Daybreak:Volumen 2 Capítulo 7

From Baka-Tsuki
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Capítulo 7 - Acción Decisiva[edit]

“A lo largo de la semana, hemos interceptado seis columnas de Skagen con tamaño superior a un batallón, treinta y tres destacamentos más pequeños y arrasado diecinueve puestos avanzados y almacenes. La segunda oleada cruzó la frontera de Skagen hace tres días, añadiendo otra intercepción mayor a la cuenta y montando un exitoso asalto nocturno al campamento militar de Kajana. En total, les hemos causado entre diez y trece mil bajas, incluyendo a quienes se rindieron y dejamos marchar. Eso representa más de la mitad de las fuerzas del enemigo movilizadas en la península...”

El 'centro de mando móvil' de una única habitación se había expandido hasta el tamaño máximo a partir de su forma reducida original, parecida a una caja. Unas treinta personas abarrotaban el interior, variando desde doce comandantes de compañía hasta una princesa extranjera. Se hallaban reunidos alrededor de una proyección topográfica tridimensional donde aparecían resaltados los movimientos conocidos tanto de aliados como de enemigos.

Mientras tanto, el teniente coronel Hans Ostergalen continuaba su análisis operativo:

“--Nuestras propias bajas en el primer escuadrón rondan el veinticinco por ciento, muy concentradas en la caballería regular. En la cuenta se incluyen 364 muertos y otras 77 heridas irrecuperables...”

Dadas las maravillas de la magia curativa moderna, el término heridas irrecuperables significaba una cosa: la pérdida de una extremidad por parte de un mago. A pesar de la disponibilidad de hechizos de Regeneración, su complejidad hacía difícil si no imposible imponerse a la resistencia contra el éter de otros hechiceros. Cualquier apéndice cortado que no fuera rápidamente recuperado y reconectado por un sanador corría el riesgo de sufrir una mutilación permanente.

“--Eso reduce la fuerza de nuestra caballería de vanguardia al sesenta por ciento. Entretanto, hemos recibido a los Lanceros Negros con nuevos cadetes como refuerzos, incrementando nuestra dotación de Fantasmas a dos compañías completas.”

El teniente coronel estaría quedándose prematuramente calvo y sus arrugas profundamente arraigadas en su ceño, pero los ojos azules con los que escudriñó a todos los presentes seguían llenos de energía juvenil. Sus labios se ensancharon una amplia sonrisa de felicitación cuando por fin anunció:

“El día de hoy, la primera fase de la Operación Tifón Blanco ha finalizado con éxito.”

Pero el general von Manteuffel no les dio a los oficiales reunidos la oportunidad de aplaudir, y en vez de eso prosiguió:

“Eso no significa que podamos dormirnos en los laureles. A partir de ahora ya no contaremos con el factor sorpresa, y nuestro impulso inicial ha desaparecido. Según la información de nuestros exploradores y las Águilas Negras, las fuerzas de Skagen se han consolidado en su ciudad fortificada más cercana, probablemente con órdenes de esperar a la llegada de la fuerza principal desde la Isla Fimbulmark. Eso significa que para nosotros no habrá más victorias fáciles en campo abierto.”

Algunos de los comandantes comenzaron a hablar en voz baja entre ellos. La mayor debilidad de un ejército compuesto totalmente de caballería era su incapacidad para asaltar fortificaciones bien defendidas. Cierto, los Reiters y los Fantasmas podían bombardear los muros de la ciudad mientras los demás desmontaban para el asalto. Pero no disponían de la munición o la resistencia típicas de la artillería de asedio, ni tampoco los masivos números de infantería necesaria para una batalla tipo carnicería.

“Precisamente por eso vamos a obligarlos a salir,” dijo el general con una leve sonrisa. Para un hombre cuyas expresiones eran tan imperturbables como la piedra, resultaba una sonrisa verdaderamente nefaria y digna del nombre 'Manteuffel' -- el hombre-demonio (Man-teuffel).

“Capitán, por favor explique el plan tal y como lo detallamos.”

“Sí, señor,” confirmó el capitán Sir Pascal von Moltewitz, Oficial Táctico del Primer Escuadrón, mientras expandía el bastón en su mano hasta formar una vara retráctil de metal.

“Como todos saben, nuestras fuerzas actuales no cuentan con equipamiento suficiente como para lanzar un asalto urbano. Por lo tanto, es imperativo que provoquemos a nuestros enemigos para que presenten batalla, y para ello amenazaremos su posición más estratégica...”

Con unos golpecitos de su puntero, Pascal dirigió la atención de todos a una ciudad portuaria situada en el extremo noroeste de la península:

“Nordkapp es el único objetivo que consideramos digno para este propósito. No solo es el principal enlace del tráfico entre la peninsula y los interesas de Skagen en la Isla Fimbulmark, sino que además es el único puerto fortificado con tamaño suficiente como para anclar la Flota Skagen del Mar Nórdico. En otras palabras, Nordkapp es el único lugar donde su fuerza principal puede desembarcar y al mismo tiempo mantener sus barcos relativamente protegidos -- o por lo menos, tanto como puedan protegerlos contra nuestros Fantasmas merodeadores.”

A ese comentario le siguieron algunas risas siniestras. EL rey había llegado a Nordkreuz dos días atrás escoltado por los Vientos del Norte, una compañía de Caballeros Fantasma especializada en patrullas costeras y destrucciones navales. Durante la campaña de otoño, esa unidad en solitaria había hundido la mayoría de la flota anclada de Västergötland.

