Outbreak Company Volumen 1 Prólogo
La traducción de este capítulo fue hecha gracias a la versión en inglés.
Traducido por ValkarRouse.
Prólogo: Avance[edit]
En lo profundo del bosque la gente primitiva caminaba en compañía de hombres.
Era poco después del mediodía, pero el lugar estaba oscuro. No exactamente oscuro, más como si una fina película hubiera sido grabada sobre eso. La brillante luz del sol que podría haber cubierto todo estaba bloqueada por las capas de ramas enredadas de los árboles. Solo el rastro de bruma se abrió paso entre las hojas.
Habían árboles, árboles, árboles, tan lejos como el ojo podría ver en cada dirección.Las franjas de luz en todos sus diferentes tamaños actuaban como una ilusión óptica, distorsionando la sensación de distancia. Si volteabas, sería difícil saber de qué dirección venías unos segundos antes. Las púas de acero golpeando de aquí para allá y la cuerda que corría entre ellas eran las únicas señales de manos humanas en este bosque, y los hombres se aferraban a ellas como un salvavidas.
Bosque de Aokigahara. Un denso bosque ubicado al pie del monte Fuji, popularmente conocido como el "Mar de los árboles". Desde tiempos inmemoriales, había sido un lugar favorito para los suicidios, y a veces se decía que estaba embrujado: una vez que entrabas, la gente decía: nunca regresarás. Sin embargo en realidad era un lugar turístico, con un sendero y todo. Había parques y campamentos cerca, y mucha gente venía a dar un paseo por el bosque.
Debido a la cantidad de mineral de hierro en el área, las personas afirmaban que las brújulas magnéticas no funcionaban, o que los dispositivos electrónicos se descontrolarían. Pero la verdad era que las brújulas simplemente estarían un poco desviadas, no inutilizables, mientras que la electrónica moderna estaba demasiado avanzada como para verse afectada por el magnetismo relativamente débil en Aokigahara. Estos detalles habían sido utilizados con un efecto tan dramático en libros y películas tan a menudo que la noción de "un bosque embrujado" había cobrado vida propia.
—Por Dios,— murmuró Fujita Keisuke con exasperación, —los turistas de hoy no temen a nada.—
Había algo blanco a sus pies. Un dispositivo anticonceptivo usado: un condón de goma.
—¿Quién viene hasta aquí sólo para hacer... eso?— Alguien, obviamente. Estaban fuera del sendero, pero aquí estaba la evidencia.
—Algunos niños, probablemente,— dijo fácilmente uno de los muchachos que caminaban a su lado.
El trabajo era trabajo, pero este era un trabajo deprimente. Keisuke arrojó el condón a la bolsa de basura que sostenía y lanzó un suspiro.
Keisuke y los demás se habían quitado sus familiares uniformes de color azul marino, y se habían puesto chalecos y trajes de trabajo grises. Cada uno llevaba un sombrero en la cabeza. Tenían guantes gruesos, por supuesto, y botas para escalar. Cada uno llevaba una lámpara también, una cuerda de nailon resistente, una cantimplora y otros suministros en el cinturón de su cintura. Tenían una bolsa hecha de fibra sintética en la que residía una brújula, un mapa y una radio portátil.
Las palabras "Policía de la Prefectura de Yamanashi", la organización a la que pertenecía Keisuke, estaban bordadas en su chaleco. Solo Keisuke y el hombre a su lado vestían chalecos; todos los demás llevaban un brazalete de neón en su lugar.
Eran una unidad de patrullas. El mar de los árboles era famoso por ser un lugar para suicidarse, la gente venía de todas partes de Japón para suicidarse allí. Después de todo, aunque Aokigahara podría ser un lugar turístico perfectamente civilizado, también era un vasto bosque de genealogía antigua. Si abandonabas el camino sin equipo, sin conocimiento y sin experiencia, existían muchas posibilidades de que realmente no regresaras.
Por lo tanto, se formaron unidades de patrulla, que constaba tanto de miembros de la fuerza policial local de Yamanashi como de voluntarios de todo el país. Llevaban a cabo barridas regulares de los bosques con la esperanza de encontrar y evitar posibles suicidios, o al menos descubrir los restos de los que habían llevado a cabo el acto.
El trabajo como tal había existido desde hace mucho tiempo. Pero recientemente, el trabajo de las patrullas llegó a incluir la recolección de basura.
Inevitablemente, cuando se les dice a las personas que algo es peligroso, hará que algunos de ellos estén aún más ansiosos por verlo. Algunas personas deliberadamente dejaron el camino principal como una prueba perversa de coraje, por lo que las patrullas encontraban latas vacías o colillas de cigarrillos esparcidas aquí y allá en el bosque. Como si eso no fuera suficiente, incluso hubo algunas personas que vinieron a tirar basura industrial lejos de miradas indiscretas. El bosque de Aokigahara se volvía más sucio todos los años.
—Este lugar permanecería más limpio si realmente estuviera embrujado,— se quejó Keisuke.
Su colega asintió. —Ni que lo digas.—
Entonces fue cuando oyeron el grito. Keisuke y los demás se giraron.
—¡¿Qué fue eso?!—
Los civiles participaban en estas patrullas entendiendo que eran responsables de sí mismos y, en general, la mayoría de ellos estaban acostumbrados al montañismo o la forestación. Pero aún así, si algo le sucediera a uno de ellos, la gente sin duda haría que la policía se responsabilice. Keisuke y los demás se apresuraron en la dirección del sonido.
