he olvidado de ti después de todo este tiempo. ¿Todavía lo recuerdas? ¿Después de la muerte de mi padre en la campaña del lancero?

Louise asintió con la cabeza. Wardes comenzó a recordar y le contó a Louise sobre el pasado:

-Mi madre había muerto antes de que yo heredara el patrimonio y título de mi padre. Queriendo hacer un nombre para mí, fui a la capital. Afortunadamente, la Alteza tenía una gran impresión de mi padre, quien había muerto en el campo de batalla. Fui incorporado dentro de los Caballeros Grifo. Había entrado a los Caballeros Grifo como un aprendiz; el aprendizaje era duro, por cierto.

-De ahí en adelante, pocas veces volviste a tus tierras- respondió Louise, cerrando los ojos. Parecía estar inmersa en sus memorias también.

-Mi casa y mis tierras fueron puestas a cargo del mayordomo Galgann, mientras ponía todo mi esfuerzo sirviendo a la nación. Después de mucho tiempo, finalmente hice un nombre para mí, logrando lo que había decidido al dejar mi hogar.

-¿Qué es eso que había decidido?

-Pedir tu mano en matrimonio una vez haya obtenido un nombre.

-¿Está bromeando, Vizconde? Es tan popular entre las chicas; no tiene por qué cumplir una promesa hecha a alguien insignificante como yo.

Su compromiso con Wardes. Louise se había olvidado completamente de eso hasta que tuvo ese sueño unos días atrás. Su compromiso de boda con Wardes era un sueño fugaz. En su opinión, era solamente un acuerdo hecho por capricho.

Después de que Wardes había dejado su propiedad diez años atrás, Louise no lo había vuelto a ver. Él ya se había vuelto parte de su memoria distante. Y las memorias distantes se habían vuelto realidad de repente.

-Este viaje es una buena oportunidad para recuperar los sentimientos que teníamos cuando éramos jóvenes- dijo wardes en un tono gentil y calmado.

¿En verdad amo a Wardes?, pensó Louise.

A pesar de que no le disgustaba y de que lo admiraba cuando era más joven, eso era parte del pasado.

Inesperadamente enfrentada a un prometido y un posible casamiento, Louise no sabía qué hacer. Además, habían estado separados por muchos años; no sabía si aún sentía lo mismo por él.

Louise se volvió y miró hacia atrás.

Vio a Saito postrado en el caballo. Parecía como si ya hubiese alcanzado su límite. A Louise le temblaban los labios. ¡Bueno para nada! Tan pronto como pensó en eso, se puso ansiosa y su corazón latió furiosamente.

-Hemos estado montando casi todo el día. ¿Es que no se cansa? ¿Son monstruos esos Caballeros Grifo?- preguntó Guiche, también recostado casi sin vida sobre su caballo.

-¿Quién sabe?- respondió Saito letárgicamente. Se ponía amargo cada vez que Wardes tocaba a Louise. La volvió a tocar. Esta vez abrazándola por los hombros…

¿Qué se trae este tipo…? A pesar de que eres el prometido de Louise, a pesar de que no tengo derecho a impedírtelo, podrías por lo menos hacerlo en un algún otro lugar donde no pueda verlos… Las veces que Saito pensaba en eso, se ponía más cansado; y su corazón más pesado.

Guiche, viendo a Saito en ese estado, lo empezó a molestar.

-Oye, oye… ¿No me digas que estás celoso?- dijo con una risa.

-¿Qué? ¿Qué insinúas?

-Lo adiviné, ¿no?- rió Guiche más fuerte.

-¡Cierra la boca, chico-topo!

-Jajaja… ¿En realidad tenías un amor por tu amo que nunca florecerá? Para ser honesto, el amor entre gente de diferente status sólo resultará en tragedia.

-¡Deja de hablar tonterías! ¿Cómo me puede gustar alguien como ella? Admito que es bonita. Sin embargo, tiene un carácter horrible.

Guiche miró hacia delante y exclamó de pronto:

-¡Mira! ¡Se están besando!

Saito se quedó helado, e inmediatamente se volvió al frente. Pero Wardes y Louise no se estaban besando. Volvió a mirar a Guiche, quien apenas controlaba su risa.

-¡Argh!- gritó Saito, y se abalanzó sobre Guiche. Ambos cayeron de sus caballos y comenzaron a pelear en el suelo.

