Difference between revisions of "Hikaru ga Chikyuu ni Itakoro:Volumen1 Capítulo 2"

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Revision as of 22:32, 16 January 2019

Capítulo 2: Al parecer, a Su Alteza "El Príncipe" le encantan las mujeres.

Tras infinidad de problemas, Koremitsu y Hikaru descubrieron que era posible alejarse el uno del otro en áreas espaciosas. Sin embargo, sólo podían separarse un máximo de tres metros. En lugares pequeños como un baño portátil, se verían obligados a estar juntos. Si Koremitsu no se movía, Hikaru era incapaz de abandonar el lugar.

¿Qué clase de broma es ésta? ¿Ahora debemos ir juntos al baño?

Las típicas amigas podían, incluso, dirigirse al baño tomadas de las manos, pero compartir el mismo baño era extremadamente incómodo para dos chicos. Y, para empeorar la situación, Koremitsu y Hikaru no eran más que conocidos.

Koremitsu recordó aquella incómoda sensación de orinar mientras observaba a Hikaru, sintiendo como su rostro ardía a medida que se sonrojaba.

Nada parecía más problemático que la presencia de Hikaru. La petición de Hikaru debía ser cumplida lo más pronto posible, permitiéndole así ascender al cielo.

A la mañana siguiente, Koremitsu se dirigió a la escuela con decisión.

Es primera vez que voy en un bus atestado de gente.

Hikaru, de forma juguetona, asomó la cabeza a través de una abertura entre la gran cantidad de personas a bordo, quienes iban como sardinas en lata. Nada parecía más sobrenatural que observar su tenue rostro solapándose con el de los desconocidos en aquel ambiente lleno de personas.

No le prestaba atención a Koremitsu, quien, deliberadamente, desviaba la mirada hacia otro lado. Hikaru comenzó a murmurar para sí mismo en cuanto se bajaron del tranvía y comenzaron a andar hacia la escuela.

Durante el camino, Hikaru se volvió para hablar.

Yo solía ser el representante de jardinería, y este mayo debíamos plantar algunas semillas, como Dalias o Hierba de Limón. ¿En qué clase de actividades participas tú, Koremitsu?

Sin percatarse de ello, Hikaru le llamó Koremitsu en lugar de “Akagi-kun”.

Koremitsu abrió la boca para reprender a Hikaru por dirigirse a él con tanta confianza, pero Hikaru intervino.

Te llamé de esa manera porque, de ahora en adelante, hemos sido “designados” como amigos. Sería demasiado distante de mi parte si te llamase “Akagi-kun” a estas alturas, ¿no crees? Tú también puedes llamarme Hikaru, Koremitsu.

Prosiguió de inmediato, sin dar espacio a ningún tipo de discusión.

Y bien, ¿a qué te dedicabas? Te uniste a algún club de artes marciales, ¿no? ¿Será boxeo o kung fu?

Fui miembro del Comité de Crianza de Animales en Primaria. En aquel entonces, me hacía cargo de pavos y conejos.

Frunciendo el entrecejo, Hikaru le respondió de forma un tanto vaga.

Ya veo. Así que te gustaban los animales.

—Los pavos son deliciosos.

Koremitsu habló de forma cortante.

Esa rosa es lindísima. Tanto como una Lycoris Radiata.

A Hikaru no pareció importarle, y continuó hablando solo.

¿Este príncipe tan despreocupado estará siquiera consciente de su muerte?

Koremitsu se contuvo de armar una rabieta mientras atravesaban la elaborada entrada de la escuela.

La Academia Heian era una escuela que contaba con todas las instalaciones educativas, desde un jardín de niños afiliado a una universidad. La secundaria y la preparatoria tenían entradas separadas, pero estaban ubicadas en la misma área del campus.

Koremitsu sacó los zapatos del casillero y procedió a ponérselos.

Ah.

Hikaru dejó escapar un suspiro.

Leyó un reportaje de la escuela, que contenía una foto suya de cuando seguía con vida, pegado a la cartelera de noticias en el pasillo.

A su lado, había trozos de papeles de color. Cada uno contenía palabras de dolor.


“Adiós”.

“Fuiste la persona a quien más amé”.

“Jamás te olvidaré”.

“Hikaru-sama, tú fuiste nuestra juventud”.


Incluso ahora, había un montón de chicas aglomeradas en la cartelera, con los ojos enrojecidos a causa del llanto, mientras escribían mensajes.

Entre ellas, había una chica hecha un mar de lágrimas mientras leía todos los papeles. Se cubría el rostro con las dos manos, y una amiga trataba de consolarla, a pesar de que también exhibía lágrimas en sus ojos.

Koremitsu sintió que su cuerpo se congelaba.

Aseguras no tener amigos, ¿pero acaso no hay un montón de gente llorando tu muerte?

Su cuerpo se sintió en agonía, y su pecho estaba a punto de estallar a causa del calor.

Pensó que Hikaru lloraría, pero, en lugar de eso, escuchó una voz gentil a su lado.

Eres como una Margarita meciéndose junto a la brisa primaveral. Por favor, no llores. Las lágrimas no te sientan bien.

Inesperadamente, Hikaru se acercó a la chica sollozante, y posó sus manos sobre su espalda.

Extendió sus brazos alrededor y la abrazó como si de un objeto frágil se tratase, en lo que parecía ser un momento memorable (aunque por lindo que sonase, los brazos de Hikaru atravesaban el cuerpo de la chica). Procedió a hablarle con suavidad al oído.

¿Sabes lo que representa la Margarita en el lenguaje de las flores? Significa “alegría”. Vamos, sonríe. Muéstrame esa alegre sonrisa tuya.

La escena dejó a Koremitsu sin palabras.

¿Qué estaba sucediendo, exactamente?

Hikaru cerró los ojos lentamente y dejó escapar palabras dulces de entre sus labios. Parecía producir un brillo cegador mientras pronunciaba aquellas palabras con una voz tan encantadora que derretiría a cualquiera.

—...Oye.

Koremitsu se quedó pasmado mientras Hikaru se acercaba a otra chica, le sujetaba su pequeña y temblorosa mano, y acercaba apasionadamente sus labios hasta las orejas de la fémina.

Tú, quien luce como un Aciano, por favor, anímate. Los Acianos representan “felicidad”. ¿No sueles estar llena de vida y radiante de esperanza?

Flotó por los alrededores y se detenía frente a las chicas que lloraban, les acariciaba el cabello y sujetaba sus manos.

Para tí, que eres como un Ranúnculo en un paraje salvaje: Te ves hermosa cuando sonríes. Ah, tú, que luces como una Campanilla de Invierno, lo mismo va para tí. Si lloras de esa manera, tus ojos se derretirán. Si te beso, ¿dejarás de llorar?

Sujetó con ambas manos aquél rostro, por el cual rodaban grandes lágrimas, y se acercó con gentileza. Llegado a ese punto, Koremitsu no pudo contenerse.

—¡ALTO AHÍ, PERVERTIDO!

Hikaru, atónito, se volvió para observar a Koremitsu.

Koremitsu abordó furiosamente a Hikaru.

—¡¿Qué clase de mensajes de amor estás parloteando?! ¡Piensa en tus propios problemas! ¡No es momento de estar hablando de cosas extrañas a espaldas de la gente! ¡¿Eres idiota?!

Hikaru no aceptó la frustración de Koremitsu, reprochándole:

No puedo ignorar a una chica triste. Si encuentras una flor marchitándose, ¿no harías tu mejor esfuerzo en regarla y proveerla de fertilizante?

—¡Eso no tiene nada que ver conmigo! ¡Yo alimentaba animales! ¡No era el representante de jardinería!

En ese caso, si encontrases un gato herido, ¿no lo recogerías con gentileza y tratarías sus heridas?

—Por supuesto que no. Los gatos callejeros se lamen sus propias heridas.

Hay algunas heridas que no puedes tratar por tí mismo... Oye, Koremitsu, la gente nos está observando.

En cuanto Hikaru hizo la observación, Koremitsu se sintió paralizado.

Por supuesto, nadie más podía escuchar la voz de Hikaru.

Miró rígidamente a su alrededor, percatándose de un espacio vacío de dos metros que se había formado a su alrededor.

Las chicas dejaron de llorar y se estremecieron ante la presencia de Koremitsu, mostrando expresiones de horror. En cuanto hacían contacto visual con Koremitsu, sus hombros se crispaban, y desviaban la mirada.

¿Acaso no luzco como un sujeto peligroso que grita de la nada en medio del pasillo?

Había decidido actuar con decoro en la escuela, con el propósito de nunca más recibir apodos vergonzosos como “El Demonio Rojo”. ¿Su plan sería arruinado ahora?

—Ah... eh...

Quería revertir la situación de alguna forma, pero fuerzas mayores le impedían hacer más que sudar frío. Quedó sin habla ante el impacto del momento.

Lentamente, su cara comenzaba a calentarse.

Ésto es malo. ¿Me he sonrojado?

—¡N-No estoy hablando con ustedes!

Les riñó con una expresión nerviosa en su rostro, y se apresuró en abandonar la escena.

No te preocupes, Koremitsu. Tu reputación no se verá afectada por el simple hecho de entrar a la escuela y gritar de la nada en el pasillo. Además, eres el vigésimo séptimo rey de los delincuentes, que se las arregló para darle una paliza a un ejército de delincuentes. Es imposible que ganes una peor reputación que esa, así que relájate.

¡¿Qué clase de consolación es esa?!

Juró de corazón no volver a hablarle a Hikaru en público.

Debido a la vergüenza y arrepentimiento que le produjo su error, la expresión de Koremitsu se veía diez veces más aterradora de lo normal, y su mirada diez veces más fiera. Llegó al aula de clases, abrió la puerta, y encontró a una pequeña chica frente a él, la cual estuvo a punto de desmayarse en aquel instante.

Ahh... B-Buenos días... Akagi.

Era una chica un tanto sosa, que portaba anteojos y llevaba el cabello con trenzas cortas. Era la representante de la clase. Koremitsu no sabía su nombre, y los demás estudiantes también se limitaban a llamarla “repre”.

Recordó su primer día en la escuela tras ser dado de alta del hospital.

