Fate/Apocrypha:Volumen3 Capitulo3

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Capítulo 3

Les había contado todo lo que había podido – y aunque no pudo obtener el consentimiento completo de los tres Servants, ellos prometieron al menos mantener la situación actual. En otras palabras, si los Servants del campamento Negro fueran a atacarlos, ellos protegerían los Jardines Colgantes y el Santo Grial. Mientras cumplieran con esto, importaba poco aun si no aceptaban a Shirou como su Master.

De cierto modo, él había superado el reto más difícil. Los Espíritus Heroicos eran creaturas orgullosas, caprichosas, nobles – y carecían por completo de dudas. No habría sido extraño que alguno de ellos lo hubiese asesinado en el momento en que revelo su identidad y que se anunció que se había apoderado de los derechos de los otros Masters.

“Bien…”

Él se sentó en el trono donde normalmente se sentaba Semiramis, y miro hacia el lejano techo. Aun no era el momento de relajarse, pero no pudo ocultar el alivio que sentía por dentro.

“Así que, ¿Qué le parece la sensación de sentarse en un trono, Master…?”

¿Cuánto tiempo había estado ella ahí? Assassin se materializo a su lado. Shirou pidió disculpas y comenzó a levantarse del trono, pero el Servant puso una mano en su hombro y gentilmente lo empujo de regreso. Dando vuelta hacia su espalda, ella le susurró al oído.

“Puedes continuar… ¿Bien? ¿Qué tal se siente ser Rey? ¿Lo ves en tu mente, un sequito de héroes ante ti, inclinando su cabeza como signo de obediencia? Es un sentimiento agradable ¿no es así? ¿Acaso el orgullo de ser un regidor absoluto no emerge dentro de ti? ¿Acaso no desearías beber profundamente de la euforia de la dominación absoluta?”

Sin palabras, Shirou negó con la cabeza. Sosteniendo la mano que se encontraba posada en su hombro, se puso de pie.

“No, en lo absoluto. No pienso que tenga lo necesario para ordenar a los demás. Esto sin duda fue hecho para ti.”

Aunque se veía poco complacida, la emperatriz se sentó en su trono.

“Que aburrido… sería adecuado para alguien que se declara a sí mismo como mi Master el reclamar el mundo.”

“Y si lo hiciera, lo destruirías. El mundo no necesita dos regidores después de todo.”

Dijo Shirou de manera fría, y Semiramis chasqueo su lengua sin el más mínimo signo de sentirse apenada.

“Tch, así que te diste cuenta.”

Como Shirou había dicho, era Semiramis quien se sentaría en el trono al final. Él ejecutaría su plan, salvar a la humanidad – y eso sería todo. Con la salvación siendo su único objetivo, no pensaba en lo que yacía más allá.

“¿Así que porque no tomar la corona?”

“Lo decidiré una vez que llegue ahí”

Shirou comenzó a reír y se disculpó para ir a mirar el Grial Mayor. Mientras abandonaba el cuarto, el bello perfil de la Emperatriz mostro un leve matiz de tristeza.

“Por los cielos… en verdad, aquellos que no tienen avaricia son los más difíciles de tratar. Y pensar que él no tendría interés en riquezas, poder, o incluso en una mujer.”

Los hombres eran juguetes para Semiramis, la Emperatriz de Asiria. Aquellos que habían sido atraídos por sus palabras y habían perdido todo eran imposibles de contar. En medio de todo ello, ella solo se permitía existir como una ‘mujer’. El mundo necesitaba su fértil vientre para llevar descendientes, por supuesto – pero era su privilegio el actuar como una mujer y hacer lo que le plazca con cualquier hombre. Desde el comienzo, ese fue su único modo de sobrevivir.

Aun recordaba el momento poco después de su nacimiento. Aun podía recordar vagamente la forma de la mujer que la abandono y escapo rápidamente hacia el rio. Fue la Diosa pez Derketo, quien había cometido adulterio con un hombre Sirio y la trajo al mundo como su hija. Había llamado a Semiramis una vergüenza – una humillación por ser el producto de un mortal. Solo fue más tarde en su vida que Semiramis se dio cuenta de que tan tonta había sido su madre. Después de todo, Derketo había fallado en resistirse a los encantos de un simple hombre.