—¡Es Kawamura-san! Él...—
—¡Cayó! ¡Él cayó!—
Los otros voluntarios estaban agrupados alrededor de donde la persona que había gritado, aparentemente un hombre llamado Kawamura, había caído. Algunas personas estaban apuntando sus linternas portátiles al suelo, mientras que otra persona bajaba rápidamente una cuerda.
—Se resbaló, ¿lo hizo?— Keisuke se abrió paso entre la multitud de civiles para echar un vistazo a la escena.
—¿Qué demonios...?— Uno de los policías murmuró en su oído.
Una fisura se abrió frente a sus ojos. Veinte metros de largo, tenía casi tres metros de ancho en su punto más ancho. La forma cónica y las hojas regadas a lo largo del borde daba más la impresión de una zanja que de un agujero.
¿Qué tan profunda era? No podían decirlo. La grieta no bajó directamente, sino que parecía inclinarse, por lo que la luz de sus linternas no llegó al fondo. Era imposible decirlo solo mirando lo profundo que podría ser. Tampoco, por supuesto, podrían confirmar la seguridad de quien sea ese tal Kawamura que había caído.
Lo más probable es que esta cueva ya haya estado presente en lo profundo de la tierra. Algo había causado el colapso del techo, tomando el antiguo molde de hojas superficiales y todo con él. En efecto, una trampa de hojas, aunque una plantada por la Madre Naturaleza y sin malicia premeditada.
—¡Eeeey!— Keisuke gritó. —¿Estás bien?—
No hubo respuesta. ¿Era tan profundo que Kawamura no podía oírlo? O...
La desesperación se plantó rápidamente sobre los voluntarios. —A esa profundidad, debe haber...—
Pero Keisuke negó con la cabeza, bajando una cuerda. —Es muy pronto para perder la esperanza. Voy a echar un vistazo.—
Se ajustó la cuerda de salvamento a sí mismo, atando el otro extremo a una raíz de árbol de aspecto robusto. Había estado en el club de montañismo en la universidad y todavía era un amante de la naturaleza, así que todo esto le resultaba familiar. Una vez estando seguro de que la cuerda estaba bien sujeta a la raíz, asintió con la cabeza a sus colegas y comenzó a moverse gradualmente sobre el acantilado y entrar en la grieta.
—Mmh.—
La pendiente de la pared era más suave de lo que había pensado. Sostenido por la cuerda, Keisuke caminó hacia atrás, dirigiéndose hacia abajo en una inclinación. El sencillo ángulo significaba que había una gran posibilidad de que Kawamura todavía estuviera vivo.
Keisuke comenzó a bajar, llamando periódicamente, —¡Eeey! ¿Te encuentras bien?— Pero todavía no había respuesta.
Finalmente, estimó que había descendido casi veinte metros. Este agujero era más profundo de lo que esperaba. Estaba comenzando a pensar que quizás debería informar, cuando una extraña sensación lo invadió.
Era como si estuviera flotando bajo el agua. Sus pies se resbalaron. Esto fue porque la pared rocosa, que sus botas habían mordido con tanta seguridad justo un momento antes, de repente flotaba. Él no sabía por qué. La cuerda estaba floja. De repente, Keisuke sintió como si no tuviese ningún peso corporal, no, eso no era. Era como si el mundo se hubiera puesto al revés...
—¡Whoa!— Gritó confundido. Sus manos arañaron el aire vacío. Su cuerpo giró. Él estaba cayendo... ¿hacia arriba?
—¡Ahhhh!—
Había perdido completamente el sentido de la orientación. Pero luego se sintió tocado por algo. Algo suave lo atrapó. Rodó dos o tres veces y luego registró que el suelo estaba completamente cubierto de hierba.
Él se quedó allí, parpadeando. Un amplio campo de hierba se extendía a su alrededor. Estaba verde en el horizonte, y por lo que él sabía, también era verde más allá de ese horizonte. Todo el lugar estaba inundado por la brillante luz del sol, y una suave brisa se estaba desvaneciendo. Prácticamente le suplicaba que se quedara y se relajara.
—... Espera,— dijo torpemente Keisuke. ¿Acaso no se había dirigido hacia el fondo de un agujero hace un momento?
Se sentó frenéticamente para encontrar a un hombre de mediana edad sentado justo en el césped, al igual que él. A juzgar por su atuendo, era ese Kawamura que había caído antes. Estaba mirando el escenario con la misma expresión estupefacta que Keisuke.
Esto no era posible Un lugar tan vasto y abierto no podría existir debajo del Mar de los Árboles.
—Es inconcebible,— dijo Keisuke en voz baja. ¿En qué parte del mundo estaban?
Inconscientemente, comenzó a buscar el pico familiar: la cima del monte Fuji. Pero no importa cuánto buscara, la más famosa de las montañas japonesas no se encontraba por ningún lado. Desconcertado, se dio la vuelta.
Y luego se congeló, sin palabras.
Por un segundo, no entendió de qué se trataba. O más bien, lo sabía, pero algún tipo de sentido común profundamente arraigado se negaba a dejarle creer que era real. Porque no podía ser. El único lugar donde existía, pensó aturdido, estaba en mitos, leyendas e historias. Y aún así...
—Un d...— gimió. A su lado, Kawamura notó su extraña expresión y se giró también, después también se congeló.
—Un d...—
Lo que había inmovilizado a los dos hombres era una gigantesca criatura azul. Incluso con las alas dobladas y las extremidades debajo, era tan grande como una casa. Estaba respirando suavemente, produciendo un viento fétido que hacía crujir la hierba. ¿Mencionamos que era masivo?
—¡¿Dragón?!—
Como en afirmación, la imposible criatura abrió la boca de par en par, esa mandíbula llenas de colmillos.
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