“Por lo tanto, asediaremos Nordkapp con sólo una parte de nuestras fuerzas,” continuó Pascal con tono firme. “No lanzaremos una ofensiva total contra las fortificaciones ni sus muros, en vez de eso reduciremos sus números y las defensas. Les haremos creer que se enfrentan a unos pocos centenares de tropas -- por ejemplo los restos del Primer Escuadrón tras sufrir numerosas bajas. Con el Segundo Escuadrón avanzando al norte hacia nosotros, parecerá que los atacaremos en cuanto lleguen nuestros refuerzos a menos que aumenten la guarnición. Dada la importancia de Nordkapp para los Jarls de la península, contamos con que lo harán. Tal vez incluso traten de aprovechar la oportunidad para recuperar su honor eliminando a nuestras debilitadas fuerzas en un ataque conjunto.”

“El coronel von Konopacki y yo desmontaremos el campamento al caer la noche y nos dirigiremos hacia Nordkapp con la primera y la tercera compañía de caballería de Nordkreuz, además de los Reiters de Nordkreuz y Kostradan. Levantaremos fortificaciones de asedio ocultos en la oscuridad. Mañana por la mañana, comenzaremos un tiroteo con los defensores de la ciudad. Con nuestros Fantasmas y la princesa Sylviane en paradero desconocido, el enemigo asumirá que se encuentran cazando unidades más pequeñas de manera independiente -- obligándoles a que cualquier ayuda que manden sea del tamaño de un batallón o superior.”

“Y en ese momento será cuando el resto de nosotros marchemos...y los aplastemos,” el general se envolvió en su capa con un teatral movimiento de su inmenso puño, sus dedos de granito tan duros como su rostro pétreo.


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Kaede contuvo un bostezo mientras se acercaba unos binoculares a los ojos. El aumento no era comparable a sus equivalentes modernos; pero desde su posición estratégica en lo alto de una torre de artillería en el extremo del flanco derecho, era más que suficiente para inspeccionar a los defensores sobre los muros de piedra.

Para ser más precisos, estaba observando a un equipo de artillería cargar su arma -- una balista rotatoria tipo escorpión montada sobre ruedas.

Estaban trabajando sobre uno de los baluartes a unos cuatrocientos metros de distancia, apenas visibles por la niebla que cubría toda la zona.

“Salva!” gritó el teniente en su torre.

Una salva de proyectiles de éter multicolor se estrelló contra el baluarte. Muchos fueron detenidos por las almenas, donde se disiparon inofensivamente gracias a los hechizos Barrera potenciados por energía ley y distribuidos a lo largo del muro exterior.

Pero tres disparos dieron en el blanco.

Uno acertó al objetivo justo debajo del casco, matándolo incluso antes de que su cuerpo cayera al suelo. Otro artillero cayó debido al impacto y se desplomó desde los muros, con la columna rota por el doble impacto de fuerza cinética.

“CUIDADO!”

Kaede dirigió sus prismáticos al lado izquierdo, el aumento se reajustó automáticamente. Esta vez el grito vino desde el lado de Weichsel. Dos disparos de catapulta con runas inscritas habían impactado contra la segunda torre de artillería a su izquierda, justo antes de que los hechizos sónicos imbuidos los hiciera estallar en una lluvia de metralla y rocas afiladas.

Puesto que la alquimia era un proceso simple cuando se usaba para transmutar materiales parecidos, los hechiceros de Weichsel habían construido sus torres durante la noche convirtiendo la nieve compactada en hielo sólido. La torre de artillería se alzaba más sólida que cualquier construcción de piedra y mortero, pero a pesar de todo comenzó a inclinarse lentamente a medida que su integridad estructural se veía más comprometida con cada segundo. Los pelotones de Reiters a pie en lo alto de la torre saltaron y planearon por el aire hasta un lugar seguro unos instantes antes de que el hielo fracturado finalmente cediera.

La torre congelada se desmoronó como un castillo de naipes, abriendo un agujero en el muro levantado para proteger las trincheras de nieve contra el fuego enemigo. A pesar de ello, el resto de Reiters y tropas de caballería desmontada a lo largo de las edificaciones siguieron disparando con hechizos y ballestas contra la ciudadela.

Este intercambio de fuego llevaba repitiéndose toda la mañana. Con dos compañías completas de Nobles Reiters, las fuerzas de Weichsel podían imponerse a la protección contra hechizos de las Barreras protegiendo los muros y abrir brecha en las fortificaciones. Pero el lanzamiento continuo de hechizos con tanto poder también dejaba a los magos agotados. Como no disponían de fuerzas para un asalto directo, el coronel von Konopacki había dado órdenes estrictas de limitarse a magia sostenible -- hechizos de bajo nivel, con una demanda de éter fácilmente recuperable.

Protegidos tras un viento brumoso y muros de hielo, los magos de Weichsel volvieron a mostrar su fuerza. Proyectiles de éter puro que no obedecían a la gravedad ni al viento, combinando precisión máxima y daño letal. Al mismo tiempo, la distancia obligaba a los defensores a disparar en arcos parabólicos, los cuales tenían dificultad para acertar a cualquier cosa que no fueran formaciones muy concentradas. Sus rocas de fragmentación rúnicas podrían haber segado muchas vidas de no haber protegido los oficiales de Weichsel a sus hombres con protecciones Repulsión de la Legión para desviar proyectiles con poca masa como flechas y metralla.

