Zero no Tsukaima Español:Volumen 2 - Albión del Viento

From Baka-Tsuki
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Ilustraciones[edit]



El Bote Secreto[edit]

Louise estaba recostada sobre su cama. Soñaba que había regresado a su hogar, el lugar donde había nacido, a tres días de carruaje desde la Academia Tristain.

En su sueño, la pequeña Louise estaba corriendo libremente cerca de la casa, eventualmente ocultándose en los arbustos que eran como un laberinto para escapar de sus perseguidores..

-¡Louise! ¿Dónde estás? Sal ahora mismo- gritó su mamá. En su sueño, Louise estaba siendo regañada por sus resultados tan bajos en sus estudios de magia. Constantemente era comparada con sus hermanas, porque tenían mejores resultados que ella.

Louise vio un par de zapatos junto a los arbustos.

-¡La Srta. Louise es muy mala con la magia!

-Estoy de acuerdo. ¿Por qué no puede ser como sus hermanas mayores, que tan bien se les da la magia?

Louise, al oír esto, se sintió triste y abatida, y se mordió los labios. Los sirvientes habían empezado a buscarla entre la vegetación. Louise hizo su mejor esfuerzo por escapar. Retrocedió hasta el lugar que ella llamaba ‘El Jardín Secreto’, el lago central.

El Jardín Secreto era el único lugar en el que Louise se sentía a gusto. Era tranquilo, si nadie más alrededor. Las flores brotaban por todos lados y los pájaros se juntaban en las bancas junto al lago. Y en el centro del lago, había una pequeña isla, donde una pequeña casita de mármol blanco descansaba.

Junto a la isla, había un pequeño bote, inicialmente usado para los ratos libres y ahora sólo abandonado y olvidado. Sus hermanas mayores habían crecido, y estaban ocupadas estudiando magia. Su padre, quien se habia retirado de las labores militares, ahora pasaba el su tiempo reuniéndose con los nobles que vivían cerca. Su único pasatiempo era la caza. Su madre sólo se interesaba en enseñarles a sus hijas, no le importaba nada más.

Por estas razones, ya nadie iba más al olvidado lago, a excepción de Louise, y mucho menos recordaba el pequeño bote. Por eso cada vez que Louise era regañada, acudía a ese lugar.

En el sueño de Louise, su versión más joven saltaba dentro del bote y se acurrucaba en una sábana que había estado ahí.

Mientras se escondía bajo la sábana, un noble vestido con una capa apareció de la neblinosa isla.

El noble tenía como dieciséis años. En el sueño de Louise, ella sólo tenía seis. Había una diferencia de diez años entre ellos.

-¿Has estado llorando, Louise?- no se le podía ver el rostro porque estaba cubierto con un inmenso sombrero.

Pero Louise sabía exactamente quién era él: él era el Vizconde, el noble que acababa de heredar las tierras alrededor de su hogar. Louise se sintió avergonzada y confusa; el Vizconde era el hombre de sus sueños. Habían estado juntos en banquetes y, además, sus padres ya habían arreglado su compromiso.

-¿Eres tú, Vizconde?

Louise se cubrió la cara inconscientemente. No quería que el hombre de sus sueños la vea llorar. Sería embarazoso.

-Fui invitado por tu padre hoy para ver lo del compromiso.

Oyendo esto, Louise estaba incluso más avergonzada hasta el punto de que no quería ni alzar la cabeza.

-¿En serio? Pero eso no será posible, Vizconde.

-Louise, mi pequeña y delicada Louise, ¿acaso te disgusto?- preguntó el Vizconde en broma.

Louise negó con la cabeza y dijo avergonzada:

-No, no es eso. Eso sólo que soy muy joven y no estoy preparada…

El rostro que se ocultaba bajo el sombrero reveló una sonrisa y le tendió una mano a Louise.

-Vizconde…

-Señorita, por favor, tome mi mano. Rápido, el banquete está a punto de empezar.

-Pero…

-¿Has sido regañada de nuevo? No te preocupes. Hablaré con tu padre- dijo el Vizconde.

Louise asintió. Se incorporó y se dispuso a coger la mano del Vizconde, unas manos grandes. ¿No eran esas las manos que siempre había soñado tomar?

Justo en el momento que iba a tocar las manos del Vizconde, un repentino tornado de viento hizo volar el sombrero de la cabeza del Vizconde.

-¿Eh?- Louise lo miró, perpleja. Porque era un sueño, Louise había regresado a sus dieciséis años actuales-. ¿Qué… Qué estás haciendo?

La persona que se ocultaba bajo el sombrero no era el Vizconde, sino Saito, su familiar.

-Louise, ven rápido.

-No es el caso que vaya o no. ¿Por qué estás aquí?

-No seas tan cerrada. ¿Aún no te mueres por mí?- replicó Saito, vestido insolentemente con las ropas del Vizconde.

Uno tendría que imaginar de dónde había obtenido tanta auto confianza.

-¡No seas estúpido! ¡Sólo estaba un poco confusa esa vez! ¡Mejor deja de estar soñando!

-Deja de inventar excusas, mi Louise.

-¿A quién llamas ‘tu Louise’?

Saito pretendía no escucharla en lo más mínimo y, al contrario, se acercó más a Louise.

-¿Qué estás tratando de hacer, idiota?

Ignorando sus quejidos, Saito procedió a tomar a Louise, que estaba en el bote, entre sus brazos.

-¿Por qué eres tú?- preguntó Louise, frustrada, pegándole a Saito.

Pero Saito no se molestó para nada. Al contrario, so sonrisa se ensanchó. Esto hizo que Louise se pusiera roja de la vergüenza. No sabía exactamente cuál era la razón, pero se sentía bien entre los brazos de Saito.

Y Louise se puso más ansiosa.


+++


Saito abrió los ojos lentamente, recostado en su cama. Las lunas gemelas estaban llenas y brillaban sobre la habitación, iluminándola. Louise, dormida en su cama, gimió como si tuviese una pesadilla.

Saito rezó para que ella continuara durmiendo. Silenciosamente, se levantó y se acercó sigilosamente a la dormida Louise.

-¡Sh!- Saito se volvió y puso su dedo índice en sus labios.

-¿No quieres que hable? ¿Por qué?

-¡Sh!- Saito sacudió la cabeza y nuevamente se llevó el dedo a cruzar la boca. Miró a su compañero, Derflinger, con molestia.

-No te perdonaré por darme un rincón frío. Mi compañero se levanta en el medio de la noche sin darme ninguna razón. ¡Eso me molesta y me deprime!

Después de decir esto, Derflinger se movió y sacudió su cuerpo, muy molesto. ¡Qué espada tan difícil!

Despertada por el sonido de la espada, Louise se desperezó y abrió los ojos. El corazón de Saito dejó de latir. Sentándose, Louise comenzó a regañar a Saito.

-¡No seas tan inútil! Mejor has algo de limpieza. ¿No ves el polvo por todos sitios? No me digas que ya lo has hecho, torpe. ¡Eres un tonto!

El cuerpo de Saito estaba congelado, como si le hubiesen lanzado un ‘Hechizo de Endurecimiento’. Pero luego de que Louise terminó de regañarlo, se volvió a acostar. Aparentemente, estaba hablando en sueños. Incluso en sueños, Louise le ordenaba a Saito.

Saito se sintió aliviado y entristecido a la vez.

Derflinger, que había estado mirando a Saito todo el tiempo, dio un suspiro de resignación.

-¿Habla en sueños, eh? Pero no parece que eso sea música para tus oídos, Saito.

Saito miró molesto a Derflinger, que casi había arruinado su plan. Rápidamente caminó hacia él y le dijo:

-Mejor te callas, idiota.

-¡Esto es el colmo! ¡No te lo perdonaré! ¡Si mi compañero quiere que me quede en silencio, entonces me quedaré en silencio! Pero por despertarme a medianoche y ser tan grosero por eso, definitivamente sufrirás retribuciones, incluso si me explicas tus razones ahora.

La curiosidad de Derflinger tiene la misma medida que la de su compañero. Pareciera que quiere saber a toda costa por qué Saito se despertó en mitad de la noche.

Saito suspiró y señaló a la durmiente Louise con un dedo.

-¿Qué pasa con la hija del Noble?

-¿Qué crees, compañero?- Saito usó sus manos para hacer la forma de un corazón.

-¿Qué significa eso?

-Quiere decir ‘amor’.

-¿Le gustas a esa chica?

-Sí.

-¿Cómo lo sabes?

Saito se levantó y bailó solo sin hacer ruido.

-Ah… ¿te refieres al baile?

-Tú viste a la cara de Louise cuando bailábamos, ¿no?

-Sí, la vi.

-Estaba tan roja…- dijo Saito, en las nubes.

-Sí, estaba muy roja.

-Parecía que quería tomarme las manos y no soltarlas.

-¿Estás seguro?

-Derf, sólo eres un pedazo de metal. Jamás entenderás el corazón de una chica. Si una chica mira a un chico de esa manera, indirectamente le está diciendo que le gusta- dijo Saito, pegándole a la espada.

-Cierto, sólo soy una espada, y no entiendo las relaciones interpersonales para nada. Pero ahora que lo mencionas, compañero, puede ser cierto.

Saito asintió alegremente.

-¡En verdad eres sensible, Derflinger!- dijo.

-Entonces, mi buen compañero, como estás tan seguro de que le gustas, ¿la irás a hacer tu enamorada?

-¡Sí! Estoy seguro que le gusto. ¡Y sí me gustaría hacerla mi enamorada!

-Eso es imposible. He estado por ahí durante mucho tiempo y ésta es la primera vez que oigo de un familiar manteniendo una relación con su amo. ¡Eres increíble!

-Oh… eso se siente bien. Vamos, dime más.

-¡Mi amigo, eres fantástico!

Saito se paró y preguntó alardeante:

-Derf, ¿quién es el hombre más apuesto en todo el mundo?

-Por supuesto que eres tú, compañero.

-¿Quién es la persona sin magia más grande de este mundo?

-Por supuesto que eres tú, compañero.

Los elogios iban directamente a la cabeza de Saito. Se sentía como si todo el mundo le sonriese. Uno tendría que preguntarse si no tenía problema con su IQ.

-Louise es verdaderamente afortunada de que me guste. El grande y apuesto yo.

-Si esa chica altanera está enamorada de ti, ¿por qué tiene que regañarte incluso cuando está dormida?

Derflinger quería continuar dando su opinión, pero Saito lo calló:

-Louise es realmente muy terca. Ella no va a descubrir su corazón así de fácil.

-¿Es así?

-Si me acerco a ella y se lo digo, ella me respondería ‘¿Qué estás diciendo, familiar estúpido?’.

-Como lo dices, ¿estás seguro de conocerla bien, compañero?

-¡Por supuesto! Aunque ella siempre lo esté negando, en realidad quiere desesperadamente que la conquiste. Ya está profundamente enamorada de mí, pero Louise es muy cabezadura. No me dirá que le gusto por su orgullo.

-Compañero, debes ser un genio para haber deducido eso.

-Entonces, ahora, yo representaré al planeta Tierra y haré mío éste bishōjo de Halkeginia. ¿Entiendes, no, Derf? ¿Por eso, podrías hacerme un favor y quedarte callado?

Derflinger agitó su cuerpo en señal de acuerdo.

-Si ése es el caso, me quedaré en silencio entonces.

Saito le agradeció a Derflinger y una vez más se acercó a Louise.

Louise aún dormía profundamente. No importaba de qué ángulo se le mirase a la dormida Louise, siempre se veía tan hermosa como siempre. Saito tomó un respiro profundo; la habitación estaba lleno con una fragancia agradable.

Temblando ligeramente, Saito levantó la sábana de Louise.

La luz de la luna iluminó a Louise, quien llevaba puesto un camisón. A pesar de que Louise llevaba eso puesto, uno podrías sentir su piel suave y fina a través de él. Aunque poco, se notaba que sus senos habían crecido. A Louise no le gustaba usar ropa interior cuando dormía. Saito sabía esto muy bien, ya que era él quien preparaba su ropa interior todas las mañanas.

"La luz de la luna iluminó a Louise."

Saito estaba tan emocionado que las lágrimas casi se escapan de sus ojos. De ahora en adelante, la pequeña y linda chica finalmente será mía, pensó para sí mismo. Había estado esperando este momento por una semana, desde el baile. Sobándose las manos, Saito se aproximó más.

-Itadakimasu - dijo.

Y se metió bajo la sábana de Louise.

-Ah, Louise, Louise, tú piel es tan fina y suave… Jaja, Saito, torpe…

Saito no sabía porqué él mismo se llamaba torpe, pero, no obstante, se emocionaba más y más.

Abrazó a Louise sin pensarlo dos veces y la besó en la mejilla. Louise no parecía que iba a despertarse pronto; no se despertaba por cualquier sonido.

-Louise, mi querida Louise, tu cara; tienes la cara más linda del mundo…

Entonces, justo cuando Saito estaba a punto de levantar el camisón de Louise, ella se despertó.

Saito se quedó en shock inicialmente, pero se recuperó en un segundo y abrazó a Louise fuertemente.

-¿Q-Qué estás haciendo?

Louise se dio cuenta inmediatamente de lo que estaba pasando y se esforzó para liberarse de los brazos de Saito.

-¿No puedes quedarte quieta?

-¿Por… Por qué me estás abrazando?

-¿Qué estás diciendo? Pensé que te gustaba- Saito miró fijamente a Louise, frustrado.

Louise se sintió furiosa y dejó de forcejear.

-¿Qué?

Saito puso sus manos sobre los hombros de Louise.

-¿No estás enamorada de mí?- preguntó.

-¿Q-Qué estupideces estás diciendo?

-Está bien, Louise. Sé cómo te sientes. Yo so el que mejor te entiende. No te pongas nerviosa; sólo relájate.

Lentamente, Saito acercó sus labios hacia Louise. El rostro de Louise se volvió más y más pálido.

¿Yo? ¿Enamorada de ti?

Louise recordó entonces su sueño. Saito se estaba comportando igual que en su sueño, hablándole en esa forma tan atrevida. Gracias a eso, entre más miraba a Saito, más furiosa se ponía. Ambos, el Saito de su sueño y el Saito de verdad, la pusieron furiosa, muy furiosa. Podría decirse que era pura ira.

Louise temblaba de rabia, pero Saito pensó que se trataba de timidez, por la inexperiencia de Louise.

-¿Aún estás nerviosa? Ésta también es mi primera vez. Relájate mientras me quito los pantalones…

Louise sintió las manos de Saito en su cintura…

Tan rápido como las salamandras de fuego cogen sus presas, Louise movió su pierna derecha hacia arriba y le dio a Saito entre las piernas.

-¡Argh!

Saito sintió inmediatamente su espina dorsal llevar el espantoso dolor desde su ingle hasta su cerebro. Incapaz de soportar el dolor, empezó a echar espuma por la boca y rodó fuera de la cama de Louise. Louise se levantó y cogió el látigo para caballos que estaba puesto cerca de su cama.

Viendo el látigo, Saito trató de escapar, pero Louise ya había puesto un pie sobre su cabeza, con el látigo en la mano.

-¿Qué quisiste hacerme hace rato?

Saito, aún sin recuperarse del dolor, trató de hablar:

-¿Acaso no éramos amantes susurrándose cosas dulces al oído hace rato?

-Eso solo fue una vana ilusión de tu parte.- replicó Louise, aplicando más presión a la cabeza de Saito.

-¿Quiere decir que estoy equivocado? ¿No te gusto?

-¿A quién le gusta quién?

-Bueno, ¿no le gusto, Srta. Louise?

-Por favor, dame la razón que te hizo creer eso. Pero será mejor que lo hagas en una manera fácil de comprender, de lo contrario no soy capaz de decir qué te va a pasar…

-Bien, durante el Baile, tú me mirabas, a tu familiar, con esos ojos de desamor.

-¿Así que es por eso que pensaste que me gustabas y te colaste en mi cama?- replicó Louise, su cara poniéndose roja.

-Así es, Srta. Louise. ¿Está su humilde familiar realmente equivocado?

-¡Definitivamente estás equivocado! Jamás he oído de un familiar que se cola en la cama de su amo.

-Me acordaré de eso para la próxima vez.

-No habrá una próxima vez- dijo Louise en un tono que parecía de pena, dando un suspiro.

-¡Ama, mire! ¡Mire! ¡Las lunas gemelas están brillando tan bellamente hoy!- dijo Saito, desesperado.

-De todas formas, ya es tarde…- dijo Louise en una voz llena de rabia.

Bajo la luz de las lunas gemelas, los gritos de Saito podían ser oídos a muchas millas de distancia.


+++


Al mismo tiempo que Saito era terriblemente castigado, Fouquet miraba ociosamente el techo en un lugar muy lejano a la Academia, la Prisión Genoa en la Ciudad de Tristain. Ella era la maga de tierra tipo triángulo que había sido aprehendida por Saito y compañía dos días atrás por el hurto del Báculo de la Destrucción. Ya que era infame por haber robado tesoros muy valiosos de los nobles, fue puesta en la Prisión Genoa, la prisión de máxima seguridad localizada en la Ciudad de Tristain.

Sería llevada ante la corte la siguiente semana. Como había causado un gran daño entre los nobles de la ciudad, probablemente sería o puesta en exilio o sentenciada a muerte. De cualquier forma, no estaría nunca más en Tristain. Al principio, pensó en escapar, pero pronto abandonó esa idea.

Dentro de su celda, no había nada excepto una cama de mal aspecto y una mesa hecha de madera. Incluso los palitos que usaba eran de madera. Las cosas serían muy diferentes sin hubiese algo de metal… Como una cuchara.

A pesar de que quería convertir las paredes de la prisión y las barras de hierro en tierra usando la alquimia, no sería posible, porque le habían confiscado la varita. Los magos no pueden hacer nada si no tienen su varita. Además, las paredes y los barrotes de las prisiones estaban especialmente encantadas para resistir la magia, así que ni usando la alquimia iba a poder escapar.

-En verdad no tienen ninguna consideración encerrando así a una frágil dama como yo- se quejó Fouquet. Luego se acordó del joven que la había capturado-. Ese chico es muy fuerte. No puedo creer que sea un humano ordinario. ¿Quién es ese chico?

Pero eso ya no me concierne, pensó.

-Hora de dormir…- Fouquet cerró los ojos y se recostó. Pero tan pronto como había cerrado los ojos, los volvió a abrir.

Fouquet oyó a alguien caminando por la mazmorra donde reencontraba prisionera. Era un sonido peculiar, como de espuelas. Dedujo que no se trataba de un guardia, porque ellos no usaban espuelas en sus botas. Rápidamente, Fouquet se paró.

Apareció una persona vestida con una capa junto a la celda. No se le podía ver el rostro porque estaba cubierto por una máscara blanca. Pero se notaba una varita larga entre los pliegues de la capa. Era un mago.

-¡Estoy sorprendida de tener un visitante en mitad de la noche!- dijo Fouquet en tono desdeñoso.

El hombre de la máscara blanca no dijo nada. Simplemente miró a Fouquet fríamente.

Fouquet sabía que ese hombre había sido contratado para matarla. Algunos de los nobles a los que había robado debieron de haber pensado que sentenciarla en corte era muy problemático y habían decidido contratar un asesino para matarla. Probablemente muchos de los objetos que robó a la familia imperial eran también bienes robados, y para que no se supiese la verdad, los imperiales habían decidido silenciarla.

-Bien, como puedes ver, éste no parece ser el lugar apropiado para recibir a alguien, y creo que no has venido por una taza de té, ¿me equivoco?- dijo Fouquet.

Aún sin mi varita, no me rendiré tan fácilmente sin una pelea, pensó. No soy únicamente versada en magia; también soy muy buena en combate cuerpo a cuerpo. Pero si decide usar magia, no podré detenerlo. Tendré que hacer que entre de alguna manera a mi celda…

-¿Eres tú Fouquet la Tierra Desmoronadora?- preguntó entonces el hombre con la capa. Su voz sonaba fuerte y jovial.

-No sé quién me ha dado ese apodo, pero sí, yo soy Fouquet la Tierra Desmoronadora.

El hombre de la capa alzó ambas manos, diciéndole que no tenía ninguna intención hostil contra ella.

-Tengo algo que me gustaría contarte.

-¿Qué es?- preguntó Fouquet en un tono más bien de sorpresa-. No me digas que vas a salir a hablar en mi defensa. Qué locura.

-Estaría encantado de hablar en su defensa, mi querida Matilda de Saxe-Gotha.

El rostro de Fouquet se tornó pálido.

-Había olvidado ese nombre. O mejor dicho, me obligaron a olvidar. No debería haber nadie en este mundo que sepa ese nombre… ¿Quién eres, exactamente?

El hombre no respondió, sino que preguntó:

-Matilda, ¿quiere volver a servir a Albión?

-¡Eso es imposible!- dijo Fouquet, helada-. ¡Nunca serviré a los que asesinaron a mi padre y anexaron mi hogar!

-No te equivoques. Nadie te está pidiendo que sirvas a la Familia Real de Albión. Ellos van a ser derrocados pronto.

-¿A qué te refieres?

-Hay una revolución. Nosotros vamos a derrocar a la débil e impotente Familia Imperial. Y los que los derroquen deben ser nobles capaces como nosotros.

-¿Pero no eres parte de la nobleza de Tristain? ¿Qué tiene que ver la revolución en Albión contigo?

-Somos un consorcio de nobles sin frontera preocupados por el futuro de Halkeginia. Queremos unificar a Halkeginia y recuperar la Tierra Sagrada en la que el Fundador Brimir nos puso.

-Por favor, deja de hablar tonterías- dijo Fouquet con una sonrisita-. Si ése es el caso, ¿porqué es que ese consorcio tuyo de nobles sin frontera me necesita? Sólo soy una prisionera…

-Necesitamos más que nunca magos habilidosos. ¿Nos brindarás tu ayuda, Fouquet la Tierra Desmoronadora?

-Para ya de soñar…- dijo Fouquet moviendo las manos.

-¿Quieres unificar Halkeginia? El Reino de Tristain, Germania, Albión y Gallia, más un número pequeño de reinos que constantemente luchan entre ellos. ¡Unirlos sería un sueño hecho realidad!

-Hmmm… Recuperar Tierra Santa… ¿Cómo van a pelear contra los poderosos elfos?

La Tierra Santa había estado en posesión de los elfos que vivía al norte de Halkeginia por más de cien años. Desde esa época, los humanos comenzaron numerosas cruzadas para recuperar la Tierra Santa, pero fallaron miserablemente siempre.

Los elfos, fácilmente reconocibles por sus orejas puntiagudas y una cultura única, vivían largamente y eran magos muy competentes. Y eso los hacía guerreros muy efectivos. Derrotar a los elfos sería para los humanos una batalla gloriosa.

-No me interesan los nobles y tampoco me interesa Halkeginia. ¡Recuperar la Tierra Sagrada! ¡Que se queden los elfos ahí!

El hombre sacó su varita de debajo de su capa negra.

-Te daré dos opciones, Fouquet la Tierra Desmoronadora.

-Escuchémoslas.

-O te vuelves nuestra compañera o…

-¿O pereceré inmediatamente aquí?- terminó la frase Fouquet-. ¿Es así?

-¡Correcto! Como ya sabes nuestro plan secreto, no puedo dejarte viva.

-¡Ustedes los nobles son realmente unos engreídos presuntuoso! Nunca tendrá en cuenta los sentimientos de otras personas- se rió Fouquet-. Diciéndolo amablemente, me estás invitando a unírmeles, pero no tengo otra opción, ¿verdad?

-Eso es correcto- rió a su vez el hombre de negro.

-Entonces me uniré a su consorcio. Odio a la gente que no sabe cómo dar órdenes.

-Vámonos, entonces.

-¿Cuál es el nombre de su organización?- preguntó Fouquet poniendo sus manos sobre su pecho.

-¿En verdad quieres unirte a nosotros, o sólo estás jugando conmigo?

-Simplemente quiero saber el nombre de la organización por la que trabajaré de ahora en adelante.

El hombre sacó una llave de su bolsillo y abrió la celda de Fouquet.

-Los Reconquistadores- respondió.




La Tristeza de su Majestad[edit]

Mañana.

Los compañeros de clase de Louise la miraron sorprendidos mientras entraba. Debía ser porque iba arrastrando tras ella un ser golpeado, encadenado y asegurado. Su rostro emitía un aura extremadamente peligroso y su limpia frente se curvaba en ira.

Fue directo a sentarse.

-Eh… Louise, ¿qué es lo que llevas ahí?- le preguntó Montmorency la Fragancia con la boca abierta.

-Mi familiar.

-Oh, cierto… recién le encuentro forma- asintió Montmorency. A pesar de los grandes moretones y la sangre seca en su cara, uno podría definitivamente reconocer que eso era Saito.

Su cabeza estaba encerrada con sus manos, y era llevado como un saco de basura.

-¿Qué fue lo que hizo?

-Se metio en mi cama.

-¡OH!- exageró Montmorency su sorpresa, jugando con su ondulado cabello-. ¡Vulgar! Ay, colarse en la cama es tan… ¡Oh! ¡Sucio! ¡Impuro! ¡Muy sucio!- empezó a morder su pañuelo, mientras murmuraba cosas sobre reputación y ancestros y cosas por el estilo.

Agitando su cabello rojo encendido, Kirche entró al salón de clases y se quedó mirando a Louise.

-Debe ser tu seducción, ¿no, Louise? Tú, sucia y tramposa Louise sedujiste a Saito como una golfa, ¿no?

-¿Quién es la sucia aquí? ¿No eres tú? ¡De ninguna manera lo seduciría!

-Ay… así todo golpeado… pobre chico… déjame curarte- Kirche abrazó la cabeza de Saito. Sus grandes pechos casi lo sofocaban, pero no ofreció resistencia; al contrario, le encantó aquel repentino suceso.

-¡Ouch! ¡Ouch! ¡Ouch!

-¿Estás bien? ¿Dónde te duele? Te curare con un hechizo.

-Deja de mentirle- dijo Louise indignada-. No puedes usar hechizo de curación tipo agua. Tu nombre rúnico es "Calor" como en "calentura". Anda y enfriate un poco.

-Es Ardiente. AR-DI-EN-TE. No sabía que también eras Zero por tu memoria- Kirche miro hacia el pecho de Louise-. ¡Parece que el nombre ‘Zero’ no es sólo para tus pechos y tu magia!

La cara de Louise se puso roja en un instante. Sin embargo, se rió fríamente, mordiéndose el labio.

-¿Por qué tengo que ofenderme por lo que dice alguien que sólo puede fanfarronear de sus pechos? ¿Estás diciendo que una mujer vale por el tamaño de sus senos? ¡Ésa sí que es una manera retorcida de pensar! Tu cerebro debe estar vacío o algo… todos los nutrientes se fueron a tus p-pechos. Tu cerebro debe… d-debe e-estar vacío…

Por más que trató de aparentar tranquilidad, su voz le temblaba. Parecía que le habían hecho una gran ofensa personal.

-La voz te tiembla, Vallière- dijo Kirche gentilmente. Alzó el cuerpo de Saito, lleno de heridas y moretones, y tocó su cara con su pecho-. ¡Oh, querido! ¿Piensas que Kirche Pechos-Grandes es estúpida?

-N-no… ¡Eres muy inteligente!- Saito estaba en éxtasis con la cabeza entre los pechos de Kirche.

La ceja de Louise se alzó y, ferozmente, ella tiró de la cadena que tenía en la mano.

-¡Tú vienes aquí, Saito!

Saito, con la cabeza, las muñecas y todo el cuerpo atados, cayó bruscamente en el piso. Louise se paró atrás de él y le habló duramente.

-¿Quién te dio permiso para hablar en humano? Se supone que debas decir ‘woof’, perro.

-Woof. Sí, ama- replicó Saito muy bajo.

-Perro estúpido. ¡Hazlo de nuevo! ¿Cuando quieras decir ‘sí’, qué vas a decir?

-¡Woof!

-¡Exacto! Dices ‘woof’ una vez. ¿Y cuando quieras decir ‘Entiendo, ama’?

-¡Woof, woof!

-¡Correcto! Dices ‘woof’ dos veces. ¿Y para ‘Quiero ir al baño’?

-¡Woof, woof, woof!

-¡Muy bien! Dices ‘woof’ tres veces. Ese es un muy buen vocabulario, incluso para un perro estúpido. Así que no tienes que decir nada más, ¿entendido?

-Woof…

-¡Un querido ladrador sigue siendo lindo!- dijo Kirche, acariciando el mentón de Saito-. Oh… puedes venir a mi cama esta noche. ¿Qué dices? Puedo dejar que ‘woof woof’ lama un montón de lugares que le gustarán…

Saito saltó sobre sus rodillas, meneando la cola, que era una escoba que Louise había atado a su espalda la noche anterior. Incluso tenía orejas hechas de harapos en su cabeza.

-¡Woof! ¡Woof! ¡Woof, woof!

Louise jaló con fuerza la cadena hacia sí.

-¡Tú, pequeño…!- dijo amarga, y se paró sobre él.

-¿Acaso no dije ‘woof’ como querías que haga?- Saito ya había tenido suficiente. Se paró con una cara de ahora te daré tu lección y caminó hacia Louise. Todo lo que tuvo que hacer Louise fue enredar sus piernas con la cadena, y Saito cayó con un ruido sonoro.

-No tienes ninguna diferencia con los perros en sus estados pasionales. No solamente le moviste la cola a una mujer Zerbst, sino que también trataste de atacar a tu propia ama. Despreciable. Muy, muy, muy, muy indecoroso- Louise cogió el látigo de su mochila y empezó a pegarle vigorosamente a saito con él.

-¡Ouch! ¡Para! ¡Para! ¡PARA!

Con el cuerpo atado, Saito sólo podía rodar por el piso.

-¿Ouch? ¿No es ‘woof’? ¡Es ‘woof’! ¡Todos los perros dicen ‘woof’!

El sonido de los latigazos retumbaba a través del Salón de Lectura. El cabello de Louise se agitaba mientras daba caza a Saito, quien trataba de huir gateando, y lo azotaba continuamente. Saito hacía quejosos ‘woof’s cuando le caía un golpe. Nadie que lo viese así creería que era él el Legendario Familiar.

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Los estudiantes en el salón de clase veían esta escena tan vergonzosa, preguntándose si era en verdad él quien había vencido a Guiche el Bronce y si en realidad había capturado a Fouquet la Tierra Desmoronadora.

¡CRACK! ¡CRACK!

Los estudiantes veían sin decir nada cómo Louise le pegaba a Saito. Louise, que tenía toda su atención puesta en azotar a Saito, recién se dio cuenta de que todos la estaban mirando, y su cara se puso roja. Guardó el látigo precipitadamente y se cogió las muñecas.

-¡L-La disciplina terminó!

Sabemos que es disciplina, pero,rayos… Los estudiantes, horrorizados por la escena, se voltearon.

-¿No eres tú la acalorada, Vallière?- dijo Kirche aburrida.

Louise la fulminó con la mirada. Saito, con un continuo dolor y heridas, se desmayó y simplemente cayó en el piso, como sin vida. La puerta del profesor se abrió, y apareció el Profesor Kaita. Los estudiantes se sentaron.

El Profesor Kaita era el que había regañado a la Profesora Chevreuse por haberse quedado dormida durante el incidente de Fouquet, y al que Osmond había dicho que era muy fácil de molestar. Cabello largo negro azabache, y una capa muy oscura; cada movimiento suyo daba una sensación poco amistosa e inconfortable. A pesar de ser joven, su trato antipático y su mirada fría le otorgaron una mala reputación por parte de los estudiantes.

-Comencemos con la clase. Como todos saben, el nombre de mi Runa es Ráfaga. Kaita el Ráfaga- fue envuelto con miradas atónitas y, satisfecho por eso, continuó:-. ¿Sabe usted, Señorita Zerbst, cuál es el elemento más poderoso?

-¿El del Vacío?

-No estoy preguntando cosas de leyendas. Quiero cosas reales.

-Entonces tiene que ser el elemento del Fuego, Profesor Kaita- añadió Kirche con confidencia.

-¡Oh! ¿Por qué cree eso?

-El calor y la pasión pueden quemar cualquier cosa y todo, ¿o no?

-Me temo que no es así- dijo Kaita, sacando su varita de la cintura-. Vamos a intentarlo. Atáqueme con su mejor ataque elemental de fuego. Kirche se paró, sorprendida. ¿Qué está haciendo este maestro?

-¿Qué sucede? Me parece que usted trabaja mejor con hechizos de fuego, ¿me equivoco?- desafió Kaita.

-No va a ser una simple quemadura- guiñó Kirche.

-No hay problema. Déme su mejor tiro. ¿No me diga que el color llameante del cabello de los Zerbst es sólo cuestión de estilo?

La usual sonrisa enérgica de Kirche desapareció. Retiró su varita de su escote; su cabello largo, feroz, carmesí, las puntas moviéndose, crepitando como si erupcionasen flamas de él. Agitó su varita y de su estirada mano derecha apareció una pequeña bola de fuego. Mientras Kirche recitaba el hechizo, la bola de fuego se expandía, convirtiéndose en una gran esfera de fuego de un metro de diámetro. Los estudiantes se escondieron bajo sus pupitres, asustados. Kirche giró sus muñecas y las revolvió hacia su pecho, liberando la bola de fuego.

Parecía que Kaita no iba a tratar de esquivar la gigantesca bola de fuego que se dirigía hacia él. Alzó su varita e hizo una serie de florituras, como si se tratase de una espada. Un viento feroz comenzó de pronto, e instantáneamente dispersó la enrome bola de fuego. Incluso derribó a Kirche, que se encontraba lejos al otro lado de la habitación.

