Difference between revisions of "Zero no Tsukaima: Volumen 4 Prólogo"

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La primera vez que Henrietta y Wales se conocieron fue en el Lago Lagdorian. Sucedió hace tres años… Celebrando el cumpleaños de la Reina Marianne, el Reino de Tristein invitó a personas de cada nación y realizó una gran fiesta al aire libre, en el Lago Lagdorian. La Nobleza y Realeza invitada de todo Halkeginia – el Reino de Albión, el Reino de Gallia, y el Imperio de Germania – se reunió en el lago muy bien vestida, y socializaba hasta contentar su corazón. Fuegos artificiales salían disparados y, bajo una inmensa tienda, se llevó a cabo un baile que duró toda la noche, con la mejor comida y vino del mundo.
 
La primera vez que Henrietta y Wales se conocieron fue en el Lago Lagdorian. Sucedió hace tres años… Celebrando el cumpleaños de la Reina Marianne, el Reino de Tristein invitó a personas de cada nación y realizó una gran fiesta al aire libre, en el Lago Lagdorian. La Nobleza y Realeza invitada de todo Halkeginia – el Reino de Albión, el Reino de Gallia, y el Imperio de Germania – se reunió en el lago muy bien vestida, y socializaba hasta contentar su corazón. Fuegos artificiales salían disparados y, bajo una inmensa tienda, se llevó a cabo un baile que duró toda la noche, con la mejor comida y vino del mundo.
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Una noche en que se acercaba ya la segunda semana, justo cuando las celebraciones estaban a mitad de concluir, la Princesa de catorce años dejó su tienda e hizo su camino hacia la orilla del lago sin ningún vigilante o guardia. Estaba cansada de las celebraciones, que parecían continuar. Los días habían sido colmados de eventos, como festines, bailes o recitales de poesía. Ya estaba cansada de todos los saludos y los halagos. Quería estar sola y tomar un poco de aire fresco.
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Había atravesado el área donde estaban montadas las tiendas con el rostro oculto por una gran capucha y se dirigía a la tranquila orilla. La luna resplandecía brillantemente, creando una ilusoria atmósfera. Cautivada por la vista, Henrietta simplemente observó el lago, que reflejaba el deslumbrante brillo de la luna. Parecía ser que el solo ser cautivada por la vision no la satisfacía. Henrietta miró alrededor. Luego de asugurarse de que no había nadie, despreocupadamente deslizó su vestido. Con una sonrisa traviesa alzándose en su hermoso rostro, lentamente se adentró en el agua.
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El agua fría envolvió su cuerpo. Era apenas el principio del verano, así que la frescura le pareció agradable en la cálida noche. Hubiera sido regañada en caso de que el chambelán La Porte la encontrar en un lugar así. Pero había aguantado estar a la fuerza en la fiesta en el jardín por tanto tiempo…
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Seré perdonada por algo como esto, susurró Henrietta mientras empezaba a nadar. Luego de nadar un rato, sintió de repente que había alguien en la orilla.
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El rostro de Henrietta se volvió rojo, tratando de esconder su cuerpo con sus manos.
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-¿Quién es?
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La figura no respondió. ¿Quién podría ser? ¿El molestoso chambelán La Porte? ¿Su amiga Louise Françoise, que era un año menor que ella? Pero ella se había escabullido fuera de la tienda sin que alguno de ellos se diera cuenta. Sintiéndose inquieta, exigió saber la identidad de la persona.
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-Insolente. Nómbrese- su voz en pánico alcanzo la orilla.
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-No soy alguien sospechoso. Sólo salí a dar un paseo. ¿Por qué está usted nadando aquí en un momento como este?
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Henrietta se ofendió por sus manera tan calmada, a pesar de haberla visto nadar todo este tiempo.
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-Pregunté por su nombre, ¿cierto? Aunque pueda no parecerlo, soy la princesa de una nación. Antes de que las cosas se vuelvan feas, diga su nombre y márchese.
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Al oír esto, la figura se sintió desconcertada.
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-¿Una princesa? ¿Podrías ser Henrietta?
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Henrietta se sorprendió por la falta del título ‘Princesa’. Sólo había cinco personas reunidas alrededor del lago que podía dirigirse a ella de esa manera. Sería algo increíblemente insolente si no fuera una de esas cinco personas.
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-¿Quién eres?- Henrietta se había quitado la máscara de princesa y preguntaba a la figura con la voz de una niña asustada.
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La figura rió. Esto hizo que Henrietta se sonrojara.
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-Soy yo, Henrietta. Wales. Wales de Albión. Tu primo.
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-¿Wales…? ¿Te refieras al Príncipe Wales?
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El Príncipe Wales. El Príncipe de la Corona de Albión. Nunca antes se habían conocido, pero por supuesto ella sabía su nombre. El hijo mayor del hermano de su padre. Ella se sonrojó aún más.
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-Llegué esta noche con mi padre. Pensé en darle un vistazo al Lago Ragdorian porque es tan famoso. Lamento haberte asustado.
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-No puedo creerlo...- ya con sus ropas puestas, Henrietta se volvió a Wales-. Puedes voltearte ahora.
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Wales había estado de espaldas mientras Henrietta se vestía. En el momento en que él se volvió, algo recorrió la espalda de Henrietta por primera vez en su vida. Su cuerpo, frío por el lago, se volvió caliente, como si una llama la hubiera quemado. Ella sonrió tímidamente ante su aspecto galante. Parecía que Wales había sentido lo mismo que Henrietta.
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-Estoy sorprendido. Te has vuelto hermosa, Henrietta…- el asombrado príncipe logró sacar esas palabras de su boca.
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-N-No lo soy…- mirando hacia abajo, Henrietta no podía levantar el rostro.
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-No fue mi intención sorprenderte. Sólo vine a dar un paseo y escuche algunas chapoteadas… Cuando vine aquí, me di cuenta de que alguien estaba nadando. Lo lamento, no pude evitar quedarme mirando.
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-¿Por qué mirabas?
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-¿No son los espíritus del agua que viven en este lago atraídos hacia la luz de la luna? Deseaba ver uno sólo una vez. Se dice que la belleza de los espíritus del agua haría a las dos lunas avergonzarse.
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-Lamento haber sido yo, entonces…- sonrió Henrietta.
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-En absoluto- dijo seriamente, rascándose la mejilla en una manera avergonzada-. Nunca he visto un espíritu del agua, pero…
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-¿Pero…?
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-Tú eres más hermosa. Más hermosa que un espíritu del agua.
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-¿Es la gente en Albión tan buena con las bromas?- avergonzada, Henrietta ocultó su rostro.
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-¡No es una broma! Soy un príncipe, lo sabes. No he dicho una mentira, ¡ni siquiera una vez!- respondió Wales, en pánico-. En verdad pienso que eres más hermosa.
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El pulso de Henrietta se aceleró, como si le hubieran echado un hechizo. Aquel primo que estaba frente a ella… El príncipe de otro reino del que ella conocía sólo el nombre. La aburrida fiesta en el jardín se volvió repentinamente colorida y hermosa mientras ambos permanecían ante el destellante lago Ragdorian.