Aun así...no podemos ganar en una batalla de desgaste, pensó Kaede. Si sus refuerzos no aparecen pronto, todo esto no habrá servido de nada.

Deseó que Pascal pudiera mantenerla al tanto de las noticias del centro de mando, pero un segundo al mando tenía cosas mejores que hacer que repetir mensajes. Para ella y otros capitanes que conocían el plan de batalla pero no la situación actual, era una experiencia angustiante.

Lo único que podemos hacer es confiar en nuestros camaradas, tanto aquí como en los demás sitios...

“AHHHhhhhhhhh!”

El grito de dolor vino desde su espalda, y Kaede se dio la vuelta al instante.

Un proyectil de balista del tamaño de una jabalina había alcanzado a uno de los magos de su torre. El proyectil potenciado con runas había atravesado todas sus barreras antes de perforar su pecho. Después, la inercia lo lanzó por encima del borde de la torre. Gritandose y retorciéndose, el cabo cayó desde una altura de dos pisos antes de estrellarse contra la nieve más abajo. El suelo nevado amortiguó la caída, pero astilló la flecha clavada en su torso.

Todo sucedió tan rápido que a nadie tuvo oportunidad de lanzar siguiera un conjuro Cojín de Aire. Dos médicos en las inmediaciones se apresuraron a colocar al cabo en una camilla, pero ya se había convertido en un cadáver inmóvil.

La mente de Kaede se quedó completamente en blanco. Lentamente se volvió hacia el enemigo, sabiendo que el próximo virote podía poner fin a su vida. Su cuerpo comenzó a temblar de nuevo -- aturdida por la visión de la muerte justo a su lado.

Entretanto, los defensores empujaron otra balista escorpión hasta esa posición; la tercera en el mismo baluarte, con una cuarta siguiéndola de cerca...

Kaede, ordena al teniente que se deshaga de esa batería. Combinación niebla ardiente.

La voz firme de Pascal resonó en su mente, arrastrándola de nuevo al presente.

“T-t-teniente, órdenes del cuartel general,” balbuceó Kaede antes de tomar aliento para calmarse. “Elimine a la batería de balista, combo de niebla ardiente.”

El teniente, un joven noble que aparentaba estar cerca de la 'treintena', arqueó una ceja antes de asentir, algo vacilante: “entendido.”

Entonces se giró hacia su 'escuadrón', un grupo de magos sacados de su pelotón en la 3ª compañía de caballería de Nordkreuz:

“Gaseadlos. Yo lo encenderé.”

Los demás asintieron antes de cambiar su aura mágica por una más adecuada para el lanzamiento de hechizos de gran tamaño y baja precisión.

Aura de bombardeo!

Desde la sugerencia de Pascal dos semanas atrás, Kaede había estado practicando su percepción mágica. Pero ni siquiera necesitaba concentrarse para notar el ligero estallido producido por la expansión de sus auras.

Campo de Condensación Niebla Ardiente!” gritaron seis de ellos, con las manos extendidas creando rayos de éter refinado hacia su objetivo.

Ignición!” el teniente siguió su ejemplo.

Los primeros seis rayos pasaron sobre los muros y se esparcieron por el aire como nervios en una hoja. No dejaron ningún efecto visible, excepto por el choque del éter contra algún tipo de barrera en forma de burbuja de algún mago defensor. En la distancia, los agudos sentidos de Kaede captaron unas palabras de queja que no entendió. Un grito agudo le siguió justo después --el cual aparentemente significaba 'dispersaos' o 'corred'.

Apenas tuvieron tiempo para dar unos pocos pasos...

El último hechizo impactó, y el mismísimo aire sobre el baluarte explotó como un pozo de petróleo, lanzando llamas y quemando la atmosfera en todas direcciones. La fuerza de la explosión pulverizó las máquinas de artillería como si fueran ramitas, lanzando pedazos de hombres y fortificaciones como si fueran bloques de juguete ante la rabieta de un niño.

Al transmutar las impurezas del aire en una densa nube de metano y otros gases altamente inflamables, seguido de un simple hechizo de fuego, los magos de Weichsel habían aprendido a imitar los efectos de una explosión de polvo. Su poder era equivalente a la de una bomba termobárica moderna -- el explosivo aire-combustible.

Incluso a cuatrocientos metros de distancia, Kaede se vio empujada por la ola de calor generada por la violenta detonación.


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“Por los dioses!”

Los tres jóvenes -- y muy verdes -- oficiales de comunicaciones en la sala dirigieron la mirada hacia la explosión al sur. Esta vez no se quedaron boquiabiertos, pero sólo porque el ejército de Weichsel ya había causado una parecida esa mañana para destruir las máquinas de asedio más poderosas de Nordkapp.

El teniente coronel Ericsson les dirigió a sus subordinados una mirada feroz mientras resoplaba por la nariz con ira contenida. No tenía ninguna duda de que docenas de sus hombres acababan de morir.

Pero no era momento para distracciones.

Las tropas actuales en la ciudadela de Nordkapp ascendían a unos mil hombres, pero casi todos eran luchadores cuerpo a cuerpo. Superaban en número a los atacantes, pero no habían podido detectar la presencia de los sureños hasta el alba. Para entonces, el enemigo ya había levantado sus fortificaciones, diseñado para convertir cualquier hechizo en una matanza donde los hechizos de área dominaban con impunidad.