-¡Oigan! ¡Si ustedes dos continúan peleando- gritó Wardes-, tendré que dejarlos atrás!

Guiche se subió rápidamente a su caballo. Mientras, Saito, dándose cuenta de que Louise los estaba mirando, apartó su mirada.

Como habían viajado a máxima velocidad y cambiado sus cansados caballos por otros nuevos muchas veces, alcanzaron las afueras de La Rochelle al anochecer. Saito miró alrededor, boquiabierto. ¿No estamos acercándonos a un puerto? ¿Por qué aún veo montañas por todos lados? Tal vez una vez hayamos cruzado las montañas, sea capaz de ver el océano.

Viajando bajo la luz de las lunas, Saito y el grupo vieron finalmente un sendero angosto en la montaña. Edificios tallados en las rocas podían ser vistos a ambos lados de este.

-¿Por qué un puerto es construido en lo alto de la montaña?

-¿No me digas que no sabes siquiera dónde está Albión?- respondió sarcásticamente Guiche luego de escuchar a Saito.

A pesar de que ambos estaban llegando a sus límites físicos, el pensar en ‘una vez lleguemos por fin descansaremos’ les daba las fuerzas para participar en una pequeña conversación.

-Sí; no lo sé.

-¿En serio?- rió Guiche.

Saito no se rió.

-No tengo ningún conocimiento sobre este mundo, así que, por favor, no asumas que lo hago.

De pronto, varias antorchas fueron tiradas desde lo alto del acantilado hacia sus caballos. Las ardientes antorchas iluminaron el barranco que estaban a punto de cruzar.

-¿Q-Qué sucede?- gritó Guiche.

Las antorchas encendidas habían asustado a los caballos, quienes se sacudieron a Guiche y Saito de sus lomos. Mientras se desplomaban, una lluvia de flechas cayó sobre ellos.

-¡Es una emboscada!- gritó Guiche.

"Saito entró en pánico. Justo cuando desenvainaba a Derflinger, que estaba colgada a su espalda, dos flechas más volaron hacia él."

Saito entró en pánico. Justo cuando desenvainaba a Derflinger, que estaba colgada a su espalda, dos flechas más volaron hacia él.

-¡Agh!

Cuando pensaban que estaban a punto de conocer su final, una fuerte ráfaga de viento sopló hacia ellos, transformándose en un pequeño huracán.

Ese mismo huracán capturó a todas las flechas y las arrojó lejos. Wardes alzó su varita.

-¿Están todos bien?- gritó.

-Estoy bien…- respondió Saito.

¡Demonios! El prometido de Louise acababa de salvarle la vida. Ese sentimiento de depresión siguió desarrollándose, haciendo a Saito sentirse inferior. Desenvainó a Derflinger. Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar nuevamente, liberándolo del cansancio que había estado pasando.


+++


-Estoy muy solo, compañero. No es muy bonito de tu parte mantenerme dentro de esa vaina.

Saito miró hacia lo alto del desfiladero, pero ninguna flecha podía verse.

-Probablemente eran ladrones o bandidos- dijo Wardes.

-¿Podían haber sido los nobles de Albión?- exclamó Louise, dándose cuenta de algo.

-Los nobles no usarían flechas.

En ese momento, un sonido de alas batiéndose se oyó. Era un sonido con el que ya estaban familiarizados…

Desde los barrancos se escucharon gritos, y las flechas fueron disparadas hacia el cielo nocturno. Sin embargo, todas fueron rechazadas por un viento mágico. Después de eso, un pequeño huracán hecho con magia mandó a volar a los arqueros.

-Hmmm… ¿No son esos encantamientos de Viento?- murmuró Wardes por lo bajo.

Los arqueros que intentaban emboscarlos rodaron barranco abajo luego de ser derribados por el tornado mágico. Cayeron fuertemente en el suelo, dando gritos de dolor. Con las lunas por detrás, apareció una figura familiar.

-¡Es Sylphid!- gritó Louise, confusamente.

Era el dragón de viento de Tabitha. Luego de aterrizar, una chica pelirroja saltó desde el dragón y agitó su cabello.

-Disculpen por hacerlos esperar.

-¿A qué te refieres con ‘disculpen por hacerlos esperar’?- replicó Louise, saltando del grifo de Wardes-. ¿Por qué están aquí, en primer lugar?

