Daybreak:Volumen 2 Capítulo 4

From Baka-Tsuki
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Capítulo 4 - Una promesa que mantener, una promesa que cumplir[edit]

Esa conferencia fue la primera experiencia de Kaede en eso de ser vista pero no oída. Se pasó todo el tiempo de pie y en silencio, sintiéndose como algún tipo de decoración extraña. Todo cuanto podía hacer era imitar a los guardias reales y ayudantes de campo en la habitación.

No le ayudó a calmarse descubrir que incluso el rango militar de Pascal le hacía demasiado joven para estar en esa reunión. Probablemente por eso el general von Falkenhausen había insistido en llamarle 'Landgrave', ya que un señor feudal con semejante título estaba en mejor lugar para discutir sobre estrategia con los generales que un mero capitán.

...O algo así. El feudalismo de Weichsel era más administrativo que militar. Cada señor gobernaba una región y estaba obligado a mantener una determinada cantidad de tropas, pero el mando de las fuerzas recaía sobre el Alto Mando militar. Los oficiales le juraban lealtad directamente a la corona, y la nobleza tenía escaso poder militar a menos que sirvieran como comandantes. Combinado con una extensiva legislación de gobierno e impuestos, resultaba en una centralización del poder, lo cual convertía a Weichsel en algo cercano a una monarquía absoluta.

Al final, fue la audacia de Pascal sumado al respeto del rey por su padre y su prometida lo que le permitió contribuir a las discusiones, no su propia posición.

Tras la partida del rey, los generales llamaron a su personal para organizar la inminente campaña. Los oficiales iban a toda prisa de un lado a otro a través de la puerta lateral mientras transmitían las órdenes recibidas a la sala de mando adyacente. Muchos de ellos aprovecharon también para lanzar miradas furtivas a la famosa Oriflamme.

Las observaciones de Kaede llegaron a un final abrupto cuando se encontró una vez más bajo el escrutinio de la mirada real. La ansiedad le oprimió el pecho mientras la princesa se acercaba a paso lento. Pero en los ojos violáceos de la princesa, Kaede no vio desprecio ni superioridad, dos cosas a las que estaba habituada en los pasillos de la Academia Königsfeld. En su lugar, sólo había una sombra de incertidumbre.

Tal vez ella esté tan confundida con la situación como lo estoy yo.

La princesa Sylviane fue la primera en romper el contacto visual al girarse hacia el hombre junto a Kaede. Sus labios esbozaron una sonrisa amable al saludar con amistosa calidez:

“Tú debes ser Reynald Lucian von Witzinger.”

Atrapada por la dependencia de la magia de traducción activa en su vínculo familiar, Kaede no había notado hasta ahora que Sylviane tenía un acento completamente distinto a las afiladas y sólidas palabras de Weichsel. La pronunciación era áspera y destacaba el énfasis, pero el tono era fluido, como si subiera y bajara por suaves colinas.

El 'Imperial' era un lenguaje híbrido creado por el antiguo Sacro Imperio para estandarizar la lingüística en sus territorios del norte. Pero aunque el antecesor de Weichsel lo implementó como signo de lealtad a su señor, el autónomo Rhin-Lotharingie sólo lo practicaba como lenguaje para la administración y el comercio. Tras obtener la independencia dos siglos atrás, el imperio de Rhin-Lotharingie mantuvo el Imperial simplemente como uno de los tres idiomas oficiales reconocidos por el estado en sus tierras. Por lo tanto, aunque ambas naciones compartían una lengua en común, se trataba de una afinidad divergente.

“Me honra que Su Alteza conozca mi nombre.”

Reynald hizo una reverencia y besó el dorso de la mano extendida por la princesa con tanta gracia que sorprendió a Kaede. Su comportamiento era diametralmente opuesto al de su habitual desparpajo.

“Pascal escribió sobre ti en el informe que nos mandó a mi padre y a mí,” dijo Sylviane. “Tienes mi gratitud por ayudar a salvar la vida de mi prometido.”

“Es lo mínimo que podía hacer por un camarada y amigo, Alteza.”

Vale, ahora estás mintiendo descaradamente, pensó Kaede mientras trataba de mantener una expresión neutra ante el orgulloso semblante de Reynald.

“No necesitas forzarte a hablar bien de Pascal...”

La sonrisa de Sylviane se ensanchó y soltó una risita.

“--conozco a Pascal desde que eramos niños. Sé perfectamente que a veces puede ser intratable, especialmente con aquellos a quienes no entiende.” Esta vez fue Reynald quien no pudo ocultar su sorpresa cuando se rompieron todas sus suposiciones.

“No puedo pedirte que seas amable con él,” continuó la princesa con voz amable. “Pero si pudieras seguir protegiéndole contra amenazas hostiles, especialmente en vista de la situación actual, te estaría personalmente agradecida.”

...Aunque si de vez en cuando se lleva un par de golpes cuando se los merezca tampoco pasa nada, añadió kaede en la seguridad de su propia mente.

A pesar de su ansiedad, Kaede no pudo evitar sentir una creciente impresión de la princesa. Política o no, había una cándida sinceridad en cómo Sylviane se expresaba. Como mínimo parecía ser una persona razonable capaz de pensar según las perspectivas de otros -- más de lo que Kaede podía decir de Pascal, o de la nobleza en general.

El hecho de que sus opiniones sobre Pascal se parecieran ciertamente ayudaba.