No. Ericsson no pensaba condenar a sus hombres a una malograda carga con tan pocas probabilidades de éxito. El Jarl Magnus Vagnsson ya había enviado un mensaje diciendo que los batallones de apoyo estaban en camino desde tres direcciones, uno de ellos dirigido por él en persona. Además, otros cinco destacamentos más pequeños también estaban aprovechando la oportunidad para convergir en el norte. Incluso con esos malditos Fantasmas ahí fuera, como mínimo dos columnas principales deberían ser capaces de lograrlo.

El teniente coronel esperaba ese momento con ansias. El momento en que sus guerreros pudieran salir por fin y atrapar al machacado ejército en el exterior entre ellos y las tropas de élite del Jarl. Pero entretanto, no tenía pensado simplemente sentarse a esperar...

Ericsson era un veterano de múltiples conflictos. Sabía perfectamente que la fuerza de Weichsel no estaba sólo en sus magos, sino también en la pericia de sus oficiales. Por eso en vez de asignar sus mejores hechiceros en las escaramuzas de los muros, los apartó a un lado para una tarea mucho más decisiva:

Weichsel tenía la costumbre de montar el cuartel general cerca de la línea frontal, lo cual no sólo aumentaba la moral de los soldados, sino que también mejoraba la comprensión del campo de batalla y las comunicaciones. Los centros de mando desplegables estaban protegidos por ilusiones y barreras, pero ninguna defensa era infalible.

“Estoy seguro de que es ahí, señor,” volvió a decir Sigvald tras abrir los ojos.

El anciano maestro artesano -- uno de los muchos en esa habitación -- había estado escudriñando las líneas de asedio usando hechizos de Clarividencia. “Como puedes estar tan seguro?” preguntó el comandante, más para confirmarlo que por no confiar en el hombre. Antes de retirarse del servicio activo, Sigvald había sido mucho más veterano que Ericsson.

“Hay cinco rutas de comunicación convergiendo en ese lugar. Pero al contrario que los otros dos nexos que hemos detectado, hay algo extraño en ese,” explicó Sigvald mientras se atusaba la barba blanca con los dedos. “Por qué sus barricadas son tan eficientes en todas partes excepto ahí? Ha de ser una ilusión cubriendo su cuartel general.”

Ericsson asintió. Había confirmado el lugar personalmente con un hechizo propio cuando Sigvald lo mencionó la primera vez. Pero como los ataques sorpresa solo funcionaban una vez, debían estar del todo seguros sobre la posición.

Entonces se giró hacia sus oficiales y mensajeros:

“A qué distancia están los refuerzos?”

“La fuerza principal del Jarl Vagnsson llegará dentro de treinta minutos.”

“El mayor Sterki lleva dos minutos de retraso en su informe. Todavía debe estar a una hora de camino.”

Ni siquiera se molestaron en mencionar la tercera fuerza, de la cual llevaban dos horas sin saber nada. Estaba claro que el mayor Valteri y sus seiscentos hombres habían sido interceptados y destruidos.

El teniente coronel Ericsson solo podía esperar que Sterki no sufriera el mismo destino. Sin duda ninguna compañía de Fantasmas -- ni siquiera con una maldita Oriflamme liderando la carga -- podía derrotar a una columna cuatro veces superior en número y aun así mantener suficiente energía física y mágica como para enfrentarse a otra.

Sea como fuere, eso no afectaba a sus planes actuales. Las tropas de refuerzo de su señor también rondaban el millar en número, pero incluían a una compañía de huscarles de su propia casa más un pelotón de los devastadores sifoneros. Con la calidad y la cantidad de esos fornidos guerreros, esos paganos de ahí fuera pronto se encontrarían en un viaje de solo ida al infierno.

“Avisa a toda la artillería entre la puerta principal y la torre seis: cuartel general enemigo localizado a seiscientos metros tras la sección de muro central entre las torres tres y cuatro. Reubicad todas las armas móviles a esos muros. Cargad la mejor munición antibarreras disponible. Cuando soplen el cuerno, quiero ver ese cuartel general aplastado con todo lo que tengamos!”

“Si señor!” exclamaron los oficiales a cargo antes de apresurarse a transmitir las órdenes de su comandante.

Se consideraba algo deshonroso atacar al comandante enemigo de cualquier manera que no fuera en combate personal. Pero el honor nunca había formado parte de los conflictos con Weichsel, cuyas manos habían masacrado a miles de valientes guerreros usando trucos baratos.

Dirigiéndose a las ventanas, Ericsson observó con orgullo las filas y filas de infantería con esquís en el exterior. Centenares de ellos habían formado a lo largo de la calle principal, preparados para ponerse en marcha en cualquier momento. Tal vez no fueran los mejores soldados de Hyperion, pero eran gente buena y honesta. Además, ellos eran su gente. Tras entrenarlos personalmente durante una década, tenía plena confianza en su coraje y determinación.

“Veamos como luchan sin cabeza estos supuestos 'civilizados' Weichselinos.

Ericsson podía ser un noble norteño de aspecto culto. Pero en ese momento, la sonrisa salvaje asomando bajo su trenzada barba rojiza sería más que suficiente para asustar a un oso polar hambriento.


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“Columna delante! Unos doscientos cincuenta!” gritó Reynald mientras galopaba por el aire en su Corcel Fantasmal para informar. “Y mirad a quien me he encontrado!”

Sentada detrás de él en el mismo espectral caballo negro había una chica bajita que podría confundirse fácilmente con un chico. Tenía el cabello trenzado corto de color castaño oscuro, y un rostro pálido pero hermoso rebosante de energía.