-A todos les digo ahora por qué es el Viento el elemento más poderoso. Es muy simple. El Viento puede esparcir todo. Fuego, agua, y tierra; ninguno puede hacer nada contra vientos suficientemente fuertes- anunció enérgicamente Kaita-. Desafortunadamente, la realidad no me permite experimentar esto, pero incluso el Vacío no podría resistirlo. Ése es el Elemento Viento.

Kirche se paró, contrariada, y cruzó los brazos. Kaita no le prestó atención y continuó hablando:

-El invisible viento será el escudo que los proteja a todos y, si es necesario, la lanza que atravesará a sus enemigos- alzó su varita y gritó a la vez que lanzaba el conjuro-. ¡YOBIKISUTA DERU WUYINDE …!

Sin embargo, en ese preciso momento, la puerta del aula se abrió, y un nervioso Colbert entró. Estaba vestido extraño, con una peluca grande y dorada sobre su cabeza. En una observación más detallada, su traje tenía los más intrincados bordes y decorados. Todos se preguntaron qué hacía vestido de esa forma.

-¿Profesor Colbert?- Kaita alzó una ceja.

-Eh… siento interrumpirlo, Profesor Kaita.

-Estamos en clase- replicó tercamente Kaita, mirando fijamente a Colbert.

-A partir de ahora, las clases de hoy están canceladas- anunció Colbert severamente. Hubo una ovación por parte de los estudiantes. Para hacerlos callar, Colbert agitó ambos brazos y continuó-. Tengo algo de anunciarles a todos- Colbert inclinó exageradamente la cabeza hacia atrás, y la peluca se resbaló hasta el piso.

La tensión que Kaita había originado se rompió a medida que las risotadas invadían el aula.

-Brillante- dijo de repente Tabitha, que se sentaba al frente, señalando la cabeza calva de Colbert.

Las risas se hicieron más fuertes.

-Realmente puedes decir algo bueno cuando hablas de vez en cuando- rió Kirche mientras palmeaba el hombro de Tabitha.

-¡Silencio!- gritó Colbert, ruborizado-. Solamente los plebeyos se ríen de una manera tan escandalosa. Los nobles sólo ríen disimuladamente con las cabezas hacia abajo, incluso cuando encuentran algo muy gracioso. De otra forma, la Corte Real cuestionará los resultados en la educación de nuestra escuela.

Finalmente la clase se quedó en silencio.

-Muy bien, todos. Hoy sería el día más importante para la Academia de Magia de Tristain. Hoy es el cumpleaños de nuestro gran Fundador Brimir, un día muy festivo- el rostro de Colbert se puso serio y colocó sus manos tras su espalda-. Es muy probable que la hija de Su Majestad, la hermosa flor que nosotros los Tristainianos podemos presumir ante todo Halkeginia, la Princesa Henrietta, vaya a pasar, para nuestra gran suerte, por aquí en su viaje de visita a Germania.

El salón se llenó de susurros y cuchicheos.

-Por lo tanto, no debemos permitir que algún estudiante flojee. Como son noticias repentinas, ya hemos comenzado los preparativos para recibirla como mejor podamos. Debido a esto, las clases de hoy serán canceladas. Todos los estudiantes, por favor, vístanse con formalmente y reúnanse en la entrada- dijo Colbert. Los estudiantes asintieron ansiosamente a la vez. Colbert asintió también y anunció fuertemente:-. Ésta es una oportunidad excelente para que Su Majestad, la Princesa, sepa que todos han madurado como nobles modelos. Todos prepárense de la mejor manera para que Su Majestad sea testigo de esto. ¡Se pueden retirar!

+++

Cuatro corceles con cascos doradas guiaban el carruaje silenciosamente hacia la Academia de Magia. El carruaje estaba exquisitamente adornado con esculturas de oro, plata y platino. Esas esculturas eran los Sellos Reales. Uno de ellos, un unicornio con un báculo de cristal cruzado, señalaba que el carruaje pertenecía a Su Majestad, la Princesa.

Si uno miraba con más detenimiento, podía ver que los sementales que conducían el carruaje no eran corceles comunes. Eran unicornios, como el del Sello Real. Unicornios que, según los mitos, sólo permitían a las doncellas más puras montarlos. Eran los indicados para guiar el carruaje de la Princesa.

Las ventanas del carruaje tenían bordes enredados y cortinas, como si prohibiesen las miradas desde fuera. Atrás del carruaje de la Princesa estaba el Duque Mazarini, quien había mantenido rígida la autoridad política desde la muerte de Su Majestad el Rey. Su esplendor de su carruaje no perdía ante el de Su Majestad la Reina. De hecho, el suyo estaba incluso más embellecido. La diferencia de estos dos carruajes en el camino mostraba claramente quién tenía actualmente mayor autoridad en Tristain.

Rodeando los dos carruajes estaba la Guardia Real, una sección de magos guardianes. Compuesta en su mayoría por prominentes familias de nobles, la Guardia Real Mágica era el orgullo de todos los nobles del país. Todos los nobles hombres soñaban con vestir la capa negra de la Guardia Real Mágica, y todas las mujeres nobles soñaban con ser sus esposas. La Guardia Real de Tristain era su símbolo de prosperidad.

El camino estaba lleno de flores, y los plebeyos ovacionaban a la Princesa desde la carretera.

-¡Larga vida a Tristain! ¡Larga vida a la Princesa Henrietta!- se oía cada vez que el carruaje pasaba junto a ellos.

-¡Larga vida al Duque Mazarini!- se escuchaba incluso a veces, pero eran ecos en comparación con los que gritaban a la Princesa. Se rumoreaba que él tenía sangre plebeya, por lo que no era muy bien considerado, pero algunos afirmaban que sólo lo decían por envidia a su puesto.

Los gritos se hicieron más fuerte cuando las cortinas del carruaje se abrieron y la multitud pudo ver a la Princesa. Y ella también devolvía una gran sonrisa a la gente.

+++

Henrietta cerró las cortina y dio un profundo suspiro, mientras la sonrisa de rosa que había dado a la multitud desaparecía. Todo lo que quedaba era una profunda nostalgia y una aflicción no acordes con su edad. La Princesa tenía diecisiete años. Con una figura esbelta, brillantes ojos azules, y una nariz recta, era una belleza que acaparaba todas las miradas. Sus finos dedos jugaban con el báculo de cristal. Poseyendo Sangre Real, ella era, por supuesto, una maga.

Ni los aplausos por el camino, ni las flores volando en el aire, podían animarla. Ella parecía mantener profundas angustias políticas y sentimentales.

Sentado junta a ella, Mazarini la miraba mientras jugaba con su barba. Llevaba un sombrero como los de los sacerdote y traje formal gris. Era un hombre delgado y delicado de cuarenta y tantos años. Su cabello y su barba ya crecían blancos, y sus dedos lucían esqueléticos, haciéndolo parecer mucho mayor de lo que era. Desde que Su Majestad el Rey había muerto, su rígida dirección en las relaciones exteriores y las políticas internas lo había envejecido considerablemente.

Había bajado de su carruaje y ahora estaba en el de la Princesa. Quería hablar de política, pero la Princesa sólo suspiraba y no le prestaba atención.

-Ésta es la treceava vez en este día, Su Majestad- hizo notar Mazarini, molesto y preocupado.

-¿Qué cosa?

-Los suspiros. Los de la realeza no deberían hacer esos frente a sus subordinados todo el tiempo.

-¿Qué? ¿Realeza?- Henrietta estaba consternada-. ¿No eres tú el Rey de Tristain? ¿No está Su Alteza al tanto de los rumores en las calles?

-No lo estoy- respondió Mazarini indiferentemente. Estaba mintiendo.

Él sabía todo lo que sucedía en Tristain, incluso en todo Halkeginia, hasta la cantidad de escamas de los dragones que vivían en los volcanes. Él sabía todo al respecto. Simplemente pretendía que no.

-Entonces permitame contarle. La Familia Real tendrá belleza, pero no su báculo. Cardinal, es usted el que porta el báculo. Huesos de pájaro vistiendo un sombrero gris…

Mazarini parpadeo. Parecía que las palabras ‘huesos de pájaro’ aguijoneaban provenientes de la Princesa. -Por favor, no hable de los rumores de los plebeyos tan abiertamente…-

-¿Por qué no? Son sólo rumores. Me casaré con el Rey de Germania, como usted me ha dicho.

-No podemos evitar eso. Una alianza con Germania es extremadamente importante para Tristain- dijo Mazarini.

-Eso lo sé.

-¿Su Majestad entiende la rebelión que se está llevando a cabo en el País Blanco de Albión bajo la dirección de esos idiotas? Esa gente parece no poder tolerar la existencia de la Realeza en Halkeginia- dijo Mazarini, frunciendo el ceño-. ¡Irrespetuosos! ¡Brutos Imbéciles! ¡Tratan de colgar al pobre Príncipe! Incluso si el mundo entero puede perdonar tales acciones, el Fundador Brimir no lo hará. Yo no los perdonaría. Verdaderamente…

»Sin embargo, la nobleza de Albión ha sobrepasado el poder. La Familia Real Albióniana no sobrevivirá hasta mañana. Una de las tres Realezas conferidas por el Fundador Brimir va a caer, así de simple. Eh… los países que no pueden solucionar sus propios conflictos internos no tienen derecho a existir.

-La Familia Real Albióniana no es como la Germaniana. Todos ellos son mis parientes. No tienes ningún derecho a hablar así, ni siendo Cardenal.

-Mis sinceras disculpas. Le pediré perdón al Fundador Brimir antes de irme a dormir esta noche. Pero todo lo que le he dicho, Su Majestad, es la verdad.

Henrietta sólo sacudió la cabeza tristemente. Incluso un gesto como ese resaltaba su belleza.

-Lo que se dice es que esos estúpidos nobles Albiónicos tienen la desfachatez de declarar cómo van a unificar todo Halkeginia. Ciertamente, parece que esa gente va a tener en la mira a Tristain después de eliminar su realeza. Si eso en verdad sucede, será muy tarde si no tomamos las previsiones desde ahora- explicó severamente Marchinelli a Henrietta, quien miraba fuera por la ventana, pretendiendo no prestar atención-. Leer sobre las acciones de los oponentes y contrarrestarlas en la primera oportunidad disponible es política de verdad, Su Majestad. Su podemos crear una alianza con Germania, podemos crear un convenio para neutralizar el nuevo gobierno Albiónico, y asegurar así la supervivencia de este pequeño país.

Henrietta volvió a suspirar. Marchinelli abrió la cortina y miró el exterior, encontrándose la sombra de su orgullo. Un noble joven de rostro como para quitar el aliento, con un sombrero de pluma y una larga barba, marchaba con la comitiva. Una medalla de un grifo sujetaba su capa negra, y una mirada a su montura señalaba por qué. Tenía la cabeza, las alas y las zarpas de águila; pero el cuerpo y las piernas eran de león.

Un grifo.

Este hombre era el líder de una de las tres divisiones de los Guardia Mágica, los Caballeros Grifo, el Capitán Lord Wardes. Su división era la más memorable de la Guardia Mágica entera, y especialmente para Mazarini. Ejerciendo una formidable destreza con la magia, la Guardia Mágica estaba organizada a través de pruebas extremamente selectivas entre los nobles, y cada miembro montaba una bestia mágica, de acuerdo al nombre de su división. Eran los símbolos de miedo y orgullo de los Tristainianos.

-¿Me llamó, Su Alteza?- los ojos de Wardes brillaron y se acercó a la ventana del carruaje sobre su grifo. La ventana se abrió, despacio. Mazarini sacó la cabeza.

-Joven Wardes, Su Majestad se siente deprimida. ¿Puedes conseguir algo para animarla?

-Entendido- asintió Wardes. Observó el camino con la mirada de un águila.

Rápidamente, encontró una pequeña sección de la calle, e hizo descansar a su grifo ahí. Sacando su báculo de la cintura, recitó un encantamiento, y lo movió enérgicamente. Un pequeño torbellino se levantó del suelo, recolectando los pétalos esparcidos por el suelo en las manos de Wardes. Regresó al carruaje con el "ramo" y se lo presentó a Mazarini.

-¿Podría, Capitán, entregárselo usted mismo a Su Majestad?- sugirió Mazarini, cogiéndose la barba.

-Sería un gran honor- saludó Wardes, y fue hacia el otro lado del carruaje. La ventana se abrió lentamente. Henrietta extendió su mano para recibirlo, y le enseñó su mano izquierda. Wardes la sostuvo emotivamente y la besó con suavidad.

Wardes la sostuvo emotivamente y la besó con suavidad.

-¿Cuál es su nombre?- preguntó Henrietta, aún un poco disgustada.

-Lord Wardes, líder de los Caballeros Grifo, Guardia Mágico de Su Majestad- respondió, inclinando la cabeza.

-Un modelo de nobleza. Muy amable de tu parte.

-Soy meramente un humilde siervo de Su Majestad.

-Últimamente hay pocos nobles que dirían eso. Cuando el Abuelo aún vivía, oh… bajo el gran reinado de Philippe III, esa maravillosa caballerosidad era propia de toda la nobleza.

-Son tiempos triste ahora, Su Majestad.

-¿Puedo contar con tu sinceridad cuando vuelva a esos tiempos tristes?

-No importa cuando suceda, no importa donde esté, en batallas o en los cielos, no importa lo que tenga que dejar atrás, correré para servir a Su Majestad.

Henrietta asintió. Wardes la saludó una vez más y dejó el lado del carruaje.

-¿Ese noble está capacitado?- preguntó la Princesa a Mazarini.

-Lord Wardes. Su nombre runico es ‘Relámpago’. Incluso hay poca gente en el País Blanco que pueda ser rival contra él.

-Wardes… Me parece haber oído de ese lugar antes.

-Creo que está cerca a las tierras de Lord Vallière.

-¿Vallière?- Henrietta comenzó a recordar y asintió. Ese nombre se encontraba en su destino, la Academia de Magia-. ¿Sabe usted el nombre del noble que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora, Cardenal?

-Me temo que no.

-¿Pero no va a nombrarlos Caballeros?- Henrietta estaba sorprendida.

-Creo que ya es tiempo de cambiar las reglas de los nombramientos. Uno necesita servir en la armada para merecerlo. ¿Cómo se puede entregar tan fácilmente el título de Caballero por arrestar un bandido? Por otro lado, parece que pronto pelearemos contra Albión al lado de Germania, y no sería una buena idea perder la lealtad de nuestros nobles por celos.

-Ha tomado muchas dediciones sin que yo lo sepa.

Mazarini no respondió. Empezando a murmurar, Henrietta recordó que el nombre Vallière estaba entre los nobles que capturaron a Fouquet. Todo irá bien, pensó, y se calmó.

-Su Majestad- dijo Mazarini mirando a la Princesa-, parece que hay un poco de… inestabilidad entre la Corte Real y parte de la nobleza-

Henrietta Se agito.

-Algo sobre intervenir en el casamiento de la Princesa y destruir nuestra alianza con Germania-

Sudor frío corrió por la frente de Henrietta.

-¿Ha estado exponiéndose a ellos, Su Majestad?

-No…- respondió molesta Henrietta, luego de un largo silencio.

-Tomaré la palabra de Su Majestad, entonces.

-Yo soy la Princesa. Yo no miento- Henrietta dio un suspiro de alivio.

-Es la catorceava vez, Su Majestad…

-Es sólo algo en mi mente. Todo lo que puedo hacer ahora es suspirar.

-Como miembro de la realeza, la estabilidad de su país está antes que sus sentimientos.

-Siempre esa así- respondió Henrietta apáticamente. Miró las flores que tenía en sus manos y agregó, abatida-. ¿No son las flores en el camino una bendición, Cardenal?

-Lo que sé es que la persona a la que se entrega la flor, es la bendición de la flor.

+++

Mientras la Princesa cruzaba las puertas de la Academia, varias filas de estudiantes alzaron sus báculos a la vez, silenciosos y serios. Después de las puertas principales se encontraban las puertas a la torre central. Osmond esperaba ahí a recibir a la Princesa. Cuando los carruajes pararon, los sirvientes se apresuraron a colocar una alfombra roja en la puerta. Los guardias anunciaron su llegada.

-¡La Princesa del Reino de Tristain, la Princesa Henrietta, ha llegado!

El primero en salir, sin embargo, fue el Duque Mazarini.

Los estudiantes gruñeron, pero Mazarini no les prestó atención, y se paró a lado del carruaje, cogiendo la mano de la Princesa mientras ella descendía. Finalmente los estudiantes aplaudieron. Una sonrisa jovial y florida apareció en el rostro de la Princesa cuando se volvió elegantemente.

-¿Esa es la Princesa de Tristain? Yo luzco mejor que ella.- murmuró Kirche-. Oh, querido mío, ¿quién crees que es más hermosa?

Se volvió hacia Saito, fuertemente encadenado y recostado sobre el suelo.

-¡Woof!

-¡No puedo entenderte si sólo dice ‘woof’! ¿Quién es?

Saito miró hacia Louise, quien miraba a su vez atentamente a la Princesa. Si pudiese siempre estar así de callada, sería pura, conmovedora y bastante bella. No importaba cuánto se molestara, cuán mal lo tratara, incluso si lo trataba como un perro, esa delicada visión de ella y esa apariencia impactante ponían a Saito en un trance.

Louise se ruborizo repentinamente. Saito la vio. ¿De qué se trataba? Se volvió hacia lo que sea que ella estaba viendo. Era un noble apuesto con sombrero, montado sobre una bestia mágica con cabeza de águila y cuerpo de león. Louise lo miraba cautivada.

Saito lo encontró extraño. Ese noble parece ser un buen tipo, pero no hay ninguna razón para mirarlo tan profundamente ni mucho menos sonrojarse. ¿O estaré celoso?, pensó. No, no puede ser. No tengo ese tipo de relación con Louise, se rebatió él mismo.

No importa, pensó Saito. Aún tengo a Kirche. Una morena con un escote bien dotado. Una belleza apasionada. Si resulta ser así, Kirche no estaría para nada mal, pensó emocionadamente. Pero Kirche también estaba sonrojándose viendo al noble. Saito bajó la cabeza, sintiendo de pronto todo el peso de las cadenas sobre él llevarlo al piso. Tabitha simplemente leía su libro, como si la llegada de la Princesa no tuviese importancia para ella.

-Y tú sigues así- le dijo a Tabitha.

Ella alzó la cabeza y miró lo que Louise y Kirche miraban, volvió a mirar a Saito y solamente murmuró:

-Sólo tres días.

+++

Esa noche…

Saito yacía en su cama de paja, mirando a Louise. Parecía que ella no podía calmarse. Se paraba un momento, y al siguiente se sentaba, preocupada por algo, mientras abrazaba su almohada, desde que vio al noble ese día. Después de eso, sin decir nada, regresó a su habitación como un fantasma y desde ahí había estado sentándose en su cama así.

-Estás… actuando extraño- dijo Saito, pero Louise no dio respuesta.

Se paró y se sacudió frente a sus ojos. Ella no reaccionó.

-Un poco muy extraña…- dijo, y jaló el cabello de Louise. Su cabello era muy delicado, muy suave; la clase de suavidad que si incluso se jala ligeramente se rompe.

Saito puso un poco de fuerza cuando jaló, pero ella todavía no reaccionaba. Lo mismo para cuando jaló sus mejillas.

-Hora de ponerse el pijama- dijo alegremente a Louise, alcanzando su blusa y desabotonándola despacio. Ahora ella sólo estaba en ropa interior. Pero todavía no se movía, como si estuviese hechizada.

Aburrido… ¿Qué pasa con ella? Cielos…, tosió Saito.

-Louise. De mi mundo proviene este arte llamado ‘masaje expande-senos’.

Saito lo hizo, por supuesto. Se sonrojó.

-Lo sobas así, y luego irán creciendo poco a poco. Se puede decir que es un tipo de magia- Saito extendió sus manos, como si fuese a abrazarla, y empezó a tocarle el trasero-. ¿Qué es esto? ¿Dónde están? ¿Por qué no están ahí? Oh… este es su trasero- y luego sacudió su cabeza a propósito-. ¡Cielos… me equivoqué! Ambas son planas, por eso.

Louise seguía sin moverse, ni siquiera ante este asqueroso acto de Saito.

-Yo… ¿qué estoy…? ¡Idiota! ¿Qué acabo de hacer?

Después de darse cuenta de eso, agitó su cabeza con fuerza y la golpeó con sus propias manos contra la cama. Se sintió deprimido. Sabía que como persona, ser gritado y regañado a veces era la gloria. Pero si sólo dolía si alguien decía algo, entonces era mejor no notarlo.

Justo cuando se estaba revolcando, alguien llamó a la puerta.

-¿Quién podrá ser?- le preguntó a Louise.

Los golpes eran ordenados. Empezaron con dos golpes largos y luego tres cortos. Louise despertó de su trance de pronto. Se puso sus ropas, se paró, y abrió la puerta.

Parada fuera había una chica, enteramente cubierta con un velo negro. Miró alrededor y luego entró, cerrando la puerta tras ella.

-¿Tú eres…?- Louise, impresionada, apenas podía hablar.

La chica hizo un gesto de ‘silencio’ con un dedo sobre su boca y sacó un báculo de su capa negra, moviéndolo suavemente mientras recitaba un hechizo corto. Un brillante polvo inundó la habitación.

-¿Un encantamiento silenciador?- preguntó Louise.

-Puede haber oídos y ojos extra alrededor- asintió la chica del velo.

Después de asegurarse de que la habitación no poseía ningún oído mágico ni ningún agujero para espiar, se quitó lentamente el velo.

Frente a ellos estaba la Princesa Henrietta.

Saito contuvo el aliento. Louise es muy bonita, pero la Princesa puede competir con ella en belleza, y encima con esa admirable elegancia.

Louise se dejó caer desesperadamente sobre sus rodillas. Saito no sabía qué hacer, y se quedó para, sin tener ninguna idea sobre lo que pasaba.

-Ha pasado mucho tiempo, Vallière- dijo gentilmente Henrietta.




La Petición de una Amiga de la Infancia[edit]

La Princesa Henrietta acababa de aparece en la habitación de Louise. Parecía llena de emociones contenidas, y abrazó a la chica que se arrodillaba.

-¡Oh, Louise! ¡Louise! ¡Mi querida Louise!

-Esto no está bien, Su Majestad, venir a un lugar humilde como este…- dijo Louise ceremoniosamente.

-¡Oh, Louise! ¡Louise Françoise! ¡Deja de actuar tan formal! ¡Tú y yo somos amigas! Somos amigas, ¿o no?

-No merezco ese tipo de palabras, Su Alteza- respondió Louise con una voz tensa y metálica.

Saito, estupefacto, sólo miraba aquel par de hermosas chicas abrazadas.

-¡Para eso, por favor! Nadie, ni el Cardenal, ni mi Madre, ni ninguno de esos avariciosos aristócratas de la corte que zumban alrededor con esas caras amistosas están aquí. Oh, ¿no tengo amigos que se abrirán a mí? Si incluso Louise Françoise, la vieja amiga que he extrañado tanto, actúa tan distante, moriré.

-Su Alteza…- Louise alzó la cabeza.

-Cuando éramos pequeñas niñas, ¿no íbamos juntas y cazábamos mariposas en el patio del palacio y quedábamos todas enlodadas?

Louise respondió con timidez. -Sí, y La Porte, el chambelán, nos regañaba por tener las ropas tan sucias.-

-Sí, tienes razón, Louise. Discutíamos sobre esos grandiosos pastelillos de crema y terminábamos teniendo una verdadera pelea. Siempre que peleábamos era yo quien perdía. Tú me jalabas el cabello y yo comenzaba a llorar.

-No siempre, la Princesa ganó por lo menos en una ocasión- dijo Louise, luciendo sentimental.

-¡Te acordaste! Viéndonos a las dos, cualquiera llamaría esa batalla El Asedio de Amiens.

-Eso fue cuando peleábamos por un vestido en el dormitorio de la Princesa.

-Sí, en medio de nuestra Corte Real ficticia, terminábamos peleándonos porque las dos queríamos ser la Princesa. Pero al final fue mi golpe en tu estómago, Louise Françoise, lo que lo decidió.

-Me desmayé en presencia de la Princesa.

Después de eso, ambas intercambiaron miradas y rompieron en risas. Saito, asombrado, siguió viéndolas de la misma forma. La Princesa habría parecido toda una dama, pero en realidad era poco femenina.

-Es más que eso, Louise. Ay, me estoy poniendo tan nostálgica, las lágrimas se me salen.

-¿Cómo es que ustedes dos se conocen?- preguntó Saito, mientras Louise cerraba sus ojos, recordando, antes de responder.

-Yo tuve el placer de servir a Su Alteza como compañera de juegos cuando éramos niñas- Louise se volvió hacia Henrietta-. Pero, estoy profundamente conmovida. Que la Princesa recuerde esas cosas… pensé que ya se había olvidado de mí.

La Princesa dio un gran suspiro antes de sentarse en la cama.

-¿Cómo podría olvidar todo? En esos tiempos, cada día era divertido. No había nada de que preocuparse- había una profunda tristeza en su voz.

-¿Princesa?- dijo Louise, preocupada, mientras miraba el rostro de Henrietta.

-Cómo te envidio. La libertad es una cosa tan maravillosa, Louise Françoise.

-¿Qué está diciendo? Usted es la Princesa Real, ¿o no?

-Una princesa nacida en su reino es como un pájaro capturado en una jaula. Vas de aquí para allá por cada capricho de tu amo…- dijo Henrietta, pareciendo solitaria, mirando fijamente a la luna fuera de la ventana. Luego cogió las manos de Louise y le dio una sonrisa dulce antes de decir:-. Me… me voy a casar.

-Tiene mis felicitaciones- dijo Louise, que de alguna manera había sentido la tristeza de su tono, en una voz apagada

Fue en ese momento que Henrietta se dio cuenta de que Saito estaba ahí, sentado en su cama de paja.

-Oh, perdónenme. ¿Interrumpí algo?

-¿Interrumpir? ¿Cómo podría ser posible?

-Bueno, ¿no es tu amante? ¡Oh, no! Parece que estaba tan concentrada en recordar que no me di cuenta de mi error.

-¿Qué? ¿Amante? ¿Esa criatura?

-Deja de llamarme así- dijo Saito con voz decepcionada.

-¡Princesa, eso sólo es mi familiar! No bromee con que es mi amante.

Louise sacudió su cabeza salvajemente, negando las palabras de Henrietta.

-¿Familiar?

Henrietta miró a Saito con una expresión extraña.

-Pero parece humano…

-Soy un humano, princesa.

Saito dio un tenso saludo a Henrietta.

Estaba muy dolido por cuán concluyente había sido Louise negando que eran amantes. Y aunque esa era realmente la situación, dolía igual. Hizo un análisis, mientras Louise miraba a los jóvenes nobles durante el día. De todas formas… soy un familiar. Un chico de la Tierra. No un noble. Quiero regresar a casa. Quiero comer una hamburguesa teriyaki . Sí, y tal vez pueda pedirle a alguien que venga conmigo.

Pensamientos dolorosos como éste se arremolinaban juntos en una cadena. Con un gran peso sobre él, Saito puso sus manos en la pared. Tan rápido como se había puesto eufórico, sus emociones menguaron. ¡Qué personalidad tan frenética!

-Cierto, cierto. Oh, Louise Françoise, debiste de haber cambiado desde aquellos días, pero sigues estando igualita.

-No lo hice mi familiar porque quise- dijo Louise, decepcionada. Henrietta dio otro suspiro-. ¿Qué sucede, Princesa?

-No, no es nada. Perdóname, estoy tan avergonzada de mí misma. No es algo que debería decirte… es sólo que estoy tan…

-Por favor, cuénteme. ¿Qué problemas son esos que causan a la Princesa, tan alegre como es, suspirar de esa forma?

-No… No puedo decirte. Por favor, olvida que dije algo, Louise.

-¡No lo haré! ¿No solíamos hablar de todo? La Princesa era la única que me llamaba una amiga. ¿No compartirá sus preocupaciones con su amiga? Henrietta le dio una sonrisa alegre después de que habló.

-Me has llamado amiga, Louise Françoise. Eso me hace tan feliz-

Henrietta asintió con la cabeza, con decisión, y empezó a hablar.

-No debes hablar con nadie sobre esto que te voy a contar-

Le dio una rápida mirada a Saito.

-¿Debo quedarme fuera?

-Henrietta sacudió la cabeza.

-Un mago y su familiar son uno. No veo ninguna razón para que te vayas-

Con un tono triste, la Princesa continuó.

-Me voy a casar con el Emperador de Germania…

-¿Germania dice?

Dabló Louise estupefacta. No le gustaba Germania.

-¿Ese país de arribistas barbáricos?

-Sí. Pero no se puede evitar. Debo hacerlo para solidificar nuestra alianza.

Henrietta explicó las políticas de Halkeginia a Louise.

Había una rebelión entre los nobles de Albión, y parecía que la Familia Real iba a ser derrocada pronto. Si los rebeldes ganaban, lo siguiente sería la invasión a Tristain. Para defenderse de esto, Tristain buscaba una forma de alianza con Germania. Por el bien de la alianza, se decidió que la Princesa Henrietta se casaría con la Familia Imperial Germaniana…

-Entonces, es por eso que…- dijo Louise en una voz deprimida. Estaba claro, por el tono de voz de Henrietta, que no quería esa boda.

-Todo está bien. Louise, hace tiempo abandoné la idea de desposar al que amo.

-Princesa…

-Esos nobles Albiónicos de dos caras no quieren que Tristain y Germania se vuelvan aliados. Dos flechas son más fáciles de romper cuando no están atadas juntas- murmuró Henrietta-. Es por eso que he estado buscando desesperadamente una manera de interferir con el casamiento.

-Y ha encontrado algo…

Saito no sabía nada de la alianza o de Albión, pero en cualquier caso, parecía que era algo serio. Sí, tan grande como Yagoto, pensó Saito asintiendo.

-Entonces, ¿se trata sobre lo que podría impedir la boda de la Princesa?- preguntó Louise, su cara pálida. Henrietta asintió con pesar-. ¡Oh, Fundador Brimir… por favor, salva a esta infortunada princesa!

Henrietta se cubrió el rostro con sus manos y se hundió en la cama. Saito estaba un poco impresionado por el gesto tan dramático. Nunca había visto algo tan grandilocuente en su vida.

-¡Dígame, por favor, Princesa! ¿Qué es eso que podría interferir en el casamiento de la Princesa?- recitó Louise con una mirada agitada, como si también estuviese afectada.

Con ambas manos aún sobre su rostro, Henrietta parecía estar sufriendo, y dijo murmurando:

-Una carta que escribí hace tiempo.

-¿Una carta?

-Sí. Si uno de esos nobles Albiónianos se hace con ella… probablemente la enviarían a la Familia Imperial Germania lo más pronto posible.

-¿Qué clase de carta es?

-Eso no telo puedo decir. Pero si la Familia Imperial Germaniana la leyera… nunca me perdonarían. El casamiento se suspendería, y con él la alianza con Tristain. Y Tristain estará sola contra la poderosa Albión.

Louise dio una exclamación y cogió las manos de Henrietta.

-¿Dónde está esa carta? La carta que traería la crisis a Tristain.

Henrietta negó con la cabeza.

-No está con nosotros. La verdad es que ya está en Albión.

-¡Albión! Pero entonces… ¿ya está en manos del enemigo?

-No… El que posee la carta no está con los rebeldes de Albión. Como el conflicto entre los rebeldes y sus familiares está desarrollándose, el Príncipe Wales de la Familia Real…

-¿El Príncipe Wales? ¿El Príncipe Valiente?

Henrietta se echó hacia atrás y se recostó en la cama.

-¡Oh, es un desastre! ¡Tarde o temprano, el Príncipe Wales será capturado por los rebeldes! ¡Y cuando eso pase, la carta saldrá a la luz! ¡Todo se arruinará! ¡Todo! ¡Sin una alianza, Tristain tendrá que enfrentar sola a Albión! Louise contuvo el aliento.

-Entonces, el pedido que la Princesa me está haciendo…

-¡Imposible! ¡Es imposible, Louise! ¿Cómo puedo ser tan terrible? ¡Es todo tan confuso! Cuando pienso en ello, no puedo pedirte que hagas una cosa tan peligrosa como ir a Albión, cuando se está desarrollando este conflicto entre los nobles y la realeza.

-¿Qué está diciendo? Sea a las calderas del infierno, o a las fauces de un dragón, si es por el bien de la Princesa, iría a donde sea. ¡No hay forma de que la tercera hija de la Casa de la Vallière, Louise Françoise, deje pasar por alto tremenda crisis por la Princesa o Tristain!-

Louise se arrodilló y bajó su cabeza reverentemente.

-Por favor, déjeme este asunto a mí, la que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora.

Saito, que había estado apoyado sobre su brazo contra la pared, se volvió hacia Louise y dijo:

-¡Hey! ¿No fui yo quien lo hizo?

-Tú eres mi familiar.

-Woof.

-El logro de un Familiar, es el logro de su amo- dijo Louise con profunda confianza.

-¿Y el error de un Familiar?

-Ese sería su error, ¿no?

A pesar de que se sentía de alguna manera engañado, era inútil objetar cuando Louise se ponía en esa actitud amenazadora tan usual, por lo que Saito asintió creyendo a medias.

-¿Me ayudarás, entonces? ¡Louise Françoise! ¡Eres una gran amiga!

-¡Por supuesto, Princesa!

Louise cogió las manos de la Princesa, y mientras la primera hablaba acaloradamente, la otra se rendía y lloraba.

-¡Princesa! ¡Yo, Louise, eterna amiga de la Princesa, seré su confidente! ¿Se ha olvidado mi voto de lealtad eterna?

Saito abrió su boca, asombrado, y miró medio preocupado a ambas. Era como una conversación entre dos personas que se estaban emborrachando con sus propias palabras. Ah, entonces así es como es para los nobles y las princesas, ¡qué problematico!, estaba extrañamente convencido Saito mientras miraba.

