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Black Bullet:Volumen7 Capítulo 2
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=== Parte 2 === En el instante en que el último de los Monolitos provisionales fue establecido en el Área de Tokio durante la Guerra Gastrea de hace diez años, bloqueando así la invasión Gastrea, en lugar de un sentido de salvación surgiendo en los corazones de las personas, sería mejor describirlo como un sentimiento del agotamiento interminable, preguntándose si todo había terminado. Cuando el entonces primer ministro Zama declaró que la guerra había terminado en la televisión, radio e Internet, todas las personas lloraron sin excepción. Incluso ellos mismos, no podían entender que emoción en particular, estaba detrás de sus propias lágrimas. ¿Era pena por aquellos que fueron asesinados? ¿Pesar por la derrota en la guerra? ¿O una sensación de vacío que surgió por no entender lo que estaba pasando? Preocupado por que la población había disminuido a menos del 10% del número original, el último primer ministro de Japón, Zama, estableció una política que prohibía el aborto quirúrgico para todos los embarazos. Como resultado, eso condujo a su caída del poder. Apodada el «Tratado de abortos», esta política dio lugar a un aumento explosivo de los nacimientos de Niños Malditos, que fueron surgiendo gradualmente con el tiempo. Debido a perder el control de la natalidad y al hecho de que los niños no deseados seguían naciendo (De ahí la idea de que los hijos no deseados se convertían en Niños malditos), los problemas sociales de bebés siendo abandonados y abuso de menores, aumentaron increíblemente. Irónicamente, en el año 2029, es decir, dos años atrás, el propio ex-primer ministro Zama fue declarado muerto en un hospital después de que su cuello fuera roto por un Niño Maldito cuyo nacimiento había ocurrido gracias a su prohibición de los abortos. La caída de Zama del poder condujo a la aparición del primer Seitenshi, que unió a Tokio junto a las diversas prefecturas vecinas que habían caído a pedazos, estableciendo así el sistema actual de 43 distritos en el Área de Tokio. Después de la guerra, los sobrevivientes tuvieron un montón de cosas que hacer. Todo tipo de instalaciones públicas destruidas tenían que ser reconstruidas. La escasez de electricidad necesitaba ser resuelta. La gran escasez de alimentos requería racionamiento. Por último, los nuevos hogares que necesitaban ser garantizados a la gran cantidad de refugiados que llegaron al Área de Tokio. Una idea que fue acogida por Seitenshi en su momento, fue la construcción de mega-flotadores en la bahía de Tokio. Aunque ese tipo de proyecto de construcción había sido perseguido activamente desde el pasado, las cosas eran muy diferentes a antes de la guerra. La bahía de Tokio había sido invadida hasta el punto en que incluso su aparición en el mapa había cambiado. Por lo tanto, el edificio que actualmente se elevaba frente a los ojos de Rentarō, era también uno de esos mega-flotadores. El suelo estaba cubierto por sombras densas de aves. Rentarō levantó la mirada para ver la luz cegadora del sol, obligándolo a estrechar sus ojos y protegerlos con su mano, mientras le permitía a los gritos de las aves invadir sus oídos. Rentarō supuso que las aves que se deslizaban tranquilamente en el cielo eran gaviotas tridáctilas de cola negra. Presumiblemente porque sus gritos parecían a los de los gatos, fueron nombradas así, pero incluso después de escucharlas tantas veces, Rentarō aún sentían que sonaban como el llanto de los bebés. La gaviota tridáctila de cola negra era muy interesante. Al igual que la gaviota argéntea, ellas a veces secuestraban los polluelos de otros nidos para alimentar a sus crías, pero algunas veces, no podían distinguir los polluelos secuestrados de los suyos propios, criándolos al final juntos. Ese comportamiento torpe era especialmente