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Louise la Zero
Cuando Saito se despertó, lo primero que vio al abrir sus ojos era la ropa interior que Louise se había quitado. De alguna manera había terminado en su cara, después de que la tirara por ahí. Louise todavía estaba dormida en la cama, roncando suavemente. Su cara cuando dormía era simplemente angelical., como si nunca hubiera roto un plato. En ese momento parecía mucho más infantil que de costumbre. Era una chica ruidosa y muy molesta cuando no dejaba de hablar sobre ‘de que si los “nobles” esto… Los “magos” aquello…’ Pero mientras dormía era preciosa. Saito casi deseaba que se quedara así para siempre.
Entonces volvió a la realidad. De modo que lo que pasó ayer por la noche no fue un sueño. Él pensó que al despertarse todo volvería a ser como antes, pera obviamente, no ocurrió nada. Estaba abatido.
No obstante, era una fantástica mañana. La luz deslumbrante del sol entró en la habitación.
La incesante curiosidad de Saito resurgió. Pensándolo bien, esto es una especie de viaje turístico. ¿Me pregunto qué clase de mundo es éste? No me gusta la idea, pero mientras siga siendo el familiar de una grosera maga que ronca, tendré que hacer todo lo que me pida.
Primero, sacó a fuera la manta de Louise. “¿Pe-pero qué? ¡Qué pasa!” “Ya es de día, miladi.”
“¿Eh? O-Oh… Espera, ¡¿Quién eres?!
Gritó Louise con una ronca voz. Parecía perdida, tanto que se arrastraba por el suelo mientras refunfuñaba.
¿Estará bien?
“Hiraga Saito.”
“Oh, el familiar. Es cierto, te invoqué ayer, ¿no?”
Louise se incorporó bostezando. Entonces le ordena a Saito: “Mi ropa.”
Saito cogió el uniforme que estaba encima de la silla y lo sacudió. Louise empezó a desnudarse.
Saito instantáneamente se dio media vuelta con la cara roja. “Mi ropa interior.” “Có-cógela tú misma.”
“Está en el último cajón… De ese armario… Allí.”
Parecía como si todo esto lo tuviese planeado de antemano.
Mordiéndose la lengua, fue embalado al cajón de la ropa interior que le dijo. Saito nunca antes había visto la ropa interior de las mujeres, a excepción de la de su madre. Cogió un par al azar y se las lanzó por encima del hombro sin mirar.
Una vez que Louise terminó de ponerse la ropa interior, le dijo: “Mi ropa.” “Pero si te la acabo de dar.” “Vísteme.” Ni de coña. Saito dio media vuelta enfadado, sólo para encontrarse a Louise sentada encima de la cama vestida con sólo la ropa interior que le había lanzado antes. Ya no sabía para dónde mirar.
Louise puso mala cara.
“Debes saber que los nobles no nos vestimos nosotros teniendo un criado a nuestro lado.”
Eso le molestó.
“Puedes vestirte por tú sola.”
“Bien, entonces. Como castigo por tu falta de respeto, no desayunarás.” Dijo Louise, levantando un dedo triunfante.
De mala gana, Saito cogió la blusa.
Cuando salió del cuarto con Louise, vio tres puertas de madera idénticas a lo largo de la pared. Una de las puertas se abrió, y de ella salió una chica con el pelo rojo llameante. Era más alta que Louise, debía de ser más o menos como Saito. A primera vista parecía bastante coqueta. Tenía una cara preciosa y lucía una cautivadora figura. Sus pechos parecían dos gigantescos melones.
Los dos primeros botones de su blusa estaban desabrochados, dejando al descubierto un impresionante escote que era inevitable mirar. Su piel estaba bronceada, dándole una especie de vida y belleza natural.
Su altura, color de piel, atmósfera y tamaño de sus pechos… Era todo lo contrario a Louise, que carecía de todos esos encantos.