“Haré lo que pueda, Alteza,” Reynald se llevó la palma de la mano al pecho e hizo otra reverencia respetuosa.

“Gracias. Ahora, si nos disculpas,” respondió Sylviane con un cabeceo cortés antes de volver la mirada hacia Kaede, la calidez rápidamente desvaneciéndose de vuelta a la neutralidad.

“Kaede, ven conmigo por favor.”

“Sí, Alteza.”

Llevaba tanto tiempo ensayando esas palabras que sonaron como la respuesta rígida de un contestador.


...


Sylviane -- o para ser más precisos, uno de sus caballeros -- tardó varios minutos en encontrar una sala adecuada para una conversación personal. Aunque estaban dentro del 'palacio' real de la ciudadela, casi todas las cámaras cercanas estaban ocupadas por el personal militar. Con mapas de despliegue y cuadros de organización cubriendo habitaciones enteras en mesas y muros, Kaede no tenía ninguna duda de que éste era el centro neurálgico militar de Weichsel -- su cuartel general, situado junto al salón del trono.

Algunos estados poseen un ejército, el ejército prusiano posee un estado.

Una leve sonrisa asomó a sus labios cuando las palabras de Voltaire, su filósofo favorito, acudieron a su mente. A Kaede no solían gustarle los pensamientos erráticos, pero en momentos como ése ayudaban a calmar sus nervios. Pero antes de volver de su breve tangente, Kaede se recordó que Weichsel tenía un buen motivo para su naturaleza militante: después de todo el país era la frontera septentrional de la fe Trinitaria.

Lideradas por la dama caballero que atendía a la princesa, Kaede siguió a Sylviane hasta una sala de estar tamaño familiar. Tres guardaespaldas reales se quedaron fuera vigilando, pero la mujer las siguió al interior. Después cerró la puerta y se mantuvo vigilante con la espalda apoyada contra ella, bloqueando la única salida.

Tratando de no agitarse mucho yendo en tacones, Kaede observó a Sylviane dirigirse hacia un sillón aterciopelado. La princesa se sentó mientras se alisaba la falda.

El acto en sí fue directo y sencillo, o cual ejemplificaba su comportamiento. Los movimientos de Sylviane no tenían una gracia ni crudeza naturales; pero todas tenían un toque delicado, como si estuviera concentrada en su imagen a cada paso que daba.

Siguieron unos silenciosos momentos de contacto visual. Pero a pesar de lo incómodo que se volvió el ambiente, Kaede no apartó la mirada de Sylviane. En una situación donde no tenía motivos para sentirse culpable, una muestra de debilidad sólo serviría para darle una impresión equivocada a la otra parte. Todo cuanto podía hacer era esperar pacientemente su turno para hablar -- una cortesía apropiada para su rango, tal y como Pascal le había recordado esa mañana.

No es una noblecilla cualquiera de la academia, se recordó Kaede. Es la prometida de Pasca, alguien con quien debo mantener una buena relación.

Tras lo que pareció ser una eternidad, Sylviane le concedió a Kaede a gracia de una sonrisa amable.

“No te preocupes,” dijo al fin la princesa. “No voy a morderte aunque seas su amante.” El intento de sonrisa de Kaede fue rígido, en el mejor de los casos:

“No lo soy. Soy su familiar.”

“Lo cual...es mucho peor, si me perdonas la expresión,” respondió Sylviane en tono calmado. “Sé que no es culpa tuya, y te estoy agradecida por salvarle la vida: he leído en su informe que fuiste esencial para tender la trampa. Pero...”

La princesa cerró los ojos y suspiró antes de continuar, casi exasperada.

“--Puedo lidiar con cortesanas y prostitutas. Es un hecho que pocos hombres con ambición permanecen fieles a una sola mujer. Incluso mi padre, a pesar de las tradiciones de los Gaetane, tuvo una segunda amante cuando era joven. No está orgulloso de ello, y aunque no logro entender qué lleva a los hombres a la infidelidad, la simple verdad es que a menudo los hombres poderosos comenten -- cierto pecado capital.”

Kaede le devolvió un simple asentimiento. Para una historiadora, las aventuras amorosas de la élite política y la nobleza no eran ningún misterio. Los escándalos conocidos públicamente sólo representaban la punta del iceberg.

El detalle más interesante era la disposición de Sylviane a compartir este hecho con ella, ya que la realiza no solía mostrarle sus trapos sucios a extraños.

“Pero ese tipo de 'concubinas' sólo son temporales, o como mínimo, informales' siguió Sylviane a medida que se le endurecía la voz, como si fuera un sermón. “Estoy dispuesta a tolerar que Pascal tenga una siempre y cuando me mantenga a en mayor estima y sea discreto sobre su aventura -- lo cual significa mantenerla oculta en alguna residencia remota, sin ser vista ni oída.”

En otras palabras, mantener a la furcia apartada de mi vista, pensó Kaede amargamente, pues ella era la ramera de esta conversación, incluso si la princesa había evitado mencionarlo.

Su alteza cambió a un tono solemne:

“Por desgracia, no eres ninguna de esas cosas.”

“Tampoco soy tan íntima con él como lo sería una concubina,” Kaede no cedió terreno.

Entonces palideció cuando las cejas de Sylviane se arquearon ligeramente, como dudando de su afirmación...

En serio! Por qué todos los nobles...incluso los más sensatos...sacan siempre esa conclusión!?