divertido. Mientras descomprimía su conocimiento sobre animales dentro de su cráneo, Rentarō trató de pensar en algo más, pero en última instancia, negó con la cabeza de repente y dejó de escapar de la realidad. Entonces, miró directamente a la entrada oscura y siniestra frente a él. Probablemente debido a un trabajo de mala calidad, la pared exterior blanca estaba resquebrajaba en muchos lugares a pesar de ser de menos de diez años de edad. Este extraño edificio, combinaba un sanatorio marítimo de aislamiento, junto al olor de un interminable mal. … Era la penitenciaría marina ubicada en el distrito 32 del Área de Tokio. Durante el período de caos después de la guerra, la economía se derrumbó (Aunque sólo fue por un breve momento) y la hiperinflación terminó con una sola caja de maíz costando cerca de ¥ 10,000. Los billetes de mil y diez mil yenes eran meros pedazos de papel para empezar. Solo fue por la «Credibilidad» dada por el gobierno Japonés, que esos billetes alcanzaron tan grandes denominaciones. Pero debido a la Guerra Gastrea, todas las monedas que circulaban en el mundo perdieron su valor, incluso la bolsa de Tokio cerró como resultado. Nadie sabía quién era más «Creíble». Al final, no fue extraño ver espectáculos de capitalistas, que solían tener suficiente dinero como para quemar, pelearse como carroñeros por lo botes de basura. Naturalmente, hubo un aumento rápido en el número de personas que acudieron al robo debido al hambre o a la falta de vivienda. Aunque prácticamente todas esas personas cometieron crímenes porque no tenían otra opción, los seres humanos eran seres que encarnaban el bien y el mal en un mismo cuerpo, para empezar. Algunas personas pierden su sentido de culpa después de cometer algunos crímenes que quedan impunes, mientras que otros se entregan a sí mismos a la emoción de la delincuencia, sin poder contenerse… Esta prisión en el mar fue construida para aislar a las personas que habían cruzado la línea. Rentarō volteó para mirar el camino por donde había venido justo ahora. Era un puente colgante, cuya longitud era vertiginosa de por sí, en la que un solo guardia de seguridad servía como punto de control. Incluso a pesar de que esto era parte del distrito exterior de la bahía de Tokio, no había escombros en el lugar. Fue completamente reconstruido. Dando un vistazo rápido en todas las direcciones, Rentarō incluso vio un parque construido en la playa en forma de media luna. Había parejas tomando paseos y madres empujando cochecitos, además de varias casas club de ancianos esparcidas alrededor. Probablemente era un lugar para que descansaran los ciudadanos. A excepción de este un lugar, toda la bahía de Tokio estaba deliberadamente olvidada y aislada. Sacando su licencia de Promotor y dando su nombre en la recepción, Rentarō pidió una reunión urgente con Litvintsev. La recepcionista reaccionó con sorpresa. Tras decirle que esperara un rato, Rentarō vio a un guardia anciano salir de la prisión mientras le decía «Por aquí, por favor» y mostraba el camino. Sintiendo como si una batalla viniera, Rentarō apretó su puño y lo siguió. —Wow, nunca esperé que fuera tan joven, señor Promotor... ¿Usted fue quien originalmente aprehendió a Litvintsev? Poco después de pasar a través de la segunda puerta, el guardia anciano por fin habló. —Sí, pero sólo fue suerte. —Tal vez usted ya lo sabe, pero este lugar no encierra a presos comunes. Sólo los criminales que han sido juzgados como imposibles de rehabilitar son transferidos aquí. —Creo que sí. Mientras decía eso, Rentarō miró a su alrededor. No había iluminación artificial en lo absoluto. Las pisadas sonaban excepcionalmente claras en el aire seco. Había pequeñas ventanas enrejadas separadas regularmente, lo que permitía que la luz solar entrara en diagonal. Había un intenso olor a mar, además del sonido de las gaviotas de vez en cuando. Si uno examinaba las