Cuando vio a Louise, una amplia sonrisa se dibujó en su cara. “Buenos días, Louise.” Louise le devolvió el saludo con un ceño. “Buenos días… Kirche.” “¿Es ese… Tu familiar?” Preguntó Kirche de broma, señalando a Saito. “Así es.” “¡Jaja! ¡Así que realmente es un humano! ¡Es asombroso!”
Saito se resentía de ese comentario. Perdona por ser humano. ¿Qué eres tú entonces? Miró fijamente sus pechos. Eso es, eres un alien de pechos grandes. Sep, un alien de pechos muuuuy grandes. Su mirada se intensificaba.
“Sólo tú podías invocar a un plebeyo con el ‘Ritual Sagrado’, como se esperaba de Louise la Zero.”
Las blancas mejillas de Louise se volvieron rojas. “Cállate.” “Yo también invoqué ayer a un familiar. Y a diferencia de alguien, lo hice a la primera.” “¿De verdad…?” “Y si vas a tener un familiar, debe ser tan bueno como éste. ¡Flame!”
Kirche llamó a su familiar triunfante. De su habitación, un lagarto rojo oscuro salió arrastrándose por el suelo. Y una ola de calor golpeó de repente a Saito.
“¡Uwah! ¿Qué diablos es esa cosa roja?” Kirche sonrió.
“¡Ohoho! ¿No me digas que es la primera vez que ves un lagarto de fuego?” “¡Pero ponle una cadena o algo! ¡Es peligroso! Y además sigo sin saber qué es.” “Tranquilo. No atacará mientras no se lo ordene. Y no pongas esa cara de gato asustado.”
Kirche se llevó la mano a la barbilla, y empezó a reírse.
Aquel monstruo era por lo menos tan grande como un tigre. Al final de su cola tenía una llama y cuando respiraba escupía algo parecido a pequeñas llamas.
“¿No sientes calor cuándo estás cerca de él?” Preguntó Saito. Ya calmado Saito volvió a mirarlo de nuevo. “Wow, es un verdadero monstruo… ¡Fantástico!”
“Pues la verdad es que no, se está bastante fresca.” “¿Es una salamandra?” Preguntó Louise algo celosa. “¡Así es! ¡Un lagarto de fuego! Mira la cola. ¡Fíjate en lo viva y grande que es la llama, esto quiere decir que proviene de Las Montañas de los Dragones de Fuego! ¡Es cómo una marca de fábrica! ¡Ni los coleccionistas le pueden poner precio a esto! “Está bien.” Dijo Louise con voz amarga. “¿No crees que encaja a la perfección con mi afinidad?” “Tú afinidad es el fuego, ¿no?” “Pues claro. Después de todo soy Kirche la Ardiente. El fuego de la ardiente pasión. Por donde quiera que vaya, los chicos caen ante mis pies. A diferencia de ti, ¿Verdad?
Kirché sacó pecho afuera orgullosa. No queriendo quedarse atrás, Louise hizo lo mismo, pero la diferencia de volumen era bastante triste.
A pesar de eso, Louise miró a Kirche como si hubiera vencido. Parece que no le gusta nada perder.
“¿Y cómo te llamas?” “Hiraga Saito.” “¿Hiragasaito? Que nombre más raro.” “¡Oye!” “Bueno, me voy.”
Acarició su rojo pelo y se marchó rápidamente. La salamandra la siguió con un bonito movimiento que al fin y al cabo resultaba raro debido al tamaño de la criatura.
En cuanto se fueron las dos, Louise sacudió un fuerte puñetazo en su dirección.
“¡Ooh, esa chica me pone de los nervios! ¡Y sólo por que invocó a una salamandra de Las Montañas de los Dragones de Fuego!” “Tranquilízate. Es sólo una invocación.” “¡No, no es sólo eso! ¡Puedes determinar el verdadero poder de un mago mirando a su familiar! ¿Por qué esa idiota tiene una salamandra, mientras yo sólo te tengo a ti?”
“Joder, perdona por ser humano. Pero tú también lo eres.”