De todos los cambios ocurridos desde la inversión de género de Kaede, la percepción social que la mantenía al nivel de un objeto sexual era el más irritante. Era como si su feminidad viniera antes que su identidad como persona -- prefería volver a sufrir el periodo menstrual antes que pasar por eso cada vez.

Pero al final, eso apenas le importó a Sylviane:

“Pero sigues siendo una mujer oficialmente unida a él -- por lazos más permanentes que la santidad del matrimonio, debo añadir, pues ni siquiera el Papa puede divorciaros. Como familiar de un mago, parte de tu función es estar presente y activa, tal y como has demostrado al frustrar el intento de asesinato de Pascal.”

“En otras palabras,” intervino Kaede, “tendríais el mismo problema con su hermana, en caso de que Pascal tuviera una.”

En ese momento Kaede se dio cuenta de que acababa de desobedecer las instrucciones de Pascal sobre “no le hables si no se dirige a ti y limítate a responderle.

“Mis disculpas, Alteza,” añadió rápidamente, rompiendo al fin el contacto visual para mirar al suelo. “Eso ha sido inapropiado por mi parte.”

El silencio se extendió de nuevo, al ambiente se tornó opresivo.

Kaede no podía evitar preguntarse cuál sería el castigo por faltarle al respeto a la realeza. Como princesa heredera, Sylviane poseería muchas más mazmorras que Pascal. Algunas incluso vendrían con su propio departamento de policía secreta, con sensibilidades medievales capaces de convertir el NKVD y los gulags de Stalin en un paseo por la playa.

Pero cuando volvió a alzar la vista, toda su presión imaginaria se evaporó.

Sylviane seguía mirándola, pero ahora con una sonrisa irónica.

“Ya veo por qué le gustas tanto a Pascal,” suspiró. “De verdad vienes de otro mundo?”

“Sí, Alteza. Un mundo más técnologico capaz de mandar al hombre a la luna, pero sin magia,” clarificó Kaede. “También diría que está más avanzado socialmente, pero mis discusiones con Cecylia han demostrado que eso podría deberse a un sesgo en mi perspectiva.”

“...Como podría nadie viajar por el espacio sin magia...?

Kaede alzó las cejas al instante. Por lo visto los magos podían viajar por el espacio, incluso aunque sólo hubiera un puñado de esos magos excepcionales.

Pero la confusión de la princesa duró apenas un breve segundo, y en seguida sus ojos volvieron a centrarse en Kaede. Sylviane no se distraía con tanta facilidad, un signo de disciplina mental de esperar en alguien a quien Pascal respetaba profundamente.

“No importa. Pero es buena cosa que hayas hablado en profundidad con Cecylia. Confío mucho en su juicio.”

Frunciendo el ceño con preocupación, Kaede apartó a un lado sus otros pensamientos al darse cuenta de que Sylviane y Cecylia no sólo se conocían, sino que además mantenían una buena relación. Al ser las dos amigas de la infancia de Pascal, probablemente se conocieron en aquel entonces y se mantuvieron en contacto. Con el entrenamiento de Cecylia para ser operativo de inteligencia, la princesa tenía los mejores ojos y oídos posibles para tener vigilado a Pascal durante sus días en la academia.

Un breve escalofrío recorrió la columna de Kaede al recordar su momento de páralisis cuando los ojos de cruz escarlata de la dhampira se acercaron hasta casi rozarla...

No sé si quiero tener ese tipo de referencias.

“Admito que probablemente tengas razón, Kaede,” Sylviane volvió al tema principal. “Excepto porque los hombres no invocan a hermanas, aunque a algunos les encantaría hacerlo.”

Kaede asintió. Gracias a los años pasados en Japón, había llegado a familiarizarse con ese concepto -- el cual le parecía bastante gracioso.

“Pero también existe un límite natural en una relación entre hermanos, por muy cercanos que sean,” prosiguió la princesa.

Entonces, con un rostro serio digno de una tigresa marcando su territorio:

“Puedes prometerme que no mantendrás una relación romántica con mi futuro marido?”

“Por supuesto!” se apresuró a responder Kaede. Después de todo soy, o era, un chico!

Pero tal y como pronunció esas palabras, notó una extraña sensación en su interior. Una advertencia que ya había tenido otras veces cuando estaba a punto de tomar una malas decisión.

Pero Kaede ignoró esa sensación por completo y continuó:

“De hecho, Alteza, hay algo que deberíais saber sobre mí. No sé si Pascal os lo ha contado, pero...”

Su determinación de relajar la tensión entre ellas se vio interrumpida cuando dos golpes resonaron ruidosamente contra la puerta de caoba.

“Soy yo,” les llegó la orgullosa voz de Pascal.

Sylviane le hizo un gesto a su guardaespaldas, quien rápidamente abrió la puerta con la gracia de un dedicado sirviente.

“Gracias Mari,” Pascal saludó brevemente a la dama caballero al pasar. Para un noble que a duras penas prestaba atención a la mayoría de sirvientes, ese era un claro indicativo de que ella no era una simple escolta.

“Perdón por la tardanza, Sylv,” Pascal volvió al tono informal en cuanto la puerta se cerró a sus espaldas.

Sonriendo con dulzura, la princesa Sylviane se levantó lentamente del sillón. Camino hacia Pascal y movió el brazo en un arco amplio...

No tuvo tanta fuerza como el terrorífico golpe de Ariadne, pero la bofetada dejó una marca roja en la mejilla del noble.