esquinas del techo con cuidado, notaría el destello de las cámaras de seguridad. Había numerosos agujeros en el piso bajo sus pies, tal vez para colocar vallas metálicas en situaciones de emergencia. Lo que sorprendió a Rentarō fue que había una chica joven mezclada entre los guardias de la prisión. Estaba sentada en una silla, abrazándose una pierna con la rodilla doblada, balanceándose la otra pierna con impaciencia. Había una pica negra al estilo Punk pintada bajo su ojo derecho. Rentarō tenía la sensación de que su personalidad no era especialmente agradable. —¿Así que los guardias de seguridad de aquí utilizan incluso iniciadores? —Enviados por la IISO, aunque nos dijeron que no era necesario demasiado personal de seguridad. Dirigiendo al instante su mirada hacia un lugar ocupado por la oscuridad, Rentarō vio un par de ojos llenos de ira siguiendo sigilosamente sus pasos desde el interior. Él no sabía por qué estas personas fueron encarceladas y no tenía interés en saberlo tampoco. Sin embargo, estas personas eran ciertamente criminales sin lugar a dudas. El silencio se sentía aún más aterrador. —Señor Promotor, por favor, venga por acá. A pesar de sentirse incomodo por las miradas persiguiéndolo, Rentarō pasó a través de un pequeño puesto de control con guardias de servicio al final del pasillo. Con eso, ya había pasado por tres puertas hasta ahora. Por la forma en que las cosas parecían, entre más profundo iban, mas viles y despiadados eran los criminales. Después de caminar desde el puesto de control, Rentarō de repente notó que el guardia de seguridad de antes había desaparecido. Miró hacia atrás para verlo de pie en el puesto de control sin continuar hacia adelante. —Hasta aquí lo acompaño, así que tenga cuidado, señor Promotor. El día que ese chico fue internado aquí, me agarró por el cuello con las esposas cuando me descuide por un momento. Si la ayuda no hubiera llegado un minuto más tarde, sin duda hubiera sido asesinado. —... Entiendo, gracias. Dándole la espalda al guardia de seguridad que tenía la cabeza inclinada con miedo, Rentarō pasó por encima de un gigantesco «Bloque C» pintado en el suelo con aerosol, dando un paso hacia la oscuridad. Para ser honesto, tenía un poco de miedo, pero ahora que había llegado tan lejos, no era como si pudiera pedirle al guardia que viniera. Rentarō se limpió las manos sudorosas en sus pantalones. El esquema básico aquí era el mismo que en los bloques anteriores, pero las miradas que se fijaban en él eran aún peor que antes, hasta el punto en que podía sentir un fuerte instinto asesino, incluso el aire se sentía especialmente pesado. Justo en ese momento, un sonido similar al ruido de las campanas, se escuchó desde algún lugar. Guiado por el sonido, Rentarō supo que su destino estaba en la parte más profunda, sin necesidad de buscar más. Tan pronto como llegó a su destino, su primera impresión fue lo brillante que era. Había una sola celda de un tamaño mayor a todas las demás. La ventana de iluminación era relativamente amplia, iluminando casi todas las paredes. Había una cama de metal, estantes simples y libros pesados apilados en los estantes con títulos en alfabeto cirílico. Rentarō encontró las campanas de viento atadas en los barrotes de la ventana. Una brisa ocasional causaba que la lengüeta de la campana se moviera, produciendo sonidos vivos dentro de un recipiente de vidrio. Naturalmente, esa era la fuente de los sonidos de campana. Entonces, el individuo sentado en una silla leyendo un libro era… Rentarō sintió que se contraían sus vasos sanguíneos, y no pudo evitar escupir sangre. —Ha pasado un tiempo, Andrei Litvintsev. Colocando un marcador en su libro, el hombre lo cerró y lo devolvió a los estantes junto a él, antes de mirar hacia arriba. —Mucho tiempo sin verte, Satomi Rentarō. Su voz tenor sólo trajo recuerdos dolorosos a Rentarō. El rostro del hombre parecía estar