Hikaru ga Chikyuu ni Itakoro:Volumen1 Capítulo 1

From Baka-Tsuki
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Capítulo 1: ¿Acaso no estás muerto?[edit]

Uwaa... ¿Por qué hay sólo chicas?

Koremitsu Akagi inspeccionó el funeral, boquiabierto.

El uniforme de la Academia Heian, la escuela de Koremitsu, estaba compuesto por la combinación de un blazer refinado y una camisa negra. Había también otros uniformes en Heian: de una sola pieza, de marinero, chalecos, y chaquetas de bolero con lazos. Había tanta variedad que era impresionante. Las chicas presentes portaban todo tipo de atuendos distintos.

Pero había mucho más que ver para Koremitsu.

Una estudiante universitaria que portaba su propio y distintivo atuendo negro, gritaba llena de dolor.

—¡Hikaru! ¡Hikaru!

Una mujer llena de aflicción estaba de pie junto a la estudiante, exhibiendo un aire de escolaridad junto a su apariencia secretarial, mientras cubría su propio rostro con un pañuelo, y sus hombros temblaban incontrolablemente.

Koremitsu había verificado la fecha del funeral en la cartelera de anuncios de la escuela. Sin embargo, no tardó en arrepentirse de haber asistido.

Entre las chicas hechas un mar de lágrimas, se encontraba un estudiante de preparatoria de cabello rojo y despeinado, espalda encorvada, ojos amenazantes y un ceño fruncido que le otorgaba un aspecto agresivo.

Ocasionalmente, los presentes en el funeral miraban de reojo a Koremitsu Akagi, albergando sospechas hacia él.

Incluso las chicas de su propia escuela, la Academia Heian, estaban alarmadas, preguntándose por qué el infame estudiante de primer año estaba presente.

A pesar de su inquietud, ninguna de ellas se atrevía a preguntarle el motivo de su presencia. Mordían sus labios y pretendían ver a otro lado, desviando la mirada de forma incómoda, para alejarse.

Pero incluso si alguien le preguntase lo obvio a Koremitsu, ni siquiera él sabría que responder.

A decir verdad, ¿por qué habría de venir al funeral de este bastardo, quien tuvo una vida tan próspera, cuando apenas había cruzado unas palabras con él?

El retrato de Hikaru Mikado se encontraba sobre un incienso de sándalo blanco colocado frente al pasillo lleno de personas afligidas.

El cuerpo de Hikaru yacía entre la multitud como un ángel, exhibiendo una sonrisa en el rostro y adornado con tulipanes, lirios y claveles.

Poseía un rostro delgado, la nariz delicada y labios rollizos; su piel era de un blanco inmaculado y sus ojos mostraban una transparencia cristalina. Tales cualidades le otorgaban una dulzura y pureza afeminada al cuerpo inerte de Hikaru Mikado.

Cuando se conocieron, Koremitsu se preguntó por qué una chica habría de usar el uniforme masculino en la escuela.

Pero eso ocurrió antes de que Koremitsu se enterase de que este chico tan amable y de voz única era conocido como el “Príncipe Imperial” de la escuela.

No era simplemente el “Príncipe” de la escuela, sino el “Principe Imperial”, un título que sentaba mucho mejor a la elegancia de “Hikaru-sama”. Las estudiantes recién graduadas de escuela media o las recién ingresadas en preparatoria, con ojos soñadores, conversaban en tales términos acerca de Hikaru Mikado, y así fue como Koremitsu se enteró de la posición que Hikaru ocupaba en Heian.

De igual manera, era extremadamente popular, y comenzó a gustarles a muchas chicas incluso desde que estudiaba en el jardín de niños afiliado.

Incluso en esta escuela llena de personas adineradas, su entorno familiar y su fortuna eran sobresalientes. A pesar de ello, mostraba la misma cantidad de afecto y amabilidad con todas y cada una de las chicas.

“Como era de esperarse, no es más que el típico galán con el que no tengo la más mínima afinidad”.

Eso fue lo que Koremitsu pensó al conocer a Hikaru.

Pero, por algún motivo, Hikaru Mikado le habló a Koremitsu con una sonrisa cuando se conocieron por primera vez.

Hay algo que quiero pedirte.

Koremitsu pensó que había algo extraño en aquella declaración de Hikaru.

Tras enterarse sobre la muerte del mismo, comenzó a preguntarse si le había escuchado mal.

Se decía que Hikaru había muerto ahogado en una inundación, producto de una fuerte lluvia, mientras se alojaba en un resort de Shinshu durante la Golden Week.

A pesar de que apenas habían intercambiado unas pocas palabras, el hecho de que Hikaru muriese a los quince años de edad fue un gran impacto para Koremitsu, recordándole una vez más que la vida no era eterna; recordándole lo efímera que realmente era. Recordó la muerte de su padre y sintió amargura en su corazón.

Koremitsu albergaba tales sentimientos incomprensibles y complicados mientras se dirigía hacia el funeral de Hikaru bajo la tenue lluvia.

Koremitsu tomó asiento en las sillas de tubo colocadas dentro del recinto, mientras exhibía una expresión solitaria, observando vagamente al líder del funeral, rodeado por los sollozos de angustia femeninos.



Hikaru era un chico hermoso.

Qué chico tan amable era.

Tenía una sonrisa tan reconfortante.
Su voz era tan agradable.
Y tenía dedos tan delicados... como los de un artista dotado.

Era un poco terco, pero no puedo odiarle por ello.

Le temía a la soledad, pero eso le hacía adorable.

Era un chico que parecía poder albergar toda la felicidad del mundo.

Era un chico que parecía estar cubierto de luz.



Todos los presentes lamentaban y lloraban la prematura muerte del joven.

Las canciones funerarias, que giraban en torno a los recuerdos, alcanzaron los oídos de Koremitsu.

Él entendía realmente poco sobre la persona fallecida, y por ello se le hacía difícil comprender los sentimientos de los presentes.


Se encontraba atestado entre olas de tristeza, sintiéndose irritado, culpable, e inquieto.

En ese momento, se percató de una mujer sentada en el espacio reservado para los familiares.

Lucía joven.

Probablemente rondaba los veinte años o algo así.

Su cuerpo lucía tan frágil que parecía una flor a punto de romperse en cualquier momento, y no llevaba ni un vestido de una pieza, ni un kimono negro. Su cabello estaba atado hacia atrás.

En cuanto la mujer entró en el rango de visión de Koremitsu, éste no pudo sino contener el aliento ante el impacto de lo que había presenciado.

¿Mikado...?

En aquel momento, tuvo la impresión errónea de que el mismísimo Hikaru Mikado estaba sentado frente a él.

El parecido entre aquella mujer y Hikaru era impresionante.