“¡Comparar a un plebeyo con un mago es como comparar a un perro con un lobo!” Dijo Louise indignada.
“…Vale, vale. A propósito, ella te llamó ‘Louise la Zero’, pero ¿qué significa el ‘Zero’?, ¿Es tu apellido?” “¡De ninguna manera! ¡Mi nombre es Louise de la Vallière! ‘Zero’ es sólo un apodo.” “Un apodo, ¿eh? Entiendo por que a ella le llaman ‘La Ardiente’, ¿Pero ‘La Zero’? ¿A qué viene eso?”
“No necesitas saberlo.” Contestó Louise algo incómoda.
“¿Es por tus pechos?” Preguntó Saito, echando una mirada a Louise. Sep, plana como una tabla de planchar.
La mano de Louise voló hacia él, pero la consiguió esquivar. “¡Vuelve aquí!” “¡Si no me das!”
¿Una bofetada?
Ahora que recuerdo… Esta chica…
Ayer, los demás se fueron volando, pero ella volvió andando.
Y ayer por la noche, cuando la agarré, me dio una patada en toda la ingle.
¿Si de verdad deseara regañarme, no sería mejor utilizar magia en vez de golpearme con el pie?
Eso sería más eficaz, y más típico de un mago aparte.
¿Qué significa esto? Se preguntaba Saito.
El comedor de La Academia de Magia de Tristain era el núcleo y el más alto de todos los edificios. Dentro, tres mesas exageradamente largas estaban colocadas paralelamente una de la otra. Una de ellas podía perfectamente asentar a cientos de personas. La mesa en la que Louise y los demás de segundo año se sentaban era la del medio.
Al parecer los estudiantes se podían identificar según el color de sus capas. Mirando desde la entrada, todos los que estaban sentados a mano izquierda parecían ser más mayores y llevaban capas de color morado-los de tercer año.
Los estudiantes que estaban sentados a la derecha llevaban capas de color marrón-los de primer año. Así que son como jerséis para cada año. Pensó Saito.
Todos y cada uno de los magos de este colegio, tanto estudiantes como profesores, se reúnen aquí para desayunar, comer, y cenar.
En un piso más alto, se podían ver a los profesores gozando de una entretenida charla. Todas las mesas estaban increíblemente decoradas. Había un montón de velas, ramos de flores, cestos llenos de frutas…
Saito se quedó fascinado ante la grandeza del comedor. Louise levantó su rostro y comenzó a explicarle. Sus pequeños ojos brillaban con picardía.
“La Academia de Magia de Tristain no sólo enseña magia, qué te creías.” “Ya veo ya…” “La mayoría de los magos son nobles. Hay un refrán que dice ‘los nobles alcanzan la nobleza con el uso de la magia”, este refrán es el cimiento sobre el que se asienta toda la educación que recibimos como nobles. Así, el comedor también debe estar a la altura de la alta aristocracia.” “Está bien…” “¿Entiendes? Normalmente un plebeyo como tú nunca pisaría el hall de Alvíss*. Eres un chico afortunado.”
[*NdT: Alvíss: era un enano en la mitología nórdica que fue convertido en piedra por Thor.]
“Vale… Eh, espera, ¿Qué significa ‘Alvíss’?”
“Es el nombre que usamos para referirnos a las personas pequeñas. ¿Ves todas esas estatuas de allí?”
Louise señaló a una pared donde había una fila entera de laboriosas estatuas de gente pequeña.
“Están bien hechas. Err, esas cosas no… o sea… no vuelven a la vida ni nada parecido por la noche, ¿no?”