Escuché que es el delincuente legendario…

Estudiantes de otras escuelas fueron a buscar pelea con él durante su época en escuela media, y ocurrió un incidente sangriento…

Dejó a diez personas al borde de la muerte.

Se esparcieron todo tipo de rumores extravagantes sobre él.

Era evitado por sus compañeros, quienes comenzaron a creer los rumores a medida que se volvían cada vez peores, y, eventualmente, aquella chica se convirtió en la única persona que hablaba con él.

Pero incluso así…

B-Bueno, soy la representante de la clase. E-Es un placer conocerte, Akagi. S-Si tienes alguna duda, siéntete libre de preguntarme…

Su rostro estaba completamente tenso. Estaba tan nerviosa que apenas pudo saludarle con una especie de chillido.

“Gracias. ¿Dónde está la cafetería?”

Eso era lo que quería preguntar, pero cuando Koremitsu estaba a punto de abrir la boca, la representante de la clase se apresuró a hablar.

B-Bueno, en fin, me retiro.

Aprovechó la oportunidad y salió disparada a su asiento, como una liebre escapando desesperadamente de lobos voraces.

Koremitsu se quedó observando cómo la chica mantenía las manos entrelazadas; temblando en su asiento, evidentemente rogándoles a los dioses que él no intentase hablarle. Si realmente se hubiese aventurado a preguntarle dónde quedaba la cafetería, probablemente hubiese gritado y se hubiese escondido bajo la mesa.

A pesar de ello, ella seguía cumpliendo su deber como representante, y cada vez que hacía contacto visual con Koremitsu, le decía su ya clásico “B-Buenos días” o “A-Adiós”.

Normalmente, se alejaba de inmediato tras pronunciar dichas palabras, pero esta vez se mantuvo en su sitio y le hizo una pregunta, llena de vacilación.

—Akagi… ayer asististe al funeral de Hikaru-sama, ¿cierto? ¿Le conocías?

Al parecer, ella también había estado presente.

Quería decir que en realidad no eran tan cercanos, pero Hikaru, quien estaba a su lado, comenzó a insistir en que ambos habían sido designados como amigos.

Ahora somos buenos amigos, Koremitsu.

¡¿Desde cuándo somos amigos?!

¡¿Tu falta de vergüenza no tiene límites?!

Justo cuando estaba a punto de gritar, se recompuso, apretando los dientes y frunciendo el ceño.

Eso estuvo cerca. Estuve a punto de asustar a todos otra vez.

Sin embargo, al instante, la representante de la clase saltó como una liebre.

—P-P-Perdón por interrogarte de esa manera. ¡No hay problema, no tienes que responderme!

Su rostro enrojeció y salió huyendo de la escena.

Lució furioso cuando apretó los dientes y frunció el ceño, así que era de esperarse que la chica se aterrase. Regresó a su asiento mientras sus trenzas temblaban, rezando justo como aquella vez.

Una chica tan tímida como ella es tan tierna como un Albaricoque Japonés cambiando de colores.

Hikaru habló con voz calmada.

No, eso no es ser tímida. La chica está aterrada, lo veas como lo veas.

Koremitsu reflexionó en que si viese el mundo de forma tan entusiasta como Hikaru, quizá también moriría con una sonrisa en el rostro. Sintió envidia de Hikaru, pero no quería que tales sentimientos se apoderasen de él, así que se dirigió a dejar el bolso en su asiento.

El asiento de Koremitsu se encontraba junto al pasillo, en la última fila.

Dirigió la mirada al asiento que se encontraba al otro lado. La chica allí sentada no se veía alegre esta mañana, mientras hacía muecas y fruncía el ceño, sujetando su teléfono celular.

Escribía mensajes con rapidez deslizando sus dedos hábilmente a través de la pantalla. Siempre estaba usando su teléfono, ya fuese antes de clases o durante el descanso.

Su brillante cabello color té caía hasta sus hombros esbeltos, cubriendo sus sienes y enrollándose en sus orejas. Koremitsu se percató de que sus dedos no se detenían. Los ojos de la chica mostraban cierta ferocidad a medida que fijaba la mirada con más intensidad que antes, y parecía absorta en el envío de mensajes mientras observaba la pantalla del teléfono.

Ignoraba por completo al delincuente salvaje que se sentaba a su lado.

Era una cosa sentirse contrariado al ser temido por todos los demás, pero era peor que ella no le prestase la más mínima atención. Ni siquiera le fulminaba con la mirada, mucho menos le saludaba. Cualquiera se preguntaría cuál era su problema.

La chica seguía sentada junto a un frustrado Koremitsu, absorta en sus asuntos como si nada más importase. Poseía una poderosa fuerza de voluntad que rivalizaba con su completa falta de temor.

No, supongo que ella también era malinterpretada acerca de tener una personalidad violenta debido a haber nacido con una mirada agresiva y era excluida a razón de ello. Por eso ha estado usando su teléfono para pasar el tiempo. Probablemente sea una chica muy solitaria. Semejante línea de razonamiento provocó que la llama en su estómago se apaciguase.

Sin embargo, para Hikaru, quien merodeaba a su lado, parecía que sin importar lo extraño que fuese la falta de interés de la chica por todo a su alrededor, que sin importar cuánto ignorase la presencia de Koremitsu, ambos eran puntos que le sumaban atractivo.

Una chica concentrada en hacer algo es igual que un Hibisco. ¿Le enviará mensajes a su novio?

Hikaru intentó espiar el contenido del teléfono.

—Oye, déjalo.

Koremitsu le advirtió con suavidad.

En cuanto pronunció aquellas palabras, la chica a su lado dejó de escribir, y se volvió para fulminar con la mirada a Koremitsu.

Sus ojos expedían un destello feroz, como un felino negándose a que alguien se acercase.

Quería explicarle que no le hablaba a ella, pero no lo dijo.

Decidió devolverle la mirada, cosa de la cual se arrepintió.

Un chico parloteaba ruidosamente mientras corría hacia la puerta del aula de clases.

—¡Oigan! ¡El Rey de los Delincuentes perdió la cabeza de repente frente a los casilleros de zapatos! Al parecer, les gritó a las chicas inconsolables que dejaban mensajes en la cartelera de Hikaru-sama, “¿POR QUÉ LLORAN, JAURÍA DE PERRAS EN CELO?! ¡PUEDO LAMERLAS DE PIES A CABEZA SI TANTO EXTRAÑAN AL SUJETO!” Menuda barbaridad, incluso raya en lo satánic-... ¡Ack!

Probablemente dejó escapar aquél “¡ack!” al final debido a que sintió el instinto asesino irradiando del cuerpo de Koremitsu. En aquel momento, el chico quedó empapado de sudor frío, sin saber qué hacer.

—No... e-eh... Con eso de “El Rey de los Delincuentes” no me refería al “Maestro Delincuente” de esta clase... E-es de otra... bueno, eh, acerca de eso... ¡LO SIENTO MUCHO!

El chico se arrodilló para rogar clemencia, y sus compañeros palidecieron.

¿Ahora soy el Rey de los Delincuentes sin importar qué? ¡¿Por qué estás pidiendo perdón, maldito idiota?!

Mientras el corazón de Koremitsu se sumía en la desesperación, Hikaru, el culpable, hablaba con sorpresa mientras dedicaba a la escena una mirada de lástima.

Vaya, es la primera vez que veo a alguien arrodillarse pidiendo perdón. Vaya que produce un impacto inolvidable. Lo emplearé con alguna chica la próxima vez, sin duda.

Mientras la conmoción continuaba, la chica sentada junto a Koremitsu frunció el entrecejo y volvió a mensajear.


♢ ♢ ♢


El delincuente pelirrojo de primer año había obligado a su compañero a arrodillarse y pedir perdón.

En cuanto dicho compañero terminó de disculparse, no fue capaz siquiera de caminar apropiadamente, apenas podía hablar, y se retiró por el resto del día.


El rumor no tardó en esparcirse por toda la escuela.

Después de clases, un deprimido Koremitsu encorvó la espalda mientras caminaba por el pasillo del tercer piso.

Los estudiantes que pasaban a su lado mantenían la distancia, evitándole como si de una plaga se tratase.

¡Anímate! Ya nada podrá destruir tu leyenda como el estudiante más fuerte.

¡Eso no me consuela en lo absoluto!

Mi reputación ya era bastante mala, pero ahora ha pasado a otro nivel. ¡¿Quién crees que es el culpable?!

Este bastardo despreocupado ya está muerto, y aun así no deja de intentar conquistar chicas.

—...¿Acaso no te das cuenta que eres el responsable de todo ésto?

Apretó los puños mientras balbuceaba aquella pregunta.

Eh, ¿es mi culpa? Pero Koremitsu, cuando veo a una chica llorando, siento que es mi deber hacer el mejor esfuerzo en consolarla.

Hikaru habló casi como si expusiese sus ideales.

Bueno, en cuanto mi deseo sea concedido, iré en paz al paraíso. Te causaré muchos problemas hasta entonces, pero, por favor, resiste.

La voz de Hikaru iba acompañada por un tono de admiración, y era difícil guardarle rencor.

Lucía como un príncipe bonachón, pero era inesperadamente ingenioso.

Yo lo sabía, y aun así decidía acompañarlo.

Koremitsu se volvió para observar a Hikaru, y le preguntó:

—Déjame preguntártelo una vez más. Esa chica está, sin lugar a dudas, en el club de arte, ¿no?

Tan pronto escuchó esas palabras, los ojos de Hikaru mostraron ternura y aquella aura amorosa que le caracterizaba salió a la superficie.

Sí. Siempre está pintando en el salón de arte después de la escuela. Es como una princesa de la era Heian . Su sedoso cabello negro es deslumbrante. Es delicada, pura, extremadamente refinada, como toda una dama, y, además, es una chica muy tierna.

Aunque hables de tu amada de forma tan apasionada, yo no sentiré nada en absoluto.

Hikaru había hecho una referencia a las princesas de la era Heian[1], como aquellas mencionadas en el libro de Historia, que vestían trajes ceremoniales. El atuendo solía usarse ajustado, de manera que el cuerpo de la portadora resaltase. Sin embargo, si la chica tenía el cabello largo, sería difícil de lavar, y sería asqueroso que acumulase pulgas y piojos.