Su suave y sedoso cabello parecía dorado bajo el reflejo de la luz; su piel era blanquecina, su nariz era delicada, pero elegante, sus labios se asemejaban a pétalos y su cuello era delgado.

¿Es la hermana mayor de Hikaru...?

La mujer sonrió lentamente.

Las lágrimas seguían descendiendo por su delicado rostro, pero los bordes de sus labios mostraron una ligera curvatura.

Era una sonrisa tranquila y apacible.

Era una sonrisa que no encajaba con una escena funeraria. Koremitsu se puso de pie frente al incienso de sándalo blanco, sintiendo peso en sus fosas nasales debido a la fragancia, y miró a la mujer, medio fascinado.

¿Por qué... está sonriendo?

Está sonriendo de forma tan hermosa, tan... feliz.

¿Por qué, en un funeral?

Aquella mujer, que parecía ser la hermana de Hikaru, mostró una sonrisa tan efímera que pareció una ilusión.

Koremitsu estaba tan embelesado ante aquella escena que comenzaba a perderse en sus pensamientos. Sin embargo, una voz aguda entre la multitud interrumpió sus pensamientos.

—¡NO ES MÁS QUE UN IDIOTA!

Sorprendido, dirigió la vista a la fuente de la voz.

Una chica, vistiendo el uniforme de la Academia Heian, estaba de pie frente al altar de Hikaru.

Su cabello largo y negro caía por detrás de su cabeza, atado con un lazo blanco. Exhibía un aire infantil, otorgándole el aspecto de una princesa refinada. La chica no pudo evitar estremecerse mientras apretaba sus puños, y sus grandes ojos parecían emitir un aura de desprecio mientras miraba con furia al retrato sonriente de Hikaru.

En contraste a sus temblorosos labios, dejó escapar palabras mordaces.

—¡ERES UN VERDADERO IDIOTA POR AHOGARTE DE ESA MANERA EN UN RÍO! ¡MENUDA VERGÜENZA! ¡PENSÉ QUE MORIRÍAS APUÑALADO POR UNA MUJER! ¡POR SER TAN MUJERIEGO, EL KARMA TE HA PASADO FACTURA!


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—No hagas esto, Aoi.

Al instante, una chica más alta, que vestía el mismo uniforme, se acercó. La tomó por el hombro, con la clara intención de llevarla afuera.

Instada a apresurarse por aquella mano sugerente, “Aoi” levantó la cabeza para observar el retrato de Hikaru una vez más.

El perfil de su rostro pálido y rígido causó que el corazón de Koremitsu se detuviese.

Era un rostro lleno de ira, angustia y amargura. Una expresión peligrosa...

La joven gritó con desprecio.


¡MENTIROSO!


Koremitsu sintió que su corazón era apuñalado por una lanza afilada.

De hecho, sintió un dolor agudo en su interior.

Vaya... ¿qué clase de matanza es esta?

El lugar quedó en completo silencio por un momento, para recobrar su respectivo clamor segundos después.

Los presentes comenzaron a murmurar sobre lo que acababa de ocurrir.

Mentiroso…

La mente de Koremitsu seguía pensando en el tono lleno de resentimiento que ella había empleado, y su expresión llena de ira, pero también de dolor.

Mentiroso.

Mentiroso.

El rostro inocente de Mikado estaba frente a ella, pero, a pesar de ello, ¿qué pudo haberla impulsado a acusarle de tal manera?

“Mentiroso”. La palabra hacía eco dolorosamente en los oídos de Koremitsu.

Aunque Hikaru había muerto, ella seguía expresándole su frustración. ¿Qué clase de relación tenía con él?

¿Qué clase de mentira había dicho Hikaru? Bueno... en cualquier caso, no es asunto mío...

Comenzaron los rezos, y el lugar se vio envuelto por una atmósfera solemne.

La mujer que lucía similar a Hikaru, aún sentada en el espacio reservado para miembros de la familia, se mantuvo cabizbaja.

La chica del lazo blanco, que había arremetido contra Hikaru, comenzó a desvanecerse de la mente de Koremitsu.

Cuando llegó su turno de ofrecer incienso, sujetó el sándalo, cerró los ojos y bajó la cabeza.

¿A qué se refirió exactamente cuando dijo “hay algo que quiero pedirte”?

No podía sacarse aquella pregunta de la cabeza.

Por supuesto, era imposible obtener respuesta alguna de Hikaru, cuyo cadáver yacía en el ataúd.

En cuanto el funeral terminó, Koremitsu se marchó. Seguía lloviendo fuera; el clima era oscuro e húmedo . Qué problemático sería llevar un paraguas a todas partes...

Caminó sobre el suelo mojado para marcharse.

—Akagi-kun.

Por un momento, Koremitsu creyó escuchar que alguien le llamaba.

Se detuvo y volvió la vista hacia atrás.

...Quizá sólo estoy imaginando cosas.

A su espalda, había dos chicas de uniforme escolar —aquellas que habían acaparado la atención del funeral minutos antes—, ahora sus hombros se encontraban encogidos, y sus cuerpos temblaban a la vez que se adentraban en el suelo empapado.

Koremitsu se sintió afligido al recordar aquel espectáculo, y reanudó la marcha mientras encorvaba la espalda.

¿Por qué una persona tan vulgar habría de asistir al funeral de Hikaru-sama?

Koremitsu chasqueó la lengua, tras escuchar el chismorreo desaprobador en referencia a las chicas que se encontraban a su espalda.


♢ ♢ ♢


En este mundo, existen personas que son fácilmente malinterpretadas.

Los quince años de mala suerte que había sufrido Koremitsu Akagi se debían principalmente a su apariencia.

Solía mostrar una apariencia amenazante: sus ojos entrecerrados exhibían un aire arrogante y burlón, mientras su boca se arqueaba hacia abajo, como expresando desaprobación.

Su rostro rígido no le hacía lucir amistoso en lo absoluto. Su apariencia era ominosa: un aspecto brusco, una espalda encorvada, un cuerpo delgado, y un despeinado cabello marrón rojizo le hacían lucir como un completo delincuente.

Recordó todos los malentendidos que había experimentado durante su vida.

Cuando estaba en el jardín de niños, los estudiantes estaban aterrados ante la expresión salvaje de Koremitsu, y se alejaban de él en cualquier intercambio social. Durante su ceremonia de entrada a la escuela primaria, la chica sentada junto a Koremitsu rompió en llanto, y el resto de los niños circundantes, tras percatarse de ello, comenzaron a llorar también, provocando un estridente alboroto de llanto infantil.

Al final, Koremitsu fue acusado de acosar a la chica, y las madres le enseñaron a sus hijos a no jugar con él. Como consecuencia, Koremitsu llevó una vida solitaria.