Semiramis había sido abandonada para morir por su madre, y la vida de su padre había terminado del mismo modo. Sin embargo, Derketo le había dejado un único regalo en ella – dado que dentro de Semiramis fluía sangre divina. Ella se adaptó a la orilla del rio y su llanto atrajo palomas que cuidaron de ella. Rodeada por incontables alas, ellas se aproximaron para mantenerla caliente cuando la pequeña temblaba de frio, y obtuvieron leche de otras fuentes con la que pudieron alimentarla. Esas valientes alas la protegieron del viento y la lluvia y la criaron.

Diez años después, ella fue descubierta por un pastor y fue llevada al mundo humano – pero su naturaleza interna ya estaba fijada. Sus padres adoptivos le enseñaron a bailar, y a embellecer su apariencia – pero estas eran meramente armas y técnicas por las cuales podría sobrevivir en el mundo.

Todas las mujeres merecían su odio – ya que eran débiles y no podían evitar que los hombres jugaran con ellas, y ni siquiera las diosas recibirían su piedad.

Todos los hombres recibían su desprecio – ya que eran brutos con urgencias primarias que degradaban a la mujer, y cuyo único mérito era convertirse en juguetes para ella.

Esa era su filosofía y su entendimiento del mundo. En ese caso, ¿Cómo debería ella interpretar a su propio Master, Shirou Kotomine – Amakusa Shirou Tokisada?

“Ni como una mujer ni como un hombre… que existencia tan compleja.”

Él no podía ser engañado por sonrisas seductoras, y rápidamente se apartaba de los atractivos de la autoridad. Los seres humanos eran creaturas de deseos, y aun así, el chico no poseía uno propio – y su deseo por la salvación de la humanidad difícilmente podría ser descrito como mera avaricia. Si ella fuese a catalogarlo, lo pondría sin ninguna duda entre aquellos que han perdido la cordura. Esa era exactamente la razón por la que Assassin disfrutaba simplemente el estar de pie a lado de su Master.

Tal vez él se vería recompensado por su obsesión de sesenta años – eso estaría bien.

Sin embargo, si se definiera que careciese de algo al final y fallase – entonces eso también sería algo interesante en sí mismo. Observar la desesperación y caída de un Santo que no puede alcanzar su sueño sería un entretenimiento digno.

“¿Cuál de los dos será más entretenido?”

Assassin comenzó a reír mientras se desvanecía, mientras que sus Jardines Colgantes de Babilonia continuaron surcando los cielos de Rumania, ocultos de las miradas mundanas.



El Grial Mayor mantenía su brillo incorrupto como siempre lo había hecho. Una cantidad de prana se había derramado cuando fue arrancado de las líneas ley, pero no representaba ningún problema.

Amakusa Shirou Tokisada conocía este Grial bastante bien. Los Tohsakas habían abandonado el Santo Grial y habían intentado un enfoque diferente para alcanzar la Raíz; mientras tanto, los Makiri habían decaído, pasando el conocimiento del Grial solo como una tradición oral. Shirou había logrado comprar la información de ambas familias. Naturalmente, no pudo obtener nada en absoluto de los Einzberns, quienes aún no abandonaban el Santo Grial, pero lo que había aprendido era la información necesaria para entender su composición y su sistema de funcionamiento.

El Grial Mayor paso sesenta años absorbiendo prana y lo utilizaba para abrir un camino que llevaría a la Magia verdadera – abriendo un agujero que llevaba hacia fuera de este mundo.

Existía un lugar fuera del mundo, donde se decía que un poder absoluto y las verdades definitivas podían ser descubiertas. Se le llamaba Akasha, el Remolino de la Raíz, y era la meta de todos los magos, aunque casi todos ellos habían fallado en alcanzarla. De una generación a la siguiente, ellos pasaban sus sueños y esperanzas – pero era un camino sin futuro, como era evidenciado por la primera lección para todos los magos: “aprender a rendirse”.