-No para ayudarte, en todo caso. Cuando los vi partir de la Academia sobre sus caballos por la mañana, fui a despertar a Tabitha y los seguimos todo el camino hasta aquí.

Kirche señaló a Tabitha. Al parecer había sido despertada de su sueño; aún vestía sus pijamas. Pero no parecía importarle, y aún estaba leyendo un libro.

-¡Zerbst! ¡Escúchame! ¡Estamos en una misión secreta encomendada por Su Alteza!

-¿Misión secreta? ¡Lo hubieras dicho antes! ¿Cómo iba a saberlo si no me dices nada al respecto? De todas formas, agradécemelo, porque detuve a esos que querían atacarlos- dijo Kirche, señalando a las personas que estaban tiradas en el piso.

Los asaltantes eran incapaces de moverse debido a sus heridas y lanzaban maldiciones a Louise y el grupo. Guiche se acercó a ellos y empezó a interrogarlos.

Louise, cruzando los brazos, dio una mirada maliciosa a Kirche.

-¡No te equivoques! No estoy aquí para ayudarte, ¿está bien?- dijo Kirche. Adoptó una pose sugestiva y se inclinó hacia Wardes, que estaba sobre el grifo-. Tu barba te hace ver muy varonil. ¿Sabes cómo se siente la pasión?

Wardes miró a Kirche y procedió a alejarla con su brazo izquierdo.

-¿Y…?

-Gracias por venir en nuestra ayuda, pero por favor, no vuelvas a ponerte tan cerca a mí de nuevo.

-¿Pero por qué? ¡Te acabo de decir que me gustas!

Esa era la primera vez que Kirche recibía tal trato de un hombre. Usualmente cualquiera quedaba hipnotizado después de una dulce plática. Pero Wardes no estaba ni interesado. Kirche lo miró boquiabierta.

-Lo siento. Pero no puedo permitir que mi prometida malentienda algo- dijo Wardes mirando a Louise, cuyo rostro se puso rojo de la vergüenza en un instante.

-¿Qué? ¿Ella es tu prometida?

Wardes asintió en respuesta.

Pero Kirche dio una nueva mirada a Wardes. No lo había notado antes. Los ojos del hombre no mostraban emoción alguna, justo como hielos. Luego miró a Saito. Se veía apático y conversaba con su espada con desdén.

Oh, ¿está así porque intenté acercarme al prometido de Louise? Mientras pensaba en eso, Saito parecía más atractivo. Mirándolo, corrió hacia él y lo abrazó inmediatamente.

-De hecho, estoy aquí porque estoy preocupada por mi amado.

-Mentirosa- dijo Saito, dándole un mirada salvaje y apartando rápidamente la vista.

¿Está celoso? Pensando eso, la que Kirche sentía incendió su corazón fuertemente.

-¡Lindo! ¡Qué lindo! ¿Estás celoso en verdad?

-No lo estoy…

-Siento haberte rechazado. Debes estar molesto, ¿no?- dijo Kirche, presionando la cara de Saito contra sus pechos-. ¡Perdóname, por favor! Puedo haber mirado a otros hombres, pero al final a quien amo es a ti.

Louise se mordía los labios, queriendo decirle a Kirche que saliera. No podía tolerar que ella sedujese a su familiar.

En eso, Wardes colocó suavemente sus manos en el hombrote Louise. La miró amorosamente y le sonrió.

-Vizconde…- dijo Guiche, que había regresado de interrogar a los bandidos-. Vizconde, esos hombres han admitido que son ladrones.

-Hmmm… Si son sólo ladrones, déjalos ir.

Sin esfuerzo alguno, Wardes montó sobre su grifo, ayudando a Louise a subir a su lado. Luego anunció a todos:

-Pasaremos la noche en La Rochelle. Mañana tomaremos el primer barco a Albión al amanecer.

Kirche se sentó atrás de Saito, en el mismo caballo. Guiche también montó el suyo. Mientras, Tabitha todavía leía su libro en su dragón de viento. Frente a ellos, flanqueada por dos desfiladeros, se encontraba la ciudad-puerto de la Rochelle, resplandeciente con luces.


Regresar a Capítulo 1 Regresar a Página Principal Seguir a Capítulo 5