“Au,” se quejó Pascal antes de volver a enderezar la cabeza. “Supongo que esa me la merecía. Pero pensaba que íbamos a superar esto, no a resolverlo con violencia.”

“Estamos superándolo,” la sonrisa de Sylviane seguía siendo azucarada. “Pero eso no significa que vayas a librarte sin un castigo.”

“En mi defensa diré que sólo quería un compañero.” añadió Pascal con un encogimiento de hombros.

“Haberlo intentado con el otro género,” replicó Kaede mientras volvía a repasar a Kaede de arriba abajo con la mirada. No parecía exactamente enfadada o molesta, sino más bien... insegura.

“No creo que la Iglesia lo aprobara,” refunfuñó Pascal hacia nadie en particular.

El rostro de Sylviane se congeló al instante. Abrió mucho los ojos mientras sus mejillas se ruborizaban y giró en redondo para fulminar a Pascal con la mirada:

“Ya entiendes a qué me refiero! Y la iglesia no lo aprobaría en ninguno de los dos casos!”

Kaede se preguntó si el conservadurismo religioso realmente evitaba que las chicas fantasearan sobre amores prohibidos, o si Sylviane lo rechazaba porque la perspectiva de que su prometido fuera gay...no le parecía agradable.

Y yo aquí preocupándome por ser visto como un chico, a ojos de una chica, emparejada con otro chico, siendo yo ahora una chica, que antes era un chico... sus pensamientos entraron en bucle.

Esto es surrealista.

“Yo creía honestamente que te caería bien,” murmuró de nuevo Pascal, demostrando por partida triple el concepto de que cualquier cosa que un hombre pudiera decir en semejante situación solo podía empeorarlo.

“Y cómo de abajo estaba eso en tu lista original de motivaciones para invocar una chica guapa como tu familiar?” replicó Sylviane.

Kaede parpadeó un par de veces. Las esposas no solían llamar 'guapa' a las amantes. Tal vez eso significaba que había superado la etapa de ser considerada una amenaza directa.

“Significa eso que ella te gusta?” preguntó Pascal, esperanzado.

“ELLA no es el problema. Lo eres TU.” Exclamó Sylviane mientras clavaba su dedo índice en el pecho de Pascal. “Un familiar no elige al invocador, pero estoy segura de que tú especificaste el resultado, Runelord!”

“No puedo negar eso,” admitió el noble. “Pero por si sirve de algo, ella antes era un hombre. Juro que no estaba persiguiendo ningún tipo de interés romántico ni sexual.”

Tras un segundo de confusión, Sylviane giró en redondo. Su cabello color ciruela largo hasta la cintura ondeó en un amplio arco cuando miró a Kaede con los ojos como platos.

“Yo...estaba a punto de contároslo, Alteza, justo antes de que él entrara,” murmuró Kaede con voz suave mientras se le ruborizaban las mejillas.

Se sintió como un animal exótico siendo examinado. Incluso la guardaespaldas, Mari, la observaba desde la puerta, abandonado su fingido desinterés.

La creciente curiosidad, tal vez incluso fascinación, en los ojos de la princesa no ayudaba. En un instante, Sylviane acortó la distancia entre ellas y tocó las mejillas y los hombros de Kaede, acariciándolos suavemente a través de los guantes de seda, como si tratara de confirmar que eran reales. Sus manos se deslizaron hacia abajo, rodeando el modesto pecho de la familiar hasta llegar a su estrecha cintura.

Nunca lo hubiera imaginado...” Sylviane habló como si estuviera en trance antes de moverse hacia un lado y acariciar el largo cabello blanco de Kaede. “Es como si estuvieras hecha para ser una chica. Cómo te sientes?”

“Eh...más pequeña?”

Honestamente, Kaede no sabía qué tipo de respuesta esperaba la princesa por su parte. Tras adaptarse a incontables cambios en las últimas semanas, su experiencia era demasiado abrumadora para describirla con palabras.

“Supongo que estoy empezando a acostumbrarme,” Kaede se encogió de hombros mientras bajaba la vista con abatimiento. “No tengo otra opción -- ni siquiera Pascal sabe cómo arreglarlo.”

“No creo que haga falta...” murmuró Sylviane antes de contenerse. “Supongo que habrá sido todo un shock, encontrarte de repente en este estado.”

Kaede asintió mientras imágenes de aquella fatídica noche desfilaban por su mente:

“Despertarse en la cama de un extraño y encontrarme sin ropa y en lencería de novia no fue...precisamente agradable.”

Tenías que contarle...

La voz mental de Pascal se interrumpió en cuanto Sylviane se giró lentamente hacia él. Todo su cuerpo se puso rígido cuando la mirada petrificante de la princesa le hizo retroceder unos pasos.

Bueno, es cierto,” comentó Kaede aliviada por haberse librado de los escrutadores ojos de la princesa. “Además, ésta es mi justa venganza.

“Uh, me gustaría señalar que tú hubieras hecho lo mismo,” declaró Pascal. “Lo de la lencería por lo menos. Tu colección es obsesiva...”

“Yo NO tengo una obsesión!”

Pascal no dijo ni una palabra tras ser interrumpido. Se limitó a mirar a su futura esposa con una expresión escéptica, cejas arqueadas incluidas. De alguna forma se las había arreglado para darle la vuelta a la situación en un instante, y ahora era Sylviane quien se rubororizaba mientras trataba de recuperar la iniciativa.