-Louise, siento molestarte mientras reafirmas tu amistad y todo eso…

-¿Qué?

-Ir a Albión en medio de una guerra está bien, ¿De que utilidad voy a ser?

-Te compré una espada. Puedes usar eso, por lo menos.

-Sí. Lo intentaré…

Saito bajó su cabeza tristemente. Se puso a pensar, ellos aún no habían hablado sobre las runas del Familiar Legendario Gandalfr que había aparecido en el dorso de su mano izquierda. Pero incluso si lo digo, será inútil, pensó Saito. Legendario o no, ella me sigue tratando como un perro.

-Entonces… ¿debemos ir a Albión, encontrar al Príncipe de la Corona Wales, y traer la carta? ¿Princesa?

-Sí, es correcto. Confío en que ustedes, los que capturaron a Fouquet la Tierra Desmoronadora, serán capaces de cumplir ésta misión tan difícil.

-Como desee. ¿Qué tan urgente es ésta misión?

-He oído que los nobles de Albión se las han arreglado para llevar a la realeza a un rincón del país. Será sólo cuestión de tiempo para que sean vencidos. La cara de Louise estuvo sería mientras hacía una reverencia a Henrietta.

-Entonces, mañana partiremos.

Seguido, Henrietta volvió su mirada hacia Saito. El corazón de Saito dejó de latir. A pesar de que Louise era sumamente adorable y bien cuidada, la Princesa Henrietta era tan hermosa que casi lo hace dar una exclamación. Su cabello violáceo, recortado justo por encima de sus cejas, bailaba grácilmente. Sus ojos azules resplandecían brillantemente como los mares del sur. Piel clara, sobre la cual flotaba una sensación de pureza; una nariz como una finamente trabajada escultura…

Saito miraba a la Princesa como si estuviese en trance. Louise vio esto con una mirada fría. No parecía estar de buen humor.

¿Por qué me miras así, Louise? ¿Oh, es porque estoy mirando a la Princesa con admiración? ¿Es posible que te estés poniendo celosa? ¿Pero acaso no te sonrojaste cuando viste a ese noble del sombrero de pluma? ¿No estabas completamente ida después de eso? Es gracioso que te pongas celosa, Louise. Saito sacudió la cabeza.

¿Acaso no solo soy tu Familiar y no tu amante? ¿No seré nada más que un perro para ti? Soy sólo tu perro, ¿por qué me miras así, entonces, Louise? Ah, ¿es porque soy un perro? ¿Es porque alguien como yo, que sólo está al nivel de un perro, la está mirando? Mis disculpas. Por favor, perdóname por haber nacido. ¡Woof!

La cabeza dio vueltas por dos segundos. Louise apartó su mirada de Saito con un "Hmph". Saito hizo lo mismo.

Henrietta no se dio cuenta del súbito cambio entre Saito y Louise, y empezó a hablar con un voz alegre.

-Respetable joven Familiar.

-¿Sí? ¿Te refieres a mí?

Luego de que Henrietta lo llamara ‘respetable’, el desplomado Saito se puso feliz.

-Nahw, eso es mucho. Sólo trátame como un perro.

-Por favor, sigue cuidando de mi más querida amiga.

Y luego le tendió la mano gentilmente. ¿Un apretón de manos?, pensó. Pero la mano de la chica estaba vuelta hacia arriba. ¿Qué clase de gesto es éste?

-Eso no esta bien, Princesa. ¡Ofrecerle su mano a un familiar!

-Está todo bien. Ésta persona estará actuando por mí y, sin una recompensa, no tendré su lealtad.

-Ah…- murmuró Saito.

-¿Ofreciéndole su mano? ¿De la manera que alguien lo hace a un perro? ¿Es así como trata a sus perros?

Saito se detuvo y agachó la cabeza.

-No es así. Oh, es por eso que eres un perro. Un perro plebeyo que no sabe nada. Cuando la Princesa te ofrece la mano, significa que puedes y debes besarla. Eso es decirlo claramente.

-Eso es...Qué agresivo...

Saito abrió la boca, sorprendido. Nunca hubiera pensado que se le permitiría besar a una Princesa de otro mundo.

Henrietta sonrió a Saito dulcemente. Su sonrisa le parecería simple formalidad a otras personas, pero Saito pensaba 『Me encantaría』. Gustarle a una Princesa como ella no es para nada malo, pensó.

Saito sonrió burlona y deliberadamente a Louise. Louise murmuró algo, sin aliento, y apartó la mirada.

Ah, ¿qué?, ¿te estás poniendo celosa? Sólo mírate. Esto es lo que obtienes por estar encantada y sonrojada con ese noble del sombrero emplumado, pensó Saito.

Cogió la mano de Henrietta y la atrajo hacia él firmemente.

-¿Eh?- dijo Henrietta distraídamente, abriendo la boca sorprendida. Pero antes de que pudiera decir algo, Saito colocó sus labios sobre los de ella.

-Hmmp…

¡Qué tiernos y dulces labios eran!

Los ojos de Henrietta se abrieron en círculos enormes que luego se volvieron blancos. La fuerza dejó el cuerpo de Henrietta y, deslizándose entre los brazos de Saito, cayó sobre la cama.

-¿Se desmayó? ¿P-p-por qué?

-¿Qué le has hecho a Su Alteza? ¡Tú, p-p-perro!

-¿Woof?

Cuando Saito volteó, la suela del zapato de Louise estaba volando hacia él. Saito recibió la patada del salto de Louise en pleno rostro y se tumbó sobre el piso.

-¿Por qué hiciste eso?

Louise volvió a patearle en la cara.

-¡Era su mano sobre lo que te dio permiso! ¡Su mano! ¡Un beso en la mano! ¿Por que le diste un beso arrojado en los labios?- dijo Louise, tan molesta que parecía iba a echar fuego.

-¡Cómo iba a saberlo! ¡No sé nada de sus reglas!- dijo Saito de pleno, extendiendo los brazos mientras su cara era pisoteada, cosa a la cual ya se estaba acostumbrando.

-¡T-t-t-tú! ¡T-t-t-tú, tú, perro…!- la voz de Louise comenzó a temblar de furia. Henrietta se levantó de la cama sacudiendo la cabeza. Louise se apresuró a arrodillarse junto a ella. Luego cogió a Saito por la cabeza y la hundió en la cama.

-¡E-Estoy apenada! ¡La mala conducta de mi familiar es mi propia mala conducta! ¡También dilo tú! ¡Disculpate!

La siempre orgullosa Louise se estaba disculpando con alguien. Y, para colmo, estaba temblando. Si no hago lo que me dice, probablemente me mande al infierno luego.

-Lo siento. Sólo lo hice porque usted me dijo que podía besarla.

-¿Y dónde encuentras a alguien que va directamente a los labios cuando oye eso?

-Justo aquí…

Louise le pegó a Saito con el puño.

-¡Qué olvidadiza! ¿Quién te dio permiso para usar el idioma de las personas? Sólo ladra. Perro. Vamos, ladra, te lo ordeno. ¡Todos miren al perrito! Estúpido perro.

Luego estampó la cabeza de Saito contra el piso.

-E.está bien. La lealtad tiene que ser recompensada, después de todo-

Henrietta inclino su cabeza y haciendo un gran esfuerzo por parecer calmada.

Súbitamente, la puerta se abrió de golpe y alguien entró volando.

-¡Tu! ¡La Princesa! ¿Qué cree que estas haciendo?

Era el muchacho con el que Saito había tenido un duelo anteriormente, Guiche de Gramont, con su siempre presente rosa en su mano.

-¿Qué quieres?

Dijo Saito desde donde yacía en el suelo mientras Louise continuaba pisando su cara.

-¡Guiche! ¡Tú! ¿Estabas espiándonos? ¿Oíste nuestra conversación?

Guiche, sin embargo, no contestó ninguna de las preguntas: estaba completamente aturdido.

-Siguiendo la búsqueda de la bella como rosa y adorada Princesa me trajo a este lugar… para luego ver ocurrir el robo, por decirlo así, a través del ojo de la cerradura… ese plebeyo idiota robándole un beso…

Guiche agitó su rosa de imitación y gritó.

-¡Pelea conmigo, sinvergüenza!

Saito se incorporó de un salto y asestó un golpe con el puño en la cara de Guiche.

-¡Argh!

-¡Pelea pues, estúpido! ¡Aún recuerdo cómo me rompiste el brazo! ¡Vamos!

Saito le dio una fuerte patada a Guiche, quien había caído al piso. Luego se sentó sobre él y empezó a retorcerle el cuello.

-¡E-eso no es justo! ¡Tú…! ¡Gah!

-¿ Y ahora qué? Ese tipo escuchó la historia de la Princesa. ¿Deberíamos colgarlo?

Si el oponente era un chico, Saito podía tomárselo muy en serio.

-Eso sería lo mejor… has sido en verdad muy malo que haya oído nuestra conversación…

Guiche cogió a Saito fuera de guardia y se levantó.

-¡Su Alteza! ¡Por favor desígneme a mí, Guiche de Gramont, para cumplir esta difícil misión a toda costa!

-¿Tú?

-Tú te vas a dormir- Saito barrió las piernas de Guiche y este cayó sordamente.

-¡Déjame unírmeles!- aulló Guiche mientras colapsaba.

-¿Por qué?

El rostro de Guiche se puso rojo.

-Quiero serle útil a Su Alteza.

Saito percibía algo por la apariencia de Guiche.

-¿Estás, estás enamorado? ¿De la Princesa?-

-No digas cosas tan descorteces. Estoy absolutamente dispuesto a serle útil a Su Alteza.

Sin embargo, el rostro de Guiche se encendía mientras decía esto. Por la mirada apasionada que le estaba dando a Henrietta, ciertamente estaba bajo su encanto.

-Pero tú tienes una novia. ¿Cómo se llamaba? Uh, Monmon-algo…

-Es Montmorency.

-¿Entonces qué pasa?

Guiche permaneció en silencio. Oh, ya veo, pensó Saito.

-¿Te cortó? Te cortó completamente, ¿no?

-¡C-Cállate! ¡Es todo es tu culpa!

Era sobre el perfume en el salón donde comían. Cuando fue descubierto engañando a dos, Guiche terminó chorreando vino por la cabeza, cortesía de Montmorency.

-¿Gramont? ¿Eres algo del General Gramont?- Henrietta tornó sus ojos hacia el rostro ausente de Guiche.

-Soy su hijo, Su Alteza.

Guiche se levantó y dio una pronunciada reverencia.

-¿También dices que es tu deseo ayudarme?

-Sería una inesperada bendición para mí si me vuelvo parte de esta misión.

Henrietta sonrió a Guiche con una expresión entusiasta.

-Gracias. Tu padre es un gran y valiente noble. Parece que has heredado bien su sangre. Entonces, por favor, ¿ayudará a esta desafortunada Princesa, joven Guiche?

-¡Su Alteza a pronunciado mi nombre! ¡Su Alteza! ¡La flor más amada de Tristain ha dirigido su sonrisa de rosa hacia mí!- exclamó Guiche, sintiendo tal emoción que cayó hacia atrás, desmayado.

-¿Está bien?

Saito golpeó con los dedos a Guiche. Louise no prestaba atención al disturbio y habló muy seria:

-Bien, entonces, partiremos mañana hacia Albión.

-Hemos oído que el Príncipe Wales ha levantado un campamento en algún lugar alrededor de New Castle, en Albión.

-Entendido. He viajado por Albión con mis hermanas antes, así que estoy familiarizada con la geografía.

-Será un viaje peligroso. Si los nobles de Albión los descubren en la misión, harán todo lo que esté a su alcance para quitarlos del camino.

Henrietta se sentó en el escritorio y, usando una pluma y algo de pergamino, escribió una carta. Henrietta leyó silenciosamente lo que había escrito antes de sacudir la cabeza tristemente.

-¿Princesa? ¿Qué sucede?- preguntó Louise, pensando que algo pasaba.

-N-No es nada…- dijo Henrietta, sonrojándose. Dio un asentimiento con la cabeza, como si hubiera decidido algo, y agregó una nueva línea al final. Luego, murmuró en una voz suave-. Fundador Brimir, por favor perdona a esta princesa egoísta. A pesar de que mi país esté en desgracia, no puedo evitar escribir esta sola línea… No puedo mentir sobre mis propios sentimientos…

La expresión de Henrietta la hacía parecer como si acabara de escribir una carta de amor y no un mensaje secreto. Louise no pudo decir nada más y simplemente miró a Henrietta en silencio. La Princesa enrolló la carta que había escrito. Sacudió su báculo.

De la nada, apareció una marca de cera en la carta enrollada, y un sello se presionó contra ella. Luego, Henrietta le tendió la carta a Louise.

-Cuando te encuentres con el Príncipe de la Corona Wales, por favor entrégale esta carta. Él debe devolver la carta en cuestión inmediatamente.

Después de eso, Henrietta se quitó un anillo del dedo anular de su mano derecha y se lo dio a Louise.

"Henrietta se quitó un anillo del dedo anular de su mano derecha y se lo dio a Louise."

-Éste es un Rubí de Agua. Mi madre me lo dio. Se supone que debe funcionar como un amuleto de buena suerte, por lo menos. Si tienen algún inconveniente con el dinero, les suplico que lo vendan para obtener algunos fondos para el viaje. Louise inclinó la cabeza en silencio.

-Esta misión es por el futuro de Tristain. Por eso, el anillo de mi madre los protegerá de los violentos vientos que soplan en Albión.




La Ciudad-Puerto de La Rochelle[edit]

Aunque recién estaba amaneciendo, Saito, Guiche y Louise ya habían comenzado a preparar las sillas para sus caballos. Atada a la espalda de Saito estaba Derflinger. Debido a su longitud, no podía ser sujetada en la cintura.

Louise estaba vestida con su uniforme diario, la única diferencia era que ahora llevaba botas para montar en vez de zapatos. Juzgando por eso, parecía que iban a demorar mucho tiempo montando los caballos.

-¿Qué tan lejos estamos de Albión desde aquí? Aún no me acostumbro a montar a caballo… Lo más probable es que me duela la cintura por montar…- dijo Louise para sí misma.

Antes de partir, Guiche habló un poco incómodo:

-Tengo una petición…

-¿Qué es lo que quieres?- respondió Saito con hostilidad mientras ponía sus pertenencias sobre la silla. Aún no podía perdonar a Guiche por herirlo tanto durante la pelea que tuvieron tiempo atrás.

-Deseo llevar conmigo a mi Familiar.

-¿Tienes un Familiar, en primer lugar?

-Por supuesto que sí. Todos los magos tienen uno.

Louise y Saito intercambiaron miradas, y luego volvieron a mirar a Guiche.

-¿Dónde está tu Familiar?

-Aquí- respondió Guiche, señalando el suelo.

-Pero no hay nada ahí- dijo Louise.

Guiche respondió golpeando el suelo con su pie. Una gran criatura marrón emergió del suelo.

-¡Verdandi! ¡Oh, mi lindo Verdandi!

-¿Qué demonios es esa criatura?- preguntó Saito, anonadado.

-¿A qué te refieres con criatura? Éste es mi pequeño y lindo Familiar, Verdandi.

-¿Dices que tu Familiar es esa cosa grande de ahí?

Después de vista más de cerca, la criatura marrón era de hecho un topo con el tamaño aproximado de un oso pequeño.

-Sí. Ah, mi Verdandi se ve tan lindo desde cualquier ángulo que lo mire. ¿Ya has comido tus lombrices antes de venir aquí?

El topo gigante gruñó feliz en respuesta.

-¿En serio? ¡Es maravilloso!- dijo Guiche, poniéndose cachete con cachete con su Familiar.

-De hecho… no creo que puedas llevar esa cosa con nosotros…- dijo Saito disgustado.

-Cierto, Guiche. Esa criatura se mueve bajo tierra, ¿cierto?

-Así es. A pesar de que es ligeramente más grande que lo usual, Verdandi sigue siendo un topo, ¿está bien?

-¿Cómo vamos a llevarlo con nosotros? Estamos montando caballos- dijo Louise de una manera perturbada.

-Es cierto. Verdandi se mueve muy rápido bajo tierra. ¿Me equivoco, Verdandi?

El gigantesco topo asintió, de acuerdo.

-¡Pero vamos a Albión! ¡No podemos llevar cosas que se muevan bajo tierra!- explicó Louise.

Guiche, luego de oír esto, se arrodilló en el suelo y respondió:

-No puedo soportar estar lejos de mi querido Verdandi. Ay, qué dolor.

Al mismo tiempo, el topo gigante pareció captar algún olor en su nariz y se aproximó más y más cerca de Louise.

-¿Qué está haciendo éste estúpido Topo?

-De tal varita, tal astilla- dijo Saito-. Ambos comparten los mismos intereses: chicas.

-¡Para! ¡Para esta cosa ya!

El topo gigante hizo tambalear a Louise y comenzó a olfatearla.

-¡Hey! ¡Mira dónde estás olfateando! ¡Páralo!

Louise, constantemente curioseada por la nariz del topo, empezó a rodar por el suelo. Todo ese rodamiento desordenó su ropa, exponiendo su ropa interior. Louise comenzaba a ponerse muy molesta.

Saito inconcientemente comenzó a estar absorto en ver a Verdandi y Louise, como si estuviese contemplando una pintura bellísima.

-Oh, cuán hermosa es la escena de un topo gigante provocando a una damisela.

-Totalmente de acuerdo.

Ambos, Saito y Guiche, asintieron a la vez.

-¡Dejen de balbucear tonterías, zoquetes! ¡Venga y ayúdenme, rápido! ¡Ah!

El topo gigante vio el anillo en la mano derecha de Louise y comenzó a tocarlo con su nariz.

-¡Tú, topo insolente! ¡No uses tu nariz para oler el anillo que Su Alteza me ha conferido!

-Ahora lo entiendo. Es el anillo. Verdandi ama las joyas.

-Qué cosa más irritante.

-Por favor, no llames a Verdandi una cosa irritante. Es por mí que Verdandi busca piedras preciosas y joyas. Para un mago de Tierra, no hay nada más útil que eso.

Justo cuando Louise estaba por explotar, una repentina ráfaga de viento llegó de algún lugar y sacó volando a Verdandi.

-¿Quién es él?- gritó Guiche agitado.

Un noble corpulento con un sombrero de pluma apareció de la débil luz del día tras él. Saito lo miró sorprendido.

-Él... Él es…

-¿Qué le has hecho a mi Verdandi?

Guiche sacó a toda prisa su varita con forma de rosa, pero el noble del sombrero emplumado fue más rápido. Antes de que Guiche pudiera decir algún hechizo, su varita ya estaba fuera de su mano.

-No soy tu enemigo. Estoy bajo las órdenes de Su Alteza para acompañarlos en su viaje. La Princesa está preocupada por que sean ustedes tan pocos al ir a Albión, pero enviar una tropa entera de soldados con ustedes sería demasiado sospechoso. Por tal motivo, fui elegido para acompañarlos en su viaje- dijo el noble, mientras se quitaba el sombrero de plumas y se inclinaba-. Soy el Vizconde Wardes, capitán de los Caballeros Grifo.

El quejicoso Guiche calló rápidamente. Para la mayoría de nobles, incluido Guiche, tener la oportunidad de unirse a los Caballeros Grifo significaba un gran honor.

-Siento lo que hice con tu Familiar- dijo Wardes disculpándose y mirando a Guiche-. No podía quedarme parado viendo cómo mi prometida era hostigada.

-¿Qué?- Saito se quedó de piedra-. ¿Prometida?

¿Éste noble de aspecto majestuoso es el prometido de Louise?

-Vizconde…- habló Louise con voz temblorosa, después de pararse.

-Ha paso mucho tiempo, mi Louise, mi querida Louise.

¿Mi Louise? ¿Qué clase de broma es ésta?, pensó Saito.

Wardes se acercó a Louise con una sonrisa radiante en su rostro y la cargó.

-En verdad ha pasado mucho tiempo- dijo Louise, con su cara roja de la vergüenza.

-Aún ligera como siempre. Exactamente como una pluma.

-Vizconde… por favor, no haga esto… Hay gente aquí…

Wardes colocó a Louise de nuevo en el piso y se puso de nuevo el sombrero.

-¿Te importaría presentarme a tus compañeros?

-Eh… Él es Guiche de Gramont y mi Familiar, Saito- dijo Louise, señalándolos mientras los presentaba a Wardes.

Guiche no se atrevía a mirar directamente a Wardes, y bajó la cabeza. Saito siguió su ejemplo un poco de mala gana.

-¿Eres tú el Familiar de Louise?- dijo Wardes con una mirada de sorpresa-. Es la primera vez que veo a un Familiar humano. Gracias por cuidar tan bien de mi prometida.

-De nada…

Saito tomó la oportunidad para evaluar a Wardes. Wardes era sin duda apuesto. Incluso Guiche podría ser considerado un bishōnen, pero siempre paraba haciendo el ridículo y tomando decisiones irracionales. Hasta sobaba su mejilla con un topo gigante.

Pero Wardes no sólo tenía la apariencia. Sus ojos eran como los de un águila: intensos y penetrantes. El bigote que tenía realzaba más su elegancia.

Además, tenía un musculoso y bien constituido cuerpo. Saito había pensado en un principio que todos los magos tenían el cuerpo como Guiche, pero él había probado lo contrario. Incluso en un combate cuerpo a cuerpo con Wardes sin usar magia, Saito hubiera sido vencido en segundos.

Pensando en todo eso, Saito dio un profundo y largo suspiro. Wardes, viendo esto, se acercó a él y le dio un golpecito en sus hombros.

-¿Qué pasa? ¿Tienes dudas sobre este viaje? ¡No hay nada que temer! ¿No eres tú el que capturó a Fouquet la Tierra Desmoronadora? Sólo con tu coraje, nada es imposible- dijo Wardes, y le dedicó una gran sonrisa.

Saito sintió un ligero remordimiento. ¿Es en verdad tan buena persona? No me puedo comparar a él en ningún aspecto. Es cierto. Creo que Louise no tardará en casarse con él pronto… Sólo de pensarlo me hace sentir solo y desamparado… Louise, incapaz de calmarse debido a la presencia de Wardes, estaba inquieta por la ansiedad. Saito tuvo que voltearla cabeza; no quería ver a Louise ponerse de esa manera.

Wardes dio un silbido, y un grifo apareció desde las nubes matinales. Era una criatura mítica con cabeza de águila y cuerpo de león, y en su lomo había alas formadas por hermosas plumas blancas. Trepó en el lomo del grifo con gracia, y le extendió una mano a Louise.

-Sube, mi Louise.

Louise bajó la cabeza, por titubeo y timidez, como una chica que está enamorada. Esto puso a Saito más celoso.

¿Qué cree que está haciendo? ¿“Sube, mi Louise”? ¿Tu Louise? ¿Tu Louise? ¡Qué loco detestable! Saito, siendo hombre, tuvo que mantener esos pensamientos sólo para él, y al final, montó su caballo en silencio.

Louise, que todavía dudaba, fue súbitamente alzada por Wardes. Con una mano en las riendas y otra cogiendo la varita, gritó:

-Bien, ¡todos, en marcha!

El grifo avanzó. Siguiéndolo iban Guiche, mirando con admiración a Wardes, y Saito, sintiéndose deprimido y desalentado.

-¿Cuán lejos está Albión?- dijo Saito para sí mismo, viendo el cielo límpido.


+++


Desde la ventana de la oficina del director, Henrietta veía partir a Saito y compañía hacia Albión. Cerrando los ojos, comenzó a rezar:

-Fundador Brimir, por favor, concédeles protección durante todo su viaje…

Junto a ella estaba el Director Osmond, quitándose el vello nasal.

-¿No va a verlos partir, Director Osmond?

-No; como puede ver, estoy ocupado sacándome el vello nasal, Su Alteza.

Henrietta sacudió la cabeza en signo de desaprobación.

En ese momento, alguien llamó a la puerta.

-Adelante- dijo el Director.

El Sr. Colbert entró a la habitación con una mirada ansiosa en su rostro.

-¡Malas noticias, Director!

-Dices eso muy a menudo. ¿Cuál es el problema ahora?

-Por las noticias que he oído de los guardias del castillo, Fouquet ha escapado.

-Oh…- dijo Osmond, cogiéndose la barba.

-Según dice el guardia que estaba de turno en ese momento, un noble lo dejó inconsciente usando magia de viento. La persona usó la oportunidad de que la mayoría de los soldados estaban distraídos protegiendo a la Princesa para ayudar a escapar a Fouquet. Esto significa que hay un espía dentro. ¿No son malas noticias?

El rostro de Henrietta se puso pálido luego de oír las noticias. Osmond hizo un gesto al Sr. Colbert para que se retirase.

-Está bien, está bien. Oiremos más detalles de usted luego.

Después de que el Sr. Colbert salió, Henrietta puso sus manos en el escritorio y suspiró profundamente.

-Tenemos un espía entre nosotros. ¡Esto debe ser obra de la nobleza de Albión!

-Tal vez sea… ¡ouch!- exclamo el director, retirando el vello nasal.

Henrietta lo miró sin poder hacer nada.

-¿Cómo puede estar tan relajado? ¡El futuro de Tristain está en juego!

-El oponente ya ha hecho su movimiento. Todo lo que podemos hacer ahora es esperar, ¿o no?

-Incluso así…

-Todo está bien. Si él está, será capaz de arreglárselas con cualquier problema al que se enfrenten durante su viaje.

-¿La persona de la que hablas es Guiche, o el Vizconde Wardes?

El director negó con la cabeza.

-No me diga que la persona a la que se refiere es el Familiar de Louise. ¿Cómo puede ser posible? ¿No es sólo un plebeyo?

-¿Ha oído Su Alteza la historia del Fundador Brimir anteriormente?

-He leído la mayoría de la historia…

-Entonces sabrá sobre Gandalfr…- respondió el director con una sonrisa.

-¿No es el Familiar más fuerte del Fundador Brimir? No me diga que…

En este punto, al Director Osmond le pareció que ya había divulgado mucho. Prefería mantener para sí todo lo concerniente al secreto de Gandalfr. Si bien confiaba en Henrietta, no quería que la Familia Real se enterase aún de Gandalfr.

-Sí. Él es tan fuerte y capaz como Gandalfr y, además, viene de un mundo diferente al nuestro.

-¿Otro mundo?

-Exacto. Él viene de un mundo diferente a Halkeginia. O debería decir de un lugar que no está en Halkeginia. Siempre he creído que este muchacho de otro mundo va a triunfar. Esa también es la razón por la que estoy tan despreocupado, incluso durante estos tiempos aciagos.

-Un mundo diferente a Halkeginia realmente existe…

Henrietta miró en la lontananza. El sabor de los labios del joven aún permanecía en los suyos. Tocándose los labios con la yema de los dedos, cerró los ojos y sonrió.

-Entonces, déjeme orar por la brisa que viene de mundo.


+++


Tomaría cerca de dos días alcanzar la Ciudad Puerto de La Rochelle a caballo desde Tristain.

La Ciudad Puerto estaba situada en un profundo y angosto desfiladero. Debido a esto, tenía una poca población de trescientas personas. Como La Rochelle era la puerta de salida a Albión, el número de viajeros era diez veces mayor a la de la población local.

Las rocas podían ser vistas a ambos lados del estrecho camino de la montaña. La gente había esculpido hoyos en ellas, transformándolas en tabernas y tiendas. A pesar de que parecían edificios ordinarios, con una mirada más a fondo, uno podía darse cuenta de que todos estaban esculpidos en una sola roca, una hazaña realizada por calificados magos de Tierra tipo Cuadrado.

En la calle angosta, parecía siempre estar oscuro, incluso por las tardes, debido a que los cañones bloqueaban la luz solar. Si uno se giraba en la calle, podía ver una calle más estrecha que conducía al bar.

En el letrero, que parecía un barril de vino, estaba escrito el nombre de la tienda: “El Bar del Tonel de Vino Dorado”. Sin embargo, nada en la tienda hacía honor a su nombre; sólo estaba tan ruinosa como una casa abandonada. Varias pilas de sillas rotas podían verse amontonadas junto a la puerta.

La mayoría de los comensales eran contrabandistas y mercenarios. Cuando bebían mucho, a menudo peleaban sobre nimiedades, como una mirada.

En cualquier ocasión que peleaban, usaban sus armas. Por eso era tan común ver gente muerta o herida dentro del bar. El tendero, queriendo no ver más muertes o heridas, puso un anuncio dentro de la tienda: “Por favor, usen las sillas cuando peleen aquí dentro”.

Por esa noticia, los clientes se dieron cuenta de la impotencia del tendero, y comenzaron a usar las sillas en vez de sus armas cuando peleaban entre ellos. Si bien aún había heridos, nadie más fue muerto. Desde entonces, las sillas que eran destruidas eran apiladas junto a la puerta.

Ese día, el Bar del Tonel de Vino Dorado estaba lleno de comensales, como de costumbre. Casi todos ellos eran mercenarios que regresaban de Albión por sus luchas internas.

-¡El Rey de Albión está acabado!

-¿Eso no significa que pronto comenzarán una república?

-Si es así, ¡un brindis por la República!

La gente que brindaba era anteriormente mercenarios contratados por la realeza para pelear a su lado. Sin embargo, con la inminente derrota de sus clientes, decidieron retirarse. Esto no era considerado deshonroso. Como mercenarios, valoraban su vida más que sus creencias, y por eso no estaban obligados a morir por sus clientes.

Mientras ellos bebían, la puerta del bar se abrió. Una mujer alta entró al bar. La capucha que la mujer vestía le cubría la mayor pare del rostro, excepto la boca y la barbilla. Sin embargo, con sólo ver esa parte de su cara, uno podía estar muy seguro de su belleza. Como era insólito que una mujer tan atractiva fuera a un lugar así sola, todos los ojos en el bar se pusieron sobre ella.

La mujer, imperturbada por las miradas, ordenó un poco de vino y comida, y se sentó en una mesa en un rincón del bar. Luego de que la comida fue servida, pagó de inmediato.

-Eso… Eso es mucho dinero. ¿Está segura?

-Eso incluye alojamiento. ¿Tiene alguna habitación vacía?- respondió una voz elegante.

El tendero asintió con la cabeza y dejó la mesa. Algunos de los comensales hombres intercambiaron miradas y se acercaron a su mesa.

-Discúlpeme, señora, es peligros estar aquí sola.

-Cierto. Hay un montón de personajes peligrosos alrededor. Pero no se preocupe, estaremos aquí para protegerla.

Con una sonrisa maliciosa, uno de ellos levantó la capucha de la mujer. Varios gritos y silbidos fueron oídos una vez la capucha fue retirada. La mujer era muy hermosa, con ojos brillantes y una elegante nariz.

No era otra que Fouquet la Tierra Desmoronadora.

-¡Ella es en verdad de primera calidad! ¡Miren su piel! ¡Tan blanca como el marfil!

Otro comensal trató de alzar su mentón con su brazo, pero su mano fue retirada por Fouquet. Fouquet sonrió levemente. Otro comensal se paró inmediatamente, sacó una daga y la puso frente a Fouquet.

-¿No se supone que se usan sillas en vez de armas aquí?

-Sólo es para asustarte. Las sillas no intimidan a nadie, ¿cierto? Ya no actúes tan inocente. ¿No estás aquí buscando compañía? Nosotros te haremos compañía.

Incluso con la daga apuntando hacia ella, Fouquet no mostró temor. Con un rápido movimiento, sacó su varita.

En un instante recitó sus encantamientos. La daga que el hombre sostenía se convirtió en tierra y cayó sobre la mesa.

-¡Es… es una noble!

Inmediatamente, los hombres se alejaron de ella. Como Fouquet no llevaba ninguna capa , nadie sabía que era una maga.

-No soy una noble, a pesar de ser una maga- dijo Fouquet despreocupadamente-. La mayoría de ustedes son mercenarios, ¿no?

Los hombres intercambiaron miradas. Si no era una noble, sus vidas no estaban en peligro. Si le hubieran hecho eso a un noble, hubiesen sido matados sin reparos.

-Sí… ¿Y tú eres…?- respondió un veterano del grupo.

-Eso no importa. Sólo he venido para contratarlos a todos.

-¿A todos?

Los mercenarios miraron a Fouquet con una mirada de desconcierto en sus caras.

-¿Qué pasa? ¿Tan extraño es que quiera contratar mercenarios?

-No, no es lo que pensaba. Tiene oro, ¿no?

Fouquet puso un saco lleno de oro sobre la mesa. Luego de inspeccionar el contenido del saco, el veterano dijo:

-¡Guau! ¿Es Oro Ecu?

La puerta del bar se volvió a abrir. Esta vez, un hombre con una máscara blanca entró en el bar. Era el mismo hombre que había ayudado a Fouquet a escapar de la prisión.

-Bien, ¿no estás un poco temprano?

Fouquet, viendo al hombre, dio un suave gemido como respuesta. Los mercenarios estaban un poco sorprendidos por las vestimentas del hombre.

-Ya han comenzado su viaje- dijo el hombre enmascarado.

-He hecho lo que me pidió y he contratado a todos estos hombres.

El hombre de la máscara dio una mirada a los mercenarios que Fouquet había contratado.

-Todos ustedes han trabajado antes para la realeza de Albión, ¿me equivoco?

-Eso fue hasta el mes pasado- respondió uno de los mercenarios con regocijo.

-Pero tan pronto como sea derrotada la realeza, ya no somos sus empleados.

Los mercenarios rieron al unísono. El hombre de la máscara también rió.

-Yo satisfaré todos sus deseos monetarios. Pero yo no soy como la realeza próxima a ser derrotada. Si uno de ustedes osa escapar de la batalla, lo mataré yo mismo.


