Daybreak:Volumen 2 Capítulo 1

From Baka-Tsuki
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Capítulo 1 - Junto al cruce de costa[edit]

La cámara estaba lujosamente amueblada y era digna de la realeza. Lo bastante espaciosa como para estacionar tres carruajes, su amplia superficie cubierta de alfombras intrincadamente decoradas de carísima lana. Armarios y cajones de caoba fina se intercalaban a lo largo de las paredes, y dos famosos paisajes en acuarela reposaban en sus marcos dorados del tamaño de estanterías. En una mesilla de noche junto a la cama había una bandeja de plata brillante, repleta de pastas para el desayuno y dulces casi demasiado bonitos como para comerse.

Nada de eso cambiaba el hecho de que el lugar era una prisión, ocupada por una niña de apenas siete años.

El sol, visible a través de las ventanas de acercaba ya a su cénit, pero la niña seguía tumbada en la cama, encogida bajo las sábanas y sólo su cabeza era visible. Sus ojos violetas estaban enrojecidos tras haber pasado la noche llorando, y algunas lágrimas todavía manchaban sus mejillas.

Ese era parte del motivo por el cual se negaba a salir de la cama. No podía permitir a nadie verla así, ni siquiera a la criada encargada de traerle la comida.

Mostrar su lamentable estado sería la peor vergüenza posible. Humillaría a la orgullosa gente de toda su nación ante los ojos del enemigo.

Tal vez fuera mejor así, pues tampoco tenía ánimo de participar en cualquier otra cosa.

El sonido de pasos apresurados resonó al otro lado de la puerta, la cual había permanecido silenciosa durante horas con excepción del tintineo ocasional de una armadura.

“Ella está dentro, no es cierto? Abre la puerta.”

La voz infantil sólo podía haberle pertenecido a un niño. No obstante hablaba con un orgullo y una confianza que rivalizaban con la de cualquier príncipe.

“Lo siento Milord, el Mariscal---“

La débil respuesta del soldado fue interrumpida antes de terminar.

“Mi padre se marchó esta mañana, lo que me deja al mando de este castillo. Tal vez no eres consciente de la insolencia de tu comportamiento hacia tu señor? La palabra de un simple guardia contra la del hijo pródigo de un Landgrave y héroe de Weichsel. A quién piensas que creerá el oficial cuando mis hombres vengan a arrestarte?”

Incluso a través de las puertas cerradas, la niña podía sentir la presión tras las amenazas del chico.

“Pero el Mariscal prohibió terminantemente cualquier---“

“Incluye eso a las criadas que sirven la comida? Incluye eso al rey en caso que decidiera personarse? Ahora soy el señor del castillo. Es de sentido común que le rinda homenaje a nuestra invitada de honor. Acaso prohibió expresamente mi padre que yo llevara a cabo mis obligaciones requeridas por la nobleza?”

“No Milord!” el soldado prácticamente gritó, y una vez más se escuchó el tintineo de una armadura a través de la puerta.

Le siguió el sonido de una llave girando en la cerradura, y la niña se apresuró a cubrirse la cabeza con las sábanas.

“Gracias, soldado. Prosiga.”

Unos pasos ligeros entraron, y las gruesas puertas se cerraron tras ellos con un golpe seco.

Durante un minuto, nada ocurrió. Entonces la chica escuchó pronunciar una única palabra cerca de la puerta, pronunciada en Antiguo Dracónico -- el lenguaje preferido en todo Hyperion para los hechizos mnemónicos.

Entonces debe ser mayor que yo, pensó la chica. Ella era un año demasiado joven para aprender, y pocos magos lograban lanzar hechizos de verdad antes de los diez años.

“Sé que estáis despierta. No os preocupéis; eso era un simple hechizo de Silencio dirigido hacia la puerta.”

Ella no se movió ni respondió, así que el chico continuó hablando con tono seguro:

“Mi nombre es Pascal Kay Lennart von Moltewitz, hijo del Mariscal de Campo de Weichsel, Karl August von Moltewitz y heredero del Landgrave de Nordkreuz. Qué hay de Su Alteza?”