“E-en cualquier caso, soy una chica. Tengo permitido jugar con muñecas.”

Las palabras de Sylviane hicieron que un escalofrío recorriera la espalda de Kaede.

“--Eres un hombre. Sal de mi reino.”

El tono de la princesa era férreo, pero su prometido replicó sin dudarlo:

“Entonces es aceptable que una mujer empuñe la espada y el escudo pero a nosotros no se nos permite disfrutar de las cosas adorables!? Qué clase de hipocresía de género es ésta!”

“Es del tipo práctico, ya que gracias a la magia podemos luchar igual que vosotros” contraatacó ella. “Por si se te ha olvidado, las últimas cinco veces que me has retado...”

“No lo he olvidado en absoluto y tú podrías dejar de echarle sal a la herida en cuanto se te presenta la oportunidad,” la interrumpió Pascal, su tono arrogante totalmente olvidado a estas alturas. “Podemos volver al tema principal, por favor?”

Debe estar muy desesperado si prefiere hablar de...

“Claro, vamos a repasar paso a paso cómo invocaste a una chica, te aprovechaste de que estaba indefensa, la desnudaste y te divertiste con ella, todo eso estando ya prometido...”

Sylviane se inclinó hacia adelante, invadiendo por completo el espacio personal de Pascal antes de reanudar su ofensiva sin darle un momento de respiro. Incluso la firme determinación de Pascal por no ceder terreno pronto comenzó a quebrarse bajo el implacable asalto verbal:

“--Tengo un proyector portátil por si quieres mostrarnos tus recuerdos. Estoy seguro tu entusiasmo será evidente por como tus lujuriosas manos acarician con ansia cada centímetro de esa piel de porcelana, examinando cuidadosamente las zonas más íntimas de una mujer. O cuando...”

Kaede notó sus mejillas encenderse a medida que las exageradas descripciones de Sylviane comenzaron a conjurar vívidas imágenes en su mente. Antes de darse cuenta, tenía los brazos envueltos alrededor de cuerpo, en un abrazo protector, y su mirada estaba clavada en Pascal.

Se sentía sucia de sólo imaginarlo. Lo peor era que Pascal realmente podría haber hecho todo eso sin ella darse cuenta...

Arqueando la espalda hacia atrás en un intento de alejarse de su prometida, Pascal también se estaba ruborizando. Muy pronto alzó ambas manos en gesto de derrota:

“Basta! Me rindo! Incondicionalmente! Asumo la culpa por todo! Haz tus demandas de una vez! Y por favor deja de hacerme parecer un lujurioso pervertido!”

Sylviane volvió a enderezarse. Incluso su aliento esta agitado, aunque en gran parte se debía a su brutal despliegue de acusaciones.

“Bien...has dicho que creías honestamente que ella me gustaría, cierto?”

Tras dar un par de pasos atrás y pivotar hacia la familiar de su prometido, Sylviane le dirigió a Kaede una sonrisa cálida: el deleite de un vencedor admirando su trofeo.

Kaede tuvo un mal presentimiento...

“Te permitiré estar cerca de él. Pero a cambio, debes obedecer mi autoridad. Eso significa que si quiero tenerte conmigo esta tarde, o te pido que te mantengas alejada de él durante una semana, lo harás...”

Sylviane se giró hacia Pascal:

“--y tú no pondrás objeciones ni interferirás de ninguna forma. Te parece aceptable?”

Era un truco muy viejo, especialmente en culturas donde antes se practicaba la poligamia. Cuando un marido con autoridad se interesaba en otra hembra, una esposa hábil a menudo buscaría establecer dominio sobre la chica nueva -- y cualquier relación potencial; aunque por lo general se hacía de forma más sutil.

Aun así, es bastante madura para su edad, tuvo que admirar Kaede.

Mientras tanto, Pascal respondió con el ceño fruncido.

“Tras haberla invocado a nuestro mundo tengo la obligación de cuidar de ella.”

“Y no estoy siendo irrazonable,” respondió Sylviane. Luego añadió, casi en broma: “además, si quisiera hacerle daño, no necesitaría tu permiso para hacerlo.”

Pues claro. Tiene guardias de sobra a su disposición...

Kaede suspiró. Sylviane no era precisamente sutil a la hora de recordarle la diferencia entre sus rangos. Además, se sentía como si estuvieran negociando un traspaso de 'propiedad', en el cual ella era el objeto.

Debía admitir que ese tipo de cosas no eran infrecuentes en política, ya fuera personal o nacional. Podía ser un sirviente, un regimiento o un reino vasallo entero. Por lo menos Kaede era lo bastante importante como para que una pareja real discutiera por ella.

“De acuerdo,” aceptó Pascal a regañadientes. “Pero me reservo el derecho a interferir en interés de su bienestar.” -su voz se volvió inflexible: “Bajo ningún concepto incumpliré mis obligaciones con ella.”

“No permitiría que fuera de otro modo,” respondió Sylviane con una sonrisa genuinamente dulce. “Que seas responsable en una relación personal es una novedad rara y bienvenida.”

Y probablemente el motivo por el cual le ha permitido cortejar a otras en la academia, concluyó Kaede.

“Entendido...” respondió Kaede, aunque en realidad no tenía ninguna otra opción. Después preguntó con tanta indiferencia como fue capaz: “debería dirigirme a su Alteza de otra forma?”