Relacionado a esto, él también había leído sobre la “contraparte” del mundo – el mundo debajo, un reino extraño donde las bestias fantasmales que ya habían desaparecido del mundo residían ahora.

En cualquier caso, el conceder deseos era meramente un efecto secundario del Santo Grial. Su verdadera naturaleza era una herramienta para crear un agujero a través del mundo, alimentada por el sacrificio de los Espíritus Heroicos del pasado. Y solo había una tarea que llevar a cabo.

Antes de darse cuenta, sus manos estaban sudando.

Las manos de Amakusa Shirou Tokisada, que habían llevado a cabo tantos milagros, se habían sublimado en sus Noble Phantasms – su mano derecha, Devorador del Mal y su mano izquierda Matriz Xanadu. Aunque eran Noble Phantasms, meramente actuaban para apoyarle.

Su mano derecha – la Depredación de la Inmoralidad – lo apoyaba en batalla con habilidades tales como la precognición. Mientras que su mano izquierda – la Fundación de las Bendiciones Divinas – lo fortalecía.

Estos no eran poderes que hubiese poseído originalmente. En vez de eso sus Noble Phantasms habían causado que se manifestaran como “milagros”. Aunque eran efectivos universalmente en cualquier situación, Shirou solo sería un Servant de segunda categoría si fuese invocado normalmente, ya que carecía de la habilidad crucial que decidía una batalla. Y mientras que un Noble Phantasm que evitaba el envejecimiento era raro, difícilmente era útil en combate.

Aun así, fue a causa de estos dos Noble Phantasms que Shirou fue capaz de enfrentar el más temerario de los retos.

“Puedo hacerlo… lo hare. Esos diecisiete años y esos sesenta años… Utilizare todos mis nervios, todas mis células, todos mis músculos, y todo el poder que poseo.”

El chico le dio la espalda al Grial Mayor. Desafortunadamente, la situación no era tan perfecta como para que pudiese desplegar su poder completo en estos momentos. Había una pieza restante más; simplemente necesitaba esperar, y resistir.

Y así la Gran Guerra del Santo Grial llego a una conclusión, por el momento. El Grial Mayor había sido robado a Yggdmillennia; sus Servants claves, Vlad III y Siegfried, ambos habían caído; y Frankenstein y Avicebron ya no existían. El Assassin Negro se había convertido en enemigo de ambos bandos, reduciendo la fuerza de pelea del campamento Negro a solo Chiron y Astolfo.

Sin embargo, el Ruler de esta guerra Jeanne d’Arc, estaba de su lado – al igual que Mordred, su mutuo benefactor. Finalmente, además de estos cuatro Servants, ellos tenían un último as que jugar en el frágil Saber Negro, quien solo tomaría forma por tres minutos en tres ocasiones más.

Por otro lado, el campamento Rojo tenía una ventaja aplastante no solo en la cantidad, sino también en la calidad de los Servants. Adicionalmente, se encontraban refugiados en la fortaleza móvil autónoma, los Jardines Colgantes. El bando con menos capitanes estaba siendo forzado a asediarlos, encima de necesitar obtener la victoria en el menor tiempo posible.

Mirando solamente el balance de los factores, la situación estaba cargada fuertemente contra el campamento Negro. Sin embargo, no era momento de que el campamento Rojo bajara la guardia. Después de todo, a pesar del bando en el que se encontraban, los Servants eran héroes de famosos mitos y leyendas – y un héroe solo obtenía ese título al sobreponerse a todos los obstáculos. No había duda de que los Servants Negros se enfrentarían a ellos una vez más para decidir esta guerra.



Se trataba de… un sueño brillante.

Se trataba del brillo de la gloria, como si todas las bendiciones del mundo se hubieran reunido en esta ceremonia. Se trataba de la coronación del Príncipe Charles como Rey de Francia, después de su victoriosa marcha de entrada en Reims – el sueño y la esperanza de toda la gente Francesa.