Revision as of 02:26, 21 March 2009

Prólogo

El Lago Lagdorian, situado entre el Reino de Tristein y Gallia, era uno de los lugares más hermosos de Halkeginia. Abarca cerca de seiscientos kilómetro cuadrados, y su ancho era comparable con la distancia entre Tristania, la capital de Tristein, y la Academia de Magia. El lago se encontraba en un lugar relativamente alto, y era hermoso como una pintura. El verdor exuberante del bosque se entrelazaba con el agua cristalina del lago, como una obra maestra que no podía haber sido hecha descuidadamente por un dios agitando su hacha.

Sin embargo, el lago no le pertenecía a los humanos. Era un lugar habitado por los espíritus del agua, quienes fueron los primeros habitantes de Halkeginia. Era el paraíso para los espíritus de agua, que tenían una historia mucho más larga que los humanos. Habían construido un castillo en el fondo del lago y desarrollado su propia cultura y reino. Se decía que aquellos que lo veían, no importaba cuán malo haya sido, se convertían en una nueva hoja.

Estos espíritus de agua eran llamados Espíritus de Juramentos, y se decía que los juramentos pronunciados por ellos nunca serían rotos. Los espíritus del agua, de los que se decía sobrepasaban la belleza de los colores del bosque, el cielo y el lago, aparecían raramente frente a los humanos. Muchos años atrás, aparecieron nuevamamente para renovar su trato con la Familia Real de Tristein; pero desde ese momento, no habían vuelto a emerger de las profundidades del lago. Por esta razón, incluso si se decía que “los juramentos hechos a ellos no se romperán nunca”, era un asunto extremadamente difícil de probar.



La primera vez que Henrietta y Wales se conocieron fue en el Lago Lagdorian. Sucedió hace tres años… Celebrando el cumpleaños de la Reina Marianne, el Reino de Tristein invitó a personas de cada nación y realizó una gran fiesta al aire libre, en el Lago Lagdorian. La Nobleza y Realeza invitada de todo Halkeginia – el Reino de Albión, el Reino de Gallia, y el Imperio de Germania – se reunió en el lago muy bien vestida, y socializaba hasta contentar su corazón. Fuegos artificiales salían disparados y, bajo una inmensa tienda, se llevó a cabo un baile que duró toda la noche, con la mejor comida y vino del mundo.

Una noche en que se acercaba ya la segunda semana, justo cuando las celebraciones estaban a mitad de concluir, la Princesa de catorce años dejó su tienda e hizo su camino hacia la orilla del lago sin ningún vigilante o guardia. Estaba cansada de las celebraciones, que parecían continuar. Los días habían sido colmados de eventos, como festines, bailes o recitales de poesía. Ya estaba cansada de todos los saludos y los halagos. Quería estar sola y tomar un poco de aire fresco.