Honestamente, en ésta ocasión no estaba segura. Los hechos históricos eran una cosa, pero la evolución de las normas de cortesía a lo largo del tiempo la confundían, incluso si Hyperion seguía modas similares a las de la Tierra.

Sylviane se giró otra vez hacia Pascal, con una expresión mitad sorprendida y mitad curiosa:

“Qué cosas raras le has hecho llamarte a la pobre..?

“NINGUNA-!!” casi gritó él instintivamente antes de que la princesa pudiera terminar la frase. “Me llama simplemente Pascal!”

Sylviane todavía mostraba una sonrisa divertida cuando volvió a mirar a Kaede:

“'Alteza' sigue siendo el modo formal de dirigirte a mí. Pero entre nosotras y mis otros sirvientes? 'Milady' será suficiente.

“Si, Milady,” respondió Kaede mientras hacía una pequeña reverencia con tanta elegancia como pudo. “Estoy a su disposición.”

“No te preocupes, soy una persona mucho más razonable que Sir Runelord aquí presente,” aseguró Sylviane con tranquilizadoramente. “Estoy segura de que llegaremos a conocernos muy bien. No obstante, recordaré la promesa que me has hecho antes.”

Al asentir, la sensación de inquietud en el pecho de Kaede empeoró.

...


Kaede no estaba segura de cómo había acabado en esa situación...

En apenas una hora, ya se encontraba sentada junto a la princesa en el ostentoso sofá violeta, sintiendo el inesperado placer de tener las manos de la realeza cepillando su pelo.

...Con el inconveniente de estar rígida como una tabla y demasiado nerviosa como para disfrutarlo.

Mientras tanto, Pascal estaba sentado en un confortable sillón justo frente a ellas, observando a su prometida con una sonrisa serena, su mirada distante y algo preocupada bajo sus suaves rizos dorados.

Hacía unos minutos le había dicho a Kaede “Relájate. Esto es algo normal en ella.” Pero era más fácil decirlo que hacerlo dado lo extraño de la situación para Kaede.

El cepillo de Sylviane se desvaneció en un bolsillo extradimensional situado en algún punto cerca de su cintura. Con ambas manos sobre los delgados hombros de Kaede la princesa ajustó la posición de la familiar antes de inclinarse sobre ella.

Kaede notó el incremento de la presión sobre su espalda. Los brazos de la princesa le rodearon los hombros y pudo sentir unas mejillas suaves acariciándole el pelo detrás de la cabeza.

“Supongo que este mes ha resultado estresante,” Pascal rompió finalmente el silencio.

“Ni te lo imaginas,” recalcó Sylviane antes de soltar un suspiro de satisfacción. “No hubiera estado tan mal si nuestros esfuerzos diplomáticos hubieran dado resultado...pero ahora... las cosas van a ponerse mucho peor antes de mejorar.”

El peso sobre la cabeza de Kaede se incrementó al convertirse en una almohada real. Dudaba que la delgada princesa pesara mucho, pero su propio cuerpo era pequeño y escaso de fuerza.

Por lo visto ahora soy un oso de peluche gigante, pensó Kaede mientras luchaba por mantener la espalda recta ante la presión.

“Edith se llevó a Vivi al sur con ella, y por lo tanto no he tenido oportunidad de relajarme de esta forma en varias semanas,” se quejó Sylviane mientras cruzaba ambos brazos sobre el pecho de Kaede. “Y tú tampoco estabas cerca para ayudar.”

Kaede casi pudo notar la mueca de cansancio sobre su cabeza. En comparación con la serena y prudente Sylviane, ésta era la forma de la princesa para aliviar algo de estrés.

“Te llamé varias veces” Pascal mantuvo un tono de voz neutro mientras se defendía. “Pero nunca aceptabas la...”

“Como ya he dicho, no estabas ayudando,” añadió Sylviane con firmeza antes de volver a frotar su mejilla contra el suave pelo de Kaede.

Esta vez fue el turno de Pascal para soltar un largo suspiro, como si aceptara su derrota ante la injusticia de la realeza.

“Hago lo que puedo.”

Entonces abrió la boca otra vez, pero pareció arrepentirse en el último momento y la volvió a cerrar.

Tienes noticias, verdad?” preguntó Kaede a través de su vínculo familiar privado.

No estoy seguro.” -fue la preocupada respuesta mental de Pascal. “No quiero darle falsas esperanzas antes de que el rey anuncie su decisión.

Menuda forma de 'hablar a las espaldas de alguien', pensó Kaede mientras el sujeto de conversación seguía acariciando su sedoso cabello con la mejilla a apenas unos centímetros pero felizmente ignorante al respecto.

Incluso si era por el bien de Sylviane, Kaede no estaba cómoda con la situación.

No. Ofrecer un alivio momentáneo no compensa la posterior decepción. Solo tenemos que esperar unas pocas horas y...

La conversación telepática se vio interrumpida por unos golpes en la ventana.

La caballero Mari, quien hasta entonces había permanecido junto a la puerta con aspecto de absoluto desinterés, cruzó rápidamente la habitación sin esperar siquiera la orden de la princesa.

Girandose hacia el origen del sonido, Kaede vio la ventana totalmente cubierta por una luz azulada. El ave revoloteando en el exterior le recordó a un halcón, pero con una majestuosa cola emplumada decorada con minúsculos zafiros. Cubierto de plumas azuladas que se volvían celestes hacia el pecho y la cola, emitía unas llamas blanco-azuladas que mandaban ondas de calor a su alrededor.