“Cecylia! Qué estás haciendo aquí!?”

Ariadne preguntó desde su pegaso mientras Reynald hacía un giro cerrado y se alineaba junto a los oficiales al mando liderando la formación. Casi no reconocía a su mejor amiga, debido al sutil maquillaje y la ausencia de las cruces escarlata en sus ojos de rubí. Además Cecylia no llevaba su uniforme negro, sino ropas de cuero de estilo norteño, con unos esquís a su espalda.

“Vigilando la columna que estáis a punto de atacar!” la chica más baja le devolvió una sonrisa. “No vamos precisamente sobrados de gente que sepa hablar norteño. Llevo varios días manteniendo al alto mando informado de los movimientos de este grupo. No estoy segura de por qué abandonaron el pueblo esta mañana, pero basándome en la dirección, creo que se dirigen a Kistrand o a Nordkapp!”

Entonces se giró hacia el fornido comandante cabalgando al frente de todo:

“Le preguntaría qué esta hacienda tan lejos de la zona de operaciones del primer escuadrón, pero su reputación le precede, coronel von Hammerstein!”

“Por supuesto,” gruñó el coronel -- aparentemente feliz por ello -- desde la silla de su grifo acorazado. Entonces se giró para gritar a sus dos oficiales y los miembros del 1er pelotón de jinetes de grifo que le seguían:

“Preparad granadas! Quiero una pasada rápida y quiero como mínimo dos lanzamientos por cada uno de vosotros! Esa pandilla de indeseables de ahí delante no tienen lo que hace falta para entretenernos! Hay una gran batalla esperándonos en el norte, muchachos! Y vamos a ir a sacar tajada!”

“Hu-rah!” aullaron los hombres con tanto entusiasme que Cecylia ni siquiera sospechó que ninguno de ellos tenía experiencia. En su mente, Erwin von Hammerstein debía estar sustituyendo a algún comandante Fantasma enfermo. Respecto a por qué estaban Ariadne y Reynald allí, no tenía ni idea.


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El Jarl Magnus Vagnsson de Norkapp hizo un giro de noventa grados con sus esquís, levantando una oleada de nieve y hielo al frenar.

Había intentado detenerse en lo alto de la colina, lo cual no le dejaba mucho espacio para maniobrar. Además, la capa superior de nieve se había endurecido bajo el brillante sol de los dos días anteriores.

Al final terminó pasándose de largo un poco. Ya no era tan joven como antes.

Lo cual no era tan sorprendente, teniendo en cuenta que los dioses habían bendecido a Magnus con su primer bisnieto tres meses atrás. Dos de sus hijos, e incluso el mayor de sus nietos se encontraban entre la masa de hombres siguiendo su estela.

Entretanto, el escuadrón de reconocimiento se deslizó hacia la cima mientras levantaban a su vez varias ráfagas de nieve. No obstante, fueron lo bastante cautelosos como para no rociar con ellas a su señor.

En cambio, varios de sus huscarles sí recibieron una buena ducha.

“Mi señor!” se hizo oír el líder del escuadrón sobre el ruido del roce sobre el hielo, “Las líneas de Weichsel están dos colinas más adelante. Han levantado fortificaciones sólidas contra la ciudad, pero no están muy protegidas desde nuestra posición. Sólo dos escuadrones protegen su flanco derecho.”

Magnus había esperado poder mantener al enemigo ajeno a sus movimientos tras eliminar a dos espías descubiertos vigilando su fortaleza. Además, sus exploradores veteranos se habían ido ocupado de los equipos de reconocimiento Weichselinos a lo largo del camino. Aunque no estaba seguro de ello, parecía que sus hombres habían llegado sin ser detectados. La línea de vigilancia de sus enemigos se había extendido demasiado tras adentrarse tan profundamente en las tierras de Skagen.

“Es la voluntad del Señor de las Tormentas. Es hora de que nuestros enemigos conozcan la humillación y la derrota!” le aulló el Jarl a la lejana niebla. Entonces se giró hacia su oficial de mayor confianza: “dile a Ericsson que hemos llegado! Él sabrá qué hacer.”

“Ya está hecho, señor.”

Magnus gruñó en aprobación. Los doscientos guerreros a su espalda eran tropas de su propia casa. Conocía el nombre de todas esas personas -- auténticos hombres junto a los que cualquier verdadero Hyperboreano estaría orgulloso de luchar y morir. Detrás de ellos había otros seiscientos hombres pertenecientes a las 'milicias' según los estándares sureños, pero la cultura guerrera nórdica les hacía mucho más valientes que cualquier equivalente pagano.

“Ya sabéis como va. Ballesteros al frente, sifoneros segundos. El resto seguidme! Les arrancaremos las entrañas a esos bastardos sureños! Sacad las espadas!”


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Tras observar batallas entre la infantería con esquís de Skagen, Kaede había aprendido a reconocer el sonido de numerosos esquís arañando la nieve congelada.

...El mismo sonido que sus sentidos aumentados de familiar acababan de captar.

Todavía en lo alto de la torre de artillería del flanco derecho, Kaede movió sus prismáticos hacia el banco de niebla que impedía ver nada más allá de los trecientos metros. Sin nada a la vista, se concentró en sus oídos, tratando de captar algo.