¿En qué rayos estoy pensando?

—Pero es tu novia, y ambos estaban en términos lo suficientemente buenos como para planear celebrar su cumpleaños juntos, ¿no? Ayer fue tu funeral. ¿No sería duro para ella el asistir a las actividades de su club tras semejante pérdida?

Quizá estaba en casa, descansando, incapaz de asistir a la escuela.

Sin embargo...

Ahh, sí, no te preocupes por eso. Aoi-san estará en la sala de arte, sin duda.

De pronto, la voz de Hikaru adoptó un tono vago mientras desviaba la mirada con sutileza.

—¿Eh?

Koremitsu expresó su duda en voz alta.

Bueno, supongo que está bien así. Si está aquí, puedo darme prisa y zanjar este asunto de una vez por todas.

No le dio más vueltas al asunto mientras llegaba frente a la sala de arte. Procedió entonces a abrir la puerta.

¡Wah! ¡Todas son chicas!

Aroma a perfume flotaba por toda la sala. Brillantes rayos de sol entraban a través de las anchas ventanas, y lograban verse mesas, sillas, estatuas de yeso y lienzos usados por todos lados.

Probablemente había unas ocho chicas dentro.

Todas hacían sus propios diseños, coloreaban, leían revistas que luego eran hechas a un lado, y se hacían manicure, mientras conversaban alegremente.

Para Koremitsu, todas las chicas lucían igual.

Al mismo tiempo, las chicas dentro de la sala estaban aturdidas ante la llegada del legendario delincuente pelirrojo que había irrumpido de repente en la habitación.

La sala no tardó en quedar sumergida en un completo silencio.

Sus expresiones paralizadas y ojos aterrados demostraban el profundo miedo e impotencia que sentían. Una de las chicas que hacía manicure sostenía una tapa en una mano y la botella de cristal en la otra, mientras se estremecía ante la mirada de Koremitsu.

—Ah... ¿Se encuentra Aoi Saotome?

Sintió dolor en la zona circundante al estómago, probablemente a causa del nerviosismo, y su expresión se mostraba más afectada que de costumbre. Su mirada penetrante, similar a la de un lobo, era una característica innata, y no podía cambiarla.

Las integrantes del club estaban aterradas y retrocedieron hasta la ventana.

Justo en ese momento, había una chica que exhibía cierto orgullo mientras continuaba pintando sola.

Sus flequillos eran los suficientemente largos para alcanzar su cintura, y exhibían un lindo lazo blanco con forma de mariposa. Su estatura estaba un poco por debajo del promedio, y su peso también parecía estarlo.

¿Eh? ¿Dónde he visto a esta persona antes...?

Mientras intentaba recordar la identidad de la chica, ésta se levantó y, mientras caminaba hacia Koremitsu, exhibió una expresión amenazante.

Sus extremidades eran extremadamente delgadas, y su rostro era tan pequeño que Koremitsu podría cubrirlo con sus manos.

Su largo cabello, sin artificios, ondeaba con suavidad al andar de la chica. Sus largas pestañas funcionaban como un marco para sus ojos, los cuales eran tan grandes que parecían poder caerse en cualquier momento, y le dedicó con ellos una mirada beligerante a Koremitsu.

En cuanto vió aquella expresión severa, se percató.

¡Ya veo! ¡Es la chica que causó la conmoción en el funeral de Hikaru!

“¡ERES UN VERDADERO IDIOTA POR AHOGARTE DE ESA MANERA EN UN RÍO! ¡MENUDA VERGÜENZA! ¡PENSÉ QUE MORIRÍAS APUÑALADO POR UNA MUJER! ¡POR SER TAN MUJERIEGO, EL KARMA TE HA PASADO FACTURA!”

Era aquella chica, sin duda.

“¡MENTIROSO!”

La voz hizo eco en sus oídos una vez más.

Oh, rayos. ¡¿Ella es la chica de la que no puedes desprenderte?!

Aquella chica, Aoi Saotome, caminó hacia Koremitsu y se detuvo frente a él.

Koremitsu intentó explicar las cosas primero, pero ella se adelantó.

—Me niego.

Una voz llena de disgusto invadió la sala, interrumpiéndole.

¡Pero si ni siquiera he dicho algo!

Aoi, con tono decidido, enfatizó una vez más.

—Me niego. ¡Me niego a todo lo que digas! ¡Odio a los hombres, y no quiero hablar contigo!

A continuación, se mordió sus delicados labios y se dio la vuelta.

¿Pero qué le sucede a esta mujer?

Llegado a ese punto, en lugar de furioso, Koremitsu estaba sin habla. No había vuelta atrás; no podía retroceder incluso si su vida dependiese de ello.

—¡Espera! A decir verdad, es acerca de Mika-... Hikaru...

Quería llamar su atención, pero, inesperadamente, aquel cabello negro, ondeando ostentosamente, siguió alejándose.

—¡Y-Y-Y-Y-Yo odio absolutamente todo lo que tenga que ver con esa persona! ¡Me siento... mancillada, en cuanto escucho su nombre!

Mientras gritaba, parecía lista para matar, cerrando la puerta de golpe justo frente a un desconcertado Koremitsu.

—...Oye.

Koremitsu había sido echado, y le susurraba silenciosamente a Hikaru.

—¿Qué significa ésto? ¿Acaso ustedes dos no estaban saliendo?

Hikaru, quien había estado flotando junto a Koremitsu todo el tiempo, le dedicó una sonrisa amarga.

En lugar de decir que estábamos saliendo, sería más apropiado decir que estábamos... comprometidos.

¡Comprometidos!

Semejante cosa podría suceder en la era Heian, ¡¿pero encontrar a dos estudiantes de preparatoria que estuviesen comprometidos hoy en día?! ¡¿En plena era Heisei ?! Bueno, supongo que será algo normal entre la gente rica. Koremitsu dirigió la mirada nuevamente a Hikaru, quien respondió con una expresión serena.

Aoi-san siempre había estado disgustada conmigo, diciendo cosas como: “Eres un inservible príncipe mujeriego, que cambia de pareja todos los días”. Bueno, no tengo amigos varones, así que he estado jugando con chicas desde que era niño. No rechazaba ninguna propuesta que me fuese hecha, y aceptaba de buena gana cualquier regalo si venía de una chica con buenas intenciones. Cada vez que veo a una chica hermosa, pienso que sería maleducado de mi parte si no inicio una conversación con ella; y cuando veo a una chica tierna, le digo que lo es, sin dudar.

No puedo dormir cuando estoy solo, ya que le temo a la soledad, y sólo puedo relajarme cuando alguien me acompaña. ¡Así es! ¡Las mujeres son como flores, y es el deber de un hombre hacer florecer su belleza! Es algo que va más allá de la glorificada Ley de la Naturaleza, algo equivalente a los principios de la religión… Eh, ¿eh? ¿Koremitsu? ¿Por qué te sujetas la cabeza? Parece que las venas de tus sienes van a estallar. ¿Me estás escuchando? En otras palabras, mi apasionado amor hacia aquella existencia llamada “mujeres” es equivalente a mi apasionado afecto hacia las flores.

Suficiente. ¡Ya no sigas! ¡No sueltes un discurso sobre “glorificaciones” y “Leyes de la Naturaleza” con esa cara tan seria!

Koremitsu gritó en el fondo de su corazón, cada vez más convencido de que esta persona era un mujeriego.

Probablemente, solía intentar con frecuencia ganar el afecto de chicas hablándoles con dulzura, tal como lo había hecho esta mañana. Si su prometida lo hubiese descubierto, le hubiese reñido por engañarla, sin duda. Sólo había mujeres en su funeral, así que era de esperar que lo insultase.

Y pensar que pudiese llamarla su “novia” tan descaradamente.

—…¿Podemos dar esta alianza por terminada, Mikado?

Aturdido, Hikaru respondió:

¡Pero Koremitsu…!—Rogó Hikaru.

En aquel momento, Koremitsu no podía sino pensar en separarse de Hikaru y volver a casa.

Koremitsu había sido engañado por las declaraciones de Hikaru con respecto a no tener amigos. Él, quien comía solo durante el almuerzo, era distinto a Hikaru, quien sin duda tenía compañía que disfrutar. Hikaru siempre estaba rodeado de chicas, y muchas de ellas incluso esperaban tener la oportunidad de ofrecerle sus platillos caseros.

Koremitsu no tenía motivos para ayudar a semejante Casanova.

Pero si no ayudaba a Hikaru a llegar al más allá, éste le observaría siempre que fuese al baño, cuando tomase una ducha, cuando durmiese, o cuando hiciese cualquier otra cosa.

Koremitsu no podría soportar esta situación por más tiempo. Ya era visto como un delincuente y era evitado a toda costa por los demás estudiantes, así que sería insoportable si alguien le considerase un “hombre poseído” que hablaba solo.

Después de todo, tenía que cumplir el deseo de Hikaru tan pronto fuese posible.

Tch, ¡¿qué más da?!

Koremitsu soportó la amargura en su corazón y abrió la puerta de la sala de arte una vez más.

—Aoi Saotome. ¡Entiendo tus sentimientos a la perfección! Tu prometido Hikaru no dejaba de tontear con otras chicas, y es el peor bastardo mujeriego que pueda existir, pero-…

Aoi se acercó y cerró la puerta de golpe una vez más.

Sin embargo, Koremitsu no se desanimó y abrió la puerta una vez más.

—Pero… Mika-… Hikaru siempre abrigó sentimientos por tí, y me encargó a mí, como su a-a-ami-amigo…

¡BAM!

La puerta volvió a cerrarse.

En el siguiente instante, Koremitsu volvió a abrir la puerta.

—¡…terminar lo que aún debe terminarse!

—¡SUFICIENTE!

¡BAM!

Una vez más, intentó abrir la puerta. Esta vez, sin embargo, se escuchó un chasquido del otro lado de la puerta.

Maldición. Le ha puesto seguro.

—¡No! ¡Aún tengo el deber de transmitirte las palabras de Hikaru!

Koremitsu gritó al otro lado de la puerta, golpeando la barrera entre ellos.

—Me niego a escuchar cualquier consejo religioso.

La situación había comenzado a atraer la atención de los pasillos circundantes.