Era un fénix de Hyperion, la más noble de las criaturas mágicas.

Pero en vez de mirarlo con asombro, Kaede se tensó todavía más cuando el fénix voló a través de la ventana abierta directamente hacia su ama. Kaede trató de apartarse, pero la princesa --todavía apoyada sobre sus hombros -- la inmovilizó con firmeza.

Kaede se preparó para recibir la ola de aire abrasador. Pero cuando el fénix se posó sobre el hombro de Sylviane, sólo notó un calor relajante, como si estuviera justo a la distancia adecuada de una hoguera en un helado día de invierno.

“Tranquila,” dijo Sylviane. “Los fénix son seres empáticos: las llamas de Hauteclaire solo queman a aquellos en quienes detecta hostilidad.”

“Entonces esto ha sido una prueba? Milady?” preguntó Kaede con alivio, preguntándose qué extraño espectáculo debían estar presentándole en ese momento a Pascal: un pájaro posado regiamente encima de una princesa recostada a su vez sobre otra chica.

“En realidad no. Aunque si hubiera estado equivocada respecto a ti, ahora mismo te estarías chamuscando un poco. Lo cual sería una lástima...”

Había una mortal indiferencia en su voz, y Kaede se anotó mentalmente que bajo ningún concepto debía ofender a la princesa. Siendo ella, la frase 'que le corten la cabeza' podía pronunciarse con tanta naturalidad como si pidiera la cena.

Tal vez era otra forma de la princesa de decir 'no te conviene convertirte en mi enemiga'.

“Me sorprendió que no lo trajeras a la reunión,” comentó Pascal mientras se estiraba más en el sillón, disfrutando del aura de confort del fénix. “La empatía de un fénix es fuerte, y los miembros del Alto Mando a menudo relajan sus escudos mentales en las habitaciones protegidas por Velo Santuario y otras barreras para proteger contra el espionaje. Hauteclaire podría haberte hecho ganar algunos puntos.”

“Yo...no había pensado en eso,” admitió Sylviane. “Me parece algo inapropiado, es casi como hacer trampas.”

“El fénix viaja con el Oriflamme, y la empatía forma parte de su naturaleza” añadió Pascal. “Es un truco que puedes usar sin consecuencias, por lo menos aprovéchalo. Ya sabes lo que dicen: en la diplomacia...”

“No hacer trampas equivale a no esforzarse lo suficiente. Sí, lo sé,” completó Sylviane. “Pero la gente a menudo agradece cuando renuncias a usar una ventaja obvia... En cualquier caso, el motivo principal es que Hauteclaire quería ver los alrededores. Si ha visitado Königsfeld alguna vez, fue hace siglos.”

Sylviane acarició dos veces el cabello de Kaede antes de frotar sus mejillas contra él una vez más.

“Con un poco de calor está más suave,” comentó la princesa alegremente.

Como una manta recién salida de la secadora, pensó Kaede mientras miraba hacia Pascal en busca de ayuda, pero él se limitó a encogerse de hombros, divertido:

Eres una almohada bonita y suave.

Sólo el fénix Hauteclaire pareció simpatizar con su compañera familiar al emitir un leve gorjeo.


----- * * * -----


“Princesa Sylviane, Pascal, bienvenidos de nuevo.”

Cuando Kaede volvió a la conferencia/sala de guerra siguiendo a Pascal y Sylviane, el rey Leopold sonreía abiertamente y tenía un aspecto considerablemente descansado. Era una buena señal y anunciaba la llegada de buenas noticias. Después de todo, los políticos no utilizaban una sonrisa para decirles a sus aliados 'lo siento, os quedáis solos'.

“Majestad,” respondió la princesa con una ligera pero bien practicada reverencia.

“Me alegra informaros que mi decisión ya es oficial,” comenzó Leopond. “Neithard está haciendo los últimos preparativos antes de liderar a la primera oleada en Nordkreuz. Esperamos que esta guerra sea rápida y decisiva para poder ayudar a vuestra nación.”

Quedaba implícito que la condición para unirse a Rhin-Lotharingie era acabar con la amenaza de la retaguardia en el norte.

Los dos generales y sus oficiales estaban conversando junto al mapa de la mesa. Pero el rey se había acercado para saludar a Sylviane con una sonrisa satisfecha.

“Os estoy realmente agradecida, Majestad...” la voz de Sylviane tembló al sentir como desaparecía un gran peso de sus hombros. “En nombre de mi padre y del pueblo de Rhin-Lotharingie, os doy las gracias.”

“Que nuestra alianza permanezca firme contra las artimañas imperiales,” declaró Leopold mientras extendía una mano abierta.

Sin dudarlo, la princesa le estrechó la mano, renovando los lazos entre las dinastías reales del norte a través de una solemne promesa:

“Y que el Santo Padre sonría a los sinceros y los fieles.”

Kaede estaba segura de que por su mera simplicidad acababa de ser testigo de un momento que pasaría a la historia. No hubo un discurso dramático, ni elaboradas firmas, pero el contacto físico entre el rey y la princesa simbolizaba la determinación de dos reinos unidos en un propósito común:

No se inclinarían ante las ambiciones de una hegemonía, ni tolerarían un mundo dominado por el Mar Interior y su mal llamado 'Sacro' Imperio.

Su parte de historiadora nunca había estado tan emocionada. La antigua maldición china seguía viva -- incluso aquí, en Hyperion, sin duda ella estaba viviendo en tiempos interesantes.