Kaede pulsó una runa en su brazo derecho para invocar una de las ocho protecciones favoritas de Pascal. Claridad Mental servía para aclarar los pensamientos cuando se estaba aturdido por la fatiga, el dolor y el miedo; pero también servía para aumentar sus ya de por si mejorados sentidos un poco más...

Y entonces lo oyó. El murmullo de una autoritaria voz masculina, lanzando una frase de mando absoluto.

Como si esperara ese momento, el grave retumbar de un cuerno resonó en la ciudad, confirmando así todas sus sospechas. Las tropas de refuerzo de Skagen que tanto esperaban habían llegado. Sólo que en vez de ser interceptados en campo abierto, habían logrado llegar hasta la ciudad.

Qué están haciendo los hombres de Manteuffel!?

Exclamaciones parecidas volaban por la mente de Kaede mientras se apresuraba a transmitir la información inmediatamente:

Pascal, una fuerza hostil se aproxima desde...

Nunca llegó a terminar la frase. Una gran ráfaga de impactos sónicos desgarró el aire detrás de ella. Como la visión obstruida por el clima, no llegó a ver lo que había ocurrido. Pero el repentino “AHHH!” de Pascal confirmó su hipótesis.

Los defensores acababan de atacar el centro de mando con una descarga completa de artillería.

Pascal...? Pascal!?

Kaede sintió como si le acabaran de apuñalar el corazón. Su mente se quedó en blanco por un segundo mientras lanzaba los prismáticos a un lado en un desesperado intento por alcanzarle.

PASCAL!

Pero la línea permaneció en silencio. Completamente vacía. Ni siquiera se escuchaba ruido blanco desde el otro lado.

Por favor-por favor- por favor que siga vivo...

Kaede cerró los ojos y envió una oración rápida a cualquiera que fueran los dioses de este mundo dispuesto a escuchar. Incluso mientras la presión en su pecho seguía aumentando, incluso mientras sus propios latidos se aceleraban....

Su corazón...

No era un dolor físico. No. No se había derrumbado aún. Y a pesar del abrumador torrente de miedo y ansiedad, su hechizo temporal mantenía su mente clara y despejada.

Kaede sólo necesitaba usar la cabeza.

Sigo viva, no es cierto? Entonces Pascal también debe estarlo.

Pero no sabía en qué estado. Herido? Mutilado? Inconsciente? Desangrándose a cada segundo que pasaba?

Pero una cosa era obvia. Si ella no hacía algo y rápido, Pascal acabaría realmente muerto en menos de una hora.

Los refuerzos enemigos estaban llegando desde el flanco derecho. Con un ángulo de flanqueo tan perpendicular, podían aplastar y derribar toda la línea de asedio como si fueran fichas de dominó. Combinado con una salida de las tropas en la ciudad, todo el destacamento de Weichsel sería derrotado.

No hay tiempo. Debo hacerlo yo misma.

Impulsándose en el suelo de tierra y arcilla transmutada, Kaede saltó de la torre de artillería y cayó la mitad del camino antes de pulsar la runa de Planear. Todo eso mientras gritaba:

“Capitana! Dirija a todos los hombres al flanco derecho! Tropa de refuerzo enemiga entrante!”

La capitana Karen von Lichnowsky de la 3ª compañía de caballería de Weichsel rondaba los 'treinta' años. De constitución moderada y con una belleza más bien simple, era la más reconocible por la espalda gracias a su largo y ondulado cabello pelirrojo. Estaba de pie al lado de uno de sus oficiales y mensajeros con una espada en la mano, y se giró hacia Kaede de inmediato. Pero los ojos oscuros sobre sus pecosas mejillas siguieron mirándola con incertidumbre.

“Órdenes del cuartel general!” afirmó Kaede con una descarada mentira, esperando que su expresión seria y la ansiedad de la batalla ocultara cualquier signo obvio de ello. “Haga girar a los hombres hacia la derecha para rechazar la línea! Sus refuerzos estarán aquí en cualquier momento!”

“Acabamos de perder el contacto con...” comenzó uno de los oficiales de comunicación.

“Soy la familiar del capitán von Moltewitz! Acaso tengo pinta de estar muerta!? Debemos rechazar la línea o nos aplastarán!”

Kaede concentró gran parte de su propia ansiedad para convertirla en impaciencia.

La capitana von Lichnowsky lanzó una mirada de clara desaprobación ante el tono de Kaede, pero no perdió ni un segundo en dar las órdenes:

“GIRAD AL FLANCO DERECHO! RECHAZAD LA LÍNEA! VOLVED A FORMAR FILAS CENTRADOS EN MI! MOVEOS!”

'Rechazar la línea' era una maniobra táctica clásica en la cual las tropas formaban nuevas filas en un ángulo perpendicular a la línea de batalla principal para repeler ataques de flanqueo. Bien entrenados en formaciones móviles, los soldados de Weichsel corrieron por las trincheras antes de trepar entre el tintineo de sus armaduras negras. Los que estaban cerca de la antigua torre de Kaede se retiraron, mientras que otros en el lado izquierdo se apresuraron a rellenar los huecos.

En apenas medio minuto, una nueva línea centrada en la segunda torre del flanco derecho comenzó a tomar forma. Mantuvieron la posición justo detrás de un nexo de comunicaciones que se alargaba desde la torre hasta la retaguardia, donde se guardaban los caballos.

No tuvieron ni un momento de descanso...

Los primeros esquiadores enseguida aparecieron de entre la bruma, deslizándose a toda velocidad desde la colina más cercana. Iban agachados durante el descenso, bajando su centro de gravedad mientras apuntaban con unas enormes ballestas de cuatro virotes.