Ella siguió sin responder, y pronto se hizo un tenso silencio entre ambos.

Pasó un minuto...

Pasaron cinco minutos...

Diez minutos después, la chica se preguntaba si él se habría marchado sin hacer ruido, con el sonido de la puerta silenciado por el hechizo.

Se asomó lentamente desde debajo de las sabanas y se topó cara a cara con un chico de su misma edad.

Pascal tenía una ligera sonrisa bajo unos ojos turquesa brillantes de curiosidad. Sus rizos dorados estaban pulcramente cortados y le cubrían ambas orejas. Tenía el rostro bien proporcionado y una complexión equilibrada. Con apenas siete años, era evidente que crecería hasta convertirse en un joven apuesto.

Por un instante se quedó paralizada, cautivada por su mirada, antes de volver a cubrirse con las sábanas.

“Por cierto, acabo de verle los ojos. No necesita seguir ocultando las lágrimas.”

Sus tranquilas palabras sólo sirvieron para molestarla todavía más.

“NO estoy llorando!” declaró ella mientras apartaba el edredón de golpe.

“Por supuesto que no. Sois una princesa lotharina. Aunque...no sois exactamente como esperaba.”

Con esa mirada de curiosidad, el lento discurso de Pascal resultaba...irritante.

“Esperabas que llevara una tiara de flores apropiada para los bárbaros de Rhin-Lotharingie o algo así!? Weichselinos arrogantes, no sois mejores que los Imperiales!” replicó ella, casi gritando.

A pesar de ello, Pascal sonrió:

“Nada de eso, pero pensaba que las princesas tenían más...ya sabéis, carácter. Arrodíllate ante mí! y ese tipo de cosas...”

Sus mejillas enrojecieron por la vergüenza, seguida de cerca por la irritación y la ira.

No necesitaba a ningún señorito de Weichsel para darle ese sermón. Ya lo había oído de sobras durante su infancia. Como la menor y tercera hija de Geoffroi el Grande, Emperador de Rhin-Lotharingie, había pasado años mimada por sus dos hermanos mayores. Los dos eran perfectos caballeros, tan apuestos como habilidosos, tan capaces como amables. Pocas hermanas menores disfrutaban de los cuidados de un hermano mayor amable y cariñoso, mucho menos de dos. Pero aunque los amaba a ambos con todo su corazón, no podía evitar sentir un complejo de inferioridad cada vez que los observaba desde lejos.

Tampoco ayudaba escuchar los cotilleos de los nobles e incluso de los sirvientes, oculta tras las esquinas. Admiraban lo buenos príncipes que eran sus hermanos, mientras comentaban que ella parecía más la hija de una condesa que una princesa.

“--Por supuesto, nada de eso importa realmente,” prosiguió el chico llamado Pascal. “Pero hay que seguir ciertos protocolos.”

Entonces hizo una reverencia, sus manos se movieron realizando a la perfección los gestos de un noble haciéndole una petición a una dama:

“Me concedería el honor de poder escuchar su nombre, mi hermosa princesa?”

El cumplido 'hermosa' no era uno que ella pudiera aceptar seriamente, pero aun así se sentó en la cama y respondió con dignidad:

“Sylviane Etiennette de Gaetane, hija del Emperador Geoffroi Jean de Gaetane del Imperio de Rhin-Lotharingie.”

Pascal volvió a enderezarse, con una sonrisa juguetona en su rostro:

“A que no ha sido tan difícil? Pero no me sorprende que en una habitación tan cargada uno llegue a deprimirse. En qué estaría pensando padre? Sin mapas, ni proyectores, ni siquiera un simple estante de libros, no hablemos ya de la luz del sol y el aire fresco necesarios para que la mente florezca!”

La chica llamada Sylviane parpadeó. Las frases del chico eran casi…contradictorias. Según los sirvientes de palacio, los tres primeros objetos de su lista eran precisamente los culpables de recargar una habitación. En cuanto a la luz del sol y el aire fresco, no eran comodidades normalmente ofrecidas a los prisioneros de guerra como ella.