+++


Desde su partida de la Academia de Magia, el grifo de Wardes había estado moviéndose hacia su destino. A pesar de que el resto del grupo ya había cambiado de montura dos veces, el grifo de Wardes, igual que su amo, parecía no cansarse.

-Espera. ¿No estamos yendo muy rápido?- preguntó Louise, quien iba en el grifo de Wardes.

Conforme el viaje avanzaba, Louise hablaba en una manera más amistosa a Wardes, luego de haberse reencontrado. Pero eso también era, en parte, debido al pedido del Vizconde.

-Guiche y Saito ya están al borde del agotamiento.

Wardes giró y miró a Guiche y Saito. Justo como Louise había dicho, ambos estaban asiendo sus riendas reciamente por miedo a caerse. Viéndolos así, ambos colapsarían de cansancio antes de que los caballos lo hicieran.

-Pero tenía planeado viajar a La Rochelle sin hacer paradas…

-Eso sería difícil. Tomaría cerca de dos días a caballo.

-Si ese es el caso, ¿por qué no los dejamos atrás?

-¡No podemos hacer eso!

-¿Por qué?

-Estamos en esto juntos. Además, un mago no debe abandonar a su familiar…

-Parece que proteges a ambos. ¿Cuál de ellos es tu novio?

-¿Mi… Mi novio?- respondió Louise y su cara se puso roja al instante.

-Eso tranquiliza mi corazón- dijo Wardes con una sonrisa-. Si mi prometida me dice que ya tiene un novio, me moriría por un corazón roto.

-Pero eso sólo fue algo que nuestros padres acordaron…

-¿Entonces, te disgusto, mi pequeña y delicada Louise?

-Por favor, ya no soy una niñita- replicó Louise, enfadándose.

-Pero a mis ojos siempre serás la pequeña y delicada Louise.

Louise recordó el sueño que había tenido unos pocos días atrás, donde estaba de vuelta en el patio de su casa, La Vallière. El bote secreto en el lago olvidado…

Cada vez que hacía un berrinche dentro, Wardes siempre estaba ahí para tranquilizarla. El casamiento que fue decidido por sus padres. Los esponsales que fueron decididos desde su juventud. Con el que se debía casar. Su prometido. Por esos tiempos, aún no entendía completamente lo que pasaba. Sólo sabía que, tanto como estuviese con el hombre que admiraba, estaría feliz.

Pero ahora finalmente entendía todo. Se casaría con Wardes.

-No me disgustas- respondió Louise, con un poco de embarazo.

-Eso es maravilloso. En otras palabras, ¿te gusto?- Wardes abrazó gentilmente los hombros de Louise-. No me he olvidado de ti después de todo este tiempo. ¿Todavía lo recuerdas? ¿Después de la muerte de mi padre en la campaña del lancero?

Louise asintió con la cabeza. Wardes comenzó a recordar y le contó a Louise sobre el pasado:

-Mi madre había muerto antes de que yo heredara el patrimonio y título de mi padre. Queriendo hacer un nombre para mí, fui a la capital. Afortunadamente, la Alteza tenía una gran impresión de mi padre, quien había muerto en el campo de batalla. Fui incorporado dentro de los Caballeros Grifo. Había entrado a los Caballeros Grifo como un aprendiz; el aprendizaje era duro, por cierto.

-De ahí en adelante, pocas veces volviste a tus tierras- respondió Louise, cerrando los ojos. Parecía estar inmersa en sus memorias también.

-Mi casa y mis tierras fueron puestas a cargo del mayordomo Galgann, mientras ponía todo mi esfuerzo sirviendo a la nación. Después de mucho tiempo, finalmente hice un nombre para mí, logrando lo que había decidido al dejar mi hogar.

-¿Qué es eso que había decidido?

-Pedir tu mano en matrimonio una vez haya obtenido un nombre.

-¿Está bromeando, Vizconde? Es tan popular entre las chicas; no tiene por qué cumplir una promesa hecha a alguien insignificante como yo.

Su compromiso con Wardes. Louise se había olvidado completamente de eso hasta que tuvo ese sueño unos días atrás. Su compromiso de boda con Wardes era un sueño fugaz. En su opinión, era solamente un acuerdo hecho por capricho.

Después de que Wardes había dejado su propiedad diez años atrás, Louise no lo había vuelto a ver. Él ya se había vuelto parte de su memoria distante. Y las memorias distantes se habían vuelto realidad de repente.

-Este viaje es una buena oportunidad para recuperar los sentimientos que teníamos cuando éramos jóvenes- dijo wardes en un tono gentil y calmado.

¿En verdad amo a Wardes?, pensó Louise.

A pesar de que no le disgustaba y de que lo admiraba cuando era más joven, eso era parte del pasado.

Inesperadamente enfrentada a un prometido y un posible casamiento, Louise no sabía qué hacer. Además, habían estado separados por muchos años; no sabía si aún sentía lo mismo por él.

Louise se volvió y miró hacia atrás.

Vio a Saito postrado en el caballo. Parecía como si ya hubiese alcanzado su límite. A Louise le temblaban los labios. ¡Bueno para nada! Tan pronto como pensó en eso, se puso ansiosa y su corazón latió furiosamente.

-Hemos estado montando casi todo el día. ¿Es que no se cansa? ¿Son monstruos esos Caballeros Grifo?- preguntó Guiche, también recostado casi sin vida sobre su caballo.

-¿Quién sabe?- respondió Saito letárgicamente. Se ponía amargo cada vez que Wardes tocaba a Louise. La volvió a tocar. Esta vez abrazándola por los hombros…

¿Qué se trae este tipo…? A pesar de que eres el prometido de Louise, a pesar de que no tengo derecho a impedírtelo, podrías por lo menos hacerlo en un algún otro lugar donde no pueda verlos… Las veces que Saito pensaba en eso, se ponía más cansado; y su corazón más pesado.

Guiche, viendo a Saito en ese estado, lo empezó a molestar.

-Oye, oye… ¿No me digas que estás celoso?- dijo con una risa.

-¿Qué? ¿Qué insinúas?

-Lo adiviné, ¿no?- rió Guiche más fuerte.

-¡Cierra la boca, chico-topo!

-Jajaja… ¿En realidad tenías un amor por tu amo que nunca florecerá? Para ser honesto, el amor entre gente de diferente status sólo resultará en tragedia.

-¡Deja de hablar tonterías! ¿Cómo me puede gustar alguien como ella? Admito que es bonita. Sin embargo, tiene un carácter horrible.

Guiche miró hacia delante y exclamó de pronto:

-¡Mira! ¡Se están besando!

Saito se quedó helado, e inmediatamente se volvió al frente. Pero Wardes y Louise no se estaban besando. Volvió a mirar a Guiche, quien apenas controlaba su risa.

-¡Argh!- gritó Saito, y se abalanzó sobre Guiche. Ambos cayeron de sus caballos y comenzaron a pelear en el suelo.

-¡Oigan! ¡Si ustedes dos continúan peleando- gritó Wardes-, tendré que dejarlos atrás!

Guiche se subió rápidamente a su caballo. Mientras, Saito, dándose cuenta de que Louise los estaba mirando, apartó su mirada.

Como habían viajado a máxima velocidad y cambiado sus cansados caballos por otros nuevos muchas veces, alcanzaron las afueras de La Rochelle al anochecer. Saito miró alrededor, boquiabierto. ¿No estamos acercándonos a un puerto? ¿Por qué aún veo montañas por todos lados? Tal vez una vez hayamos cruzado las montañas, sea capaz de ver el océano.

Viajando bajo la luz de las lunas, Saito y el grupo vieron finalmente un sendero angosto en la montaña. Edificios tallados en las rocas podían ser vistos a ambos lados de este.

-¿Por qué un puerto es construido en lo alto de la montaña?

-¿No me digas que no sabes siquiera dónde está Albión?- respondió sarcásticamente Guiche luego de escuchar a Saito.

A pesar de que ambos estaban llegando a sus límites físicos, el pensar en ‘una vez lleguemos por fin descansaremos’ les daba las fuerzas para participar en una pequeña conversación.

-Sí; no lo sé.

-¿En serio?- rió Guiche.

Saito no se rió.

-No tengo ningún conocimiento sobre este mundo, así que, por favor, no asumas que lo hago.

De pronto, varias antorchas fueron tiradas desde lo alto del acantilado hacia sus caballos. Las ardientes antorchas iluminaron el barranco que estaban a punto de cruzar.

-¿Q-Qué sucede?- gritó Guiche.

Las antorchas encendidas habían asustado a los caballos, quienes se sacudieron a Guiche y Saito de sus lomos. Mientras se desplomaban, una lluvia de flechas cayó sobre ellos.

-¡Es una emboscada!- gritó Guiche.

"Saito entró en pánico. Justo cuando desenvainaba a Derflinger, que estaba colgada a su espalda, dos flechas más volaron hacia él."

Saito entró en pánico. Justo cuando desenvainaba a Derflinger, que estaba colgada a su espalda, dos flechas más volaron hacia él.

-¡Agh!

Cuando pensaban que estaban a punto de conocer su final, una fuerte ráfaga de viento sopló hacia ellos, transformándose en un pequeño huracán.

Ese mismo huracán capturó a todas las flechas y las arrojó lejos. Wardes alzó su varita.

-¿Están todos bien?- gritó.

-Estoy bien…- respondió Saito.

¡Demonios! El prometido de Louise acababa de salvarle la vida. Ese sentimiento de depresión siguió desarrollándose, haciendo a Saito sentirse inferior. Desenvainó a Derflinger. Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar nuevamente, liberándolo del cansancio que había estado pasando.


+++


-Estoy muy solo, compañero. No es muy bonito de tu parte mantenerme dentro de esa vaina.

Saito miró hacia lo alto del desfiladero, pero ninguna flecha podía verse.

-Probablemente eran ladrones o bandidos- dijo Wardes.

-¿Podían haber sido los nobles de Albión?- exclamó Louise, dándose cuenta de algo.

-Los nobles no usarían flechas.

En ese momento, un sonido de alas batiéndose se oyó. Era un sonido con el que ya estaban familiarizados…

Desde los barrancos se escucharon gritos, y las flechas fueron disparadas hacia el cielo nocturno. Sin embargo, todas fueron rechazadas por un viento mágico. Después de eso, un pequeño huracán hecho con magia mandó a volar a los arqueros.

-Hmmm… ¿No son esos encantamientos de Viento?- murmuró Wardes por lo bajo.

Los arqueros que intentaban emboscarlos rodaron barranco abajo luego de ser derribados por el tornado mágico. Cayeron fuertemente en el suelo, dando gritos de dolor. Con las lunas por detrás, apareció una figura familiar.

-¡Es Sylphid!- gritó Louise, confusamente.

Era el dragón de viento de Tabitha. Luego de aterrizar, una chica pelirroja saltó desde el dragón y agitó su cabello.

-Disculpen por hacerlos esperar.

-¿A qué te refieres con ‘disculpen por hacerlos esperar’?- replicó Louise, saltando del grifo de Wardes-. ¿Por qué están aquí, en primer lugar?

-No para ayudarte, en todo caso. Cuando los vi partir de la Academia sobre sus caballos por la mañana, fui a despertar a Tabitha y los seguimos todo el camino hasta aquí.

Kirche señaló a Tabitha. Al parecer había sido despertada de su sueño; aún vestía sus pijamas. Pero no parecía importarle, y aún estaba leyendo un libro.

-¡Zerbst! ¡Escúchame! ¡Estamos en una misión secreta encomendada por Su Alteza!

-¿Misión secreta? ¡Lo hubieras dicho antes! ¿Cómo iba a saberlo si no me dices nada al respecto? De todas formas, agradécemelo, porque detuve a esos que querían atacarlos- dijo Kirche, señalando a las personas que estaban tiradas en el piso.

Los asaltantes eran incapaces de moverse debido a sus heridas y lanzaban maldiciones a Louise y el grupo. Guiche se acercó a ellos y empezó a interrogarlos.

Louise, cruzando los brazos, dio una mirada maliciosa a Kirche.

-¡No te equivoques! No estoy aquí para ayudarte, ¿está bien?- dijo Kirche. Adoptó una pose sugestiva y se inclinó hacia Wardes, que estaba sobre el grifo-. Tu barba te hace ver muy varonil. ¿Sabes cómo se siente la pasión?

Wardes miró a Kirche y procedió a alejarla con su brazo izquierdo.

-¿Y…?

-Gracias por venir en nuestra ayuda, pero por favor, no vuelvas a ponerte tan cerca a mí de nuevo.

-¿Pero por qué? ¡Te acabo de decir que me gustas!

Esa era la primera vez que Kirche recibía tal trato de un hombre. Usualmente cualquiera quedaba hipnotizado después de una dulce plática. Pero Wardes no estaba ni interesado. Kirche lo miró boquiabierta.

-Lo siento. Pero no puedo permitir que mi prometida malentienda algo- dijo Wardes mirando a Louise, cuyo rostro se puso rojo de la vergüenza en un instante.

-¿Qué? ¿Ella es tu prometida?

Wardes asintió en respuesta.

Pero Kirche dio una nueva mirada a Wardes. No lo había notado antes. Los ojos del hombre no mostraban emoción alguna, justo como hielos. Luego miró a Saito. Se veía apático y conversaba con su espada con desdén.

Oh, ¿está así porque intenté acercarme al prometido de Louise? Mientras pensaba en eso, Saito parecía más atractivo. Mirándolo, corrió hacia él y lo abrazó inmediatamente.

-De hecho, estoy aquí porque estoy preocupada por mi amado.

-Mentirosa- dijo Saito, dándole un mirada salvaje y apartando rápidamente la vista.

¿Está celoso? Pensando eso, la que Kirche sentía incendió su corazón fuertemente.

-¡Lindo! ¡Qué lindo! ¿Estás celoso en verdad?

-No lo estoy…

-Siento haberte rechazado. Debes estar molesto, ¿no?- dijo Kirche, presionando la cara de Saito contra sus pechos-. ¡Perdóname, por favor! Puedo haber mirado a otros hombres, pero al final a quien amo es a ti.

Louise se mordía los labios, queriendo decirle a Kirche que saliera. No podía tolerar que ella sedujese a su familiar.

En eso, Wardes colocó suavemente sus manos en el hombrote Louise. La miró amorosamente y le sonrió.

-Vizconde…- dijo Guiche, que había regresado de interrogar a los bandidos-. Vizconde, esos hombres han admitido que son ladrones.

-Hmmm… Si son sólo ladrones, déjalos ir.

Sin esfuerzo alguno, Wardes montó sobre su grifo, ayudando a Louise a subir a su lado. Luego anunció a todos:

-Pasaremos la noche en La Rochelle. Mañana tomaremos el primer barco a Albión al amanecer.

Kirche se sentó atrás de Saito, en el mismo caballo. Guiche también montó el suyo. Mientras, Tabitha todavía leía su libro en su dragón de viento. Frente a ellos, flanqueada por dos desfiladeros, se encontraba la ciudad-puerto de la Rochelle, resplandeciente con luces.




Un Día de Descanso Antes de Partir[edit]

Habían decidido descansar en el hotel más lujoso de la ciudad conocida como La Rochelle. Estaban cansados de ir a caballo todo el día. Era un lugar agradable, incluso para un noble. Las mesas y el piso estaban hechos del mismo marfil. El suelo estaba tan lustrado que uno podía ver su propio rostro en él.

Wardes y Louise regresaban del malecón. Cuando Wardes se sentó, habló, inseguro:

-La nave para Albión partirá pasado mañana.

-Pero… la misión es muy urgente- apuntó Louise.

Saito y los demás se sintieron aliviados sabiendo que podrían descansar un día más.

-Nunca he estado en Albión, así que no sé por qué no habrá ninguna nave mañana- dijo Wardes, mirando a Kirche.

-¿Las lunas estarán juntas mañana?- preguntó Saito-. Si es así, Albión debe estar más cerca de La Rochelle.

Wardes puso las llaves sobre la mesa.

-Por ahora, hay que descansar- dijo-. Tomen sus llaves. Tabitha y Kirche en una habitación; Guiche y Saito en otra.

Guiche y Saito se miraron.

-Louise y yo compartiremos un cuarto- dijo Wardes.

Saito sintió que su corazón se volcaba y se volvió hacia Wardes.

-Es la manera más justa porque Louise y yo estamos comprometidos- dijo Wardes.

Louise miró a Wardes sorprendida.

-¡Pe-pero no podemos! ¡Ni siquiera estamos casados!- dijo.

Saito asintió enérgicamente. Es cierto, ella no debería dormir con él. Pero Wardes negó con la cabeza.

-Hay algo importante que tengo que decirte- le dijo a Louise.



Wardes y Louise se quedaron en la mejor habitación del hotel. Se preguntaban quién la habría diseñado. Había una enorme cama de cuatro postes con una delicada puntilla en la cima. Wardes se sentó a la mesa. Abrió una botella de vino, se sirvió una copa y apuró el contenido.

-¿Por qué no te sientas y te tomas una copa también, Louise?- preguntó.

Louise se sentó. Wardes le sirvió una copa a Louise y volvió a llenar la suya.

-¡Salud!- dijo, alzándola.

Louise, sin embargo, mantuvo su copa en la mesa e inclinó la cabeza.

-¿Tienes la carta de la princesa segura?- preguntó Wardes.

Louise se llevó una mano al bolsillo para asegurarse de que aún seguía ahí. Me pregunto por qué es tan importante. ¿Qué hay en esa carta? ¿El Príncipe ya tiene una respuesta? Creo que ya ví una pequeña parte de la carta. Siendo la amiga de la Princesa sé cómo escribe sus cartas.

Wardes miró a Louise con curiosidad.

-La carta está a salvo- dijo Louise asintiendo-. ¿Está preocupado de que no podamos obtener la carta del Príncipe de Albión?

-Sí, estoy muy preocupado- respondió Wardes.

-No se preocupe- dijo Louise y sus preciosas cejas se arquearon-. Todo estará bien porque siempre estaré a su lado.

-Es cierto- dijo Wardes, sonando muy distante-, si estás aquí no habrá ningún problema. Siempre fue así.

-¿Aún recuerda la promesa del día que estábamos en el lago?- preguntó Louise.

-En el botecito que flotaba en medio del lago- asintió Wardes-. Siempre ibas ahí cuando eras reprendida por tus padres. Parecías un gatito abandonado.

-¿En serio?- dijo Louise-. Se acuerda de las cosas más raras…

-Por supuesto que recuerdo eso- respondió Wardes alegremente-. Siempre eras comparada con tus hermanas por su poder de magia.

Louise bajó su cabeza, avergonzada.

-Pero pienso que estuvo mal- continuó Wardes-. Eres pésima e inútil, pero…

-Qué malo es usted…- dijo Louise amargamente.

-… posees un increíble poder que nadie más tiene- finalizó Wardes, ignorando lo que dijo Louise-. Lo sé porque soy un tipo diferente de mago.

-¡Eso es imposible!- dijo Louise.

-Es muy posible- dijo Wardes-. Por ejemplo, cada vez que usas magia…

-¿Se refiere al incidente de Saito?- dijo Louise, sonrojándose.

-Sí, cuando cogió esa arma la runas en su mano izquierda comenzaron a brillar- dijo Wardes-. Esas runas son legendarias.

-¿Legendarias?

-Sí, esas runas pertenecieron al legendario familiar Gundolf- los ojos de Wardes brillaron con admiración-. El Familiar que alguna vez perteneció al Fundador Brimir.

-¿Gundolf?- preguntó Louise.

-No cualquiera puede controlar a Gundolf- respondió Wardes-. Tú posees la magia para controlarlo.

-Es difícil creerlo…

Louise meneó la cabeza y pensó que Wardes le estaba gastando una broma. Era verdad que la velocidad de Saito se incrementaba drásticamente cuando sujetaba un arma, y se volvía extremadamente fuerte, pero decir que él era un familiar legendario era increíble. Pero si eso era cierto, algo no encajaba. Después de todo, soy Louise la Zero.

Yo siempre soy inútil. No hay manera en que pueda tener el poder que mencionó Wardes..

-Podrías convertirte en una gran maga. Sí, como el Fundador Brimir, y dejar tu nombre en la historia muy en alto. Así lo creo- Wardes miró a Louise dulcemente-. Después de esta misión, casémonos, Louise.

-¿Ah?

La repentina propuesta de matrimonio dejó a Louise sin habla.

-No me conformo con ser sólo un mago capitán de los Caballeros Mágicos… Quiero convertirme en un noble que mueva todo Halkeginia algún día.

-P-pero…

-¿Pero qué?

-A-Aún… aún soy…

-Ya no eres una niña. Tienes dieciséis años. Ya has alcanzado la edad cuando puedes elegir. Tu padre estuvo de acuerdo. Así que…- Wardes paró abruptamente. Luego la miró y acercó su rostro al de Louise-. Es verdad, yo nunca vine a buscarte, y tengo que disculparme. El matrimonio no es un tema fácil de hablar, lo sé. Pero Louise, tú eres lo más importante para mí.

-Wardes…

Louise se puso a pensar en eso. ¿Por qué la cara de Saito seguía apareciendo en su mente? Después de casarse con Wardes, ¿Saito tendría que dejar de ser su familiar?

No entiendo por qué, pero constantemente siento que esto está mal. Si tuviera un cuervo o un búho como Familiar no sería tan problemático. Si nadie se ocupa de ese idiota de otro mundo, ¿qué pasará con él?

Kirche o… no sé cómo se llama la chica de la cocina que a menudo lo alimenta… ¿Ellas cuidarán bien de él?

No sé por qué, pero esto es extremadamente molesto, pensó Louise. Igual que una niña pequeña, ella quería a Saito sólo para ella. A pesar de que Saito es un idiota y siempre me pone furiosa, no quiero que se vuelva propiedad de alguien más. Él es mío.

-Aún… aún…

-¿Sí?

-Que aún no soy un mago de su calibre. Aún necesito estudiar…- Louise bajó la cabeza y, manteniéndola así, murmuró-. Wardes, cuando era pequeña, era lo que siempre pensaba, que algún día haría que todos me reconozcan, ser una gran mago y que mi madre y mi padre estén orgullosos de mí- Louise alzó la cabeza y miró fijamente al hombre-. Yo, yo aún no lo alcanzo.

-¿Es porque alguien ya robó tu corazón?

-¡No es nada de eso!- negó Louise presa del pánico-. ¡No hay manera de que eso suceda!

-No importa. Entiendo, entiendo. Por ahora, no buscaré una respuesta. Pero después de que termine este viaje, estoy seguro de que conquistaré tu corazón.

Louise respondió asintiendo.

-En ese caso, vamos a dormir. ¿Estás cansada no?

De repente, Wardes se acercó más a Louise, queriendo besarla. Instantáneamente, el cuerpo de Louise se paralizó, y entonces empujó a Wardes.

-¿Louise?

-Lo siento… Pero, las cosas… de esta forma…

Louise miró orgullosamente a Wardes. Wardes sonrió amargamente y sacudió la cabeza.

-Yo no tengo prisa.

Louise volvió a agachar la cabeza.

¿Por qué, aunque Wardes es tan gentil, guapo y fuerte, aunque lo haya anhelando por tanto tiempo… aún así, incluso yo no me siento feliz porque se me está proponiendo?

Alguien más ya había capturado su corazón. Pero la mente de Louise se negaba a pensar sobre el que lo había capturado.



Fuera, Saito tenía las manos alrededor de las barras de la ventana, mirando desesperadamente el cuarto de Louise y Wardes.

Sostener a Derflinger en su mano izquierda hacía sentir a su cuerpo ligero como una pluma, permitiéndole observar todo dentro de la habitación. Observando a través de las cortinas, Saito vio a dos figuras sentarse a la mesa.

¿Sobre qué hablan?

Cada vez que el rostro de Wardes se acercaba al de Louise, Saito se mordía los labios. Cada vez que parecía que se iban a besar, casi dejaba de respirar. Pero porque Louise siempre negaba el beso, la respiración de Saito volvía a la normalidad.

-¡Ah, acercándose de nuevo, ese bastardo!- susurró Saito-. Con que así es…

-¡Qué vergonzoso!- murmuró Derflinger por lo bajo.

-Cállate.

-Mi compañero se pega a la ventana como un gusano verde, espiando a la chica que le gusta y a su amante teniendo una conversación alegre. Es tan vergonzoso que duele y casi me hace llorar.

-¡No me gusta! ¿Qué hay de bueno en ese tipo de chica?- gruñó Saito sonando los dientes-. Temperamento explosivo, me trata como a un perro, personalidad malévola.

-¿Entonces por qué estamos espiando?

-Sólo estoy preocupado, sólo es eso, nada más.

Al decir esto, algo iba hacia él desde arriba. Pam. Tam. Algo cayó sobre los hombros de Saito y cubrió su cara, haciendo que todo se volviera negro.

-¿Pero qué…?

-¿Qué estás haciendo acá? ¿Te gusta dar paseos por la pared? En serio, me tomó mucho encontrarte.

Era Kirche quien aterrizó en sus hombros, y los ojos de nuestro héroe no veían porque su cara estaba cubierta por la minifalda de la Germaniana.

-Hey, bájate de mí- replicó Saito mientras sacaba la cara de la falda de Kirche.

-¿Por qué? ¿No te gustó? Oye, ¿qué estabas mirando?- Kirche dio una mirada por la ventana, se volvió de nuevo hacia Saito y lo rodeó con sus brazos-. No, no espíes a los recién casados. No debemos preocuparnos por ellos.

»Esto es lo que creo: una cita silenciosa en la pared es tan romántica. Mira qué hermosas son las luces de la ciudad. ¿No crees que se estén alegrando por nosotros?

-Primero que nada, bájate.

Los dos trataban de zafarse a la vez cuando, repentinamente, la ventana se abrió de golpe. Saito se quedó paralizado como estaba, aferrándose a la pared como una cucaracha.

Podían ver a Louise con las manos puestas en su cintura. Pero su adorable rostro era una máscara demoniaca mirando a Kirche y Saito.

-¿QUÉ ESTÁN HACIENDO EN MI VENTANA?

Por un lado, Saito, con sus espada en una mano y con la otra cogiéndose de los marcos de la venta; y por el otro, Kirche, con sus piernas alrededor de los hombros de Saito, pegada a él como si fuera a dar un extraño paseo a caballo.

Sin preguntar nada, esto parecía sospechoso, pero muy asombroso también.

-¿No puedes entenderlo incluso después de verlo? Esto es una cita.

Saito trató de decir algo, pero las manos de Kirche le taparon la boca, haciéndolo parecer confundido. Los hombros de Louise comenzaron a temblar de furia.

-¡Va-va-vayan a tener su romance en o-o-otra parte, u-u-ustedes perros pervertidos!

-Pero mi querido quiere tener una cita aquí- respondió Kirche triunfante.

Instantáneamente el pie de Louise voló en su dirección. Kirche lo esquivó y trepó a la pared, por lo que el pie de la chica pequeña fue a parar directamente en la cara de Saito, mandándolo a volar.

Afortunadamente Saito tenía la espada en la mano y la clavó en la pared para no caer. Luego aulló furioso:

-¿ES QUE QUIERES MATARME?

-Alguien como tú que no entiende la generosidad merece MORIR! Wardes se sentó en su cuarto y miraba todo lo que pasaba muy divertido.



Segundo día. Saito despertó porque alguien tocaba a su puerta. Como Guiche aún estaba durmiendo sonoramente en la cama de al lado, sin ninguna otra opción el japonés sólo podía levantarse de la cama a abrir.

No hay ningún barco hoy. Quería tener un buen día para dormir, ¡demonios!, pensó Saito molesto mientras abría la puerta.

Wardes, con su usual sombrero, miraba hacia abajo, a Saito, quien era como una cabeza y media más bajo que el Caballero.

-Buenos días, Familiar.

Que el prometido de Louise lo llamara así molestaba a Saito.

-Buenas, pero la partida es mañana, ¿cierto? ¿Tiene algo importante que decir esta mañana? He estado montando a caballo todo el día de ayer y aún quiero dormir.

Wardes solamente sonrió ligeramente.

-¿Eres el Gundolf de la leyenda?

-¿Ah?

Saito observó a Wardes con una expresión atónita. Wardes estaba tratando de aclarar algo. Inclino su cabeza y dijo:

-Desde el caso con Fouquet tengo gran interés en ti. Le pregunté a Louise antes. Oí que eres de otro mundo y también que eres el legendario Gundolf.

-Ja…

¿Quién habló sobre Gundolf? El Viejo Osman no debe haber hablado de esto…

-Encuentro a la historia y al arte de la guerra muy intersantes. Cuando Fouquet fue capturada, me interesé en ti. Luego hice algunas investigaciones en la Librería Imperial. El resultado de eso me llevó a ti, el legendario Familiar Gundolf.

-Oh, entonces es eso. Usted es muy erudito.

-Quiero saber qué tan fuerte es la persona que capturó a Fouquet. ¿Me lo puedes demostrar?

-¿Demostrárselo?

Wardes sacó su varita del cinturón.

-Vamos a ponerlo de esta forma.

-¿Un duelo?- inquirió Saito con una sonrisa fría.

-Exacto.

Wardes y Saito sonrieron juntos. Dando una mirada al durmiente Guiche, el chico japonés pensó: No estoy seguro de qué tan fuerte sea Wardes, pero ya he vencido a Guiche, y capturado a Fouquet. Aunque él es el Capitán de los Caballeros Grifo, y parece ser muy habilidoso también. Pero no debo hacerme para atrás. Vamos a enseñarle al prometido de Louise lo que Gundolf es capaz de hacer.

-¿Dónde quiere que sea el duelo?

-Este hotel solía ser un castillo diseñado para repeler las invasiones de Albión. Hay una plaza de armas en el centro.

Los dos dejaron el cuarto juntos hacia la plaza de armas. La antigua plaza de práctica era ahora un lugar en ruinas y escombros con barriles vacíos de cerveza y cajas esparcidas por todos sitios. Era difícil creer que hace mucho tiempo las banderas reales con astas esculpidas en roca hayan estado decorando este baldío lugar.

-Antes que nada, quizá no sepas que, bajo el reino de Philip III, este lugar era a menudo usado para los duelos entre la Nobleza.

-Ja, ja.

Saito saco a Derflinger de atrás de su hombro y las runas en su mano izquierda estallaron en un brillo.

-Hace mucho tiempo, el Rey todavía tenía el poder de batirse en duelo. Los Nobles del tiempo del Rey… sí eran Nobles de verdad. Quienes arriesgaban la vida por fama y honor, nosotros los Nobles peleábamos con magia. Pero generalmente se peleaba por cosas aburridas, la verdad, como por ejemplo si los dos luchaban por un mismo amor.

La cara de Saito se puso furiosa bruscamente. Puso la espada en guardia, pero Wardes lo detuvo alzando su mano izquierda.

-¿Qué?

-Hay ciertas reglas que conciernen a los duelos. No tenemos un testigo aquí.

-¿Testigo?

-Cálmate. Uno ya está en camino- respondió Wardes.

Louise apareció tras él. Cuando vio a los dos ahí, se quedó abrumada.

-Wardes, usted me llamó y vine. ¿Qué se dispone a hacer?

-Quiero probar un poco sus habilidades.

-Pare este sin sentido. Ahora no es el momento para este tipo de tonterías.

-Es verdad, pero este Noble quiere un duelo y averiguar si soy fuerte o débil.

Louise miró a su Familiar.

-Para ahora. Es un orden.

Saito no respondió, sólo miraba a Wardes.

-¿Qué? ¿En serio?

-Como el testigo está aquí, comencemos.

Wardes sacó su varita del cinturón otra vez y entró en una posición de combato, apuntando con la varita a Saito.

-No soy tan confiado- respondió Saito-, así que no sé si ir duro o suave.

-No hay problema- respondió Wardes con una risa ligera-, atácame con todo.

Saito asió a Derflinger y dio un salto hacia adelante con un corte. El Caballero mago rechazó el ataque con su varita, y las dos armas sonaron con el chocar de acero contra acero, enviando chispas por todas direcciones. Mientras que el arma de Wardes era una simple varita, era capaz de bloquear la espada larga de Saito sin una gota de sudor.

Uno hubiera esperado que Wardes retrocediera, pero no un viento huracanado que apareció cuando los dos chocaron, mientras Wardes aumentaba la velocidad al atacar a Saito. El japonés respondió con un sablazo que rompió con un espadazo que interrumpió el avance de Wardes, mientras la capa negra del Caballero Mágico ondeaba al viento. En respuesta, el capitán saltó unos pasos atrás, y volvió a su posición.

¿Por qué no está usando magia?, pensó Saito.

-No puedes vencerlo- murmuró Derflinger-. Te está mirando como una sabandija.

El corazón de Saito explotó en furia. Ese bastardo de Wardes… ¿puede tener la misma velocidad que yo cuando brillan las runas de Gandalfr? Sólo atacando una vez, Saito podía ver la diferencia entre Guiche y Wardes.

-Un Caballero Mágico no sólo recita encantamientos- respondió Wardes, con una inclinación de sombrero-. Cómo recitamos un hechizo, cómo sostenemos la varita, el movimiento que hacemos al cargar, todo es algo especializado para la batalla… la manera en que usamos nuestras varitas como espadas, llenas de magia. Esto es lo más básico para los soldados.

Saito agachó su cuerpo ágilmente y empezó a girar su espada como un molino de vientos. Aparentemente, Wardes ya había adivinado el ataque que Saito iba a dar, y asestó el siguiente ataque sin siquiera tomar un respiro.

-En verdad eres muy rápido; nadie puede confundir con un plebeyo al verdadero Familiar de las leyendas- bloqueando el ataque de Saito, Wardes agitó su varita y la colocó en la parte de atrás de la cabeza de Saito. Con su cerebro y su nariz hirviendo, el muchacho japonés cayó al suelo con un ruido sordo.