Resistencia de la Legión” la capitana lanzó el hechizo de protección a sus hombres, ordenando de esa forme a los demás magos que siguieran su ejemplo.

Kaede se lo tomó como una señal para activar el resto de sus propios hechizos defensivos.

La 'andanada' enemiga llegó de forma dispersa, pero cada ballestero al frente disparaba cuatro virotes de piedra con runas inscritas -- dos tandas de dos en rápida sucesión. Para esas armas, la precisión no era un problema. Los virotes se enterraron profundamente en la nieve antes de liberar su magia...

Fuego y relámpagos estallaron a todo lo largo de las líneas de Weichsel. Las explosiones destrozaron la llanura como disparos de howitzer en las líneas de defensa. Los hechizos Resistencia de la Legión ofrecían una protección bastante decente contra la magia de bombardeo elemental, pero aun así muchos soldados acabaron aturdidos y sangrando.

El punto débil de la magia rúnica era al mismo tiempo su punto fuerte. Al contrario que el 'Aura Mágica', capaz de conjurar de forma espontánea y disparar en espacios abiertos los hechizos rúnicos necesitaban preparación y un medio de lanzamiento. Pero una vez inscritas, las piedras mágicas podían activarse en un instante y ser utilizadas por cualquier plebeyo. La única imitación era que cada piedra necesitaba un flujo constante de éter, que se acababa disipando si permanecía lejos del hechicero demasiado tiempo.

“VOLVED A FORMAR LAS FILAS! APUNTAD A LOS SIFONEROS!” les gritó la capitana von Lichnowsky a sus tropas.

Algunos lo hicieron al instante. La mayoría tardaron unos momentos. La línea defensiva ahora estaba torcida a lo largo de varios cráteres de barro y nieve. Aun así lograron formar dos filas -- una arrodillada y una en pie, con los hechizos preparados y las arbalestas alzadas.

Siguiendo de cerca a los ballesteros venían los 'Sifoneros de Pirofrío' de los que Kaede tanto había oído hablar. Con una armadura carmesí hecha con el grueso pellejo de los dragones volcánicos, esas tropas de élite llevaban un arma parecida a dos tubos de acero unidos entre sí. En la parte trasera, el tubo inferior tenía una bomba de mano, y ambos tubos estaban conectados por la parte de arriba con una mochila.

Lanzallamas...

Con tantos huecos a lo largo de la línea, Kaede sacó su arco y se apresuró a rellenar uno de ellos cerca de la capitana. Después apretó la punta de una flecha contra la runa posterior de su antebrazo izquierdo, transfiriendo el hechizo Perforante a su arma para que se descargara al contacto.

Mientras los esquiadores frenaban para deshacerse de sus ballestas y sacar las espadas, cuarenta sifoneros se adelantaron a la carga para liderar el ataque. Una horda de huscarles les seguía a cierta distancia embutidos en lana, cota de malla y blandiendo unas inmensas zweihander que parecían capaces de partir un hombre en dos.

Kaede se forzó a apartar la mirada de su mortífero acero para clavar la vista en un sifonero. Con ayuda de Claridad Mental, centró toda su atención en su objetivo para convertirse en uno con la flecha.

Ni siquiera se inmutó cuando los norteños comenzaron a lanzar enloquecidos gritos de batalla, que los veteranos tradujeron como “Que ardan! Despedazadlos!”

Disipación, Catalizador Abrasa-Éter!” gritó la capitana, seguida de cerca por todos los demás hechiceros de la formación.

Al mismo tiempo, Kaede relajó los dedos, liberando su flecha...

La descarga de explosiones de éter cayó sobre los sifoneros, destrozando en cascada numerosas barreras al hacer contacto. De sus cuerpos comenzó a salir vapor cuando su propio éter volátil comenzó a cocerlos vivos...

Entretanto, Kaede siguió la trayectoria de su flecha por el aire. El hechizo imbuido en su disparo se activó en cuento el Campo de Repulsión de su objetivo intentó desviar el ataque. En ese momento el conjuro Disipación, Catalizador Abrasa-Éter desgarró múltiples defensas mágicas con renovada fuerza, abriéndole camino a la afilada punta métalica de la flecha... que se clavó profundamente en la pantorrilla de la víctima.

Kaede respiró hondo antes de imbuir otra flecha con su segunda y última runa de disipación. Ver como su objetivo perdía el equilibrio y caía violentamente al suelo le dio cierta confianza. El sifonero trastabilló un par de veces antes de caer sobre la nieve de cara. Su esquí derecho se rompió, dejando atrás un trozo de madera dentada.

“Fuego!” añadió la capitana von Lichnowsky, y docenas de ballesteros descargaron su acero contra el enemigo. Muchos permanecieron de rodillas sosteniendo arbalestas de repetición con sujeciones en los hombros. Siguieron disparando virote tras virote mientras otros descartaban sus armas por espadas y jabalinas.

Dada la velocidad de carga de la infantería con esquís, sencillamente no había tiempo de recargar.

Dieciocho sifoneros habían caído, algunos de ellos tras recibir media docena de impactos.

Pero no eran suficientes ni de lejos.