Jeanne d’Arc había levantado el asedio en Orleans y continuado peleando con los Ingleses. Fue a causa de su victoria decisiva en la batalla de Patay que pudo llevarse a cabo la coronación. Ella, una joven chica de diecisiete años de edad, había tomado el comando de la armada Francesa. La gente envidiosa podría haberla visto como poco más que un símbolo, un ornamento al frente de la armada Francesa. Sin embargo, todos los hombres que la seguían seguro desmentirían esa declaración.

Si su presencia no había sido nada más que simbólica, ella solo hubiera necesitado agitar su estandarte desde la retaguardia – pero la chica siempre estuvo al frente en la línea de batalla. Aunque ni una sola vez desenvaino su espada sagrada de su funda, no podía ponerse en duda que había peleado junto a ellos.

El sueño pasó, arrastrado por la corriente – y lo que le siguió al breve brillo de la gloria fue una rápida caída en la oscuridad.

Se trató de un juicio por herejía. Los días pasaban mientras sus enemigos se burlaban de ella y le provocaban dolor, tomando venganza. Pero a pesar de su sufrimiento, el juicio no cambio nada al final. Su tierra natal había sido liberada de sus ataduras, y su sueño se había cumplido.

‘Tú peleaste…’

Para dar una medida concreta de tiempo, ella solo había visto unos cortos dos años, sin sentirse aburrida por lo que vio. Había escuchado la voz de Dios y se lanzó al combate. Eligio sus batallas incluso cuando sabía que sería traicionada. A pesar de esto, tomo la decisión de pelear hasta el final.

¿Por qué hizo tal cosa? ¿Cuál fue el fin de todo ello? Se lo había preguntado en muchas ocasiones.

‘… ¿Acaso fue para expiar tus pecados?’

¿Acaso era un castigo por las muertes que había causado?

‘… ¿Acaso querías salvar a tantos como pudieses?’

¿Acaso era una plegaria para traer salvación a al menos una vida más de aquellas que su estandarte había roto?

‘O acaso…’

¿O acaso fue porque creía que eso era lo justo?

Jeanne lo sabía – Yo lo sabía – que había aquellos que clamaban que Dios la había abandonado.

Supe de un hombre que fue llevado hasta la locura por su propia desesperación, lamentando el destino de esta pura chica.

¿Qué fue lo que pensaste sobre él?

Me entristeció saber que le había dado la espalda a Dios – y que fui incapaz de decirle que Dios no me había rechazado en lo absoluto.

Yo enfrente la batalla de Compiègne sabiendo que mi camino terminaría en llamas.

¿Entonces porque luchaste sabiendo como terminaría todo?

Sabía que mi muerte no sería en vano. Traje esperanza para el futuro, aun si no fui recompensada por ello. Con su muerte, Jeanne d’Arc se convertiría en una fuerza que recupero su país y puso un final al derramamiento de sangre.

Tal vez solo se trataba de un fugaz pie de página en la historia, comenzando y terminando sin notoriedad.

Tal vez solo había traído la salvación a unas pocas almas, perdidas rápidamente en el flujo del tiempo.

Tal vez al final todo había sido inútil, y todo lo que ella había logrado había sido para nada.

¿Alguna vez pensaste tal cosa?

No… nunca lo hice. Aun cuando me estaban atando a la estaca, nunca sentí odio por ellos.

Ya había entregado mi carne a Él.

Eres fuerte.

Gracias… aunque no estaría aquí ahora sin tu ayuda. La suerte me sonrió el día en que te conocí, y por eso solo puedo expresar mi gratitud, desde el fondo de mi corazón.

Esta es mi última pregunta… ¿Acaso en verdad estuvo bien el traerlo a él con nosotras?

Las palabras atravesaron mi corazón como si fueran espinas. Se trataba del dolor adormecido que había mantenido oculto de los otros todo este tiempo, mi única fuente de duda.

Sieg – el chico que había declarado su nombre con tanto orgullo. Él era una existencia paradójica, lleno tanto de inmadurez como de experiencia. A pesar de desear fuertemente el no verse involucrado en la batalla, él mismo había retado a los Masters enemigos.