“Entonces! Qué va a ser, princesa? Se atreverá a aventurarte al exterior de una tierra extranjera en territorio enemigo? O se esconderá en este dormitorio, acumulando polvo y humedad como los caros pero inútiles muebles de una sala de trofeos?”

Quién se ha creído que es!?

Su temperamento, a pesar de no poder compararse al de la realeza, iba finalmente en aumento.

Y lo más extraño de todo, a Pascal parecía alegrarse por ello.

“Solo si vuestras bravatas son capaces de sacarme de esta habitación,” replicó ella.

“Ningún caballero podría rechazar ese desafío. Entonces, nos ponemos en marcha?”

Pascal le ofreció una mano, pero Sylviane se limitó a mirar hacia abajo, a la blusa blanca con lazos violetas que llevaba puesto.

“Primero necesito cambiarme.”

“Por supuesto,” él se dio la vuelta y comenzó a caminar.

Pero en vez de marcharse, se dirigió hacia uno de los armarios cercanos y sacó un vestido largo de color morado, y volvió hacia ella.

“Permítame ayudar,” ofreció mientras estiraba el vestido sobre la cama.

“Cuando has visto a un hombre que no sea su marido ayudando a una dama a vestirse!? Ahora FUERA!” espetó ella.

No se le pasó por alto la sonrisa divertida de Pascal mientras se alejaba.

Mientras Sylviane se ponía el vestido dos tonos más claro que su cabello oscuro, escuchó al chico lanzar a los guardias del exterior más amenazas veladas, intercaladas con tentativas de soborno.

“--De qué le servís a mi padre si vuestra unidad al completo no son capaces ni de vigilar a dos niños junto al lago!? O acaso pensáis que no se os hará responsables si padre vuelve y la encuentra gravemente enferma por haber estado encerrada en una habitación oscura todo el día? No sería mejor para todos los implicados respirar aire fresco y al mismo tiempo ganar unas platas extras para tomar unas copas este fin de semana...?” En un solo encuentro, Sylviane decidió que nunca había conocido un noble --o hijo de noble-- tan maleducado, audaz, impertinente y...el Santo Padre la perdonara, tan interesante como Pascal.


----- * * * -----


“Todavía no puedo creer que esté sentada junto al lago Cross.”

Los ojos violáceos de Sylvianne surcaron las aguas calmas, hacia su tierra natal situado en la costa opuesta que se difuminaba tras el horizonte. Era un pacífico día de otoño. El relajante sonido de las calmadas olas contra el embarcadero de piedra era la esencia misma de la tranquilidad en el segundo mayor lago al norte de Hyperion. No pudo evitar sentir una punzada de nostalgia que le humedeció los ojos.

La princesa contuvo las lágrimas con todas sus fuerzas. Éste no era lugar para ser vista llorando.

Aparte de Pascal, quien yacía tendido de espaldas en un terraplén de hierba, también había unas dos docenas de guardias vigilándolos. Algunos eran hombres de armas de Pascal, y habían dominado la discreción típica de los guardaespaldas. Pero la mayoría eran soldados de guarnición responsables de la princesa cautiva, y ella podía sentir las miradas clavándose en su espalda continuamente.

Sylviane tenía suficiente entrenamiento básico en artes marciales para darse cuenta de lo suicida que resultaría enfrentarse a tantos soldados a la vez, incluso suponiendo que tuviera un arma. Pero aunque estuviera indefensa, no les mostraría ninguna debilidad.

“A ver si adivino -- a vuestro padre le gustaría estar aquí,” inquirió Pascal con indiferencia tras pensarlo un momento.

Ella casi suelta la verdad antes de contenerse y optar por una respuesta más neutral:

“Por qué decís eso?”

Pascal volvió a sentarse y clavó sus ojos turquesa en los de ella una vez más.

Sabéis cómo de importante es este lago a nivel estratégico?”