—¡ESCUCHA, AOI SAOTOME!

En cuanto gritó, la puerta se abrió.…

¡Splash!

De pronto, fue bañado con agua de colores.

—No quiero escuchar nada sobre ti, o sobre Hikaru. ¡No quiero escuchar nada relacionado con hombres, y mucho menos con Hikaru! ¡Si tuviese que elegir entre escuchar sobre Hikaru y comer una sopa de babosas, con gusto optaría por lo segundo!

Hikaru, quien estaba junto a ellos, sujetó su pecho ante aquel golpe bajo.

La puerta fue azotada una vez más y cerrada con seguro.

Koremitsu estaba empapado de agua sucia de la cabeza a los pies.

¿Es una broma…?

Atónito, le llevó un momento percatarse del peso de lo que acababa de ocurrirle.

—¡Por eso siempre digo que las mujeres son-…!



♢ ♢ ♢


Aoi-san es una princesa pura.

Hikaru había estado defendiendo a su prometida.

<span style="font-family:Times Roman;font-style: italic;"Tal como su nombre sugiere, nada impuro puede acercarse a una blanca y pura malvarrosa.

En cuanto llegó a casa, Koremitsu se sumergió en la bañera con los ojos fijos hacia el techo.

No estaba ensimismado ni nada por el estilo. Dirigía su mirada hacia el techo porque Hikaru, aún portando su uniforme escolar, flotaba sobre él, rodeado de vapor.

—<span style="font-family:Times Roman;font-style: italic;"Las malvarrosas son flores que florecen a mitad del verano. Cuando hay suficiente ventilación y luz solar, los verdes tallos crecen y producen flores de color rosa cremoso. Son lindas, pero me parece que las flores blancas le sientan mejor a Aoi-san; fueron traídas, presumiblemente, de la Tierra Santa por los Cruzados. Una flor que florece en la Tierra Santa es perfecta para Aoi-san.

Y continuó parloteando, y era imposible decir si estaba defendiendo a Aoi o promoviéndose como representante de jardinería.

¿Por qué debo escuchar el discurso de un chico mientras me doy un baño...?

“¡No quiero escuchar nada relacionado con hombres, y mucho menos con Hikaru!”

Koremitsu se sintió deprimido al pensar en la feroz ansiedad que detectó en la voz de Aoi mientras gritaba. Tenía que lidiar con una princesa que había mostrado su disgusto y reticencia desde el inicio.

Al parecer, el deseo de Hikaru no podría ser concedido.

¿Terminaré siendo conocido como un delincuente acechado por un fantasma por el resto de mi vida?

Se arrepintió de haber asistido al funeral.

Si pudiese hablar con su yo pasado, Koremitsu se recomendaría marcharse lo más pronto posible funeral, evitándose sufrir más de lo que ya lo hacía.

Además, ¿no podría sucederle a otro? ¿No sería mejor si poseyese a alguien más?

Sería preferible si Hikaru eligiese a un estudiante amigable y disciplinado. Desde el punto de vista de Koremitsu, Aoi no hubiese mantenido la guardia tan alta con una persona así, y hubiese aceptado los regalos sin problema.

Pero resultaba completamente distinto cuando era el delincuente de apariencia violenta conocido como “El Rugido de la Bestia Salvaje” quien intentaba acercársele.

“Sólo puedo pedírtelo a tí, Akagi-kun”. “No tengo amigos...”

Recordó la mirada que Hikaru le dedicó durante aquella súplica honesta, y un inexplicable sentido de la responsabilidad le invadió.

Sintió un tenue dolor en su pecho.

“Es una promesa muy, muy importante”.

Bueno, tú lo has dicho. Ugh... ¿no puedes perseguir a alguien más? ¿Realmente tengo que hacer ésto? Ugh...

Apoyó su rostro contra la bañera, murmurando. Hikaru, quien finalmente había terminado su discurso sobre las Malvarrosas, le habló con una expresión dócil.

—<span style="font-family:Times Roman;font-style: italic;"Koremitsu, acabo de percatarme de algo.

¿No me digas que tienes un brillante plan para reconquistar el corazón de Aoi, a pesar de que está comenzando a odiar más a los hombres con cada día que pasa?

Koremitsu le miró con anticipación, pero lo que observó fue a un Hikaru vestido con un esmoquin morado, como si formase parte de Takarazuka Revue[2].

—¡¿Qué...?!

Koremitsu cayó de espaldas ante aquella escena, y Hikaru prosiguió con orgullo.

Puedo cambiar de ropa usando mi imaginación. Mira, esto tampoco está mal, ¿eh? Este también está genial.

Continuó cambiando de ropa, exhibiendo uniforme de tenis, uniforme de jinete, vestimenta casual, vestimenta propia de un hombre de negocios con anteojos, entre otras.

Hikaru no guardaba reserva alguna con su experimentación . —Oye, éste es el que mejor me sienta, ¿no es así? Siempre había querido probarlo, al menos una vez.

Incluso terminó vistiendo un traje formal de corte japonesa. Usado durante el período Heian, era la vestimenta más formal utilizada por oficiales de la corte.

Oye, ¿cuál te parece mejor? Éste, ¿cierto? Ah, realmente quiero tomar una foto, pero supongo que no saldré en ella. No puedo ni siquiera verme en el espejo, lo que ya es bastante inconveniente. Ni siquiera puedo ver mi propio rostro.

Hikaru suspiró lleno de arrepentimiento.

Koremitsu quería empaparlo con agua, pero se contuvo al pensar que el agua simplemente le atravesaría.

En lugar de ello, hundió la cabeza y se encogió de hombros para expresar su frustración, hablándole con amargura a Hikaru.

—Tú... bastardo... ¡¿Por culpa de quién crees que estoy sufriendo?! ¡No montes una pasarela de modas, así como si nada!

Hikaru se percató de que había actuado mal y se sintió avergonzado de ello.

Abatido frente a Koremitsu, irguió los hombros, y volvió a adoptar la posición Seiza (aunque incluso así, sus rodillas no tocaron el piso en lo más mínimo).

Sí, sí, estoy reflexionando al respecto. Me he emocionado demasiado… y me siento contrariado al tener que depender tanto de ti, Koremitsu. He hecho todo lo que está a mi alcance para ayudar, cosas sobrenaturales como usar telequinesis para mover objetos y poseer animales, o incluso poseer tu propio cuerpo para hablarle directamente a Aoi-san.

—Oye, no entres a mi cuerpo. Me da escalofríos de pensarlo.

No te preocupes, no lo logré.

—¿En serio?

Koremitsu dejó escapar un suspiro de alivio.

Al final, solo logré cambiar mi atuendo.

Eso es completamente inútil, ¿sabías?

—Por cierto, ¿cómo deberíamos proceder? Tu prometida considera tu nombre como algo impuro debido a que, cuando seguías con vida, estuviste tonteando con muchas chicas, y ahora nos rechaza a causa de ello.

Mmm, Aoi-san es una persona bastante seria, pero en ello radica uno de sus puntos más tiernos. Al parecer, sólo podemos abrir su corazón lentamente hasta que esté dispuesta a escucharnos.

—¡Oye! ¡¿Quieres que abra su corazón?! ¿Por qué debería tratar de ganarme el afecto de una mujer? ¿Y de verdad acabas de llamarla “tierna”? ¡¿Estás mal de la cabeza?!

¡Por favor, hazlo! Eres el único que puede escuchar mi voz, Koremitsu. Si eres capaz de vencer a un ejército de delincuentes, abrir el corazón de Aoi-san no debería ser problema.

—¡Ya te he explicado que no tengo nada que ver con delincuentes! ¡No me mires de esa manera tan expectante! Además, desde niño, no he sido capaz de llevarme bien con mujeres, niños o animales. El simple hecho de existir era suficiente para que me odiasen.

Dejando de lado a las mujeres y niños, ¿qué hay de los animales? ¿Acaso no dijiste que estabas a cargo de cuidarlos cuando eras niño?

Hikaru, vestido al estilo de la era Heian, sujetó un abanico y cubrió su boca, y la corona hecha de tela se inclinó junto a su cabeza.

—Ehh… sí… me encargaba de cuidar a los pavos y conejos durante primaria, pero, durante los 6 años en que me hice cargo diligentemente de alimentarlos y limpiar sus refugios, jamás se me acercaron. En cuanto me acercaba al refugio de los conejos, entraban en pánico y corrían a un rincón a esconderse, apoyándose sobre los demás, temblorosos. Los pavos también se espantaban en cuanto les miraba…

Koremitsu recordó su pasado con una expresión sombría. En respuesta, el rostro de Hikaru mostró una sonrisa forzada.

Y-Ya veo…

Cambió el tono de derrota en su voz para recuperarse.

¡Pero eso sigue siendo impresionante! ¡Te hiciste cargo de ellos aunque te temiesen! No cualquiera podría hacer tal cosa. ¡Eres como un Buda moderno, capaz de dar lo mejor de ti a pesar de los estereotipos que la gente te atribuye!

Prosiguió con aquella conversación que apenas podía calificarse como una discusión.

—Por cierto, ¿acaso no eres un rey del harén, amado por todos? Eres un experto en atraer chicas y entender sus sentimientos. ¿No tienes ninguna sugerencia útil?

¿Experto en qué? No soy ningún anfitrión, ni tengo ningún harén. Además, mis métodos podrían ser muy duros para ti.

Hikaru observó fijamente a Koremitsu, mostrando cierta dificultar en articular lo que había querido decir con eso.

—No importa. Intentémoslo.

¿Lo dices en serio?

A pesar de la propuesta, Hikaru no mostraba entusiasmo.

En cualquier caso, intenta sonreír.

—¿Eh?

Lo que quiero decir es que muestres una expresión que diga :“estoy interesado en ti”. Intenta sonreír como yo.

~Sonrisa~

Hikaru exhibió una sonrisa tan gentil como la brisa.

Era una sonrisa realmente alegre, deslumbrante. Aquel sentimiento emotivo que parecían expresar las comisuras de sus ojos resultaba inolvidable.

—Vaya… ¡creo que mi corazón ha latido más rápido!

A pesar de que su interlocutor era un chico.

Si eso no funciona, intenta cerrar los ojos con suavidad y repite: “no me apetece ir a casa esta noche”, con una apariencia solitaria.