Yo sabía que estaba siendo sentimental. El chico debía ser contado como otro recurso más de esta guerra. Y por sobre todo, podía escuchar los susurros, llegando de algún lugar allá afuera, diciendo que él será necesario.

Era una guía proveniente del mismo Cielo, y nunca antes había estado equivocada. El chico se encontraba en posesión del corazón de Siegfried, y por suerte había obtenido incluso la fuerza de los Servants. Era absolutamente necesario el traerlo al campo de batalla; de otra forma jamás habría sido resucitado desde la muerte. Sus poderes como Servant serían requeridos en lo que está por venir.

Para esta pregunta final no pude llegar a una respuesta.

“No lo sé. En verdad no lo sé.”

La chica que lo había preguntado cayó en un silencio casi mortuorio. Sabía dolorosamente bien que ella estaba preocupada por el bienestar del chico.

Guerras del Santo Grial, Servants, Taumaturgia – Leticia había aceptado todas estas cosas y continuaba actuando como un observador. Ella había puesto su confianza en mis palabras, y dejo todo en mis manos. Las elecciones hechas por el Servant Ruler serían sus elecciones; ella lo había aceptado. Sin embargo, esa era una cosa en la que la chica se había mantenido firme.

El peón del destino que continuaba caminando hacia adelante, con su voluntad inquebrantable – la chica seguía preocupándose por él. Desafortunadamente, él no sabía nada de la chica dentro de mí – aun cuando era ella quien lo cuidaba, y lo amaba, más que nadie.

¿Es eso verdad?

Me dijo la chica con una expresión desconcertada. Difícilmente podría culparla, después de todo, vagas ‘similitudes’ no eran lo único que compartían las chicas llamadas Jeanne d’Arc y Leticia. Ellas eran muy parecidas no solo en términos físicos y de personalidad, si no que eran de una naturaleza similar incluso en el color de sus almas. En otras palabras – si se le otorgase el mismo conocimiento que a Jeanne d’Arc, no había duda que Leticia tomaría casi las mismas acciones que yo. Eso quería decir, por supuesto, que yo también me preocupada por Sieg y le tenía afecto. Al menos, Leticia debía pensar eso.

Sin embargo, ese no era el caso. Ella se equivocaba.

Él no desea pelear… pero no es posible que nos abandone.

Yo no deseo que pelee… pero su poder era necesario.

No es una mentira… pero no he dicho toda la verdad.

Se trataba de una insoportable contradicción dentro de mí – una mentira. Escondí la verdad y aparte mi mirada de ella. Parecería que la grandiosa bendición de encontrar a alguien con el cual caminar mi sendero – un privilegio normalmente denegado al Servant Ruler – me había cegado.

Debería dejarlo atrás, pensé. Y aun así estaba convencida de que vendría tras de mi de cualquier forma.

Todo lo que suceda en esta Gran Guerra del Santo Grial tiene un significado. Cada Servant era una existencia importante – y no era un error el que Sieg, capaz de ser poseído por uno de ellos por 180 segundos en tres ocasiones más, tenía un propósito el cual servir.

Esa era la diferencia decisiva entre Leticia y yo. Más que otra cosa, los confusos pensamientos que tenía la chica por Sieg eran aplastados por el Servant Ruler.

Yo no tenía ni siquiera el derecho de pensar en él, mucho menos el preocuparme o amarlo. Todo lo que podía hacer era sellar esos pensamientos en alguna esquina distante de mi mente, detrás de varios cerrojos, debajo de muchas capas, y atado con tantas cadenas como pudiera – para que nadie los viese.

Para que nadie pudiese reprocharme.



Se trataba de… un sueño horrible.

En mi juventud mi madre me había susurrado.

“Mi amado hijo… te convertirás en caballero y derrotaras a tu rey. Como mi hijo tendrás derecho al trono. Pero el rey no debe de saber de esto ahora, o seguro terminara contigo. Por ahora, deberás tomarte tu tiempo.”

Era un sonido perturbador. Pensamientos malignos se abrían paso como gusanos dentro de mi mente. No quería escucharlos. Deseaba ignorarlos.