Durante la secundaria, Koremitsu se vio involucrado con algunos senpai que solían pasar el rato en terrenos descampados de la escuela. En el proceso de alejarse de ellos, se adjudicó, sin percatarse de ello, el título de “El Rey de La Lucha”, “El Rey de los Delincuentes”, y designaciones similares. Con semejantes apodos, comenzó a ser visto como una persona peligrosa. Como resultado, Koremitsu no logró hacer ni un solo amigo durante la secundaria.

Y entonces, ocurrió la inolvidable ceremonia de graduación.

Mientras sus compañeros lloraban al despedirse, Koremitsu estaba aislado de ellos, un paria abandonado entre los árboles sakura que se marchitaban. Fue entonces cuando pensó: “No puedo permitir que ésto siga así”.

En cuanto Koremitsu ingresó a la preparatoria, su prioridad fue hacer nuevas amistades y así evitar el dolor de ser apodado “Demonio Rojo”, “El Hombre del Desastre”, “El Perro Rabioso de Apariencia Salvaje”, entre otros.

Esa fue la decisión que tomó.

Sin embargo, el día antes de la ceremonia de apertura, Koremitsu fue arrollado por un camión en una intersección de abundante tráfico, y tuvo que ser hospitalizado durante un mes para poder recuperarse.

Tras el incidente, la tía de Koremitsu, quien además era su tutor legal, perdió la cabeza.

—¡¿Por qué te metes en un lío tras otro?! Fue un milagro que aprobases el examen de ingreso a una escuela privada tan prestigiosa, ¿y lo arruinas al no asistir a la ceremonia por haber acabado en el hospital? ¡Ni siquiera un estudiante de primaria se deja arrollar en un paso peatonal!

Y siguió hablando hecha una fiera.

Koremitsu finalmente fue dado de alta de su sombría vida en el hospital, y llegó el momento de aquél memorable día donde asistiría a su nueva escuela por primera vez.

Llevaba una muleta bajo su axila derecha, un yeso en su mano izquierda, y su cabeza cubierta de vendas mientras caminaba por el largo pasillo del patio interior.

—Maldición... ¿dónde demonios está la sala de profesores?

Quería pedir direcciones, pero todos se apartaban frenéticamente ante su presencia, y antes de percatarse de ello, Koremitsu había llegado a un lugar desprovisto de la gran cantidad de personas que deambulaban en los pasillos.

Era un patio enorme, provisto de árboles cuidadosamente dispuestos, piedras de todos los tamaños y formas que decoraban el paisaje verdoso, e incluso podía encontrarse cuerpos de agua resplandecientes.

La Academia Heian era una escuela de fama sobresaliente que ofrecía un programa integrado de inscripción desde el jardín de niños hasta la universidad, y sus dignatarios invirtieron grandes sumas de dinero específicamente para crear el patio interior.

Durante el invierno pasado, Koremitsu había asistido a la escuela Heian para presentar su examen de admisión, y quedó boquiabierto ante lo pulcro de la escuela y su patio interior. Pensó que si lograba entrar a una escuela tan prestigiosa, no tendría que vérselas con esos senpais que perdían la cordura sin previo aviso y sacaban navajas de sus uniformes modificados, y que finalmente podría esperar con ansias el llevarse bien con sus compañeros.

Sin embargo, la gente mantuvo la distancia de Koremitsu cuando entró por primera vez a la escuela, e incluso acabó perdido.

Maldición... todos se dejan llevar por las apariencias.

La gente decía que mis padres me habían inscrito en la escuela gracias a conexiones con la Mafia, que había luchado contra algún tipo de ejército de delincuentes de otra escuela y casi les había matado a todos, y que, como resultado, acabé en el hospital.

¡Oigan, puedo escuchar sus insultos! Si quieren ofenderme de esa manera, al menos háganlo donde no pueda oírlos, ¡¿les parece?!

Merezco ser tratado con el mínimo de respeto, ¡¿me escuchan?!

De mal humor, siguió avanzando por el pasillo, mientras el sonido producido por su muleta acentuaba su andar.

Parecía haber alguien de pie bajo la sombra del pilar frente a él.

La persona parecía estar allí sin motivo, simplemente recostado contra el pilar. Vestía un blazer y pantalones de vestir.

¿Es un hombre?

Los rayos matutinos del sol que alcanzaban el patio interior iluminaron su suave cabello, irradiando un brillo dorado de su perfil.

¿Qué hacía semejante persona en este lugar, tan temprano en la mañana?

En cualquier caso, Koremitsu se sintió salvado ante la presencia de aquella figura solitaria.

Quería acercarse y preguntar dónde quedaba la oficina, pero la persona se volvió hacia Koremitsu antes de que éste pudiese comenzar.

¿Eh? ¿Una chica?

Aquella persona poseía un rostro delicado, y la duda invadió a Koremitsu. Se preguntaba qué hacía una chica con un uniforme masculino.

No, un momento, es un hombre ¿cierto?

Sus ojos claros se entrecerraron, y una cálida sonrisa apareció en su apariencia destacadamente gentil. Los finos labios de aquella persona comenzaron a moverse.

—Akagi-kun.

Y dejaron salir una dulce voz.

Su voz era casi hipnótica, alcanzando al oído de forma suave y gentil, como si penetrase el mismísimo núcleo de la existencia. Koremitsu quedó paralizado de inmediato.

—Eres el estudiante de primer año, Koremitsu Akagi. Ésta es tu primera vez en la escuela, ¿no es así?

—...¿Cómo sabes mi nombre?

Koremitsu observó con cautela al chico. Hikaru continuó hablando sin la más mínima muestra de deshonestidad.

—Cualquier estudiante nuevo como tú, se convertiría en el centro de la atención. Se dice que luchaste contra un ejército de delincuentes, que apaleaste a diez oponentes y les dejaste al borde de la muerte, que te convertiste en el vigésimo séptimo líder de la pandilla y en el legendario “Rey de los Delincuentes”. También se dice que las heridas que recibiste son marcas de honor resultantes de la batalla, ¿no es así?

Nadie se atrevía a acercarse y hablar con Koremitsu, mucho menos había alguien que no le temiese, que le abordase de frente y, además, exhibiendo una sonrisa alegre.

Por tal motivo, Koremitsu se sintió intrigado, en lugar de molesto, al ser llamado “líder de pandilla”.

Por algún motivo, aquél chico sentía que podía hablar despreocupadamente con alguien conocido como un líder de pandilla...

Para ser alguien tan afeminado, vaya que tiene agallas, ¿eh? ¿O solamente es lento? ¿O está planeando algo?