No era una pregunta, era un desafío.

Sylviane empezaba a darse cuenta de que muchas de las palabras de ese chico de siete años eran precisamente eso: desafíos, pruebas.

Pero para qué? No tenía ni la menor idea.

“No recuerdo bien los mapas, pero padre dijo una vez que el lago Cross es donde se reúnen los ríos de Lotharingie antes de fluir hacia el mar.”

“Sabéis lo que eso implica?” volvió a preguntar él.

Sylviane se tomó un minuto para pensar en ello. Incluso para la nobleza, ella era demasiado joven como para haber recibido educación en estrategia militar o económica. Pero era fácil entender la importancia de los ríos para el transporte, y por lo tanto para todos los aspectos de la civilización.

“Ummm...quien domine el lago Cross, controlará también los dos mayores ríos de Rhin-Lotharingie, y...a través de ellos tendrá influencia en las tierras interiores de Lotharingie?”

Tardaría años en darse cuenta de cuánto cambió su vida esa simple respuesta dada por una niña de siete años.

“'Controlar' es un término algo excesivo...” siguió el chico. “Pero definitivamente tendrá una gran influencia militar, y tal vez dominio sobre el comercio. Y eso sin mencionar el tercer río, Nordkreuz, que fluye hasta aquí desde las tierras al norte del Sacro Imperio. Podría decirse que éste lago es el epicentro, la posición estratégica más importante al norte de Hyperion.”

Pascal se encogió de hombros y esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

“Pero bastante bien! Guau, una princesa es una princesa. No os parecéis en nada al resto de hijas nobles. He conocido a muchas que con el doble de vuestra edad apenas sabían nada aparte de cotillear y algo de arte.”

Era la primera vez que Sylviane recibía palabras tan conflictivas fuera del entorno familiar. Por una parte, su sinceridad sobre su valía como 'princesa' era tan genuina que casi podía saborearla. Por otra parte, había insultado de forma indirecta uno de sus intereses favoritos -- interés alentado por sus padres y alabado por los nobles.

Entre la modestia tímida y la réplica molesta, su orgullo rápidamente escogió la última:

“Qué tienen de malo las artes?” Sylviane hizo pucheros. “Me gusta la música -- especialmente la música lotharina. Es festiva, alegre y fácil de entender. Siempre consigue subir el ánimo. No como vuestras orquestas weichselinas, todo marcial y limitado a tambores y trompetas.”

“Eso es porque la música lotharina desciende de las canciones folclóricas. Son populares incluso aquí en Weichsel. Pero me ha malinterpretado, Alteza...”

“Con Sylviane es suficiente,” le cortó ella. “Todo este numerito de ‘Su Alteza’ cuando en realidad eres tú quien está al mando es como si te estuvieras burlando de mí.”

La verdad sea dicha, Sylviane no podía evitar sentir envidia de Pascal. Ella siempre se había sentido intimidada por su rango real, siempre temiendo no estar a la altura las expectativas puestas en ella. Y en cambio justo a su lado había sentado un chico que hablaba y se comportaba como si hubiera nacido para mandar.

“Claro, princesa Sylviane,” Pascal sonrió, ignorando por completo la mirada fulminante de ella. “Como iba diciendo, no tengo nada contra las artes. Pero la gente no vive sólo de arte y cultura. De qué sirve el arte cuando la gente muere de hambre por una mala gestión de agricultura, o cuando la falta de comercio hunde al pueblo en la miseria? Padre cree que demasiados nobles se olvidan de ese hecho cuando educan a sus herederos -- en especial a sus hijas-- y yo estoy de acuerdo.”

“Pero madre y padre dijeron que era demasiado joven como para aprender lo que estudiaron mis hermanos mayores.” -respondió ella con aplomo. “Por el momento querían enseñarme etiqueta real. Dijeron que un interés por las artes mejoraría mi imagen.”

“Etiqueta real? Eso es fácil de fingir. Observa!”