Hikaru cerró los ojos.

Sin esfuerzo, adoptó una expresión trágica. Un sentimiento confuso, que instaría a cualquiera a protegerlo, embargó a Koremitsu.

Vaya… ahora sí que estoy cautivado.

¡Este sujeto es asombroso! ¡No esperaba menos del príncipe del harén! ¡No es de extrañar que sólo hubiese chicas en su funeral!

Pensó aquellas palabras para sus adentros; palabras que devastarían a Hikaru si las pronunciase en voz alta.

—De acuerdo, déjame intentarlo.

Koremitsu se levantó con optimismo de la bañera, encarando al espejo con una sonrisa.

¿Eh? ¿Qué ocurre? ¿Koremitsu?

—Bueno, pues, no puedo mover mis músculos faciales.


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¿Cómo podía ser posible? Había pasado tantos días sin sonreír, que sus músculos faciales se habían debilitado.

No. Haciendo memoria, Koremitsu se percató de que sus fotos de bebé y de entrada al jardín de niños lo retrataban con miradas horrendas, miradas fulminantes como si estuviese a punto de atacar a la cámara.

¿Conque así son las cosas? Entonces no soy bueno sonriendo, ¿eh?

Pero no era su naturaleza el retirarse antes de que la batalla comenzara. Se esforzó en levantar las comisuras de sus labios e intentó mostrar una sonrisa.

El espejo reflejó la imagen devastadora de un chico de apariencia salvaje, con sus músculos faciales retorciéndose. Si se le añadiesen unas cuantas manchas de sangre a aquel rostro, lo más probable es que cualquier chica se desmayase al verlo.

Incluso el propio Koremitsu estaba horrorizado ante aquella persona amenazante reflejada en el espejo. Era aterrador, a pesar de que estaba en su propio baño.

—Ugh… ¡aún no me rendiré!

Ensanchó sus fosas nasales y apretó los dientes para intentarlo una vez más, pero mientras más se esforzaba, más horrendo se hacía su reflejo.

Bu-Bueno, Koremitsu, no te sobreesfuerces de esa forma.

Koremitsu se volvió para mirar a Hikaru, aún sujetándose el rostro con las manos.

Ah... A-A-Además, creo que, teniendo en cuenta tu personalidad, te sienta mejor una expresión seria que una sonrisa, Koremitsu. Tú eres más varonil, ¡no como yo, que luzco tierno!

—¿Eso crees?

¡Sí! Creo que estás hecho para actuar en esos papeles de sangre fría en películas de V-Cinema[3]! Los hombres sí que admiran ese tipo de cosas.

Hikaru hizo su mejor esfuerzo en aligerar el ambiente.

—Sí. Supongo que es poco varonil el estar sonriendo como tonto cuando no ha ocurrido nada gracioso.

Koremitsu se recuperó.

—Muy bien, ahora intentaré lucir solitario...

Intentó mostrar la expresión de “no me apetece volver a casa esta noche”.

Cerró los ojos y relajó los hombros.

Sin embargo, al abrirlos y observarse en el espejo, lo que encontró fue a un hombre devolviéndole la mirada con un aura negra y una actitud vengativa.

En lugar de mostrar un aire de “no me apetece volver a casa esta noche”, estaba exhibiendo uno de “demos rienda suelta al banquete infernal esta noche”.

No tengo remedio... Koremitsu estaba abatido frente al espejo.

A decir verdad, ¡luces mejor cuando eres tú mismo! ¡Pienso que, de por sí, ya tienes suficiente encanto!

—¡No me consueles!

Koremitsu levantó su cabeza pelirroja y gritó, furioso.

—¡Es imposible que alguien como yo pueda abrir el corazón de una chica, cuando ni siquiera una perra, gata, hurón o hámster circundante se me acerca! ¡Seré acechado por el resto de la eternidad por un príncipe pervertido disfrazado que flota sobre mi cabeza incluso cuando estoy tomando un baño!

¡No digas eso! ¡No te rindas! Si no te gusta que use disfraces, me los quitaré. ¿Ves?

Antes de que terminase de hablar, el atuendo de noble de la era Heian se desvaneció de inmediato. Hikaru apareció desnudo mientras flotaba junto al vapor ascendente.

De pronto, aquel hombre desnudo apareció frente a los ojos de Koremitsu.

—¡AHHHH!

Retrocedió, impactado, y el movimiento causó que su cabeza se golpease contra el muro. Resbaló, lleno de confusión, aterrizando con su cuerpo tumbado boca arriba.

La puerta de cristal del baño se abrió, y apareció Koharu, vestida con un delantal ligero, de pie en el umbral con la camisa remangada, mientras gritaba:

—¡Koremitsu! ¡¿Pero qué estás haciendo?!

—¡L-Lo siento!

Koremitsu se disculpó, y, al mismo tiempo, pensó que era un alivio que Koharu no pudiese ver a Hikaru.

Eso se debía a que un Hikaru desnudo flotaba frente a ella, sin mostrar signo alguno de querer guardar silencio.

Tu hermana mayor es del tipo Naranjo Espinoso o Mandrágora. Es asombrosa.

—Idiota, no es mi hermana mayor. Es mi tía, con un divorcio encima, y es una bruja de treinta y seis años.

Koremitsu dejó escapar aquellas palabras a modo de reflexión. Koharu le respondió con una paliza.



♢ ♢ ♢


A la mañana siguiente, Koremitsu encontró su almuerzo sobre el chabudai.

Pensó que era una manera de compensar la paliza inclemente del día anterior, y se lo llevó a la escuela. Cuando abrió la caja del almuerzo durante el receso, descubrió que estaba lleno de Pasta de Judías Dulces

—¡¿Quiere luchar contra mí?! ¡¿Esa vieja?!

Increíble... realmente es Pasta de Judías Dulces. No luce para nada apetitoso.

Murmuró Hikaru mientras flotaba. Vestía el traje blanco y los pantalones negros que constituían el uniforme escolar.

—Maldición.

Koremitsu devolvió la caja del almuerzo a su bolso y salió del aula de clases.

¿A dónde vas?

—A la cafetería. Ni en broma almorzaré Pasta de Judías Rojas.

Sin embargo, llegó demasiado tarde, pues sólo quedaba una rebanada de pan yakisoba, una de pan con jalea, un rollo de chocolate y otra rebanada de tostada azucarada

A Koremitsu no le gustaban los dulces. A su parecer, el pan con jalea y el rollo de chocolate eran la representación alimenticia del mal.

Por lo tanto, sólo podía elegir el pan yakisoba.

Bueno, supongo que debo agradecer que aún quede un pan yakisoba, en lugar de quedarme sin nada para almorzar...

Con una expresión lúgubre, alargó la mano.

—!

Al mismo tiempo, otra mano se acercó desde el otro lado, sujetando también el pan yakisoba.

Ésto es malo. Me quedaré sin almuerzo si no consigo comprar el pan yakisoba.

Koremitsu, con su tradicional mirada fulminante, giró de inmediato en dirección a la otra persona.

Frente a aquella expresión salvaje y horrendo aspecto, cualquier persona normal hubiese cedido. Un aura diabólica parecía emitirse detrás de su espalda ligeramente encorvada.

Sin embargo, la otra persona que sujetaba el pan yakisoba era alguien que Koremitsu conocía.

¡La chica de mirada agresiva que se sienta a mi lado!

La otra persona, al igual que Koremitsu, mostró una expresión de asombro. Sin embargo, no tardó en convertirse en una mirada antagónica.

La chica levantó las cejas, sus ojos ardían como llamas mientras fulminaba con la mirada a Koremitsu.

Era increíble imaginar que existiese una chica capaz de mantener su espíritu de lucha frente a la persona conocida por los demás como “El Sabueso del Infierno”.

Sin embargo, jamás le entregaría el pan yakisoba.

—¡Ugh~!

—¡Uuuh~!

Los dos parecían animales salvajes que acabasen de encontrar a sus enemigos naturales, mientras sus expresiones, labios tensos y cejas estremeciéndose intentaban asustar al contrario.

—¡Uuh! (Oye, ¡suéltalo ya! ¡Esa es mi presa!)

—¡Uuuh! (Nunca. ¡Yo lo toqué primero!)

Mientras discutían intensamente, ninguno de los dos cedía un ápice.

En medio del silencio que los envolvía, se despedían chispas a su alrededor.

¿Qué hago?

En términos de fuerza, jamás perdería contra una chica.

Sin embargo, si decidiese tomar el pan con fuerza bruta, podría romper el empaque y el pan acabaría en el piso. Si intentaba sujetarlo con más firmeza, podría aplastar el pan.

¡Debo pensar en un plan...!

Koremitsu, es una chica. ¡Cédele el pan! ¡Las damas primero!

A su espalda, Hikaru habló con asombro.

—¡Jamás! Aunque sea una mujer, ¡no le cederé mi almuerzo!

Dejó escapar aquellas palabras, y durante el instante en el que se arrepentía de ello, mostró una abertura. La diabólica chica pateó a Koremitsu en la rodilla.

Fue una patada brillante, una que combinaba a la perfección la armonía entre velocidad, tiempo y fuerza.

—¡Ouch!

Koremitsu perdió el equilibro, y el pan se deslizó de su mano.

¡Ah, Koremitsu!

El enemigo tomó el pan sin piedad.

—¡Agh! ¡Tú...!

Koremitsu la siguió con la mirada y descubrió que la chica ya había pagado y se había quedado con el pan.

—¡Qué despreciable!

La chica tomó el pan, se giró despreocupadamente, y miró al furioso Koremitsu.

Su brillante cabello beige ondeaba con el viento.

—No debiste subestimarme por ser una chica.

Le habló con un tono frío, al parecer burlándose de él. Tomó el pan yakisoba y una taza de café latte antes de abandonar el lugar de forma apresurada.

Koremitsu observó cómo sus largas y esbeltas piernas, cubiertas por una falda corta, desaparecían gradualmente de su campo de visión.

—Ugh, ¡¿por qué es tan violenta?! Le dejé salirse con la suya.

Sí, tiene piernas muy bonitas.

En el mostrador no quedó nada para Koremitsu.

