Monogatari Series:Nekomonogatari (White)/Tsubasa Tiger 001 spanish

From Baka-Tsuki
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Esta historia es acerca de mí, Tsubasa Hanekawa, pero no soy yo quien puede contarla. Esto se debe a que, en primer lugar, no puedo definir qué partes de mí son verdaderamente mías. Estoy segura de que, alguna vez, un gran literato escribió que si uno extendiera el pie lo suficiente, llegaría a pensar que los dedos que ve no son suyos; en mi caso, no es necesario extender nada, pues ni siquiera sé de cierto si mi corazón es mío.

¿Yo soy yo?

¿Qué soy yo?

¿Quién soy yo?

¿Quién? Yo soy yo.

¿Qué? Yo soy yo misma.

Por ejemplo, ¿podrían estos pensamientos que recién expresé, profundos pero sin sentido, ser verdaderamente llamados “yo”?

Podrías decir que sí, si sólo se tratara de hablar. Empero, eso es un mero pensamiento, una forma de pensar, y aunque podría ser un recuerdo, no pasa de ser acumulación de conocimientos, por así decir. Si fueras a decir que mis experiencias me definen, en ese caso, si otro ser humano tuviera exactamente las mismas experiencias, ¿sería adecuado llamarlo “yo”?

Aun si hubiera un “yo” fuera de mí, éste seguiría siendo yo.

Si así fuera, entonces, ¿desaparecería yo si fuera distinta?, ¿cómo pensaría?, ¿a dónde irían mis pensamientos?

El nombre “Tsubasa Hanekawa”, para comenzar, es inestable.

He cambiado de apellido en numerosas ocasiones.

Es por ello que no se puede esperar que una identidad derive de mi nombre; no hay esperanza alguna. La idea de que los nombres son meros símbolos es una que entiendo de manera profunda, incluso de forma física, si eso fuera posible.

Al enfrentar anormalidades, entender el nombre es importante por sobre todas las cosas —o por lo menos el primer paso—, así que la mayor razón de que, hasta ahora, no haya podido enfrentarme a mí misma, es quizás que no reconozco mi nombre como algo que me pertenezca.

En ese caso, primero debo saber acerca de mi nombre.

Debo conocerme como Tsubasa Hanekawa.

Sólo entonces seré capaz de definir quién soy.

Por supuesto, cuando pienso que Araragi kun no es de los que se detienen y consideran con calma estas cosas, lo ridículo de mi situación se vuelve cómico. Me avergüenza pensar en cómo Araragi kun, aun tras convertirse en vampiro y perder su humanidad, y aun tras ser arrastrado al otro mundo por varias anormalidades, continúa siempre siendo Koyomi Araragi; siendo él mismo y fiel a sí mismo, de forma inquebrantable.

Quizás él no se da cuenta.

Aun cuando quienes lo rodean pueden ver claro como la llama que él seguirá siendo él mismo en cualquier tiempo y lugar, inesperadamente, quizás él en verdad no se da cuenta.

No necesita darse cuenta.

Koyomi Araragi es, con seguridad, “Koyomi Araragi”.

Y es por ello que siempre puede contar su propia historia.

Es por eso que me gusta.

A Tsubasa Hanekawa le gusta Koyomi Araragi.

A fin de cuentas, si he de hablar acerca de mí misma, sólo puedo comenzar en este punto. Extrañamente, es la única parte de mí acerca de la que estoy segura. Como cuando, por ejemplo, me siento a estudiar sola en la biblioteca y escribo de repente “Tsubasa Araragi” en la esquina de un papel.

Esto es suficiente para mi historia.

De las sesenta aventuras de Sherlock Holmes, el gran detective creado por sir Arthur Conan Doyle, sólo dos historias son narradas por el mismo Holmes y no por su asistente, el doctor Watson. Son escritos problemáticos que los Sherlockianos tratan como espurios, pero al comienzo de una de esas historias, “El soldado de la piel decolorada”, el señor Holmes dice lo siguiente:

“Las ideas de mi amigo Watson, aunque limitadas, son en extremo pertinaces. Por mucho tiempo ha insistido en que escriba una experiencia propia. Quizás he dado pie a semejante insistencia, pues a menudo he tenido ocasión de mostrarle cuán superficiales son sus narraciones, y de acusarlo de tratar de complacer el gusto popular antes que ceñirse estrictamente a los hechos y los números. ‘¡Inténtalo tú mismo, Holmes!’, ha respondido, y he de admitir que, tras tomar la pluma, comienzo a darme cuenta de que la cuestión ha de ser presentada de modo tal que interese al lector.”

Como suele pasar, me había fascinado el grado en que Sherlock Holmes excedía al resto de los hombres y leía sus historias con entusiasmo, lo cual hizo que me sorprendiera la irrupción súbita de su “verdadera voz”.

Siendo honesta, estaba decepcionada.

¿Por qué un hombre que se ha mostrado terriblemente sobrehumano todo el tiempo dice cosas tan humanas? Sentí algo cercano a la traición.

Pero ahora sé de su humanidad, que no pudo salvar la brecha entre él mismo y el humano excepcional del que hablaba Watson.

Sé de su deseo de encontrar excusas.

Al final, el asistente le dijo al detective que “lo intentara él mismo”, y esas dos historias fueron publicadas. Diré desde el comienzo que —bueno— esta historia es esa clase de historia para mí.

Esta historia los dejará saber que yo, que he sido alabada como beata o como madre santa por Araragi kun, soy solamente un ser humano.

Los dejará saber que soy un gato y un tigre.

Y los dejará saber que soy humana, y será una historia de completa decepción, de traición.

No creo poder contarla con el arte que Araragi kun posee, pero dejaré eso a la suerte e intentaré dar lo mejor. Después de todo, es así como cualquier persona cuenta su propia vida.

Así, entonces.

Ha llegado el momento de despertar de un mal sueño.


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