Pascal se puso en pie sobre el dique. Con la espalda recta y la barbilla alzada, comenzó a gesticular severamente hacia el lago con los dedos estirados mientras ponía una voz deliberadamente aguda:

“Hmph! Deberías estar agradecido! Este es un regalo real de la casa de Gaetane…!”

“No te equivoques. Sólo te estoy recompensando por tus logros...”

“Como princesa, debo mostrar mi amabilidad a los sirvientes leales; eso es todo!”

Entonces volvió con gracia a su asiento de hierba.

“Y bien? Qué te ha parecido?”

Los ojos hechizados de Sylviane estaban a medio camino entre el asombro y la estupefacción.

“Sin duda tiene 'actitud'. Pero no se parece en nada a lo que mis tutores me enseñaron.”

“Por favor! Qué sabrán esos ancianos sobre ser una princesa!?”

Al hablar sobre los tutores, la voz de Pascal estaba cargada de un desdén no dirigido hacia ella:

“Despedí a tres de ellos antes de que padre se diera por vencido. Ni uno sólo de ellos era rival para mí, ya fuera en un desafío de voluntad o de conocimiento, y siempre acababan recurriendo a la violencia barbárica! Si vuestra madre os aconsejara sería algo completamente distinto, por supuesto.”

“Madre era la única hija de un conde antes de casarse con padre,” respondió ella. “A pesar de cuanto la queremos, nunca se ha acostumbrado a ser emperatriz. No sería capaz de pedirle consejo!”

“Un simple conde?” Pascal alzó una ceja. “Los matrimonios entre nobleza no se hacían con una mayor ganancia política en mente? Un simple condado no puede hacer mucho para respaldar la autoridad de un emperador.”

Sylviane le lanzó una mirada de irritación. Sólo entonces advirtió que no había condescendencia en sus ojos, solo curiosidad y sorpresa.

Tras respirar profundamente y recuperar una vez más su 'compostura real', la princesa comenzó a explicar:

“Padre siempre dice que los matrimonios políticos son disparates propios de los nobles cortos de miras, y que bajo ningún concepto será la costumbre de los 'Gaetane'. Nos explicó a mis hermanos mayores y a mí que como miembros de la realeza el futuro de la nación depende de nosotros y por eso debíamos elegir bien con quién casarnos y crear familiar cálidas y cariñosas. Porque sólo una buena familia puede criar a un buen heredero, y sólo un hijo con una mente sana puede convertirse en un excelente señor...”

Se detuvo un momento y dudó antes de continuar:

“Todavía soy una niña y no lo entiendo del todo. Pero sé que tienen razón! Gracias a padre y madre mis hermanos son unos jóvenes tan amables, listos y diligentes. La idea de decepcionar o avergonzar a padre o madre después de todo lo que han hecho por nosotros...no creo que ninguno pueda soportar eso.”

Girándose hacia el lago, Pascal pensó en ello mientras sus rizos dorados ondeaban con la brisa. Entonces, sin apartar los ojos de la distancia, habló de forma pensativa:

“Probablemente tengáis razón. Mi madre murió antes de que la conociera, y padre está demasiado ocupado como para volver a casa a menudo. Pero sin importar cómo de cansado o lejos esté, siempre se asegura de escribirme o mandarme largos mensajes cada semana a través de nuestro mayordomo Karsten. Él es uno de los motivos por los cuales quiero aprender todo tipo de asuntos de estado, y también magia--!

La voz de Pascal iba en aumento con la emoción:

“No puedo esperar al día en que pueda recibir hechizos Llamada directamente de él!”

Cuando por fin volvió a girarse y se topó con los ojos amatista de la princesa, la mirada de Pascal resplandecía con luz nueva mientras repetía sus palabras de antes:

“Como ya he dicho, una princesa es una princesa! Sois muchísimo mejor que todas las demás nobles!”

Esta vez, Sylviane no tenía otro humor con el que distraerse. Esta vez, volvió la cabeza con timidez mientras sus mejillas enrojecían levemente.