-Pero el asunto es que eres rápido; sin embargo, tus movimientos son los de un aficionado. No puedes vencer a un mago de verdad así.

Saito dio un salto hacia adelante como una bala y descargó un nuevo tipo de asalto. Pero, con un paso fuera y un salto, Wardes fácilmente esquivó a Saito con la velocidad del viento.

-En otras palabras, eres incapaz de proteger a Louise.

Por primera vez, Wardes entró en una posición de combate. Con una velocidad imposible de localizar para una persona normal, lazó un ataque sobre Saito. Tan pronto el muchacho se dio cuenta de lo que pasaba, se enfrentó a la arremetida.

-Deru yil soru la windy- recitó Wardes en voz baja, agitando con una mano la chispeante varita.

Saito se dio cuenta de que todos los movimientos y ataques de Wardes tenían un patrón.

-¡Compañero, malas noticias!- gritó Derflinger cuando dedujo que el susurro era en encantamiento-. ¡Magia en camino!

¡Bam! De repente, todos los vientos corrieron juntos, creando una fuerza invisible que golpeó a Saito con la fuerza de un martillo y lo mandaron despedido unos diez metros sobre una pila de barriles de cerveza que se hicieron añicos cuando se estrelló.

En el momento en que Saito aterrizó sobre los barriles, la espada se le cayó. Mientras Saito trataba de recuperar su arma, Wardes puso un pie sobre ella y luego presiono su varita contra Saito.

-¡Saca tus pies de mi!- gritó Derflinger, pero Wardes no le prestó atención.

-¿Ya sabes quién es el perdedor y quién el ganador?- dijo.

Aún así, Saito trató de levantarse, pero el dolor le impidió moverse. El muchacho se dio cuenta de que la sangre manaba de su cabeza.

Louise se acercó asustada.

-¿Lo entiendes, Louise?- dijo Wardes calmadamente-. Él no puede protegerte.

-Eso es porque… porque, ¿no es usted el comandante de los Caballeros Mágicos, el grupo secreto que fue asignado para proteger a la Reina? ¿No es natural que sea fuerte?

-Cierto. Pero, ¿no estás yendo a Albión, y tal tengas que pelear? ¿Cuándo estés rodeada de enemigos fuertes piensas decir ‘por favor, somos débiles, guarden su varitas’?

Louise se quedó en silencio. Luego miró a Saito con preocupación. De su cabeza salía más sangre fresca. La chica sacó temblorosa su pañuelo, pero Wardes la detuvo.

-Déjalo, Louise.

Wardes cogió las manos de Louise.

-Pero…

-Dejémoslo ahí por un rato.

Louise se mordió dudosa los labios por un momento y, con otro jalón de Wardes, se marchó.

Siendo dejado de lado, el muchacho estaba sobre sus rodillas, incapaz de moverse un poco.

-Derrota total- bromeó Derflinger.

Saito no respondió. Perder delante de Louise lo entristecía mucho.

-Pero ese noble es muy fuerte. ¡No te preocupes por eso, compañero! Ese sujeto tiene muchas habilidades. Tal vez incluso sea un Mago Cuadrado. Aunque hayas perdido, no es nada vergonzoso.

Aún siendo eso verdad, Saito no dijo nada.

-Perder frente a la chica que te gusta es en verdad un evento desagradable. Pero no te deprimas, o también lloraré yo… Oye, recuerdo algo. ¿Qué era? Pasó hace muchísimo tiempo… ¡Oye, no! ¡Espera!

Saito puso a Derflinger de regreso en su vaina, callándolo en el proceso. Sacudiéndose los pantalones, el muchacho dio un pesado paso hacia adelante.



Esa noche, Saito observaba a las lunas desde la ventana del balcón. Guiche y compañía estaban tomando en el bar en el primer piso. Al día siguiente partirían hacia Albión, por eso todos estaban festejando abajo. Kirche había llegado invitándolo, pero él se negó. Nuestro héroe no estaba de humor para beber ahora.

Aparentemente, el grupo podía partir cuando las lunas coincidían en la misma posición; era el día en que Albión estaba más cerca al continente.

Saito alzó la mirada hacia el estrellado cielo nocturno. En el mar de estrellas, la luna rosada se escondía detrás de la luna blanca, y así se parecía a una luna brillando con un color durazno. Esa luna hacía que Saito recordara la luna de su hogar. La luna de la Tierra.

El deprimido Saito nunca dejó de murmurar, queriendo ir a casa, su desea de regresar. Además, perder contra Wardes, en frente de Louise, hacía que Saito extrañara su hogar más que nunca.

Sin darse cuenta, las lágrimas caían de los ojos de Saito. Resbalaban por su cara hasta su mentón y luego caían al suelo. El muchacho siguió llorando mientras miraba las lunas. Entonces, oyó algo detrás de él.

-Saito…

Volviéndose, vio a Louise parada tras él, con los brazos cruzados.

-Sólo porque hayas perdido no significa que debas llorar. Es tan infantil…

El muchacho se secó la cara en respuesta, no queriendo que Louise vea sus lágrimas.

-No es cierto…

-¿Qué no es cierto?

-Sólo estoy así porque me siento nostálgico… de volver a la Tierra. Volver a Japón.

Louise bajó su cabeza.

-Lo sé, es mi culpa…

-Tú sólo me tratas como a un perro.

-No hay nada que pueda hacer al respecto. Soy un miembro de la Nobleza y, si no lo hago, habría rumores.

-¿Cuál es la manera de regresar a mi mundo, entonces? En verdad no quiero permanecer aquí más tiempo- murmuró Saito en un tono disgustado, pero que vino desde el fondo de su corazón.

-Pero qué… sabes que eres muy problemático para mí también.

-Si lo dices, ayúdame a encontrar una manera de regresar. Prométeme que encontrarás una manera de enviarme a mi mundo.

-Cuando esta misión termine, me esforzaré por encontrar tu camino de regreso.

-¿En serio?

Louise puso sus manos sobre su cintura, asintiendo con una expresión linda.

-Soy un miembro de la Nobleza. No mentiría.

-¿Y qué pasaría si no hay una manera de regresar?

Sonrojándose un poco, Louise enduró su corazón y respondió:

-Si eso pasase… te pediría que continúes sirviéndome.

-¿Incluso si estás casada?

-No tiene nada que ver con casarse.

Louise miró a Saito.

-Bien, bien, una persona como tú, con tan horrible personalidad… Y hay alguien dispuesto a casarse contigo. Ese noble es realmente un milagro. Eres muy afortunada.

-¿Qué?- Louise alzó sus brazos con un tinte de enfado-. ¿Acaso Kirche no se enamoró de ti? Esa idiota se puede enamorar de ti. Olvídalo, no importa lo que te diga, ambos son unos idiotas y harían una pareja adorable.

Los dos apartaron la mirada. Louise cerró los ojos y se calmó.

-En resumen- dijo Louise-, durante el tiempo que estés en Halkeginia, eres mi Familiar. Así que a pesar de que esté casada o no, tu deber es protegerme y hacer el lavado, así como otras cosas.

Saito se volvió para encarar a Louise.

Bajo ese cabello rosado, los ojos verdes de Louise brillaban con furia. Su cara normalmente pálida estaba teñida con el color de la ira, lo que hacía que sus labios fruncidos se vieran más lindos.

El corazón de Saito comenzó a acelerase mientras la miraba. Había sido gritado por Louise, pero ella aun seguía siendo hermosa.

Pero, ¿solamente es eso? ¿Sólo porque es preciosa, mi corazón se acelera? Siento que no es sólo eso. No importa qué tan hermosa sea, qué tan linda, cuando uno escucha palabras tan dolientes no debería acelerársele el corazón.

Louise se cogió las manos.

La sonrojada Louise. La Louise que me cuidó. A pesar de ser Zero, la Louise que se enfrentó al golem de Fouquet. La avergonzada Louise que llora en secreto cuando la llaman Zero…

Ocasionalmente Louise se muestra como una chica real que combina valor, simpatía y belleza en ella.

¿Entonces por qué me siento así?, pensó Saito profundamente.

Finalmente entendió por qué había estado contemplando las lunas cada noche hasta ahora, aunque nunca haya pensado sobre regresar.

Pero odiaba querer admitir la razón.

¡Esto apesta!

¿Por qué yo…? Saito no pudo completar sus pensamientos.

-¿Por qué no dejas que Wardes te proteja?- preguntó espontáneamente.

-¡Increíble! ¿Aún no superas haber perdido contra él?

Saito permaneció en silencio.

-Tú eres mi Familiar, ¿cierto? Porque has perdido, debes ser más fuerte. Esa actitud perdedora deshonrará el nombre de La Vallière.

No era tan simple como ser derrotado. Era perder en frente de Louise, y perder contra su prometido. ¿Cómo podía ser más fuerte? Saito apretó los labios y golpeó el marco de la ventana.

-Bien, entiendo- respondió Louise molesta-. Haz lo que quieras. Dejaré que Wardes me proteja.

-Sí, has eso- respondió Saito maliciosamente, y esto volvió a Louise incluso más molesta.

-Esa persona es confiable. No haría que me preocupe. No tendría por qué decirle a un Familiar como tú, pero lo haré ahora. Ya lo he decidido. Me casaré con Wardes.

Louise miró a Saito, pero él se mantuvo en silencio, sin importarle. ¿Qué?, pensó Louise.

-Me casaré con Wardes- repitió ella. Pero Saito siguió en silencio y no dijo nada, con la cabeza agachada en rabia.

Al principio, esperaba que Saito dijera algo para detenerla, pero Saito no dijo ni una sola palabra.

¿Qué? ¿Acaso no te escabulliste en mi cama?, pensó Louise. Se puso más molesta porque su orgullo había sido herido.

-¡Alguien como tú debería pasar el resto de su vida mirando la luna!- gritó Louise mientras salía corriendo.

Justo en ese momento…

-¡AGH!- gritó Saito.

Louise volteó su cabeza y, para su sorpresa, apareció algo que tapó las lunas, y no se podía ver por ninguna parte.

Bajo la sombra de las lunas, apareció un gigante. Si uno daba una mirada más cercana, la sombra gigante resultaba ser un golem hecho de piedra. La persona que controlaba el golem sólo podía ser…

-¡Fouquet!- gritaron Louise y Saito al unísono.

La figura sobre ellos se sentó encima del hombro del golem.

-¡Oh, es un gran honor que me recuerden!- respondió alegremente.

-¿No deberías estar pudriéndote en la cárcel?- preguntó Saito, cogiendo la espada de su hombro.

-Alguien tuvo un corazón bondadoso- gritó Fouquet en respuesta-. Una belleza como yo debería estar contribuyendo con el bien del mundo, así que me dejaron escapar.

Estaba tan oscuro que mucha gente no podía ver, pero había una figura con una capa negra de nobleza parada junto a la mujer. ¿Es quien la ayudó a escapar? El noble apoyaba las acciones de Fouquet, pero se mantenía callado. Porque la figura llevaba una máscara, no se podía decir claramente, pero parecía ser un hombre.

-Entonces eres una persona que no puede hacer sus propios planes- Saito blandió su espada con su mano izquierda-. ¿Qué estás haciendo aquí?

-Vengo a agradecerles las largas vacaciones que me dieron- rió Fouquet, mientras el enorme golem pulverizaba la baranda del balcón con un golpe-. ¡Vengo a demostrarles mi aprecio!

La baranda había sido esculpida en roca sólida, así que parecía que el poder del golem se había incrementado significativamente.

-¡Es piedra, no tierra, así que cálmate!

-¡Nadie está tratando de calmarse aquí!

Saito cogió la mano de Louise y corrió. Escapando de la habitación, los dos bajaron a saltos la escalera.



Mientras tanto, el piso de abajo era un caos.

Repentinamente, un grupo de soldados llegó a atacar a Wardes y compañía, que estaban bebiendo. Guiche, Kirche, Tabitha y Wardes estaban usando magia para defenderse. Sin embargo, había demasiada gente. Era como si cada soldado de La Rochelle veniera a atacarlos. Parecía que estaban perdiendo.

"Kirche rompió las patas de una de las mesas y decidió usar las mesas como un escudo contra lo enemigos."

Kirche rompió las patas de una de las mesas y decidió usar las mesas como un escudo contra lo enemigos. Los soldados que atacaban estaban acostumbrado a pelear con enemigos que usen magia. Mientras peleaban, observaban el rango y estilo de Kirche y sus amigos. Luego, se apartaron del rango de magia para atacarlos con sus arcos. Los soldados que se ocultaban en la oscuridad tenían más ventaja en el campo, dejándoles a los que se encontraban en la habitación una amarga batalla.

Si alguno se parara para conjurar magia, sería respondido por una lluvia torrencial de flechas.

Saito se agachó y corrió hacia la mesa que servía de escudo a Kirche para hacerle saber que Fouquet estaba arriba atacándolos. Pero los gigantescos pies del golem ya eran visibles, así que no era necesario decirles.

Los otros nobles y comensales se estaban escondiendo detrás del mostrador, temblando de miedo. El obeso posadero se paró.

-¿Qué le están haciendo a mi estblecimiento?- les gritó a los soldados.

Una de las flechas se incrustó en su hombro, dejándolo desplomado en el piso.

-Esto es un verdadero problema.

Escuchando las palabras de Wardes, Kirche asintió.

-Parece que esta banda no está interesada simplemente en un pequeño robo.

-¿Fouquet y los Nobles de Albión estarán detrás de esto?

-Esos tipo esperan que usemos nuestra magia- murmuró Kirche, alzando la varita-, y que nos quedemos exhaustos, para que vengan a atacarnos. ¿Qué podemos hacer?

-Mis Valkirias nos protegerán.

-Guiche, tus Valkirias son sólo un grupo pequeño; éstos son mercenarios profesionales.

-Si no lo intentamos, nunca lo sabremos.

-Pero Guiche, si se trata de habilidad, yo soy de lejos más experta que tú.

-Pero yo soy el hijo del General de Gramont. ¿Cómo podría perder contra esta banda de soldados idiotas?

-Esto es intolerable. Los Nobles de Tristain son muy bravos a la hora de hablar, pero sus habilidades de combate son muy débiles.

Guiche se paró, preparándose para conjurar un hechizo, pero Wardes lo detuvo cogiéndolo de la camisa.

-Todos escuchen atentamente- susurró Wardes. Saito y los demás se quedaron en silencio-. Bastará para que esta misión se considere completa que una mitad del grupo llegue a salvo a su destino.

En ese momento, Tabitha cerró su libro y miró en dirección a Wardes.

-Cebo- pronunció una sola palabra, usando su vara para señalar a Kirche, Guiche y a ella misma. Luego continuó con otra palabra, señalando a Saito, Wardes y Louise:-. Puerto.

-¿El tiempo?- le preguntó Wardes a la niña.

-Nos encargaremos de eso ahora- dijo Kirche.

-Tal como lo planeamos hace ratito, salgan por la puerta de atrás.

-¿Ah? ¿Qué?- gritaron Saito y Louise en sorpresa.

-Ellos son capaces de ocuparse de la situación; debemos confundir su vista. Usando ese tiempo, tenemos que escapar hacia el muelle, sólo eso.

-Pero...

Saito miró a Kirche y la muchacha se pasó una mano por su cabello rojo.

-Bah, no podemos evitarlo- dijo, apretando los labios-. De todos modos, realmente no queríamos ir a Albión con ustedes.

-Bueno, tal vez muera aquí- dijo Guiche, oliendo su rosa-. ¿Qué pasará entonces? Si muero, no podré encontrare con la Princesa Henrietta de nuevo…

-Deprisa- dijo Tabitha a Saito, asintiendo.

-Pero…

-Está bien. Hora de irse- Kirche comenzó a empujar a Saito-. Cuando regreses… te dejaré besarme…-. Luego se volvió para encarar a Louise-. Ay, Louise, no malinterpretes nada. No estoy aquí para hacer de cebo para tí.

-Lo sé, lo sé- dijo Louise. Pero, a pesar de haberlo dicho, agachó la cabeza y saludó a Kirche y los otros.

Saito y los otros dos agacharon su cuerpo hasta el piso y comenzaron a correr. Las flechas volaron en su dirección, pero con un movimiento de la varita de Tabitha, un viento rugiente los protegió del ataque.



El grupo pasó del bar a la cocina y se dirigió hacia la salida posterior. Hubo una explosión detrás de ellos.

-Parece que ya ha empezado…- musitó Louise.

Wardes pegó una oreja a la puerta, escuchando la situación del exterior.

-Parece que está despejado.

Abriendo la puerta, los tres saltaron hacia las calles nocturnas de La Rochelle.

-Los muelles están por acá.

Wardes iba primero; Louise lo seguía detrás. Saito caminaba al último. Bajo la luz de las lunas, las sombras del trío se extendían y los seguían de cerca.




El Continente Blanco[edit]

Después de asegurarse que Saito y compañía se marchaban, Kirche le dijo a Guiche:

-Ahora, es hora de comenzar. Hay una olla llena de aceite en alguna parte de la cocina, ¿cierto?

-¿Te refieres a esas ollas para asar?

-Sí. Tráelas acá con tus Valkirias.

-Muy fácil.

Guiche se escondió tras una mesa, agitando su varita con forma de rosa. Los pétales cayeron suavemente en el piso y de este emergieron sus Valkirias de bronce. Los golems aparecían continuamente en el piso y se dirigían a la cocina. Los soldados apuntaban y soltaban todas sus flechas a las estatuas de Guiche.

Las puntas de hierro de las flechas se convirtieron en polvo, haciendo que las estatuas se tambaleen. Guiche rió, mientras las Valkirias llegaban a la cocina tras el mostrador y recogían la olla.

-¿Puedes lanzarlo hacia la entrada?- preguntó Kirche, maquillándose frente a un espejo.

-¿Te estás maquillando ahora? ¿Justo ahora?- dijo Guiche, con un gesto de sorpresa, pero igual ordenó a las Valkirias lanzar la olla a la entrada.

Kirche blandió su varita y se paró.

-Es que la obra está comenzar, y si la dama principal no tiene maquillaje…- agitó su varita hacia el aceite, ahora flotando en el aire-, ¿no sería algo vergonzoso?

El fuego de Kirche encendió el aceite, esparciendo las flamas con todo el vigor de la diosa con un gran sonido. En un instante, un grupo de mercenarios que avanzaba se alejó de la repentina llamarada.

Kirche recitó un hechizo seductoramente, agitando su varita de nuevo. Las flamas ardieron con más fuerza, dirigiéndose a los mercenarios de la entrada, envolviéndolos y haciéndolos rodar de dolor. Kirche se plantó y se movió su cabello elegantemente antes de alzar su varita. A pesar de que todas las flechas volaban hacia ella, el viento de Tabitha las rechazó todas.

-Queridos mercenarios desconocidos, no tengo idea de por qué nos están atacando- Kirche sonrió e hizo una reverencia bajo la lluvia de flechas-, pero por favor, déjenme a mí, Kirche el Fuego Sutil, gentilmente ser su oponente.



Sentada sobre el hombro de su gigante golem de tierra, Fouquet se mordió los labios, molesta. El grupo al que había ordenado atacar ahora retrocedía, confundido, luego de ser rodeados con fuego. Se volvió hacia el noble enmascarado que estaba sentado junto a ella.

-Ay, haciendo un escándalo sólo por ese nivel de fuego… las manos contratadas sí que no son fiables.

-Ya es suficiente, de todas formas…

-¡Pero no se puede derrotarlos así!

-Está bien incluso si no los derrotan. Todo lo que tenían que hacer era separarlos.

-Aunque digas eso, no dejaré que esto continúe. Por su culpa estoy siendo humillada.

El encapuchado no respondió, sino que se paró como si no hubiera escuchado nada.

-Bien, iré tras la chica Vallière- le dijo a Fouquet.

-¿Y qué hago yo entonces?- preguntó Fouquet.

-Haz lo que quieras. Quema o cocina al resto, lo que sea. Nos encontraremos en el restaurante de siempre.

El hombre saltó del hombro del golem y desapareció en la oscuridad como el viento de medianoche, suave y susurrante.

-Cielos… ¡Qué hombre tan despreocupado!- habló Fouquet, disgustada-. No me dice nada de lo que está planeando.

Debajo, los soldados gemían. Vientos fuertes llegaron desde dentro del local, esparciendo y avivando las violentas flamas. Incluso los arqueros escondidos en la oscuridad sintieron el calor.

-¡Demonios- gritó Fouquet hacia abajo-, ya es suficiente! ¡Son todos unos inútiles! ¡Salgan de mi camino!

El golem se alzó con ruido atronador y avanzó hacia la entrada, dando golpes mientras avanzaba.



Kirche y Tabitha controlaban las flamas en el salón, forzando fieramente a los mercenarios ir hacia afuera. El grupo de arqueros que se encontraba fuera también huyó del fuego, esparcido por el viento de Tabitha, dejando caer sus arcos.

-Oh, oh, ohoho- rió Kirche victoriosa-. ¿Lo ven? ¿Entienden? ¡El poder de mis flamas! ¡Si no quieren terminar quemados, mejor regresen a casa ahora! ¡Ahaha!

-¡Está bien, es mi turno!- dijo Guiche, luego de hacer una aparición inesperada, apuntando a los enemigos, que trataban de escapar entre los huecos de las flamas, para lanzar su hechizo de Valkirias.

Con un ruido fuerte y tronador, la entrada y todo lo demás desaparecieron.

-¿Eh?

Un enorme golem emergió del polvo levantado y pateó con facilidad las estatuas de Guiche.

-Oh, lo olvidé. Esa señorita problemática aún está aquí- dijo Kirche chasqueando la lengua.

-¡No sean tan arrogantes, niños!- gritó Fouquet, parada sobre el hombro de su golem-. ¡Acabaré con ustedes!

-¿Qué hacemos ahora?- Kirche se volvió hacia Tabitha. Su amiga relajó las manos y agitó la cabeza.

Guiche dio una mirada al golem gigante y se sumió en un ferviente pánico, gritando:

-¡Todos, ataquen! Dije que… ¡ATAQUEN! ¡Éste es el momento para que vean el espíritu de la Nobleza de Tristain! ¡Mírame, padre! ¡Guiche se convertirá en un hombre!

Tabitha le puso una zancadilla con su báculo, haciéndolo chocar contra el suelo.

-¿Qué estás haciendo? ¡Déjame convertirme en un hombre! ¡En el nombre de Su Majestad la Princesa, deja que mi rosa se marchite aquí!

-Tenemos que irnos.

-¡No! ¡No huiré!

-¡Vamos, sabes que sería el primero en morir en un batalla!

Tabitha miró al golem que se acercaba y, de repente, pareció tener una idea. Luego jaló de la manga de Guiche.

-¿Qué?

-Rosa- Tabitha señaló a la falsa rosa de Guiche, haciendo un movimiento en el proceso-. Muchas. Pétalos.

-¿Qué quieres hacer con pétlaos?- gritó Guiche, sólo para que Kirche lo jalará de la oreja.

-¡Simplemente haz lo que Tabitha diga!

Guiche agitó su varita con forma de rosa molesto, enviando una gran cantidad de pétalos que volaban en el aire. Tabitha recitó un hechizo. Con la dirección de su viento, los pétalos se pegaron al golem.

-¿Y qué harán lo pétalos sobre el golem?- gritó Guiche-. ¡Se ve precioso!

-Alquimia- ordenó secamente Tabitha.



Sobre el hombro del golem, Fouquet, viendo a su creación cubierta de pétalos, replicó molesta:

-¿Qué es esto? ¿Un regalo? ¡No voy a dejar pasar eso aunque decoren mi golem con pétalos!

El golem alzó un puño y descargó contra la mesa que hacia de escudo a Kirche, Tabitha y Guiche.

En ese momento, la masa de pétalos se convirtió en líquido. El olor a aceite llegó hasta ella. Como una maestra del elemento Tierra, Fouquet comprendió instantáneamente la razón. Un hechizo conocido como ‘alquimia’.

Habían usado la alquimia para convertir lo pétalos en aceite. Fue muy tarde para darse cuenta de que algo andaba mal. La bola de fuego de Kirche ya estaba volando hacia su golem.



En un instante, el golem fue cubierto por el fuego. Incapaz de soportar el calor y las flamas, el golem cayó de rodillas.

Viendo a su empleador en una posición de derrota, los mercenarios huyeron como arañas. Kirche, Tabitha y Guiche se cogieron de las manos, alegres.

-¡Lo hicimos! ¡Ganamos!

-Yo… ¡gané con la alquimia! ¡Padre! ¡Su Majestad! ¡Guiche ha triunfado!

-Todo es gracias al plan de Tabitha- dijo Kirche, golpeando la cabeza de Guiche con un dedo.

Una espantada Fouquet se paró frente a su golem quemado.

-¿C-Como se atreven… vencerme, a Fouquet, dos veces, con magia de Tierra…?

Se veía lamentable, con sus largo cabello quemado, sus ropas con marcas de huecos por todos lados, y su rostro negro como el carbón. La belleza la había abandonado.

-¡Oh, qué bonito maquillaje te has puesto! ¿Sabe, señorita? Ese maquillaje tan sobrecargado le queda bien… Me refiero a que ya es muy vieja…

Cuando terminó de hablar, Kirche agitó su varita hacia Fouquet. Sin embargo, parecía haber agotado su energía con todos los hechizos que usó en batalla. Una pequeña y débil flama voló, y desapareció al instante.

-¿Eh? ¿Es eso?- Kirche se rascó la cabeza.

Tabitha y Guiche parecían pasar por lo mismo. Pero Fouquet no. Ella no dijo ningún hechizo, y simplemente se movió hacia ellos.

-¿Vieja? ¡Chiquilla, sólo tengo veintitrés!- Fouquet apretó los puños y pegó a Kirche, quien respondió de la misma manera sin dudar. Y así las dos pelearon, completamente diferente a como lo harían en verdad.

Tabitha se sentó y, con el más mínimo interés en la pelea frente a ella, comenzó a leer. Guiche observaba a las dos mujeres peleando, y se sonrojó ligeramente. Parecía indiferente a sus ropas todas sucias.

Desde muy lejos, los mercenarios comenzaron a apostar quién ganaría.


+++


Mientras Kirche y Fouquet peleaban, Saito y compañía corrían hacia el muelle, con el camino iluminado por la brillante luna. Wardes se acercó a las escaleras de un edificio y empezó a subirla.

-¿No estamos yendo hacia algún puerto?- preguntó Saito-. ¿Por qué estamos trepando una colina?

Wardes no respondió.

Luego de subir un gran tramo de escaleras, llegaron a la cima de una pequeña colina. Viendo todo lo que había frente a él, Saito dio una exclamación.

Era un árbol inmenso, con ramas creciendo en todas las direcciones. Parecía tener el tamaño de una montaña. ¿Qué tan grande era? La noche cubría su copa, pero tenía una altura considerable. Saito lo observaba como si fuera la Torre de Tokio.

Y luego, dando una mirada más atenta entre las ramas, el árbol sostenía algo muy grande. ¿Una gran fruta? Se equivocaba. Era un barco, pero parecía más un zeppelín cogido entre las ramas.

-¿Este es el puerto?- preguntó Saito, escandalizado-. ¿Y esa es… la nave?

-¡Sí!- respondió Louise, sorprendida-. ¿No es así también en tu mundo?

-Los muelles y los barcos van por el agua en mi mundo.

-Si hay barcos que navegan por el agua, hay barcos que navegan por el aire- dijo Louise con total naturalidad.

Wardes corrió hacia las raíces del árbol, que eran tan grandes y espaciosas como el vestíbulo de un rascacielos. Probablemente había desenterrado la mitad de un árbol muerto para hacer esto.

Era de noche, por lo que no podían ver bien. Entre cada escalera había paneles de metal, con algún tipo de escrito en ellas. Tal vez sean signos de la estación o algo parecido, pensó Saito.

Wardes comenzó a trepar la escalera frente a él.

Un tramo de escaleras de madera se conectaba con otra. Había soportes y barandas en ellas, pero aún así parecían preocupantemente peligrosas. Uno podía ver las luces de La Rochelle en cada espacio entre las escaleras.

En un descaso a mitad de camino, Saito oyó pasos detrás de ellos. Se volvió sobre sí mismo y una sombra saltó y, volando por encima de él, aterrizó junto a Louise.

Era el hombre de la máscara blanca que estaba en el golem de Fouquet.

-¡Louise!- gritó Saito, sacando su espada.

Louise se volvió, pero el hombre la cargó en un instante.

-¡Ah!- gritó Louise.

Saito alzó su espada. Pero si ataco así, puedo herir a Louise.

El hombre llevó a Louise y saltó como si lo hiciera un artista, moviendo el cuerpo a donde quiera que deseara.

Saito se mantuvo firme. A su lado, Wardes agitaba su báculo. El enmascarado, como Saito poco antes, fue golpeado y despedido por el martillo de aire de Wardes y dejó escapar a Louise. Se sujetó a una baranda, pero Louise cayó en el suelo.

Rápidamente, Wardes saltó fuera de la plataforma y voló hacia Louise como un pescador. Logró cogerla y flotó en el aire mientras la llevaba.

El enmascarado se inclinó, saltó sobre la plataforma y encaró a Saito. Su contextura no era muy diferente a la de Wardes. El hombre sacó un báculo de su cinto. Era un báculo negro.

Luego de asegurarse de que Louise estaba a salvo, Saito se puso en guardia, recordando su pelea contra Wardes. Girar la espada era sin duda peligroso, pero no podía prever qué magia usaría su oponente contra él.

El hombre agitó su báculo. El aire sobre ellos se volvió muy frío. El viento congelado irritaba la piel de Saito. ¿Qué está haciendo?

El hombre continuó recitando su hechizo. Saito alzó su espada, pero Derflinger gritó:

-¡Ponte en guardia, compañero!

Mientras Saito se ponía en guardia, el aire tembló. Hubo un estallido. Relámpagos emanaban del hombre, golpeando a Saito directamente.

-¡Nube Relámpago!- exclamó Derflinger, reconociendo el hechizo.

Una fuerte corriente eléctrica fue a través del cuerpo de Saito, y él cayó de la plataforma.

-¡Agh!- gritó Saito adolorido.

Sentía su muñeca izquierda como si hubiera sido calcinada. La corriente había dejado un rastro, quemando sus ropas. Su muñeca le quemaba como si hubiera tocado una pieza de hierro al rojo vivo. Se desmayó del dolor y el susto.

Wardes, cogiendo a Louise, recitó un hechizo de levitación, situando a Saito en el suelo, a salvo.

-¡SAITO!- gritó Louise, viendo a su Familiar caer.

Wardes se mordió el labio. Se volvió al hombre enmascarado y sacudió su báculo. Era el Martillo de Aire. El viento a su alrededor se solidificó en bloques invisibles, pegando en el enmascarado, que cayó de la plataforma hacia el suelo.

Louise se soltó de Wardes y corrió hacia Saito. Una herida producida por la corriente continuaba quemando la mano de Saito con que cogía la espada, desde la manga hasta el codo. Ella puso frenéticamente su oreja sobre su pecho. Su corazón aún latía. Louise dejó escapar un suspiro de alivio. Había recibido una fuerte corriente, pero sobrevivido.

Saito abrió sus ojos y se paró con esfuerzo.

-¿Q-Qué…? Ese tipo… pero, duele… ¡Agh!

-Esa fue la Nube Relámpago- explicó Derflinger-. Magia muy poderosa de viento. Ese tipo parece un experto para mí.

-¡Ah! ¡Oh!- el rostro de Saito se retorció de dolor.

Wardes examinó las condiciones de Saito.

-Fue una suerte que haya sobrevivido sólo con una herida en la muñeca. Usualmente este hechizo mata. Oh, parece que tu espada neutralizó algo de la corriente, pero no estoy seguro de por qué. ¿No está hecha de metal?

-Ni idea. Lo olvidé- respondió Derflinger.

-Una espada inteligente, ¿eh? Cosa rara.

Saito se mordió el labio fuertemente. Su muñeca herida le dolía, pero el hecho de no poder haber hecho algo para salvar a Louise dolía más. Además, dejó que Wardes se llevara todos los créditos. No podía permitir que Louise lo volviera a ver así nunca más. Se incorporó con esfuerzo y guardó a Derflinger.

-Continuemos. N-No importa ahora.


+++


Detrás del último tramo de escaleras había una rama. Y en esa rama, un barco… simplemente sujetado ahí. Tenía la forma muy parecida a la de un yate, quizá para permitirle volar, con alas a los lados. De la nave colgaban quién sabe cuántas sogas, todas atadas a las ramas. La rama sobre la que estaban parados se extendía todo el camino hasta la cubierta del barco.

Subieron a bordo y un marinero durmiendo en cubierta los siguió:

-¡Oigan, ustedes! ¿Qué están haciendo?

-¿Dónde está el capitán?

-Está durmiendo. Regresen por la mañana- respondió el hombre gélidamente, borracho, y bebió de su botella de ron.

Wardes no respondió, sino que dejo al descubierto su báculo.

-¿Quieres que un Noble repita lo que acaba de decir? ¡Dije que traigas al capitán!

-¡U-Un Noble!- el marinero se paró inmediatamente y corrió hacia la habitación del capitán.

Momentos después, trajo consigo un aún dormido hombre cincuentón con sombrero. Parecía ser el capitán.

-¿Quién es usted?- dijo, mirando sospechosamente a Wardes.

-El Líder de la Guardia Mágica de Su Majestad, Capitán Wardes.

Los ojos del capitán se salieron de sus órbitas y cambió sus palabras a más formales luego de saber su identidad como Noble de gran calibre.

-Oh, eh… entonces, ¿qué servicios requieren de mi barco?

-Llévenos a Albión. Partimos ahora.

-¡Es una locura!