Yo era una forma artificial de vida – un homúnculo. Nacido por métodos retorcidos, se decidió que crecería, envejecería y moriría rápidamente. Cuando los inocentes chicos de mi misma edad jugaban en la villa, yo ya estaba blandiendo una espada. Para el momento en que alcanzaran la adultez yo ya llevaría mucho tiempo muerto.

Como sentía celos de sus vidas. Como los envidiaba. Como los aborrecía.

Y así fue como jure convertirme en una existencia superior al hombre común. Después de todo, debía correr por la vida más rápido que cualquiera de ellos. Era simplemente natural que fuese superior a todos los otros.

Un día, mi madre me llevo a observar al rey desde las sombras – una figura de acero llena de valor, austeridad y carácter.

“Esa es tu meta. Ese es el enemigo al que debes derrotar. Ese es el rey que debes asesinar.”

Imposible -- ¿Cómo podría esperar superar tan inmaculada elegancia? El juicio del rey, la habilidad con la espada del rey, las estrategias del rey; todas ellas era la definición total de la perfección.

Desafortunadamente para mi madre, abandone su plan. En vez de ello, deseaba servir al rey, convertirme en la espada que cortara a aquellos que tenían como meta manchar sus tierras y a su gente.

Sí, me convertiría en un caballero.

Crecí rápidamente y eventualmente se me otorgo un yelmo. Era algo que no podía remover ante los ojos de los demás; no serviría de nada si alguien me viese y reconociera mi rostro. Eso le dije a mi madre y porte mi mascara. A pesar de esto, mi habilidad y mi espíritu de caballero probaron ser ejemplares y el rey me concedió el honor de una espada.

Aunque aún no se me otorgaba un asiento en la Mesa Redonda, ganaría el derecho a uno. Los días de felicidad pasaron rápidamente como era natural para mí. Como caballero derrote a cualquiera que se opusiera al rey. “Por qué te opones al rey” solía preguntar.

Ellos respondían, “nuestro rey está lejos de ser infalible.”

Que tontos. ¿Acaso no era por eso que nuestro rey era grandioso? En toda la larga historia del hombre, ¿en qué momento había existido tal cosa como un rey perfecto? La mayoría de aquellos que se llamaban reyes eran crueles, y orgullosos, y despreciables – presentando su propia avaricia como una fuente de alegría para su gente. Estos reyes le otorgaban sueños a aquellos que los seguían, o los arrebataban, pero si en alguna ocasión se arrebataba de su alcance uno de sus propios sueños, dejaban desastre a su paso sin siquiera pensar en el futuro.

“Todos los que se convertían en reyes eran iguales. Robaban de la gente, y la gente debía recurrir a robar por ello.”

Pero el Rey de los Caballeros no tenia deseos egoístas. El rey veía solo lo que se necesitaba, y todo lo demás bien podría no existir. El rey no tenía sueños, avanzando solo para unir nuestra tierra natal – una existencia pura tan exquisita como una hoja afilada. Aunque en comparación me traía una inmensa vergüenza el considerar mi propio nacimiento, aun adoraba al rey y aspiraba abrazar el camino de la caballería del mismo modo.

Puedo decir con certeza que esos fueron los más brillantes y alegres años de mi vida – pero su fin llego demasiado pronto. Frustrada, mi madre me dejo en claro mi pedigrí. Yo no era un mero homúnculo hijo de la gran enemiga, Morgana, sino que también de algún modo concebido como el hijo y clon viviente del rey.

Me sentí más feliz de lo que jamás había sido. La figura que tanto reverenciaba estaba mucho más cerca de lo que había imaginado – y también era el único que llevaba la sangre del rey. En otras palabras, yo era el único adecuado para suceder al rey.

Hable de esto con el rey, incluyendo por qué seria digno de la corona. Como siempre, el rey respondió con una fría y dura voz.