—¡¿En qué momento compraron todo lo demás?!

Gritó mientras sacudía los mostradores vacíos, asustando a la encargada de la tienda.

—Maldición... esa chica... espero que se vuelva adicta al teléfono y envíe tantos mensajes que desarrolle tenosinovitis hasta que se le caigan los dedos.

Koremitsu, en la azotea que se suponía estaba prohibida, se comió su almuerzo de Pasta de Judías Dulces, leche, jugo de vegetales, bebida energética y agua de vitaminas mientras seguía lamentando la injusticia de la que había sido víctima.

Ya fue suficiente. ¿No crees, Koremitsu? Es una chica, después de todo. Es normal que odien a un delincuente como tú.

—No soy un delincuente.

Si quieres negarlo, debes tener cuidado con tus acciones.

La reprimenda de Hikaru comenzó a provocarle una migraña a Koremitsu. Hasta ahora, el único que se quejaba era el propio Koremitsu acerca de la personalidad de Hikaru.

¿Pero qué diablos...? ¿Por qué ahora está actuando tan maduro?

Recordó que, cuando Hikaru estaba discutiendo con él frente a los casilleros de zapatos, afirmó que “no podía dejar sola a una chica llorando”, mientras exhibía una expresión severa.

De hecho, este sujeto es muy gentil con las chicas. ¿Será esa la definición de un “caballero”? Bueno, quizá sea una exageración, pero no me hace del todo feliz darle la razón.

—C-Cállate...

Además, Shikibu-san se sienta a tu lado en clase. Deberías llevarte mejor con tus compañeros.

—¿Su nombre es Shikibu? ¿Y tú cómo lo sabes?

—Vamos, Koremitsu, ¿cómo es que no sabes el nombre de la chica que se sienta a tu lado? Sin mencionar lo linda que es; tiene cejas muy lindas, y es una chica muy atractiva. Además, Honoka Shikibu-san es una persona bastante popular.

—¿Eh? ¿Esa chica desalmada que no deja de mensajear?

Koremitsu llegó a pensar que debido a la mirada agresiva que la chica mostraba mientras enviaba mensajes, aunado a la presencia ominosa que exhibía, sería el tipo de persona propensa a ser marginada por los demás.

—Shikibu-san no es sólo popular con los chicos. También tiene muchas fanáticas femeninas. Es atlética, suele ayudar a los demás, y tiene un alto sentido de caballerosidad. Es una persona muy admirada por las chicas.

¡¿Caballerosidad?!

¡¿En el sentido de “ayudar a los demás”?!

—No lo entiendo. ¡No entiendo lo que piensan esas personas!

Incluso si te niegas a admitirlo... ¡¿acaso no te parece que la señorita Shikibu tiene piernas hermosas?!

—¡¿ME ESTÁS DICIENDO QUE EL ARMA UTILIZADA PARA PATEARME ES ATRACTIVA?!

Esa expresión enérgica suya me dejó en trance.

—Me parece repugnante.

Su cabello es de un color bronceado suave y atractivo.

—¿Cómo te parece atractivo ese color ardilla?

...Vamos, Koremitsu, ¿no te parece que estás siendo demasiado exigente con las chicas?

—Sí. El abuelo siempre me ha recomendado no ser demasiado amable con las chicas.

Hikaru suspiró, prosiguiendo:

No hay nada más hermoso en el mundo que las chicas. Son gentiles, pero también fuertes.

La contundencia contenida en aquellas palabras era algo que Koremitsu no creía llegar a entender en su vida, y no quería que eso cambiase.

Las mujeres eran una existencia desconocida para Koremitsu, quien, en ocasiones, solía verlas con ojos lúgubres. Observando aquella inexplicable fragilidad que las caracterizaba.

Si tan sólo pudieses entender la belleza de las chicas... —Murmuró Hikaru con tono triste, cambiándolo rápidamente por una voz alegre.

De acuerdo, ¿y si intentas salir con una chica? Encontremos a una chica que acelere tu corazón. Te lo demostraré. Y entonces, podemos buscar a dos chicas y hacer una cita doble. ¡Será divertido!

—¿Y tú acaso no estás muerto?

Ah, sí.

—Vamos, tómate esto más en serio, ¿de acuerdo? A veces creo que olvidas que eres un fantasma, con funeral y todo.

Hikaru se rió por lo bajo.

Eso es culpa tuya.

—¡¿EH?!

Casi sin prestar atención a la reacción de Koremitsu, Hikaru habló de forma tan gentil, que su voz parecía emitir una fragancia maravillosa con cada palabra.

Debido a que fuiste capaz de escuchar mi voz y hablar conmigo. Siento que he hecho un amigo. Podemos ir a la escuela juntos, y regresar juntos de ella también. Podemos visitar la casa del otro, incluso podemos conversar entre clases y durante el almuerzo.

La cabeza de Koremitsu comenzó a sentirse caliente.

¿Pero qué diablos está diciendo este sujeto?

Por algún extraño motivo, El corazón de Koremitsu comenzó a titubear, y se sintió confundido.

¿S-Será cierto? ¿Eso es lo que significa ir a la escuela, regresar de ella, y almorzar con un amigo? Ya veo, conque así son las cosas.

Meditó sobre las palabras de Hikaru.

Su rostro parecía experimentar un calor sofocante.

Sintió tal comezón en su pecho, que se volvió casi insoportable.

—No somos, exactamente, amigos de verdad, sino que hemos sido designados como tal, ¿no es así?

Mientras hablaba, desvió la mirada de Hikaru deliberadamente. Éste se mantuvo en calma.

...Bueno, sí. Sólo somos amigos “temporales”, mientras entregamos los regalos a Aoi-san.

Koremitsu se dio cuenta que pudo haber herido los sentimientos de Hikaru al decir que sólo habían sido “designados” como amigos. Al pensar en ello, le embargó un sentimiento de soledad anormalmente fuerte.

—¡Oh, entonces me limitaré a ayudarte a cumplir tu deseo y así puedas ascender al paraíso! No soporto cuando comienzas a explicar cosas relacionadas con flores. Y por cierto, las flores se marchitan y rompen con facilidad; pueden ser aplastadas, comidas y no cumplen ningún otro propósito.

Koremitsu no sabía qué hacer con aquella inexplicable soledad que le invadía, su voz más ronca que antes.

Mencionar las flores no venía al caso.

Hikaru se mostró tan optimista como siempre.

Ah, pero hay flores comestibles, como dientes de León, violetas, rosas, entre otras. Y saben bastante bien, por cierto. Oh, sí, invitemos a unas chicas a recoger flores alguna vez.

Koremitsu, tratando de contener la inquietud que le embargaba, no podía sino mostrar desconcierto en sus ojos tras escuchar la propuesta de Hikaru.

¿Recoger flores?

Hikaru comenzó a explicar con emoción.

En otras palabras, vayamos a recoger flores comestibles en lugares silvestres. Las chicas que gustan de ir a colinas y bosques son realmente lindas, y podemos incrementar la intimidad con ellas mientras cocinamos. Además, se satisface tu apetito, ¿sabías? Ah, pero me parece que las chicas prefiere recibir las flores como regalo en lugar de disfrutarlas como alimento. ¡Si recoges una flor que sólo florece en lugares silvestres, su afecto por ti crecerá a grandes rasgos!

Koremitsu trató de imaginarse aquella escena en su mente.

“¿Lo ves? ¡Hay dientes de León en todas partes! ¡Cenemos tempura de dientes de León y Dientes de León hervidos!”

En alguna pradera verdosa, Hikaru sostenía dientes de León en ambas manos, con una sonrisa radiante en su rostro.

Estaba rodeado de un montón de chicas desconocidas.

“¡Kya! ¡Eres asombroso, Hikaru!”

“¡Quiero probar tu comida, Hikaru!”

Saltaban de un lado a otro y gritaban con alegría.

...Por ejemplo, una corona hecha de dientes de León o Tréboles blancos sería muy efectiva. Viniendo de un chico rudo como tú, a las chicas les encantaría verte haciendo una corona de flores con torpeza. Se sentirían conmovidas. Incluso si es una sola flor, puedes colocárselas en el dedo anular. Eso sería igual de efectivo. Te mostraré cómo hacerlo; es muy simple, y te aseguro que me darás la razón, Koremitsu-...

—¡¿Acaso no te dije que dejases de hablar sobre flores y mujeres, príncipe del harén?!

Las palabras duras de Koremitsu no eran más que un fino velo para cubrir el arrepentimiento que le embargaba por su insensibilidad hacia Hikaru. El dolor en su pecho se apaciguó, pero la atmósfera pesada se disipó gracias a la sugerencia de Hikaru.

¡Después de todo, este sujeto no es más que un bastardo mujeriego!

Hikaru se encogió de hombros, mostrando resignación.

Al parecer, he fallado.

—En fin, ahora no es momento de intentar seducir chicas, sino de pensar cómo hacer llegar tus sentimientos a tu prometida. Tu prometida es un hueso duro de roer. Y después de todo, los regalos que quieres hacerle llegar no son del tipo que puedas simplemente dejar en su casillero.

Para Koremitsu, eso era lo más problemático.

Hikaru le había prometido a Aoi darle seis diferentes obsequios en su cumpleaños, pero no eran el tipo de cosas que podían comprarse en una tienda y entregárselas a alguien con un “Hola, acepta ésto, por favor”.

En pro de hacerle aceptar todos los obsequios, el llamativo Akagi Koremitsu debía servir de mensajero para Hikaru Mikado y hacer que Aoi aceptase dichos obsequios de buena gana.

¿Realmente puedo hacerlo?

Después de todo, no somos más que amigos “temporales”.

Koremitsu frunció el ceño con un gruñido, Y Hikaru habló.

Ah, había olvidado algo bastante simple.

—¿Eh?

Sólo Aoi-san y yo sabemos acerca de aquella promesa.

—Oh.

En otras palabras, si se lo haces saber, demostrarás que eres mi representante, y puede que decida abrirte su corazón.

—¡Ohh! ¡De hecho, eso podría funcionar!

Koremitsu irguió su cuerpo.

—Idiota, debiste decirlo desde el principio. Ahora sí hemos hecho progresos.

Jajaja, estaba distraído.