-Estamos bajo las órdenes de Su Majestad. ¿O quiere ir en contra de la Corte Real?

-¡No sé que los lleve a ir a Albión, pero no podemos partir hasta el amanecer!

-¿Por qué?

-Albión está más cercano a Tristain por la mañana. No tenemos suficientes piedras de viento para llegar a ahí desde aquí en estos momentos.

-¿Piedras de viento?- preguntó Saito.

El capitán le dio una mirada de no-sabes-qué-es-una-piedra-de-viento y respondió:

-Son piedras que contienen magia de viento. Este barco no puede volar sin ellas- luego se volvió a Wardes-. Mi Señor, este barco sólo tiene las piedras suficientes para recorrer la distancia más corta hacia Albión. Si tuviéramos más, podríamos partir antes. Pero por ahora, no podemos partir. Nos caeríamos a medio camino.

-Yo haré el trabajo que se necesite por su falta de piedras de viento. Soy un Mago de Viento clase Cuadrado.

El capitán y sus marineros intercambiaron miradas. Luego, el capitán se volvió a Wardes y asintió.

-Bueno, eso está bien. Pero igual tendrán que pagar.

-¿Cuál es el cargamento?

-Azufre. Ahora mismo vale su peso en oro. Los Nobles han incrementado el precio en desesperación por la seguridad. Para tener eso, la pólvora y elementos de fuego son necesarios.

-Véndamelos todos a ese precio.

El capitán asintió, con una sonrisa arqueada. Con el trato hecho, el capitán daba orden tras orden.

-¡Dejen el puerto! ¡Leven anclas! ¡Icen las velas!

Los marineros seguían las órdenes, todo el tiempo quejándose por lo bajo, removiendo con destreza las cuerdas de las ramas, trepando a las cuerdas de seguridad a ambos lados, y soltando las velas.

Sin las ataduras, el barco se sumergió, y luego volvió a flotar con el poder de las piedras de viento.

-¿Cuándo llegaremos a Albión?- preguntó Wardes.

-Llegaremos al Puerto de Scarborough mañana al mediodía- respondió el capitán.

Saito miró el suelo que acababan de dejar. El muelle podía ser visto entre las ramas del árbol gigante. Pronto, las luces de La Rochelle se desvanecieron en la oscuridad. Parecía que viajaban bastante rápido.

Louise se acercó a Saito y puso una mano sobre su hombro.

-¿Te encuentras bien, Saito?- preguntó, mirándolo preocupada.

-No me toques- Saito apartó su mano de su hombro. El rostro de Louise se sonrojó.

-¿Qué? ¡Y encima me preocupaba por ti!

Louise se puso furiosa viendo cómo Saito ni siquiera la miraba. Y me preocupé mucho por ti… ¿qué es esa actitud?, pensó.

Saito estaba deprimido. No puedo hacer nada cuando Louise estuvo a punto de ser llevada por el hombre de la máscara blanca. No podía mirarla a la cara. Se acordaba de lo que le había dicho Wardes unos pocos días atrás. “En otras palabras, eres incapaz de proteger a Louise”…

¿Es cierto eso?, pensó Saito.

-Por lo que he oído del capitán- Wardes se acercó a ellos-, la Armada Real de Albión has sido completamente rodeada cerca de Newcastle, y están peleando una difícil batalla.

-¿Qué hay del Príncipe Wales?- preguntó Louise, claramente asustada.

-No estoy seguro…- Wardes sacudió la cabeza-. Parece estar con vida…

-Un momento… ¿no están los puertos completamente tomados por los rebeldes?

-Sí.

-¿Entonces cómo contactaremos con la Familiar Real?

-Tendremos que abrirnos paso en nuestro camino. Sólo toma un día a caballo desde Scarborough hasta Newcastle.

-¿Abrirnos paso entre los rebeldes?

-Sí. Es la única elección que tenemos. Ellos no pueden atacar abiertamente a la Nobleza de Tristain, supongo. Tendremos que encontrar una oportunidad para salir de su círculo y correr directo a Newcastle. De lo que nos tenemos que preocupar ahora es de montar en la oscuridad.

Louise asintió ansiosamente.

-Hablando de eso, Wardes, ¿dónde está su grifo?- preguntó.

Wardes sonrió. Se inclinó hacia fuera de la nave y silbó. Desde debajo del barco venía el sonido de las alas del grifo. Aterrizó en cubierta, asustando a algunos marineros.

-¿No podíamos llegar a Albión con ese grifo en vez de ir en barco?- preguntó Saito.

-No es un dragón- respondió Louise-. No puede volar tanto.

Saito se sentó, apoyado en el mástil, y cerró los ojos. Parece que volveremos a estar en peligro pronto. Oh, muy bien, dormiré un poco, pensó. Con la plática entre Louise y Wardes como una canción de cuna, se quedó dormido.


+++

Saito se despertó con el sonido de los marineros y una luz cegadora, y un cielo azul y brillante frente a él. Viendo bajo la nave, podía ver nubes flotando. El barco navegaba por encima de ellas.

-¡Albión a la vista!- bramó el vigía.

Saito se sobó sus ojos somnolientos y volvió a mirar hacia abajo. Todo lo que había eran nubes. No había tierra a la vista.

Louise, que parecía haber dormido junto a él, se levantó.

-No puedo ver tierra por ningún lado- se quejó Saito.

-¿Ahí?- Louise señaló hacia el cielo.

-¿Eh?

Siguió con la vista hacia donde ella señalaba y lanzó un grito de sorpresa. Nada más que una gran vista se mostraba ante sus ojos.

"Por entre las nubes podía ver una tierra oscura. Continuaba expandiéndose sobre ellos. Las montañas estaban talladas en el paisaje, y los ríos fluían desde ellas."

Por entre las nubes podía ver una tierra oscura. Continuaba expandiéndose sobre ellos. Las montañas estaban talladas en el paisaje, y los ríos fluían desde ellas.

-¿Eso te asusta?- le preguntó Louise.

-Yo… he… nunca he visto nada parecido anteriormente- dijo Saito, aún con la boca abierta.

-Albión, la isla flotante. Flota en el aire, así nomás. Usualmente va sobre los océanos. Sin embargo, pasa sobre el continente de Halkeginia unas cuantas veces cada mes. Es casi del tamaño de Tristainia, y lo llamamos el Continente Blanco.

-¿Por qué ‘Continente Blanco’?

Louise señaló la isla.

-El agua de los ríos baja por la isla hasta juntarse con el aire, y mientras eso pasa, se convierte en una niebla que cubre toda la parte de debajo de la isla- explicó Louise-. La niebla se convierte en nubes que hacen llover sobre Halkeginia.

-¡Nave acercándose a estribor!- gritó el vigía.

Saito miró hacia esa dirección. Un barco, como había sido anunciado, se acercaba, y era, con mucho, mucho más grande que en el que estaban. Varios cañones sobresalían de unos hoyos a los lados.

-¿Eh? Tienen cañones- habló Saito.

Louise frunció el ceño.


+++


-Esto no es bueno. ¿Un rebelde… o es un buque de la Nobleza?

En la parte de atrás de la cubierta, Wardes y el capitán miraban también hacia donde señalaba el vigía.

La pintura negra en el barco señalaba que había sido hecho para la guerra. Veinte o más cañones apuntaban hacia ellos.

-¿La Nobleza de Albión? Pregúntales si llevan cargamento como nosotros.

El vigía subió la bandera de señal mientras el capitán le hablaba. El barco negro no respondió.

El sub-capitán llegó corriendo, con el rostro pálido, y reportó al capitán:

-¡Ese barco no tiene ninguna bandera de nacionalidad!

-¿Entonces… son piratas?

-¡No podemos estar equivocados! Escuché que se volvieron muy activos luego de que empezó la rebelión…

-¡Huyan! ¡A toda marcha!

El capitán quería huir de ellos lo más rápido posible, pero ya era demasiado tarde. El barco negro comenzó a flotar paralelo al barco, y disparó directamente a ellos.

¡BANG!

La bala de cañón se perdió entre las nubes. Ahora, el mástil de la nave negra flameaba una señal de cuatro colores.

-No están ordenando detenernos, capitán.

El capitán hizo una mueca con su decisión. No era que el barco estuviera completamente desarmado, pero todo lo que tenían eran tres cañones móviles en cubierta, que no eran más útiles que decoración si se enfrentaban contra veinte de ellos apuntándolos.

El capitán miró a Wardes para pedirle ayuda.

-Toda mi magia fue usada para el barco- respondió Wardes tranquilamente-. Sólo nos queda hacer lo que digan.

-Ahí se va mi fortuna…- murmuró el capitán, y luego dio la orden:-. ¡Recojan las velas! ¡Paren el barco!


+++


Louise, viendo que el barco negro abría fuego y se acercaba más a ellos y que su barco estaba parando, se aferró a Saito, quien solamente observaba tenso al barco negro.

-¡Somos piratas! ¡No se resistan!- gritó un hombre desde el otro barco con un cuerno.

-¿Piratas?- Louise estaba aterrorizada.

En babor del barco negro, varios hombres se alinearon con arcos y rifles. Apuntaron y dispararon cuerdas con ganchos que se agarraron al estribor de su barco. Más hombres de ellos, casi diez, empuñando hachas y sables curvados, se deslizaron por las cuerdas dentro de su barco.

Saito cogió su espada, pero aún le dolía la muñeca por la batalla de la noche anterior, y no podía usar toda su fuerza.

-Saito…- dijo Louise calladamente.

Él la oyó, y trató de aferrar más fuerte la espada. Las marcas en el dorso de su mano izquierda brillaron. Sin embargo, Wardes, quien de alguna manera apareció detrás de él, le puso una mano en el hombro.

-No son sólo bárbaros armados, Saito. Tienen un montón de cañones apuntándonos. Si quiere sobrevivir en el campo de batalla, tienes que medir con precisión la fuerza de tu oponente y la tuya. Incluso puede que tengan magos con ellos.

El grifo de Wardes, que estaba echado en la parte delantera de la cubierta, también estaba asustado de los piratas, y gruñó. Su cabeza fue cubierta por un humo blanco-azuloso y cayó sobre el piso dormido.

-Un hechizo de sueño… Así que sí tienen magos.

A una orden, los piratas aterrizaron sobre su barco. Uno de ellos estaba vestido exquisitamente. Llevaba una camisa que parecía haber sido blanca, pero estaba ensuciada de negro por el sudor y el lubricante. Podía verse su fuerte y bronceado pecho entre las aberturas de la camisa. Un parche cubría su ojo izquierdo. Este hombre parecía ser el líder pirata.

-¿Quién es el capitán?- preguntó en un tono rudo, mirando alrededor.

-Yo.

El capitán, temblando pero tratando de mantener la compostura, alzó una mano.

El líder caminó hacia él con pasos largos, sacó su sable y colocó la punta sobre la cara del capitán.

-¿Cuál es el nombre del barco y qué lleva?

-El Marie Grande de Tristainia. El cargamento es azufre.

Hubo murmullos entre los piratas. El líder sonrió, cogiendo el sombrero del capitán y poniéndoselo sobre la cabeza.

-Les compraré todo lo que haya en este barco… ¡El precio será sus vidas!

El capitán tembló avergonzado.

-¡Oh, tenemos invitados nobles!- dijo el líder luego, dándose cuenta de Louise y Wardes. El líder se acercó a Louise-. Tenemos una belleza aquí. ¿Quieres ser nuestra lavaplatos?

Los hombres soltaron unas risas ásperas y bajas. Louise dio una bofetada a la mano del líder y lo miró como si fuera a estallar en llamas.

-¡No me toques, plebeyo mendigo!

-¡Oh, nos llamó mendigos! ¡Estoy tan asustado ahora!- rieron los hombres sonoramente.

Saito quería sacar su espada, pero Wardes lo detuvo, susurrando:

-Oye, Familiar, parece que no puedes mantenerte tranquilo.

-P-Pero… Louise…

-¿De qué serviría hacer jaleo en este momento? Sus cañones y flechas convertirían a Louise, a ti y a todos nosotros en un queso de muchos hoyos.

Saito estaba impresionado.

-¿No te preocupas por la seguridad de Louise ni un poco?

Saito se sumió en desesperación y remordimiento. Soy un inútil. Nunca podré nivelarme con ese sujeto. Louise… estará mejor si se casa con él, pensó.

-Bien, muchachos, llévenselos a todos. ¡Podemos obtener un gran rescate por esto!




El Príncipe de un País Moribundo[edit]

Saito fue capturado y aprisionado por los piratas. Parecía que la tripulación del Marie Grande los habían ayudado a hacerse con el barco.

Saito fue despojado de su espada, al igual que las varitas de Wardes y Louise. Por tal motivo, sus manos y piernas no estaban inmovilizadas. Sin varitas, al igual que el desarmado Saito, los magos eran inofensivos. Pero no se podía decir lo mismo de Louise.

En la parte de atrás se podían ver barriles de vino, sacos de cereal y cascos de pólvora tirados desordenadamente. Pesadas balas de cañón estaban apiladas en una esquina de la habitación.

Wardes examinó tal cargamento con gran interés.

Saito estaba sentado en otra esquina de la bodega, frunciendo el ceño por el dolor que le causaba su brazo herido.

Louise lo miraba con una expresión preocupada luego de ver a Saito en ese estado.

-¿Ves? Como pensé, esa herida duele, después de todo.

-No es nada- dijo Saito agriamente.

-¿Que no es nada? ¡Muéstrame!- Louise cogió el brazo de Saito con fuerza y le alzó la manga-. ¡Ah!

Se veía realmente mal. Debido al hechizo relámpago del hombre enmascarado, una herida severa que iba desde su hombre hasta su muñeca había sido infligida en su brazo izquierdo. Pero más que eso, parecía empeorar. Su hombro estaba bajo una horrible convulsión.

-¡¿Que no es una quemadura horrible?! ¡¿Debo sentirme aliviada ahora?!- gritó Louise. Se paró y comenzó a golpear la puerta-. ¡Que alguien venga! ¡Que venga!

El guardia se levantó.

-¿Qué?

-¡Agua! ¿Hay algún mago? ¡Necesitamos un mago de agua! ¡Hay una persona herida! ¡Necesita ser curado!

-No hay ninguna persona aquí.

-¡Mentira! ¡Sí la hay!

Wardes, sorprendido por la escena, miraba a Louise boquiabierto. Saito cogió el hombro de Louise.

-Sé obediente. Aquí tú eres la prisionera.

-¡No, no lo haré! ¡Estás herido!

-¡Deja de decir eso!- gritó Saito.

Louise se sintió avergonzada por la actitud amenazadora de Saito. Su pupila comenzó a ponerse húmeda. Sin embargo, Louise tragó saliva y trató de contener las lágrimas que ya le salían.

-N-No llores…

-¡No estoy llorando! ¡No hay ningún amo que llore en frente de su Familiar!

Saito volvió su rostro.

-Ya veo…

-Nunca lloraría frente a ti.

Louise caminó hacia la otra pared y se sentó, evitando mirar a Saito. Su cuerpo estaba temblando. Saito se dirigió a Wardes y le dio un golpecito en el hombro.

-Por favor, consuélala.

-¿Por qué?

-¿No eres el prometido de Louise?

Wardes asintió y se puso detrás de Louise, cogiéndole los hombros para consolarla. Saito se tumbó en el suelo, apartando sus ojos de Wardes y Louise. El dolor en su brazo seguía empeorando. Era la culpa de Saito por no dejar que Louise lo ayude.

Es un castigo apropiado para un ser sin importancia como yo.

-Mi castigo… No duele tanto. ¡Agh!

Sus murmullos fueron interrumpidos cuando se abrió la puerta. Un hombre gordo con un plato de sopa entró.

-Arroz.

Saito, que estaba cerca a la puerta, trató de tomarlo, pero el hombre alzó el plato de repente.

-Sólo después de responder algunas preguntas.

Louise, con los ojos hinchados, se levantó.

-Pregunta.

-¿Qué los trae a Albión?

-Viajar- dijo Louise con una voz decidida, poniendo su mano sobre la cintura.

-¿Por qué querrían Nobles de Tristain viajar a Albión? ¿Por qué harían turismo en un lugar así?

-No tengo por qué explicarte esas cosas.

-¿Aún pretendiendo ser ruda, a pesar de estar asustada y llorando?

Louise volteó la cara cuando el pirata comenzó a reírse. Cogió el plato con sopa y agua y lo tiró hacia el hombre, pero Saito se lo arrebató.

-¡Oye!

-¡No puedo comer algo hecho por esta gente!- Louise volvió a apartar la mirada.

-No es saludable quedarse sin comer.

Cuando Wardes dijo esto, Louise tomó el plato de sopa con un ademán.

Tres personas comieron la misma sopa de un solo plato, aunque en circunstancias normales esto nunca hubiera sucedido.

Wardes se apoyó en la pared con una expresión cansada en su rostro. Louise desgarró una manga de su blusa y lo remojó en agua, tratando de refrescar la herida de Saito con eso.

-Está bien…

-¡No está bien!- Louise miró fijamente a Saito con sus ojos hinchados-. Porque eres mi Familiar, ¡debes escuchar lo que te diga!

Saito apartó la vista. Louise, que estaba tratando su brazo con delicadeza, lo volvió a mirar.

-¿Qué sucede?

-Tiene cosas más importantes de las que ocuparte.

-Las hay. ¡Pero una herida es también muy importante! ¿Entendido?

Saito siguió sin dirigirle una mirada, hasta que se dio cuenta de los barriles con pólvora.

-Podemos escapar usando eso.

-¿Qué?- Louise siguió la mirada de Saito con recelo.

Saito abrió el barril y llenó el plato con pólvora.

-¿Y a dónde huirías?- murmuró Wardes cansadamente-. Sólo el vacío nos rodea.

Saito se volvió a sentar con un golpe sordo.

-Pero… sentarme así y no hacer nada…

En ese momento, la puerta se abrió de nuevo. Esta vez había un pirata delgado parado frente a ellos. El pirata los miró a los tres con un brillo en los ojos y preguntó:

-Buenas tardes. ¿Son ustedes aristócratas yendo a Albión?

Louise no respondió.

-Vaya, vaya. A juzgar por su silencio, es verdad. Aunque no parezca que nosotros respetemos a los Nobles, es gracias a los aristócratas que nuestro negocio va bien.

-¿Pero no es éste un buque de guerra rebelde?

-No, no. Aunque somos contratados, cooperamos en una relación cincuenta-cincuenta con cada uno. Estamos relacionados con ambas facciones. ¿Entonces qué? ¿Son Nobles? Si es así, entonces podrán irse en el siguiente puerto.

Saito se sintió aliviado. Como Louise era una aristócrata, todo podía ser resuelto pacíficamente ahora. Además, serían llevados al puerto más cercano.

Sin embargo, Louise no asintió la cabeza estando de acuerdo, sino que se quedó mirando de frente al pirata.

-¿Cómo te atreves a tener algo que ver con esos sucios rebeldes? No ignores a los Nobles de Albión. Yo misma soy de una familia noble. Albión es aún un reino, pues la Familia Real es todavía la legítima gobernante. Ya que soy una aristócrata que viene aquí en nombre de Tristain, soy, en otras palabras, una Embajadora. Por lo tanto, exijo un tratamiento de Embajador por parte de ustedes.

Saito abrió su boca ampliamente.

-¿Eres idiota?- murmuró.

-¿A quién estás llamando idiota?- Louise se volvió furiosa a Saito y gritó-. ¡Tú eres el idiota, tratando de actuar tan tranquilo cuando estás tan malamente herido!

-¡Pero qué! ¡Debes elegir mejor el lugar y el momento para ser franca!

-¡Cállate! ¡Tú eres mi Familiar y debes escuchar lo que yo te diga! ¡De todas formas, enséñame tu brazo!

Louise agarró firmemente el brazo de un sorprendido Saito. Mientras Louise trataba de ver el brazo de Saito con tirones, el pirata se reía al ver una escena así.

-¡Honestamente, deberías parar de hacer eso!

-¡Te equivocas! No puedo dejarte herido sin preocuparme- afirmó Louise.

-¿Qué?- preguntó Saito con sorpresa.

-Es porque eres mi Familiar… e-es por eso…

-Entonces iré a reportarlo al Jefe- rió el pirata saliendo.

Saito estaba tan sorprendido que fue incapaz de responder a Louise apropiadamente.

-Tu brazo. Enséñamelo.

-No actúes de esta forma. ¿No hay cosas más importantes de las que preocuparse, como nuestra situación actual?

-No dejaré que cosas como esa me limiten. Por lo demás, tenemos una pequeña oportunidad de sobrevivir.

Louise se levantó, seria. Aunque el pensamiento de casarse con Wardes le hacía gracia al principio, ya no era tan fuerte.

-En todo caso, les has mentido.

-No digas tonterías. ¿Crees seriamente que es algo malo mentirle a esa gente?

Saito suspiró cansado. Wardes se acercó y acarició el hombro de Louise.

-No digas esas cosas, Louise; aún eres mi novia.

Saito apartó la mirada, abatido. El rostro de Louise mostraba diversas sensaciones mientras agachaba la mirada.

La puerta se volvió a abrir. Era el mismo pirata flaco.

-El Jefe llama.


+++


El pirata fue por un pasillo subiendo una estrecha escalera y los llevó una habitación espléndida, construida en la parte superior de la cubierta.

El Jefe… parece ser el líder de los piratas.

Mientras la puerta se abría, pudieron ver una mesa estupendamente servida y un pirata sentado al final de ella. Estaba jugando con un bastón que tenía un gran cristal sujetado en la punta. Parecía ser que él era un mago. La habitación del Jefe era muy diferente a lo que se esperaría de un pirata.

Miró intensamente a Louise, quien acababa de entrar al cuarto. El pirata flaco que los había llevado la empujó levemente por atrás.

-Oye, tú, estás parada frente al Jefe, así que salúdalo apropiadamente.

Pero Louise se quedó quieta, sólo mirando al Jefe, que le sonreía.

-Oh, me gusta una mujer con voluntad fuerte. Ya no ere más una niña.

-Exijo que se me trate como un Embajador- demandó Louise, sin hacer caso a las palabras del Jefe.

-¿Y cuál sería el mensaje que estás tratando de dar?- preguntó el Jefe-. ¿Y tiene que ver con la Realeza?

-Sí, así es.

-¿Se dirigen a Nanish? Estaremos ahí por la mañana.

-No le diré nada.

-¿Estás dispuesta a traicionar a los Nobles?- preguntó el Jefe con una voz divertida-. De otra manera, incluso si eres una maga, no puedo garantizar tu seguridad aún con una cuota considerable.

-Moriría primero.

Saito tocó con un dedo a Louise, y notó que estaba temblando. Estaba asustada. Pero aunque lo estuviera, seguía mirando directo a los ojos del Jefe.

Saito recordó su duelo con Guiche. Estaba asustado en ese momento. Pensé que iba a morir. Pero no agaché mi cabeza. Pienso que la Louise de ahora se parece al yo de entonces. Se para frente a un oponente espeluznante pero es capaz de resistirlo porque tiene algo muy importante en su cabeza, igual que yo.

Esto hacía ver a Louise realmente sorprendente.

-Lo volveré a preguntar. ¿Estás dispuesta a traicionar a los Nobles?

Louise siguió mirando al frente. Cruzó sus brazos e hinchó el pecho. Pero Saito la interrumpió antes de que pudiera abrir la boca.

-Ya le dijo su respuesta.

-¿Y tú quién eres?- el Jefe miró a Saito con unos ojos penetrantes. Esos ojos parecían ver los más profundos secretos, pero Saito lo miró fijamente, como Louise lo había hecho.

-Un Familiar.

-¿Familiar?

-Así es.

El Jefe comenzó a reírse sonoramente.

-Sabía que los Nobles de Tristain eran extraños- dijo el Jefe mientras se levantaba, aún riendo-, pero nunca tanto. Ay, mi estómago me duele.

Saito y los otros estaban confundidos por el repentino cambio de actitud e intercambiaron miradas.

-Oh, lo siento. Como Noble, debí haberme presentado apropiadamente también.

El pirata paró de reír abruptamente y se paró muy derecho. Se quitó la rizada cabellera negra de su cabeza, que al parecer era una peluca. Luego se quitó también el parche negro del ojo y una barba falsa. Ante ellos estaba parada ahora una persona joven de cabellos rubios.

-Soy el General de la Fuerza Aérea Real de Albión. También el Comandante de la flota de nuestro país. Aunque, a decir verdad, esta nave, llamada Águila, es el único barco de nuestra flota. Una flota sin mucho poder. Ay, incluso la gente de la calle podría vencerla fácilmente.

El joven hizo una reverencia mientras se presentaba.

-Soy el Príncipe del Reino de Albión, Wales Tudor.

Louise se quedó boquiabierta. Saito tampoco podía apartar los ojos de la sorpresiva apariencia del joven príncipe de Albión. Wardes miró al Príncipe con gran interés.

Wales sonrió con una sonrisa encantadora y ofreció una silla a Louise para sentarse.

-Bienvenida a Albión, Embajadora. Ahora, hablemos de su mensaje.

Sin embargo, Louise aún seguía sin habla. Se quedó ahí, boquiabierta, incapaz de moverse.

-¿Te preguntas por qué me visto como pirata? ¿Para esconderme? No, los rebeldes ricos han dado mucho apoyo a la rebelión, y es básicamente una táctica de guerra cortar la línea de suministros del enemigo. Por eso tengo que hacer algo, aunque sea de una manera tan indigna como vestirme como un sucio pirata- dijo Wales riendo-. No, era en verdad muy maleducado tratar a un embajador así. Pero tienes que admitir que tú misma no parecías un mensajero real. Y tampoco nunca pensé que los Nobles de otro país nos apoyarían. Aún así debo ofrecerte mis disculpas.

Incluso luego de las palabras de Wales, la boca de Louise seguía abriéndose y cerrándose sin emitir algún sonido. Ella no estaba mentalmente preparada para conocer al príncipe tan de repente.

-Traemos una carta secreta de Su Majestad, la Princesa Henrietta- dijo Wardes mientras inclinaba la cabeza elegantemente.

-Oh, de Su Alteza. ¿Y usted es?

-Capitán de los Caballeros Grifo de Tristain, Vizconde de Wardes- después de decir eso, Wardes presentó a Louise-. Y ella es la Embajadora enviada por Su Majestad, hija de la Familia de la Vallière, y su Familiar, Su Alteza.

-¡En efecto, un noble tan espléndido! Pero sólo tengo a mis diez guardaespaldas para saludarlo, una bienvenida miserable… ¿Entonces, aún poseen esta carta secreta?

Louise sacó la carta de Henrietta nerviosamente de sus ropas. No obstante, se detuvo antes de entregársela a Wales. Luego de unos pocos momentos de vacilación, abrió la boca.

-P-Pero…

-¿Qué sucede?

-Perdón… ¿pero es usted realmente el príncipe?

Wales rió.

-Oh, no me crees incluso después de haberte mostrado mi verdadero rostro. Yo soy Wales. Y sí, en verdad soy el príncipe. Lo demostraré, entonces- agregó Wales, luego de ver el anillo de rubí brillando en el dedo de Louise.

Cogió la mano de Louise y le quitó el anillo que brillaba en un dedo. El Príncipe lo acercó al anillo de rubí que él mismo tenía. Los dos anillos reaccionaron, resplandeciendo con una luz brillante.

-Éste anillo pertenece a la Familia Real de Albión, el Rubí del Viento, mientras que el otro pertenece a Henrietta por la Familia Real de Tristain, y es el Rubí del Agua. ¿Cierto?

Louise asintió.

-El agua y el viento forman el arcoíris, arcoíris que hace de puente entre las dos familias reales.

-Verdaderamente. Siento mucho mi mal educación.

Louise extendió la carta hacia Wales con una inclinación.

Luego de ver la carta amorosamente, Wales besó la firma. El sello fue quitado cuidadosamente. Wales sacó el papel dentro del sobre y comenzó a leer. Por un rato, la leyó con un expresión seria.

-¿La Princesa se va a casar? La hermosa Henrietta. Mi amada… prima. Wardes inclinó la cabeza en silencio con una expresión afirmativa. Wales volvió a echar otro vistazo a la carta, sonriendo cuando terminó de leer la última línea.

-Entendido. La Princesa me informa con esto que quiere que le devuelva una respuesta. Y aún más importante, la Princesa espera que devuelva una carta suya. Es eso.

Louise sonrió complacida.

-Sin embargo, no posee dicha carta ahora mismo. Está en el castillo en Newcastle. No quise traer la carta de la Princesa a este barco pirata- dijo Wales riendo-. Así que, aunque sea problemático, por favor vengan conmigo a Newcastle.




La Víspera de la Batalla Final en Newcastle[edit]

El buque llamado Águila llevó a Saito y compañía a través de la escarpada costa de Albión. Les llevó tres horas de viaje, pero ya podían ver el cabo, donde un castillo inmenso estaba erigido.

Wales le explicó a Saito, que estaba parado en la parte de delante de cubierta, que ese era el castillo de Newcastle. Sin embargo, el Águila no fue directo a Newcastle, sino que navegó descendiendo en la costa.

-¿Por qué estamos descendiendo?

Wales señaló el cielo sobre el castillo, donde un barco gigantesco flotaba; pero aquel barco no podía ver que el suyo se estaba escondiendo al otro lado de una nube.

-Nave rebelde.

Se podría describir solamente como una nave enorme, con el doble del tamaño que tenía el Águila, y un número increíble de velas. Parecía que apuntaba hacia el puerto de Newcastle. Sin ninguna advertencia, abrió fuego hacia el castillo. La primera bala se estrelló contra el muro, despidiendo un pequeño fuego. La onda de choque que produjo el impacto se pudo sentir en el Águila.

-Ese buque, el Soberano Real, perteneció alguna vez a la flota de nuestro país, pero cuando los rebeldes tomaron control de él, le cambiaron el nombre a Lexington. Lo llamaron así en honor al campo de batalla donde esos tipos ganaron su primera batalla contra nosotros- dijo Wales con una sonrisa, dejando notar un hoyuelo-. Ese buque bloquea constantemente Newcastle desde el cielo. Dispara al castillo de vez en cuando, no para causar daño sino para molestarnos.

Saito miró el buque a través de la nube. Tenía muchos cañones a ambos lados, y un dragón pintado en la superficie.

-Tiene ciento ocho cañones y en verdad parece un dragón lanzallamas algunas veces. Toda la rebelión comenzó por este barco. No somos rival para él, así que es mejor ir por esta nube y mantenernos fuera de vista. Podemos llegar a Newcastle por otro lado, por un puerto secreto que sólo nosotros conocemos.


  • -*-*-*-*-*-*


Pronto, todo se volvió muy oscuro cuando el barco flotó debajo del continente, porque el sol ya no les brindaba su brillo, y estaban rodeados por nubes. No podían ver nada. Wales explicó que los rebeldes nunca iban debajo del continente porque viajar de esa manera era peligroso.

El aire frío, húmedo y fresco golpeó las mejillas de Saito.

-Casi siempre usamos mediciones básicas y poca magia cuando navegamos, ya que no existe un edificio de control aéreo en la fuerza aérea real- rió Wales-. El Noble que no conoce el cielo no es una persona inteligente.

Navegaron por un rato más. Luego, la magia fue lanzada. Un hoyo de por lo menos trescientos metros de diámetro podía ser visto. La vista era impresionante.

-Parad aquí por ahora.

-Sí, sí, señor. ¡Parad aquí!

La orden de Wales llegó a la tripulación, que aún estaba muy enérgica y avivada. Las velas fueron recogidas, y el Águila comenzó a desviarse justo bajo el hoyo.

-Lento, aumentad la velocidad.

-Sí, sí señor. ¡Aumentad la velocidad!

El Águila, también llamado Marie Grande, comenzó a acercarse lentamente hacia el oscuro hoyo.

-Ustedes definitivamente no son piratas, Su Alteza- asintió Wardes.

-La mayoría de nosotros somos definitivamente piratas, Vizconde.


  • -*-*-*-*-*-*


La luz se filtraba dentro del agujero, y era ahí hacia donde el Águila se dirigía.

El buque de guerra había llegado al puerto secreto de Newcastle. Dentro, la enorme cueva de piedra caliza estaba cubierta por un musgo blanquecino. Mucha gente esperaba en el muelle. La sogas fueron arrojadas hacia los marinero para que ataran el Águila. Finalmente, una rampa de madera fue colocada.

Wales apresuró a Louise y los demás para que bajaran por la rampa. Un mago alto y entrado en años se les acercó.

-Oh, oh. Maravillosos resultados militares, ¿cierto, Su Alteza?

Parecía que el viejo mago había aparecido de la nada frente al Águila.

-Estoy muy contento, Paris. ¡Es azufre! ¡Azufre!

Cuando Wales gritó eso, a su alrededor se juntaron muchos soldados sonrientes.

-¡Oh! ¡Azufre! ¡Es lo que mejor honra a nuestro gran barco!- comenzó a gritar el anciano mago-. He servido por sesenta años al anterior Rey… No habrá más días tan felices como aquellos, Su Alteza. Luego de que comenzara la revuelta, todo se volvió triste… Incluso con el azufre no lo lograremos…

-Incluso si cae la derrota sobre nosotros- rió Wales con una sonrisa-, les mostraremos a esos rebeldes la valentía y el honor de la Familia Real.

-Muerte en una gloria. Mis viejos huesos tiemblan de emoción. Se reportó que los rebeldes irán a atacar el castillo mañana. Sólo puede ser ahora o nunca, Su Alteza.

-¡Aún sea con nuestro último aliento, pondremos a sus soldados en vergüenza! Wales y los demás estaban riendo desde el fondo de su corazón como si fuera la cosa más normal.

Louise se sintió preocupada cuando oyó la palabra ‘derrota’. En otras palabras, morirían. ¿No están asustados por la muerte?