“Ya veo… aun cuando naciste de las maquinaciones de mi hermana, en verdad llevas mi sangre. Aun así no te reconoceré como mi hijo, ni te permitiré llegar al trono. ”

Tal vez me apresure demasiado en mi deseo de ser el sucesor del rey. Sin embargo, que ni siquiera fuera considerado su hijo fue un golpe demasiado fuerte. Había sido mi suposición más básica; aun si no podía ser reconocido públicamente como su heredero; esa era la única cosa que en verdad deseaba que fuese aceptada. Pensé que en un dialogo entre nosotros dos sería capaz de ver el corazón del rey – que sería aceptado como un hijo del cual sentirse orgulloso.

“Así que… ¿no admitirás que soy tu hijo, Oh Rey?”

Murmure y le di la espalda al rey, quien no mostro más interés en mi – quien siempre veía hacia adelante al camino hacia el futuro. Mi voz estaba llena de enemistad, revelando un odio que nunca había conocido antes.

Era obvio, supongo. ¿Quién aceptaría a un hijo concebido a la fuerza por un enemigo jurado? Yo debía ser algo similar a una maldición. Como tal, nunca llegaría el día en que recibiera un asiento en la Mesa Redonda. Mi excelencia pasaría sin ser reconocida, mi pasión desdeñada, mis esfuerzos ignorados – ya que nunca seria perdonado, simplemente porque nací de Morgana.

“Muy bien. Hare que lamentes esas palabras.”

Ese fue el momento decisivo cuando renací lleno de odio, para manchar todo aquello que mi padre había logrado. Los logros del rey, el reinado del rey, las batallas del rey – llevaría todo lo construido en la pasada década a la nada.

Tal vez el rey me odiaría. Eso está garantizado.

Tal vez el rey me castigaría. El rey podía intentarlo.

Pero el rey me vería. Renunciaría a todo porque nos otros dos nos viéramos a la cara nuevamente.

La larga, larga guerra por Bretaña estaba llegando a su fin. Después de sobrepasar varias dificultades, se aproximaba el día donde el país sería gobernado como uno solo bajo el Rey de los Caballeros. La lucha le había traído honor a los caballeros, pero también pobreza y sufrimiento a la gente común. Justo cuando todos habían pensado que aquellos días se terminarían, se vieron envueltos en descontentos uno tras otro.

El rey nunca cambio de expresión mientras lidiaba con la cadena de ordalías una tras otra. Sin embargo, yo estaba seguro de que dentro del corazón del rey se encontraba una gran agitación – así que imaginaba y me reía en silencio desde las sombras.

Para comenzar, fui yo quien avivo e hizo alarde de la infidelidad entre la Reina Guinevere y Sir Lancelot du Lac, un sublime caballero del tipo que se ve rara vez en el mundo. Fui yo quien comenzó los rumores – que Arturo no poseía el calibre de alguien digno de ser el rey, al menos no si su esposa era robada tan fácilmente. Pero aun cuando los otros caballeros que tenían sus propias quejas hablaban con el rey, yo continuaba sirviendo lealmente. Para el rey, debió de haber sido bastante ominoso el tener a su auto proclamado hijo sirviendo fielmente como un caballero.

Si – sabía bien de la angustia del rey. Fue entonces que Arturo realizo su primera y última equivocación critica. Para derrotar al traidor Sir Lancelot, Arturo partió a Francia y me dejo a cargo. Era natural, con tantos otros caballeros y miembros de la corte alabando mi competencia – sin mencionar que había verdaderos asuntos administrativos de los que yo y otros pocos éramos capaces de llevar a cabo. El rey me nombro regidor y partió a Francia.

Que agonizante debió de haber sido para el rey el derrotar a su más confiado caballero. Prediciendo que la pelea en Francia se alargaría, esparcí la noticia de que el rey había caído en batalla y llame un concilio de emergencia, durante el cual fue aceptado que era adecuado para asumir el trono. Yo tome de la armería a Clarent, la prueba del derecho a ser el rey, y lleve a cabo la coronación en Canterbury. Me convertí en rey, aun si solo lo fuese en nombre. Después de eso, le propuse matrimonio a Guinevere.

“¿Qué son estas tonterías de las que hablas?”

Respondió ella fríamente, y yo me reí.

“Tantas tonterías como sus juegos de marido y mujer.”