Koremitsu le contó la verdad a Hikaru: que su rostro de rebeldía era algo con lo que había nacido, que sus heridas eran resultado de ser arrollado por un camión, que en realidad no existían líderes de bandas en las cercanías, y que él no era un delincuente.

—¿Entonces por qué bloqueaste al camión con tu cuerpo?

Recibió aquella seria pregunta desviando la mirada hacia otro lado.

—...Fue una coincidencia.

—¡Pues menuda coincidencia!

—No se puede hacer nada al respecto. No fue más que eso, una coincidencia.

—Mmm, aunque no creo que un camión como ese sea algo con lo que puedas estrellarte accidentalmente.

—...

No le apetecía hablar del incidente.

Para Koremitsu, quien no estaba acostumbrado a que otros le hablasen, la manera tan natural en la que el chico lo hacía le causaba una sensación de mariposas en el estómago.

La forma en la que el chico le miraba como si fuese algún animal exótico en exhibición le resultaba repulsiva.

—...¿Cómo puedo llegar a la sala de profesores?

Koremitsu regresó bruscamente a su intención original de preguntarle la dirección al chico, con el propósito de apaciguar a las mariposas que revoloteaban en sus entrañas, pero a su interlocutor no pareció importarle.

—Sigue derecho, y al final, gira a la izquierda, y sube las escaleras hasta el segundo piso.

E incluso guió a Koremitsu.

—Oh, entiendo.

El sonido de la muleta de madera volvió a resonar, y cuando estuvieron uno al lado del otro, Koremitsu volvió a escuchar su nombre.

—Akagi-kun, olvidé mi libro de Literatura. ¿Podrías prestarme el tuyo?

¿Eh? Koremitsu perdió la capacidad de pensar por un momento.

¿Por qué me pide un libro prestado de repente?

Koremitsu se volvió y divisó a la otra persona mirándole fijamente con sus ojos claros.

—...Hoy no tendré clases de Literatura.

Respondió, mientras intentaba adivinar las intenciones de su interlocutor.

—Eh, qué lástima.

Dijo Hikaru, dedicándole una sonrisa llena de significado.

—En ese caso, iré a tu aula a tomar prestado tu libro, Akagi-kun. También hay algo que quiero pedirte.

—¿Algo que pedirme? ¿El qué?

Había pasado de ser un préstamo de libro a un favor de índole personal, y aquella transición sospechosa causó que Koremitsu frunciese el ceño.

—Soy Hikaru Mikado, de la Clase 1. Nos vemos luego.

Dijo adiós con su mano y se retiró del patio interior.

La imagen de aquella deslumbrante sonrisa, tan brillante como el sol, se quedó grabada en la mente de Koremitsu.

“¡Kyah! ¡Hikaru-sama!”, “¡Buenos días, amo Hikaru!”, los gritos de júbilo de las chicas podían ser escuchados del otro lado del bosque.

Koremitsu no pudo hacer más que mostrarse aturdido mientras escuchaba los gritos desvanecerse en la distancia.

Aquello había ocurrido una semana atrás.

Una semana después, Koremitsu, quien ya se había librado de la muleta y el yeso, encontró a las chicas llorando y lamentándose en cuanto entró a la escuela, y escuchó la noticia de que “Hikaru-sama había muerto”.


♢ ♢ ♢


Al final, Mikado nunca tomó prestado el libro, y sólo charlamos aquella vez.

La carretera estaba oscura, y la lluvia causó que la visión de Koremitsu se nublase en el camino a casa.

Había estado pensando sobre la situación de Hikaru desde el momento en el que abandonó el salón del funeral...

No hay nada que pueda hacer...

Su único encuentro había provocado una gran impresión en Koremitsu, y los eventos del funeral se habían añadido a dicha experiencia.

Aun así, Koremitsu no entendía prácticamente nada sobre la persona llamada Hikaru Mikado. Pero, a pesar de ello, Koremitsu se encontraba profundamente cautivado por su actitud casual, además de su semblante y sonrisa honesta; todo se le antojaba como un enigma.

En realidad, ¿qué tipo de persona era Hikaru?

Si no hubiese muerto, si siguiese con vida... ¿realmente vendría a tomar prestado mi libro?

Abriría con fuerza la puerta del aula, mostraría una sonrisa radiante, y diría:

“¡Akagi-kun! ¡Olvidé mi libro!”

Y supongo que usaría un tono alegre, ¿no?

La escena cruzó su mente por un instante, y le invadió una sensación insoportable. Quizá en ello se resumía la pequeña tristeza que sentía por aquel chico de quince años, cuya vida había acabado.

La lluvia arreció.

La casa de madera que su abuelo había construido se encontraba apartada del centro de la ciudad. Era un lugar que funcionaba como una escuela de caligrafía. Para el momento en el que logró llegar a casa, su despeinado cabello rojizo estaba pegado a sus párpados y orejas.

Abrió la puerta principal, encontrando a su tía Koharu de pie en la entrada, sujetando un poco de sal gruesa.

—¡Koremitsu, date la vuelta!

Le ordenó con tono severo.

Koharu solía vestirse con un jersey remangado, con su cabello atado con gracia y de forma cuidadosa en la parte trasera de su cabeza. Tras divorciarse, había regresado a casa para trabajar en un negocio mercantil de internet a través del computador. En la actualidad, Koremitsu, su abuelo, y ella, eran las únicas personas que vivían en la casa.

Siguió las instrucciones de su tía y se dio la vuelta. Poco después, se escuchó el sonido de sal siendo esparcida sobre él.

¿No es demasiada sal para purificar? ¡¿Estás tratando de marinarme?!

Pero a pesar de ello, decidió guardar silencio, teniendo en cuenta que el puesto de mayor autoridad en el manejo del hogar estaba siendo transferido gradualmente de su abuelo a su tía.

—De acuerdo, date la vuelta otra vez.

Se dio la vuelta, y una gran ración de sal estaba esparcida sobre sus piernas. Su ropa empapada quedó cubierta con granos de sal.

—El agua del baño está caliente. Ve a bañarte. En cuanto termines, ven a cenar y no pierdas el tiempo.

Hablaba con un tono masculino.

De pronto, escuchó una risita a su espalda.

—La hermana de Akagi-kun luce violenta e interesante. Además, es idéntica a ti.

—¿Eh?

En aquel momento, Koremitsu se quedó de piedra.

¿Qué fue eso?

Le pareció escuchar una voz desconocida...

No, probablemente escuché mal.

Koremitsu pensó que estaba cansado, pues no estaba acostumbrado a los funerales. Tras tomar la toalla que Koharu le alcanzó, se la colocó sobre la cabeza y entró al baño.

Tras sumergirse en la bañera, su cuerpo se sentiría aliviado, y su mente más fresca.