Incluso si el breve momento terminó tan rápido como había comenzado...

“Mis disculpas por interrumpir las formalidades, Sire,” llamó el anciano general von Manteuffel con su habitual gesto impertérrito. “Pero debo poner esta operación en marcha si pretendemos cumplir los plazos marcados. Capitán Sir von Moltewitz...”

“Si, señor!” Pascal saludó al tiempo que hacía entrechocar sus botas.

“Como voy a trasladar a mi segundo al mando y oficiales a la segunda y tercera oleada, lo quiero entre mis oficiales de la primera oleada. Andamos muy escasos de oficiales experimentados -- e incluso de expertos teóricos, como es su caso -- en este tipo de conflicto. Prepárese para un viaje nocturno a Nordkreuz dentro de una hora.”

Pascal guardó silencio durante un segundo.

“Hay algún problema, capitán?” el general clavó en el sus penetrantes ojos azules manteniendo todavía su gesto severo.

“No señor. Sólo estaba pensando en el escuadrón de Reiter que me asignó el Alto Mando.”

Pascal no quería renunciar a su primera oportunidad de tener un mando en solitario, incluso si eso significaba ostentar una posición más prestigiosa.

“Su propuesta ha alterado las estructuras de mando por completo, capitán,” dijo el general von Manteuffel con tono tajante. “Salimos de la puerta principal a las 1800. Prepárese y esté listo para partir.”

“Si, señor.”

“General, Majestad” Sylviane habló justo después de Pascal. “Me gustaría ofrecerme voluntaria junto a mis caballeros para ésta operación.”

Como si la temperatura de la habitación hubiera descendido en picado, todos los presentes se congelaron en el sitio al escuchar las palabras de la princesa. Ni siquiera el general von Manteuffel pudo esconder su expresión de sorpresa.

“Princesa, no estoy seguro de que eso sea...” comenzó el rey Leopold antes de interrumpirse, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.

“Las hostilidades en el norte son una amenaza para nuestras dos naciones, Majestad,” declaró Sylviane. “Debemos mostrarles una postura de solidaridad para disuadirles de realizar acciones oportunistas en el futuro. El grueso de las fuerzas de Rhin-Lotharingie están ocupadas marchando hacia el sur, pero creo que mi presencia y autoridad serán suficientes para anunciarle al mundo que seguimos luchando juntos.”

Kaede estaba impresionada por el audaz pero astuto movimiento de Sylviane. Al subyugarse al mando de Weichsel durante la campaña en el norte, su presencia en el campo de batalla alertaría a todos los enemigos que la alianza se mantenía en pie. Además, de esa forma le dificultaba al rey el romper su promesa de ayudar a Rhin-Lotharingie tras el fin de la campaña.

Después de todo, nadie podía predecir qué traería el destino. No ser capaz de responder a una llamada a las armas tras haber recibido semejante apoyo militar no sólo sería un deshonor, sino que a ojos del mundo sería un acto de traición.

“Alteza,” Wiktor von Falkenhausen intercambió una mirada con su rey antes de dirigirse a la princesa. “No tenemos ninguna estructura capaz de actuar junto a vuestros caballeros, ni tampoco...”

Un soldado tiene la opción de mantenerse neutral y apolítico, pero ningún general competente podía permitirse ignorar las implicaciones políticas. El Jefe de Estado Mayor fue incluso más lejos, tratando de dar un argumento para que su rey pudiera rechazar la oferta.

“Igual que la mitad de todo en esta operación,” Sylviane le devolvió una sonrisa, desafiante. “Además nuestro papel cuando empieza la batalla está claro...”

Con Hauteclaire posado orgullosamente en su hombro, la Princesa Celeste barrió la sala con la mirada -- mirando a todos los presentes a los ojos en una demostración de confianza.

“Los Oriflamme solo luchan en primera línea de combate. En ningún otro lugar.”

Kaede comprendió por fin por qué tantos en Hyperion hablaban de los paladines con palabras de profundo de respeto; o en el caso de Reynald -- indisimulada admiración.

Lo primero en romper el silencio tras esas palabras fue una risita del mismísimo rey.

“Muy bien, princesa. Acepto sus argumentos. Aunque dada la necesidad de partir de inmediato, es una lástima que debamos esperar a otra oportunidad para cenar juntos.”

Leopold se giró hacia su jefe de operaciones:

“Neithard, cuento contigo para acomodar a la princesa y apoyarla en batalla como sea apropiado.”

“Si, Sire,” fue la llana respuesta del general von Manteuffel.

“Entonces tenéis mi permiso para proceder según lo planeado, general Sir Neithard Mittermeyer von Maunteffel. La Operación Tifón Blanco comenzará mañana a las 0600, y me reuniré en persona con la tropa principal reunida en Nordkreuz al final de la semana.”

Esas frases teatrales eran claramente una formalidad, pues el rey ya había declarado sus intenciones dos veces. Pero las tradiciones eran importantes para la moral de todo ejército, y Leopold se aseguró de mostrarles a sus oficiales el respeto que merecían.

...Y a cambio ellos le juraron su lealtad al rey y a la nación.

“Larga vida al Dragón Negro,” saludó el general von Manteuffel de forma militar.

“Larga vida!” le imitaron todos los oficiales de Weichsel.

“Larga vida!” contestó el rey mientras correspondía al saludo. “Y que el Santo Padre nos ayude.”



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