“Eres la primera persona fuera de mi familia que dice eso con sinceridad,” admitió ella. “Los demás siguen susurrando a mis espaldas que no tengo suficiente gracia o belleza, o que me falta encanto aristocrático o finura...”

“Por favor, decidme que no le prestáis atención a esos idiotas,” cortó Pascal con una mirada insistente, casi imperativa, ejerciendo más presión que cualquier tutor que ella hubiera conocido:

“Cierto, algunos nobles 'parecen' agradables -- vistosos como un pavo real! Y aproximadamente con el mismo cerebro! He conocido a unos cuantos, y su nivel de inteligencia apenas alcanza para chillar como cerdos y elegir qué color de plumas admirar mañana. Por mí todos esos ‘nobles’ podrían tirarse por un barranco, el mundo no los echaría de menos.”

Sylviane sabía que su discurso era bastante excesivo y cruel por no decir horrible, pero a pesar de todo sonrió mientras él cargaba contra toda esa gente con quien ella siempre tuvo un complejo de inferioridad.

Con el desdén rápidamente evaporándose de su mirada, Pascal recuperó su voz de elogio:

“Pero ser una verdadera princesa -- eso requiere habilidad y conocimiento. La etiqueta real también es importante, pero eso es muy fácil de aprender! Lo que de verdad requiere esfuerzo es todo lo demás. No puedo decir que haya aprendido lo suficiente para enseñarte, pero puedo ayudarte a estudiar!”

En ese momento, Sylviane creyó que Pascal estaba alardeando. Después de todo, incluso siendo más inteligente que la media, hasta qué punto podría entender un niño de siete años sobre asuntos de estado y gobierno?

Unos días después, la princesa se dio cuenta de hasta qué punto estaba equivocada.

Mientras otros chicos de su edad pasaban la mayor parte del tiempo jugando fuera mientras aprendían lengua, números, etiqueta y equitación, Pascal ya se había adelantado varios cursos. En vez de comparar vestidos y pasos de baile o pantomimas con espadas de madera, el joven señor pasaba cada día llevándola a estudiar mapas y libros:

-- Sectores administrativos y el acoplamiento sinérgico de la eficiencia directiva.

-- Redes comerciales y la necesidad de puntos de convergencia para la expansión del transporte.

-- Zonas climáticas y las inevitables limitaciones de la agricultura basadas en el clima.

-- Mapas de recursos y el emplazamiento óptimo de las cadenas de producción de suministros.

-- Fortalezas militares y su potencial para el apoyo mutuo y la defensa coordinada.

La lista seguía...

Sylviane permaneció durante un año en la finca de von Moltewitz en el Landgraviato de Nordkreuz como rehén político. El Landgrave Karl August von Moltewitz nunca le faltó al respeto, e incluso el rey Leopold de Weichsel la trató como a un miembro de la realeza durante su visita de cortesía. Sin tener en cuenta sus libertades limitadas y la docena de soldados siguiéndola a todas partes, uno podría fácilmente confundirla por la hija de cualquier otro noble quedándose en la finca fortificada como compañera de estudios de Pascal.

Pero tras varios meses de estudio conjunto, Sylviane comprendió que ella nunca había sido una extranjera para él. Había sospechado desde la primera semana que todo su encuentro con Pascal podía haber sido orquestado por Karl August von Moltewitz. Pero al final, poco importaba si el viejo Mariscal estaba planeando y conspirando o no, porque Pascal era sincero.

Había sido una valiosa oportunidad para Pascal de granjearse un nuevo amigo.

...Uno de los pocos que tenía.

Y a pesar de todo el tiempo pasado juntos en las bibliotecas y estudios, a pesar de tantos debates acalorados junto al lago y paseos tranquilos, fueron las palabras de Pascal durante el primer día junto a la costa del lago Cross las que se grabarían a fuego en su memoria:

“Decidle a vuestro padre que en mi opinión debería contratar sanadores para examinar de la vista a los nobles de la corte,” dijo como si tal cosa un Pascal de nueve años mientras apartaba sus hermosos ojos turquesa de la puesta de sol y se giraba hacia ella.