Se quitó el blazer, se desabotonó la empapada e incómoda camisa, y se quitó los pantalones.

En cuanto abrió la puerta de cristal del baño, volvió a escuchar aquella dulce voz.

Vaya... luces un tanto delgado, pero esos músculos te hacen lucir muy distinto a mí. No esperaba menos del rey de los delincuentes.

No soy un delincuente.

No, antes de replicar, ¿quién era la persona que le estaba hablando?

La voz de su abuelo no sonaba así de joven, y la voz era demasiado suave para ser de Koharu.

Si me desnudase, la mayoría de personas dirían que soy lindo, que parezco una chica, que tengo piel blanquecina o algo por el estilo. Eso sí que hiere mi orgullo masculino.

La voz parecía estar mofándose de él mientras su tono encantador alcanzaba los oídos de Koremitsu. La dulce voz sonaba extrañamente similar a la del chico que había conocido en aquel pasillo.

Sin embargo, aquel chico debió haber muerto varios días atrás; Koremitsu había asistido al funeral ese mismo día e incluso había encendido incienso.

Tus brazos son bastante delgados, pero vaya que lucen firmes. Ese es mi tamaño ideal.

¿Una alucinación puede durar tanto tiempo?

Además, la voz se escuchaba muy claramente, como si proviniese de algún lugar justo sobre su cabeza...

Incidentalmente, Koremitsu giró la cabeza en esa dirección, y en el momento siguiente, gritó.

—¡¿UWWAAAHHH?!

¡¿Cómo?! ¡Es aquel chico de cara angelical, vestido con el uniforme escolar! ¡Hikaru Mikado!

¡En el techo del baño! ¡Rodeado por vapor!

¡Flotando en el aire!

¿Eh? ¿Puedes verme, Akagi-kun?

Al percatarse de aquella posibilidad, el cuerpo flotante de Hikaru dejó escapar un grito de felicidad.

Su cabello, que lucía dorado con la luz parcialmente filtrada a través de sus flequillos, ondeaba a causa de una brisa errante.

Koremitsu se sujetó del borde de la bañera, aún boquiabierto. Su mentón parecía que iba a desprenderse en cualquier momento. Hikaru lo observó desde arriba, ensanchando los ojos por reflejo. La figura de Hikaru envuelta en vapor, se asemejaba a la de un ángel que había descendido a la tierra justo frente a Koremitsu. Si cambiase su uniforme por una bata de baño, su semblante resplandeciente podría tener un efecto cegador.

Koremitsu hizo contacto visual con Hikaru, jadeando mientras se debatía ante la incredulidad de la situación.

—¿A-Acaso no estás muerto...?

Sin tardanza, su tía Koharu abrió el panel de cristal y gritó hacia el cuarto de baño.

—¡¿Qué ocurre, Koremitsu?! ¿Te resbalaste y te golpeaste la cabeza? ¡No me digas que hay que hospitalizarte otra vez!

Sujetaba el cuchillo de cocina en su mano derecha, probablemente porque se encontraba en medio de la preparación de la cena.

—Ko-Koharu... ahí...

Koremitsu temblaba mientras apuntaba hacia el techo.

Había un espectro afeminado flotando frente a él. No se sabía si Hikaru era gentil por naturaleza o si lo fingía para tratar a las chicas con amabilidad, pero le dedicó una sonrisa a Koharu.

Si fuese una adolescente, se hubiese derretido ante él. Sin embargo, su voz reflejaba un sugerente tono asesino mientras ridiculizaba a Koremitsu a causa de la conmoción.

—¡¿Ah?! ¿Acaso viste una cucaracha? No eres una chica. No armes tanto alboroto por algo tan insignificante.

—¡¿No lo ves?!

—Bueno, no veo ninguna cucaracha o ciempiés.

¡¿Acaso no hay un sujeto vestido con uniforme escolar aquí?!

Quería gritarlo, pero descartó la idea tras notar la expresión de Koharu, que daba a entender que sería capaz de blandir el cuchillo en su contra en cualquier momento.

Koharu cerró la puerta y se marchó.

Menuda hermana más violenta la que tienes.

Hikaru se sintió aturdido ante el hecho de que su clásica sonrisa no había surtido efecto.

Mientras tanto, en la mente de Koremitsu...

Cálmate... Cálmate...

Koremitsu se repitió esas palabras a sí mismo mientras recobraba la compostura necesaria para entender lo que estaba sucediendo. Hikaru Mikado, quien debería, sin lugar a dudas, estar muerto, apareció bastante vivo en el baño de Koremitsu.

Tenía piernas, pero su delgado cuerpo flotaba en el aire.

Y Koharu no podía verlo.

Koremitsu vió con vacilación hacia el espejo en la pared del baño, descubriendo que sólo se reflejaba su propio cuerpo desnudo envuelto en la niebla producto del vapor, y luego volvió a mirar a Hikaru.

Seguía ahí.

Koremitsu volvió a mirar el espejo.

El chico pelirrojo y delgado de los ojos amenazantes se tornó pálido ante la imagen que vió.

De acuerdo, Akagi-kun.

La voz se acercó.

—! Koremitsu se volvió, encontrando a Hikaru a sus espaldas, como un entrenador de mascotas listo para trabajar con un perro demasiado exaltado. Le habló con calma:

Es tal como lo has dicho, Akagi-kun. Sí que estoy muerto. Por ello deduzco que este cuerpo debe tratarse de mi forma fantasmal.

Hikaru hizo una pausa, mientras reflexionaba.

Sí, ha de ser así. No estoy muy seguro de lo que signifique ser un fantasma, pero siento que estoy bien aún sin tener una definición clara al respecto. Prefiero considerarlo como una existencia fantástica, en lugar de alguna explicación complicada sacada de ciencia ficción. Por lo tanto, estoy mejor así. Tú también deberías verme de esa forma, Akagi-kun.

¿Qué tiene eso de bueno? ¡¿Cómo puedes estar tan convencido de que tienes la razón?! !¿Una persona muerta apareciendo de la nada frente a los vivos suena como simple fantasía para tí?! ¡Ésto es una perturbación de la realidad, no imaginación!

Koremitsu sintió el impulso de mofarse, pero se contuvo.

La única época en la que realmente creyó en fantasmas fue durante sus días en la escuela; producto de simple inmadurez. Pero, a pesar de ello, la ausencia del reflejo de Hikaru en el espejo era innegable.

Koremitsu se vió atrapado en un conflicto entre el sentido común y lo que había observado.

Mira esto.

Hikaru extendió su mano blanca y delgada para tocar la de Koremitsu. Lo atravesó, y tanto su piel como sus huesos llegaron al otro lado.