Uno de los problemas era que la compañía de Karen von Lichnowsky eran caballería a pie. Sus tácticas habituales consistían en las contracargas y los galopes, pocos de ellos conocían hechizos capaces de romper una carga enemiga. Como las órdenes verbales en la invocación mnemónica de hechizos eran simples contraseñas de activación grabadas en la memoria muscular, los demás hechiceros no pudieran imitar a los tres que transmutaron la nieve en afiladas estacas de hielo.

Consiguieron empalar a dos enemigos, antes de que los demás lo evitaran dando un rodeo.

Entonces la capitana lideró una segunda andanada de Disipar, pero muchas de las jabalinas no llegaron a tiempo para atravesar las defensas. Mientras tanto los sifoneros avanzaron en un amplio arco hasta llegar a un rango de treinta metros, sus tubos de acero comenzaron a bombear mortíferos chorros de fuego líquido como si fueran pistolas de agua...

Al mismo tiempo, Kaede disparó su segunda flecha.

El sifonero apuntando a la capitana apenas tuvo tiempo de alzar el arma antes de que la flecha perforara su pecho -- justo debajo de la barbilla y atravesando la espina dorsal. El guerrero escarlata se derrumbó sobre la nieve, deslizándose colina abajo hasta detenerse a cinco metros de Kaede, muerto.

Pero una baja no era suficiente para cambiar el curso de la batalla...

Por todas partes los soldados gritaban en agonía al ser rociados con esas llamas viscosas. El fuego líquido se pegaba a armadura y piel por igual, fundiendo la carne mientras más llamas se filtraban por los huecos entre las placas de la armadura, quemándolo todo a su paso. Los hombres se lanzaban al suelo y rodaban por la nieve en vano, ya que el agua derretida parecía avivar todavía más las llamas.

Napalm que se aviva en el agua... pensó Kaede mientras observaba una escena salida del mismísimo infierno. Quién demonios les ha dado fuego griego a los berserkers nórdicos?

Era incluso peor que el fuego griego, ya que las llamas parecía utilizar el éter como combustible. Las barreras tipo Resistencia que normalmente ofrecían una protección decente contra el fuego eran completamente inútiles, ya que ardían como papel alimentando las llamas. La llanura se inundó con los gritos agónicos de magos moribundos mientras el fuego se filtraba en sus cuerpos como antorchas vivas.

Entonces, justo cuando Kaede pensaba que las cosas no podían ir a peor, el heraldo del infierno llegó en forma de crujido atronador. El sonido vino desde muy atrás, en dirección a las puertas de la ciudad, seguido inmediatamente por cientos de rugidos haciendo eco en todo el campo.

Las tropas de la ciudad estaban saliendo al ataque.

En ese momento, una voz que Kaede llevaba mucho tiempo esperando por fin resonó en su mente. Por desgracia, su tono no era precisamente reconfortante:

Ordena a von Lichnowsky que mantenga la posición a cualquier precio! Me has oído, Kaede? Luchad hasta el final! Si la línea se derrumba, todo el ejército será aniquilado!

Eso es imposible, pensó Kaede incluso tras escuchar la voz severa de Pascal. Sus filas ya estaban destrozadas, apenas quedaban sesenta hombres en pie. El centro había sido pasto de las llamas, y solo estaban ella, la capitana y otros seis para tapar ese enorme agujero. Su moral era vacilante en el mejor de los casos, brutalmente sacudida por los gritos de los moribundos calcinados. Incluso con los sifoneros derrotados, ahora se enfrentaban a una carga masiva de centenares de soldados de infantería Skagen -- una imparable avalancha de muerte retumbando sobre la nieve, liderada por un hombre con pinta de oso blandiendo unas enormes espadas despedaza-enemigos...

Pero qué otra opción tenemos? Correr? Nos masacrarán...a todos.

En ese instante, Kaede sintió como si una jaula encerrara sus emociones. Ni siquiera se molestó en responder a Pascal -- de todas formas, él podía oír sus palabras. Sencillamente se giró hacia la capitana pelirroja y habló con una voz totalmente desprovista de humanidad:

“Nuestras órdenes son luchar hasta el final.”

La capitana von Lichnowsky palideció al mirarla. Pero a pesar de ello asintió, como aceptando sombríamente que ella...ninguna de ellas, saldría con vida de allí.

Durante un breve instante, las dos compartieron un vínculo de reconocimiento y respeto. Después se separaron.

La capitana alzó su espada con ambas manos y alzó desesperadamente la voz para reunir a sus hombres:

“SOMOS SOLDADOS DE WEICHSEL! RESISTIREMOS Y LUCHAREMOS! PERMANECED JUNTO A VUESTROS HERMANOS Y HACED LO CORRECTO!”

Entretanto, la chica de otro mundo inspeccionaba una 'pistola de agua' hecha de acero a unos metros de distancia. Yacía al otro lado de una trinchera donde un charco de fuego seguía ardiendo sobre la nieve derretida; justo al otro lado de su única protección contra una marea de bárbaros a pocos segundos de distancia.

Kaede se sentía como un soldado mirando una ametralladora abandonada. Era el único medio que le ofrecía una posibilidad de luchar. Treinta metros de fuego en ambas direcciones podía crear una cortina de llamas, capaz de tapar el hueco en sus filas con tanta eficacia como un pelotón de refuerzo.

Qué es lo peor que podría pasarme? Morir?

En una fracción de segundo tomó su decisión y se inclinó para saquear el arma de su propietario muerto. Con toda su atención puesta en el sifón, Kaede nunca llegó a ver cómo el esquiador en cabeza levantaba su zweihander dispuesto a convertirse en su inminente verdugo.



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