Había atravesado el área donde estaban montadas las tiendas con el rostro oculto por una gran capucha y se dirigía a la tranquila orilla. La luna resplandecía brillantemente, creando una ilusoria atmósfera. Cautivada por la vista, Henrietta simplemente observó el lago, que reflejaba el deslumbrante brillo de la luna. Parecía ser que el solo ser cautivada por la vision no la satisfacía. Henrietta miró alrededor. Luego de asugurarse de que no había nadie, despreocupadamente deslizó su vestido. Con una sonrisa traviesa alzándose en su hermoso rostro, lentamente se adentró en el agua.

El agua fría envolvió su cuerpo. Era apenas el principio del verano, así que la frescura le pareció agradable en la cálida noche. Hubiera sido regañada en caso de que el chambelán La Porte la encontrar en un lugar así. Pero había aguantado estar a la fuerza en la fiesta en el jardín por tanto tiempo… Seré perdonada por algo como esto, susurró Henrietta mientras empezaba a nadar. Luego de nadar un rato, sintió de repente que había alguien en la orilla. El rostro de Henrietta se volvió rojo, tratando de esconder su cuerpo con sus manos.

-¿Quién es?

La figura no respondió. ¿Quién podría ser? ¿El molestoso chambelán La Porte? ¿Su amiga Louise Françoise, que era un año menor que ella? Pero ella se había escabullido fuera de la tienda sin que alguno de ellos se diera cuenta. Sintiéndose inquieta, exigió saber la identidad de la persona.

-Insolente. Nómbrese- su voz en pánico alcanzo la orilla.

-No soy alguien sospechoso. Sólo salí a dar un paseo. ¿Por qué está usted nadando aquí en un momento como este?

Henrietta se ofendió por sus manera tan calmada, a pesar de haberla visto nadar todo este tiempo.

-Pregunté por su nombre, ¿cierto? Aunque pueda no parecerlo, soy la princesa de una nación. Antes de que las cosas se vuelvan feas, diga su nombre y márchese.

Al oír esto, la figura se sintió desconcertada.

-¿Una princesa? ¿Podrías ser Henrietta?

Henrietta se sorprendió por la falta del título ‘Princesa’. Sólo había cinco personas reunidas alrededor del lago que podía dirigirse a ella de esa manera. Sería algo increíblemente insolente si no fuera una de esas cinco personas.

-¿Quién eres?- Henrietta se había quitado la máscara de princesa y preguntaba a la figura con la voz de una niña asustada.

La figura rió. Esto hizo que Henrietta se sonrojara.

-Soy yo, Henrietta. Wales. Wales de Albión. Tu primo.

-¿Wales…? ¿Te refieras al Príncipe Wales?

El Príncipe Wales. El Príncipe de la Corona de Albión. Nunca antes se habían conocido, pero por supuesto ella sabía su nombre. El hijo mayor del hermano de su padre. Ella se sonrojó aún más.

-Llegué esta noche con mi padre. Pensé en darle un vistazo al Lago Ragdorian porque es tan famoso. Lamento haberte asustado.

-No puedo creerlo...- ya con sus ropas puestas, Henrietta se volvió a Wales-. Puedes voltearte ahora.

Wales había estado de espaldas mientras Henrietta se vestía. En el momento en que él se volvió, algo recorrió la espalda de Henrietta por primera vez en su vida. Su cuerpo, frío por el lago, se volvió caliente, como si una llama la hubiera quemado. Ella sonrió tímidamente ante su aspecto galante. Parecía que Wales había sentido lo mismo que Henrietta.

-Estoy sorprendido. Te has vuelto hermosa, Henrietta…- el asombrado príncipe logró sacar esas palabras de su boca.

-N-No lo soy…- mirando hacia abajo, Henrietta no podía levantar el rostro.

-No fue mi intención sorprenderte. Sólo vine a dar un paseo y escuche algunas chapoteadas… Cuando vine aquí, me di cuenta de que alguien estaba nadando. Lo lamento, no pude evitar quedarme mirando.

-¿Por qué mirabas?

-¿No son los espíritus del agua que viven en este lago atraídos hacia la luz de la luna? Deseaba ver uno sólo una vez. Se dice que la belleza de los espíritus del agua haría a las dos lunas avergonzarse.

-Lamento haber sido yo, entonces…- sonrió Henrietta.

-En absoluto- dijo seriamente, rascándose la mejilla en una manera avergonzada-. Nunca he visto un espíritu del agua, pero…

-¿Pero…?

-Tú eres más hermosa. Más hermosa que un espíritu del agua.

-¿Es la gente en Albión tan buena con las bromas?- avergonzada, Henrietta ocultó su rostro.

-¡No es una broma! Soy un príncipe, lo sabes. No he dicho una mentira, ¡ni siquiera una vez!- respondió Wales, en pánico-. En verdad pienso que eres más hermosa.

El pulso de Henrietta se aceleró, como si le hubieran echado un hechizo. Aquel primo que estaba frente a ella… El príncipe de otro reino del que ella conocía sólo el nombre. La aburrida fiesta en el jardín se volvió repentinamente colorida y hermosa mientras ambos permanecían ante el destellante lago Ragdorian.