Koremitsu contuvo el fuerte impulso de soltar un alarido. No quería presenciar la escena de la mano de otra persona atravesando la suya. Era demasiado ilógico para él. Se le erizó la piel como si un ciempiés caminase por su espalda.

Koremitsu llevó la temblorosa mano hasta su pecho, respiró profundamente varias veces, y dijo:

—A-Asumiendo que esto realmente está sucediendo, y yo no soy un fantasma, pero tú sí, ¿por qué habrías de aparecer en mi baño?

No eran amigos.

No eran compañeros de clase.

Apenas interactuaron una vez en Heian.

Con sus ojos claros, Hikaru le dedicó una mirada aturdidoramente cautivadora a Koremitsu.

No ocurrió de la nada. Te he estado siguiendo desde que estuviste en el funeral. Incluso te dije “Akagi-kun” durante el funeral, y volteaste, ¿recuerdas?

Koremitsu estaba estupefacto ante las palabras de Hikaru.

Era cierto que sintió que alguien le llamaba cuando se disponía a regresar a casa. ¡¿Quiere decir que este sujeto ha estado flotando sobre mi cabeza desde entonces?! ¡¿Me ha estado siguiendo durante todo el camino a casa?!

En aquel momento, me preguntaba si estaba atado a tí, Akagi-kun. Por supuesto, hablando en términos ocultistas.

—¡Oye! ¿Por qué yo? ¿Qué hice para merecer tu venganza? ¿Quieres convertirte en el vigésimo séptimo líder o algo por el estilo? ¿Quieres luchar contra mí porque te superé? ¿Por eso me abordaste en el pasillo? En ese caso, te cedo la posición. Puedes autoproclamarte de la forma que desees. O puedo ir a grabarlo en tu lápida, con un cuchillo de trinchar.

La frente de Koremitsu exhibía sus venas producto de la agitación. Hikaru le dedicó una sonrisa llena de calma mientras le respondía.

Para nada. No te guardo rencor.

—¿Entonces qué?

Koremitsu le observó, y Hikaru le regresó la mirada de forma avergonzada.

¿No habíamos hecho una promesa?

—¿Eh?

Koremitsu estaba atónito.

¿Cuál promesa?

Tenía algo que pedirte cuando te hablé sobre el préstamo del libro.

Una sonrisa encantadora apareció en el rostro de Hikaru, mientras observaba a Koremitsu.

Koremitsu olvidó su incomodidad e inclinó su cuerpo hacia adelante para observar a Hikaru.

—Oye, ¿qué era lo que ibas a pedirme?

Incluso desde que escuchó sobre la muerte de Hikaru, Koremitsu no pudo sino sentirse angustiado por ello, como si hubiese una espina atorada en su garganta.

¿De qué asunto quería hablarle Hikaru?

Hikaru se lo pidió a él, a alguien que no conocía, a alguien que había visto por primera vez.

Hikaru se lo pidió a Koremitsu, alguien infame por ser un delincuente salvaje, alguien a quien los demás temían.

La sonrisa de Hikaru desapareció, y su rostro adoptó una expresión triste. Desvió la mirada y guardó silencio ante la pregunta de Koremitsu.

...

Oigan, ¿por qué se calló de repente? ¿Por qué luce tan triste?

Koremitsu se impacientó ante la expresión, ahora solemne, de Hikaru.

Sintió un incómodo sudor frío mientras esperaba por una razón detrás del silencio. En ese momente, Hikaru curvó sus labios y le dedicó una débil sonrisa.

En cuanto a eso... olvídalo.

Murmuró con suavidad.

—¡¿Eh?! ¡¿Qué significa eso?!

Sin percatarse de ello, el tono de Koremitsu se había vuelto brusco. La situación se había tornado en algo con lo que Hikaru no se sentía del todo cómodo, así que la contundencia en la respuesta de Koremitsu resultó lamentable.

—No te quieras hacer el listo. Más te vale que me digas la verdad.

Koremitsu infló sus mejillas mientras Hikaru dio una palmada con sus polvorientas manos blancas, y se disculpó.

Lo siento. A decir verdad, creo que perdí la memoria cuando morí. De momento, no logro recordarlo.

¡¿Estás hablando en serio?! Koremitsu le atacó con una mirada inquisitiva, pero Hikaru le respondió con una sonrisa.

Sin embargo, es extraño que hiciésemos aquella promesa, y dado que nos encontramos incluso tras mi muerte, me gustaría pedirte otro favor.

—¡¿Otro favor?!

Hikaru asintió sumisamente.

Sí. Sin duda estoy atado a tí, así que espero contar con tu ayuda.

Los ojos de Hikaru se fijaron en Koremitsu con una seriedad inexplicable, como si todo en las cercanías pudiese sucumbir ante su poder.

El príncipe de la escuela.

Koremitsu finalmente podía entender por qué todos en la escuela le habían otorgado aquel apodo a Hikaru; era apropiado para su presencia noble y majestuosa. Su actitud expresaba:

“Sin importar lo que haga, seré perdonado”.

Koremitsu estuvo a punto de aceptar todas las demandas de su interlocutor tras observar su adorable sonrisa.

¡Esto es malo!

No sabía por qué, pero su instinto activó una alarma en su interior.

Tenía el irritante sentimiento de que sería manipulado por Hikaru si las cosas seguían así. Tal idea le azotó como si de un rayo se tratase.

—¡Koremitsu! ¡¿Cuánto tiempo piensas estar en el baño?! ¡¿Te has hecho amigo de la cucaracha?! ¡Sal en cuanto termines!

Koharu había abierto de golpe la puerta de cristal, una vez más, para gritar.

—Oh, de acuerdo.

Koremitsu se apresuró a tomar una cubeta para cubrir la parte baja de su cuerpo.

...¿Me ha llamado cucaracha?

Meditó Hikaru, aparentemente devastado por ello.


♢ ♢ ♢


¡Vaya! Un Chabudai[1]. Y pensar que aún existen en Japón.

Mientras Koremitsu, Koharu y su abuelo cenaban en el comedor, Hikaru flotaba alrededor de la casa, luciendo como un magnate principesco que paseaba por la casa de un plebeyo. Exclamaba opiniones ante cualquier cosa que encontrase, observando con ojos ensanchados el contenido de cada habitación, exhibiendo una sonrisa despreocupada mientras deambulaba.

Ah, ¡el ñame está cocinado! Se ve delicioso, con esa textura aceitosa. Qué rico. Tiene un estilo maternal. Yo también quiero probarlo~.

Koremitsu, quien había tomado los palillos para llevar la comida hasta su paladar, sintió que su hambre desaparecía parcialmente ante el par de ojos hambrientos que le observaban en la mesa.