—¡Al parecer, mis días de ir al baño y ducharme solo están a la vuelta de la esquina!

Bajo el cielo cerúleo, se tomaron de las manos como verdaderos amigos (aunque era imposible hacer tal cosa) y dedicaron un momento para saborear su felicidad.



♢ ♢ ♢


La hora de almuerzo terminó, y en cuanto Honoka Shikibu logró vislumbrar a Koremitsu dirigiéndose de la azotea hasta el aula de clases, le observó con una expresión llena de ira.

Koremitsu también recordó el rencor que sintió al ser despojado de su pan yakisoba, e intentó fulminarla con la mirada; pero la esperanza de poder solucionar la situación con Aoi le hizo contenerse.

Humph. No soy la clase de sujeto patético que se obsesiona con pequeñeces.

Decidió ignorarla.

El día de escuela llegó a su fin. Koremitsu se levantó de su silla y se dirigió a la sala de arte en el tercer piso, con el propósito de cumplir con su deber como el mensajero de Hikaru.

—¿Eh? No hay nadie.

Parece que llegamos un poco temprano.

No había nadie en la sala. Sólo un conjunto de yeso para moldear les devolvía la mirada. Los lienzos y caballetes yacían en el rincón.

Esta es... la pintura de Aoi-san.

Hikaru flotó hasta un lienzo y sonrió.

Koremitsu también se acercó y echó un vistazo.

—Eh... está, inesperadamente... bien hecho.

No la estaba halagando con algún interés en particular, realmente estaba encantado ante la pintura.

Era una pintura de las escaleras de la escuela vistas desde abajo. Estaba hecha de tal manera que la escena parecía estar cubierta por una capa de niebla dorada, rodeada por una espléndida mezcla de tonalidad tranquilizadora.

Los rayos de luz que brillaban desde lo alto de la escalera se sentían cálidos, y uno no podía sino cerrar los ojos y sentir su abrazo. Sin embargo, emitía un sentimiento de soledad, debido a que no se veían personas en la pintura.

¿Esta pintura tan gentil y un poco solitaria fue hecha por aquella chica cínica...?

Aoi-san es muy buena dibujando paisajes, ya sean las escaleras, los casilleros, el pasillo, las estanterías de libros en la biblioteca, la cancha del gimnasio vacío, el filtro de agua de la escuela. Siempre ha sido capaz de usar colores suaves y describir así detalles mínimos que las personas ordinarias no suelen notar.

Hikaru sonrió con orgullo, como si él mismo hubiese pintado aquella obra de arte.

Observando la pintura, sus ojos mostraban un brillo intenso, como si protegiesen un tesoro, y estaban llenos con lo que parecía ser una mezcla de emociones fuertes. Los rayos de sol bailaban entre las partículas de polvo presentes en el aire circundante a la ventana abierta, donde flotaban ante Hikaru, quien permanecía allí de pie.

Este chico es un mujeriego sin remedio, pero sus sentimientos por Aoi son reales...

Incluso Koremitsu, que era lento en cuestiones de amor, podía entender un poco lo que Hikaru sentía al examinar la pintura de Aoi.

Y él, quien se había mostrado reticente a ayudar a Hikaru (y sólo quería enviarlo cuanto antes al paraíso), tras ver la muestra de amor sincero que Hikaru exhibía hacia su novia, sintió que realmente quería hacerle llegar sus sentimientos a la chica.

No soy más que tu amigo “temporal”... pero, por cosas del destino, terminé aceptando tu petición. Sin duda, te ayudaré a entregar los obsequios a Aoi. Sin duda, me encargaré de expresarle tus sentimientos.

Se lo dijo a sí mismo, a manera de compromiso.

—¿Qué estás haciendo?

Una voz tensa resonó a su espalda.

Aoi, con el rostro pálido, estaba de pie en el umbral de la puerta. Frunció el ceño ligeramente, mordiendo sus labios con furia.

—Por favor, márchate.

Sus delgados hombros se estremecieron. Tal vez sentía temor de la apariencia de Koremitsu.

Aoi-san, por favor, escucha a Koremitsu. —dijo Hikaru, evidentemente tratando de calmarla.

Pero su voz no podía alcanzar los oídos de Aoi.

—Tal como dije ayer, no pienso hablar contigo.

Koremitsu miró a Hikaru con una expresión que decía “déjalo en mis manos”. Endureció sus músculos faciales, mostró la expresión más seria posible, y caminó hacia a Aoi.

Aoi se mostró en shock ante aquella escena.

—Aún no te he entregado el segundo obsequio de Hikaru.

Tras escuchar aquello, el cuerpo de Aoi convulsionó. Sus ojos dejaron entrever la sorpresa que sintió. Sin lugar a dudas, estaba alterada tras escuchar a Koremitsu mencionar algo que sólo Hikaru y ella podían saber.

Muy bien, al parecer, he captado su atención.

Dirigió la mirada hacia Hikaru, quien había estado observado de forma tensa. Éste levantó los pulgares, indicándole que todo iba viento en popa.

—Hikaru prometió entregarte siete obsequios, y, de momento, los otros seis se encuentran en mi posesión. Espero poder entregártelos el día de tu cumpleaños, así que, ese día, por favor-...

De pronto, un bolso fue lanzado en su dirección.

En cuanto Hikaru gritó “¡Aoi-san, no lo hagas!”, el bolso golpeó a Koremitsu directo en el rostro.

—¿P-Pero qué demonios?

Aoi lucía como un gato con los pelos de punta mientras jadeaba en arcadas y fulminaba con la mirada a Koremitsu.

Estaba furiosa.

Sus puños temblaban aún más que antes de que Koremitsu hablase. Mordía sus labios con más fuerza, y frunció aún más el entrecejo.

Antes de que Koremitsu pudiese entender lo que estaba sucediendo, comenzó a lanzarle todo lo que encontró a su alcance, desde pinceles y cubetas, a lápices de dibujo.

—¡Por favor, no mientas de esa forma! ¡¿Por qué iba Hikaru a pedirte tal cosa antes de morir?! ¡Murió en un accidente!

Argh, lo había olvidado.

En el momento que Hikaru le entregó el primer regalo a Aoi, era imposible que supiese que iba a morir.

Aoi-san, yo le comenté a Koremitsu que planeaba entregarle siete regalos a una chica muy importante, ¡y el decidió ayudarme a completar mi misión!

Hikaru continuó explicando mientras se mantenía junto a ellos.

—¡E-Es cierto! ¡Soy... amigo de Hikaru! ¡Escuché que quería entregarle los siete regalos a una chica muy importante!

Gritó mientras esquivaba los pinceles y lápices. Debido a la ansiedad, terminó diciendo las cosas sin orden alguno.

—Entraste a la escuela un día antes de la Golden Week. Asa-chan dijo que sólo estuviste en la escuela una vez antes de la muerte de Hikaru, y que es imposible que seas su amigo. Me dijo que querías engañarme; dijo que no decías más que mentiras, y que no debía escucharte en lo más mínimo.

¡¿Qué?! ¡¿Pero quién es Asa-chan?!

Aoi-san, por favor, cálmate. He sido amigo de Koremitsu por mucho tiempo.

—¡Así es! He sido amigo del alma de Hikaru desde hace diez años.

—¡Hikaru nunca tuvo amigos varones, ni siquiera en el jardín de niños! ¡Todas sus amigas eran mujeres! ¡Asa-chan también lo dijo! ¡Es imposible que Hikaru tuviese amigos varones!

Insisto, ¡¿quién es Asa-chan?!

Tubos de pintura roja, azul, negra y verde eran arrojados en su dirección. Aoi, que jadeaba erráticamente tras un lienzo, apretó los dientes mientras sus ojos ardían.

—Y si lo que dijiste tiene el mínimo atisbo de verdad, eso significa que Hikaru le contó a alguien más sobre nuestra promesa. Seguramente se le escapó mientras estaba en la cama con otra mujer, y esa mujer, en medio de la emoción, se lo contó a los demás, y así fue como llegó a tus oídos.

¡Eso no es cierto, Aoi-san!

Hikaru estaba desesperado.

Aoi perdió el control de sus emociones. Sin importar cuánto tratasen de negar sus acusaciones, ella se rehusaba a escucharlos.

—¡MÁRCHATE! ¡POR FAVOR, MÁRCHATE! ¡NO ME TOMES POR IDIOTA! ¡INCLUSO SI ASA-CHAN NO LO HUBIESE DICHO, JAMÁS PERDONARÉ A UNA PERSONA DESPRECIABLE COMO TÚ!

Aoi continuaba el ataque, dando la impresión de que sería capaz de lanzar el lienzo y los caballetes.

Es inútil, Koremitsu. Volvamos otro día.

—Vaya, Mikado. No eres muy confiable que digamos, ¿eh?

—¡Por favor, márchate!

Koremitsu levantó su bolso para proteger su rostro de los proyectiles durante el escape. Aoi no se detuvo hasta que Koremitsu había cruzado la puerta. Y entonces volvió a abrirla.

—¡Volveré!

Gritó mientras asomaba la cabeza por detrás de su bolso, y una paleta golpeó su mentón, haciéndole retroceder.

—¡Woah!

Resbaló e intentó recuperar el equilibrio, pero terminó por precipitarse sobre el suelo del pasillo.

—¡KYAA!

Escuchó una voz aguda, y la nariz de Koremitsu olfateó algo dulce, mientras su cara se estampaba sobre algo suave.

¿Eh? ¿Qué es ésto? ¿Por qué hay cojines en el suelo?

¡Estás en problemas, Koremitsu! ¡Ni siquiera yo he hecho semejante cosa en los pasillos de la escuela!

¿Por qué estará Hikaru tan ansioso?

Y en el siguiente instante,

—¡PERVERTIDO!

Sintió un fuerte golpe en el pecho.

Levantó la cabeza y encontró el rostro de Honoka Shikibu a centímetros de distancia. Su cara estaba sonrojada, y le observaba con expresión asesina.

Los senos de Shikibu estaban justo bajo el rostro de Koremitsu, confirmando así que lo que antes parecían almohadillas eran en realidad los pechos de Shikibu. La peor parte era que la rodilla de Honoka estaba presionada contra el abdomen de Koremitsu.