fuera de lugar con relación a su traje de prisión negro. Con un rostro y mentón hendido su cabello rubio brillaba bajo la luz del sol. La tobillera de seguimiento por encima de su pie derecho, transmitía fielmente el miedo que los guardias de la prisión sentían hacia él. —¿Por qué preguntaste por mí? —Después de lo sucedido, investigué muchas cosas sobre ti. Litvintsev movió su cabeza, instando a Rentarō a tomar asiento. Manteniendo su mirada en él, Rentarō sacó con cuidado una de las sillas apiladas contra la pared del pasillo y se sentó. Para asegurarse de estar en el lado seguro, deliberadamente se mantuvo a tres pasos de las rejas de la celda. En medio de la tensa atmósfera, sólo el sonido de las campanas de viento parecía no entender la situación. —Después de derrotar a Scorpion, Aldebarán y arrestarme, en verdad te hiciste de un nombre por ti mismo. —Un VIP como tú, que tiene tres comidas al día junto a un refugio gratis, no me habría convocado aquí sólo para burlarse de mí, ¿cierto? —Entonces, ¿qué tal si cambiamos lugares? —Deberías agradecerle a tu buena suerte que no fuiste condenado a muerte. Litvintsev sonrió. —No hay necesidad de tener tanto miedo. No voy a comerte. —Parece que tus ojos están funcionando mal después de pasar tanto tiempo en la cárcel. Como si mostrara compostura en una posición de ventaja, Litvintsev deliberadamente ralentizó su discurso y dijo: —El miedo tiene su propio olor. Simplemente estas usando ira para ocultar tu miedo. —... Suprimiendo la vacilación en su corazón, Rentarō apretó los puños sobre su regazo mientras lamentaba mentalmente que Litvintsev fuera tan superior en guerras psicológicas que él. Andrei Litvintsev. Este espía había tratado de acercarse a los políticos del Área de Tokio y sobornarlos, convirtiéndolos en militantes para provocar una guerra contra otras áreas. Investigó las industrias del Área de Tokio, el estado de la economía y los recursos nacionales, proporcionándole información a Rusia. Se decía que Rusia incluso estableció una agencia de inteligencia especializada en el Área de Tokio sólo para apoyarlo. Cuando fue arrestado, sólo un total de cinco personas se vieron implicadas, incluyendo a sus cómplices. Debido a que todos los sospechosos fueron capturados en estricto silencio, el juez se tuvo problemas en el juicio y solo pudo realizarlo usando un motivo ambiguo como «Perturbar la paz y filtrar secretos del Área de Tokio a otras áreas». Para que un espía experto como él fuera detenido, podría describirse como casualidad. Junto a sus cómplices, estaba instalando dispositivos para espiar la casa de un político que pertenecía a una facción opuesta. Como resultado, un vecino se quejó del ruido y la seguridad civil contratada para cuidar del problema, terminó deteniendo a Litvintsev repentinamente. Tras su detención, los otros crímenes de Litvintsev salieron a la luz, causando un gran revuelo al instante. En el caos siguiente, el fiscal terminó robándose todo el crédito, dejando a la empresa de seguridad civil Tendō con el crédito absurdo de «Solucionar quejas relacionadas al ruido». Absolutamente vergonzoso. —Sólo fuiste capaz de atraparme porque mi Iniciador no estaba a mi lado. Espero que no olvides eso. —Qué excusa tan vergonzosa. Es lamentable el destino de un IP altamente rankeado. —¿Cómo está la princesa últimamente? —¿Estás hablando de Seitenshi-sama? ¿Alguna vez te visitó? —Una muy breve, pero sí. Es una mujer muy delicada. —No estés intimidándola. Ella es un creyente muy devota a Dios. —Así que hay personas que todavía creen en Dios en estos tiempos… La voz de Litvintsev se volvió sombría. —¿Todos los bielorrusos son ateos? —En el momento en que el área metropolitana de Minsk se hundió en el infierno, la fe ya había desaparecido hace mucho tiempo. —... Litvintsev, conoces la situación actual del Área de Tokio, ¿cierto? Ha sido injustamente acusada de convocar a