Burlándome de ella, removí mi yelmo. La expresión congelada de su rostro fue inolvidable.

Yo no iba tras ella en serio, por supuesto. Pero eso antagonizaría al rey un nivel más. Si – deseaba que él me odiara aún más.

No fue una sorpresa que mis mentiras fueran descubiertas pronto. Se hizo saber que el Rey Arturo apresuraba su retorno a Bretaña. Por derecho, yo debí de ser ejecutado en ese mismo momento. Después de todo, regente o no, tal alboroto como el mío merecía un castigo. Sin embargo, aún era respaldado por todos aquellos a los que había apaciguado, halagado, o intimidado para que se rindieran ante mí.

Tal vez fui persuasivo. Sin embargo, en un nivel más profundo, era claro que había muchos que tenían molestias contra Arturo. El Rey de los Caballeros era frio, y racional – siempre listo para hacer a un lado cualquier cosa o a cualquiera cuando ya no eran necesarios. Pero yo era un caballero mucho más humano, o eso decían. Era lo más estúpido de todo, dado que a mí no me importaba nadie más que yo mismo. Los seres humanos eran nada más que ganado cuya única cualidad redentora era su habilidad de hablar. Joven o viejo, no había diferencia; lanza carne a sus corrales y pelearan uno con el otro por el alimento aun antes de que siquiera toque el piso.

Es por esa razón que no mato seres humanos, simplemente porque no los odio. Son una molestia, una plaga, pero no son dignos de odio. Actué como si lo deseara, sin ninguna preocupación por aquellos que me seguían – así que era extraño que me encontraran mucho más humano por ello. El rey que había tratado de salvar tantas vidas como pudo fue condenado por no comprender el corazón del hombre; en cambio, yo que no pensaba en salvar a nadie fui alabado por lo opuesto.

Era desconcertante. No me estaba rebelando por el bienestar de ustedes – lo hacía por mí. Ellos podían seguirme moviendo sus colas si eso les complacía, pero yo los aparte por completo de mi mente. ¿Por qué dedicaría mis pensamientos a unos sabuesos que podían olvidar al maestro que se había dedicado a ellos por completo?

Así fue como la última guerra comenzó. A pesar de nuestra derrota en Dover permitiendo a nuestro enemigo llegar a tierra, yo asesine al cansado Sir Gawain. Después de varios choques menores más, fue momento de enfrentarme al rey en la colina de Camlann.

Para este momento, ya no importaba quien ganara la guerra. El destino del país ya había sido sellado. Sin embargo, el rey permanecía tan gélido como siempre. Una y otra vez llame el nombre de mi padre en el campo de batalla – más soldados leales me rodeaban cada vez que lo hacía, y los aplastaba para continuar mi camino. Mate y mate y mate de nuevo. Un pensamiento llego hasta mí. ¿Cómo es que las cosas terminaron de esta manera?

La gente ajena que observara la batalla probablemente pensaría que soy un gran idiota – ¿Y porque debería preocuparme?

Había inmiscuido a cada persona en este país en mi venganza personal – ¿Y porque debería de importarme?

¿Por qué debería de importarme? ¡¿Por qué debería de importarme?!

“¡Arturooooooooooooooo!”

Finalmente, el Rey de los Caballeros respondió mi llamado – y nuestro duelo final comenzó.

La batalla se decidió cuando la lanza sagrada del rey perforo mi pecho. Fue mi derrota – no, fue mi victoria. Todo lo que el rey había logrado fue reducido a nada por mis manos.

Si, mírame. Ódiame. Deja que la mención de Mordred torture por siempre tus oídos y convierta tu semblante en uno lleno de odio. Maldice mi nombre.

Pero incluso al final – el rey no reconoció mi existencia.

Esos fríos ojos de jade observaron mi muerte, dándome la espalda en el momento en que fue segura. El rey no dejo unas palabras finales, no derramo ninguna lágrima, ni siquiera mostro el más mínimo rastro de odio.

Fue en ese momento que me di cuenta.

Ya veo…

Tal vez… había algo de verdad en sus quejas después de todo.

El rey no comprendía los corazones de los hombres.