-¿Y quiénes son éstas personas?- preguntó el viejo mago llamado Paris a Wales luego de ver a Louise.

-Ella es un embajador de Tristain. Ha venido por importantes asuntos del reino. Paris pareció sorprendido por sólo un momento, preguntándose qué estaría haciendo la embajador de otro reino en esas ruinas, pero pronto la sonrisa volvió a su rostro.

-Así que usted es la embajadora. Paris Chamberlain a su servicio, señorita. Muy considerado de su parte recorrer todo el camino hacia Albión. Aunque puede que no sea mucho, tendremos un pequeño festín esta noche. De todas formas, por favor, asista.


  • -*-*-*-*-*-*


Louise y los otros siguieron a Wales a su cuarto. La habitación del Príncipe estaba situada detrás de la cocina, y lucía más bien ordinaria, con una cama de madera, una mesa y un par de sillas. Había también una pintura en la pared que ilustraba una escena de batalla.

El Príncipe se paró sobre una silla y descolgó la pintura. Un joyero quedó al descubierto. El Príncipe se quitó el collar de su cuello. Colocó la punta de ésta como llave en la cerradura de la cajita y la abrió. El retrato de Henrietta se hallaba descansando ahí.

Wales, que había notado el interés de Louise en la caja, dijo avergonzado:

-Caja fuerte.

Dentro, había una carta. Parecía ser también de la Princesa. Wales la sacó con amor y la leyó. Aquella carta parecía más vieja de lo que era por las lecturas constantes.

"Después de leerla, Wales la dobló cuidadosamente y la volvió a poner en el sobre. Luego se la tendió a Louise."


Después de leerla, Wales la dobló cuidadosamente y la volvió a poner en el sobre. Luego se la tendió a Louise.

-Ésta es la carta que me dio la Princesa. Carta que ahora devuelvo.

-Gracias- Louise recibió la carta con una pronunciada reverencia.

-El Águila los llevará de regreso a Tristain mañana, ya que no lo usaremos en batalla.

-Pero, Su Alteza…- Louise abrió su boca con decisión luego de ver un rato la carta, y preguntó con duda-. ¿Qué tenía en mente cuando dijo ‘ser derrotados con gloria’?

-Es así- respondió Wales sueltamente-: nuestra armada tiene trescientos hombres, mientras que las fuerzas enemigas son de cincuenta mil. No hay posibilidades de ganar. Así que moriremos con gloria.

Louise bajó la mirada.

-¿Su Alteza también se refiere a él mismo cuando habla de morir en batalla?

-¡Por supuesto! Moriré también.

Saito, que había presenciado la conversación desde un lado, suspiró. El Príncipe estando tan poco preocupado por la muerte al día siguiente lo hacía todo más confuso. Parecía que no era algo real sino algún evento de una obra de teatro.

Los hombros de Louise cayeron más cuando se inclinó más ante Wales. Aún tenía más cosas que preguntar.

-Su Alteza… Disculpe mi descortesía, pero hay algunas cosas más que quiero decir.

-¿Qué deseas decir?

-¿Cuál es el contenido de la carta?

-Louise- protestó Saito. Después de todo, ciertamente, el contenido de la carta era un asunto personal.

Pero Louise, luego de preguntárselo a Wales, miraba de una manera más resuelta.

-Cuando la Princesa me encomendó esta misión, parecía como si se estuviera preocupando por su amado. Y en aquella caja hay un retrato de la Princesa. Y viendo aquella cara soñadora suya luego de besar y leer la carta… Usted y la Princesa…

Wales sonrió, adivinando lo que Louise quería decir.

-¿Quieres saber si mi prima Henrietta y yo tenemos una relación amorosa?

-Al parecer es así- asintió Louise-. Perdone mi sorpresiva descortesía, pero , si es así, entonces el contenido de la carta es…

-Una carta de amor, tal como pensabas- dijo Wales, luego de poner su mano en la frente, haciendo el gesto de cuando a uno le preocupa qué decir y qué no-. Si ésta carta de amor llega a ser descubierta por la Casa de Germania, como me informa Henrietta en su carta, sería una gran amenaza. En ella, Henrietta me jura eterno amor en nombre del Fundador Brimir. Un juramento de amor en nombre del Fundador es como el juramento al casarse. Si ésta carta llega a conocerse, ella sería acusada de cometer el crimen de bigamia, el Emperador de Germania se aseguraría de romper el compromiso con una Princesa que viola la reglas. Con esto, ya no habría alianza, y Tristain sería ignorado políticamente por las familias Nobles de otros países.

-¿La Princesa y Su Alteza tienen un romance, entonces?

-Es una larga historia…

-¡Su Alteza, vuelva!- dijo Louise a Wales en un tono ferviente-. ¡Vuelva a Tristain!

Wardes puso una mano en el hombro de Louise abruptamente. Sin embargo, eso no impidió que Louise siguiera.

-¡Se lo ruego! ¡Por favor, vaya a Tristain con nosotros!

-No es possible- dijo Wales con una sonrisa.

-Su Alteza, me opongo. ¡La Princesa tampoco estaría de acuerdo! ¿Acaso no dice eso en la carta? Conozco a la Princesa desde nuestros días de niñez. Conozco su manera de pensar muy bien. La Princesa no merece que muera la persona a la que ama. Su Alteza, usted no lo ha dicho, pero estoy segura de que la Princesa le dijo que huyera.

Wales negó con la cabeza.

-No hay tal línea escrita.

-¡Su Alteza!- siguió presionando Louise a Wales.

-Soy de una familia Real. No estoy mintiendo. En esa carta, no está dicho por la Princesa que escape, lo juro por mi honor- dijo Wales, como si estuviera dolido. Parecía que las palabras de Louise lo habían golpeado-. Henrietta es una princesa. Tiene que dar prioridad al reino en vez de a mí.

Louise entendió lo que Wales quería decir. Incluso si él amaba a Henrietta, en esta situación, aquello no sería apoyado por otros nobles.

Wales palmeó el hombro de Louise.

-Eres una chica honesta, la Vallière. Tienes ojos sinceros, transparentes y amables.

Louise bajó la mirada con tristeza.

-Pero déjame darte un consejo. No es muy bueno para un embajador ser así de honestos- sonrió Wales, con un gesto atractivo-. Sin embargo, eres un embajador perfecto para un reino arruinado como el nuestro.

»Porque el Gobierno que será destruido mañana es más honesto que cualquier otro. Y ya no tiene nada más que defender aparte del honor- después de decir eso, sacó algo de su bolsillo. Por la forma y la manecilla que giraba, parecía ser un reloj-. Oh, ha llegado la hora de nuestra pequeña fiesta. Como son los últimos invitados de nuestro reino, me gustaría que asistieran.

Saito y Louise salieron de la habitación. Wardes se quedó atrás, y se inclinó ante Wales.

-¿Quiere decir algo más, Vizconde?

-Hay un favor que me gustaría pedirle, Milord.

-Pregunte.

Wardes susurró al oído de Wales, quien sonrió.

-Ah, a tan encantadora petición, será un placer.


  • -*-*-*-*-*-*


La fiesta se llevó a cabo en el salón del castillo, con el Rey de Albión, James I, sentado en su trono, y los Nobles y vasallos reunidos. A pesar de que todos irían a morir al día siguiente, era aún un festín. Y la mesa estaba llena de varios platos.

Saito y los otros estaban observando esta colorida fiesta desde un rincón del salón.

-Dejan todas sus preocupaciones de mañana a un lado y tratan de disfrutar el presente

-Así es, se comportan alegremente- asintió Wardes, en respuesta a las palabras de Saito.

Cuando el Príncipe Wales apareció, hubo varias miradas entusiastas entre las mujeres. Parecía que no sólo era popular como Príncipe sino como hombre atractivo también. Cuando se acercó al trono, la gente empezó a murmurar.

James I trató de pararse para saludarlo, pero por su avanzada edad se tambaleó y case cae al suelo.

-¡Su Majestad! ¡Aún es muy temprano para morir!- se escuchó una risa en el salón.

-¡Ciertamente! ¡Guárdese para mañana!

James I no estaba siendo insultado por aquellos comentarios.

-No se preocupen. Es sólo que mis piernas estaban entumecidas por sentarme tanto tiempo- sonrió.

Wales se acercó y ayudó al Rey apoyándolo en él. Hubo otras pocas risas.

-Gente, les digo a todos ustedes, bravos y leales vasallos, que mañana los Reconquistadores planean atacar nuestro Newcastle con todas sus fuerzas. Ustedes siguieron y pelearon valientemente por este Rey viejo e inútil. Sin embargo, mañana no será una batalla. Será una matanza para un solo lado. Resistamos y mostremos nuestro valor por una última vez- el Rey tosió fuertemente, y luego continuó hablando-. Pero sería mucho pedir que todos murieran. Por esto, por la mañana, el Águila se llevará a todas las mujeres y niños y a los que quieran irse a un lugar más seguro lejos de este olvidado continente.

Sin embargo, nadie respondió.

-¡Su Majestad, estamos esperando la orden! “¡A la carga! ¡A la carga! ¡A la carga!”. Ya que nuestros oídos están tan mal hoy, dudo que podamos oír otras órdenes.

Todos asintieron.

-Cierto. ¿Qué dirían los demás si fuéramos a huir?

-Es muy tarde para echarse atrás, Su Majestad.

-Todo está bien. Continuaremos sirviendo al Rey como hemos hechos todos estos años. ¡Hoy es una gran noche! El Fundador nos ha bendecido con una luna maravillosa y una noche cálida. ¡Disfrutemos la bebida y el baile por hoy!

Con esto, todos regresaron a la fiesta. Los tres invitados de Tristain atraían mucho la atención. Los Nobles no parecían estar tristes o preocupados, sino que juguetonamente seguían bromeando y ofreciendo vino o comida a los huéspedes.

-¡Embajador, pruebe este vino! Díganos el vino de qué país es mejor.

-¡Aquí, pruebe esto! Es el especial de Albión, pollo con miel; le hará bien para la salud y la fuerza, lo aseguro.

Albión sigue divirtiéndose. ¡Incluso al final!

Saito se puso melancólico.

Las personas que actuaban tan alegremente frente a la muerte se veían más tristes que valientes. Louise parecía haberlo percibido más. No pudo soportar la atmósfera. Sacudió la cabeza y salió corriendo del salón.

Por un momento, Saito quiso seguirla, pero luego urgió a Wardes a ir en vez de él. Wardes asintió y fue tras ella. Saito se agachó en el piso y suspiró. Wales vio a Saito actuar de esa manera y se dirigió hacia él desde el centro del salón.

-Éste muchacho es el Familiar de la señorita la Vallière. Pero es muy inusual que una persona sea un Familiar. Tristain es en verdad un país insólito-rió Wales, mientras hablaba.

-Es inusual en Tristain también- dijo Saito cansadamente.

-¿Deprimido?- Wales miró a la cara a Saito ansiosamente.

Saito aún sentía su brazo adolorido, y ver gente preparándose para su propia muerta lo hacía sentir peor.

Se levantó y le preguntó a Wales:

-Disculpe si suena rudo, pero, ¿no está asustado?

-¿Asustado?- Wales miró a Saito, extrañado.

-¿No tienen miedo a morir?

-¡Estás preocupado por nosotros!- rió Wales, luego de oír las palabras de Saito-. ¡Por nosotros! ¡Qué buen chico eres!

-No, digo, es sólo que es aterrador para mí. No podría reír de la forma en que ustedes lo hacen si supiera que moriré mañana.

-Estoy asustado. No hay una sola persona que no tenga miedo a morir. No importa si eres un Noble o un Plebeyo.

-Entonces, ¿por qué?

-Es porque tengo algo que defender, algo que me hace olvidar la frialdad de la tumba.

-¿Qué defiende? ¿El honor? ¿La fama? Esas son cosas estúpidas por las que morir- dijo Saito con voz más fuerte.

-La fracción aristócrata Reconquistadores es nuestra enemiga- contestó Wales con ojos fríos-. Tratan de unificar Halkeginia, aferrándose a la idea de Tierra Santa. Es bueno que la gente tenga ideales como ese, pero no debería hacerse por la fuerza y con sangre. Todos los países estarán arruinados.

-Pero, ¿ya no hay oportunidades de ganar? ¿Cuál es el punto de morir aquí? Quizá puedan encontrar otras maneras de derrotarlos después…

-No, por lo menos debemos mostrar un mínimo de valor y honor a otros Nobles. Aún si no es posible ganar, podemos demostrarles que las Familias Reales de Halkeginia no son un enemigo débil. Aunque no quieran abandonar su ambición de ‘Unión’ y ‘Recuperación de la Tierra Santa’ tan pronto.

-¿Por qué?- preguntó Saito, quien había crecido en el moderno Japón y no podía entender por qué uno debía mostrar su valor de esa manera.

-¿Que por qué? Simple, es nuestra obligación- declaró decisivamente Wales-. La obligación de aquellos nacidos en la Familia Real. La obligación impuesta en cada Familia Real para defender su reino hasta el final.

Saito aún no entendía. Además, ya que Wales tiene alguien a quien ama, y quien los corresponde también, ¿no es sobrevivir una obligación con esa persona?, pensó.

-La Princesa de Tristain lo ama. ¿Ha olvidado la carta?

Wales sonrió, recordando, luego de oír las palabras de Saito.

-Por amor, a veces es necesario pretender no saber. Por amor, a veces es necesario abandonar. No hacerlo sería solo dar una excusa para que otros invadan Tristain.

-P-Pero…- Saito dudaba. Wales no cambiaría de opinión.

Wales cogió el hombro de Saito y lo miró directo a los ojos.

-Ya que está todo claro, no se lo digas a Henrietta. No hay necesidad de preocupar su hermoso rostro con cosas innecesarias. Ella es como una bella flor, ¿no lo crees?

Saito asintió. Ciertamente es una princesa muy bella. Tampoco quiero ver su rostro triste o preocupado. Pero Wales no cambiaría de opinión por eso. Eso era lo que decían los ojos del Príncipe.

-Sólo dile que Wales peleó valientemente y murió valientemente. Eso será suficiente.

Wales regresó al centro del salón luego de decir eso.


  • _*_*


Saito dejó el festín, pero, como se sentía perdido, le preguntó al camarero dónde estaba su habitación.

Luego de que le explicara dónde se encontraba, alguien tocó su hombro desde atrás. Saito vio a Wardes cuando se volvió.

-Te tengo que decir algo- dijo Wardes, con un tono frío.

-¿Qué cosa?

-Louise y yo tendremos una boda aquí mañana.

El cuerpo de Saito se congeló. No fue capaz de entender el significado de las palabras por un momento.

-¿Justo ahora? ¿Por qué?

-Porque queríamos pedirle al valiente Wales, Príncipe de la Corona, que haga de intermediario en nuestro matrimonio. El Príncipe de la Corona ha aceptado gustosamente. La ceremonia se llevará a cabo antes de la batalla decisiva.

Saito se quedó en silencio y asintió.

-¿Asistirás?- preguntó Wardes.

Saito sacudió la cabeza.

-Entonces puedes irte con el barco de la mañana. Louise y yo regresaremos con mi grifo.

-Pero, ¿no es una distancia muy larga para que vuele?- Saito, confundido, preguntó algo poco importante.

-Sólo si se vuela rápido y sin descansar- respondió Wardes-. Bueno, entonces, me tengo que ir.

-E-Está bien…

Los hombros de Saito cayeron. Aunque sabía que esto vendría de cualquier manera, se sentía muy solo.


  • _*_*


Saito caminaba por un pasadizo oscuro, sosteniendo un candelero.

Las lunas se veían brillar a través de una ventana abierta a un lado del pasillo. Había una chica que caminaba sola bajo ellas. Tenía el cabello largo y rosado… Lágrimas parecidas a perlas caían por sus blancas mejillas. Saito contempló en silencio aquel hermoso pero entristecido rostro.

Louise se volvió y se dio cuenta de que Saito estaba ahí, parado con un candelero. Aunque trató de limpiarse los ojos, seguían húmedos. Su expresión se volvió triste de nuevo.

Cuando Saito caminó hacia ella, Louise se encogió, como si perdiera toda su fuerza.

-Tú… estás llorando. ¿Por qué…?

Louise no respondió sino que apretó su rostro contra el pecho de Saito. Saito la abrazó firmemente.

"En un primer momento, lo desconcertó que Louise se le pegara. No estaba acostumbrado a este tipo de cosas. Sin embargo, ella estaba llorando como una niña. La sentía como si lo abrazara muy cariñosamente."

En un primer momento, lo desconcertó que Louise se le pegara. No estaba acostumbrado a este tipo de cosas. Sin embargo, ella estaba llorando como una niña. La sentía como si lo abrazara muy cariñosamente. Louise estaba herida y a él le apenaba eso. Pero, ¿qué significaba esto?

Probablemente Louise me está abrazando porque me encontraba aquí de casualidad. Como una niña abrazando a un animal de peluche. No soy yo sino Wardes quien es importante para ella.

Pero Saito no dijo nada. Palmeó con su mano la cabeza de Louise de una manera extraña. Su cabeza parecía tan pequeña que cabía en su palma.

-E-Esas personas… ¿Por qué? ¿Por qué quieren morir? A pesar de que la Princesa… Incluso si Wales la ama… ¿Por qué el Príncipe de la Corona Wales elige morir?

-Él dijo que su propósito era defender lo más importante.

-¿Qué es más importante en este mundo que la persona que uno ama?

-Yo tampoco entiendo la manera de pensar del Príncipe.

-¡Lo persuadiré! ¡Lo volveré a persuadir!

-No.

-¿Por qué?

-Porque tú estás aquí para entregar la carta de la Princesa. Ésa es tu única misión.

-Yo… quiero regresar pronto- murmuró Louise, mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas-. Quiero regresar a Tristain. No me gusta este lugar…. Ésta gente tonta y su Príncipe Irrazonable que abandonan todo…

Aunque a veces Louise actuaba dura, era aún una niña. No podía entender el mundo de Wales. Pero Saito la entendía, pues él pensaba de la misma forma.

Louise, como si de pronto recordara, sacó algo de su bolsillo.

-Extiende tu brazo izquierdo- dijo Louise.

-¿Qué?

-Sólo hazlo.

Saito hizo como le decía. Era un frasco lo que Louise había sacado. Metió un dedo y sacó un poco de medicina pegajosa que olía curiosamente.

-Obtuve esto de una persona del castillo hace un rato- murmuró Louise mientras lubricaba el brazo de Saito con ella-. Ésta medicina mágica de agua es muy efectiva contra las quemaduras. Sólo pude conseguir esto. Pero le hará bien.

Nunca pensé que pudiera ser tan amable. Pero no debo volverme tan dependiente de esta gentileza porque se irá pronto… Saito sacudió la cabeza y empujó a Louise lejos de él.

Louise lo miró sorprendida. Saito tenía una expresión dolida en su cara. Luego de verlo, Louise se mordió el labio.

-¿P-Por qué esa cara? ¿Pasó algo?

-No es nada.

-Entiendo. Tan pronto como regresemos, buscaré la manera de mandarte de nuevo a tu mundo- dijo Louise, dudando.

Aparentemente, lo había malentendido. Pero Saito pensó que era mejor así.

-E-Está bien… incluso si no ayudas.

-¿Qué?

-Me refiero a que te casarás pronto, así que no deberías molestarte en buscar la forma de enviarme de regreso.

-¿Qué? ¿No me digas que te estás preocupando por eso? ¿Aún estás pensando en eso que dije en el hotel de La Rochelle?- Louise apartó la mirada de Saito-. Ciertamente, dije ‘casarme’ en ese momento… P-Pero, no lo decía en serio… No es posible que me case aún. Todavía no soy una buena maga… Y tampoco he encontrado la manera de enviarte de regreso…

Es cierto, Louise no se casaría porque se siente responsable por mí. Y por esa razón no será capaz de casarse hasta que encuentre la manera de regresar a casa, pensó Saito, pero eso no era justo para Louise. No creo que esto sea justo para esta deslumbrante, bella, tierna y gentil Louise.

-Está bien, encontraré la manera de regresar solo. Por lo tanto, debes casarte.

-¡Qué cosa tan egoísta dices! ¡Eres mi Familiar! ¡Defiéndeme hasta que encuentre la manera de regresarte!- dijo Louise, mirando intensamente a Saito.

-Yo no puedo defenderte- los hombros de Saito cayeron solitarios cuando habló-. Recuerda lo que pasó.

Las escenas del viaje revivieron en la cabeza de Saito. Cuando comenzaron a llover flechas, fue Wardes quien lo salvó. Fue derrotado en un duelo por Wardes. Cuando fueron atacados por el hombre de la máscara blanca, no pudo salvar a Louise.

Siempre es Wardes quien te salva. No pude hacer algo que no sea pararme y mirar.

-No soy un gran mago como el Vizconde. Sólo soy una persona normal, a pesar de que digan que soy el legendario familiar Gandalf. No sé cómo pelear. Todo lo que puedo hacer es balancear una espada imprudentemente. No puedo protegerte.

La palma de Louise abofeteó la mejilla de Saito.

-¡Cobarde!

-Hay que separarnos desde aquí, Louise- dijo Saito, sin cambiar de expresión-. Tú regresa con el Vizconde en su grifo mientras yo regreso con el Águila. Cuando aterrice, buscaré la forma de volver a mi mundo. Ya estoy demasiado en deuda contigo por todo lo que has hecho.

-¿Hablas en serio?

-Sí.

-¡Idiota!- gritó Louise, las lágrimas empezando a correr de sus ojos otra vez. Saito no respondió, sólo la miraba temblar-. ¡Te odio! ¡Te odio!

-Lo sé- murmuró Saito, cerrando los ojos.

Louise se volvió sobre sus talones y corrió por el oscuro pasillo. Saito se tocó la mejilla. El lugar donde había sido golpeado aún dolía, y lo hacía sentir muy triste.

-Adiós, Louise- dijo Saito con voz débil. Aunque pensaba que no lloraría, las lágrimas escapaban y no paraban. -Adiós, mi tierna y adorada Ama.




La Batalla Final[edit]

A la mañana siguiente:

En el puerto de Newcastle dentro de la cueva, Saito hacia fila para abordar el Eagle, rodeado de personas presurosas que no habían podido irse con el Marie Galante.

“Por causa del amor, a veces es necesario dejar libre…” Murmuró Derflinger silenciosamente. Este colgaba de un cordón en la espalda de Saito. Era insoportable, durante días como esos no tener alguien con quien hablar.

-“Deja de decir eso…”

-“¿Por qué?”

-“Me siento mal cuando lo dices”

-“Ósea, cuando digo ‘por causa del amor a veces es necesario dejar libre’ ¿…Eso?”

-“¿Por qué no dejas de decirlo?”

-“Entiendo. No lo diré nuevamente, si mi compañero me lo pide. Aun tenemos que discutir unas cuantas cosas de nuestro futuro. ¿Has decidido a donde iremos, ya que tenemos tanto tiempo libre ahora?”

-“Talvez a Rub’ Al Khali.”

-“¿Y allí buscaremos la manera de volver al mundo de mi compañero?”

-“¿Porque buscarías eso? Soy el único aquí que no pertenece a este mundo, ¿verdad?” dijo Saito.

¿Una forma de volver a casa? Louise dijo que ella le ayudaría en esa búsqueda, pero no podía depender mucho en eso. Sin embargo, dejar la ciudad de Louise era algo difícil que hacer.

-“Entonces debes volverte un mercenario”

-“¿Mercenario?”

-“Si. Con una espada al hombro, buscando una batalla hoy, luego vagando hacia otro país y otro campo de batalla mañana. La paga no es buena, pero por lo menos la ira es satisfecha, ¿cierto?”

Saito murmuró.

-“Y un mal compañero de equipo.”

-“Qué, sin mi como tu compañero, un tipo ordinario como tu sería abandonado instantáneamente.”

-“¿Incluso si tu enorme poder se esta oxidando?”

-“Que grosero eres. Pero te perdono, ya que eres mi compañero. Por cierto, compañero, recordé algo el otro día…”

-“¿Qué?”

-“Compañero, ¿te llaman Gandalfr, verdad?

-“Ajá, ya que ese es el nombre del familiar legendario. Cuando lo escuché por primera vez estaba sorprendido. Yo-”

-“Espera. Espera solo un momento compañero. Creo que recuerdo el nombre…”

-“¿En serio?”

-“No. Es un recuerdo extremadamente viejo… Fue hace mucho, acabo de toparme con el en algún rincón de mi cabeza.”

Derflinger seguía murmurando “hm”, “Aha”, y “aah” repetidamente.

-“Tal vez estás confundido ya que eso fue hace mucho tiempo. De todas formas, ¿donde está la cabeza de una espada?”

Derflinger pensó en ello por un momento.

-“¿En la empuñadura tal vez?” dijo él, haciendo reír a Saito.

Finalmente era el turno de Saito abordar la nave. Cuando caminaba por la pasarela, vio que la nave de refugiados era todo lo que uno podía esperarse: Muchas personas apretujadas una al lado de la otra, así que no era posible encontrar un lugar para sentarse en la cubierta.

Saito miró la cueva de piedra caliza desde la borda. En ese momento, Louise estaba en medio de su boda. Saito cerró fuertemente sus ojos ante ese triste pensamiento.

Más personas seguían abordando la nave, una detrás de otra. Estaba realmente abarrotado, y la masa de personas empujaba a Saito por la cubierta. El codo de alguien golpeo su brazo herido, haciendo gritar a Saito.


Mientras tanto, en la capilla donde colgaba el retrato del Fundador Brimir, Wales, el príncipe heredero, esperaba que el novio y la novia aparecieran. No había nadie más, ya que todo el mundo se estaba preparando para la batalla que se avecinaba. Wales también había planeado, una vez terminara la ceremonia, preparase para la batalla. Wales estaba vestido con el uniforme formal del príncipe heredero. Vestía un manto púrpura brillante, el símbolo de la familia real, y un sombrero de 7 alas coloreadas, símbolo de la familia real de Albión.

La puerta se abrió, Louise y Wardes habían llegado. Louise estaba allí mirando, como estupefacta, así que Wardes tuvo que pedirle que viniera a pararse frente a el.

Louise estaba confundida. Todo paso tan de repente. Wardes se apareció en su habitación esta mañana y la trajo aquí, sin siquiera despertarla apropiadamente. Ella estaba confundida, por que sentimientos desesperados posaban en su mente. Ella llego aquí sin pensarlo, todavía medio dormida. Ya que el príncipe había determinado morir, y con la actitud de Saito ayer, ella estaba muy deprimida.

Wardes, luego de decirle a Louise que era “tiempo de realizar la boda”, puso un velo de novia que tomo prestado de la familia real de Albión en la cabeza de Louise. El velo estaba primorosamente hecho, y las flores, que estaban eternamente frescas debido a la magia, hacían que se viera indescriptiblemente bella.

Entonces, Wardes quitó la capa negra de Louise y la reemplazo con una blanca, que también fue tomada prestada de la familia real de Albión. Solo estaba permitido a las novias usarla, ya que era la manta de una virgen.

Sin embargo, incluso mientras era vestida por las manos de Wardes, Louise seguía indiferente. A pesar de eso, Wardes entendió esta actitud de Louise como una evidencia de su consentimiento.

Wardes y Louise se pararon frente a Wales, que los esperaba bajo la imagen del Fundador Brimir, vistiendo su uniforme oficial. Wardes, quien vestía sus ropas comunes y su manta mágica, hizo una reverencia.

-“Pues bien, empecemos la ceremonia.”

La voz del príncipe alcanzo los oídos de Louise, pero sonó como el débil tintineo de una campana lejana. La mente de Louise estaba aún perdida en la niebla de sus propios pensamientos.

-“Novio, Vizconde Jean-Jacques Francis de Wardes. Tomas esta muchacha como su esposa, y juras respetarla y amarla en el nombre del Fundador Brimir?”

Wardes asintió solemnemente y agarro el bastón con su mano izquierda, sosteniéndolo frente a su pecho.

-“Lo juro.”

Wales miró a Louise y sonrió alentadoramente.

-“Novia, la tercera hija del Duque de La Vallière, Louise Françoise le Blanc de La Vallière…”

Wales leía el juramento con clara voz.

Justo entonces, Louise se dio cuenta que estaba en medio de la celebración de una boda. Su compañero, el confiable Wardes, a quien una vez anhelo. Un matrimonio arreglado por sus padres. Solo que ahora, su infantil, despistado y distante futuro empezaba a volverse realidad.

No es que yo odie a Wardes. Quizás incluso me guste. Pero si es así, ¿por qué siento tanto dolor? ¿Por qué me siento tan triste?

¿Es porque presencié como un reino se convierte en ruinas? ¿O es porque estuve frente a un príncipe que desertó de su amor y sus esperanzas, para morir?

No es eso. Aunque esos fueron eventos tristes que le dolieron, no habría tal nube de tristeza ocupando su mente solo por causa de eso.

Era una nube profunda, melancólica, con la cual era difícil lidiar.

Repentinamente, Louise recordó la expresión en la cara de Saito cuando ella le menciono “matrimonio”.

¿Por qué le dije algo así?

Es porque quería ser detenida por alguien.

¿Por quién?

Porque quería que Saito me detuviera.

¿Por qué?

Louise empezó a ruborizarse pensando en una razón. También pensaba en la razón por la que la noche previa, ella, aunque sentía una profunda pena, saltó tan fácilmente a los brazos de Saito, con quien se encontró accidentalmente en el corredor. Pero, ¿eran reales esos sentimientos? No lo se. ¿Pero no vale la pena descubrirlo?

Después de todo, no importa que tan emocionada o triste ella se sintiera, nunca antes había saltado a los brazos de otro hombre.


Mientras tanto…

En la cubierta del navío de guerra “Eagle”

Saito, quien deprimido se apoyaba contra el borde de la popa, empezó a perder de foco todo lo que le rodeaba.

-“Mmm?”

-“¿Qué pasa, compañero?”

La visión de Saito se volvía más y más borrosa. Justo como cuando el calor abochorna en medio del verano, la visión de su ojo izquierdo empezó a oscilar.

-“Mis ojos están actuando extraño.”

-“Es porque estás cansado.” - Dijo Derflinger, pretendiendo no conocer la verdadera razón.




-“¿Novia?”

Wales miro hacia ella. Louise levanto la mirada presa del pánico.

Tenia la expresión de una persona que no tiene ni idea de lo que esta haciendo allí. Louise estaba confundida. ¿Que debía hacer? ¿Que debía hacer en momentos como estos? Nadie nunca le había enseñado eso. Solo el familiar de Louise, que debía de estar partiendo ya, podría saber la respuesta.

-“¿Estas nerviosa? Esta bien. Es tu primera vez, es normal que estés nerviosa.”

Wales sonrió, mientras le hablaba.

-“Oh querida, todavía debemos seguir el protocolo. Esto solo tiene sentido si seguimos el protocolo. Entonces, déjame repetir. ¿Tomas a este hombre como tu esposo, y juras respetarlo y amarlo en el nombre del Fundador Brimir…?”

Louise se dio cuenta. Ella no debía dudar de su respuesta, esperando que alguien le dijera que hacer. Ella tenia que decidir por si misma. Llena de determinación, Louise respiro hondo, muy hondo y, antes que Wales terminara de hablar, Louise sacudió su cabeza.

-“¿Novia?”

-“¿Louise?”

Dos personas miraron sospechosamente la cara de Louise. Ella miro a Wardes con una expresión triste y una vez más sacudió su cabeza.

-“Adelante, Louise. ¿Te sientes mal?”

-“No, no es eso. Lo siento…”

-“Si el día de hoy no es apropiado, entonces en otro momento…”

-“No es eso, no es eso. Lo siento Wardes, no puedo casarme contigo.”

-Wales observo dubitativamente el repentino revés de las cosas.

-“Novia, ¿este no es el matrimonio que desea?”

-“Si. Exactamente. Quiero disculparme con ustedes, por ser maleducada, fue una decisión difícil de tomar, pero no me quiero casar.”

Rápidamente la cara de Wardes se coloreó de un rojo furioso. Wales se volvió hacia a el y le dijo en un tono avergonzado, dubitativo y arrepentido “Vizconde, estoy terriblemente apenado, pero la novia no quiere continuar con esta ceremonia.”

Sin embargo, Wardes no le presto atención a Wales, y tomó la mano de Louise.

-“… Solo estás nerviosa. Mi querida Louise. No estarás rechazando mi oferta en serio.”

-“Lo siento, Wardes. Te anhelé. Quizás… quizás incluso llegué a amarte alguna vez. Pero, ahora es diferente.”

Entonces, Wardes agarro el hombro de Louise. La expresión de sus ojos cambió. Su cara afable se había ido, y había sido reemplazada por la mirada fría de un reptil.

Wardes gritó febrilmente

-“¡El mundo, Louise! ¡Yo dominaré el mundo! ¡Tú eres necesaria para eso!”

Asustada por el cambio repentino de Wardes, La mano de Louise temblaba.

-“Yo… Yo no soy necesaria para eso.”

Wardes extendió ambas manos, atrayendo a Louise hacia si.

-“¡Tú eres necesaria para mi! ¡Tu habilidad! ¡Tu poder!”

Este Wardes asustaba a Louise más y más. Ni siquiera en sus peores pesadillas ella imaginaba al gentil Wardes gritando o frunciendo el ceño se esa forma. Louise trató de darle la espalda.

-“¡Louise, olvidaste lo que te dije una vez! ¡No eres inferior ni siquiera ante el Fundador Brimir, te convertirás en una maga excelente algún día! ¡Es solo que aún no lo sabes! ¡Ese talento!”

-“Wardes, tu…”


En el navío de guerra Eagle Saito se frotó sus ojos nuevamente.

-“¿Qué pasa compañero?”

-“Mi ojo izquierdo esta actuando realmente extraño.”