¿Acaso no eres un fantasma? No puedes comer.

Koremitsu quería hablar, pero se detuvo tras ver que Koharu y al abuelo seguían comiendo con sus expresiones de siempre.

Al parecer, ni Koharu ni el abuelo pueden verlo.

La constante prueba de su situación le causó otro dolor de cabeza a Koremitsu.

Vaya, esta pieza de caligrafía está escrita de forma profesional. ¿Quién la escribió?

El abuelo.

¿Qué hace esta decoración de mapache aquí?

¿Quién sabe?

Ah, esta puerta corrediza está cubierta con Washi[2]. Ah, ¡aquí también! ¿La repararon ustedes mismos? Qué eficientes.

No te maravilles con detalles tan insignificantes.

Tomando los palillos una vez más, hizo muecas de irritación ante Hikaru.

—Koremitsu, ¿qué es lo que tanto miras?

Koharu le preguntó, pero no esperando una respuesta, sino para darle una advertencia a Koremitsu. El venerable abuelo de Koremitsu, nacido antes de la guerra, también le sermoneó.

—No tires el arroz. Recibirás un castigo divino.


Koremitsu sintió un escalofrío en el cuello.

Mientras tanto, Hikaru admiraba la puerta corrediza con admiración, “Ah, ésto está cubierto con chiyogami[3] y cortado en forma de caparazón de tortuga...”

Koremitsu pensó que eso era todo lo que Hikaru se limitaba a hacer.

¡Akagi-kun, muñecas Kokeshi! Las muñecas Kokeshi están ordenadas. ¿Las coleccionan? ¡Son muy lindas! ¡Esos ojos pequeños son parte de la belleza japonesa!

Hikaru seguía emocionado acerca de las diversas baratijas.

¡Ya cállate! ¡Estás muerto!

Una vez más, Koremitsu se había contenido de expresar su frustración.

Sería problemático si la forma etérea de Hikaru invadiese alguna habitación de la casa y acechase como un espíritu maligno en busca de venganza.

En cualquier caso, sentía la necesidad de librarse rápidamente de Hikaru, antes de que Koharu y su abuelo le malinterpretasen más.

Normalmente, Koremitsu comía doble ración de arroz durante la cena, pero tal lujo debía ser aplazado.

—Me retiro.

Dejó escapar un débil gruñido mientras murmuraba aquello.

“¿Por qué te haces el interesante cuando no haces más que regresar a tu habitación? ¡¿Acaso querías insinuar que irás a arrasar una base yakuza o algo por el estilo?”

Koharu parloteó algo en respuesta.

—Primero que nada, siéntate.

Koremitsu regresó a su habitación, cerró la puerta, lanzó un cojín sobre el tatami y le dio instrucciones a Hikaru.

Akagi-kun, me alegra que me haga tal invitación con cojín incluido, pero no creo que darme un cojín sirva de algo. Sin embargo, entiendo tus intenciones.

Hikaru dobló levemente sus rodillas sobre el cojín mientras flotaba en el aire.

Koremitsu comenzó.

—¡¿QUIÉN TE HA DADO LA BIENVENIDA AQUÍ?! LOS PELOS DE MI ESPALDA SE PONEN DE PUNTA CUANDO FLOTAS ASÍ FRENTE A MÍ. AL MENOS PON TUS PIES… No, espera, tus rodillas, en el suelo… ¡COMO SEA, SI QUIERES QUE TE ESCUCHE, MÁS TE VALE QUE DEMUESTRES QUE ESTÁS DISPUESTO A PEDÍRMELO CON SINCERIDAD!

El rostro de Koremitsu cambió de colores mientras gritaba.

De acuerdo, comprendo.

Inesperadamente, Hikaru se arrodilló en el suelo y juntó sus rodillas para sentarse apropiadamente en el cojín.

Estaba prácticamente sentado en posición “Seiza ”, y su espalda se veía más recta que la de Koremitsu, quien se sentaba con la espalda encorvada. La postura de Hikaru era perfecta, obviando el hecho de que el cojín no se hundía en lo absoluto.

¿Está bien así? ¿Ahora sí estás dispuesto a escucharme?

Hikaru mostró su clásica sonrisa encantadora.

¿Cómo lo explico? Este sujeto... sí que puede entorpecer mi ritmo.

Pensó Koremitsu, mientras se sentaba de piernas cruzadas en el piso.

—De acuerdo, te escucharé.

De ser posible, esperaba que me ayudases también. A decir verdad, hay una chica en mi corazón de la que no puedo desprenderme. Su cumpleaños se acerca, y en el último día de la Golden Week le envié una carta, con lilas adjuntas, a su casa.

¿Por qué usas los tallos de una planta para atar el sobre? ¿No podías enviarle un mensaje de texto a su teléfono?

Koremitsu estaba perplejo.

Entonces, los ojos y labios de Hikaru parecían emitir dulzura mientras leía en voz alta el contenido de la carta.

En ella, había escrito: “Este es el primer regalo. He preparado seis más para tu cumpleaños. Espéralos con ansias”.

¿Acaso las mujeres son tan avariciosas como para no sentirse satisfechas a menos que reciban siete regalos? ¿No tendrías que gastar mucho dinero para dar siete regalos en cada cumpleaños? Pero más importante aún, ¿cómo pudiste pensar en siete regalos distintos?

Para Koremitsu, hacerle un regalo a una dama era un concepto proveniente de otra dimensión. Ahora Hikaru lucía melancólico.

Como puedes ver, estoy muerto, y soy incapaz de cumplir mi promesa. ¿Podrías, por favor, entregarle los regalos en mi lugar?

—Así que me estás pidiendo que haga algo en relación a una chica.

Sí. Para mí, es una chica muy importante.

Las cejas de Hikaru se levantaron mientras mostraba su dulce encanto de siempre. En contraste, la expresión de Koremitsu no mostraba el mínimo rastro de felicidad.

—No lo haré.

¡¿Eh-?! U-Un momento, ¡¿no me estás rechazando demasiado pronto, Akagi-kun?

Esa fue la primera vez que Hikaru, quien se había comportado de forma tan despreocupada incluso tras convertirse en fantasma, mostró señales de vacilación.

Koremitsu siguió frunciendo el ceño: “No discutiré sobre favores que estén relacionados con chicas”.

¡¿Por qué?!

—El abuelo me dijo que no me acercase a las chicas.

¿Qué significa eso?

—Hace 20 años, su esposa (mi abuela), dijo que quería comenzar una segunda vida, dejó los documentos de divorcio, y se marchó.

Desde aquel suceso, “todas las mujeres son iguales” se había convertido en la frase de su abuelo, y solía discutir con la tía de Koremitsu, quien también era una divorciada que solía decir, de la misma forma burlona, que “todos los hombres eran iguales”. De acuerdo a Koharu, era de esperarse que su abuela no soportase a su abuelo.