“Oh, ¿Ya lo sabías?” “¡¿De verdad lo hacen?!” “Hombre, bailan. Bueno ya es suficiente por hoy, saca la silla para que me siente ¿no? No eres un familiar muy competente.” Dijo Louise, cruzando los brazos, inclinando su cabeza y haciendo un movimiento ondulado con su pelo rosa. Oh cierto, las damas primero. Saito arrastró un poco la silla para que Louise se sentase. Louise ni tan si quiera se lo agradeció cuando se sentó. Saito hizo lo mismo y se sentó. “¡Esto es increíble!” Gritó Saito. Era demasiado para un desayuno. Hasta había un gigantesco pollo asado. A parte de eso, había también vino y una empanda con forma de trucha hecha en el horno.
“¡No puedo comer todo esto! ¡Si lo hago reviento! ¡Oye, Srta.!”
Saito agarró el hombro de Louise sólo para encontrarse con su penetrante mirada. “¿Qué?” Preguntó Saito dudoso. Louise no le quitó ojo de encima. “Ah, ¡Tengo que comportarme como la nobleza! Aún cuando no lo soy.” Louise señaló al suelo, dónde sólo había un tazón. “Es un tazón.” “Sí. Lo es.” “Aquí pasa algo raro.”
Louise apoyó su barbilla en las manos y dijo.
“Sabes, los familiares deberían estar afuera supuestamente. Tú sólo estás aquí por qué yo lo solicité.”
Saito estaba sentado en el suelo sin abrir la boca, mirando fijamente el tazón que tenía delante de él. Había unos pequeños trozos de carne desechada flotando alrededor de la sopa. En el borde había un trozo de pan duro.”
Extendiendo su cuello, miró por encima del borde de la mesa.
Podía ver el espectacular festín que había encima de la mesa. No tenía nada que ver con su tazón desde luego.
“O Gran Fundador Brimir y nuestra señora la Reina, os damos las gracias por esta humilde comida que nos habéis proporcionado esta mañana.”
El harmonioso sonido de la oración era asombroso. Louise también rezó, con los ojos cerrados.
¿Así qué ‘humilde comida’? Pensó Saito quejándose, mirando fijamente a la comida. ¿Entonces eso qué es? Es aún más grande que un banquete. El que tiene la ‘humilde comida’ aquí, soy yo. Quiero decir, mirad mi tazón. Esto es peor que la comida que se les da a los animales. Saito quería protestar. ¡Hasta los animales japoneses comen mejor!
Irritado por como le trataban, puso una mano encima de la mesa, pero no tardó Louise en abofetearla.
Saito la miró con resentimiento. “¿Qué estás haciendo?” “Dame un poco de pollo. Sólo un poco.” “Joder…” Al quejarse, Louise le quitó la piel y se lo echó en el tazón. “¿Y la carne?” “No. No te habitúes a esto.” Louise empezó a comer. “Ah, delicioso, ¡delicioso! Creo que voy a llorar.” Murmuró Saito, mientras comía de su pan duro.
Las clases de la Academia de Magia eran muy similares a las salas de conferencia de la universidad. Y como todo lo demás, estaban construidos de piedra. Los profesores se encontraban en la mesa de abajo dando clase, y desde la mesa del profesor los asientos de los estudiantes iban ascendiendo como si fueran una escalera, formando un semicírculo. Cuando Saito y Louise entraron, todos giraron simultáneamente sus cabezas hacia ellos.
Y entonces empezaron a reírse. Kirche también estaba allí, rodeada por un montón de chicos.
Ya veo, así que es cierto que sólo con mover un dedo, a todos los chicos se les cae la baba. Y ellos aparte la tratan como a una reina. Bueno, tampoco me sorprende con el cuerpo que tiene. Supongo que los pechos grandes, siguen siendo pechos grandes seas de dónde seas.
Había todo tipo de familiares.
La salamandra de Kirche estaba dormida bajo su silla. Había estudiantes con búhos apoyados en sus hombros. En una ventana, una gigantesca serpiente miraba la clase. Un chico silbó, y la serpiente se retiró, además de eso también había cuervos y gatos.
Pero lo que más atraía la atención de Saito eran las criaturas fantásticas que no existían en su mundo. Estaba cada más excitado. Todas esas bestias se arremolinaban alrededor de él.