Libra y una guerra contra el Área de Sendai podría estallar en cualquier momento. A este ritmo, en medio de la desesperación, el Área de Sendai seguramente hará un movimiento primero. Una vez que comience la guerra, las potencias extranjeras van a unirse una tras otra, convirtiendo esto en una guerra mundial. Además, es muy probable que este incidente esté relacionado a tus antiguos subordinados robando el anillo de Solomon y la Cabeza de Scorpion. Por supuesto, tú debes estar involucrado también. —¿Por qué piensas eso? —Si eres tú, sobornar al personal de aquí y hacer contacto con el mundo exterior debe ser un pedazo de pastel. Litvintsev sacudió la cabeza con una sonrisa irónica. —Sólo sé un buen chico y escupe donde se esconden tus amigos, entonces, hablaremos de la reducción de tu condena. Que quede claro desde el principio, si no te apuras y hablas, la información pronto se volverá inútil. A diferencia de ti, no estoy sentado aquí sin nada que hacer. Rentarō terminó con un suspiro. ¿Qué te parece? Observó la reacción de la persona al frente. Aunque Rentarō no era un negociador experto, el discurso que acaba de decir debería merecer una calificación aprobatoria. Para ser honesto, Rentarō había obtenido el permiso previo de Seitenshi para deportar a Litvintsev de vuelta a Rusia y prohibirle entrar en las cinco áreas de Japón para servir como moneda de cambio. Pero revelar todas sus cartas al comienzo sería lo peor que podría hacer a la hora de negociar. Por mucho que Rentarō hubiera abandonado ese camino, había sido preparado como un candidato para entrar en la política como miembro de la familia Tendō. Había hecho su tarea de antemano para estudiar las reglas de la negociación hasta cierto punto. Las reglas de esta prisión eran estrictas en un grado obsesivo. Uno sola visita al mes y limitada a la familia. Los productos entregados en las celdas individuales también eran fuertemente controlados. Originalmente destinada a ser un lugar social para los reclusos, las conversaciones privadas fueron prohibidas en la cafetería. Los techos incluso estaban equipados con gases lacrimógenos que eran rociados en cuanto se producía un motín. Llamadas a la celda dos veces al día. La falta de respuesta se consideraría sin piedad como un intento para escapar de la prisión sometiendo al recluso a la sala de castigos. Se suponía que era un lugar donde incluso conseguir tiempo para respirar sería difícil. De hecho, muchos presos habían intentado escapar, incapaz de soportar las duras condiciones de esta prisión, pero no hubo ningún caso exitoso. En contraste al aspecto desaliñado de la prisión, se trataba literalmente de paredes de hierro. Simplemente las camas de clavos instaladas en el suelo eran suficientes para servir como prueba de su seguridad. Incluso los criminales viles que habían participado en varias ocasiones en robos, asesinatos e incendios; llorarían como niños tan pronto como se enteraran de que iban a ser enviados aquí. Por mucho que Litvintsev fingiera calma en la superficie, Rentarō estaba seguro de que su medio año de vida en la prisión había sido insoportable. Con una oportunidad de ser puesto en libertad, la tomaría incluso si eso significaba traicionar a sus camaradas. Incluyendo el hecho de que había nombrado a Rentarō para las negociaciones, significaba que estaba dispuesto a negociar los términos y condiciones. Lo anterior era lo que Rentarō había deducido previamente como el estado psicológico del Litvintsev. Como regla básica, sosteniendo una caña de pescar de la que colgaba una zanahoria frente al rostro de este tipo, Rentarō no iba a ceder fácilmente. Debía hacerlo girar en círculos. … Sin embargo, a pesar de saber eso, en una dimensión completamente diferente a estos cálculos, se sentía una especie de escalofrío indescriptible, lastimando su mente. No podía ver ningún tipo de ansiedad en la persona frente a él. ¿Era