Puede... puede que haya sido un gran impacto para tu abuelo, pero no pueden generalizar a todas las mujeres en base a tu abuela.

—Durante mi primer año de primaria, la mujer que se hace llamar mi madre nos abandonó a mi padre y a mí, y se fugó con otro sujeto.

¡Uh!

Hikaru se quedó sin habla.

—Y además, aquel hombre era mi profesor.

Ehh...

—Y entonces, un año más tarde, mi padre murió de un infarto.

C-Comprendo. Realmente has vivido momentos duros. Tu... tu padre también sufrió una gran tragedia... pero la novia de la que te hablo no me entregaría documentos de divorcio ni se fugaría con otro hombre. No te estoy pidiendo que salgas o te cases con ella. Sólo quiero que le envíes los regalos el día de su cumpleaños, y entonces podré ir en paz al cielo. Sería inconveniente si me quedo a tu lado para siempre, ¿no crees?

El significado oculto tras esas palabras, era que Hikaru amenazaba a Koremitsu con asediarle eternamente a menos que cumpliese con su petición. Hikaru mantenía una expresión lastimera.

¿Por favor~? Es una promesa muy importante. No tengo amigos, así que sólo puedo pedírtelo a ti, Akagi-kun.

—¿En serio acabas de decir que no tienes amigos? Buen intento. ¿Acaso no eres un miembro de alta sociedad extremadamente popular?

Había nacido con una apariencia deslumbrante, y su personalidad era tan cordial que se ganaba la simpatía de todos. Además, era el “Príncipe” de la escuela, un personaje rodeado de serviles seguidores. Para Koremitsu, era exasperante que alguien como él dijese que no tenía amigos.

¿Cómo podría un sujeto tan despreocupado entender el dolor de ser excluido cuando los profesores pedían formar parejas durante la clase de Arte o Educación Física?

Todos se dispersaban a mí alrededor como si fuesen arañas, cuando yo no hacía más que caminar por los alrededores, preguntando dónde quedaba la sala de profesores. No tenía a nadie con quien hablar durante los recesos, una duración de diez minutos que se sentía mucho más larga cuando se estaba solo, y no podía hacer más que emplear ese tiempo en revisar mi tarea. ¿Cómo podría un “príncipe” como tú entender el dolor de ser marginado?

Hikaru, a pesar del dolor de Koremitsu, se encogió de hombros, y murmuró con tristeza:

Es verdad... Desde que estaba en el jardín de niños, fui popular con las chicas, y todas ellas querían ser mis novias. En Primaria, durante una de las reuniones de clase, se llevó a cabo una larga discusión, donde se estipuló que “Hikaru le pertenece a todas, y ninguna puede escaparse con él”, y así se formó una especie de pacto.

...¿Acaso está presumiendo? Además, esas niñas fueron realmente pesadas al convocar una votación popular a causa de un motivo como ese.

Mientras más escuchaba Koremitsu, más se curvaban sus labios en un gesto de desaprobación.

Pero, debido a ello, los hombres solían excluirme.

Los oídos de Koremitsu se estremecieron ante aquella revelación.

¿Eras... excluido?

Lo mismo ocurría durante la clase de Educación Física. Nadie hacía equipo conmigo.

Los oídos de Koremitsu se estremecieron una vez más.

Lo mismo ocurrió cuando entré a la secundaria. Fui llamado por un grupo de chicos a la parte trasera del salón de Deportes, donde me acusaron de robarles a sus novias. Estaban buscando problemas conmigo... inventando todo tipo de rumores en mi contra, al punto que ninguno de los chicos de la clase estaba dispuesto a defenderme...

Koremitsu imaginó la escena y sintió dolor en su pecho, como si hubiese algo clavado dentro.

Él entendía mejor que nadie cuán doloroso era ser excluido a causa de rumores denigrantes.

Recordó cómo tuvo que comer solo durante la hora de almuerzo, cómo movía los palillos silenciosamente mientras la risa y conversaciones ruidosas de sus compañeros se escuchaban en el fondo. Recordó a sus rebeldes compañeros, que vencidos por el ocio, escribían en su mesa con sus compases, dedicándole nombres indeseables como “Sam”, “John”, entre otras cosas exasperantes.

Cada vez que rememoraba aquellos momentos, sus ojos se sentían calientes.

¿Era verdad? ¿Este sujeto entendía su dolor?

¿Él también había atravesado días amargos?

Quiere cumplir una promesa que le hizo a una chica de la cual no puede desprenderse, pero no tiene amigos. Está tan solo que sólo puede contar conmigo.

¿Será verdad? ¿Así son las cosas?

Esto es insoportable, maldición.

—No... no me queda alternativa... Sólo ayudaré a enviar los regalos en tu lugar.

Koremitsu pestañeó varias veces, y apartando la mirada de Hikaru, le habló con un tono rígido.

Hikaru dejó escapar un suspiro de alivio.

¡Gracias! Sabía que me ayudarías, Akagi-kun. De verdad, muchas gracias.

Aquellas palabras llenas de confianza y cortesía absolutas, causaron que algo caliente se elevase a través de la garganta de Koremitsu.

—Tengo que... ir al baño.

Rápidamente, abandonó la habitación para evitar que notasen las agrias gotas acumuladas en los bordes de sus ojos.

Koremitsu abrió la puerta del baño, limpiándose las lágrimas mientras entraba. Dando un suspiro de alivio, se bajó los pantalones del pijama junto con la ropa interior—...

—! Un Hikaru lleno de remordimiento flotaba sobre la tapa del váter.

—¡¿QU-?! ¡¿POR QUÉ ME SIGUES HASTA AQUÍ?! ¡E INCLUSO ESTÁS ESPIANDO MIS PARTES PRIVADAS! ¡¿QUÉ CLASE DE PERVERTIDO ERES?!

Ya ví tu parte delantera y trasera cuando te estabas dando un baño.

Ante un Koremitsu grandemente alterado, Hikaru respiró profundo y mostró una expresión seria.

Tengo que darte una mala noticia.

—¿D-de qué se trata?

Koremitsu contuvo el aliento mientras escuchaba, y Hikaru intentó aligerar el impacto de la noticia al explicarlo con calma.

Al parecer, sin importar a donde vayas, yo seré arrastrado contigo. Pero, por favor, haz de cuenta que no estoy aquí y continúa con tus actividades.

Notas[edit]

  1. Mesa de patas cortas usada en casas japonesas tradicionales.
  2. El washi es un tipo de papel muy fino fabricado en Japón.
  3. Otro tipo de papel decorativo.


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