Monogatari Series:Nekomonogatari (White)/Tsubasa Tiger 002 spanish

From Baka-Tsuki
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Se rumora que las hermanas pequeñas de Araragi kun, Karen chan y Tsuhiki chan, lo despiertan todas las mañanas por iniciativa propia. Todos los días, sin falla; sin importar si es entre semana, un día feriado, o si son vacaciones; o eso es lo que se dice. Araragi kun parece pensar que esto es un gran fastidio, pero desde mi perspectiva, se trata solamente de algo que hacen los “buenos hermanos”.

De hecho, como es normal, estaba muy celosa.

En verdad lo estaba.

Pues ¿cuantos hermanos en el mundo son tan bien amados que pueden despertar así cada mañana? Aunque en este caso, quizás no estaba celosa de Araragi kun, sino de Karen chan y Tsuhiki chan, que pueden ver su rostro dormido cada día.

Oh sí, estaba muy celosa.

En verdad lo estaba.

Bueno, hablando de cómo despierto yo, Hanekawa Tsubasa, tal como Araragi kun es despertado por sus hermanas, cada mañana, Rumba me despierta.

Rumba no es, por supuesto, el nombre del gato de la familia Hanekawa, ni el extraño nombre de mi hermana menor: Hanekawa Rumba, sino un iRobot: una aspiradora automática ordinaria, modelo Rumba 577.

Su reloj interno hace que, en automático, comience a limpiar a las seis cada mañana, y cuando esta ‘aspiradora inteligente’ llega a mi cabeza y la empuja, me levanto.

Qué refrescante.

Sea lo que sea, como todas las aspiradoras, la Rumba hace mucho ruido al limpiar, así que cuando recorre el pasillo y se acerca a mí yo ya estoy despierta; aun así, el hecho de que continúe tendida, esperando con los ojos cerrados hasta que mi cabeza siente el contacto de la Rumba, se debe quizás a que deseo sentir que ‘alguien me despierta’, o simplemente, sentir ‘que soy despertada’.

Como la bella durmiente, hablando poéticamente.

Bueno, no es como si hubiera algo poético cuando quien te despierta es una aspiradora.

“La bella durmiente”… qué expresión más rara, viniendo de mí.

Para la Rumba, debe ser una molestia encontrar a alguien durmiendo en el pasillo.

Así es, duermo en el pasillo.

Duermo en un futón tendido en el pasillo del segundo piso de una vivienda unifamiliar.

Alguna vez pensé que esto era normal e incluso obvio, pero parece que eso no es el caso. De modo que, tras perder una amiga con quien hablé de esta situación, antes de saber que no era normal, no lo he comentado de forma abierta con nadie.

No es como si realmente quisiera una cama propia tras tanto tiempo.

Se había vuelto algo natural.

Y yo no quiero que lo que es natural cambie.

No es como si alguna vez tuviera la idea infantil de querer mi propia habitación; cuando se lo conté a la compañera de la que me hice amiga, Senjougahara san, pensando que ella no se incomodaría, ella sólo dijo:

—¿Me quieres decir algo con eso? Para comenzar, mi casa ni siquiera tiene un pasillo.

Desde la perspectiva de una chica que vive con su padre en un departamento de una sola habitación, mi situación puede parecer un problema de gente ostentosa, pero, para empezar, no es como si la situación me pareciera problemática.

Bueno.

Quizás eso no es cierto.

Imagino que, quizás, no quiero hacer de esta casa “el lugar al que pertenezco”. Algo así como lo opuesto al marcaje animal; quizás quiero mantener distancias con esta casa.

No quiero que ningún rastro de mí quede en esta casa.

Ni uno solo, de ser posible.

Quizás esa es la razón.

…Dejando a un lado la razón de que deba hacer conjeturas y suposiciones acerca de lo que acontece en mi corazón, o la razón de que acompañe cada idea con un “quizás”.

—Bueno, sin importar lo que yo quiera, en unos meses más dejará de importar, así que no debería preocuparme demasiado.

Hablándome a mí misma, doblé el futón.

Nunca tuve problemas para despertar por la mañana.

O mejor dicho, no entiendo del todo la sensación de estar “medio dormida”.

Los estados de encendido y apagado de mi consciencia son, probablemente, más distintos de lo que necesitan ser.

Si sólo pudiera dormir al sentirme soñolienta.

A veces pienso eso.

Quizás es porque estoy fuera de sincronía con las personas que tienen sensaciones así. Araragi kun me dice eso a menudo: “Las cosas que haces y que piensas naturales son verdaderos milagros para mí”, y otras cosas así, pero llamarlas milagros es ir demasiado lejos.

Mi soliloquio continuó así.

No sucede cuando estoy fuera, pero cuando estoy en casa no puedo evitar hablar conmigo misma. Si no lo hiciera, siento que olvidaría cómo hablar.

No estoy segura de qué pensar de ello.

Así como no estoy segura de qué pensar de que Araragi kun aparezca en mi soliloquio, y de la sonrisa que en consecuencia llegó a mi rostro.

Guardé el futón en el armario y fui al baño a lavarme la cara.

Después, me puse los lentes de contacto.