también un acto? O tal vez los pensamientos de Rentarō habían dejado pasar algo fundamental... En ese momento, Litvintsev se rió como si no pudiera reprimirse a sí mismo más. —¿De qué te ríes? Si bien se sentía incómodo, Rentarō miró al preso en la celda con una expresión oscura. —Parece que estas algo equivocado. No tengo ninguna intención de negociar un acuerdo contigo. —¡¿Qué...?! Rentarō dudó de sus propios oídos. ¿Qué acaba de decir este tipo...? Ignorando al Rentarō atónito, Litvintsev continuó: —En verdad le dije a los funcionarios del gobierno que quería verte. Eso no es una mentira. Pero no dije que iba a negociar. —Entonces, ¿por qué lo hiciste... Rentarō murmuró con una voz ronca. Litvintsev se colocó de pie y se acercó. A pesar de saber que había barrotes entre ellos, Rentarō retrocedió instintivamente y entró en una posición de combate. Apoyando su cara contra los barrotes, Litvintsev habló con un tono de complicidad en su voz: —Escucha. Voy a destruir las áreas de Tokio y Sendai. Las personas que amas se mataran unos a otros, rodando por el suelo con sus intestinos saliendo a chorros como si fueran insectos, y lo único que podrás hacer es verlo todo odiando tu propia impotencia. Al instante, Rentarō tuvo una ilusión, como si fuera él quien estuviera enjaulado. La luz que entraba en diagonal solo iluminaba la parte por debajo del cuello de Litvintsev. Casi completamente oscuro, todo lo que quedaba de su rostro eran un par de ojos emitiendo una fuerte luz. Rentarō fue intimidado, completamente incapaz de moverse. Pero en un rincón de su mente adormecida, todavía entendía algo. Las deducciones de Rentarō habían sido completamente volcadas. Esto no era una negociación. En su lugar, se trataba de una declaración de guerra. —Toma a tu gente y escapa a otra área. Ese es el respeto que te ofrezco como la persona que logró arrestarme una vez. Si no le haces caso a mis consejos. Serás testigo de un infierno trágico aun peor que la muerte. —¡Deja de joder! Sin notar que su mano se estaba moviendo, Rentarō sacó inmediatamente su pistola y le apuntó a Litvintsev en los ojos. Con la boquilla de la XD apuntándole a la cara, Litvintsev cayó en un silencio aterrador. Solo sus ojos continuaban penetrando a Rentarō en medio del silencio. —¡¿Por qué?! ¡¿Por qué diablos estás haciendo esto?! ¿Estás controlando a Libra sólo porque deseas que el Área de Tokio sufra la misma suerte que tu antigua patria? ¡¿Por qué?! —A pesar de que me atrapaste una vez, no perderé de nuevo. En el momento en que Rentarō se preguntó acerca de un grito de pánico que vino desde un lado, de repente fue tirado al suelo. Su campo de visión se sacudió intensamente. Cuando notó que era un guardia de la prisión que había cargado en pánico para detenerlo, dos guardias de la prisión habían tirado su arma lejos y colocado sus brazos en la espalda. Rentarō luchó violentamente por un momento, pero eso sólo causó un dolor intenso. Tan pronto como volteara su cuello por la fuerza, sus articulaciones serían restringidas. En cuanto a Litvintsev, lo miraba con ojos fríos. Mientras era arrastrado por los guardias de la prisión, Rentarō maldijo. Había jugado completamente con él. A pesar de que al principio pensó que tenía el control y asaltó en la celda, al final, no era más que un payaso idiota. Lo que instintivamente sintió antes de entrar, estaba en lo correcto. Debió haberle disparado la primera vez que lo vio. Para Rentarō, ese era el tipo de enemigo que era. Después de ser reprendido duramente por los guardias y expulsado de la prisión, Rentarō sufría una intensa sensación de derrota. Arrastrando su cuerpo completamente agotado, volteó hacia el puente colgante mientras miraba hacia el cielo soleado siguiendo los gritos de las gaviotas. Rentarō se preguntó de repente si Enju estaba teniendo un buen viaje en la escuela o no.
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