Sylviane soltó una risita. Decir cosas como 'dile al emperador que haga esto' eran algo...muy típico de Pascal.

“Y eso por qué?”

“Porque estar ciegos sería su única excusa por menospreciar el aspecto de la chica más hermosa que jamás he conocido.”

Pascal parecía irradiar luz propia con su infantil inocencia y su total descaro.

Durante un segundo, Sylviane pensó que había oído mal.

Un segundo después, pensó que estaba bromeando o tratando de provocarla otra vez.

Entonces, su rostro enrojeció como una manzana al darse cuenta de que iba totalmente en serio. El calor en sus mejillas era tal que no le hubiera sorprendido si su aturdida mente, sus temblorosos hombros, su palpitante pecho...todo su cuerpo hubiera comenzado a desprender vapor.

Apartó los ojos reflexivamente para rehuir la mirada de Pascal y la fijó en las azules olas del lago.

“N-n-no te sobrepases con tanta adulación,” murmuró. “Sigo siendo la Princesa Real de Rhin-Lotharingie!”

“Por supuesto, Su Alteza.”

Un alegre orgullo brotó en el interior de Pascal mientras alzaba la mano de Sylviane y depositaba un beso en el dorso.

...

Sylviane nunca averiguó si Pascal lo hizo a propósito o fue resultado de su falta de sentido común. Pero a su padre no le gustó nada el concepto de Pascal sobre la ‘etiqueta real’. Con el resto de la familia ahora ausente, el emperador Geoffroi se encargó personalmente durante meses de eliminar hasta el último vestigio de esa influencia sobre Sylviane.


----- * * * -----


“Alteza?”

Las palabras de Sir Robert de Dunois, mago Caminante y caballero jurado Oriflamme de la Princesa Celeste, devolvió a Sylviane al presente. Le veré muy pronto, pensó.

“Sólo estaba planeando algo, no pasa nada, Sir Robert.”

La princesa heredera Sylviane mintió a través de su máscara real de imperturbable confianza. Sentía los hombros pesados, cargados con la responsabilidad de obtener la victoria o la derrota del reino entero. Pero no podía permitirse revelar sus preocupaciones -- ni a sus guardias de mayor confianza, ni a los ministros de la corte, a nadie, excepto tal vez a los dos hombres más importantes en su vida.

Cuentos de hadas aparte, ser una princesa real nunca había sido una vida fácil. Era dura, solitaria y absolutamente agotadora.

Por eso ningún auténtico heredero de los 'de Gaetane' había ansiado jamás el trono.

Sylviane alzó la mirada, desde la plaza donde se situaban las balizas de teletransporte diplomático en Königsfeld hacia el poderoso Castillo del Dragón Negro que se cernía sobre la ciudad. La pavimentada Carretera Real de Drachenlanzen era recta y ancha, flanqueada a ambos lados por los mejores hombres del rey. Sus uniformes eran del negro sobre rojo de los Caballeros Fantasma, iluminando los bordes del camino como humeantes y ardientes braseros. Pero junto a la puerta donde se encontraba el comité de bienvenida, los colores eran sustituidos por los tonos oscuros de las Águilas Negras.

“El Dragón Negro se alza ante nosotros. Formad y mostradles el honor de Rhin-Lotharingie!”

“Si, Alteza!”

Mientras Sylviane avanzaba, sus doce caballeros jurados Oriflamme -- los segundos mejores caballeros de Rhin-Lotharingie -- formaron tras ella con pasos perfectamente coordinados para formar las alas de una V invertida. Todos ellos llevaban uniformes blancos y celestes, rematados con una capa encantada donde ondeaban llamas blanco-doradas a juego con sus ardientes ascuas.

A su alrededor, los ciudadanos de Weichsel observaron impresionados mientras la cuña de llamas blanco-doradas de los Oriflamme avanzaba hacia el Dragón Negro como si extendiera sus garras, anunciando una unión de supremacía soberana.


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