Antes, cuando usaba gafas, la idea de poner los lentes directamente sobre mis ojos me parecía horripilante y no quería ni pensarlo, así que, cuando empecé a usar lentes de contacto, estaba tan asustada que trataba de ponérmelos sobre los ojos cerrados (metafóricamente hablando), pero una vez que me acostumbré la cosa ya no tenía nada de especial.

Puedes acostumbrarte a todo.

Mejor aún, no le pesan a mi nariz ni a mis orejas, así que son más cómodos que las gafas.

Se trata sólo de que, al pensar en lo que ha de venir el próximo año, ni las gafas ni los lentes de contacto parecen acompañantes convenientes, así que he llegado a pensar que debería hacerme una cirugía LASIK mientras sigo en la escuela.

Arreglándome, me dirigí al comedor.

Ahí, las personas que llamo padre y madre estaban, como siempre, sentadas a la mesa y comiendo el desayuno por separado.

Ni siquiera me miraron cuando entré al comedor.

Yo tampoco los miré al entrar.

Simplemente entrar en un campo visual no equivale a ser visto, sobre todo cuando los ojos de la mente y el corazón apartan la mirada. Si es difícil ver con esos ojos, es mucho más simple dejar de ver.

Solamente la voz de la presentadora de la televisión, dando las noticias más importantes del día, resonaba en el comedor.

¿Cuál es la razón? Me pregunto.

¿Por qué sentí que la presentadora, que daba las noticias desde algún lugar lejano, me era más cercana que las dos personas en este espacio?

En verdad me lo pregunto.

Sería más apropiado darle los buenos días a la anunciadora.

Hablando de eso, me pregunto cuántos años han pasado desde la última vez que dije “buenos días” en esta casa. Traté de recordar, pero fue en balde. Recordé habérselo dicho a la Rumba cerca de cinco veces (como mencioné, lo hacía completamente despierta, pero era muy natural, la aspiradora parecía, extrañamente, estar muy viva en sus movimientos), pero no recordaba una sola vez en que lo hubiera dicho a quienes llamo padre y madre.

Ni una sola vez.

Eh.

Es sorprendente.

Alguna vez le dije a Araragi kun algo como “Planeo acercarme a mis padres yo sola”, pero parecería que la verdad es diferente. Bueno, no es nada nuevo que mis palabras estén llenas de mentiras.

Yo estoy hecha de mentiras.

Alejada de la verdad, esa soy yo, Hanekawa Tsubasa.

Aun mi nombre es falso, después de todo.

Cerrando la puerta sin hacer ruido, me dirigí no a la mesa, sino a la cocina. Tenía que hacer el desayuno, pero no podría decir que no lo hacía por posponer el momento en que me sentaría a la mesa con aquellos dos tanto como fuera posible.

Era fútil, o mejor dicho, resistencia vacía.

Podrían perdonar este nivel de resistencia.

Faltaba mucho para que tornara en coup d’état.

En la cocina de la casa, esta es, la que no quiero llamar hogar, hay, generalmente hablando, muchos utensilios de cocina. Tres tablas de cortar y tres cuchillos de cocina. Los sartenes y las ollas también vienen en grupos de tres. Hay tres de cada cosa. ¿Qué significa eso? Pues sí, significa que cada una de las tres personas que viven en esta casa usa sus propios utensilios.

Alguna vez perdí otra amiga al contarle esta situación. Volver a calentar el agua cada que alguien toma un baño, lavar la ropa por separado, cosas así son demasiadas como para mencionarlas todas, pero es extraño.

Yo no creía que esto fuera inusual en absoluto, y sin importar cuantos amigos haya perdido en consecuencia, nunca sentí la necesidad de hacer la residencia de los Hanekawa semejante a otros hogares.

Todos salimos de casa a aproximadamente el mismo tiempo, así que “sucede que nos reunimos” en el desayuno, pero la situación es similar a compartir mesa con extraños en una cafetería, nadie hablaba, y a nadie se le ocurriría hacerle el desayuno a los otros dos.

Tomando mis utensilios, comencé a guisar.

No es que planee hacer un guiso muy elaborado.

Después de hacer suficiente arroz para uno y preparar sopa de miso, huevos fritos y pescado, además de una ensalada (me han dicho que como mucho, pero soy de las personas que se atascan en el desayuno) dividí la comida en tres partes y las llevé una por una al comedor. Finalmente, di otra vuelta a la cocina e hice té. No tendría que haber dado cuatro y media vueltas si alguien me ayudara, pero, por supuesto, no hay manos dispuestas en esta casa. Ni siquiera la Rumba puede ayudarme tanto.

Pensando en lo bueno que sería tener la ayuda de Araragi kun, llegué a la mesa.

—Gracias por la comida.

Tras juntar las manos y decir eso, tome mis palillos.

Nunca he escuchado a los otros dos decir nada semejante, pero aun si nunca digo buenos días o buenas noches, nunca olvido agradecer al comienzo y al final de la comida.

Especialmente después de lo ocurrido en las vacaciones de primavera.

Después de todo, son palabras dirigidas a los animales y plantas que estuvieron vivos antes de ser la comida que tornará en mi carne y en mis huesos.

Son vidas sacrificadas por mi bien.

Y yo acepto ese sacrificio con gratitud.


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