-“Eso es solo porque estas cansado.”

Sin embargo, la visión del ojo izquierdo de Saito se distorsionaba más y más.

-“¡¡Uahh!! ¡Puedo ver algo!”

Saito gritó. Era realmente la visión de alguien más.

El ojo izquierdo y el derecho de Saito se sentían como partes completamente separadas.

-“Puedo ver…”

-“¿Qué puedes ver compañero?”

-“Tal vez esta es la visión de Louise.” Dijo Saito.

Ahora el recordaba lo que Louise dijo una vez. “Un familiar se constituye en los ojos y oído de su maestro. Esa es su habilidad.”

Sin embargo, Louise dijo que no podía ver nada a través de mis ojos. Debe ser que hay casos en los que las reglas se invierten.

¿Pero porqué repentinamente puedo ver lo que Louise está viendo?

Saito miró su mano izquierda. Las runas, talladas allí, resplandecían intensamente, aunque el no estaba sosteniendo ningún arma. Ciertamente, debía de estar en lo correcto.

Esta era su habilidad. Ciertamente debía de ser otra habilidad del familiar legendario, Gandalfr.

Veamos, entonces supongo que ¿esto es lo que Louise esta viendo con su ojo izquierdo? Mientras pensaba eso, la curiosidad natural de Saito tomó el control.


Wales, que no podía soportar la actitud amenazadora de Wardes hacia Louise ni un momento más, se interpuso.

-“Vizconde…, es suficiente. Compórtese como un caballe…”

Sin embargo, Wardes golpeo la mano que Wales extendía.

-“¡Cállate!”

Wales se quedo ahí parado, sorprendido por las palabras de Wardes. Wardes estrechó la mano de Louise y ella sintió como si una serpiente se enroscara en su mano.

-“¡Louise! ¡Eres necesaria para mí!”

-“No tengo ningún talento como maga.”

-“¡Ya te lo dije muchas veces! ¡Simplemente no estás consciente de tu poder, Louise!”

Louise trató de sacudirse de Wardes, pero era inútil, debido a la increíble fuerza con la que él sostenía su mano. Con una mueca de dolor, Louise hablo.

-“Preferiría morir antes que casarme contigo Wardes. Ahora entiendo que nunca me amaste. Solo amas el poder mágico que estúpidamente crees que yo tengo. Es cruel casarse con alguien por una razona si. ¡Es un insulto!”

Louise enfureció. Wales puso su mano en el hombro de Wardes, tratando de apartarlo, pero en vez de eso Wardes lo empujo, y Wales cayó al suelo. La cara de Wales se enrojeció y luego de levantarse saco su bastón. “¡Quita tus manos de La Vallière ahora mismo! ¡O de otro modo mi cuchilla mágica te despedazará!”

Sólo entonces la mano de Wardes soltó a Louise. Una sonrisa amable se extendió por sus labios. Sin embargo, la sonrisa era obviamente falsa y forzada.

-“¿Incluso si te lo pido de esta forma no accederías, verdad? Louise. Mi Louise.”

Louise habló, mientras temblaba de ira.

-“No, no hay duda que no es contigo con quien me casaré.”

Wardes miro arriba, al cielo.

-“Y pensar que me esforcé tanto por conquistar tus sentimientos durante este viaje…”

Wardes extendió sus manos mientras echaba su cabeza hacia atrás.

-“Bueno, me imagino que no hay mas que hacer. Supongo que no cumpliré esta meta.”

-“¿Meta?”

Louise se veía dubitativa. ¿En qué el estaba pensando?

Las comisuras de los labios de Wardes se elevaron, formando una sonrisa enfermiza.

-“Es cierto. Debía lograr tres metas durante este viaje. Tristemente, solo logré dos de ellas.”

- “¿Lograr? ¿Dos? ¿De que estás hablando?” pregunto Louise, sintiendo temblores de incomodidad viajar por su columna vertebral. Su mente trabajaba a toda capacidad, intentando descifrar qué estaba pasando.

Wardes levantó su mano derecha extendiendo tres dedos, y dobló su dedo índice.

-“La primera eras tú, Louise. Debía conseguirte. Sin embargo, parece que no seré capaz de lograr eso.”

-“¡Obviamente no!”

-“La segunda meta, Louise, está en tu bolsillo – La carta de Henrietta.”

Louise estaba sobresaltada.

-“Wardes, tu…”

-“Y, la tercera…”

Luego de escuchar decir “la carta de Henrietta” Wales entendió todo, sacó su bastón y empezó a recitar un hechizo.

Sin embargo, Wardes ya tenía preparados dos hechizos completos.

Wardes apuntó su bastón de viento que empezaba a brillar, y con la punta, traspaso el pecho de Wales.

-“M-maldito seas… ‘Reconquista’…”

La sangre repentinamente brotó de la boca de Wales, y Louise gritó.

Wardes murmuro mientras hundía aun más su bastón en el pecho de Wales.

-“La tercera, es tu maldita vida, Wales.”

Con esto, Wales cayó al piso.

-“¡Un noble! ¿¡No eres un noble de Albión también!? ¡Wardes!”

Louise grito mientras temblaba. Wardes era un traidor.

-“Es cierto. En verdad soy parte de la facción de nobles de Albión, ‘reconquista’” Wardes respondió en una voz fría, insensible.

-“¡Por qué! ¿Por qué tu, un noble de Tristain, haría algo así?”

-“Somos los primeros heraldos del futuro de Halkeginia – Una unión de nobles que no tiene fronteras nacionales. Somos sin fronteras.”

Wardes levantó su bastón nuevamente.

-“Halkeginia será unida por nuestras manos, y una vez mas tomaremos la ‘Tierra santa’ de nuestro Fundador Brimir.”

-“Antes… No eras así antes. ¿Qué te ha cambiado tanto? Wardes…”

-“Años, accidentes y el destino. A pesar de que el Wardes que tu conocías cambió, la naturaleza interior de la que hablas no ha cambiado. Y estás hablando demasiado.”

Louise trato de agacharse cuando Wardes movió su bastón. Sin embargo, su hechizo la alcanzo fácilmente, tirándola al suelo.

-“Auxilio…”

La cara de Louise se volvió pálida. Trató de levantarse, pero sus piernas dejaron de responderle.

Wardes echó su cabeza hacia atrás.

-“¡Por esto! ¡Por esto tú rechazaste mi oferta de gobernar el mundo juntos!”

Él empezó a recitar otro hechizo de viento. “Viento Rompiente”. Y Louise fue lanzada lejos como un pedazo de papel.

-“No… Auxilio…”

-“Ni siquiera el más pequeño pajarito puede oírte. ¿Parece que tendrás que inclinar tu cabeza ante mí y reconocer tu derrota, eh, Louise?

Ella había sido lanzada contra la pared, y estaba tumbada en el suelo, gimiendo de dolor. Lágrimas empezaron a rodar por su cara.

Ella aún le pedía ayuda a su familiar, que no estaba allí.

-“Ayúdame… por favor…”

Louise repetía esas palabras como si estuviera recitando un hechizo. Disfrutando el momento, Wardes empezó a recitar despacio.

-“Nube de relámpago”

-“Es una lastima… que tu vida sea arrebatada por estas manos…”

Si incluso el brazo de Saito fue chamuscado por intenso ataque de este hechizo, no había manera de sobrevivir si era golpeada directamente por el.

Por el susto, su respiración era pesada y todo su cuerpo le dolía. Louise, asustada como una niña, gritó.

-“¡Saito! ¡Ayúdame!”

En ese momento, Wardes terminó el hechizo y bajó su bastón, apuntando a Louise y…

La pared de la capilla colapsó con un rugido, y una fuerte ráfaga de viento sopló desde afuera.


- “¡Maldito seas!”

Wardes murmuró

Luego de romper la pared, Saito se interpuso sosteniendo en su mano a Derflinger y detuvo el bastón de Wardes.

- “Tú…!”

Saito blandió la espada de lado a lado. Wardes lo evadió saltando hacia atrás.

Accidentalmente, Saito miró a Louise con el rabillo del ojo.

Luego de gritar sus últimas palabras, Louise se había desmayado y no se había movido desde entonces.

Con el fuego de la cólera en sus ojos, Saito miro a Wardes. El deseo de matar hervía en su cuerpo. Saito balbuceo mientras se mordía fuertemente el labio inferior.

- “¡Imperdonable!”

- “¿Por qué estas aquí, Gandalfr?” Wardes preguntó con una cruel sonrisa en sus labios.

Sin responder, Saito airadamente blandió su espada. Sin embargo, la espada solamente golpeo contra el suelo. Wardes se elevó en el aire, evadiendo el ataque satisfactoriamente.

- “Cierto. Debes de haber sentido que tu maestro estaba en peligro.”

Wardes cruzó los brazos mientras flotaba cerca del retrato del Fundador Brimir. Se veía confiado y seguro de sí mismo.

- “Tú traicionaste a Louise!”

Saito gritó, mientras daba una estocada hacia delante. Sin embargo, Wardes se elevó, lo evadió y aterrizó elegantemente en el piso. Se movía como una pluma.

- “Para cumplir con una meta, no puedes ser selectivo con los medios.”

- “¡Louise creía en ti! Tú eras su prometido… ella te anhelaba cuando era pequeña…”

- “Que tonterías.”

“Wardes evadió la espada mientras flotaba. Entonces agitó el bastón y disparó otro hechizo. Aunque Saito trató de bloquearlo con la espada, el hechizo “Viento rompiente” lo envió lejos.

Saito gimió de dolor al golpear la pared. Su brazo izquierdo, herido, le dolía y por eso no podía moverlo libremente.

- “¿Eso es todo? Gandalfr. Tus movimientos son demasiado lentos. Por lo menos ponle mas empeño y haz que sea entretenido.”

Una sonrisa cruel afloró en los labios de Wardes.

En ese momento, Derflinger exclamó

- “¡Ya recuerdo!”

- “¡¿De que hablas, en un momento como este?!”

- “Cierto… ¡Gandalfr!”

- “¡Qué!”

- “No, en mis viejos tiempos. La mano que me sostenía. Gandalfr. Pero lo había olvidado. Fue hace 6000 años, viejos tiempos.”

- “¡No digas tonterías!”

Wardes despidió “Viento rompiente” nuevamente. Saito trató de esquivarlo pero fue capturado y salió despedido nuevamente.

- “Es tan nostálgico. Podría llorar. Cierto, no, eso es lo que estaba faltando. ¡Mi compañero – Ese ‘Gandalfr’!”

- “¡Ya párale!”

- “¡Estoy contento! ¡Ahora nadie podrá ignorarme! ¡Mostraré lo genial que soy!” Derflinger gritó y su cuchilla empezó a brillar.

Saito quedo desconcertado por un momento y observó a Derflinger maravillado.

- “Derf?”

- “¿Si?”

Wardes recitó “Viento rompiente” de nuevo.

Una furiosa ráfaga de viento voló apuntado hacia Saito, mientras situaba al resplandeciente Derflinger al frente.

- “¡No servirá de nada! ¡Una espada no puede detenerlo!” exclamó Wardes.

Sin embargo, el viento, en vez de enviar a Saito a volar, fue absorbido por la cuchilla de Derflinger.

Y…

La luz que emitía Derflinger se intensificó.

- “Derf? Tú…”

- “¡Esta es mi verdadera forma! ¡Compañero! ¡La había olvidado! ¡Mi cuerpo cansado cambió por si solo! ¡De cualquier modo, es una historia interesante, compañero!”

- “¡Resúmela!”

- “Impaciente. Lo olvidé. Pero no te preocupes compañero. Yo absorberé toda la magia a mí alrededor. Ese soy yo, la mano izquierda de Gandalfr – Derflinger-sama!”

Wardes miró con interés la espada que Saito sostenía.

- “Es verdad, no eres una espada normal. Debí darme cuenta cuando atenuaste mi “Nube relámpago”.

Aún así, Wardes no perdió su confianza.

Sonrió ligeramente, mientras sacaba su bastón.

- “Entonces podemos ponernos más serios, ¿De acuerdo?” Es tiempo que te enseñe porqué se dice que esta magia es la mas fuerte.

A pesar de que Saito se abalanzó hacia el, Wardes lo esquivó como un acróbata y pronunció el hechizo.

- “Viento Ubicuo…” (N.T. La traducción literal es algo como Cavidad de viento ubicuo)

Cuando el hechizo se completó, el cuerpo de Wardes repentinamente se duplicó.

Uno… dos… tres… cuatro… Los dobles de Wardes, junto con el cuerpo real, rodearon a Saito.

- “¡Dobles!”

- “No son solo ‘dobles’”. Es “Viento ubicuo”, distribución desigual…el viento esta distribuido desigualmente. Y no es solo cuestión de apariencia, también tienen un poder sustancial.”

Uno de los dobles de Wardes repentinamente sacó una mascara de su capa y se la puso.

El cuerpo de Saito se estremeció. Estaba temblando de ira y miedo. ¡El hombre enmascarado era Wardes! El hombre que estaba parado junto a Fouquet… ¡el que golpeó a Saito con ese bombardeo no era otro que Wardes!

- “Hombre enmascarado… tú… entonces debes haber sido tú quien ayudo a escapar a Fouquet también. Que hechizo tan engañoso. Puedes aparecer en cualquier parte.”

- “Verdaderamente. Es más, cada uno tiene el poder del original. ¿Te lo dije verdad? ¡El viento esta distribuido desigualmente!”

Uno de los Wardes se abalanzó sobre Saito, mientras el otro recitaba un hechizo, haciendo que el bastón brillara.

“Aguja de Aire”, el mismo hechizo que antes atravesó el corazón de Wales.

- “¡El bastón esta rodeado por un remolino mágico, así que la espada no puede absorberlo!

El bastón temblaba mientas el remolino giraba a su alrededor, formando una cuchilla, cuya punta estaba dirigida al cuerpo de Saito durante el ataque.

Derflinger lo bloqueó, pero aun así el impacto del golpe alcanzó la mano herida de Saito, haciéndolo caer al suelo.

Wardes se rió.

- “No esta mal para un plebeyo. Después de todo eres el legendario Gandalfr. Sin embargo, aquí es donde termina todo. ¡No eres rival para mi hechizo de ‘Viento ubicuo’!”

Gradualmente los Wardes rodearon al caído Saito.

- “¡Oye, espada legendaria! ¡Aquella que ‘Gandalfr’ usó”! ¡Derf!”

- “Eso es lo que soy. ¿Que pasa?”

- “Si eres tan legendaria, entonces haz algo, o de otra manera seremos asesinados.”

- “Bueno, estoy brillando y absorbiendo la magia del enemigo, ¿o no?”

- “No, no es eso, ¿no hay algo mas? ¿Algo como un ataque especial? Como tirar al enemigo de un solo golpe…”

- “¿Qué? Solo soy una espada.”

Uno de los Wardes saltó y trató de alcanzar a Saito con su bastón.

Saito brincó, defendiéndose con su espada, y evadiendo el ataque.

- “¡Inútil! ¡Que tipo de leyenda es esta!”

- “¡Pero no puedes esperar tanto!”

Los Wardes seguían atacando violentamente, pero ya que la espalda de Saito estaba protegida por la pared, solo 3 de ellos podían atacar simultáneamente. De alguna forma logró bloquear todos sus ataques.

- “¡A este paso, seré derrotado! ¡Y asesinado!”

- “¡Santo cielo! ¡Mi más sentido pésame!”

Mientras tanto… a 15 pies del lugar donde Saito estaba peleando, Louise se levantó. Cuando Louise vio a Saito peleando duro, su cara palideció momentáneamente por la sorpresa, pero entonces ella tomo su varita.

- “¡Corre mientras puedas! ¡Idiota!”

Saito gritó, pero Louise no se detuvo. El hechizo fue recitado y la varita fue apuntada. Ella recito el hechizo “bola de fuego”. El hechizo dirigido a Wardes explotó, impactando el suelo a sus pies.

¡Boom! Con ese fuerte ruido Wardes desapareció, mientras Louise observaba sorprendida.

- “¿Eh? ¿Desapareció? ¿Por causa de mi magia?”

Los Wardes restantes trataron de abalanzarse sobre Louise.

“¡Huye!” gritó Saito, pero Louise tercamente empezó a recitar el mismo hechizo nuevamente. Sin embargo, esta vez fue lanzada por los aires gracias al bastón de Wardes.

Saito observo con asombro.

Empezó a temblar de rabia. Cuando el cuerpo de Louise golpeó la pared justo ante sus ojos, un rugido como de bestia escapó de su boca.

- “¡Como te atreves a hacerle eso a Louise…!”

Una vez que el cuerpo de Louise fue lanzado por los aires nuevamente, los Wardes que quedaban se concentraron en Saito, intentando acorralarlo. Sin embargo, los movimientos de Saito iban ganando velocidad.

La respiración de todos los Wardes se convirtió en irregular y pesada. Pero, aún entonces su expresión no cambio.

Mientras bloqueaba la espada, Wardes pregunto.

- “¿Por qué volviste aquí a morir? ¿A arriesgar tu vida por alguien que te desprecia? ¡No puedo entender como funciona la mente de un plebeyo!”

Saito gritó mientras blandía su espada. “¡¿Entonces por qué tú bastardo intentaste matar a Louise?! ¡Tu eras su prometido!”

- “Jajaja, ¿entonces continúas enamorado de Louise? ¡El amor imposible de un sirviente por su maestro! ¡Eso es realmente cómico! ¡Esa arrogante de Louise nunca se fijara en ti! ¡Confundiste una simple compasión con amor! ¡Tonto!”

- “¡Y qué si me enamore!”

Saito exclamó mientras se mordía el labio.

- “Sin embargo…”

- “¿Sin embargo, qué?”

- “¡Está latiendo!”

- “¿Qué?”

Una expresión confundida afloro en la cara de Wardes.

- “¡Ajá! ¡Cuando veo esa cara, mi corazón late más rápido! Esta razón es lo suficientemente buena para mí. Por lo tanto, ¡defenderé a Louise!”

Saito exclamó.

Las runas empezaron a brillar.

Igualando el brillo de las runas, Derflinger también resplandeció más.

- “¡Bien! ¡Esto esta bien compañero! ¡Correcto! ¡Esa es la clave! ¡Lo recordé! ¡Yo conozco la fuente del poder de Gandalfr! ¡Bien compañero!”

Finalmente, la espada de Saito destajo otro Wardes

- “¿Qué?”

El rostro de Wardes se deformó ante el dolor insoportable.

- “¡La fuente del poder de Gandalfr son los sentimientos! ¡Ira! ¡Tristeza! ¡Amor! ¡Placer! ¡Cualquiera sirve! ¡Y ahora mismo pareces estar realmente conmovido, Gandalfr mío!

"“¡La fuente del poder de Gandalfr son los sentimientos! ¡Ira! ¡Tristeza! ¡Amor! ¡Placer! ¡Cualquiera sirve! ¡Y ahora mismo pareces estar realmente conmovido, Gandalfr mío!."

[1]

Saito giró su espada. Debido a su increíble velocidad, Wardes no pudo reaccionar a tiempo y desapareció.

- “M-Maldito seas…”

Solo quedaban tres ahora.

- “¡No lo olvides! ¡Estas luchando contra mi! ¡No puedes sobrepasar mis habilidades!”

Saito saltó en el aire, sosteniendo su espada. Wardes también se elevó.

- “¡El aire es mi elemento… no lo olvides! ¡Gandalfr!”

Cada uno de los bastones de los Wardes apuntaba a Saito, pero el blandió a Derflinger como si fuera un molinillo.

Derflinger grito.

- “¡Esa es la forma de pelear, Gandalfr! ¡Blándeme al ritmo de tu corazón!”

Al momento siguiente, los tres Wardes fueron destrozados en un pestañeo.

Saito aterrizó.

Con su ‘viento ubicuo’ derrotado, el cuerpo del Wardes real calló al piso. Su brazo izquierdo, que había sido destajado, calló unos segundos después.

Saito también aterrizó, pero se tambaleo y tuvo que apoyarse en sus rodillas. Su agotamiento había alcanzado un límite crítico.

Wardes se levantó asombrado y miro a Saito.

- “Maldición… este ‘resplandor’ en verdad me derrotó…”

Saito trato de levantarse y correr hacia el, pero su cuerpo dejó de obedecerle.

- “Ku…”

- “Ah, compañero. No hagas nada estúpido ahora – Gandalfr no puede moverse luego de usar toda su energía. Esto es porque este familiar fue creado para defender su maestro mientras este recita el hechizo.”

Explicó Derflinger.

Wardes tomo su bastón con la mano derecha que conservaba y flotó hacia arriba.

- “Oh, que cosa. Parece que solo cumplí con una meta. Pero de todas formas, eres mío ‘Gandalfr.’ – un gran ejército se aparecerá aquí pronto. ¡Hey! ¡Puedes oír el ruido de los cascos de los caballos y las alas de dragones!”

En verdad, se podía escuchar el ruido de cañones y el sonido de explosiones mágicas afuera, así como también las rugientes voces de nobles y soldados mezclados en la batalla.

- “¡Tú y tu estúpido maestro pronto serán ceniza! Gandalfr!”

Con estas ultimas palabras de despedida, Wardes desapareció a través del agujero en la pared.

Saito, que usaba a Derflinger como muleta, trastabillando caminó hasta Louise.

- “¡Louise!”

Saito sacudió a Louise intentando despertarla, sin resultado alguno. Saito colocó su oreja en el pecho de Louise, presa del pánico.

Tump, tump, tump…

Escuchando el tenue latido, Saito respiró aliviado. Louise estaba maltrecha. Su manto estaba rasgado y sus rodillas y sus mejillas estaban magulladas.

Y también debe de haber más magullones bajo su ropa.

La mano de Louise se agarraba a su pecho. El botón del bolsillo de su blusa se salió, y se podía ver la letra de Henrietta sobresaliendo ligeramente desde el interior. Parecía que, incluso inconcientemente, Louise aun estaba protegiendo la carta.

En verdad estoy contento de estar vivo. Y llegue justo a tiempo. Pensó Saito.

- “Pero compañero… ¿qué hacemos ahora?” el Eagle ya dejó el puerto…”

Es cierto. Para salvar a Louise Saito saltó desde la cubierta del Eagle que ya estaba zarpando.

- “¿Eh?”

- “¿Eh? Es verdad. ¿Puedes oír los gritos desde afuera? ¿Qué crees que pensarían los hombres de Wales al ver su cuerpo tirado en el suelo? Seguramente pensaran que somos los traidores.”

En verdad, las explosiones y el griterío de la batalla se acercaban más y más a las paredes. Era solo cuestión de tiempo hasta que irrumpieran allí dentro.

Saito tranquilamente recostó a Louise en la silla.

Y luego se levantó, en guardia.

- “¿Que estas haciendo?”

- “Defendiendo a Louise.”

Cuando Saito dijo esto, Derflinger temblaba y se retorcía.

- “Ha. Entiendo. Aparte de eso, Compañero Gandalfr, fue agradable conocerte a ti y a esta chica noble, tu maestro.”

- "Deja de bromear."

- "¿Hm?"

- "Louise y yo, ambos sobreviviremos."

- "¿Estabas escuchando el discurso del rey? Hay 50,000 enemigos."

- "No importa."

Saito, con sus últimas fuerzas, asió la espada. Sean 50,000, incluso 100,000, el sentía que podía ganar. Hoy el podía derrotar a cualquier mago, incluso si estaba extremadamente cansado.

La agitación de Derflinger creció más y más.

- "¡Eso es! ¡Así es que me gusta! ¡A quién le importan que sean 50,000! ¡Que vengan!"

Y Saito, sosteniendo a Derflinger, observaba la entrada de la capilla.

Ellos esperaban, que tarde o temprano un enemigo vendría...

Pero entonces...

El suelo, cerca de donde reposaba Louise, se abulto.

- "¿Qué?"

Saito miró el suelo.

- "¿Es un enemigo? ¿Excavando bajo la tierra?"

Descendió su espada apuntando al montón de tierra, desde el cual pronto un animal marrón asomó la cabeza.

- "Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah?"

Y entonces, ese animal marrón empezó a tentar el cuerpo de Louise que estaba posando cerca de los lados.

- "Tu... ¡Tu eres Verdandi, el topo enorme! ¡El familiar de Guiche!"

Saito exclamó, y pronto, desde el mismo agujero del que salio verdandi, la cara de Guiche se asomó.

- "¡Hey! ¡Verdandi! ¡Puedes excavar un agujero en cualquier sitio! ¡Buen chico! Guiche volvió su cara embadurnada de lodo hacia Saito, y notó a Louise recostada cerca, y luego dijo pretendiendo no saber.

- "¡Ha! ¡Tú! ¡Estas aquí!"

- "¿¡Q-Qué estas haciendo aquí!?"

Saito exclamó.

- "Luego de vencer a Fouquet la tierra desmoronada, y luego de un breve descanso, decidimos seguirlos. Es nuestro deber ya que el honor de la princesa henrietta depende de ello, ¿verdad?"

- "¡Pero este lugar está en el cielo! ¿¡Cómo llegaron aquí!?"

Entonces, cerca de Guiche, la cara de Kirche se asomó.

- "El Sylphid de Tabitha."

- "¡Kirche!"

- "Llegamos a Albión sin problemas, pero ya que es un país extranjero, no sabíamos hacia donde ir. Pero entonces, así de repente verdandi empezó a excavar un agujero, así que le seguimos."

Mientras tanto, el enorme topo presionaba su nariz contra el "rubí de agua" que brillaba en el dedo de Louise.

- "Es cierto. El siguió el olor del rubí, y empezó a cavar un túnel hasta aquí. Mi adorable verdandi, debido a su amor por las joyas fue capaz de seguirlos desde la Rochelle y cavó un agujero hasta aquí."

Saito abrió su boca en asombro. Seguramente, él nunca planeó ser salvado por un topo.

- "¿Estás bien? Casi capturo a fouquet otra vez, pero ella logro escapar. Esa mujer, a pesar de ser una maga, realmente sabe como correr. Por cierto, querido, ¿que haces aquí?" Kirche pregunto mientras se sacudía la tierra de su cara con un pañuelo.

Saito se reía nerviosamente.

- "ja, ja, jaja..."

- "¿Querido? ¿Pasa algo malo querido?"

- "¡Hablaremos de eso mas tarde! ¡El enemigo irrumpirá aquí pronto! ¡Huyamos!"

- "¿Huyamos? ¿Y la misión? ¿Qué pasó con el vizconde Wardes?"

- "¡Tenemos la carta! ¡Wardes era un traidor! ¡Regresemos ahora!"

- "¿Qué? bueno, no lo entiendo, pero parece que ya todo terminó." dijo Kirche en un tono despreocupado.

Con Louise en brazos, Saito lentamente se acercó al agujero, pero entonces recordó algo, dejó a Louise al cuidado de Guiche y se apresuró de vuelta a Wales en la capilla.

Sin embargo, Wales ya había muerto.

Saito cerró los ojos y rezó en silencio.

- "¡Hey! ¡Qué haces allí! ¡Vuelve rápido!" Guiche llamaba a Saito.

Saito miró el cuerpo de Wales. Pensó en algún recuerdo que darle a Henrietta. Saito notó un gran rubí en su dedo.

El rubí pertenecía a la familia real de Albión. Saito lo removió de su dedo y lo puso en su bolsillo.

- "príncipe valiente... no serás olvidado." Murmuró Saito.

- "Te juro que yo también defenderé aquellas cosas en las que creo."

Saito dijo esto mientras hacia una reverencia, y luego corrió de vuelta al agujero.

Justo en el momento que Saito se sumergió en el agujero, los soldados nobles y los magos irrumpieron por la puerta y entraron a la capilla.


El túnel que verdandi excavó llegaba justo por debajo del continente de Albión, así que el momento en que Saito Salió del agujero, no había mas que nubes debajo de el. Sin embargo, Sylphid logró capturar las cuatro personas y el topo que caían.

El topo que el dragón de viento capturo con la boca, dejo salir un grito de protesta.

- "Por favor trata de soportarlo, mi adorable Verdandi. Aguanta hasta que nos bajemos en Tristain nuevamente."

Con aletazos poderosos, el dragón de viento atravesó las nubes circundantes y dirigió su rumbo hacia la academia de magia.

Saito, con Louise en brazos miró arriba, el continente de Albión.

Nubloso y vacío, el continente de Albión se perdió en el azul del cielo. A pesar de que fue una corta estancia, Saito tenía varias cosas para recordar, mientras el país blanco se desvanecía ante su vista.

Saito observó a Louise que descansaba en sus brazos. Sus mejillas blancas estaban sucias de tierra y sangre, pero aún en este estado, uno podía notar sus rasgos aristócratas. Se podían ver dos rayas que descendían desde sus ojos hasta sus mejillas, dejadas por sus lágrimas.

Saito limpió la cara de Louise con su manga. No podía soportar ver la cara de su preciosa maestra sucia.

Louise seguía inconciente por el shock. Mirar a Louise a la cara era de alguna forma doloroso para Saito. "Querida Louise. Mi Louise..."

Latido, latido. Su corazón estaba latiendo fuerte.

Ahora Saito sólo miraba la cara de Louise suavemente presionada contra su pecho.


Mientras tanto, Louise vagaba abstraídamente en un sueño.

El sueño era en la casa de la Vallière, en su pueblo natal.

Un estanque en un patio olvidado.

Allí había un pequeño bote flotando. Allí Louise estaba tendida. Cuando enfrentaba alguna dificultad, Louise siempre se escondía y se dormía allí. Su mundo, en el cual nadie podía entrometerse. Su lugar secreto…

El corazón de Louise estaba adolorido.

Pero Wardes no vendría más. El gentil vizconde Wardes, su noble obsesión amorosa de su niñez, su prometido en un matrimonio arreglado por sus padres en un acuerdo mutuo…

La joven Louise sollozaba suavemente, ya no había ningún Wardes que la sacara de su lugar secreto. Él era un sucio traidor que asesinó al valiente príncipe. Esas amables manos pertenecían a un asesino…

Louise lloró en su chalupa.

Pero entonces, alguien vino.

- “¿Eres tu, vizconde?”

Louise preguntó en su sueño. Pero sacudió su cabeza inmediatamente. No, el vizconde no vendría más. ¿Entonces, quién?

Era Saito. La espada colgaba de su espalda, cuando el sin miedo a mojarse se metió al estanque y se aproximó a la chalupa de Louise.

El corazón de Louise latía con fuerza.

Saito recogió a Louise de la chalupa y la cargo en sus brazos.

- “¿Has estado llorando?”

Saito preguntó. Louise asintió infantilmente en su sueño.

- “Deja de llorar. Louise. Mi Louise.”

Louise intentó enfurecerse. Este familiar, como se le ocurre llamarme ‘Mi Louise’. Pero cuando abrió la boca para regañarlo, sus labios fueron nuevamente cerrados por un beso. Aunque se retorcía de rabia al principio, pronto sus fuerzas la abandonaron.

Louise despertó en el lomo del dragón de viento, en los brazos de Saito.

Ella se dio cuenta que estaba siendo cargada en brazos por Saito. Ellos estaban sentados cerca de la cola del dragón de viento, y Saito la abrazaba. Ella observaba su cara de perfil, ya que aparentemente él no había notado que ella estaba despierta.

Kirche, Tabitha, Guiche -- todos estaban sentados delante, en el lomo del dragón.

El viento soplaba en su mejilla.

- “Aah, esto no es un sueño”

Entonces…

- “Yo sobreviví.”

La mente de Louise estaba llena de pensamientos febriles.

Casi muero a manos de ese traidor de Wardes, pero entonces Saito intervino. Entonces me desmayé. Entonces desperté nuevamente y recité alguna magia. Luego de eso, perdí la conciencia… Tal vez Saito ganó de nuevo.

Pero solo nosotros sobrevivimos, talvez el ejército real fue derrotado de todos modos.

Wales murió también.

La alegría de haber sobrevivido mezclada con la tristeza casi hace llorar a Louise, Sin embargo, no queriendo llorar frente a Saito, cerró sus ojos.

A ella también le apenaba decir Gracias. Aunque no podía entender porqué, ella se sentía cómoda con Kirche, Tabitha, Guiche -- con todos ellos. Pero agradecerle a Saito frente a ellos la hacia sentir muy avergonzada. Debido a ello, Louise decidió pretender que estaba dormida.

No obstante, Louise aún lo miraba secretamente con el rabillo de sus ojos entrecerrados. Saito la miró a los ojos. La miró directamente.

Esos ojos hacían que Louise recordara su último sueño.

El dragón de viento incrementó su velocidad.

Un fuerte viento golpeaba sus mejillas.

Pero ese viento se sentía placentero.

Ese viento y la mirada ardiente de Saito. Louise no podía ocultar sus sentimientos.

Su mente estaba sumida en la confusión…

El traidor de Wardes.

La muerte del príncipe heredero…

La victoria de la unión de nobles, ‘reconquista’

El reporte a la princesa.

Por varias razones, y aunque ciertamente Louise se sentía apenada por todos ellos, ahora mismo el viento se llevaba todos los pensamientos de Louise.

Luego de escapar una muerte segura, ella quería saborear la vida por un momento.

El rostro de Saito se acercó.

Su corazón se aceleró.

Los labios de Saito cubrieron los de Louise.

Louise instintivamente levantó su mano para empujarlo… pero en cambio la devolvió a su pecho.

El viento fuerte golpeaba las mejillas de Louise, mientras Sylphid volaba por el cielo.

Algo tibio llenaba su corazón. Un corazón herido por sucesos tristes era sanado.

Hace unos momentos, ella se resistía violentamente contra ese sentimiento en su sueño.

Pero al menos por ahora…

El viento placentero soplaba desde un mundo diferente…

Descansando sus mejillas contra su pecho, ella cayó dormida silenciosamente.






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