Un impacto más potente le alcanzó. Shikibu apretó el puño y golpeó a Koremitsu en la frente.

Koremitsu salió rodando de encima de la chica.

—¡PERVERTIDO! ¡VIOLADOR! ¡MUÉRETE!

Shikibu procedió a patear los hombros y abdomen de Koremitsu con sus talones y las puntas de sus pies.

Koremitsu gritó de dolor mientras recibía aquellos golpes propios de kick-boxing.

¡Shikibu-san, se equivoca! ¡Fue un accidente!

Hikaru intentaba explicar, pero, tal como se había demostrado ese día, sus explicaciones eran inútiles.

Shikibu dirigió una mirada desdeñosa al apaleado Koremitsu, quien yacía inmóvil con su uniforme hecho un desastre.

—¡Si te atreves a atacar a otra chica en la escuela y a restregar tu rostro en sus pechos, te daré una paliza de las buenas!

Y con aquella declaración, se marchó.

Una multitud se formó alrededor de Koremitsu, mientras los espectadores compartían su opinión sobre la pelea.

—Shikibu es genial.

—El delincuente la pasó mal.

Aoi, de pie en el umbral de la puerta, también opinó.

—Es justo como dijo Asa.chan. Eres de lo peor —dijo con frialdad, azotando la puerta.

En medio de los libros y papelería esparcidos, Koremitsu yacía en el piso.

¡¡¡MALDICIÓN!!! ¡¿Acaso no me estrellé contra los pechos de Shikibu por culpa de la paleta que me lanzaste?! Y esa tal Asa me odia con toda su alma, ¡¿no?!

Vociferó en su mente.

Una voz a su lado resonaba por encima de las demás.

¡Koremitsu! ¡Resiste, Koremitsu! ¡No te mueras tú también!

La frase de Hikaru se le antojó ominosa.



♢ ♢ ♢


—Después de todo, las mujeres son malvadas. ¡Aquella chica salvaje me pateó sin siquiera darme tiempo de explicar, y esa prometida tuya perdió la cabeza y me lanzó todos los pinceles y pinturas que encontró! ¡No soy una diana, por amor a Dios! ¡Por eso digo que las mujeres son-...!

Koremitsu se sentó sobre el tatami de su casa, murmurando la frase predilecta de su abuelo para expresar su frustración.

Aún se sentía adolorido de la paliza que le había propinado Shikibu; sus heridas eran tan serias que casi lo habían hospitalizado.

En fin... me disculpo por lo sucedido.

Hikaru, despreocupado por naturaleza, no podía hacer más que sentarse y disculparse con Koremitsu.

Que Aoi-san me vea como alguien tan poco confiable... No es que no me lo haya esperado, pero no pensé que llegaría a ese extremo... ¿Se habrá tomado a pecho mi actitud con las mujeres? Pero cada flor tiene su propio encanto.

—Más te vale que reflexiones sobre esto, pervertido.

Sí...

Hikaru se encogió de hombros.

—Y bien, ¿qué hacemos ahora? Te trató como un mujeriego que reveló la promesa mientras estaba en la cama con otra, y a causa de ello, está aún más a la defensiva. ¿De verdad podremos abrir su corazón antes de su cumpleaños?

Olvidé que Aoi-san es distinta a las demás chicas.

Hikaru frunció el ceño, abatido.

No logro comportarme cuando estoy frente a Aoi-san... incluso cuando estaba vivo, hacia más cosas para hacerla enojar que para hacerla feliz. Uhh... sí que soy un galán inútil.

—No te llames galán a tí mismo. Además, no podemos dejar que esto siga así.

Puede que necesitemos el consejo de alguien que entienda a las mujeres.

Koremitsu se sorprendió ante lo útil de la propuesta de Hikaru.

Por ejemplo, necesitamos a una sabia y gentil hermana mayor, admirada por todas las chicas de años inferiores, alguien con quien todos puedan hablar abiertamente. Tal como la flor del amor de Sudamérica, Heliotropo, llamada "Fragancia Púrpura" en japonés: una mujer confiable, radiante, elegante y con un gran conocimiento.

—¡¿Más mujeres?!

De pronto, ambos escucharon una canción animada.

—¿Q-qué es eso?

Era una canción popular de una banda famosa. La letra, cantada por una mujer, instaba a la gente a enamorarse. Sin embargo, había que preguntarse de dónde provenía.

Koremitsu, tu teléfono está sonando.

Koremitsu no recordaba que ese fuese su tono de llamadas. Además, dejando eso de lado, era imposible que él recibiese algún mensaje.

Rebuscó entre su bolso y encontró el teléfono con la pantalla iluminada.

El teléfono era color lavanda, decorado con accesorios brillantes, y tenía el llavero de un oso bastante feo, o algo así, colgando de él.

—Este teléfono no es mío.

Parece ser de una chica.

El teléfono sigue sonando. ¿Debería atender?

Levantó la tapa del teléfono, pero no estaba seguro de cómo funcionaba. Presiono un par de botones al azar, y el sonido se detuvo.

Entonces, un historial de mensajes se mostró en la pantalla.

“Para: La Princesa Púrpura: con respecto a mi primera cita con Tomonori (>_<)”

—¿Princesa Púrpura?

Siguió leyendo los demás mensajes.

“Re: Princesa Púrpura: Me confesaré mañana~~”

“¡Princesa Púrpura! ¡Yuuki quiere hablarte acerca de su ex novio!”

“Re: Princesa Púrpura: me reconcilié con K”.

Siguió revisando la lista, y encontró el nombre “Princesa Púrpura” en todas partes.

—¿Princesa Púrpura? Qué nombre más tonto —comentó, y Hikaru interrumpió.

Lo he escuchado antes. Es algo que comentan las chicas... un momento, déjame recordar. Mi memoria aumenta diez veces siempre y cuando sea algo relacionado con chicas. Oh, sí, ocurrió cuando iba de regreso a casa con la señorita Reiko, de segundo año en la Academia Seibi, tras visitar la exhibición de Renoir...

Se llevó las manos hasta el mentón, y reflexionó por unos instantes.

¡Oh, sí! ¡Es una novelista de internet!

—¿Novelas de internet?

Sí, es una dulce historia de amor con toques de humor. En cuanto la publicó en su blog, obtuvo muchas respuestas, incluyendo personas pidiendo consejos amorosos, y es considerada como la “experta en el amor”. ¿Tu teléfono tiene acceso a Internet, Koremitsu?

—...Supongo, aunque nunca he navegado.

En ese caso, intentemos buscar a esta Princesa Púrpura.

Con la ayuda de Hikaru, Koremitsu utilizó su teléfono para buscar la palabra “Princesa Púrpura” en el navegador.

El primer resultado mostró un blog llamado “La Mansión de la Princesa Púrpura”.

Es ese.

Koremitsu ingresó, y apareció una página púrpura y deslumbrante con todo tipo de funciones.

Habían varias categorías que incluían “novela”, “conversaciones amorosas”, y “diario”. Hizo click en “novela”, y apareció una prosa escrita a varios párrafos y saltos de línea.


“El aliento producido por el suspiro del mapache desciende hasta mi rostro. Frío. Picante. Mi pecho duele. Al parecer, me he enamorado”.


—???

¿Aliento picante? ¿Dolor en el pecho? No entiendo nada. Y por cierto, ¿ésto es una novela? ¿O un poema?

Ladeó la cabeza, haciendo click en la categoría “conversaciones de amor”.


“¡Hoy, responderé a los problemas de La Señorita Flor de Cactus!

¡Este es el email enviado por Señorita Flor de Cactus!”

“Princesa Púrpura, por favor, escúchame.

Soy una estudiante de primer año de preparatoria que está perdidamente enamorada de su compañero K.

K me trata como una simple amiga y nunca me ha tratado como una chica.

A K le gusta Y-bi, mi compañera de club, e incluso me pidió ayuda para preguntarle a la chica si tenía novio.

¿Qué debería hacer?”

Tras la pregunta, se presentaba la respuesta de la Princesa Púrpura:


“¡Señorita Flor de Cactus!

Sin duda, debes demostrar tus sentimientos hacia K.

Sé que temes destruir tu relación con K, pero te sentirás aún peor si K comienza a salir con otra chica. ¡Debes actuar cuanto antes!

Para que tu confesión sea un éxito, la Princesa Púrpura te dará algunos tips.

Primero, debes hacerle saber a K que tú, Flor de Cactus, eres una chica. ¡Eso es lo más importante!

Tu peinado, tus joyas, tu maquillaje, todo debería ser un poco más femenino.

Y entonces, si K te pregunta qué sucede, deberías lucir débil y responder con sutileza:

‘Hay alguien que me gusta, y espero que me note’.

Después de eso, K comenzará a preguntarse quién es esa persona que te gusta”.


Tales preguntas y respuestas sobre amor continuaban en la página.

Koremitsu miró el teléfono.

—...Oye, la dueña de este teléfono es la “Princesa Púrpura”, ¿no?

Tomando en cuenta el título del mensaje recibido, eso parece.

—Hace poco fui apaleado por Shikibu frente a la sala de arte, ¿no?

Sí, su falda estuvo un poco expuesta. Sus lindas piernas se podían ver, y sus muslos estaban al aire.

—En cuanto ella se marchó, me levanté. Las cosas de mi bolso se esparcieron por todas partes cuando lo hice. Estaba avergonzado y furioso, y, por lo tanto, me limité a recoger todo lo que había en el suelo y lo introduje en mi bolso...

Sí.

Hikaru y Koremitsu miraron el teléfono con intriga.

—Tal vez... el teléfono de Shikibu acabó dentro del bolso.

Es una posibilidad.

—En otras palabras, este teléfono...

Koremitsu tuvo un mal presentimiento mientras hablaba.

—¿Shikibu es la Princesa Púrpura?



Notas

  1. El Periodo Heian es el último periodo de la época clásica de la historia japonesa, entre los años 794 a 1185, en el que la capital era Kioto.
  2. La compañía femenina de musicales más prestigiosa de Japón.
  3. V-Cinema es una abreviación acuñada en la industria cinematográfica japonesa que significa Video Cinema, y se utiliza para designar a las películas destinadas a la industria de los vídeos vendidos a formatos hogareños (en inglés, direct-to-video).


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