Entre ellos vio a un lagarto con 6 piernas. Qué puede ser eso... Saito intentaba averiguarlo a través de los conocimientos que tenía de las bestias fantásticas. ¡Un basilisco! He visto uno en un juego. También había un ojo que flotaba. ¿Qué puede ser eso? Decidió preguntárselo a Louise. “¿Qué es ese ojo flotante?” “Un Bugbear.” “¿Y esa cosa qué parece un pulpo?” “Un Skua.” Louise le contestó malhumorada y se sentó. Saito se sentó al lado de ella. Louise lo miró fijamente.
“¿Qué?”
“Ese sitio es para los magos. Un familiar no puede sentarse ahí.”
A regañadientes, se sentó en el suelo. No puedo comer el desayuno con los demás. No me dejan sentarme en esta silla… Paso de estar sentado aquí. Pensó Saito, y volvió a sentarse en la silla.
Louise le miró, pero por esta vez no dijo nada más. La puerta se abrió, y la profesora entró en la clase. Era una mujer de mediana edad, vestía un traje púrpura bastante voluminoso y un sombrero. Tenía una cara regordeta, redondita, que transmitía sensaciones amistosas.
“¿También es maga esa señora?” Le susurró Saito a Louise. “¿Es qué no es obvio?” Le dijo Louise volviéndose. La señora miró a toda la clase y empezó a hablar con una sonrisa en la cara.
“Enhorabuena, parece que las invocaciones de los familiares fueron todo un éxito. A mí, Chevreuse, siempre me llena de alegría ver a los nuevos familiares que se convocan todos los años.”
Louise cerró sus ojos y agacho la cabeza.
“Madre mía. Si que has convocado a un familiar… Peculiar, Srta. Vallière.” Dijo mirando mirando a Saito. El comentario no iba con malicia, pero aún así la clase estallaba de risa.
“¡Louise la Zero! ¡No vale escoger a un plebeyo de la calle, sólo por que no puedas invocar nada!”
Louise ondeó su rosado pelo y se levantó. Y con su suave voz entrada en cólera dijo. “¡No! ¡Hice todo correctamente! ¡Él fue todo lo que apareció!” “¡No mientas! Apuesto a que no pudiste lanzar el conjuro de invocación, ¿verdad?” Los demás estudiantes se rieron entre dientes. “¡Señora Chevreuse! ¡Me han insultado! ¡Malicorne el “Resfriado” me ha insultado!” Louise golpeó con su puño la mesa en señal de protesta. “¿El resfriado? ¡Yo soy Malicorne el Barlovento! ¡Y nunca he cogido un resfriado!” “Bueno, es que como tienes una voz tan ronca parece que has cogido uno.” El chico que se llamaba Malicorne se levantó y miró a Louise. Chevreuse los señaló con la varita. Ambos repentinamente de un tirón, como si fueran marionetas, se sentaron. “Srta. Vallière, señor Malicote, cesad esta innecesaria discusión.” Louise parecía desanimada. Toda la vivacidad que había demostrado tener antes parecía haberse evaporado.
“Llamar a los amigos por motes como ‘la Zero’ o ‘el Resfriado’ no es aceptable. ¿Entendéis?”
“Srta. Chevreuse, a mí me lo dicen de broma, pero para ella, es pura verdad.” De repente unas carcajadas salieron de algún lado de la clase. Chevreuse miró a toda la clase con una expresión amenazante. Señaló otra vez con su varita y a todos los que se reían le metió en la boca pedazos de arcilla roja.
“Ahora seguiréis la clase en ese estado.”
Esto era una especie de tapón para cualquier arrebato que se pudiera dar. “Y ahora, empecemos la clase.” Chevreuse tosió fuertemente, y agitó su varita. Y unos guijarros aparecieron de la nada encima de la mesa.
“El nombre de mi Runic es ‘Arcilla roja’. Chevreuse la Arcilla Roja. Este año os voy a enseñar todo lo que tenga que ver con la magia del elemento Tierra. ¿Sabe cuáles son los cuatro grandes elementos de la magia, señor Malicorne?” “S-sí Srta. Chevreuse. Son Fuego, Agua, Tierra, y Viento.” Chevreuse asintió. “Y combinados todos ellos con el ahora perdido elemento del ‘Vacío’ forman en total 5 elementos, como ya deberíais saber. Y entre todos estos elementos, la Tierra ocupa una posición extremadamente importante. Esto no lo digo por que mi afinidad sea el elemento tierra, ni por ningún tipo de preferencia personal.” De nuevo, Chevreuse tosió fuertemente. “El elemento Tierra es muy importante por que gobierna la creación de toda materia y su constitución. Si ni existiera el elemento Tierra, no podríamos ni producir ni procesar los metales necesarios. Levantar los edificios a partir de las gigantescas piedras y recolectar las cosechas se haría mucho más costoso. De este modo, la magia del elemento Tierra está íntimamente ligada a nuestras vidas.”
Aha, pensó Saito. Así que en este mundo, la magia es como la ciencia o la tecnología en mi mundo. Creo que ya entiendo, por que Louise se siente tan orgullosa de llamarse maga.
“Ahora que cada uno, recuerde que la base de la magia de la Tierra es la ‘transmutación’. Aunque habrá gente que pueda realizar esto desde su primer año, empezaremos desde los fundamentos básicos, para repasarlos una vez más.”
Chevreuse volvió su atención en los guijarros y agitó su varita sobre ellos. Entonces ella susurró un encantamiento, y comenzaron a brillar intensamente. Cuando la luz cesó, los guijarros habían cambiando a trozos brillantes de metal. “¡¿E-eso es o-o-oro Srta. Chavreuse?!” Kirche se inclinó hacia delante, poniéndose encima de su mesa.
“No, no. Es latón. Sólo los magos Cuadrangulares, pueden hacer ese tipo de transmutación. Yo sólo soy…”
Chevreuse tosió de una manera bastante presumida. “Una maga Triangular...” “Louise.”
Saito empujó a Louise.
“¿Qué? ¿No ves qué estamos en medio de una clase?”
“¿Qué significa todo eso de magos cuadrangulares y triangulares?”
“Es el número de elementos que pueden llegar a controlar en un conjuro, y también determina el nivel del mago.”
“¿Eh?”
Louise se lo explicó a Saito tranquilamente.
“Mira, por ejemplo, eres capaz de usar la Tierra en un solo encantamiento. Pero si aparte de la Tierra añades el elemento Fuego al conjuro, aumentará exponencialmente el poder del mismo.”
“Oh, ya veo.”
“Los magos que pueden usar dos tipos de magia diferentes como lo son el Fuego y la Tierra, son llamados magos Lineales. La Srta. Chevreuse puede llegar a combinar tres elementos juntos, Tierra-Tierra-Fuego, es un mago Triangular.”
“¿Y qué pasa cuándo agregas el mismo elemento?” “Se refuerza el elemento haciéndolo más fuerte.” “Ya veo, en otras palabras, la profesora de allí tiene un gran poder, por que es una maga Triangular, ¿no?” “Así es.” “¿Y cuántos elementos puedes añadir, Louise?” Ella no le contestó. “En ese instante la profesora se dio cuenta de que estaban hablando.” “¡Srta. Vallière!” “¿S-sí?”
“Por favor deje la charlita para otro momento.” “Lo siento…” “Ya que tienes tanto tiempo para hablar, ¿por qué no me demuestras lo qué sabes hacer?”
“¿Eh? ¿Yo?
“Sí, Intenta cambiar estos guijarros por un metal que tú quieras.”
Louise no se levantó. Estaba allí sentada, parecía estar preocupada y nerviosa. “¡Eh, vamos! ¡Te está señalando a ti!” Le decía Saito mientras le daba codazos. “Srta. Vallière, ¿ocurre algo?” La Srta. Chevreuse la volvió a llamar otra vez, pero Kirche entonces le dijo preocupada. “Esto…” “¿Sí?”
“Creo que sería mejor que la dejara estar…” “¿Y eso por qué?” “Por que es peligroso.”
Le respondió Kirche. Todos los demás alumnos asintieron. “¿Peligroso? ¿Por?” “Es la primera que vez que da clase a Louise, ¿verdad?”
“Sí, pero escuché que se esfuerza mucho. Ahora, Srta. Vallière. No se preocupe, sólo inténtalo. No conseguirás nada positivo si no aprendes de tus errores.”
“¡Louise, no!”
Gritó Kirche, con cara pálida. Pero Louise se levantó. “Lo haré.”
Con una expresión nerviosa, fue bajando hasta llegar al frente de la clase. Chevreuse se puso al lado de Louise y sonrió. “Srta. Vallière, has de visualizar perfectamente en tu mente el metal en el cual piensas transmutar estos guijarros.”
Asintiendo inocentemente, agitó su varita. Nunca había parecido tan adorable como en ese instante cuando empezó a mover sus labios para recitar el conjuro –Parecía de otro mundo.
Aún sabiendo cual era su verdadera personalidad, Saito por un momento notó que el ritmo de su corazón aumentaba al mirarla.
El sol de la mañana que entraba a través de la ventana, se reflejaba en el rosado pelo de Louise de una manera preciosa. Sus ojos rojizos parecían joyas, y su piel se tiñó de un blanco puro. Y su pequeña nariz era propia de la nobleza.
Sólo si sus pechos fueran un poco más grandes, sería perfecta... No, demasiado bonito para ser real. Pero por muy guapa que sea, su personalidad es una verdadera tortura. Se lamentó Saito.
Pero aunque él estaba sentado, los demás estudiantes debido a alguna razón estaban escondidos debajo de sus mesas. ¿No ven lo bonita qué es? Aún así no parece ser muy popular tampoco. La llaman “la Zero” y se ríen de ella. Aunque las chicas de aquí tampoco es que sean una belleza. Sólo Kirche es rival para ella.
Louise cerró los ojos, pronunció una pequeña frase y agitó su varita. De repente los guijarros estallaron. La ráfaga cogió de lleno a Chevreuse y a Louise y las lanzó contra la pizarra, todo el mundo empezó a gritar.
Los familiares asustados se sumaron al caos. La salamandra de Kirche se despertó de repente y levantándose sobre sus piernas, respiró el fuego. La explosión asustó al manticore que salió a escape por la ventana rompiéndola. A través del agujero, la serpiente gigante que había estado mirando a escondidas se tragó a unos cuantos cuervos.
La clase esta en un caos absoluto. Kirche se levantó y señaló a Louise. “¡Esto es por lo que le dije que hubiera sido mejor que la dejara estar!”
“¡Joder, Vallière! ¡Sálvanos de este sufrimiento y abandona el colegio de una vez!” “¡Qué suerte mi serpiente ya tiene comida! ¡Qué suerte!” Saito estaba en estado de shock.
La Srta. Chevreuse no podía moverse de donde estaba. De vez en cuando hacía algún que otro movimiento, así que no estaba muerta.
Una Louise llena de hollín se levantaba poco a poco. Parecía realmente pobre. A través de su blusa totalmente rasgada se podía ver su pequeño y delgado hombro, al igual que las bragas que asomaban por culpa de los arañazos en su falda.
No obstante, era una chica increíble.
Louise no parecía desconcertada tras el alboroto que hubo en la clase. “Parece que he ensuciado esto un poco…” Dijo ella, con una fina voz.
Por supuesto, ese comentario tenía una respuesta muy sencilla por parte de los estudiantes.
“¡Eso no es ensuciar un ‘poco’! ¡Louise la Zero!” “¡Tus probabilidades de éxito siempre serán CERO!” Saito comprendió entonces por que la llamaban la Zero.